Los acontecimientos de la ofensiva rusa durante los primeros meses de 1943 y los contraataques alemanes en el sur dejaron abierto un enorme saliente alrededor de Kursk, un promontorio que los alemanes querían separar del resto del territorio. Los meses de marzo a junio de 1943 fueron un periodo de relativa inactividad en el frente oriental. Ambos ejércitos habían sufrido graves pérdidas durante el invierno, por lo que necesitaban tiempo para recuperarse. No fueron meses tranquilos ni carecieron de insidias por parte de los alemanes, ya que los rusos podían recibir libremente ayuda tanto de los ingleses como de los americanos, recuperaron las fuerzas más rápidamente que sus adversarios y cuanto más hubiera durado el periodo de la tregua, tanto más habría aumentado la posibilidad de éxito soviético. La Operación Ciudadela, el plan estudiado para eliminar el saliente de Kursk, se puso en marcha a comienzos de julio. Dos armadas alemanas, la IX? Armada y la IV? Panzer, con una fortísima dotación de medios acorazados deberían atacar respectivamente al norte y al sur del saliente. Los rusos eran plenamente conscientes de la debilidad de las posiciones, por lo que se apresuraron a reforzarlas: dos Frentes, el Central y el del Voronezh, habían ocupado el saliente en donde se habían construido ocho líneas concéntricas de defensa, las cuales representaban complexivamente las más formidables defensas que los alemanes tendrían que asaltar en territorio soviético. El encuentro que se produjo, recordado como la batalla de Kursk, fue la batalla más imponente de medios acorazados que jamás ha combatido: en el encuentro se vieron envueltos más de dos millones de hombres, 6.000 carros armados y 4.000 aviones. Aunque hoy se recuerde como una batalla terrestre, la de Kursk fue también una importante batalla aérea; la pérdida del dominio del aire por parte de la Luftwaffe fue un resultado muy importante y decisivo para la pérdida de la supremacía de la Wehrmacht por lo que se refiere a los medios acorazados. Después de la decisiva victoria soviética de Stalingrado, en el frente ruso se registró un largo periodo de relativa tranquilidad. Duramente probados por el esfuerzo realizado durante el invierno los dos ejércitos se pusieron al reparo en sus respectivas líneas de defensa. En la primavera de 1943, al norte, en Leningrado, se siguió resistiendo desesperadamente en un asedio que duró varios años: los alemanes hicieron frente a varios intentos del Ejército Rojo de liberar la ciudad. Los soldados de ambas partes tenían que combatir en medio del barro que empantanaba los carros oruga y dificultaba el paso de los vehículos y de los carros. El frente se despertó de repente a primeros de julio por iniciativa de los alemanes, que tenían como objetivo un territorio de unos 200 kilómetros entre Orel y Belgorod. Aquella zona, que constituye el punto de unión entre los sectores central y meridional del inmenso frente del Este, fue juzgado por todos los técnicos militares como el perno del sistema estratégico de la Europa oriental. Dicho perno tenía dos profundos salientes: al norte, el de Orel, con el que los alemanes amenazaban a la formación soviética, y al sur, el de Kursk, que penetra peligrosamente dentro de la formación alemana. La "Operación Ciudadela" (este es el nombre de cobertura del plan defensivo alemán) trataba de eliminar el saliente de Kursk y poner en crisis el plan operativo del mando soviético que, según informaciones recogidas por los alemanes, iban a desencadenar una gran ofensiva durante el verano. Los alemanes se prepararon en secreto para la nueva empresa. Hitler, que en un principio autorizó una batalla con un objetivo limitado, superó de golpe el trauma de Stalingrado y volvió a esperar una victoria decisiva. La "Operación Ciudadela" podría ser el golpe capaz de hacer caer al gigante soviético. El plan alemán preveía la utilización del grupo de armadas de von Kluge y del grupo de Manstein. Junto a estos dos grupos, se disponía de 900.000 hombres y casi 3.000 carros, entre los cuales había 200 Panther de 44,8 toneladas armados con un cañón de 75 milímetros de cañón largo y 90 Tiger de 56 toneladas, armados con las famosas piezas de 88 mm. Con éstas entraron en escena por primera vez incluso algunos ejemplares del Ferdinand, es decir, un gigantesco lanzamisiles de 68 toneladas que, sin embargo, se demostrará lento y mal armado para la defensa a corta distancia, teniendo que ser retirado casi inmediatamente de la primera línea. Durante los últimos días de tregua, mientras el cálido sol estival secaba el barro y disponía el terreno para el paso de los carros, los conductores de carros alemanes, echados a la sombra de sus Panzer, los granaderos de asalto y los demás miembros de la fuerza de ataque eran muy conscientes de lo que tenían que afrontar. Veteranos de la campaña de Rusia, aquellos soldados habían perdido desde hacía tiempo las ilusiones sobre su superioridad en relación con los soldados soviéticos; sabían que la batalla iba a ser dura y que los rusos defenderían el saliente hasta el último hombre. Entre los militares alemanes se murmuraba que el sistema de defensa del Ejército Rojo era de más de 50 kilómetros de profundidad, por lo que en la práctica, el saliente constituía una única y gigantesca fortaleza. Si por una parte el mando alemán tenía ideas muy claras sobre la forma de llevar a cabo el ataque, por la parte soviética estaban al corriente de muchas cosas sobre el momento