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Durante el decenio de los sesenta los movimientos sociales tuvieron en el campo de la oposición un inesperado protagonismo. En realidad, la consolidación de Comisiones Obreras, la protesta nacionalista y el sindicalismo estudiantil fueron los hechos esenciales de la actividad opositora. La emergencia de la protesta social alimentó las todavía maltrechas filas de las formaciones antifranquistas y fue el principal argumento de sus alternativas estratégicas. En efecto, acontecimientos como las huelgas mineras asturianas de 1962-63, los incidentes estudiantiles de Madrid de febrero de 1965 y de Barcelona en la primavera de 1966, las concentraciones en la calle de CC.OO. en Madrid durante 1967, y las huelgas generalizadas vizcaínas de 1967 y 1969, habrían de resumir lo esencial no sólo de la protesta social sino de la oposición durante los años sesenta. Entre el otoño de 1964 y las elecciones sindicales de 1966, el movimiento de las Comisiones Obreras adquirió una nueva dimensión organizativa y programática. A pesar de la constitución de comisiones de obreros durante los dos ciclos de conflictividad en el Norte y Noreste de España de 1956-1959 y 1962-1964, y a la creación de una comisión obrera provincial en Vizcaya en torno a las elecciones sindicales de 1963 y la solidaridad con los represaliados de las huelgas, el carácter genuino de este movimiento social se terminó asociando a la conflictividad ligada a la negociación de convenios y a la actividad de los representantes legales elegidos tras las elecciones de 1963 en Madrid, Barcelona y Sevilla. En definitiva, a unas áreas industriales donde la discontinuidad de la composición y cultura de la clase trabajadora y, por tanto, de la oposición sindical, era mayor con la excepción de un reforzado partido comunista. La "inversión de terror" de la posguerra había cortado la continuidad de los viejos sindicatos no sólo y principalmente en estas grandes ciudades sino en las áreas rurales de donde procedían estos nuevos trabajadores industriales. Al comenzar los años sesenta la CNT se reducía en Barcelona a un centenar de veteranos militantes, agotados por la represión y las luchas intestinas. En el caso de los ugetistas su presencia en el mundo obrero se limitaba en la práctica a las cuencas mineras asturianas y las concentraciones industriales de la ría bilbaína. De nada sirvió que la CNT lograra reunificarse en 1960 y que firmara con UGT y ELA-STV un pacto de unidad de acción denominado Alianza Sindical que rechazaba el "entrismo" en el Sindicato Vertical. Hacia la mitad de los años sesenta, el crédito de los cenetistas terminaría agotándose debido a la reaparición de las divisiones internas, el activismo armado y el colaboracionismo con el sindicato vertical franquista. Al menos, los ugetistas pudieron beneficiarse de una destacada presencia internacional, a través de la internacional sindical, en tribunas tripartitas mundiales como, por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo. Por su lado, el PCE también estaba en un período de transición de su política sindical. A esto había respondido la formación del movimiento-organización conocido como Oposición Sindical Obrera (OSO) desde 1959. Serían los pasos dados por los comunistas de OSO entre los metalúrgicos madrileños los que llevarían al abandono de este embrión de sindicato entre 1965 y 1966. En efecto, la agitación desarrollada durante las negociaciones de un convenio provincial del metal de Madrid desde las plataformas de la Organización Sindical oficial, llevaron a la constitución el 2 septiembre de 1964 de lo que sería la primera Comisión Obrera estable de ámbito provincial. Esta Comisión fue creada tras una asamblea de enlaces y activistas en la sede de la Sección Social del Sindicato provincial del metal de la OSE, con el objeto de colaborar con la misma en la negociación del convenio provincial y a propuesta del vicesecretario del mismo. Esta Comisión, con mayoría de miembros del PCE, desarrolló una actividad alegal durante año y medio reuniéndose en locales sindicales, centros de asociaciones, dirigiendo escritos y entrevistándose con las autoridades, convocando concentraciones y haciendo colectas sin la necesidad de extender a las empresas la constitución de comisiones permanentes. No