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La fachada de San Juan de Letrán constituye una crítica al barroco, pero a la opción de Borromini, autor del espléndido catálogo ornamental, tipológico y formal del interior de la basílica. Casi como una pantalla que niega la arquitectura del interior se levanta la fachada de Galilei, con un enorme orden gigante que constituye la exaltación de un purismo arquitectónico que no anticipa el neoclasicismo, sino que depura la arquitectura de Miguel Angel, Bernini y Palladio.
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En 1646 Borromini recibió el primer encargo pontificio de su vida: la reestructuración de la basílica de San Giovanni in Laterano, en cuya concesión deberá verse la mano de uno de sus pocos amigos y mecenas, el padre Virgilio Spada, supervisor administrativo de la fábrica y consejero privado del papa Pamphili. Precisamente, gracias a su afectuosa tolerancia, que soportó paciente el empeño perfeccionista de Borromini, la obra pudo, aunque parcialmente, acabarse en lo fundamental, con la decoración de estucos de su interior, en 1649, justo a tiempo de poder ofrecer la basílica remozada a los peregrinos del Año jubilar de 1650, razón por la que se habían iniciado los trabajos. En esta obra, Borromini ofrece la que sin duda es el ejemplo más pasmoso de revisión barroca de un antiguo espacio sacro. Y ello, a pesar de que, ante la proximidad del jubileo y las prisas del papa, el arquitecto no pudo realizar íntegro su proyecto previsto, que incluía la erección de una grandiosa bóveda con nervios entrelazados que, como en la linterna de Sant' Ivo, habría resuelto las tensiones acumuladas en la zona baja. Borromini conservó la antigua estructura, englobando por parejas las columnas dentro de enormes pilares, en los que se abren edículos para estatuas, que se alternan con grandes arcos de comunicación con las naves laterales. Como en cualquier obra borrominesca, los más pequeños detalles están integrados en la concepción espacial general: caso de los querubines alados que, además de decorar, conexionan con fluidez las pilastras con los arquitrabes en las naves laterales.
monumento
San Juan de Letrán es la catedral de Roma. Fundada por Constantino en el siglo IV, tiene cinco naves que fueron remodeladas por Borromini entre 1646 y 1649. En el crucero hallamos el tabernáculo que cobija el altar, donde sólo puede oficiar misa el papa, como obispo de Roma. En el ábside encontramos la típica decoración de mármoles y piedras preciosas que caracteriza el gótico romano, aunque se trate de una reconstrucción del siglo XIX. El hermoso claustro fue realizado en el año 1230 por la familia Vassalletto, destacando sus columnas en espiral y los mosaicos en mármol de colores. Fruto de un famoso concurso en el que participaron veintitrés arquitectos, el proyecto de Galilei para la fachada de San Juan de Letrán, contemporáneo de la Fontana de Trevi, constituye otro magnífico ejemplo de clasicismo barroco, o mejor, de arquitectura de la Arcadia, como denominó S. Benedetti a un conjunto de obras que surgen en Roma alrededor del papa Clemente XII y de teóricos como L. Pascoli o G. G. Bottari. La fachada de San Juan de Letrán sí constituye una crítica al barroco, pero a la opción de Borromini, autor del espléndido catálogo ornamental, tipológico y formal del interior de la basílica. Casi como una pantalla que niega la arquitectura del interior se levanta la fachada de Galilei, con un enorme orden gigante que constituye la exaltación de un purismo arquitectónico que no anticipa el neoclasicismo, sino que depura la arquitectura de Miguel Angel, Bernini y Palladio. Téngase en cuenta que en 1715, Galilei estaba en Londres, justo en el momento en el que C. Campbell, G. Leoni y Lord Burlington comenzaban a codificar la nueva estrategia inglesa del neopalladianismo, aunque también es cierto que contaba con un antecedente prestigioso como la fachada de San Pedro del Vaticano, de C. Maderno.
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El dux Andrea Dandalo, en la primera mitad del siglo XIV, será el promotor de la decoración del Baptisterio de la Basílica de San Marcos. La técnica escogida será el mosaico -como en el resto de la basílica- recogiéndose escenas de la vida de san Juan Bautista y de la juventud de Cristo. El propio dux fue enterrado en este espacio sagrado. La pila bautismal fue diseñada en el año 1545 por Jacopo Sansovino. La estructura en bronce que la cubre, coronada por la figura de san Juan Bautista, la ejecutó Francesco Segala en 1575.