inicial de la batalla, las directrices de la acción enemiga y las fuerzas adversarias que participarían. Le había sido posible difundir entre sus tropas una advertencia muy concreta: el ataque se esperaba un día entre el 3 y el 6 de julio. Al poseer información de primera mano a través de desertores checoslovacos y húngaros, los soviéticos no deberían equivocarse en sus previsiones, por lo que esperaban el ataque para contraatacar. De esta forma, un encuentro que, según los planes alemanes tendría que haber sido una batalla de desfondamiento se convertiría en una batalla defensiva, preludio de la gran ofensiva soviética del verano orientada a la reconquista de Kharkov. Sin embargo, a principios del mes de julio, esto no se preveía. En los planes del OKW, la "Operación Ciudadela" se había ido ampliando progresivamente: ya no se miraba sólo hacia Kursk, sino que se estudiaron acciones sucesivas orientadas hacia Moscú, el Volga y el Cáucaso. La convicción de Hitler, es decir, que todo no estaba perdido y que el Ejército Rojo podía ser todavía aniquilado, contagió incluso a los generales. Un elemento decisivo de la batalla que se iba a producir tenían que haber sido las divisiones acorazadas y las baterías anticarro. Los soviéticos, naturalmente, estando a la defensiva, tenían la ventaja de disponer de un sistema de plazas fuertes que integraban la acción de sus carros a lo largo de una línea de casi 6.000 piezas anticarro de 76,2 mm. La formación alemana era imponente, aunque siempre inferior cuantitativamente a la formación soviética. Contra los 10.000 cañones alemanes, los soviéticos oponían 20.000, así como 3.600 carros frente a los 2.700 de los alemanes y 2.400 aviones frente a los 2.000 alemanes. La relación entre el número de los combatientes también estaba a favor de los soviéticos: 1.300.000 soldados del Ejército Rojo frente a 900.000 soldados de la Wehrmacht. Además, los soviéticos habían creado en el interior del saliente una serie de posiciones y líneas de defensa que en determinados puntos alcanzaban incluso los 290 kilómetros de profundidad, comprendiendo ocho cinturones de defensa. Entre el 4 y el 5 de julio comenzó la batalla más grande que se produjo entre carros armados en toda la guerra. El fuego de los artilleros se abrió casi contemporáneamente por ambas partes: las fuerzas acorazadas de von Kluge y de Manstein atacaron con fuerza aunque, de la otra parte, el mariscal Rokossovski, comandante del frente Central, estaba preparado para el contraataque. Dos días más tarde del comienzo de la batalla la situación aun era incierta. Al norte del saliente de Kursk, los Panzer del 41?, 46? y 476? Cuerpo acorazado se vieron obligados a detenerse; al sur, los panzer de Manstein registraron varios éxitos en dirección a Oboyan, en donde el cuerpo acorazado "SS" atravesó la línea de defensa y se dirigió decididamente ahacia la ciudad. Manstein vio en la apertura de esta brecha la única posibilidad de modificar a su favor la suerte de la batalla; sin embargo, necesitaba otras fuerzas y pidió insistentemente a Hitler que le permitiera utilizar las tropas frescas del 242 cuerpo acorazado, formado en defensa del Donez. Hitler respondió con una seca negativa, por lo que Manstein, que había avanzado 50 kilómetros hacia Kursk y se encontraba a tan sólo otros 50 kilómetros del objetivo, tuvo que detenerse. El 11 de julio los rusos contraatacaron y la batalla degeneró en un ir y venir de carros con graves pérdidas por ambas partes. Al día siguiente, el 12 de julio, Manstein y von Kluge fueron convocados por el Führer, que anunció el desembarco anglo-americano ocurrido en Sicilia hacía dos días, el cese de los combates por parte de los italianos y, sobre todo, la necesidad de movilizar las fuerzas del frente ruso para obstaculizar el avance aliado en Italia: la "Operación Ciudadela", en definitiva, tuvo que ser interrumpida. Manstein protestó enérgicamente, mientras von Kluge, su inmediato superior, se resignó: su 91 Ejército era incapaz de proseguir la ofensiva, por lo que era mejor regresar a las posiciones de partida haciendo que el saliente de Orel, ocupado por las fuerzas alemanas, no fuera invadido por el Ejército Rojo. El centro de la batalla se desplazó en aquella dirección; veintidós meses de ocupación permitieron a los alemanes construir una amplia línea de fortificación, a pesar de que los sectores eran amplios y las tropas insuficientes. Cuando atacaron los rusos, los alemanes trataron desesperadamente de construir una defensa que obstaculizara el avance enemigo. La historia de aquellos combates prosiguió durante los meses siguientes con los alemanes empeñados en defender palmo a palmo sus posiciones y los rusos decididos a desfondar y reconquistar Orel. El 5 de agosto, Orel cayó; la guarnición alemana consiguió salvarse de puro milagro. El 18 de agosto, el saliente, que había sido una verdadera pesadilla para el mando soviético, fue enteramente eliminado. Lo que sucedió durante aquellos días de lucha en el frente oriental marcó un cambio definitivo en el curso de la guerra. Aunque menos vistosa que las otras, la batalla de Kursk fue probablemente más importante que la de Moscú y Stalingrado. Dicha batalla significó la pérdida total por parte de Alemania de cualquier iniciativa. Desde aquel momento comenzó para la Wehrmacht una desesperada guerra defensiva, la cual terminará, después de un sacrificio enorme de vidas humanas, entre la chatarra de la Cancillería, en Berlín.
