Busqueda de contenidos

obra
Miembro de una de las familias más influyentes y adineradas de Amsterdam, Oopjen Coppit contrajo matrimonio en 1633 con Marten Soolmans, recibiendo posiblemente Rembrandt el encargo de realizar un retrato doble de los esposos vestidos con los trajes de boda. Al enviudar de Marten en 1641, Oopjen volvió a casarse con Marten Daey, aportando la dama al matrimonio los dos retratos. La mujer viste sus mejores galas y sus más ricas joyas, destacando el anillo colgado al cuello que podría tratarse de un símbolo. Las calidades de las telas serán la principal preocupación del maestro, situando a la figura sobre un suelo embaldosado para crear sensación espacial. Las luces proceden de la derecha, al contrario que en el retrato de su marido, resbalando sobre las sedas negras del vestido y resaltando la blancura del cuello y los puños de encaje. Al levantar ligeramente la falda apreciamos sus elegantes chapines de tacón, decorados con blancos rosetones. El rostro de la dama ocupa un segundo plano al interesarse el cliente por la ampulosidad de los vestidos antes que por la expresividad de sus gestos, exhibiendo su elevado nivel económico. Al aparecer Oopjen con un velo negro se ha especulado con la posibilidad de estar la mujer de luto por la muerte de su padre que tuvo lugar en 1635, lo que atrasaría la fecha de ejecución del lienzo. Esta hipótesis no es admitida por la mayor parte de los especialistas que consideran que el velo negro forma parte del ampuloso vestido de boda.
fuente
Usado en múltiples funciones, como ambulancia de campaña, taller móvil o vehículo de mando, su fabricación se debió al intento alemán de uniformizar su flota de vehículos, que hacia 1903 constaba de más de cien modelos distintos. Estaba construido con cabina de acero y caja de madera, siéndole añadida tracción a las cuatro ruedas para permitir la realización de trayectos en campo a través. Su uso se extendió a todos los campos de batalla alemanes, gracias a su dureza. La carencia de acero hizo que en ocasiones se fabricasen de cartón prensado. Resultaba un vehículo bien fabricado, pero poco fiable en condiciones de dureza. Los bombardeos aliados de las fábricas alemanas paralizaron su producción en 1944.
obra
Tras obtener el triunfo en un concurso internacional, en 1959 iniciaba el arquitecto danés Jörn Utzon la construcción de su controvertido edificio de la Opera House de Sydney, en Bennelong Point, en la idea que el mismo arquitecto definía como "de gajos de naranja". Los extraordinarios complejos problemas de ingeniería a los que tuvo que hacer frente Utzon provocaron el retraso en la realización del proyecto, que el ingeniero había anunciado finalizar en tres años y con un coste de tres millones de dólares australianos, cuando el edificio se concluyó quince años después de su inicio, con un coste total de 102 millones de dólares. Utzon había renunciado al proyecto ya que la calidad del sonido interior del edificio no correspondía a su espectacularidad exterior, finalizando el edificio un equipo de arquitectos australianos bajo la dirección de Peter May. La Opera House fue inaugurada por la reina Isabel II de Inglaterra el 11 de octubre de 1973. Utzon no acudió ni siquiera a la inauguración ya que cuando abandonó la dirección del proyecto juró que jamás regresaría a la ciudad. El complicado proceso de construcción de la Opera House llegaría incluso a inspirar una ópera titulada "The Eight Wonder", que se estrenó en 1995. El edificio, que se estructura bajo una serie de cascos marinos, alberga varios complejos teatrales, todos ellos organizados sobre ejes de centralidad y axialidad. Tiene más de 1.000 salas, la mayoría de ellas dedicadas a estudios de música, con una capacidad para más de 5.000 personas cómodamente sentadas. Sus tejados están cubiertos por un número superior al millón de piezas de cerámica, cambiando de color dependiendo de la luz de sol, creando un mosaico multicolor que atrae a los visitantes a este emblemático edificio que se ha convertido en un símbolo de la ciudad y para sus habitantes, al igual que la Torre Eiffel para París o el Empire State Building para Nueva York.
contexto
La noche entre el 1 y el 2 de agosto de 1990, varias divisiones acorazadas iraquíes atravesaron la frontera kuwaití por cinco puntos distintos. La fuerza de ataque de Saddam Hussein estaba formada por no menos de 25.000 hombres y 300 carros pesados tipo T-72 y T-62 apoyados por las Fuerzas Especiales pertenecientes a la 992 División de la Guardia Republicana. Frente a una fuerza de choque de tales características, las divisiones del pequeño Emirato fueron arrolladas en pocas horas. La capital, Kuwait, situada a unos 60 km de la frontera, fue ocupada el mismo día, mientras que fuerzas especiales aerotransportadas ocupaban las principales bases aéreas del país. Durante las primeras horas de la mañana del 2 de agosto se reunió urgentemente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el cual, con la resolución 660 exigía la inmediata retirada y sin condiciones de las fuerzas iraquíes. Sin embargo, los satélites militares estadounidenses, en vez de retirada detectaron el avance de las tropas de Bagdad hacia la denominada "zona neutral", un área riquísima de crudo perteneciente conjuntamente a Kuwait y a Arabia Saudí. Mientras Saddam Hussein introducía en el pequeño Emirato más de 350.000 hombres con 3.000 medios acorazados y una poderosa defensa antiaérea formada por un centenar de piezas de artillería y sistemas de misiles, además de decenas de aviones de combate, el presidente Bush anunciaba el envío de un contingente militar a Arabia Saudí destinado, según la Casa Blanca, a evitar una "amenaza inminente". Era el 7 de agosto de 1990: comenzaba así la operación "Desert Shield". En pocos días, más de 50.000 hombres fueron enviados a Arabia Saudí mediante un colosal puente aéreo y marítimo; una cosa nunca vista desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros días de enero, cinco meses después del comienzo de la operación, se habían reagrupado no menos de 430.000 hombres, casi el equivalente del dispositivo americano en el sudeste asiático en el momento de mayor esfuerzo estadounidense durante la guerra de Vietnam. Los primeros en llegar a la zona de crisis, además de los cazabombarderos de la US Air Force, fueron los paracaidistas de la 821 Airborne Division, la famosa "All America", la verdadera punta de lanza de la US Army, normalmente con sede en Fort Bragg (Carolina del Norte). Dicha División dispone de una fuerza de maniobra formada esencialmente por tres brigadas, siempre "combat ready" -es decir, listas para el combate-, capaces de intervenir en poquísimo tiempo en cualquier parte del mundo. En el campo terrestre, la formación estadounidense fue reforzada con los mejores destacamentos de la US Army. Entre éstos, la legendaria 101? Air Assault Division de Fort Campbell (Kentucky), la cual, a pesar de tener características de unidad de infantería ligera, desde hace tiempo había perdido su cualificación de unidad paracaidista, convirtiéndose en la práctica en una unidad aerotransportada; la 24? Mechanized Infantry Division de Fort Stewart (Georgia), dotada de un fuerte componente acorazado con no menos de 300 carros pesados tipo M-1 Abrams con cañón de 105 mm; la 197? Mechanized Infantry Brigade de Fort Benning (Georgia); la 1? Cavalry Division de Fort Hood (Texas), hecha famosa por sus helicópteros durante la guerra de Vietnam; la 1? Infantry Division de Fort Riley (Kansas), denominada también la "Red Big One" (Una, Grande, Roja). El 1 de enero de 1991, la US Army había agrupado en la Península Arábiga no menos de 250.000 hombres, casi 600 carros de combate y más de 2.000 vehículos blindados de ruedas y orugas de transporte de tropas, y orugas de combate. Naturalmente, se enviaron a la zona incluso hombres del US Marine Corps (USMC), los famosos "leather necks", o "cuellos de cuero", constituyendo tres Marine Expeditionary Brigades (MEB), dos de las cuales reunidas en una Marine Expeditionary Force (MEF), el equivalente a una división reforzada. Los "marines" de la 4? MEB cruzaron las aguas del Golfo a bordo de naves de asalto anfibias preparadas para actuar en operaciones de desembarco a lo largo de las costas kuwaitíes, mientras los de la 1? y 7? MEB, que formaban la MEF, agruparon en el frente terrestre, junto con un Marine Air Wing (MAW), unos 300 vehículos de combate entre aviones de ataque de despegue vertical Harrier AV-8B y helicópteros anticarro Cobra AH-1W. Acostumbrado a operar de forma autónoma, el USMC agrupa un consistente número de vehículos