Alemania ocupa este país en mayo de 1940. Tras un primer período de dudas y confusión, comienzan a aparecer manifestaciones de resistencia pasiva contra la presencia enemiga, la política antisemita, los llamamientos a la identidad racial, etc. En febrero de 1941 se inician huelgas y sabotajes sistemáticos contra las actividades antijudías, habrá colas ante los comercios de judíos, y se formarán algunos grupos políticos mixtos. Estos y otros grupos se mostrarán cada vez menos pasivos, creándose redes de información y evasión, realizándose sabotajes y atentados -como el que costó la vida al jefe de la policía alemana, Reuter, que provocó, por represalia, el fusilamiento de 400 personas- y ejecuciones de colaboradores (15). Fueron numerosas las publicaciones clandestinas. Durante la batalla de Arnhem -septiembre de 1944- se inicia, a petición de Londres, una gigantesca huelga ferroviaria, que paralizó todos los trenes; pero el fracaso de la operación aliada desencadenará una brutal represión y ese invierno será durísimo para los holandeses -15.000 personas murieron de frío y hambre-. Con ello la resistencia quedará prácticamente desarticulada. En los Países Bajos no hubo de hecho guerrillas -aparte de una efímera en el sur- ni combates, salvo algunos, también en el sur, durante el avance aliado. En conjunto, unas 300.000 personas vivían clandestinamente sobre una población de 6 millones, pero se trató más de una resistencia moral e intelectual que militar, e ideológicamente fue apolítica. Finalmente, hubo barcos y soldados holandeses combatiendo junto a los aliados de Asia -Indonesia, mar de Java- y en Normandía.
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Uno de los capítulos más difíciles de restablecer es el de la escultura de los Países Bajos. La dispersión de sus artistas por Europa, la exportación de obras, la destrucción de muchas otras y la falta de una documentación adecuada, dificultan el establecimiento de líneas maestras de evolución.Sabemos que de aquí salieron Jean de Marville y Claus Sluter, los grandes escultores activos en Borgoña. El origen de Jean de Lieja es el mismo, así como el de Jacques Baerze. ¿De dónde vienen Nicolás de Leyden, aunque trabaje en Estrasburgo o Gil de Silóe, aunque lo haga en Burgos? Pero compulsado esto con lo conservado se observa que es difícil distinguir escultores de la misma espléndida calidad en el país. Parece como si casi todos los más importantes, al revés que los pintores hubieran de emigrar para trabajar mejor.No obstante aún quedan piezas sueltas, incluso algunas documentadas que indican el nivel alcanzado. Así, podemos asegurar que existió una escuela interesante en Tournai y de ella queda una Anunciación en la iglesia de Magdalena. La documentación habla de un pago en 1428 al escultor Jehan Delemer, como tallista y maestro de imágenes, y a Robert Campin, el famoso pintor por haberlas policromado. Son dos esculturas espléndidas en las que sólo cabe lamentar ciertos excesos en su restauración.Más tardíamente, en Utrecht se documenta un Adrián van Wesel entre 1447 y 1490. Una magnífica Natividad de su retablo de la cofradía de Nuestra Señora en S' Hertogenbosch se guarda en el museo de Amsterdam. Mientras en el primer caso estamos ante obra en piedra, en éste es la madera el material. Fue, sin duda, el principal y más utilizado, tanto en obras mayores, como en otras más industrializadas.Pero existieron asimismo grupos de fundidores capaces de realizar empresas muy complejas. Así fue la que con ideas políticas y de exaltación de linajes emprendió María de Borgoña en 1476. Un gran sepulcro para su madre Isabel de Borbón en bronce fundido, con el gran yacente y luego un abundante número de pequeñas estatuas del mismo metal con los ancestros más destacados, procedentes de diversas familias. Se hizo para la abadía de San Miguel en Amberes y hoy está en la catedral de esta misma ciudad y en algunos museos. Se supone que el proyecto viene de Jacques de Gérines, pero su muerte en 1463 lo hace improbable, pasando la idea a Renier van Thienen.Con todo, lo que hizo la fama de los talleres de escultura flamenca fueron los pequeños retablos de madera, que se fabricaron, vendieron y exportaron de modo similar a los alabastros ingleses. Bruselas y Amberes, también Malinas, fueron las ciudades donde se organizaron los principales talleres. Animados de un espíritu artesanal y gremial, crearon marcas colocadas en lugares poco visibles que garantizaban la procedencia de la pieza. Algunos escultores de nombre conocido como Jean Moldes o Jean Borman el Viejo trabajaron estos retablos, pero la inmensa mayoría son anónimos. Existen varios tipos de retablo, aunque predominan los trípticos. Es importante siempre la estructura ornamental de separación de escenas, doseles, etc. Las historias agrupan un crecido y menudo conjunto de individuos que ocupan todo el espacio creando sensación de ahogo. Algunas veces se pintan y en otras se mantiene el color de la madera barnizada. También pueden ser mixtos, con laterales de pintura. La calidad media es aceptable, pero nunca se hacen con la minuciosidad de los retablos pintados. Producen un cierto efecto desde una distancia, aunque se comprueba esta falta de buen acabado vistos desde cerca. Pese a destrucciones y pérdidas aún son extremadamente numerosos.Puede alcanzar dimensiones totales considerables, como el conservado en la iglesia francesa de Fromentiéres, con tres calles, dos pisos en cada una, un bancal de tres piezas y además diez pinturas, que se hizo en los inicios del siglo XVI. Otras veces adopta la forma de tríptico con parte central de mayor desarrollo, como en el altar de San Jorge de Jean o Jan Borman el Viejo, hoy en el Museo del Cincuentenario de Bruselas, de hacia 1493. La parte central se divide en tres, mientras cada lateral lo hace en dos, lo que permite una detallada narración en siete partes. En el monasterio de San Antonio el Real de Segovia hay un grupo de pequeñas obras y un gran retablo del Calvario, muy tardío, donde el pintoresquismo característico es más evidente, al tiempo que se intenta una composición unitaria de gran complejidad y tamaño. Esta vasta producción, ni se agota, ni cambia esencialmente con el paso de siglo, adoptando con mucha lentitud aspectos parciales del renacimiento italiano, que jamás llega a asimilar por completo.
