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monumento
Se trata del primer palacio construido por Darío en la nueva capital, Persépolis. Se accedía a través de una doble escalera. El palacio se levanta sobre un zócalo decorado con relieves que representan a la guardia real, un tema muy frecuente del arte persa. De los restos que conservamos destacan especialmente los remates en gola invertida de influencia egipcia.
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Se trata del primer palacio construido por Darío en la nueva capital, Persépolis.
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En el año 518 a. C. Darío I, Rey de Reyes por la voluntad de Ahura Mazda, comenzó a levantar en Persépolis lo que, en opinión de R. Gihrshman, venía a ser un canto al sentimiento nacional, fortalecido por la unión de medos y persas y basado en el gobierno justo sobre los pueblos que formaban el imperio. Se levantó una gigantesca plataforma de unos 15 m de altura, 450 x 270 m de lado y 13 Ha de superficie, construida por grandes piedras, rectangulares las mayores o de formas distintas, pero ajustadas en seco, sin mortero alguno. A la izquierda, la gran escalinata de cuatro tramos que llevaba a la puerta de Jerjes, con sus toros androcéfalos alados. En el centro de la vista, la maravillosa apadana con columnas de 19 m que, sumada a los 15 m de la plataforma, debían resultar de un efecto anonadante. A la derecha, el palacio de Darío y otros recintos. Al fondo, por fin, la parte superior de más edificios y la montaña.
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Desde que el califa al-Motamid abandonó Samarra en el siglo IX la ciudad no fue habitada de nuevo. Sin embargo, en esta urbe quedan dos de las mezquitas más importantes del mundo islámico y algunos de los palacios más interesantes: el de Balkuwara y el de Djawsak khakhani. Este último fue levantado por al-Motasin en el año 836 y ocupa una extensión de 150 hectáreas. De esta gigantesca construcción sólo queda en pie la triple arquería monumental con arcos apuntados abiertos hacia el Tigris, construidos en barro cocido.
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Fue levantado por al-Motasin en el año 836 y ocupa una extensión de 150 hectáreas. De esta gigantesca construcción sólo queda en pie la triple arquería monumental con arcos apuntados abiertos hacia el Tigris, construidos en barro cocido.
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El palacio de Cogolludo en Guadalajara es el primero que coincide con la tipología renacentista. Algo posterior es el palacio de don Antonio de Mendoza en Guadalajara (levantado por Lorenzo Vázquez en 1506) que, en comparación con los ejemplos precedentes, muestra una atención diferente a las distintas partes que lo componen. Si su fachada corresponde a un diseño mucho más modesto que los anteriores, su patio constituye el núcleo principal del edificio y se ordena de acuerdo a una composición modular inspirada en la arquitectura italiana más culta. De planta cuadrada y con dos pisos arquitrabados, sus soportes están formados por columnas con capiteles sobre los que descansan zapatas de madera que, además de su propia función constructiva, son adaptadas con el objeto de aplicarse en relación con el sistema de proporciones que informa todo el conjunto.