que utiliza sobre todo para el soporte de fuego directo a las fuerzas de tierra, Para transportar a la zona de operaciones miles de millares de hombres, medios y avituallamiento en tan poco tiempo, los Estados Unidos organizaron un puente aéreo y marítimo fabuloso, digno del Guinness de los Primates. Por ceñirnos a la crónica citaremos sólo el hecho de que los vehículos del Military Airlift Command (MAC) se demostró capaz de aerotransportar más de 100.000 hombres completamente equipados para el combate en tan sólo algunas semanas, mientras que la US Navy desembarcaba en los puertos saudíes el armamento y los medios suficientes para equipar el equivalente de cinco divisiones acorazadas-mecanizadas. Gran Bretaña y Francia, los dos principales países europeos participantes en la operación "Desert Shield", agruparon también en el desierto saudí la flor y nata de su propio ejército. Fiel a su reputación, la "Dama de hierro" envió inmediatamente al Golfo a los "Desert Rats", los legendarios "Topos del Desierto" de la 7? Armoured Brigade, unidad de punta de la British Army of Rhine (BAOR) dotada de carros pesados Challenger con cañón de 120 mm y orugas de combate Warrior armadas con cañón de tiro rápido Rarden de 30 mm. El dispositivo británico fue reforzado a principios de enero con la llegada de la 4? Armoured Brigade, perteneciente también ella a la BAOR. En total, el dispositivo británico implicado en la operación "Granby" contaba con casi 20.000 hombres y 200 carros de combate. Francia envió al Golfo la flor y nata de sus Fuerzas de Acción Rápidas (FAR), es decir, la 6? División Légére Blindée (DLB), formada sobre todo por destacamentos de Infantería de Marina y de la Legión Extranjera, esta última equipada con el óptimo blindado rodado AMX 10 RC con cañón de 105 mm. También el dispositivo francés fue potenciado enseguida con destacamentos de artillería de 155 mm y por una unidad acorazada, el 4° Régiment de Dragons, equipada con 40 carros pesados AMX 30 B2. Cuando las fuerzas de Saddam Hussein invadieron Kuwait, el ejército de Bagdad estaba constituido por casi 700.000 hombres, algo menos de 5.000 carros de combate, entre los que contaba con 700 T-72 en dotación en la Guardia Republicana, 1.000 T-62, más de 2.000 T 54/55 y poco más de otros 1.000 T-59 y T-69. Los destacamentos mecanizados y motorizados disponían de 6.000 vehículos blindados tanto de orugas como de ruedas para el transporte de tropas y para el combate, mientras que la artillería contaba con más de 3.000 bocas de fuego de distinto calibre entre cañones y obuses de arrastre o motorizados, y algunos centenares de lanzamisiles múltiples tipo BM-21 y BM-13. Estaban también en dotación en el ejército de Bagdad 2.000 sistemas misilísticos anticarro tipo Milan, HOT, AT-3 'Sagger' y AT-4 'Spigat', así como centenares de piezas de artillería antiaérea, incluidos los famosos motorizados cuadrados de 23 mm de tiro rápido ZSU-23/4. En el terreno aeronáutico, Irak disponía de más de 600 aviones de combate, entre ellos, 300 cazabombarderos tipo MIG-23 'Flogger', Su-20 'Fitter' y Mirage F1-EQ, y 250 interceptores, sobre todo del tipo MIG-21 'Fishbed', y también algunas decenas de los más modernos MIG-25 'Foxbat' y MIG-29 'Fulcrum'. Al comienzo de la ofensiva terrestre, acaecida en las primeras horas del día 24 de febrero de 1991, después de cinco semanas de intensos bombardeos aéreos, las fuerzas estadounidenses al mando del general H. Norman Schwarzkopf formaban un contingente de 430.000 soldados entre Army, Air Force, Navy y Marine Corps. Hay que hacer notar que el personal femenino constituyó el 12% de los efectivos globales estadounidenses en el Golfo. En el cuadro de operaciones "Desert Shield", los Estados Unidos agruparon unas ochenta unidades navales, algo menos de 1.200 aviones y helicópteros y más de 900 carros tipo Abrams y M-60 A1, este último modelo en dotación en la USMC. Desde el desembarco de Normandía no se había vuelto a ver un despliegue de fuerzas de tal consistencia: en menos de veinte semanas, la mitad del potencial bélico de los Estados Unidos se había concentrado en Arabia Saudí. El ataque terrestre, la siguiente operación llevada a cabo -conocida como "Desert Storm" ("Tormenta del Desierto")- terminó en pocas horas con el ejército de Bagdad.
contexto
Para destruir el potencial bélico iraquí se organizó la expedición multinacional (participaron 29 naciones) más potente jamás organizada desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial: más de 500.000 hombres, además de 2.000 carros de combate, un millar de helicópteros de ataque y otros tantos aviones de combate. La operación "Desert Sword" (Espada del Desierto), nombre en clave del ataque terrestre desarrollado en el ámbito de la operación "Desert Storm" (Tormenta del Desierto) comenzada la noche del 17 de enero, estalló a las 4:00 horas del día 24 de febrero. Pocos días antes todos los destacamentos estadounidenses del VII° y XVIII° Cuerpo habían cumplido, en el más absoluto secreto, un amplio movimiento hacía el este formándose frente a la frontera iraquí. Dicha maniobra, realizada por más de 100.000 hombres de las fuerzas americanas, británicas y francesas, fue cubierta por bombardeos aéreos masivos. El objetivo del general H. Norman Schwarzkopf, comandante en jefe de las fuerzas de la coalición, era atacar por el oeste el dispositivo iraquí y cortarle cualquier vía de repliegue. Pocas horas antes del ataque, las piezas de 406 mm de los acorazados USS "Wisconsin" y USS "Missouri" comenzaron a batir las costas kuwaitíes con la finalidad de engañar a los iraquíes haciéndoles creer que se trataba de una preparación de artillería con la intención de realizar un desembarco inminente. Más al oeste, en el desierto saudí, la artillería de gran calibre y los lanzamisiles múltiples MLRS de las fuerzas estadounidenses, británicas y francesas desencadenaron un auténtico infierno en las posiciones enemigas. Tal y como estaba previsto, a las 4:00 horas las fuerzas terrestres aliadas comenzaron el ataque a través de dos ejes principales de penetración: el primero en la frontera saudí-iraquí, confiado al XVIII° Airbone Corps y a la división francesa "Daguet", que guiaba la ofensiva protegiendo el flanco izquierdo; el segundo, en la frontera saudí-kuwaití, conducido por el VII° US Corps, al cual se agregó la First Armoured Division del contingente británico. Sustancialmente se trataba de "una clásica operación militar de abatimiento de las fronteras enemigas", como fue definida posteriormente la acción por el general Schwarzkopf. Para convencer al Estado Mayor iraquí de la inminencia de un gran ataque frontal terrestre y anfibio, las fuerzas acorazadas y mecanizadas egipcias y sirias formadas en el centro del dispositivo, además de las de los países del Consejo de Cooperación de los Estados Árabes del Golfo (CCSAG) y las dos brigadas del US Marine Corps situadas al sur, se lanzaron contra las posiciones iraquíes a lo largo de la frontera kuwaití. Simultáneamente, mientras los destacamentos del XVIII° y VII° Cuerpo atravesaban las primeras líneas defensivas, más de 2.000 hombres de la 1012 Air Assault Division eran helitransportados a espaldas del enemigo, casi 120 km en el interior de Irak, en donde instalaron inmediatamente una base avanzada denominada en clave "Cobra". El asalto helitransportado estuvo dirigido por los "Screaming Eagles" (águilas chillonas) de la 1012, probablemente, el asalto más importante de toda la historia militar. Mientras por el flanco izquierdo de la directriz de ataque oeste los blindados AMX 10 RC franceses de la División "Daguet" estaban apuntando contra As Salman llevándose por delante a la 451 División iraquí, los destacamentos mecanizados del XVIII° Airbone Corps se adentraban en profundidad en territorio enemigo con la intención de cortar cualquier vía de comunicación a lo largo del Tigris y el Éufrates, aislando así a las fuerzas de Saddam Hussein formadas junto a la frontera. La tarde del 24 de febrero, los carros Abrams y las orugas Bradley de la 32 Armored Cavalry actuaron conjuntamente con las fuerzas helitransportadas de la 101? Air Assault Division. En el sector central, el que se había confiado al VII° Cuerpo, la operación "Desert Sword" preveía la destrucción de las defensas iraquíes, lo que sucedió al amanecer del día 24 de febrero mediante la 1? Infantry Division, la famosa "Red Big One". A continuación se dirigieron a través del territorio iraquí hacia el este, en dirección de Kuwait. Al alcanzar los T-62 y los BMP de la 122 División Acorazada iraquí, les tocó el turno a los Challenger y a los Warrior