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Respecto a la arquitectura y, sobre todo a la escultura, el peso de la tradición y el apego a un lenguaje que, a medida que avanza la centuria, va a ser considerado cada vez más como vernáculo, es, si cabe, mayor que en Alemania. También aquí la Reforma jugará un importante papel, terminando por configurar, durante la segunda mitad del siglo XVI, los dos sectores o provincias Norte y Sur, protestante y católico, contrarios y proclives al dominio hispano, siempre respectivamente, y que corresponden, fundamentalmente y también de manera respectiva, a lo que hoy es Holanda y a la actual Bélgica. Las formas, modos e ideas a lo italiano, como en el resto de Europa, se introducen en los Países Bajos durante la primera mitad del quinientos, mediante los repertorios decorativos y un cauto uso de los órdenes clásicos que, en general, conviven con los lenguajes tradicionales -el foco gótico de Brabante, por ejemplo, es aún pujante- dándose las ambigüedades y contradicciones estilísticas, estructurales y profesionales ya apuntadas en los casos francés o alemán. Sí es de reseñar, respecto al último, la más temprana asunción de los presupuestos italianos, en muy alto grado por la voluntad mostrada en ese sentido por la corte de Malinas; voluntad que va a ser continuada hasta la década de los cincuenta, por personajes clave en el mecenazgo artístico, ahora centrado en Bruselas, a saber, la regente María de Hungría -hermana de Carlos V- y el cardenal Granvela, si bien sus logros se concretarán fundamentalmente en las artes figurativas y, sobre todo, en lo que éstas y la fiesta cortesana suponen. Por lo que al último punto se refiere, las Fiestas de Binche -organizadas por la aludida María de Hungría en 1548, en honor de Carlos V y del futuro Felipe II-, entre otros aspectos por los tapices y grabados elaborados al respecto, van a ser modélicas y paradigmáticas para las famosas Fiestas de los Valois en la Francia de los últimos monarcas de esta dinastía. Una serie de artífices italianos son llamados a Flandes por los mecenas citados, pero el estímulo que cabría esperar de sus realizaciones no adquiere la dimensión y consecuencias vistas en Francia. Aquí no existe el centralismo del país galo ni las realizaciones de sus cabezas dirigentes son vistas como nacionales, y lo que ello conlleva, ni siquiera podía contarse en los Países Bajos, en general, con una nobleza que secundara los programas artísticos regios como en Francia. En el siglo XVI, la aristocracia flamenca es una clase social empobrecida, existiendo, en cambio, una pujante y rica burguesía comercial, fundamentalmente centrada en Amberes que, en todos los sentidos, es el capítulo clave del desarrollo artístico flamenco del quinientos. La propia ciudad, en la segunda mitad de dicha centuria, como fondo de pinturas, mediante grabados y en crónicas, potenciará su propia imagen, en un intento de mitificarse a sí misma. El patio del castillo de Breda, con sus aciertos y heterodoxias respecto al lenguaje clasicista, es una buena muestra de la labor de un italiano en tierras flamencas en la cuarta década del siglo. Lo propio cabría decir de la Casa del Salmón en Malinas, de hacia 1530, esta vez obra de Guillaume van Werchter que, en la organización de su fachada, muestra una notoria coherencia en la superposición de órdenes. Por otro lado, la temprana introducción en Flandes de los repertorios decorativos italianos y de los órdenes clásicos, colabora a que sea aquí, como indicáramos, donde se inicie el proceso, que podríamos denominar de reconversión y reconducción, comentado en relación con Alemania, de los grutescos y de la arquitectura vitruviana, así como la elaboración de las nuevas tipologías ornamentales que allí señalábamos, a partir de la decoración belifontiana. Todo esto, de nuevo, nos conduce a Amberes, centro fundamental en el desarrollo arquitectónico -teórico, práctico y de producción de imágenes (grabados)- de los Países Bajos durante el siglo XVI. También en la ciudad del Escalda ven la luz, en fechas tempranas, los tratados claves al respecto, por parte de Pieter Coeck von Aelst que traduce a Serlio (versión holandesa: Amberes, 1539 y 1549; versión alemana: ibidem, 1542; versión francesa: ibidem, 1545) que, por las mismas fechas, realiza la traducción-interpretación del tratado de Vitruvio.