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Durante la Cuarta Cruzada Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino, fue ocupada por los venecianos. Entre las numerosas piezas del suculento botín que llegó a Venecia estaban los caballos de una cuadriga de bronce dorado de época bajoimperial -siglo IV-. A mediados del siglo XIII los caballos eran colocados en la terraza de la Basílica de San Marcos, simbolizando así el poder veneciano. Napoleón no dudó en llevárselos a París cuando se adueñó de la ciudad, regresando los caballos a Venecia en 1815. Las piezas que podemos observar actualmente son copias debido a la amenazante degradación medioambiental que sufre Venecia. Los originales se conservan en el pequeño Museo de San Marcos, en la propia basílica.
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La Basílica de San Marcos presenta planta de cruz griega, cubriéndose cada uno de los cinco espacios resultantes con una cúpula de media naranja, resaltada por un pequeño tambor y coronada por una linterna cubierta con formas bulbosas. Las cúpulas son de clara inspiración bizantina, recordando las iglesias de Constantinopla. Cuando Goethe contempló la estampa de la basílica desde el Campanille consideró que se parecía a un cangrejo.
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En un primer momento, la Basílica de San Marcos estaba recubierta de ladrillos, decorándose con el paso de los siglos con ricos mosaicos y placas de mármol, adquiriendo un aspecto elegante y señorial. Esta imagen es una buena muestra de la calidad de su decoración. En primer plano contemplamos la cúpula de la Ascensión, la que ocupa el centro en la planta del templo. La figura de Cristo preside la escena, impartiendo la bendición al tiempo que se eleva entre ángeles a un estrellado cielo. Un segundo registro está ocupado por la Virgen, acompañada de dos arcángeles y de los apóstoles. Un tercer registro nos presenta a figuras femeninas representando las bienaventuranzas y las virtudes, entre las ventanas que permiten el paso de la luz hacia el interior. Este conjunto fue realizado en la primera mitad del siglo XIII. En un segundo plano se halla la cúpula del Pentecostés, ejecutada durante la primera mitad del siglo XII por lo que sería una de las primeras decoraciones de la basílica. La paloma del Espíritu Santo ocupa la posición central, dirigiendo cada una de las lenguas de fuego a los apóstoles desde un trono dorado cubierto de suntuosos ropajes. Entre las ventanas encontramos parejas que simbolizan algunas de las naciones evangelizadas por los apóstoles. Marcos, Mateo, Juan y Lucas, los evangelistas, se representan tanto entre sus compañeros como en las pechinas, distinguiéndose al aparecer sobre almohadones dorados, con espléndidos ropajes azules y púrpuras, en posición frontal.
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En cuanto a los famosos mosaicos de la Basílica de San Marcos, hay que precisar que son de gusto bizantino pero de ejecución local -al igual que ocurre en Murano o Trieste- por lo que, en puridad, no cabe considerarlos como una obra propiamente bizantina -Grabar-. Una excepción puede estar representada por los mosaicos del nártex norte, inspirados en miniaturas del siglo VI y que desarrollan un arte descriptivo que remite a artistas griegos y serbios contemporáneos. Una segunda excepción remite a la basílica de Torcello. La Virgen es quizá una de las figuras más interesante de la decoración de San Marcos. Este detalle que contemplamos forma parte de la decoración del arco sur del nártex, en el que se representan escenas relacionadas con el final del diluvio, concretamente la aparición del arco iris y el descenso de los animales del Arca.
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Esta es la fachada de la Basílica de San Marcos que el viajero se encuentra cuando accede a la Plaza de San Marcos desde la Piazzeta. Presenta dos cuerpos de similar estructura aunque diferente tamaño, cobijando cada uno originalmente dos puertas. La estructura recuerda a Santa Sofía y las iglesias bizantinas, con un amplio arco de medio punto que arropa una arquería corrida. Numerosas estatuas decoran el trasdós del arco, situado entre dos templetes que albergan también estatuas. La decoración de mosaicos igualmente llega a las zonas externas y elevadas de la basílica, como observamos en la Virgen de la derecha o el san Cristóbal de la izquierda.