ingleses, quienes destruyeron un centenar de ellos sin sufrir ni una sola baja. Sólo un Warrior fue alcanzado durante el ataque, pero por un "Tank Killer" A-10 de la US Air Force; un dramático error que costó la vida a nueve hombres. Durante la noche del 25 al 26 de febrero tuvo lugar la batalla de carros más importante de esta guerra, cuando los Abrams del VII? Cuerpo se enfrentaron a los T-72 de la Guardia Republicana en la frontera noroeste de Kuwait. Consciente de lo que ello significaba, el Estado Mayor estadounidense puso en acción toda su fuerza, haciendo intervenir a dos Divisiones acorazadas completas: en pocas horas, los carros estadounidenses destruyeron la totalidad de la División "Towalkalna" sin registrar ninguna pérdida. Mientras los Abrams del VII° Cuerpo hacían pedazos los T-72 iraquíes, las unidades de punta del XVIII° Cuerpo realizaban un amplio movimiento hacia el este en dirección de la autopista Bagdad-Basora con el objetivo de atacar las posiciones controladas por la gran División de la Guardia Republicana. En realidad, la amplia maniobra en tenaza de las fuerzas estadounidenses estaba orientada nada más ni nada menos que a crear un gigantesco saco dentro del cual hacer caer y destruir las principales unidades del cuerpo de batalla iraquí que intentasen retirarse. La maniobra resultó bien, ya que en total sólo cinco o seis brigadas consiguieron escapar al cerco. Después de que las fuerzas del XVIII° y VII° Cuerpo atravesaran las primeras líneas defensivas, por el sur estaban penetrando en profundidad en el dispositivo enemigo las cinco brigadas mecanizadas del CCSAG y las dos brigadas del US Marine Corps, estas últimas reagrupadas en la 1? Marine Division; entraron en acción y desmantelaron las defensas iraquíes dirigiéndose hacia el norte, en dirección a Kuwait City. Al amanecer del 27 de febrero, la capital del emirato fue embestida por los destacamentos de las Fuerzas Especiales norteamericanas, británicas y francesas, seguidas poco después por las fuerzas mecanizadas saudíes y kuwaitíes. Simultáneamente, los "marines" se había apoderado del aeropuerto de Kuwait City, mientras el grueso de las fuerzas iraquíes, sometidas a un duro bombardeo y al continuo ataque de los helicópteros anticarro y los mortíferos A-10 Thunderbolt, trataban de escapar hacia el norte, en donde las unidades mecanizadas acorazadas del XVIII° y VII° Cuerpo estaban ultimando los preparativos para cercar la ciudad. A las 5:30 horas, el comando aliado declaró oficialmente que todas las fuerzas iraquíes que se encontraban aún en el emirato habían cesado el fuego y, o bien habían escapado, o bien se habían rendido. Más allá de la frontera de Kuwait, las tropas de Bagdad que se retiraban seguían siendo atacadas por vehículos de ataque de las fuerzas de coalición, especialmente los destacamentos de la Guardia Republicana formados en los alrededores de Basora. Dos de las divisiones acorazadas, la división "Medina" y la división "Hammurabi", fueron totalmente destruidas durante las últimas horas de la guerra. El 28 de febrero, a las 2:00 horas, el presidente de los Estados Unidos, George Bush, propuso a Irak el cese del fuego, siendo aceptado dos horas más tarde por Saddam Hussein. En menos de 100 horas, las fuerzas de la coalición habían puesto fuera de combate o habían destruido totalmente no menos de 40 divisiones iraquíes y habían hecho prisioneros a más de 70.000 hombres. Las pérdidas aliadas fueron irrisorias en relación con los objetivos alcanzados durante esta guerra relámpago. Desgraciadamente, el "fuego amigo" fue el que provocó más daños humanos y materiales a las tropas de tierra, más que el fuego iraquí. La operación "Desert Sword" fue un éxito total con un adversario bien equipado pero poco entrenado y mucho menos preparado para la guerra moderna, incapaz de combatir de noche y, sobre todo, desmoralizado al ser sometido a una dura prueba mediante las pasadas de los raids aéreos. Durante los 38 días que precedieron a la ofensiva terrestre, la aviación aliada había realizado con éxito más de 94.000 misiones de guerra, atacando no sólo el potencial bélico iraquí, sino sobre todo la moral de los soldados de Bagdad.
contexto
La batalla en el puente de Arnhem, en Holanda, denominada por los aliados operación "Market Garden", fue el único intento realizado en la Segunda Guerra Mundial de utilizar en Europa tropas aerotransportadas con una función estratégica. Fue la batalla más espectacular de tropas aerotransportadas de la historia y, al mismo tiempo, la más dolorosa derrota aliada en Europa. Market Garden se explica por una necesidad política y de imagen de los altos mandos de las tropas aerotransportadas después de la repentina e imprevista derrota alemana en Normandía. La gran velocidad con la que las tropas aliadas se encontraron para avanzar a través de Francia llevó al colapso las líneas de abastecimiento y los servicios logísticos adyacentes, obligando a los aliados a añadirse a la lógica de un esfuerzo bélico concentrado en una única directiva de la que Montgomery fue el más asiduo propulsor. La apertura final para la ofensiva se produjo el 10 de septiembre, cuando algunos hombres pertenecientes al XXX Cuerpo de Ejército tomaron un puente en el Meuse-Escaut Canal, en las proximidades de Neerpelt, determinando la directriz de la nueva ofensiva. Como el mismo nombre indica, ésta fue planificada en dos operaciones simultáneas: la operación Market preveía la utilización de tropas aerotransportadas del 1 Ejército aliado, transportadas en tres momentos diferentes a lo largo de un corredor al Norte de Eindhoven. La 101? División Americana tenía que tomar los puentes comprendidos entre Eindhoven y Veghel; la 82? División se encargaría de los puentes comprendidos entre Grave y Nijmengen y ocuparía las posiciones elevadas de Groesbeek, mientras que la 1? División Aerotransportada Británica tendría que tomar el puente de Arnhem y las posiciones elevadas hacia el norte. Al mismo tiempo que la operación Market, la parte terrestre de la ofensiva, denominada Garden, se llevaría adelante con el XXX Cuerpo de Ejército inglés, cuyas tropas avanzarían hacia el norte partiendo del puente sobre el canal Meuse-Escaut a lo largo de un frente muy estrecho, uniéndose poco a poco a las divisiones aerotransportadas. Los ataques por el flanco del XII y del VIII Cuerpo de Ejército protegerían la operación. Al llegar al norte de Arnhem, el XXX Cuerpo de Ejército tenía que posicionar la División Acorazada de los Guardias en el Zuider Zee con una cabeza de puente en el río Ijssel de Zwolle y la 43? División con una cabeza de puente en Deventer. Una vez que Apeldoorn hubiera sido conquistada, la 52? División tendría que intervenir para reforzar las posiciones y establecer una cabeza de puente en Zuthpen. Con cuatro divisiones al norte del río Lek, o Bajo Reno, las Divisiones del XXX Cuerpo de la Ejército se dirigirían hacia el Este, hacia Osnabruk y/o hacia el sudeste, hacia Hamm, para cercar la cuenca de Ruhr, probablemente uniéndose al 1 Ejército Estadounidense proveniente del Sur. Mientras tanto, el 1 Ejército Canadiense habría limpiado los Países Bajos y destruido las bases de lanzamiento de los V-2. Alrededor de la medianoche del 16 de septiembre, más de 200 bombarderos soltaron 890 toneladas de bombas sobre cuatro aeropuertos de cazas al norte de Holanda. A las 8 de la mañana del día siguiente, los bombardeos continuaron sobre las 117 posiciones de artillería antiaérea identificadas a lo largo del recorrido de la ofensiva y sobre los aeropuertos de Eindhoven, Deelen y Ede. A las 9:30 horas, los primeros 2.567 aviones y 516 aeroplanos abandonaron Inglaterra escoltados por más de 900 cazas y cazabombarderos. A las 12:00 horas, hora local, las 117 posiciones antiaéreas y los aeropuertos de Nijmegen, Deelen, Ede y Kleve fueron nuevamente bombardeados y ametrallados. Hacia las 13:00 horas, el grueso de los transportes se encontraba ya en el espacio aéreo enemigo; 75 cazas alemanes Me 109 consiguieron levantar el vuelo, pero fueron dispersados antes de que pudieran llegar a los transportes. La situación se puso cada vez más al rojo vivo sobre el cielo de Eindhoven; aquí, la artillería antiaérea había sufrido menos daños, pero 33 Dakota de la 101? División fueron abatidos. En total, desde el "take off", se perdieron 68 aviones y 71 aeroplanos. A la hora, la artillería del XXX Cuerpo de Ejército, al mando del Teniente General Horrocks, abrió la ofensiva con un bombardeo de 35 minutos alrededor de Joe Bridge, como se denominaba el puente sobre el Meuse-Escaut Canal. El Kampfgruppe Walther, encargado de