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Los Paises Bajos fueron a partir el 1566 el problema mayor que tuvo que afrontar España, condicionando, de hecho, en gran medida su política exterior en la segunda mitad del s. XVI y XVII. Maximiliano I recibe en 1477, dentro de la herencia borgoñona, las provincias del Sur y del Norte de los Paises Bajos que pasan así con su nieto Carlos a la rama española de los Habsburgo. Entre los años 1568-1648 se sucedieron una serie de luchas por la independencia de las Provincias del Norte protestantes (luteranas, anabaptistas y más tarde calvinistas). Este conflicto representaba las dos características de la Europa de aquella época, las diferencias religiosas y el crecimiento de las ideas nacionales. La política represiva de Felipe II, el descontento nobiliario de Flandes y la oposición de ideología religiosa de los calvinistas llevaron a un conflicto que desembocó en 1568 en un enfrentamiento encabezado por Guillermo de Orange en el campo rebelde y por el Duque de Alba al frente de las tropas de Felipe II. Esta guerra tras una serie de victorias por parte de las Provincias del Norte de los Paises Bajos y tras La Tregua de los 12 años (1609) concluyó con la Paz de la Haya en 1648 en donde España reconocía la independencia de las Provincias Unidas del Norte (Unión de Utrech) en Westfalia, concluyendo lo que se ha denominado como Guerra de Flandes. El resto de las Provincias del Sur católicas, continuaron bajo la influencias española hasta el 1713/1714 años en los que se firmaron el Tratado de Utrech y el de Rastadt respectivamente, pasando la posesión española de las fortalezas de Flandes a Bélgica.Muchas son las representaciones pictóricas que tenemos de las diversas batallas que se fueron sucediendo a lo largo de este conflicto, así por ejemplo el más famosos y emblemático La Rendición de Breda de Velázquez, sobre el tema holandés también tenemos La Ronda de Noche de Rembrandt.
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Inglaterra había sido el primer país europeo en el que había triunfado la revolución en el siglo XVII y sin embargo se había convertido, ciento cincuenta años después, en el adalid de la lucha contra la Francia revolucionaria. Y es que su clase gobernante creyó que la Revolución de 1789 constituía una amenaza para la expansión económica en el exterior y para la estabilidad en el interior.Gran Bretaña se había convertido desde mediados del siglo XVIII en la primera potencia económica del mundo por su actividad industrial y comercial. Cuando estalló la Revolución francesa, sus exportaciones de algodón habían pasado a cerca de 1.700.000 libras esterlinas de sólo 20.000 a mediados de la centuria. La industria de la lana y del hierro había conocido un desarrollo similar. Lo mismo podría decirse del capitalismo financiero que, con el Banco de Inglaterra al frente, se había convertido en el más fuerte del mundo. Su dominio del mar, por otra parte, había convertido a Inglaterra en un país prácticamente invulnerable, dada su condición de insularidad. Y a pesar de todo, se mostró temerosa de las consecuencias de la Revolución francesa.En primer lugar temía por sus exportaciones. En 1786 había firmado con Francia el tratado Eden que le proporcionaba facilidades comerciales. Pero dicho tratado fue discutido en la Asamblea Constituyente y se alzaron voces para romperlo. Más tarde, la Convención tomó una serie de medidas económicas que afectaban seriamente a los intereses comerciales británicos. Sin embargo, la máxima alarma se produjo cuando Francia decidió abrir las bocas del Escalda para habilitar el puerto de Amberes como centro comercial que podría hacerle una seria competencia a Londres en la distribución de mercancías en toda la región de Renania.Las importaciones de Europa también le preocupaban a Inglaterra, ya que dependía de la madera de sus bosques para la construcción de barcos para su flota, y del grano de sus campos para la alimentación de sus once millones de habitantes, que no tenían suficiente con la producción agrícola de su propio suelo. Acababa de perder sus colonias en América y veía cómo Francia mantenía sus posesiones en las Antillas y cómo España trataba de preservar el rígido monopolio con sus colonias del otro lado del Atlántico, impidiéndole a toda costa la intervención en ese cerrado circuito comercial.La existencia en el interior de un creciente proletariado, surgido al amparo de la revolución industrial, y muy sensible a la agitación revolucionaria como consecuencia de sus miserables condiciones de vida, constituía un peligro para la estabilidad política y social de Gran Bretaña. También entre las clases medias había grupos predispuestos a escuchar las llamadas revolucionarias procedentes de la otra orilla del Canal y, sobre todo, en Irlanda se reavivaba con ese motivo la antigua hostilidad contra Inglaterra. Proliferaron los clubs y las sociedades secretas que mantenían una constante comunicación con París.Como consecuencia de todas estas amenazas, el gobierno de William Pitt, apoyado por buena parte de la burguesía que temía por sus intereses económicos, emprendió una persecución contra los revolucionarios británicos, cerrando los clubs y condenando a los agitadores y escritores que se manifestaban favorables a la