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Ofensiva alemana y contraataque. El frente ruso en 1943. Región de Kursk, Operación Citadel. Ofensiva alemana desde el norte. Enfrentamientos en Póniri. Ofensiva alemana desde el sur. Asalto alemán a Chercascoye. Continuación del ataque alemán hacia el norte. Batalla de tanques en Projorocba. Contraofensiva rusa en el norte. Contraofensiva rusa en el sur. Ofensiva soviética en 1943.
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El plan de Freyberg era el siguiente: el ataque lo iniciaría la 6? brigada neozelandesa y la 5? india con el apoyo de la 4? brigada acorazada neozelandesa. El resto de la 4? división india y la 2? neozelandesa intervendría sólo en caso de necesidad. Los neozelandeses, moviéndose inmediatamente después del final del bombardeo, tenían que conquistar la Colina del Castillo y la utilizaría como trampolín para el asalto final al monasterio. Se hicieron los movimientos necesarios y el 22 de febrero se dio finalmente la orden de ataque. Todo estaba preparado para la "Operación Dickens" , prevista para el 24 de febrero. El comienzo de la batalla, por culpa del mal tiempo, se retaso durante tres semanas, mientras las tropas esperaban tremendamente intranquilas bajo la lluvia. Para los neozelandeses, que tenían que haberse movido los primeros, había un ulterior motivo de nerviosismo: el plan de ataque preveía que para no ser alcanzados por las bombas de la aviación, como movimiento preliminar se retirasen unos 900 metros dejando sólo pocos escuadrones suicidas que continuaran el fuego, engañando así a los alemanes. El ataque tenía que haber comenzado, pues, con una retirada.Durante aquellos días de espera, los neozelandeses sufrieron otro duro golpe cuando el comandante de su división, Kippernberger, el 2 de marzo pisó una mina "schu" que le arranco un pie, hiriéndole el otro muy gravemente , que tuvo ser amputado. La única buena noticia que recibieron los aliados en Cassino fue que en aquel periodo se consiguió detener el avance alemán contra la cabeza de desembarco de Anzio. Sin embargo, es poco probable que la noticia provocara un gran efecto: para los hombres enfangados en Cassino, Anzio era otra guerra.