la defensa de la posición fue literalmente arrasado por más de 400 cañones. Inmediatamente después del bombardeo, la División Acorazada de los Guardias se desplazó hacia Eindhoven con el 231° Regimiento de Infantería de la 50? División, que avanzaba por ambos lados del camino para alargar la cabeza de puente. El agotamiento, hasta ahora visto con ciertas dudas, se produjo, y a las 19:30 horas, el General Mayor Adair, decidiendo atenerse estrictamente a las órdenes recibidas, detuvo la División de los Guardias justo a las puertas de Valkensvaard. Por contra, el ataque de refuerzo de la 15? y de la 53? División del XII Cuerpo de Ejército hizo pocos progresos. Las dos divisiones, sin soporte aéreo, fueron debilitadas con relativa facilidad por el Kampfgruppe Chill, gracias también a lo accidentado del terreno en el que tenían que moverse. A pesar de todo, Montgomery informó a Londres de que tomarían Arnhem al día siguiente. Más al norte, en la zona de aterrizaje de las tropas aerotransportadas, la confusión reinaba soberanamente, a pesar de que se había conseguido el efecto sorpresa preventivo con la consiguiente desorganización de las defensas alemanas; sin embargo, el éxito completo no fue alcanzado. Alrededor de las 13:00 horas, precedidos por formaciones de scout, las distintas divisiones comenzaron a alcanzar los objetivos prefijados. La 101? División Aerotransportada tocó tierra al norte de Eindhoven con su 501° Regimiento, situado al sur de Veghel -a excepción de su 1er. Batallón, que fue lanzado sobre Heeswijk, a 5 kilómetros de su objetivo y en la otra orilla-, y con el 502°, junto al mando de la División, al norte de la foresta de Sonche. Fueron conquistados los puentes de las carreteras y de la ferrovía de Heeswijk, Veghel y St. Oedenrode; en Son, el puente sobre el canal de Wilhelmina se hizo saltar justamente en la cara de un grupo de reclutas de la División de la Luftwaffe Herman Göring, cerrando así el camino que llevaba a Arnhem; algunos hombres del Batallón de Paracaidistas Jungwirth cortaron cualquier intento de asegurarse un puente alternativo. En el mismo momento, la 82? División Aerotransportada fue lanzada en el interior de las líneas alemanas; 2.000 hombres del 504° Regimiento aterrizaron en Grave, con una Compañía del 2° Batallón lanzada expresamente al oeste del puente, mientras que el 505° y el 508° tocaron tierra en las alturas alrededor de Groesbeek, respectivamente al norte y al sur del pueblo. El lanzamiento comprendía por primera vez en la historia un batallón de artillería de paracaidistas. El puente de la carretera que iba a Grave fue capturado por hombres del 504° Regimiento, pero dos de los tres puentes sobre el canal Maas-Waal fueron explosionados por los defensores, dejando en manos de los americanos tan sólo el más cercano a Heumen; de esta forma, quedaba interrumpido incluso el camino que unía directamente Grave con Nijmegen. Después de caer la noche, una Compañía del 1/508° Regimiento de Paracaidistas, acompañada por hombres de la resistencia holandesa, intentó una operación de reconocimiento del puente de la carretera de Nijmegen, pero fue detenida mucho antes de llegar por hombres del Kampfgruppe Henche, un Batallón recogido de aquí y de allá, formado por guardias ferroviarios, soldados y aviadores. Alrededor de las 13:00 horas, los primeros aliados, junto con la vanguardia de la 1? Brigada Aerotransportada tocaron tierra al oeste de Arnhem. Casi una hora después llegó incluso el resto de la 1? Brigada de Paracaidistas, cerrando la larga serie de lanzamientos de la jornada. A las 15:00 horas, los paracaidistas ingleses habían completado el perímetro defensivo, y hacia las 15:40 horas comenzaron a moverse hacia Arnhem en tres columnas en paralelo. Mientras tanto, el General Student, al mando de la 1? Ejército de Paracaidistas, viendo con sus ojos los lanzamientos aliados sobre Vught, desvió a la 59? División de infantería (perteneciente a la XV Cuerpo de Ejército) que se dirigía en tren hacia el este y la envió a reforzar al XXXVIII Cuerpo de Ejército, a Best, mientras que la 719? División Costal, perteneciente al XXXVII Cuerpo de Ejército del General Sponheimer, fue dirigida a Tourrihout, hacia el este, como ayuda. Alrededor de las 13:00 horas, el Kampfgruppe de las SS Hoenstauffen comenzó a descargar de los trenes los recursos que le quedaban, mientras que el Generalfeldmarschall Model, comandante en jefe del Grupo de la Ejército B, habiendo recibido los primeros informes sobre el lanzamiento de los paracaidistas en Wolfheze, cambió el emplazamiento de su Cuartel General de Oosterbeek a Terborg, casi 50 km al este. Dos horas más tarde, Model mismo se presentó en el Cuartel General de las fuerzas esparcidas por Holanda tomando bajo su mando directo el II Cuerpo Panzer de las SS. Tres horas más tarde, Model, que era considerado un genio cuando se trataba de poner remedio a estas situaciones, había preparado ya su plan de defensa. Para otorgar la máxima prioridad a la defensa de los puentes, quitándoselo al mismo Hitler, obtuvo para el día siguiente el apoyo de más de 300 cazas, la casi totalidad de los aviones disponibles en el frente de Europa occidental; el mando de las tropas de adiestramiento del cercano distrito militar de Wehreiss VI y el de todas las unidades que se encontraran en el área de Wesel, por un total de al menos 3.000 hombres, formaron un improvisado batallón. Además (y esto fue lo más importante de todo) consiguió que los vehículos, los repuestos y las municiones necesarias para hacer eficiente el II Panzer comenzasen a llegar en 48 horas. Una vez conseguidos los refuerzos necesarios, confió al General Student el control de las operaciones en el área de Eindhoven, enviando el Kampfgruppe Chill contra el XII y el XXX Cuerpo de Ejército; la 59? División de Infantería junto con la 107? Brigada Panzer, prometida por el Generalfeldmarschall Rundstedt, contra la 101? Aerotransportada. Los hombres del Wehrreiss VI, comandados por el General Feldt, tenían que coger el relevo de la 82? División alrededor de Groesbeek con el II Cuerpo de Paracaidistas enviado como refuerzo desde Colonia. El Kampfgruppe de las SS Frunsberg tenía que trasladarse durante el día a través del puente de Arnhem en dirección a Nijmegen para impedir que lo atravesaran, mientras el Kampfgruppe Hohenstauffen, siempre de las SS, tenía que retener a los ingleses al oeste de Arnhem hacia la parte alta; el camino sobre el que se estaban moviendo los paracaidistas ingleses había sido bloqueado por el Kampfgruppe de las SS Spindler, que a lo largo del día había conseguido reforzar sus posiciones transformándolas en una sólida línea defensiva. Con la llegada de la noche, después de haber visto pasar los 30 vehículos del 9° Batallón de Reconocimiento de las SS, que constituía la vanguardia del Kampfgruppe Frundsberged, llegando desde el norte sin detenerse, los primeros paracaidistas ingleses del 2° Batallón tomaron posiciones en los edificios del lado norte del puente de Arnhem sin encontrar ninguna resistencia. Cuando el resto del Kampfgruppe Frundsberg llegó al puente se encontró con el camino cortado. Bittrich colocó inmediatamente los vehículos blindados del 10° Batallón de Reconocimiento de las SS a la defensa de la parte sur del puente, pero durante la noche, algunas tropas reforzaron las posiciones inglesas llevándoles Piat, ametralladoras pesadas, minas y radio con la que poder llamar en su ayuda a la artillería. De esta forma comenzó la larga y extenuante batalla por el control del puente de Arnhem. El segundo día, lunes 18 de septiembre, la fortuna se volvió del lado de los alemanes; una niebla muy densa seguida de lluvia detuvo en tierra a la segunda oleada de tropas que tenía que haber partido al amanecer desde Inglaterra; también por culpa de la niebla, en Bélgica y en el norte de Francia los aviones tuvieron que permanecer en tierra, mientras que en la parte alemana escampó la lluvia y se aclaró el cielo. De esta forma, 190 cazas alemanes atacaron a las tropas aliadas llegando hasta Joe Bridge. Por primera vez, al norte de Europa, los aliados combatían sin el dominio aéreo. Al amanecer, los carros de combate de los Guardias retomaron el avance, dejando a la 231? Brigada en el pueblecito de Valkenswaard. Al mismo tiempo, en Nijmegen, el 1er. y 3er. Batallón del 508° Regimiento de Paracaidistas lanzaron el primero de los tres ataques del día, rechazados uno a uno por los defensores. Mientras tanto, casi 3.400 hombres del Wehrkreis VI, organizados en cuatro grupos bajo la 406? División Landesschutzen, comenzaron a atacar las posiciones americanas