Revolución mediante la suspensión del habeas corpus. A pesar de todo, se produjo una importante revuelta entre los marinos de la flota del Canal de la Mancha en la primavera de 1797 y una insurrección en Irlanda al año siguiente. En 1793 Pitt había hecho algunas concesiones a los irlandeses, como el derecho al voto de los católicos; pero éstos reclamaban la igualdad total con los protestantes. La agitación fue creciendo hasta que los campesinos hicieron estallar la insurrección a principios de 1798. Como al motín de la flota, el gobierno inglés reprimió a los irlandeses con dureza y se dice que hubo más de 30.000 muertos. Por eso, cuando meses más tarde, en agosto de ese mismo año, desembarcó una pequeña flota francesa en las costas de Irlanda, nada pudo hacer para levantar a sus habitantes, y los revolucionarios fueron capturados por las fuerzas británicas. Desde entonces, Irlanda quedó sometida a Inglaterra, y mediante el Acta de la Unión perdía su parlamento y los católicos quedaban desposeídos de sus derechos.Durante estos años, Inglaterra había sabido mantener su supremacía en el Atlántico y también había conseguido, después de Aboukir, el dominio en el Mediterráneo. Había ocupado la Martinica y dos importantes colonias de la aliada de Francia, Holanda: la Guyana y el cabo de Buena Esperanza, así como la Trinidad, perteneciente a España. Por otra parte, el volumen de su exportaciones se había mantenido estable a pesar de la guerra. En definitiva, Inglaterra se encontraba todavía con fuerzas suficientes para hacer frente a la Francia revolucionaria.Austria era en el continente la potencia que encabezaba la lucha contrarrevolucionaria. Desde el advenimiento al trono de Francisco II en 1792 habían casi desaparecido las manifestaciones de simpatía hacia la Revolución. Sus temores, por consiguiente, no eran causados tanto por la difusión de las ideas revolucionarias como por los deseos de expansión territorial que había mostrado la República. Había aceptado la pérdida de la lejana Bélgica, pero no se resignaba a renunciar a los territorios del sur de Alemania ni a sus posesiones en Italia. Sin embargo, la incorporación de Venecia al imperio no fue suficiente, como se ha visto, para contrarrestar el avance de los ejércitos franceses que llegaron hasta el sur de la península y hasta las mismas puertas de Viena.Prusia había entrado de mala gana en la guerra en 1792 contra la Revolución. Por una parte, sus verdaderos intereses estaban en Polonia, y de otro lado, su rey Federico II, su gobierno y su administración mostraban un talante ilustrado y progresista que no casaba con la actitud mucho más cerrada de los otros miembros de la coalición. Pero Federico Guillermo III, que subió al trono en 1797, era más hostil a la Revolución y fue abandonando el espíritu ilustrado para dar paso a una renovación mística que era el anuncio del romanticismo.En Rusia, Catalina II se había mostrado claramente enemiga de la Revolución. Pero en vez de lanzarse contra la Francia republicana, había tenido la habilidad de dirigir sus acciones contrarrevolucionarias contra los movimientos que habían surgido en Polonia, contribuyendo así al mismo tiempo a aumentar los territorios de su imperio. Mediante el segundo reparto de Polonia acordado entre Rusia y Prusia el 23 de enero de 1793, aquélla se quedaba con la totalidad de Ucrania y de la Rusia Blanca; por su parte, Prusia recibía Posnania, Thorn y Danzig. El tercero de los repartos de Polonia tuvo lugar entre Rusia y Austria el 3 de enero de 1795, al que se incorporó Prusia en el mes de octubre. En su virtud, Rusia se quedaba con Lituania y Curlandia; Austria con los territorios de Sandomir y Cracovia y Prusia con la franja norte del país y con Varsovia.Pero la zarina murió en 1796 y su hijo y sucesor Pablo I tomó una actitud más decidida en contra de Francia. Por lo pronto, su interés por el Mediterráneo le llevó a hacerse elegir gran maestre de la Orden de Malta para rescatar la isla de manos de los franceses que la habían conquistado y expulsado de ella a los caballeros de la Orden de Jerusalén. Cuando Turquía declaró la guerra al Directorio a raíz de la expedición de Napoleón a Egipto, el zar, abandonando la tradicional hostilidad que Rusia había mostrado hacia aquel país, se alió con el sultán y pudo así llevar su escuadra al Mediterráneo para iniciar la ofensiva contra los franceses en Malta y en las islas jónicas. Como firmante de la segunda coalición, Pablo I envió un ejército al mando de Suvorov a Italia donde llevó a cabo en 1799 una serie de operaciones que terminaron con la conquista de algunos territorios al norte de la península. Austria, inquieta por aquella presencia, pudo conseguir, sin embargo, su retirada. En septiembre del mismo año, fue rechazado un ejército ruso que había sido desembarcado en las costas de Holanda.En Suecia se había producido un golpe de Estado por parte del rey Gustavo III que había arrebatado el poder a la nobleza precisamente el año de 1789. El 12 de marzo de 1792 el monarca sueco fue asesinado en un acto de venganza por parte de la aristocracia. Su sucesor Gustavo IV Adolfo trató de formar una liga con Dinamarca, a la cual estaba unida Noruega, para mantener la neutralidad de los países escandinavos y evitar que la guerra llegase al Báltico.