sería hasta la primavera de 1966, cuando la creación de otras comisiones más débiles en otros sectores como artes gráficas, transporte o construcción, permitió dar el salto de la constitución de la Inter de las comisiones obreras madrileñas. En junio de 1966 se produjo una concentración masiva ante la sede del Ministerio de Trabajo para la entrega de un pliego reivindicativo. Para entonces se habían divulgado algunos documentos de carácter semiprogramático, como el escrito Ante el futuro del sindicalismo o el titulado ¿Qué son las Comisiones Obreras?, que las definían como un movimiento de oposición unida de todos los trabajadores. Con la salvedad del caso sevillano, desarrollado según pautas similares al modelo madrileño desde las elecciones sindicales de 1963, en el resto de las zonas industriales españolas el movimiento de las comisiones obreras adquirió continuidad y dimensiones con la convocatoria de los comicios sindicales de 1966, pues los anteriores casos de Vizcaya, Asturias y Barcelona no sobrevivieron a la represión, las divisiones de las fuerzas de oposición o la especificidad de sus objetivos. El movimiento de las comisiones obreras en la medida en que era protagonizado por cargos sindicales y alentado por la conflictividad ligada a la negociación de convenios, es decir, que utilizaba instrumentos legales para la representación y la acción colectiva, fue en principio bien recibido por las jerarquías nacional-sindicalistas. El periodo de semitolerancia del movimiento de las comisiones obreras duró hasta las elecciones sindicales y el referéndum de la Ley Orgánica del Estado de 1966. Hay que tener en cuenta que durante más de dos años no hubo grandes movimientos huelguísticos no sólo en Madrid sino en toda España, y las protestas se traducían en bajos rendimientos, paros parciales, colectas, peticiones a las autoridades, concentraciones en la calle y reuniones en locales oficiales o de asociaciones. En estas elecciones sindicales hubo una alta participación, el 83,3 % según datos oficiales, incluso en las zonas tradicionalmente abstencionistas, y fueron elegidos 206.296 enlaces de los que sólo una cuarta parte repetía puesto. Aunque la oposición obrera organizada obtuvo unos resultados modestos, había muchos más cargos aglutinados por el movimiento de comisiones o que desarrollaban una actividad reivindicativa sin ser opositores o verticalistas. En cuanto a las relaciones del PCE con CC.OO., una vez abandonados los restos orgánicos y la propaganda de la OSO durante 1966, se resolvieron inicialmente mediante la creación de unos núcleos de militantes del partido en el seno del movimiento social que, a juicio de los dirigentes comunistas, evitaran las desviaciones sindicalistas o legalistas. Estos núcleos, dependientes de los comités provinciales del partido, fueron los que decidieron la reestructuración de Comisiones tras las elecciones, acciones para el 27 de enero de 1967, una política de relaciones internacionales no exclusiva con la FSM y la formación de una coordinadora nacional cuya primera reunión se celebró en junio de 1967. A comienzos de 1967 el modelo organizativo más desarrollado de lo que eran Comisiones Obreras lo constituía, sin duda, el caso madrileño. La representatividad de las comisiones madrileñas respondía no sólo a su más acabado modelo organizativo o su capacidad de movilización sino a que hasta la celebración de la primera asamblea o coordinadora de los países ibéricos de Comisiones, los dirigentes madrileños elaboraron todos los documentos programáticos o el contraproyecto ante la anunciada Ley Sindical. Sin embargo, la represión posterior, unida en algunos casos a las luchas entre el PCE y formaciones de la nueva izquierda, iba a debilitar temporalmente al movimiento de Comisiones Obreras, alejando a las vanguardias de las experiencias del común de los trabajadores. Habría que esperar a 1973 para que, tras el proceso 1001 que encausaba en el TOP a la coordinadora estatal, Comisiones Obreras alcanzara su expansión definitiva. En efecto, la extensión de la conflictividad laboral al conjunto de los núcleos industriales de la geografía española, en muchos casos con huelgas generalizadas de ámbito local respondidas con una fuerte represión que incluía las víctimas mortales, y las elecciones sindicales de 1975, iban a alimentar