que se encontraban en las alturas, alrededor de Groesbeek, consiguiendo infiltrarse. En Arnhem, ambas partes atacaron al amanecer. El Kampfgruppe von Tettau, con la 224? Compañía Panzer, equipada con carros armados Renault, atacó a los ingleses llegando hasta Renkum, absorbiendo en el ataque las diversas formaciones alemanas que encontró por el camino. También en este caso los combates duraron todo el día. Simultáneamente, el 3er. Batallón del 1er. Regimiento de Paracaidistas inglés retomó el avance hacia Arnhem a lo largo del camino defendido por el Kampfgruppe de las SS Spindler. Cuando las tropas inglesas llegaron a poco más de 2.000 metros del puente, la situación se hizo extremadamente confusa, encontrándose ambas partes envueltas en un ensangrentado combate calle a calle. El mismo Urquhart, expulsado por sus propias tropas, se vio obligado a buscar refugio en la casa de un amigo mientras patrullaban las calles los soldados alemanes. Alrededor del puente, los hombres de Frost, numéricamente más o menos igual que el enemigo, mantenían todavía buenas posiciones. Los alemanes, después de un primer asalto, se dieron cuenta de que podían hacer bien poco con la infantería, especialmente después de haber visto la calidad de los hombres que tenían de frente, por lo que llamaron a la artillería pesada que, desde el amanecer de aquel día empezó a desmantelar las posiciones inglesas casa a casa. Hacia las 9:30 horas, los vehículos del 9° Batallón de Reconocimiento de las SS, de regreso hacia Nijmegen, intentaron irrumpir en las posiciones enemigas atravesando el puente, pero fueron completamente destruidos primero por las minas y después por los cañones y las granadas. A pesar del valor demostrado por los hombres del 3er. Batallón, la situación se fue haciendo cada vez más crítica: Frost tenía alimentos sólo para 48 horas y las municiones comenzaban a escasear, mientras los refuerzos que le podían venir del 3er. Batallón seguían bloqueados por el Kampfgruppe Spindler, muy lejos aún del puente. Hacia las 13:00 horas, los primeros aviones y aeroplanos de la segunda oleada, retenidos en tierra por la niebla hasta más de las diez de la mañana, comenzaron a llegar a las zonas de lanzamiento. Más de 2.500 hombres pertenecientes a dos batallones del 327° Regimiento de Infantería Aerotransportada en aeroplanos llegaron a la posición de la 101? División con casi 450 aeroplanos, llevando consigo un centenar de jeep, carros y bulldogs. En una hora, el 502° Regimiento de Paracaidistas, reforzado con carros armados de la 8? Brigada inglesa, atacó las posiciones de la 59? División de Infantería situada en Best, derrotándola prácticamente, aunque no consiguió tomar el centro habitado. En Groesbeek, las zonas de lanzamiento ocupadas por los alemanes durante la mañana fueron liberadas por los hombres del 505° Regimiento, permitiendo que aterrizaran los 1.800 hombres y el resto de la artillería de la División. Inmediatamente después del lanzamiento de los refuerzos, llegaron los suministros, de los que la 101? División consiguió recuperar el 50% aproximadamente, mientras que la 82? consiguió el 80%. Al oeste de Arnhem, los refuerzos llegaron alrededor de las 15:00 horas. La 4? Brigada Paracaidista se lanzó directamente sobre el 3er. Batallón de Policía de las SS Holandesas, obligándole a la retirada. El resto de la División, casi 2.000 hombres, aterrizó con aeroplanos sin encontrar ningún problema. Problemas que sin embargo sí que existieron para el lanzamiento de los suministros: las zonas de lanzamiento para los suministros estaban todavía en manos de los alemanes, los cuales imitaron las señales inglesas, capturando 75 de las 90 toneladas del material lanzado y derribando 13 aviones. A pesar de este incidente, la segunda oleada había conseguido las posiciones preestablecidas con éxito. Con todo, los acontecimientos comenzaban a inclinarse a favor de los alemanes; el XXX Cuerpo de Ejército, que finalmente había alcanzado a la 101? División, permanecía bloqueado en Son, mientras los ataques del XII y del VIII Cuerpo de Ejército, respectivamente, tenían que surtir efecto de un momento a otro. El 1er. Cuerpo de Ejército Aerotransportado había perdido la ventaja que constituía el efecto sorpresa, sin que las distintas Divisiones consiguieran consolidar las posiciones; por otra parte, no había disponibles más refuerzos que pudieran ayudar durante la batalla o que permitieran aprovechar eventuales victorias. Por contra, a lo largo del día, el LXXXVI Cuerpo de Ejército, a las órdenes del General von Obstfelder, con la 176? División de Infantería, compuesta por casi 7.000 reclutas y semi-inválidos, y la División Erdmann, formada por casi 3.000 hombres bien entrenados, llegaron para reforzar las posiciones comprendidas entre Weert y Helmond. Los dos días siguientes, los refuerzos pedidos por Model comenzaron a llegar desde todos los puntos de Alemania.
contexto
Salerno, 8 de septiembre de 1943. Italia está en guerra desde hace 1.184 días; el fascismo cayó hace cuarenta y cinco días y hace cinco días fue conquistada la isla de Sicilia. Las Fuerzas Armadas aliadas han puesto el pie en el continente a través de Calabria. En Salerno, aquel día se produjo el enésimo bombardeo. Desde hacía varias semanas la ciudad se había convertido en un objetivo importante para la formación de bombarderos aliados. Las incursiones se sucedían a un ritmo infernal de día en día, de hora en hora, hasta el punto de que Salerno ya se había convertido en un montón de ruinas y la gente buscaba refugio en las galerías y en los refugios, llena de hambre y sin esperanza.Sin embargo, de repente, a las 19:45 horas de aquella tarde de septiembre, también en Salerno, entre las ruinas y en los refugios, se escuchó la voz del mariscal Badoglio que anunciaba el armisticio entre Italia y los aliados. ¿Había terminado la guerra? Muchos lo creyeron así y, como sucedió en otras provincias del país, la gente corría por las calles como loca. Pero la manifestación popular duró poco: una flota naval enorme apareció por el horizonte apuntando de forma amenazadora hacia el golfo de Salerno. A la alegría le sucedió el temor y el miedo, por lo que la gente volvió a esconderse en los refugios en espera de ver cómo se desarrollaban las siguientes horas.Las naves avistadas transportaban un fuerte contingente de tropas de desembarco que tenían como objetivo Salerno. Esta acción militar, llevada a cabo en coincidencia con la proclamación del armisticio, apenas fue advertida por los italianos, demasiado trastornados por los acontecimientos de aquel dramático día; y sin embargo, fue una acción muy importante que si hubiera estado mejor coordinada habría podido hacer que terminara la guerra mucho antes. Las cosas no fueron así: los alemanes, aunque cogidos por sorpresa, tuvieron suficiente tiempo para reaccionar y les faltó poco para conseguir devolver al mar a los aliados. ¿Por qué sucedió esto?Para responder a esta pregunta es necesario remontarse hacia atrás algunos meses, cuando Mussolini aún no había sido destituido. El 9 de julio de 1943, las fuerzas aliadas desembarcaron en Sicilia prácticamente sin sufrir pérdidas (en esta fecha, el 9 de julio, es cuando los historiadores marcan el comienzo de la campaña de Italia).En realidad, mientras las fuerzas de desembarco abrían con inesperada facilidad la cabeza de puente de la isla, el Alto Mando aliado aún no tenía un plan preciso sobre el futuro de la guerra. El desembarco de Sicilia fue el fruto de un fatigoso compromiso alcanzado con los aliados en la conferencia de Casablanca. Churchill quería que Sicilia fuera la base de operaciones de ataque a la fortaleza europea; sin embargo, Roosevelt, apremiado por Stalin, decidió terminar, con la ocupación de la isla, las operaciones militares en el Mediterráneo y movilizar el grueso de las fuerzas de desembarco hacia Manica, para preparar el desembarco de Normandía. Estas decisiones eran definitivas cuando el comandante supremo aliado, el general Eisenhower, viendo una rápida victoria en Sicilia, estudió por su propia cuenta el desembarco de Salerno.Hay que añadir que este desembarco fue preparado a comienzos de julio de 1943, cuando Italia aún se encontraba en guerra y ni siquiera contemplaba la eventualidad de una caída del fascismo, así como la solicitud por parte de Roma de una tregua.El Mando supremo aliado decidió proclamar la rendición italiana aquel mismo día, aunque en Roma se seguía tratando de convencer a los aliados para suspender las operaciones. Ninguno se preocupaba de dar órdenes precisas a las tropas ni de proponer un plan eficaz para hacer frente