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acepcion
Obra científica o literaria de poca extensión.
termino
acepcion
Invocación a Dios y a los santos para su alabanza o pedir gracias.
contexto
Oración de Cortés a los soldados "Señores y amigos: Yo os escogí por compañeros míos, y vosotros a mí por vuestro capitán, y todo para servicio de Dios y acrecentamiento de su santa fe, y para servir también a nuestro rey, y aun pensando hacer en nuestro provecho. Yo, como habéis visto, no os he faltado ni enojado, ni por cierto vosotros a mí hasta aquí; mas, empero, ahora veo flaqueza en algunos, y poca gana de acabar la guerra que traemos entre manos; y si a Dios place, acabada está ya, o al menos sabido hasta dónde puede llegar el daño que nos puede hacer. El bien que de ella conseguiremos, en parte lo habéis visto, aunque lo que tenéis que ver y tener es sin comparación mucho más, y excede su grandeza a nuestro pensamiento y palabra. No temáis, compañeros míos, de ir y estar conmigo, pues ni los españoles jamás temieron en estas nuevas tierras, que por su propia virtud, esfuerzo y destreza han conquistado y descubierto, ni tal concepto tengo de vosotros. Nunca quiera Dios que ni yo piense, ni nadie diga que caiga miedo en mis españoles, ni desobediencia a su capitán, No hay volver la cara al enemigo, que no parezca huida; no hay huida, o si lo queréis suavizar, retirada, que no cause a quien la hace infinitos males: vergüenza, hambre, pérdida de amigos, de hacienda y armas, y la muerte, que es lo peor, aunque no lo último, porque para siempre queda la infamia. Si dejamos esta tierra, esta guerra, este camino comenzado, y nos volvemos, como alguno desea, ¿hemos por ventura de estar jugando, ociosos y perdidos? No por cierto, diréis; que nuestra nación española no es de esa condición cuando hay guerra y va la honra. Pues ¿adónde irá el buey que no are? ¿Pensáis quizá que habéis de hallar en otra parte menos gente, peor armada, no tan lejos del mar? Yo os certifico que andáis buscando cinco pies al gato, y que no vamos a lado ninguno que no hallemos tres leguas de mal camino como dicen, peor que éste que llevamos; porque a Dios gracias, nunca desde que entramos en esta tierra nos ha faltado el comer, ni amigos, ni dinero, ni honra; ya que veis que os tienen por más que hombres los de aquí, y por inmortales, y hasta por dioses, si decirse puede, pues siendo ellos tantos, que ellos mismos no se pueden contar, y tan armados como vosotros decís, no han podido matar siquiera uno de vosotros; y en cuanto a las armas, ¿qué mayor bien queréis de ellas que el que no lleven hierbas, como los de Cartagena, Veragua, los caribes, y otros que han matado con ellas a muchos españoles rabiando? Pues aun por esto solo, no deberíais buscar otros con quien guerrear. El mar está lejos, yo lo reconozco, y ningún español hasta nosotros se alejó de él tanto en las indias; porque le dejamos atrás cincuenta leguas; pero tampoco ninguno ha hecho ni merecido tanto como vosotros. Hasta México, donde reside Moctezuma, de quien tantas riquezas y mensajerías habéis oído, no hay más de veinte leguas; lo más ya está andado, como veis, para llegar allá. Si llegamos, como espero en Dios nuestro Señor, no sólo ganaremos para nuestro Emperador y rey natural rica tierra, grandes reinos, infinitos vasallos, sino también para nosotros mismos muchas riquezas, oro, plata, piedras, perlas y otros haberes; y aparte esto, la mayor honra y prez que hasta nuestros tiempos, no digo nuestra nación, sino ninguna otra ganó; porque cuanto mayor rey es éste tras del que andamos, cuanto más ancha tierra, cuanto más enemigos, tanto es mayor nuestra gloria, y, ¿no habéis oído decir que cuanto más moros, más ganancias? Además de todo esto, estamos obligados a ensalzar y ensanchar nuestra santa fe católica, como comenzamos y como buenos cristianos, desarraigando la idolatría, blasfemia tan grande de nuestro Dios; quitando los sacrificios y comida de carne de hombres, tan contra natura y tan usada, y excusando otros pecados que por su torpedad no los nombro. Así que, por tanto, ni temáis ni dudéis de la victoria; que lo más ya está hecho. Vencisteis a los de Tabasco, y ciento cincuenta mil el otro día de estos de Tlaxcallan, que tienen fama de descarrillaleones; venceréis también, con ayuda de Dios y con vuestro esfuerzo, los que de éstos quedan, que no pueden ser muchos, y los de Culúa, que no son mejores, si no desmayáis y si me seguís". Todos quedaron contentos del razonamiento de Cortés. Los que flaqueaban, se animaron; los valientes, cobraron doble ánimo; los que algún mal le querían, comenzaron a honrarlo; en conclusión, él fue de allí en adelante muy amado de todos aquellos españoles de su compañía. No fue poco necesario tantas palabras en este caso, porque según algunos andaban deseosos de dar la vuelta, hubiesen movido un motín que le hubiese obligado a volver al mar; y hubiese sido tanto como nada cuanto habían hecho hasta entonces.