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La reconstrucción de la Europa oriental, tras el final de la Segunda Guerra Mundial fue dura y lenta, y estuvo subordinada a la recuperación de la URSS.Durante la contienda, las mujeres habían mantenido el funcionamiento de la economía, y las circunstancias favorecieron transformaciones en las costumbres de regiones como el Cáucaso o Asia Central. El regreso de los combatientes provocará una disminución de los puestos de trabajo que ellas ocupaban, y también de sus oportunidades en ciertas categorías: si las directoras de "koljós" o de "sovjós" eran en 1940 el 2,16 por 100, y habían llegado al 14,2 por 100 en 1943, durante el conflicto bélico, retrocederán al 2 por 100 en 1962, para quedar en un 1,5 por 100 en 1975.En líneas generales, se impuso para las mujeres en los países socialistas la obligación del trabajo extradoméstico, lo que, acompañado de la extensión de la enseñanza y de la posibilidad de acceso a las diferentes carreras y profesiones, abrió las puertas a la esperanza de una igualdad de oportunidades desconocida hasta entonces en el mundo occidental. Pero las promesas de colectivización del trabajo doméstico no se han hecho realidad, por lo que la doble jornada ha llegado a resultar agobiante para las mujeres en muchas ocasiones. Hay que decir que tampoco se han registrado llamamientos a los varones para repartir el trabajo del hogar hasta que existiera un número suficiente de guarderías y comedores.La realidad muestra que también en los países socialistas las mujeres se han concentrado en ramas de menor remuneración. Según cálculos no oficiales estimados para la década de los sesenta, los salarios masculinos en la URSS superarían a los femeninos en un 30 ó 40 por 100, por término medio.En los últimos años, tras los cambios políticos que se han producido en este conjunto de países afectados por una grave crisis económica, va saliendo a la luz un mayor número de datos que muestran la distancia entre los ideales anunciados y la realidad del trabajo de las mujeres en el bloque oriental.Con respecto al denominado Tercer Mundo, una primera aproximación, necesariamente simplificadora, a las pautas que han venido marcando tradicionalmente el trabajo femenino en distintas áreas del mundo, consistirá en distinguir cuatro grandes modelos:a) El más extendido en los países africanos se basa en el hecho de que las mujeres se procuren los medios de vida necesarios para ellas y para sus hijos, además de colaborar en el mantenimiento de sus esposos; ello implica que han venido siendo las principales sostenedoras de la agricultura y, en muchos casos, del comercio.b) En distintos países del sudeste asiático, lo más frecuente ha sido que, además de atender la casa, las mujeres realicen una parte importante de las tareas agrícolas y comerciales, sin perjuicio de ocuparse en otros trabajos, cuando las circunstancias lo requieren.c) En América Latina, la participación de las mujeres en el trabajo agrícola ha sido menor que en los casos anteriormente citados, si bien este dato se altera sustancialmente en el caso de ciertas comunidades indias o negras. La menor dedicación a la agricultura se traduce en cifras muy altas de servicio doméstico en el mundo urbano; por otra parte, la fuerte impronta ideológica que asocia a las mujeres con el hogar ha dejado su huella en la importancia del trabajo a domicilio.d) En países de Oriente Medio y en las castas superiores de la India es donde se ha dado el mayor grado de reclusión femenina en el hogar: las mujeres, dedicadas a las tareas domésticas, han sido excluidas, en su mayoría, del trabajo agrícola, debiendo utilizar el velo para mostrarse en público. En esas condiciones, la industria doméstica es la forma de conseguir ingresos sin perder la estima social.Trazada esta primera clasificación, es preciso señalar que en diferentes países y culturas hallamos ejemplos de los cuatro tipos expuestos, en relación con la escala de las jerarquías étnicas y de clase social, y por tanto, del grado de necesidad y de las características de la evolución socioeconómica. Un examen un poco más detenido permitirá descubrir algunos rasgos de esa complejidad y observar las transformaciones experimentadas en el curso de las últimas cinco décadas.La agricultura de subsistencia en Africa puede ser nuestro punto de partida. En muchas tribus africanas, corresponden a las mujeres casi todas las tareas relacionadas con la producción de alimentos, ocupándose los hombres solamente de la tala de árboles, que se realiza para preparar nuevos terrenos de cultivo, cuando otros han sido esquilmados. Este sistema de agricultura femenina era el más extendido en los años treinta, siendo predominante en la región del Congo, en amplias zonas del este y sudeste africano, y en algunas del oeste. Le seguía en importancia por su extensión, sobre todo en la región situada al sur del Sahara, otro en el que, aún participando los hombres en el trabajo