a los alemanes. De repente, a las 18:00 horas, el rey convocó el Consejo de la corona para notificar la proclamación del armisticio: en la discusión que siguió, el general Carboni manifestó su deseo de retrasar el armisticio con la intención de ganar el tiempo necesario para preparar la defensa de Roma. El Ministro de Exteriores, Guariglia, y el coronel Marchesi, subrayaron que en el mismo momento en el que radio Argelia dió la noticia, cualquier duda debilitaría la confianza de los aliados. Incluso el rey Vittorio Emanuelle III estaba de acuerdo con ellos. Una hora más tarde, a las 19:45, Badoglio leyó el mensaje por la radio. Esa misma tarde, los medios de desembarco aliados entraron en el golfo de Salerno.La orden de operación preveía desembarcos al norte y al sur del río Sele. Los comandos británicos tenían que conquistar la zona norte, ocupar el aeropuerto de Montecorvino, Battipaglia y las poblaciones que conducen a Nápoles. Los rangers americanos tenían que desembarcar al sur del Sele y apoderarse de las carreteras principales para establecer el contacto con las tropas de Montgomery, que se dirigían hacia Calabria. En el momento del desembarco, los primeros soldados aliados tomaron tierra con relativa facilidad, aunque, poco más tarde, la reacción alemana se desencadenó violentamente. Mientras las bengalas con paracaídas iluminaban la zona de desembarco, todas las posiciones costeras de defensa abrían fuego contra las fuerzas de desembarco que se aproximaban hacia la playa. Pocas horas antes del desembarco, a las 14:00 horas, el Cuartel General del mariscal Kesselring, en Frascati, había sido completamente destruido por una incursión aérea. Dicho bombardeo, que formaba parte de los planes de la operación aliada, quitó durante un tiempo el mando a las tropas alemanas que se encontraban en el sur de Italia. El mismo Kesselring se quedó completamente aislado durante algunas horas. Sólo más tarde, cuando consiguió ponerse en contacto con Berlín, apareció la noticia de la capitulación de ltalia.Los alemanes, y entre ellos sobre todo el general Rommel, se habían resignado a perder una parte de Italia, la parte meridional, más expuesta a posibles desembarcos y a concentraciones en la línea de defensa que la organización Todt comenzó a construir entre La Spezia y Rimini. Kesselring, que operaba en el frente sur, no se rindió. La noche entre el 8 y el 9 de septiembre, jugó todas sus cartas para demostrar a Hitler que sus ejércitos todavía eran capaces de controlar la situación y mantener el control de aquella parte de la península que Rommel ya había dado por perdida. Sostuvo esta decisión manteniendo que era indispensable impedir a los aliados conquistar los aeropuertos del sur de Italia para evitar que la Alemania meridional entrara en el radio de acción de las formaciones aéreas aliadas. Kesselring ordenó a las tropas que se concentraran en los alrededores de Roma. Deseaba eliminar lo más rápidamente posible cualquier resistencia italiana para verse libre y descargar todas sus fuerzas contra las tropas de desembarco aliadas que habían entrado en el golfo de Salerno. Sin embargo, las tropas italianas, a pesar de la confusión y de la falta de órdenes precisas, reaccionaron al ataque alemán.La noche entre el 8 y el 9 de septiembre se combatió en los alrededores de Roma, sobre todo en la vía Magliana y a ocho kilómetros de la vía Ostiense. Muchos de los encuentros se produjeron durante el día 9 de septiembre. La división Ariete, formada en Cassia, resistió un duro ataque en la zona de Monterosi. La división Piave combatió en Monterotondo y en Mentana, obligando a la rendición a un batallón de paracaidistas alemanes. Sin embargo, la resistencia esporádica de los italianos, ni bien coordinada ni apoyada ante la llegada de las tropas aliadas, estaba destinada a enfrentarse contra el avance de los panzer alemanes. El día 10, la acción alemana se hizo más violenta. Porta San Paolo se hizo el centro de la última resistencia encarnizada. En los combates participaron también los civiles, a los cuales se les repartieron armas. Al finalizar el día, los últimos baluartes fueron destruidos.En Salerno, mientras tanto, durante las primeras 48 horas que siguieron al desembarco, los aliados consiguieron cambiar la situación de las defensas alemanas y orientarse hacia el interior. La resistencia alemana era débil, por lo que el general Clark pudo sentirse satisfecho: las naves lograron descargar carros armados y vehículos motorizados permitiendo que los refuerzos afluyeran regularmente en la playa. La artillería alemana se quedó muda y la Luftwaffe parecía que había desaparecido. Prosiguiendo con el avance, los aliados ocuparon el aeropuerto de Montecorvino y reactivaron las pistas. La batalla parecía ya vencida ya que los alemanes se retiraban o se rendían. Tres días después del desembarco, los aliados controlaban una cabeza de puente de cien kilómetros de longitud y diez de profundidad. Sin embargo, de repente, la situación sufrió un dramático cambió: los alemanes desencadenaron el contraataque.Tropas frescas y bien armadas atacaron por sorpresa el sector norte derribando las defensas de los comandos británicos. Pocas horas después, el contraataque se extendió a todo el arco del frente. Las tropas alemanas que llegaron como refuerzo eran las divisiones de Kesselring que se encontraban retenidas en Roma: una vez asegurado el control de la capital italiana, pudo lanzarse contra las tropas aliadas. En contraste con Rommel y con el Mando Supremo que seguían negándole refuerzos ya que consideraban perdida la situación en Italia, intentó dar la vuelta a la situación. El plan era el siguiente: empujar a los aliados hacia el mar antes de que éstos pudieran unirse a las tropas de Montgomery, que empezaba a marchar desde Calabria. Ante las fuerzas alemanes, la formación anglo-americana vaciló. La retirada fue general. Los alemanes reconquistaron posiciones estratégicas importantes, como Battipaglia y Altavilla, y avanzaron hacia el centro de la cabeza de puente aliada en donde se abría la peligrosa brecha trazada por el río Sele, que dividía el cuerpo británico del americano. En campo aliado se registraron tremendas desbandadas. La situación se hizo desesperada para los aliados. El general Clark, que había perdido su optimismo, pidió insistentemente que le enviaran refuerzos. Para contrastar el avance alemán se decidió utilizar la división de paracaidistas Airbone: eran los paracaidistas americanos que habrían tenido que lanzarse sobre Roma el 8 de septiembre, pero que se quedaron retenidos en el aeropuerto de Licata; ahora se lanzaban sobre la retaguardia con la intención de golpear y desorganizar los movimientos del enemigo. Sin embargo, ni siquiera su intervención modificó la situación. Los alemanes siguieron victoriosos su marcha. Para conseguir el éxito total era necesario que intervinieran las dos divisiones acorazadas que se encontraban al norte con Rommel. Kesselring lo pidió insistentemente, pero le fue denegado. En el aire se presentía la sensación de que se iba a repetir lo ocurrido en Dunkerque, a pesar de que en sus Memorias, el general Clark niega haber pensado en aquel momento en reembarcar sus tropas.El mariscal Alexander, comandante en jefe de las fuerzas británicas, decidió resolver la situación solicitando la intervención directa en la batalla de la escuadra naval; ésta, el 14 de septiembre abandonó la isla de Malta y se dirigió hacia Salerno. Al mismo tiempo, algunos bombarderos pesados se lanzaron sobre la costa de Salerno creando ruinas y destrucción en la retaguardia alemana. Para los fines de la batalla era decisivo el bombardeo naval. Acercándose al límite de la costa, los barcos realizaron la misión que normalmente desempeña la artillería. Sus bombas destruyeron las posiciones alemanas junto con zonas enteras de población civil.El 16 de septiembre, la carretera de Nápoles estaba prácticamente abierta para los anglo-americanos. Hay que decir, sin embargo, que si el desembarco de Salerno fue un éxito desde el punto de vista militar, políticamente y estratégicamente no alcanzó los objetivos que se había prefijado: la inmediata liberación de Nápoles y el rápido avance sobre Roma. Para liberar Roma se necesitaron todavía nueve meses y para recorrer los 54 kilómetros que separan Salerno de Nápoles, 22 días: los días de la insurrección popular de los napolitanos.
video
Ataque alemán sobre la URSS. Asalto sobre Moscú. Ofensiva soviética de invierno. Ofensiva alemana de verano. Avance alemán por el sur. Avance alemán sobre Estalingrado. Stalingrado. Liberación de Estalingrado.