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"Es cierto, amigos y compañeros míos, que todo hombre de bien y animoso quiere y procura igualarse por propias obras con los excelentes varones de su tiempo y hasta de los pasados. Así es que yo acometo una grande y hermosa hazaña, que será después muy famosa; pues me da el corazón que tenemos que ganar grandes y ricas tierras, muchas gentes nunca vistas, y mayores reinos que los de nuestros reyes. Y cierto, mas se extiende el deseo de gloria, que alcanza la vida mortal; al cual apenas basta el mundo todo, cuanto menos uno ni pocos reinos. He aparejado naves, armas, caballos y demás pertrechos de guerra; y además de esto, muchas vituallas y todo lo que suele ser necesario y provechoso en las conquistas. Grandes gastos he hecho yo, en los que tengo puesta mi hacienda y la de mis amigos. Pero me parece que cuanto menos tengo de ella, lo he acrecentado en honra. Se han de dejar las cosas pequeñas cuando se ofrecen las grandes. Mucho mayor provecho, según en Dios espero, vendrá a nuestro Rey y nación de esta nuestra armada que de todas las de los otros. Callo cuán agradable será a Dios nuestro Señor, por cuyo amor he puesto de muy buena gana el trabajo y el dinero. Dejaré aparte el peligro de vida y honra que he pasado haciendo esta flota, para que no creáis que pretendo de ella tanto la ganancia cuanto el honor; que los buenos quieren mejor honra que riqueza. Comenzamos guerra justa y buena y de gran fama. Dios poderoso, en cuyo nombre y fe se hace, nos dará victoria; y el tiempo traerá el fin que de continuo sigue a todo lo que se hace y guía con razón y consejo. Por tanto, otra forma, otro discurso, otra maña hemos de tener que Córdoba y Grijalva; de la cual no quiero discutir por la estrechez del tiempo, que nos hace apresurar. Empero, allí haremos así como viéremos; y aquí yo os propongo grandes premios, mas envueltos en grandes trabajos. Pero la virtud no quiere ociosidad; por tanto, si quisiereis llevar la esperanza por virtud o la virtud por esperanza, y si no me dejáis, como no dejaré yo a vosotros ni a la ocasión, yo os haré en muy breve espacio de tiempo los más ricos hombres de cuantos jamás acá pasaron, ni cuantos en estas partidas siguieron la guerra. Pocos sois, ya lo veo; mas tales de ánimo, que ningún esfuerzo ni fuerza de indios podrá ofenderos; que experiencia tenemos de cómo siempre Dios ha favorecido en estas tierras a la nación española; y nunca le faltó ni faltará virtud y esfuerzo. Así que id contentos y alegres, y haced igual el suceso que el comienzo."
