"La naturaleza yo la quise copiar. No lo logré. Mas quedé satisfecho conmigo mismo al descubrir que el sol, por ejemplo, no podía ser reproducido, sino que era indispensable representarlo por medio de otra cosa ... con color". Este comentario de Cézanne se puede aplicar perfectamente a esta acuarela que el maestro de Aix pinta en la década de 1880, momento en el que parece superar la etapa impresionista para iniciar una búsqueda pictórica personal. Los colores dominan el conjunto, intentando conseguir alcanzar el volumen gracias al color. Sin embargo, la indefinición de algunas zonas y el abocetamiento generalizado parecen acercarse a la abstracción.
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Pintor de origen español, Narciso Díaz de la Peña fue uno de los numerosos pintores que frecuentaría el pueblecito de Barbizon. Allí intimaría con Rousseau, quien le animó con sus consejos. Sus pinturas se centraron principalmente en los bosques de Fontainebleau, reproduciéndolos con gran fidelidad, tendiendo a envolver las masas boscosas con efectos de tormenta atmosférica.
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Junto a las escenas de género, otra variedad de la pintura de caballete que alcanzó un desarrollo inusitado en Holanda durante el siglo XVII fue la pintura de paisaje. Durante las primeras décadas del siglo, Esaias van de Velde y Willem Buytewech realizaron verdaderas innovaciones en la pintura paisajística, dibujando los paisajes según la naturaleza, en busca ante todo de la simplicidad y fieles a la realidad hasta obtener resultados admirables. Algo más jóvenes, integrando las escenas de género en el paisaje, J. Van Goyen, Pieter de Molyn y Salomon van Ruysdael crearán un tipo de pintura que se destacará por la vastedad de los planos, la ligereza de las brumas, la luz plateada, los colores sobrios y suaves y la sencillez de la composición. Estos paisajes parecen reproducir la naturaleza holandesa y reunirla en un único verso poético. Los ríos y el mar jugarán un papel primordial en este arte de tintas terrosas y tostadas, como podemos comprobar en esta tabla pintada por Van Ruysdael entre 1645-50, en la que la luz plateada se adueña de la composición para crear un efecto cargado de poesía, efecto que será superado una generación más tarde por el realismo de Jacob van Ruysdael o Meindert Hobbema.
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En la primavera de 1887 Vincent trabajará al aire libre, en las orillas del Sena junto a Bernard. Las localidades de Asnières y Saint-Ouen serán las favoritas para los jóvenes creadores, tomando un estilo impresionista cercano a Monet, Pissarro o Renoir en la mayor parte de estos trabajos. Quizá esta segunda generación de autores pretenda superar el Impresionismo pero siempre teniendo este estilo como referencia indirecta. Los conceptos de luz y color aplicados por Van Gogh a este trabajo parecen heredados de los grandes maestros que se reunían en el llamado grupo de "Peintres du Grand Boulevard". Las tonalidades malvas empleadas dominan la composición, interesándose el artista en transmitir los efectos lumínicos y cromáticos de un momento concreto, resultando un lienzo sumamente acertado.
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Los paisajes fluviales serán abundantes en el Barroco Holandés. Jan van Goyen ejecutó su primer paisaje de este tipo en 1627, tomando apuntes directamente del natural en sus frecuentes viajes y elaborándolos en el estudio. En esta ocasión encontramos en primer plano un transbordador cargado de pasajeros y caballos que pretende cruzar a la otra orilla, donde se vislumbra una reunión de campesinos en algo similar a una fiesta o una boda. Un amplio espacio boscoso donde destaca la torre de la iglesia se ubica en la zona de la derecha mientras que al fondo contemplamos las velas de un barco y un molino, creando una sensación de perspectiva de exquisita belleza en la que la luz tiene un papel protagonista. El colorido empleado por Van Goyen se limita casi exclusivamente a tonalidades marrón-amarillentas junto a azules y blancos en el cielo, cargado de nubes, aplicando el color con una pincelada segura y matizada. El deseo de presentar historias con cierto verismo hacen de Van Goyen a uno de los mejores paisajistas del siglo XVII en Holanda.
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Los paisajes que poseemos de Collantes nos permiten definir a este artista como singular. Influido por paisajistas flamencos e italianos, se siente atraído por los amplios espacios donde sitúa grandes masas arbóreas a contraluz como podemos apreciar en esta escena. El lienzo procede casi con seguridad del Palacio del Buen Retiro, destacando el estudio lumínico y el efecto de perspectiva, jugando con diferentes planos iluminados con maestría. Sobre el claro celaje se recortan las dos masas boscosas permitiendo la visión de un templete clásico al fondo. La minuciosidad con la que estudia la naturaleza demuestra su vinculación con el naturalismo, al igual que las tonalidades empleadas, resultando una obra digna de elogio.
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Normalmente, la obra pictórica y escultórica de Pablo Palazuelo se inscribe dentro de la abstracción analítica. Sin embargo, algunas características comunes en sus obras hacen que esta interpretación sea incorrecta; las reflexiones teóricas, que Palazuelo nos muestra en su obra, de carácter personal y poético, nada tienen que ver e incluso se oponen a esa abstracción analítica. Será la propia evolución creativa del artista la que ponga de manifiesto lo erróneo de este planteamiento.