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contexto
En 1850 los Estados Unidos de América aun están en pleno proceso de configuración territorial. Tras la anexión de Texas en 1845, la llegada al Océano Pacífico se produce gracias a la colonización del territorio de Oregón en 1846 y la cesión por parte de México de una inmensa extensión al suroeste del país. En medio queda una amplia franja que, extendida de sur a norte, comprende las llanuras centrales, tierras ocupadas desde tiempo inmemorial por etnias nativas como los dakota, crow, cheyenne o comanche. A partir de 1853, las necesidades de comunicación entre las costas Este y Oeste plantean varias rutas de ferrocarril que atravesarán territorio indio y cuya construcción supondrá el exterminio de las manadas de búfalos, vitales para la economía india. Según un tratado firmado en 1868 entre el gobierno estadounidense y la tribu sioux, los territorios de las Montañas Negras y del Yellowston se cedían a perpetuidad a los indios, si bien en 1873 la entrada de buscadores de oro en su territorio acabó por desatar las hostilidades. El general Sheridan fue comisionado por el gobierno estadounidense para dirigir las operaciones, que se desarrollarán a lo largo de 1876, y que tendrán como objetivo reducir a la unión de indios sioux y cheyenne comandada por Caballo Loco y Toro Sentado. La Campaña de 1876 habría de consistir en el despliegue de tres columnas militares que, partiendo de los fuertes Ellis, Lincolny Fetterman caerían sobre Little Bighorn, el lugar donde estaban establecidos los indios rebeldes. Deseoso de dirigir su propia unidad, Custer recibió el encargo de adentrarse en el valle de Little Bighorn, a donde llegó tras una agotadora marcha nocturna. Sus órdenes eran esperar los refuerzos de Gibbon con vistas a atacar al día siguiente, si bien, tras avistar un campamento indio a 25 kilómetros, decidió emprender el ataque antes de que lo levantaran, estimando que apenas albergaría a 1500 guerreros. Organizó el ataque dividiendo sus fuerzas: tres escuadrones dirigidos por el comandante Reno atacarían el campamento por el sur; otros tres, a las órdenes del capitán Bentin marcharían hacia el sudoeste para atacar cualquier posición india que hallasen; el teniente MacDugall, con un escuadrón, quedaría en la retaguardia y el propio Custer, al mando de cinco escuadrones, marcharía hacia el norte y se ocultaría tras las colinas para atacar a los indios cuando estos marcharan sobre Bentin. Sin embargo, sus cálculos resultaron errados. Caballo Loco conocía la posición de Custer tras las colinas. Además, tras constatar que los indios no se disponían a levantar el campamento, comprendió que había dividido a su ejército para nada. Tras avistar las tiendas de los sioux, el comandante Reno ordenó un ataque pie a tierra, que fue rápidamente repelido y causó numerosas bajas. Ante el contraataque indio, se vio obligado a replegarse, encontrándose con los escuadrones de Bentin. Tras rechazar el ataque de Reno, los guerreros indios se reorganizaron para repeler la ofensiva de Custer. Así, al bajar desde su posición en las colinas, Custer se encontró cercado por unos 1500 indios y en terreno descubierto, lo que le obliga a adoptar posiciones defensivas, encaminando a sus hombres hacia la derecha para alcanzar una colina cercana donde parapetarse y esperar refuerzos. Perseguido por 1500 guerreros mientras realizaba la ascensión, desde la cima aparecieron otros 1500 comandados por Caballo Loco. Custer, atrapado en un círculo mortal no pudo evitar que sus tropas, divididas por el ataque de los indios, cayeran en menos de media hora. El 7? de Caballería había quedado deshecho, siendo su único superviviente "Comanche", el caballo de un oficial. Pese a su triunfo, los sioux y otras tribus indias nada pudieron hacer para contener el avance de los colonos blancos y el ferrocarril. Tras perder en dos batallas, Caballo Loco se rindió y fue confinado, falleciendo a bayonetazos unas semanas más tarde. Toro Sentado huyó al Canadá con unos pocos hombres. El acto final de resistencia india se produjo en la batalla de Wounded Knee, el 29 de diciembre de 1890, en la que las tribus indias resistentes fueron masacradas.