contexto
Como sabemos, la decisión de Hitler de atacar a la Unión Soviética fue muy temprana. Las directivas para la misma ya estaban tomadas a fines de 1940 y, en realidad, la serie sucesiva de desastres que Italia proporcionó a la causa del Eje sólo tuvo como consecuencia un retraso de un mes en la puesta en marcha de la ofensiva alemana, cuya fecha definitiva sólo se decidió el mismo día en que los británicos reembarcaban desde Grecia. No parece en absoluto que este hecho jugara un papel determinante en el fracaso de la operación. La ofensiva alemana se inició un día antes del aniversario de la invasión napoleónica y resultó tan fatal como en aquel caso, pero "el general invierno", a quien el emperador francés responsabilizó de sus derrotas, sólo fue una de las causas de tal resultado en este caso. Desde un principio, estuvo muy claro cuál era el propósito de la Alemania de Hitler. Se trataba de poner fuera de combate a la URSS en un plazo muy corto de tiempo. El Ejército Rojo sería rodeado y destruido junto a las fronteras, mediante una serie de movimientos de pinza, de modo que se pensaba que en cuatro semanas la victoria sería completa. Los primeros éxitos hicieron pensar incluso en la posibilidad de reducir todavía más este plazo. Para hacer posible esta resonante victoria, Alemania contaba con el núcleo de su Ejército, que no había cesado de crecer hasta un total de cinco millones de soldados, de los que tres -junto con medio millón más de los aliados- fueron empleados en este frente. Se trataba de un arma de guerra excepcional que había dominado Europa con un reducidísimo número de muertos, apenas unos setenta mil, cifra que para situar en sus términos habría que poner en relación con los 43.000 muertos por bombardeo en tan sólo un año de la batalla aérea en Londres. Esta capacidad ofensiva alemana puede dar una impresión de un Ejército moderno y mecanizado, pero tan sólo resulta parcialmente cierta, pues la ofensiva hacia la URSS también se emprendió con nada menos que 600.000 caballos. El arma en la que el desgaste había sido mayor era la Aviación, pero el ataque por sorpresa supuso la destrucción masiva de unos 4.000 aparatos soviéticos, de modo que en la primera parte de la guerra la superioridad alemana fue absoluta y total. Alemania no triunfó en la guerra contra la URSS, pero fue ahora, con esta ofensiva, cuando quedó definitivamente demostrada la calidad de su Ejército. En vez de fulgurantes victorias, se tropezó con una inmensidad de espacio y de sufrimiento por parte del adversario, aunque sus tropas estuvieron a la altura de ese reto. Al final de la guerra, de sus 1.400 generales había muerto más de una tercera parte, en su inmensa mayoría luchando contra los soviéticos. La ofensiva contra la URSS fue una revolución en el propio transcurso de la guerra y también en la concepción bélica contemporánea. En este frente, en efecto, se llevaron a cabo los combates más intensos y en los que participó un mayor número de efectivos humanos y materiales y en él, además, hubo más bajas que en todos los demás frentes juntos. De ahí deriva el crucial papel jugado por la Unión Soviética durante el período bélico y con posterioridad. Pero la novedad del tipo de guerra practicada en el frente oriental no radicó tan sólo en el volumen de los efectivos empleados sino, más aún, en su ferocidad. Antes de proceder a la invasión, Hitler ya había sido muy preciso con sus generales: las diferencias de raza e ideología hacían que ahora el combate con los soviéticos no pudiera librarse en absoluto con las condiciones de caballerosidad con las que luchaba de forma habitual Alemania. Los eslavos eran seres inferiores y embrutecidos, dominados por comunistas y judíos, que debían quedar sometidos a la raza superior destinada a convertirlos en siervos. La tierra que ocupaban tenía que ser abandonada, las ciudades serían arrasadas y se practicaría una explotación sistemática de sus recursos materiales y humanos por déspotas feudales arios. Las minorías dirigentes debían ser sencillamente exterminadas y por ello no tiene nada de particular que el ataque al Este coincidiera con la puesta en práctica de lo que, por otra parte, resultaba inevitable de acuerdo con la ideología del racismo, es decir la "Solución final" o, lo que es lo mismo, el aniquilamiento de los judíos. Hitler confiaba en obtener una victoria rápida, en parte por motivos objetivos, pero también por otros mucho menos justificados. Sabía de las purgas que habían pulverizado a la oficialidad soviética. Gracias a ellas, Stalin no pudo contar con tres de sus cinco mariscales, trece de sus quince jefes de Ejército, más de la mitad de los generales de división y casi idéntica proporción de los de brigada. Pero, como contrapartida, no tuvo en cuenta la capacidad de movilización y de resistencia de los soviéticos. Aunque Alemania producía en 1940 casi el doble de acero que la URSS, ésta pronto concentró con mayor decisión sus esfuerzos en la guerra y fue capaz de producir más de 20.000 carros y 10.000 aviones al año, cifras que en un principio fueron superiores a las alemanas. Pero, sobre todo, el Führer ignoró esa capacidad de resistencia del soldado ruso, del que Federico el Grande decía que era necesario matarle dos veces y luego darle la vuelta para ver si había muerto. La propia brutalidad de la guerra emprendida por los alemanes -que tomaron casi seis millones de prisioneros y más de la mitad murió como consecuencia del trato recibido- no tuvo más consecuencia que la de fomentar la resistencia enemiga y a ello contribuyó que Stalin respondiera con idéntica dureza. Para él, quienes caían en manos del adversario eran poco menos que traidores confesos y no prisioneros. Si la guerra fue brutal, fue porque tuvo al frente como protagonistas esenciales a dos dictadores sin piedad, para cada uno de los cuales ésta fue su experiencia biográfica fundamental. Stalin no podía ignorar que, en un plazo más o menos largo, Hitler le atacaría, pero es probable que pensara que disponía aún de tiempo. La mejor prueba de ello es quizá el hecho de que detuvo la purga del mando militar y preparó nuevos tipos de armas, entre las cuales figuraban tanques de mayor tamaño que los alemanes. Pero, de momento, la preparación soviética para enfrentarse con el Ejército alemán resultó poco menos que nula. Stalin desoyó las advertencias de los anglosajones, no tuvo en cuenta los vuelos de reconocimiento alemanes en su propio territorio e incluso su primera reacción ante el ataque fue de tal incredulidad que pretendió que fuera interpretado como una provocación de quien estaba enfrente. Llegó incluso a desaparecer durante unos días, fuera porque estuviera paralizado por el terror o porque quisiera que las responsabilidades de las primeras derrotas recayeran sobre otros. Más adelante, sin embargo, reaccionó asumiendo todas las decisiones cruciales. Se convirtió en un jefe que hablaba a los soviéticos paternalmente y parecía carente de otra connotación política que no fuera la patriótica. Pero su liderazgo fue tan férreo que pudo trasladar a doce millones de personas supuestamente sospechosas a la retaguardia; en realidad, no se les podía reprochar absolutamente nada, pero estas deportaciones se mantuvieron vigentes hasta los años sesenta. Carecía Stalin de las intuiciones estratégicas de Hitler y cometió frecuentes errores, como, por ejemplo, en la primera fase de la guerra, iniciar ofensivas para las que no tenía fuerzas suficientes. Incluso sus anteriores conquistas fueron contraproducentes, porque trasladaron sus ejércitos a las fronteras, más a mano de sus adversarios que con anterioridad. Todo eso parece demostrar que su alianza pasada con Hitler no le reportó ventaja alguna en última instancia. En sus Memorias, Churchill recuerda que Molotov, el segundo de Stalin, se preguntaba si los soviéticos "se merecían" el ataque alemán y concluye que la diosa de la venganza, Némesis, dio las pruebas de que sí. En cuanto a los errores de Hitler, a pesar de anteriores aciertos, fueron más numerosos y graves. Obsesionado por la guerra con la Rusia soviética, nunca dudó que debía desencadenarla, a pesar de la resistencia de alguno de sus colaboradores. Convencido de que duraría poco, de forma inmediata ordenó orientar la producción hacia la Aviación y la Marina, como si ya no le quedaran más adversarios que los anglosajones. Muy pronto, sus propios generales apreciaron en él ideas absurdas o de imposible cumplimiento. Su despotismo podía servir para impedir el desmoronamiento del frente propio -como sucedió, por ejemplo, a fines de 1941- pero a menudo se perdía en extravagancias, como afirmar que era inconveniente iniciar una guerra en viernes, información que le transmitió al solícito Mussolini. Si en la derrota francesa había jugado un papel decisivo la capacidad de Hitler de pasar por encima de sus generales y optar por la audacia, en el caso de la URSS hubiera hecho mucho mejor haciendo caso al más innovador de ellos, Guderian, que hubiera preferido que se le ordenara una penetración muy decidida, incluso olvidando el enemigo que quedaba en retaguardia. Hitler, por el contrario, optó por una estrategia de ir envolviendo sucesivamente a masas adversarias, lo que daba la impresión de producir victorias decisivas cuando no era realmente así y, además, osciló varias veces en su opinión acerca de cuál había de ser la dirección principal de la penetración propia. La ofensiva se inició el 22 de junio y dio la sensación inicial de triunfar en toda la línea. En dos batallas envolventes sucesivas, los alemanes capturaron más de medio millón de soldados enemigos y tuvieron la sensación de que la guerra todavía sería más corta de lo previsto. Sin embargo, los resultados iniciales de apariencia próspera ocultaban la realidad de que se habían perdido algunas excelentes oportunidades. La mejor de ellas hubiera sido la captura de Murmansk, el puerto de aguas cálidas en el Ártico, por donde les llegaría luego a los soviéticos la ayuda anglosajona. Además, pronto fue evidente