contexto
Oración de Cortés en respuesta del requerimiento "Yo, señores, haría lo que rogáis y mandáis, si os cumpliese; pues no hay ninguno de vosotros, cuanto más todos juntos, por quien no ponga mi hacienda y vida si lo necesita, pues a ello me obligan cosas que, si no soy ingrato, jamás las olvidaré. Y no penséis que no haciendo esto que ahincadamente pedís disminuyo o desprecio vuestra autoridad, pues muy cierto es que con hacer al contrario la engrandezco y le doy mayor reputación; porque yéndonos se acabaría, y quedando, no sólo se conserva, sino que se acrecienta. ¿Qué nación de las que mandaron el mundo no fue vencida alguna vez? ¿Qué capitán, de los famosos hablo, se volvió a su casa porque perdiese una batalla o le echasen de algún lugar? Ninguno ciertamente; pues si no perseverara no saliera vencedor ni triunfara. El que se retira, huyendo parece que va, y todos le chiflan y persiguen; al que hace rostro, muestra ánimo y está quieto, todos le favorecen o temen. Si salimos de aquí pensarán estos amigos nuestros que lo hacemos de cobardes, y no querrán más nuestra amistad; y nuestros enemigos, que de miedosos; y así, no nos temerán, lo que sería harto menoscabo de nuestra estimación. ¿Hay alguno de nosotros que no tuviese por afrenta si le dijesen que huyó? Pues cuantos más somos tanto mayor vergüenza sería. Me maravillo de la grandeza de vuestro invencible corazón en batallar, pues soléis ser codiciosos de guerra cuando no la tenéis, y bulliciosos teniéndola; y ahora que se os ofrece, tal, y tan justa y tan loable, la rehusáis y teméis: cosa muy ajena de españoles y muy fuera de vuestra condición. ¿Por ventura la dejáis porque a ello os llama y convida quien mucho blasona del arnés y nunca se le viste? Nunca hasta aquí se vio en estas Indias y Nuevo Mundo que los españoles echasen atrás un pie por miedo, ni aun por hambre ni heridas que tuviesen, y ¿queréis que digan: "Cortés y los suyos se volvieron estando seguros, hartos y sin peligros"? Nunca Dios tal permita. Las guerras consisten mucho en la fama; pues ¿qué mayor que estar aquí, en Tlaxcallan, a despecho de vuestros enemigos, y publicando guerra contra ellos, y que no se atrevan a venir a enojaros? Por donde podéis conocer cómo estáis aquí más seguros y fuertes que fuera de aquí. Por el hecho de que en Tlaxcallan tenéis seguridad, fortaleza y honra; y además de esto, toda clase de medicinas necesarias y convenientes a vuestra cura y salud, y otros muchos regalos con que cada día vais mejorando, que callo, y que donde nacisteis no los tendríais tales. Yo llamaré a los de Coazacoalco y Almería, y así seremos muchos españoles; y aunque no viniesen, demasiados somos; que menos éramos cuando por esta tierra entramos y ningún amigo teníamos; y como bien sabéis, no pelea el número, sino el ánimo; no vencen los muchos, sino los valientes. Y yo he visto que uno de esta compañía ha desbaratado un ejército, como hizo Jonás, y muchos, que cada uno por sí ha vencido mil y diez mil indios, igual que David contra los filisteos. Caballos pronto me vendrán de las islas; armas y artillería en seguida traeremos de Veracruz, que hay demasiado y está cerca. De las vituallas perded temor y cuidado, que yo os proveeré abundantísimamente, cuando más que siempre siguen ellas al vencedor y que señorea el campo, como haremos nosotros con los caballos. Por los de esta ciudad, salgo fiador de que os serán leales, buenos y perpetuos amigos, que así me lo prometen y juran. Y si otra cosa quisiesen, ¿cuándo mejor tiempo tendrán del que han tenido estos días, en que yacíamos dolientes en sus camas y propias casas, solos, mancos y, como decís, podridos? Los cuales, no solamente os ayudarán como amigos, sino que también os servirán como criados, que más quieren ser vuestros esclavos que súbditos de mexicanos: tanto odio les tienen, y a vosotros tanto amor. Y para que veáis ser esto, y todo lo que dicho tengo, así quiero probarlos y probaros contra los de Tepeacac, que mataron hace ya días doce españoles; y si nos fuese mal con esta ida, haré lo que pedís; y si bien, haréis lo que os ruego". Con esta plática y respuesta perdieron el antojo que tenían de irse de Tlaxcallan a Veracruz, y dijeron que harían cuanto mandase. La causa de ello debió de ser aquella esperanza que les dio para después de la guerra de Tepeacac; o mejor dicho, porque nunca el español dice a la guerra que no, pues lo tiene por deshonra y caso de menos valer.