obra
Entre los siete grabados conservados de Mantegna destacan dos sobre los dioses marinos. Se han considerado como una referencia a los torneos que se celebraban en las diferentes cortes en relación con el ideal caballeresco al tratar sobre batallas, perfecta excusa para que el maestro muestre su admiración por el mundo romano, especialmente los relieves. Las figuras están en tensión, acentuándose los escorzos para transmitir una soberbia sensación de movimiento. Las anatomías de las figuras están inspiradas en la escultura clásica, manejando Mantegna el arte del grabado con una maestría difícil de superar.
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La Guerra comenzó inmediatamente. Alemania, encerrada entre sus dos enemigos, Francia y Rusia, se propuso atacar a la primera a través de Bélgica, esperando lograr una fácil victoria que le permitiera concentrarse después en el frente oriental. A finales de agosto de 1914 los alemanes se lanzaron hacia París. Las fuerzas francesas e inglesas se interpusieron para frenar el ataque alemán. La gran batalla se producirá en el Marne, entre el 6 y el 9 de septiembre. Los alemanes dispusieron a sus tropas formando tres líneas de avance cuya intención era rodear París. Por su parte, los aliados dispusieron una línea defensiva con el 5? y 6? Ejército francés y el Cuerpo Expedicionario británico. Los aliados, a la desesperada, decidieron iniciar ellos mismos el ataque. En la mañana del día 6 el 6? Ejército francés comenzó su avance. El 5? y el Cuerpo Expedicionario Británico aprovecharon para descargar todo su potencial y empujar sobre las líneas germanas. Con los alemanes resistiendo, el 6? Ejército francés estuvo a punto de caer, pero la llegada de 6.000 hombres de reserva inclinó la balanza a su favor. El comandante en jefe alemán, Moltke, se vio obligado a ordenar la retirada general. La batalla del Marne, la primera de este nombre, segó las vidas de unos 250.000 franceses y alemanes, así como 12.000 británicos. Los aliados habían conseguido frenar a los alemanes, pero la situación era de empate táctico. Esto dio lugar a una larga guerra de trincheras que producirá miles de muertos, sin que ninguno de los adversarios consiga avances significativos.
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En el año 179 a.C. tuvo lugar la Batalla de Mons Chaunus, probablemente el Moncayo, entre el ejército de Roma y el ejército celtíbero. Esta batalla supuso el final del levantamiento celtibérico. El ejército romano, bajo el mando de Tiberio Sempronio Graco, derrotó a los celtíberos, causándoles cerca de 22.000 bajas. Tras la batalla, se acordaron unos tratados de paz entre Roma y los celtíberos. Mediante estos tratados, conocidos como los Tratados de Graco, se establecieron una serie de cláusulas que favorecían a Roma. Estas cláusulas incluían el pago de un tributo anual por parte de las poblaciones sometidas, la aportación de contingentes a las tropas romanas, y la prohibición de amurallar ciudades. Fue esta última cláusula la que provocó el inicio de las Guerras Celtibéricas, cuando la ciudad de Segeda comenzó a levantar su muralla, en el año 154 a.C.