de la azada o en la preparación de la tierra antes de la siembra, las mujeres realizaban la mayor parte de las tareas agrícolas. La agricultura masculina, en que la mayor parte de la actividad en el campo corresponde a los hombres, era el sistema menos frecuente, reducido a áreas aisladas dentro del conjunto. Este tipo de división del trabajo en función del género no es inamovible, sino que ha evolucionado históricamente; y se conocen casos de tribus de agricultura femenina que han pasado al sistema masculino, y otros, aunque menos frecuentes, en que el cambio ha tenido lugar en sentido contrario. Estas transformaciones han ido asociadas a variaciones demográficas -cambios en la densidad de población, movimientos migratorios- y a cambios en las técnicas agrícolas, relacionadas con el retroceso de los bosques y la necesidad de llevar a cabo cultivos más intensivos.La conquista europea dio lugar a modificaciones en la división del trabajo agrícola en ambos sentidos. Por un lado, acostumbrados al trabajo masculino en la agricultura en sus países de origen, los europeos intentaron inducir a los varones africanos al cultivo de cosechas para su exportación a Europa, estableciendo un impuesto sobre los hogares para forzarles a llevar a cabo esa producción. Por otro, los blancos contrataron a hombres para trabajar en la construcción de carreteras, en las minas o en las plantaciones, lo que dio como resultado una mayor participación de las mujeres en los trabajos agrícolas.En líneas generales, la mayor asistencia a los colegios de los chicos que de las chicas, y la mayor presencia masculina, también, entre quienes emigran a las ciudades para trabajar como asalariados, ha contribuido a mantener el predominio femenino, ya desde niñas, en la mano de obra agrícola africana. Sin embargo, la evolución experimentada por las formas de posesión de la tierra, en relación con el aumento demográfico y con las reformas agrarias introducidas por los europeos, ha resultado negativa para la posición social de las mujeres africanas. Muchas mujeres han pasado de la situación de agricultoras independientes a la de ayuda familiar.Los administradores europeos, actuando de acuerdo con su concepción patriarcal de la sociedad, que se difundía desde las misiones, contribuyeron a entregar la tierra a los hombres, en zonas donde las mujeres venían siendo agricultoras independientes, lo que dio lugar a sublevaciones de mujeres africanas, como la que había tenido lugar en 1929 en la región Abo de Nigeria, y los levantamientos que se produjeron en 1959, en la región Kon de Nigeria oriental, cuando formaba parte del Camerún británico.El tipo de agricultura femenina, que aquí se ha descrito, predominante en el Africa negra, se encuentra también en comunidades negras o indias de Latinoamérica, y por ello, en países como Jamaica, cuya población está constituida, en buena parte, por descendientes de esclavos africanos; asimismo se ha venido dando en algunas tribus de la India, como en Manipur, y en muchas del sudeste asiático (en Tailandia y Camboya). Corresponde en general al sistema de abandono de tierras esquilmadas, posible en zonas no muy pobladas.En cambio, en aquellas zonas en que se utiliza el arado para el cultivo de la tierra, la división del trabajo entre mujeres y hombres es muy distinta. Los varones utilizan el arado, ayudados por animales de tiro, y las mujeres se ocupan de la recogida de la cosecha y el cuidado de los animales domésticos o bien realizan toda su actividad en el ámbito doméstico. Los pueblos en que las mujeres se han visto obligadas a cubrirse con el velo en sus apariciones públicas corresponden a esta cultura del arado, siendo un fenómeno desconocido en regiones donde se cultiva por el sistema de abandono de tierras esquilmadas, ya expuesto. Este modelo, en el que las mujeres trabajan en el campo menos horas que los hombres, corresponde a extensas regiones de Asia, tales como el norte de la India, China, Malasia, Filipinas... El arado se utiliza en regiones donde la propiedad de la tierra es privada y, por ello, existe un número elevado de familias sin tierra entre la población rural; eso significa la posibilidad para las familias propietarias de utilizar mano de obra contratada, y es en esos casos donde es menor la participación de las mujeres en el trabajo agrícola.Cuando el aumento de la población hace necesario intensificar el cultivo, el sistema de abandono de tierras esquilmadas se torna insuficiente; esta situación favorece el paso a un sistema en que el descanso dado a la tierra es menor, lo que suele conllevar el cambio de la azada al arado, y ello suele ir acompañado de la modificación en la división del trabajo que se ha señalado más arriba, aunque existan también algunos casos excepcionales de tribus donde el arado lo manejan las mujeres, como algunos bantúes de Sudáfrica, y alguna comunidad de la India.Si la presión demográfica es muy fuerte, se hace necesario emplear técnicas de cultivo