el auge del movimiento obrero organizado. El movimiento estudiantil alcanzó entre 1965 y 1968 su mayor expansión gracias a la consolidación de sindicatos democráticos. En esos momentos la protesta estudiantil logró la desaparición del oficial Sindicato Estudiantil Universitario (SEU), encuadrando a la mayoría del estudiantado de las principales universidades españolas. En los sindicatos democráticos estudiantiles existió inicialmente un claro predominio del partido comunista, dada la práctica desaparición del protagonismo socialista de la década anterior y la todavía debilidad de la nueva izquierda radical. En realidad, en el movimiento estudiantil habría que distinguir tres niveles. El primero reunía a los representantes legales elegidos por los universitarios dentro del SEU. El segundo suponía diversas plataformas de coordinación de las vanguardias de la oposición. Por último, y al final del proceso, se produjo la constitución de sindicatos democráticos de masas. Entre 1957 y 1965, el protagonismo respondió más a las plataformas unitarias de la oposición estudiantil. La primera fue la Unión Democrática de Estudiantes, impulsada sobre todo por la ASU y creada en 1957. Dos años más tarde se crearon Comités de Coordinación Universitarios en los que se integraron, además de socialistas y democristianos, los jóvenes comunistas y los "felipes". Finalmente, durante el curso 1961-62 la izquierda estudiantil madrileña constituyó la FUDE (Federación Universitaria Democrática de Estudiantes). Los miembros de la izquierdista FUDE y de la Unión de Estudiantes Demócratas (democristiana) propulsaron una coordinadora unitaria de la oposición estudiantil que se extendió por el resto de los distritos universitarios, impulsando decisivamente la constitución de los sindicatos democráticos desde 1965. La creación de un espacio democrático, tribuna de la oposición intelectual, permitió la difusión de las nuevas corrientes de pensamiento radical presentes por entonces en el resto del mundo occidental. La represión, que descabezó de vanguardias socialistas y comunistas al movimiento estudiantil, trajo consigo el auge del radicalismo estudiantil desde 1968. A partir de entonces, no se trataba simplemente de un movimiento social democrático, contra el régimen franquista, sino que el componente anticapitalista cobró mayor importancia. La influencia del maoísmo y del guevarismo entre las vanguardias estudiantiles fue cada vez mayor. La culminación de la conflictividad estudiantil y de la represión fue la declaración del estado de excepción en enero de 1969.
Personaje Pintor
Personaje Científico
Diplomado por la Universidad de Harvard, amplió estudios en Alemania desde 1928 a 1932. Allí se doctoró en Física y entró en la problemática más avanzada que ocupaba a los científicos europeos: la estructura de la materia, la teoría de las antipartículas, el descubrimiento del electrón positivo... El mismo contribuyó en ese campo con la demostración de que partículas y antipartículas debían tener la misma masa. A su regreso a los Estados Unidos, trabajó como profesor en Berkeley y en el Instituto Tecnológico de Pasadena, donde impulsó la primera gran hornada de teóricos norteamericanos. Su prestigio le daría, en 1941, la dirección del proyecto "Manhattan", la construcción de la primera bomba atómica, con la colaboración de un ejército de científicos, europeos en buena parte. En 1945, cuando todo estaba dispuesto, Oppenheimer se mostró claramente partidario de utilizar la bomba contra Japón. Tal postura le pesó durante toda su vida; tanto, que luego se opondría a la construcción de la bomba de hidrógeno. Esta oposición y sus pasadas simpatías y relaciones comunistas le crearon problemas con el FBI en plena caza de brujas. En 1954, el padre de la bomba atómica fue apartado de las investigaciones nucleares. Oppenheimer mantuvo su cátedra de Princeton hasta su muerte.
termino
fuente
Campamento militar enclavado en una zona elevada. En la Antigua Roma este término también se empleaba para designar aquella zona del circo destinado a las caballerizas desde donde salían los competidores.
acepcion
Campamento militar enclavado en una zona elevada. En la Antigua Roma este término también se empleaba para designar aquella zona del circo destinado a las caballerizas desde donde salían los competidores.