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Aunque derrotados, los pompeyanos, llevados por los hijos de Pompeyo, aún tendrán fuerzas para plantear un último combate, esta vez en Hispania, donde eran más fuertes. El mismo César llegó a Hispania en el año 46 a.C. La batalla definitiva se produjo en los campos de Munda. Los pompeyanos, dirigidos por Labieno, formaron a sus trece legiones con las espaldas protegidas por Munda y por su propio campamento. En total, disponían de 73.000 hombres, con las legiones en el centro y los auxiliares y la caballería a los lados. Enfrente, tras el arroyo de Cacherna, César dispuso a sus 41.000 hombres, con los flancos cubiertos por la infantería auxiliar y la caballería. Cuando las tropas de César cruzaron el arroyo, ambas caballerías se enfrascaron en la batalla, mientras que las legiones V y III de César aguantaban a la desesperada. Entonces llegó el turno de la X, la mejor legión cesariana, quien amenazó con romper el ala derecha pompeyana. Labieno ordenó entonces a la última legión de su flanco derecho acudir en ayuda del izquierdo. Para cubrir el hueco, los auxiliares pompeyanos se desplazaron a su izquierda, dejando un espacio que fue aprovechado por la caballería de César para avanzar y atacar a la pompeyana, poniéndola en desbandada. La línea de los pompeyanos se había roto y la batalla estaba ya decidida. Los legionarios de César masacraron al enemigo, atrapado entre sus espadas y las lanzas de la caballería. Unos 30.000 pompeyanos murieron en Munda. Los que pudieron huir se refugiaron en la misma Munda o en Córdoba, entre otras ciudades pompeyanas. César no tardó en tomarlas. Era el año 45 a.C. y César volvía nuevamente a Roma como vencedor de una guerra civil que había durado tres años.
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La victoria almohade en Alarcos supuso un duro golpe para los reinos cristianos. La situación se agravó en 1211, cuando el castillo de Salvatierra, único baluarte cristiano al sur del Tajo, cae en manos musulmanas, amenazando Toledo. Ante la delicada situación, el rey castellano Alfonso VIII solicita la ayuda del resto de reinos cristianos y del papa Inocencio III, que da a la lucha el carácter de cruzada. Respondiendo al llamamiento llegan a Toledo tropas de Aragón y numerosos cruzados de toda Europa. León y Navarra, por el contrario, rehúsan unirse a la partida. El 19 de junio de 1212 salieron de Toledo las huestes cristianas. En su camino tomaron las plazas musulmanes de Malagón, Calatrava, Alarcos y Caracuel. Aquí se les unió el ejército de Sancho de Navarra, con sólo 200 caballeros. Tras una escaramuza en el Puerto del Muradal, el choque definitivo se producirá junto al lugar llamado Mesa del Rey. Será la batalla de las Navas de Tolosa. En el ejército cristiano, unos 12.000 hombres divididos en tres cuerpos, el rey de Aragón mandaba el ala izquierda, correspondiendo el centro al castellano y la derecha al navarro. En primera línea se colocaron las respectivas vanguardias, con los ejércitos y costaneras en el centro y las zagas mandando las retaguardias. Los musulmanes, unos 10 o 12.000, instalaron su campamento en el Cerro de las Viñas, con la infantería al frente y la caballería ligera en los flancos. Detrás se situó la caballería pesada almohade, con la zaga musulmana guardando el campamento del Califa. Las primeras luces del día 16 de julio de 1212 ponen en marcha el avance cristiano, hostigado por una lluvia de flechas. Pronto la vanguardia chocó con las defensas musulmanas, que se cerraron sobre ella, causando numerosas bajas. Al ver retroceder a los cristianos, los musulmanes rompieron su formación para perseguirles, lo que fue un grave error táctico. En ese punto, los tres reyes con sus mesnadas, lo más granado del ejército cristiano, se lanzaron por el centro que la caballería enemiga había dejado abierto. Al poco quedaron rotos tanto el frente almohade como su zaga, produciéndose su desbandada. Los cristianos se lanzaron sobre el campamento enemigo, aplastando a la guardia musulmana y poniendo en fuga al califa. La batalla había terminado. La victoria en las Navas de Tolosa aumentó la presión cristiana sobre los musulmanes. Por el reino de Aragón, Jaime I conquistó Mallorca e Ibiza, así como el reino de Valencia. Fernando III de Castilla ocupó la baja Extremadura, Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia, mientras que Sancho IV toma Tarifa. Por su parte, Portugal completa la conquista del Algarve hacia 1250.