intensivas en trabajo, en régimen de regadío, que dan por resultado una mayor participación en los trabajos agrícolas tanto de los varones como de las mujeres: así sucede en ciertas zonas de Egipto y de China.Un informe de la Comisión Económica para Africa de la ONU, de 1963, afirma: "Uno de los mayores atractivos que la poligamia posee para el hombre en Africa es precisamente su aspecto económico, ya que un hombre con varias esposas domina más tierras, puede producir más alimentos para su familia y alcanzar un alto status por la riqueza que controla. En efecto, como las normas tribales de posesión de la tierra, que permiten a los miembros de la tribu poner tierras en cultivo, se han mantenido hasta la segunda mitad de nuestro siglo, existe una relación directa entre el área cultivada por una familia y el número de esposas que hay en ella. Si un hombre puede disponer del trabajo de varias mujeres, eso le permite enriquecerse mediante la expansión del cultivo, sin tener que recurrir al trabajo asalariado, hecho comprobado en Sierra Leona en los años treinta, o bien aumentar su tiempo de ocio, tal como muestran estudios llevados a cabo en Gambia, y en la República Centroafricana, en 1959-60".Conviene recordar que los antecedentes históricos de la institución de la poligamia hay que buscarlos en la esclavitud; y, todavía en 1959, el trabajo de las mujeres era utilizado en Costa de Marfil para pagar deudas contraídas por sus padres o maridos.En líneas generales, se puede decir que la poligamia ofrece menos atractivos económicos para los hombres en las regiones donde predomina el sistema de cultivo con arado. Allí donde los varones realizan la mayor parte del trabajo en el campo, la poligamia no existe o es un lujo que sólo se pueden permitir los más ricos.Los diferentes sistemas de trabajo agrícola mencionados se relacionan también con los pagos que se realizan por las familias en el momento del matrimonio, de manera que allí donde las mujeres desempeñan la mayor parte de ese trabajo, es la familia del novio la que paga el precio de la novia; así sucede en países del sudeste asiático, como Birmania, Malasia y Laos, y entre las castas inferiores de la India, junto a extensas zonas de Africa. En cambio, donde las mujeres trabajan menos en el campo, como en las comunidades hindúes y en regiones con influencias culturales árabes y chinas, es la familia de la novia la que paga la dote.En regiones donde han llegado a convivir pueblos con sistemas agrícolas distintos (femeninos y masculinos), las pautas de división del trabajo se han hecho más complejas, al combinarse el género con la casta o el grupo étnico como criterios diferenciadores.Aparte de la agricultura de tipo familiar a la que se ha venido aludiendo, es preciso referirse a la existencia, tanto en Asia como en Africa, de plantaciones destinadas a producir cosechas para la venta, fundadas en la época colonial, y que después han seguido siendo dirigidas por sus propietarios europeos. En cuanto a las líneas seguidas en la contratación de personal, la de dar empleo a familias, es decir, a hombres y mujeres, junto a niñas y niños, ha sido la más frecuente en las plantaciones asiáticas; por ejemplo, a comienzos de los años sesenta, las mujeres constituían más de la mitad de la población ocupada en las plantaciones en Ceilán y en Vietnam, siendo Malasia, India, Paquistán y Filipinas países en que también alcanzaban proporciones elevadas. En cambio, en las plantaciones africanas estuvo más extendido el empleo de varones, e incluso estuvo fomentado por los europeos el que las mujeres, hijos e hijas permanecieran en sus pueblos de origen, sosteniendo así la producción de alimentos que venían desarrollando, en muchos casos, con escasa participación masculina. Pero en los sistemas agrícolas asiáticos lo habitual es la participación masculina en las tareas de producción de alimentos, mediante el trabajo del arado, como queda expuesto más arriba; por eso, la partida de los hombres hacia las plantaciones acabaría arrastrando la de sus familias. De ahí que los propietarios, viendo que toda la familia necesitaría obtener sus recursos de la plantación, prefirieran emplear en ella a todos sus miembros.Son, pues, dos maneras distintas de reducir los costes laborales del sector exportador, y en ambos casos relacionados con el trabajo realizado por las mujeres.En los países en que abundan las mujeres empleadas eventualmente en la agricultura, el hecho se repite en lo que se refiere a la minería, la construcción y el transporte. Países asiáticos, como Tailandia (donde las mujeres representaban en 1960 el 25 por 100 de la población que trabajaba en las minas), India, Ceilán, Hong Kong, Malasia (actualmente Malaisia); americanos, como Colombia y Jamaica; o africanos, como Mauricio, constituyen ejemplos significativos.La actividad comercial es uno de los ámbitos en que la participación de las mujeres suscita mayores discrepancias entre las diferentes culturas. Hay