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El Paleolítico Medio es uno de los períodos de la Prehistoria que más variabilidad presenta. Los conceptos más generales sobre el mismo hoy en día muestran un panorama más confuso y complejo de lo que se sospechaba en un principio. Por ello se está poniendo de relieve cada vez más la necesidad de revisar en profundidad los conceptos, datos e interpretaciones de esta fase cultural de la humanidad. Teniendo en cuenta estos problemas, no debemos extendernos aquí en ellos, sino centrarnos en lo que se conceptúa hoy por hoy como el Paleolítico Medio en general y su representación. En términos clásicos, el Paleolítico Medio es la fase que sucede al Paleolítico Inferior y desemboca en el Superior, asociado a un tipo humano característico: el hombre de Neandertal, universalmente reconocido como una variedad de los sapiens. Dentro de una cronología relativa, se encontraría hacia finales del Riss-Würm y dentro de las primeras oscilaciones de la glaciación würmiense, hasta el interestadial Würm II-III, en Europa occidental. Hacia el 85.000 se considera establecido, comenzando la transición al Paleolítico Superior en torno a los 40.000/35.000 a. C. La industria lítica característica se encuentra realizada básicamente sobre lascas, produciéndose en esta fase la máxima expansión y caracterización de la denominada técnica Levallois. En los últimos años se ha producido en la investigación europea y del Próximo Oriente una alteración de estos datos, ofreciendo una cronología mucho más larga que llega a situar al Paleolítico Medio incluso en el estadio isotópico 9 y, en términos de la secuencia clásica, alcanza la glaciación rissiense. Por esta causa hemos separado el Paleolítico Medio en dos etapas: antiguo y reciente. Si bien el término Paleolítico Medio es genérico e incluye todas las industrias de este periodo en el Viejo Mundo, en Europa occidental y Levante se emplea otro vocablo que se ha convertido en sinónimo del anterior: el Musteriense para la secuencia clásica würmiense. Su utilización es mayoritaria, especialmente a partir de los trabajos de F. Bordes, aunque comienza a introducirse en el léxico de la Prehistoria con cierta anterioridad al de Paleolítico Medio, a partir de la excavación de E. Lartet en el yacimiento de Le Moustier (Peyzac) en 1864. Para Bordes, el musteriense define las industrias würmienses regionales del suroeste de Europa. Este concepto se está flexibilizando en la actualidad, dada la existencia de industrias más antiguas, como las procedentes de la cueva de Vaufrey, en el suroeste de Francia o la cueva del Castillo en Cantabria, que representan conjuntos musterienses pero cuya cronología es muy alta, definiéndose dentro de las etapas del Riss, o estados isotónicos 6 a 9. Los datos actuales complican aún más el problema del paso del Paleolítico Inferior al Medio, una vez que observamos la presencia y coetaneidad de estas industrias. Uno de los problemas presentes es la dificultad de encontrar industrias pertenecientes al interglaciar Riss-Würm, ya que en los depósitos de ese período se presenta una fuerte erosión que dificulta la conservación de datos.