también que la inmensidad del espacio ruso planteaba dificultades logísticas excepcionales. A pesar de que el ataque se había desarrollado en las mejores condiciones, los alemanes debieron detenerse durante algún tiempo. Luego reanudaron su avance con otras dos batallas envolventes en la zona central y en el frente Sur, que produjeron cada una de ellas más de medio millón más de prisioneros soviéticos. Gracias a ellas, pudieron tomar Esmolensko y Kiev, pero la misma ocupación de esta segunda ciudad, efectuada en septiembre, denotaba los titubeos de Hitler quien, en vez de concentrar sus esfuerzos en dirección a Moscú, parecía ahora optar por dirigirse hacia el Sur, donde se concentraba gran parte de la riqueza económica de la Unión Soviética. A estas alturas, además, habían aparecido las primeras armas sorpresa de los rusos, como los "Katiusha" o baterías de misiles, también denominados "órganos de Stalin", de una enorme potencia destructora. Cuando los alemanes volvieron a concentrar sus esfuerzos bélicos en dirección hacia el Norte, lograron, aun con crecientes dificultades, proseguir su avance. Las avanzadas llegaron apenas a una veintena de kilómetros de Moscú, donde se produjeron algunas escenas de auténtico pánico. A todo esto, cada uno de los contendientes había obtenido ayuda de sus aliados. La guerra contra la Unión Soviética proporcionó a Alemania la oportunidad de convertirse en la ejemplificación del anticomunismo, pero la ayuda -escasamente deseada- de unidades voluntarias o regulares de otros países del Este europeo o del Mediterráneo supuso poco en el desarrollo del conflicto. En cambio, para los soviéticos la ayuda anglosajona fue muy importante. En menos de un mes, Gran Bretaña firmó un pacto con la URSS y, a continuación, llegó a enviar hasta cuarenta convoyes marítimos hacia Murmansk. Churchill había sido desde siempre un caracterizado anticomunista, pero estaba dispuesto a pactar incluso con el mismo diablo con tal de conseguir a estas alturas un aliado contra Hitler. Stalin siempre fue un colaborador muy incómodo que no dejó nunca de exigir la inmediata apertura de un segundo frente, pero por el momento pareció aceptar que no se le hicieran concesiones territoriales. Tampoco dio facilidades de ningún tipo respecto a Japón cuando este país entró en la guerra contra los Estados Unidos. En parte, ello se explica porque fue la seguridad de tener la retaguardia bien cubierta lo que hizo posible la contraofensiva soviética, iniciada en diciembre del mismo 1941. Stalin recurrió ahora a la figura de mayor prestigio del Ejército Rojo, Zhukov, y a las divisiones siberianas que, durante años, se habían fogueado en una guerra no declarada contra el Japón. El clima, además, favoreció de forma considerable a los soviéticos con el adelanto de un invierno para el que los alemanes, que habían pensado en conseguir una victoria en tan sólo unas semanas, no estaban ni remotamente preparados. La ofensiva hizo retroceder a las tropas de Hitler e incluso en algún momento produjo entre ellas un fenómeno inédito, la aparición del pánico que, hasta el momento en esta guerra, los alemanes sólo habían podido observar en el adversario. En gran medida, fue la intervención de Hitler la que consiguió que el frente no se derrumbara, pero para ello debió relevar a buena parte de los altos mandos y ordenar taxativamente que no hubiera retrocesos. La alta calidad de la oficialidad alemana constituyó un factor decisivo para que no tuviera lugar un desastre. Ninguna gran unidad fue rodeada y las que lo fueron temporalmente, aprovisionadas desde el aire, resistieron hasta el momento de ser auxiliadas. En enero de 1942, se produjo una nueva ofensiva rusa, que vino a confirmar la idea de que las expectativas de rápida conclusión de la guerra carecían de fundamento. No sólo había fracasado la Alemania de Hitler, sino que a partir de este momento se inició su decadencia como poder militar. La "Guerra relámpago" -Blitzkrieg-, que le había proporcionado sus mejores éxitos, ahora parecía de imposible puesta en práctica, tanto porque no existía ese punto de aplicación gracias a cuyo derrumbamiento colapsaba el frente adversario, como por las enormes dificultades logísticas que impedían sacar el provecho total de una victoria inicial. Pero esto es adelantar acontecimientos, porque en el frente oriental, ante el aparente resultado en tablas entre los dos contendientes, el resultado de su confrontación quedó pendiente hasta la campaña de verano de 1942. Mientras tanto, en el Norte de África los británicos, aunque manteniendo la iniciativa, perdieron a lo largo de todo el año 1941 la oportunidad de liquidar la presencia adversaria. En marzo, la llegada de Rommel, audaz y austero general alemán, y el envío de refuerzos a Grecia habían provocado el retroceso hacia Egipto, dejando en la retaguardia a Tobruk como posición fortificada cercada por el adversario. La posterior ofensiva de fines de año hizo retroceder a las fuerzas del Eje fuera de Cirenaica, pero no fue decisoria porque el núcleo de las tropas enemigas logró evadirse, ni tampoco logró atraer fuerzas alemanas hacia un frente que Hitler siempre consideró secundario.
contexto
El Estado Mayor alemán había previsto con mucha antelación la rápida derrota del Ejército Rojo y el avance hasta la línea Volga-Arkangelsk para, desde allí, destruir con aviación las reservas e instalaciones de la Rusia asiática. El pacto de amistad y cooperación vigente desde agosto de 1939 no había anulado los intereses expansionistas del Reich sobre los extensos territorios del Este. La operación debía comenzar en noviembre de 1940, pero el fracaso de los italianos en Grecia obligó a acelerar la conquista de los Balcanes. El fracaso de la Batalla de Inglaterra y la decisión de invadir la URSS hicieron posponer nuevamente León Marino e implicaron a Alemania en una guerra de dos frentes. El grueso de las fuerzas acorazadas y motorizadas fue trasladado así al Este. El Ejército alemán había duplicado el último año el número de sus divisiones panzer, aunque sin aumentar sus efectivos, sino desdoblando las unidades en otras menores. De modo que aumentaron las tropas auxiliares, pero no el número de los carros y la campaña de Rusia se preparó con 800 menos que los empleados en la campaña de 1940 contra Francia y los Países Bajos. Hitler confiaba en la inferioridad técnica del Ejército Rojo y en la potencia representada por los nuevos carros tipo Mark III y IV, mucho más poderosos y mejor artillados. Sin embargo, los principales problemas de la invasión podían presentarlos el frío, la falta de comunicaciones y los enormes espacios. El rápido avance de 1940 en Europa occidental fue posible por su red de magníficas carreteras, por donde se movieron el grueso de las tropas y los suministros en camiones, en carros y a pie. En Rusia desaparecieron las buenas comunicaciones y aparecieron los enormes espacios. Guderian y los militares de su escuela defendían que los destacamentos acorazados debían penetrar en Rusia lo más profundamente posible, a fin de colapsar la resistencia. Hitler y los generales más conservadores impusieron que el avance se detuviera periódicamente, a fin de constituir grandes bolsas de prisioneros rusos. Esta decisión evitó en definitiva el colapso del Ejército Rojo y alargó la guerra, mientras el ataque en el Este supuso un balón de oxígeno para Inglaterra y le permitió mantener la resistencia en la isla e impulsar la campaña del Norte de Africa. Como ya era su costumbre, los alemanes invadieron la URSS sin declararle previamente la guerra. A las cuatro de la madrugada del 21 de junio de 1941, tres ejércitos cruzaron el Niemen, respectivamente en dirección Leningrado (von Leeb), Moscú (von Bock) y Stalingrado (von Rundstedt). Junto a los alemanes participaron tropas rumanas, húngaras, eslovacas, italianas y finlandesas a las que se unieron, más tarde, voluntarios belgas, franceses, croatas y españoles. Se iniciaba la Operación Barbarroja. En dirección Bialystok-Minsk, los invasores marcharon en dos columnas paralelas, muy alejadas entre sí y encabezadas por unidades de tanques que, en un momento dado, rectificaron la dirección para tomar líneas convergentes. Las fuerzas rusas de Bialystok quedaron encerradas en una enorme bolsa; la operación se repitió al oeste de Minsk y en Przemysl. Los rusos perdieron tropas en cantidades enormes y reconstruyeron el frente más al este. La Wermacht repitió su maniobra de cerco en Tallin, Narva, al oeste del lago Peipus y en Esmolensko. La intransigencia nazi estimuló la resistencia: Hitler ordenó asesinar a todos los comisarios políticos, quienes, enterados, no se dejaban capturar con vida y estimulaban la resistencia a ultranza de oficiales y soldados. Los nacionalistas ucranianos y bálticos, que recibieron a los alemanes como libertadores del yugo ruso, pronto comprobaron que les trataban como a una raza inferior y les retiraron su apoyo. En cambio Stalin hizo resucitar todos los viejos mitos patrióticos y nacionalistas, a fin de impulsar la resistencia popular y ordenó aplicar la táctica de tierra calcinada. Nada ni nadie debía quedar en las inmensas llanuras para beneficiar al invasor: las poblaciones, los ganados, los tractores, las fábricas, se replegaron hacia el Este, las granjas ardieron y fueron hundidos los puentes; mientras tanto, más allá de los Urales, los soviéticos organizaban otras 100 divisiones. Las maniobras alemanas embolsaron a miles de soldados soviéticos, pero su avance se frenó lentamente ante un espacio inacabable, cruzado por escasas carreteras. Las tropas de Guderian llegaron al río Beresina en nueve días, sin haber librado ninguna batalla decisiva. Pero julio fue lluvioso y el campo se enfangó, los camiones no podían moverse, los ríos carecían de pasos, las carreteras contaban con plataformas de madera que, si no habían sido voladas por los rusos, no resistían el peso de un tanque. El Beresina, que había contenido la retirada de Napoleón, era una maraña de brazos en medio de un paisaje encharcado.