zonas del mundo donde las mujeres representaban en torno a 1955-60 más de la mitad de la población ocupada en el comercio, como es el caso de muchos países africanos, entre los que Ghana, con un 80 por 100, se sitúa a la cabeza; sus asociaciones de mujeres comerciantes, como la "Nanemei Akpee" -"Sociedad de Amigas"-, están extendidas por todo el territorio. Le seguían Rhodesia, Zambia, Malawi, el Congo...; para las mujeres yoruba, en Nigeria, el comercio y la artesanía son las dos ocupaciones fundamentales.En el sur y el este de Asia encontramos la existencia de dos patrones claramente diferenciados: el que se caracteriza por la fuerte presencia femenina en el comercio era el predominante en Tailandia (donde hoy abundan tanto las mujeres de negocios como las vendedoras en los mercados), en Filipinas, Birmania, Camboya, y la zona oriental de Indonesia, dejando sentir su huella en el sur de la India. En cambio, las zonas que presentan influencias chinas y árabes daban lugar en esas mismas fechas a porcentajes mucho más bajos de mujeres en la actividad comercial: del 10 al 15 por 100 en Singapur, Taiwan o Hong Kong, en la zona occidental de Indonesia (Sumatra), y más bajos aún en el norte de la India y en Paquistán. En líneas generales, como se ve, las mujeres se han venido encargando de la venta de alimentos en aquellas comunidades donde ellas llevan a cabo esa producción, por su dedicación a la agricultura, si bien la presencia en los mercados permite además la venta de otros artículos.En Latinoamérica se reflejan también las dos tendencias citadas. La mayor participación de las mujeres en el comercio iba asociada al predominio de la población negra o india, como muestran los casos de Jamaica, Nicaragua o El Salvador. Junto a la existencia, ya en los años sesenta, de un sector comercial más moderno que en los otros continentes citados, y por ello con un número más elevado de población asalariada, dependientes y, en número creciente, dependientas, hay que citar, en el caso de muchos países latinoamericanos, las transformaciones introducidas por la crisis económica en las últimas décadas, que han lanzado a muchas mujeres a la venta ambulante en las ciudades como forma de vida, dentro del sector informal urbano, fenómeno estudiado, por ejemplo, para los años ochenta, en lo que se refiere a La Paz (Bolivia).Finalmente, es en los países árabes donde el número de mujeres que comercian es más bajo, tratándose muchas veces de mujeres europeas, o bien pertenecientes a grupos minoritarios, si bien no hay una incompatibilidad radical entre religión musulmana y comercio femenino, como muestra la importancia de las mujeres (musulmanas incluidas) en el comercio senegalés, tanto en los mercados tradicionales, como en el que actualmente llevan a cabo con los países vecinos y con otros continentes.El servicio doméstico es una actividad que, en las etapas intermedias del desarrollo económico, crece y se feminiza. Así, en muchos países latinoamericanos, donde la participación de las mujeres en la agricultura es relativamente baja, las madres tienen menos necesidad de ayuda de sus hijas en las tareas domésticas y en el cuidado de sus hermanos pequeños, lo que favorece la emigración de las jóvenes hacia las ciudades para trabajar en el servicio doméstico. Esto ha sido así durante décadas y continúa siendo una realidad enormemente extendida, aunque se hayan multiplicado las oportunidades de empleo femenino en el mundo urbano. Para los años ochenta, viene a ser la ocupación más frecuente entre las mujeres que tienen un empleo en países como Argentina, Colombia, Perú, Chile y Ecuador.La industria doméstica es una actividad practicada tradicionalmente por las mujeres, solas o juntamente con otros miembros de su familia, en distintas áreas del mundo, y ello, tanto en países donde además se dedican a la agricultura y al comercio, como en aquellos donde su confinamiento en el hogar ha alcanzado las mayores cotas, como ocurre en Oriente Medio. Nacida para cubrir las necesidades del grupo doméstico, pasó después a producir bienes para la venta en el mercado. El establecimiento de empresas manufactureras ha provocado en muchos casos la disminución drástica de estas actividades, sin absorber a buena parte de quienes antes trabajaban en el ámbito doméstico, y empleando, en cambio, a un mayor número de varones.La norma de la OIT que prohibe el trabajo nocturno de las mujeres es vista en distintos países como un obstáculo para el crecimiento del empleo femenino en la industria.
obra
La Academia de la Pintura fue creada por Huizong, emperador y artista, miembro de la dinastía Song del Norte; fue en la Academia donde se clasificaron y estudiaron las obras de la colección imperial. El género de pájaros y flores fue uno de sus predilectos, aunque practicó también la pintura de personajes. Su estilo refinado se basó en la aplicación de pinceladas finas y gusto por el detalle sin abandonar la creación de una atmósfera adecuada.