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El Paleolítico Superior representa quizás el momento en que mejor podemos conocer el desarrollo de los elementos sociales durante el Paleolítico. Así, veremos la aparición del arte como elemento característico de la cultura. Éste va a representar en buena medida la objetivación de aspectos de tipo religioso o social. Así, el arte podría tener motivos religiosos ligados a la concepción por parte de los grupos humanos de una vida trascendente o de la ideologización de determinados conceptos. Económicamente siguen siendo cazadores, con una vida anímica diferente a la nuestra, que somos agricultores, lo que dificulta nuestra capacidad de comprensión de sus últimos significados. Esta diferente actividad económica hace que sean motivaciones distintas a las actuales lo que complica en muchos casos sus posibilidades de interpretación. La aparición del arte nos habla de la riqueza de la vida espiritual, pues el concepto de un arte por razones puramente estéticas está ya superado como fundamento exclusivo, aunque éste no se pueda excluir en la interpretación de aspectos como la presencia de artes decorativas sobre elementos de uso cotidiano. Otra novedad es el desarrollo de las técnicas de trabajo de la pleura. Se multiplican las hojas o láminas, que son lascas cuya longitud tiende a ser el doble que la anchura. Estas hojas tienen muchas ventajas, pues con esta forma de tallado casi todas las hojas son iguales y permiten un mejor aprovechamiento de la materia prima. Además, al ser todas iguales permite una mejor, o más fácil, transformación de los útiles. Con un modelo estandarizado de soporte, con poco trabajo, se pueden hacer gran variedad de útiles. De esta forma vemos cómo mientras que para el Paleolítico Medio la industria se podría caracterizar con la lista tipológica de F. Bordes de 63 tipos, para el Paleolítico Superior se hace necesaria una lista de 92 tipos como la propuesta por D. de Sonneville-Bordes y J. Perrot o incluso una lista ampliada de 105, propuesta por el grupo de Burdeos y, sin embargo, aún dejan fuera muchos elementos. Esto representaría una ventaja económica y permite un mayor control social sobre estos elementos. Así veremos cómo a lo largo del Paleolítico Superior se detecta una fuerte tendencia a la regionalización, entendiéndola como el desarrollo por parte de los grupos humanos de elementos tipológicos de distribución restringida, no sólo en el tiempo, sino también en el espacio. Hay una gran tipología formal de los instrumentos, pero que utilitariamente se reducen más o menos a 10, según los distintos análisis de huellas de uso realizados por diferentes autores. Es decir, hay diferencias formales, no funcionales, que tienen validez de cohesión de grupo. Un grupo hace los instrumentos de una determinada forma para distinguirse de otros grupos. Otra característica del Paleolítico Superior es el uso de materias duras animales, como el hueso o el asta, como materia prima para hacer instrumentos. En el Paleolítico Inferior y Medio el hueso se usaba aprovechando sus formas naturales como punzones, o trabajándolo por retoque como la piedra. En el Paleolítico Superior será el uso del asta para hacer instrumentos lo que marcará la tecnología. Con el asta se tiene una materia que permite una gran flexibilidad formal y que a la vez es lo suficientemente dura como para servir en la fabricación de instrumentos. También su superficie se puede trabajar, dando lugar a gran número de instrumentos sobre los que el artesano proyecta su individualidad. Por su variedad formal se pueden dividir en: útiles ofensivos como las azagayas, que aparecen desde inicios del Paleolítico Superior hasta el Magdaleniense (30.000 al 9000), piezas apuntadas de fuste alargado con la base preparada para el enmangue. Arpones o piezas cuyo fuste se presenta denticulado, con dientes proyectados hacia la base y cuyo enmangue presenta distintas formas de sujeción. Estos aparecen en el Magdaleniense y el Aziliense (13.000 al 7000), el arpón perdura después del Paleolítico Superior, siguiendo hasta el Mesolítico (hasta el 3000). Las azagayas y arpones, por su variedad formal y la presencia de decoraciones, han servido para distinguir las distintas fases del Paleolítico Superior. Junto a ellos encontramos también útiles de uso cotidiano como los punzones, que son puntas aguzadas y que conservan parte de la articulación. Lo mismo que agujas, a menudo perforadas, cuya forma es la misma que las actuales. La mejora de las técnicas de talla hace que el trabajo de la piedra necesite una mayor precisión, por lo que se prefieren percutores de asta o hueso. Hay dos tipos principales de percutores: cinceles y compresores. Los cinceles son fragmentos de hueso que en un extremo presentan esquirlas. Los compresores suelen ser elementos planos con huellas de presiones sobre la piedra. También empiezan a encontrarse en abundancia elementos sin utilidad activa sino social: son los adornos como los colgantes, normalmente dientes perforados, a menudo caninos de carnívoros o de ciervo, cuya importancia social provoca a veces la aparición de imitaciones en piedra. También las conchas de moluscos, que no sólo se utilizan como collares, sino que pueden llegar a formar adornos muy complejos como los encontrados en los enterramientos de Grimaldi, donde apareció un bonete con 3.000 conchas, o en Sungir, con un complejo ajuar; lo que hace pensar que se encontraban formando parte de los vestidos de los cadáveres. Como vemos, el desarrollo de la tecnología de las materias duras animales permite una mayor plasticidad de los elementos y la posibilidad de detectar a través de ellos la presencia de elementos de socialización