contexto
La renovación de la óptica está íntimamente relacionada con el progreso técnico e instrumental en la fabricación de lentes, microscopios y anteojos astronómicos. En su "Dioptrice" (1611) Kepler desarrolló una óptica geométrica de las lentes, del anteojo astronómico de Galileo y el teleobjetivo. De este modo, el perfeccionamiento del anteojo permitiría un progreso considerable e inmediato en astronomía y en óptica. El mismo principio de actuación del anteojo astronómico se aplicó para la construcción de lentes que permitieran la observación de objetos minúsculos, de tal manera que su consecuencia fue la aparición de los primeros microscopios hacia 1615. Su demanda e importancia fue tal que, a finales del siglo XVII, la fabricación de estos instrumentos había tomado un enorme empuje. Pero de los trabajos de Kepler hay que destacar su descubrimiento, a partir de una ley formulada por Harriot a comienzos del siglo, de la determinación matemática del comportamiento de los rayos solares al pasar a través de una esfera de cristal llena de agua, formando el arco iris y la medición de la descomposición de la luz solar en diferentes colores al pasar por un prisma de cristal, en el agua y otros líquidos. Precisamente, sobre la naturaleza de la luz y de los colores también se reflexionó en el siglo XVII, alcanzándose importantes avances. Desde finales del siglo XVI, los tratadistas de este campo se preguntaban si la luz es un cuerpo o el movimiento de un cuerpo. Aristóteles había hecho de la luz un fuego cuya naturaleza era vaga pero no corpuscular. Próximas a sus ideas se encontraban todavía en el siglo XVII las teorías de Antonio de Dominis (1611) y de Isaac Voss (1648), para quienes la luz parece ser un elemento sustancial, algo que se añade a los cuerpos y produce los colores de éstos. Voss admitía que la luz es tan real como el sonido o el olor y que recorre el vacío de manera instantánea e invisible, para convertirse en visible en los cuerpos sólidos. A pesar de ello, en la misma época se mantenía ya la tesis de que la luz resulta del movimiento de ciertos medios sustanciales. En efecto, para Galileo la luz supone el movimiento de un medio y aunque para Descartes la luz no es un verdadero movimiento, es una tendencia, que producida por variaciones rítmicas de presión en el seno de un fluido se propaga instantáneamente. Por su parte, Newton consideraba la luz como una realidad sustancial y le atribuía una estructura corpuscular. Basaba sus afirmaciones en razones tomadas de su teoría de los colores: puesto que los colores son cualidades de la luz es necesario que ésta sea una sustancia y no una cualidad, pues no se puede concebir la cualidad de una cualidad. A finales del siglo XVII se produjeron en óptica descubrimientos que influyeron en las teorías de la luz. Concretamente, en 1665, Francesco M. Grimaldi (1618-1663) puso de manifiesto los fenómenos de las interferencias y de la difracción de la luz. La doble refracción fue descubierta después por Erasmo Bartholin (1625-1698) y completada más tarde por Huygens, para quien la luz consistía en un movimiento de la materia que se encuentra entre nosotros y el cuerpo luminoso. En 1675, Olaüs Römer (1644-1710) demostró, por la observación de los satélites de Júpiter, que la propagación de los fenómenos luminosos se verifica en un tiempo determinado y, al mismo tiempo, precisó la velocidad de la luz. En medicina, mientras el siglo XVI fue la época de progreso de la anatomía, el XVII fue el de la fisiología. El concepto filosófico de que todo el mundo físico, incluyendo los seres vivos, funcionaban como un complejo mecánico, centraba las cuestiones relativas al cuerpo humano en el descubrimiento de sus mecanismos. Sin embargo, los logros se veían limitados por los medios de investigación: una anatomía macroscópica, nociones de mecánica, algunas nociones de química y poco más. Pero, no obstante, el método experimental se reveló útil. Además, el descubrimiento del microscopio extendió considerablemente el campo de investigación de los anatomistas, mientras por otra parte, se producía un interés creciente por la histología, por la neurología y por el estudio detallado de los grandes órganos. En cualquier caso, el logro más importante del siglo fue el descubrimiento por parte de William Harvey (1578-1657) de la circulación de la sangre. En su "De motu cordis" (1628), demostró que el corazón impulsaba la sangre a las arterias cuando se contraía y que la sangre sólo podía circular en una sola dirección hacia el corazón por las venas, cuyas válvulas impedían cualquier regresión, y del corazón a las arterias. Igualmente concluyó que las venas y las arterias forman un sistema único a través del cual la sangre era propulsada en circuito por las impulsiones del músculo cardíaco.
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