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Oración de Moctezuma a los españoles Era esta casa en que los españoles estaban aposentados muy grande y hermosa, con salas bastante largas y otras muchas cámaras, donde muy bien cupieron ellos y casi todos los indios amigos que los servían y acompañaban armados; y estaba toda ella muy limpia, lucida, esterada y tapizada con paramentos de algodón y pluma de muchos colores, que era todo cosa de mirar. Cuando Moctezuma se fue, repartió Cortés el aposento, y puso la artillería de cara a la puerta, y luego comieron una buena comida; en fin, como de tan gran rey a tal capitán. Moctezuma, así que comió y supo que los españoles habían comido y reposado, volvió a Cortés, le saludó, se sentó junto a él en otro estrado que le pusieron, le dio muchas y diversas joyas de oro, plata, pluma y seis mil ropas de algodón ricas, bordadas y tejidas de maravillosos colores; cosa que manifestó su grandeza, y confirmó lo que tenían imaginado por los presentes pasados. Hizo todo esto con mucha gravedad, y con la misma dijo, según Marina y Aguilar declaraban: "Señor y caballeros míos, mucho me alegra tener tales hombres como vosotros en mi casa y reino, para poderles hacer alguna cortesía y bien, según vuestro merecimiento y estado; y si hasta aquí os rogaba que no entraseis acá, era porque los míos tenían grandísimo miedo de veros, pues espantabais la gente con estas vuestras barbas fieras, y que traíais tinos animales que se tragaban los hombres, y que como veníais del cielo, bajabais de allá rayos, relámpagos y truenos, con que hacíais temblar la tierra, y heríais al que os enojaba o al que se os antojaba; mas, empero, como ya ahora conozco que sois hombres mortales, mas de bien, y no hacéis daño alguno, y he visto los caballos, que son como ciervos, y los tiros, que parecen cerbatanas, tengo por burla y mentira lo que me decían, y aun a vosotros por parientes; pues, según mi padre me dijo, que lo oyó también al suyo, nuestros antepasados y reyes, de quien yo desciendo, no fueron naturales de esta tierra, sino advenedizos; los cuales vinieron con un gran señor, que al cabo de poco tiempo se fue a su naturaleza, y que al cabo de muchos años volvió por ellos; mas no quisieron ir, por haber poblado aquí, y tener ya hijos y mujeres y mucho mando en la tierra. Él se volvió muy descontento de ellos, y les dijo al marcharse que enviaría sus hijos a que los gobernasen y mantuviesen en paz y justicia, y en las antiguas leyes y religión de sus padres. Por esta causa, pues, hemos esperado siempre y creído que algún día vendrían los de aquellas partes a sujetarnos y mandar, y pienso yo que sois vosotros, según de donde venís, y la noticia que decís que ese vuestro gran rey y emperador que os envía ya tenía de nosotros. Así que, señor capitán, estad seguros de que os obedeceremos, si es que no traéis algún engaño o cautela, y partiremos con vos y los vuestros lo que tengamos. Y aun cuando esto que digo no fuese, sólo por vuestra virtud y fama y obras de esforzados caballeros, lo haría de muy buena gana; que bien sé lo que hicisteis en Tabasco, Teoacacinco, Chololla y otras partes, venciendo tan pocos a tantos; y si estáis creídos que soy un dios, y que las paredes y tejados de mi casa, con todo el resto del servicio, son de oro fino, como sé que os han hablado los de Cempoallan, Tlaxcallan, Huexocinco y otros, os quiero desengañar, aunque os tengo por gente que no lo creéis, y que conocéis que con vuestra venida se me han rebelado, y de vasallos tornado enemigos mortales; pero esas alas yo se las romperé. Tocad, pues, mi cuerpo, que es de carne y hueso; hombre soy como los demás, mortal, no dios, no; aunque, como rey, me tengo en más, por la dignidad y preeminencia. Las casas ya las veis, que son de barro y palo, y cuando mucho, de canto: ¿veis cómo os mintieron? En cuanto a lo demás, es verdad que tengo plata, oro, pluma, armas y otras joyas y riquezas en el tesoro de mis padres y abuelos, guardado de grandes tiempos a esta parte, como es costumbre de reyes. Todo lo cual vos y vuestros compañeros tendréis siempre que lo quisiereis; mientras tanto descansad, que vendréis cansados". Cortés le hizo una gran reverencia, y con alegre semblante, porque se le saltaban algunas lágrimas, le respondió que, confiado de su clemencia y bondad, había insistido en verle y hablarle, y que comprendía ser todo mentira y maldad lo que de él le habían dicho aquellos que le deseban mal, como también él veía por sus mismos ojos las burlas y consejas que de los españoles le contaron; y que tuviese por certísimo que el Emperador, Rey de España, era aquel su natural señor a quien esperaba, cabeza del mundo y mayorazgo del linaje y tierra de sus antepasados; y en lo que tocaba al tesoro, que se lo tenía en muy gran merced. Tras esto preguntó Moctezuma a Cortés si aquellos de las barbas eran todos vasallos o esclavos suyos, para tratar a cada uno como quien era. Él dijo que todos eran hermanos, amigos y compañeros, excepto algunos, que eran criados; y con tanto, se fue a Tecpan, que es un palacio, y allá se informó particularmente por los lenguas, cuáles eran o no caballeros, y según le informaron, así les envió el don: si era hidalgo y buen soldado, bueno y con mayordomo, y si no, y marinero, no tal y con lacayo.