grupal. En el Paleolítico Medio los grupos humanos se diversifican socialmente, apareciendo yacimientos con una funcionalidad específica. Durante el Paleolítico Superior estas divisiones se intensifican mucho (por otro lado, no podemos olvidar que se conservan más yacimientos de esta época que de cualquier otra anterior, con lo que es más fácil encontrar yacimientos diversificados por funciones). Los grupos del Paleolítico Superior nos permiten estudiar así una mayor complejidad social. Hay muchos yacimientos al aire libre con todo tipo de formas, desde yacimientos estacionales hasta estructuras muy complejas. También podemos identificar yacimientos vinculados con la trashumancia de animales. Incluso se puede plantear la existencia de territorios específicos para cada grupo humano delimitado. Aparecen los santuarios artísticos, en sentido muy amplio, tanto grandes conjuntos (Altamira o Lascaux) como lugares con pequeñas representaciones. En el Paleolítico Superior hay un mayor desarrollo de las estructuras de habitación, no tanto por un aumento demográfico, sino por una mejor conservación de yacimientos. Es una etapa geológica reciente y los grupos ya tienen un nivel cultural desarrollado. Por eso los yacimientos son más espectaculares. De este modo, se documentan muchas estructuras de habitación al aire libre de varios tipos. Hay cabañas que continúan los modelos de Olduvai DK o las de Terra Amata, de forma cónica, muy fáciles de desmontar y trasladar. Junto a éstas, en lugares situados en las regiones del norte de Europa, las cabañas tienden a ser más robustas y a ser fabricadas con un sistema de pies derechos y cubrición de pieles, apareciendo en conjuntos que nos permiten plantear la existencia de poblados. Más al norte, en la llanura ruso-polaca, aparecen muchos hábitats construidos con restos de elefantes que permiten una construcción permanente o semipermanente. Éstos se fabrican con huesos de mamut cazados por el grupo o, dado el número de restos necesarios, que como veremos es muy alto, se recogen también huesos de otros animales muertos. Son estructuras muy complejas y sólidas, que heredan los modelos de yacimientos del Paleolítico Medio como Molodova V. El mayor conocimiento del Paleolítico Superior nos permite saber mejor cómo vivían. La multiplicación de descubrimientos de habitaciones al aire libre es importante, porque nos permite conocer el número de personas que han podido vivir, mientras que el mundo de las cuevas obliga a considerar un espacio controlado por las dimensiones de la misma. Hay varios tipos de cabañas, algunas muy grandes (40-10 m2) en las que podría vivir una familia extensa, junto a pequeñas cabañas (5-6 m2). Esto hace pensar que los grupos humanos tuvieron una alternancia en el tipo de las ocupaciones ligada a su vida social. En invierno o en épocas de clima adverso, los grupos humanos tendían a agruparse (más posibilidades de alimentación y más calor); en verano tenderían a disgregarse formando núcleos pequeños en zonas distintas, con lo que aumentan las posibilidades de obtención de recursos. Este esquema de doble ocupación parece que existía en el Paleolítico Superior. En el mundo de las cuevas, como dijimos, es más difícil ver la forma de habitación. También aparecen yacimientos en cuevas grandes y en cuevas pequeñas, lo que hace pensar que la ocupación sería de doble esquema. No se sabe si la ocupación en cuevas grandes o pequeñas responde al clima, porque es más suave en el sur de Europa. Lo que sí hay es una ocupación en diferentes alturas de la montaña, lo que indica el aprovechamiento de los diferentes pisos ecológicos. Durante el Paleolítico Superior contamos, como ya hemos dicho, con más yacimientos conocidos, por lo que también poseemos más datos para interpretar las estrategias al existir más restos de animales. Las especies habituales son los cérvidos como el reno y el ciervo, junto a los elefantes, bóvidos y équidos en la Europa oriental. Todos muy útiles económicamente: de ellos se obtiene la carne, la piel y la cuerna o el marfil. Los animales secundarios son, según las áreas, los grandes bóvidos, los caballos y las cabras (las ovejas salvajes no se conocen en el Paleolítico Superior europeo). Al ser una caza muy selectiva, se puede observar el aprovechamiento de las distintas especies. Los animales se cazaban y se descuartizaban en el lugar de la caza, sólo se transporta al hábitat las partes ricas en alimentos (así, en los yacimientos no aparecen columnas vertebrales y sí muchas extremidades). Se aprecian, a veces, variaciones en el esquema: de los animales grandes sólo aparecen las extremidades (la carne del lomo, por ejemplo, se llevaría sin huesos) y, en cambio, los animales pequeños, como las cabras, aparecen enteras. Por otro lado, además de herbívoros, también hay carnívoros, de los que sobre todo aparecen los cráneos y las falanges (lo que indica que fueron cazados por la piel, no para comer). También abundan otros animales como los osos. No está claro si los osos fueron cazados o si el oso utilizó la caverna para invernar y murió (como indica la abundancia de cachorros y osos viejos). La presencia de animales en yacimientos no siempre se debe a causas humanas. También aparecen hienas o huesos roídos por ellas (cuando el grupo humano emigraba, las hienas entrarían y usarían las cuevas). Lo mismo podemos decir de los restos de micromamíferos tales como ratones o musarañas. Su presencia se detecta, sobre todo, en las capas superficiales de los niveles o en los momentos de abandono, período en el cual las rapaces ocupan las cuevas, arrojando las egagrópilas o bolas de deyección en las que encuentran las partes no digeribles de los pequeños animales que forman su dieta.
acepcion
Periodo de la Prehistoria que abarca apróximadamente desde el 35000 al 8000 a.C. y que se suele dividir en Auriñaciense, Perigordiense, Solutrense y Magdaleniense. Se caracteriza por la producción del arte rupestre.
contexto
Tras el máximo periodo glaciar se empieza a producir una serie de alternancias templadas y frías, dentro de un sistema de retroceso generalizado de los hielos. De nuevo los modelos de transformación cultural son distintos en ambas regiones, aunque su base general es la misma, la progresiva reducción en sus dimensiones de los instrumentos líticos. En Europa occidental aparece el Magdaleniense, definido fundamentalmente por los tipos de instrumentos en asta. Este se dividía en seis fases más un Magdaleniense 0. En la actualidad se tiende a agrupar los conjuntos en tres momentos. El primero vendría marcado por el Badegouliense, asimilado a los antiguos Magdaleniense 0, I y posiblemente II. Su industria presenta pequeñas lascas con retoque abrupto en todo su borde, las raclettes. Su tecnología es básicamente de producción de lascas, utilizando algunos tipos de núcleos semejantes a los del Paleolítico Medio, mientras que resultan de nuevo abundantes las hojas retocadas como las auriñacienses. El abandono de las puntas de proyectil líticas representó de nuevo el uso del asta como materia prima de las puntas. Los tipos principales son las puntas de bisel simple. Su distribución geográfica es exclusivamente francesa, mientras que, como veremos en otras regiones, el Magdaleniense se inserta en tradiciones locales. Situables cronológicamente en este momento tenemos el conjunto de estructuras excavadas por J. Gaussen en el valle del Isle (Perigord, Francia). Se trata generalmente de enlosados de formas ovaladas o rectangulares, que han sido interpretadas como fondos de cabañas. Algunas como Solvieux se extienden por amplias superficies de cientos de metros cuadrados, agrupando varias estructuras discretas, mientras que otras como Le Breuil o Le Plateau Parrain sólo ocupan pocos metros cuadrados. Esta alternancia, que recuerda los modelos del Perigordiense Superior o del Gravetiense Oriental, confirma la existencia durante el Paleolítico Superior de esquemas de uso del territorio comunes y de base más cultural que ecológica.
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La fase media del Paleolítico Superior se sitúa alrededor de los momentos de máximo frío durante la glaciación Würm, ocupando tanto los momentos interglaciares previos como el propio máximo. En el norte de Europa, el casquete glaciar avanza de nuevo ocupando desde Escocia hasta Finlandia. Esto provoca un descenso del nivel de los mares haciendo desaparecer el mar del Norte y convirtiendo el canal de la Mancha en un istmo. Este descenso provoca en cierto modo que algunas regiones sean desocupadas, como Inglaterra o la Europa central, donde encontramos un hiatus cultural. Este descenso también provoca la transformación por separado de las culturas de Europa occidental y oriental.
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La fecha actualmente más aceptada de poblamiento del continente americano, casi descartada por todos los autores la idea de una génesis autóctona, es hacia el 40.000 a. C, considerando que el paso de los contingentes migratorios debió de producirse en varias oleadas por la región de Beringia y, probablemente, por el Pacífico. Los siglos XIX y XX han dejado bien claro, si bien aún con voces discordantes, que el hombre americano es originario de Asia, y que el paso a América se produjo a través del Estrecho de Bering por medio de migraciones de origen mongoloide; sin que ello descarte de manera definitiva otras rutas y aportaciones, como las de origen polinesio. El Paleolítico se caracteriza por industrias de piedra, hueso y madera a base de guijarros, lascas, raederas y otros útiles unifaciales tallados por percusión, sin que exista evidencia de confección de puntas de proyectil especializadas, sino tan sólo pre-formas. El Arcaico conoce un cambio ambiental que a su vez produce un complicado caleidoscopio microambiental cuyos efectos se traducen en multitud de adaptaciones culturales particulares, iniciándose una etapa más plural, menos especializada que el Paleolítico Superior que abarca entre el 7.500 y el 2.500 a.C. La dieta del hombre durante este período se orienta poco a poco hacia la recolección y la experimentación agrícola, siendo la caza de tipo menor. La recolección genera transformaciones culturales de primera importancia, como una incipiente sedentarización y la fabricación de útiles y herramientas cada vez más complejos y especializados. Este dilatado periodo de 6.000 años resulta de vital importancia para la evolución de las sociedades americanas, por cuanto a lo largo de él se acelera una serie de experimentaciones que culminarán en la domesticación de las plantas y animales y en el desarrollo de la agricultura. En este sentido, podemos afirmar que existen dos focos nucleares de experimentación -Mesoamérica y el Área Andina- y un foco secundario, el amazónico-caribeño, todos los cuales, junto con otros de naturaleza más marginal, incorporan al registro universal de plantas cultivadas más de cien especies.
lugar
Capital de Sicilia (Italia) y puerto comercial de gran importancia. Se halla en la costa norte de la isla y cuenta con una fértil agricultura. La ciudad fue fundada por los fenicios en los siglos VIII-VII a.C. Desde muy pronto se convirtió en capital y base naval de los cartagineses. En el año 254 a.C., sin embargo, fue conquistada por los romanos, que le concedieron privilegios de autonomía e inmunidad. Pero su auge se dio bajo poder de los árabes con la ocupación de los Aglabíes en el 831, época en que se construyeron edificios notables y donde pasó a ser una populosa ciudad mercantil y artesanal. En el año 917 se produjo un cambio importante en Sicilia con el nombramiento de los Emires musulmanes, quienes convirtieron a Palermo en la capital del Emirato y en una de las mayores metrópolis del Mediterráneo. Durante el siglo XI, ya bajo dominación normanda, la ciudad siguió conservando este carácter mercantil, gracias a las buenas relaciones entre vencedores y vencidos, hasta que a finales del siglo XIII, con catalanes y aragoneses al frente del gobierno de la ciudad, perdió su preponderancia económica. El final de la presencia islámica en la isla se produjo en 1243, con su expulsión de Sicilia después de una revuelta. Palermo prosperó de nuevo en los siglos XV-XVIII gracias a la presencia española. En el siglo XVII pasó a formar parte de la dinastía de los Saboya. Garibaldi, en el s. XIX, será el encargado de conquistarla y unirla al recién nacido reino de Italia. La presencia árabe y normanda en Palermo ha dejado importantes testimonios arquitectónicos. La Zisa (1166) era un palacio de recreo normando pero con influencia árabe. La sala del pozo es el núcleo central de éste, que contaba con una fuente interior (shadirwan), a imagen y semejanza de los palacios del norte de África. La decoración de la sala es notable: puertas de comunicación adornadas con mocárabes y revestimientos de mármol y mosaicos. En el centro de la alcoba se encuentra la pila, escalonada según el modo de construcción islámico de la Edad Media. También importantes son San Cataldo (1161) y la iglesia Martorana (1143). La primera se dispuso como basílica, con tres cúpulas en la nave central, estilo muy difundido en el norte de África y Egipto. La segunda presenta una planta de cruz griega. Ambos edificios fueron construidos por dignatarios normandos. También de época normanda es la Catedral de Palermo (1184), mandada construir durante el mandato de Guillermo II con el objetivo de sustituir la moschea musulmana por una iglesia cristiana. Conserva, además, las sepulturas de Roger II, Enrique IV y Federico II de Suecia. Por último, reseñar que Palermo va a ser un foco importante de arte barroco, reflejado en edificios eclesiásticos y nobiliarios.