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El 24, a medio día, se pararon los blindados alemanes a las puertas de Dunkerque. Varías teorías se han barajado para justificar esta decisión, errónea ante lo que luego ocurriría: se ha dicho que Hitler no quería humillar a Gran Bretaña con una tremenda derrota; también, que Göering, deseoso de cosechar toda la gloria de la victoria, pidió para sus aviones el remate de la faena. Los historiadores más solventes rechazan ambas hipótesis y se aferran a las realidades: fue el propio jefe del grupo de Ejércitos A, von Rundstedt, quien ordenó hacer un alto para reorganizar sus fuerzas acorazadas muy dispersas, desorganizadas y menguadas en número. Cuando el día 24 de mayo, a medio día hablaron Rundstedt y Hitler, aquel expuso al Führer el cansancio de sus fuerzas, las dificultades del terreno para las operaciones de carros y el peligro de un contraataque aliado. Le propuso, también, cambiar el plan: si en principio el golpe de hoz alemán debería darse de izquierda a derecha, podía ahora darse de derecha a izquierda, actuando el grupo de ejércitos B, de von Bock, más descansados, como martillo, mientras que el grupo de Ejércitos A hacía de yunque. Hitler aceptó. En Berlín hubo indignación. Halder anota en su diario: "... Es un cambio completo en nuestro plan. Yo quería hacer del grupo de Ejércitos A el martillo y del grupo de Ejércitos B el yunque de la operación. Ahora B será el martillo y A el yunque. Pero el grupo de ejércitos B tiene ante si un frente sólido, su avance será lento y sus pérdidas elevadas. La aviación en la que se ponen todas las esperanzas depende del tiempo. Este cambio conduce a un esfuerzo que moviliza más energía que el actual plan de operaciones. No obstante la batalla se ganará por este medio o por el otro. El resto de la mañana no estoy para nadie..." Naturalmente, su plan resultó tan negativo que Rundstedt jamás reivindicó su autoría. Dos días después, visto el error con claridad y mejor agrupadas y reorganizadas las fuerzas acorazadas alemanas -que todo debe decirse- Hitler ordenó que siguiera el avance de los carros. Pero se habían perdido dos días cruciales. Esas 48 horas permitieron la aplicación de la Operación Dinamo. Nació ésta el 19 de mayo, cuando Gort comprendió definitivamente que la batalla de Bélgica estaba perdida y que, tal como iban las cosas, su repliegue hacia Francia era muy problemático. Pensó entonces en la posibilidad de sacar al BEF por mar, desde los puertos del Canal de la Mancha. Hasta el día 24, Gort se mantuvo a la expectativa del proyectado contraataque hacia el sur, pero la inoperancia francesa y la presión que el Grupo de Ejércitos B le hacían desde el norte le obligaron a replegarse hacia la costa y Londres, que había aprovechado esa semana para disponer los medios de evacuación, dio la orden de comenzarla el día 26 de mayo. Afortunadamente para los aliados, el parón de los tanques alemanes les dieron unos 50 kilómetros de costa y tiempo para reforzar las paredes de la bolsa. Cuando los alemanes reanudaron su ataque hallaron enfrente una resistencia organizada, una feroz voluntad de aguantar en muchos casos y un terreno nada apropiado para el empleo de grandes masas de carros. Nadie duda que sin el frenazo del día 24, el 25 los alemanes hubieran estado en Dunkerque y la Operación Dinamo, que preveía sacar unos 50.000 hombres en unos cinco días, hubiera sido viable. Pero mientras los británicos disponían su marcha y los alemanes reanudaban su ofensiva por el sur de la bolsa, ocurrió un acontecimiento clave y polémico para la historia de aquella batalla: la rendición de Bélgica.
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La operación de desembarco en la isla de Sicilia ha sido considerada en muchas ocasiones como una acción de carácter secundario dentro del conjunto de las llevadas a cabo por la contraofensiva aliada. Sin embargo, tuvo una importancia excepcional desde varios puntos de vista complementarios. En el plano político sirvió para impulsar de forma directa la caída del régimen fascista en la persona de Mussolini y la consiguiente salida de Italia de la guerra. Junto a ello, actuó desde perspectivas estratégicas y psicológicas de primer orden, ya que se trataba de la primera ocasión en que era atacado el cuerpo de la Fortaleza europea que el Reich había organizado como complejo de defensa de su territorio.Desde un punto de vista técnico, el desembarco en Sicilia constituyó la primera operación anfibia realizada a gran escala a lo largo de la guerra. Esto la convertiría en un efectivo ensayo general para la que se preparaba sobre la costa norte de la Francia ocupada, a realizar durante el siguiente año 1944. La preparación de la Operación Husky -como era denominada- supuso la necesidad de establecer unos niveles adecuados de preparación de todos los elementos, humanos y materiales, que iban a intervenir en su desarrollo.Los problemas de organización se presentaban muy dificultosos y, debido ante todo al carácter de novedad que tenía el plan, eran de naturaleza especialmente ardua. Aquí, la adecuada coordinación de actuación de la flota, por una parte, y de las fuerzas aéreas, por otra, era fundamental. Al mismo tiempo, el aprovisionamiento a todos los niveles constituía una necesidad prioritaria a la que se debía responder de la forma precisa. Además, los planes contemplaban la posibilidad de que las fuerzas enviadas se viesen obligadas a reembarcar ante la reacción del adversario. De hecho, en el momento del lanzamiento de la operación se desconocía por parte aliada el volumen exacto de los efectivos estacionados en la isla.La Operación Husky estaba prevista para el día nueve de julio de 1943. La reunión de los máximos responsables de las potencias celebrada en Casablanca había decidido la realización de esta campaña, a pesar de las diferencias de opinión que con respecto a ella se habían manifestado entre sus participantes. Por su parte, los norteamericanos, que iban a ser quienes aportasen mayores efectivos para la operación, consideraban errónea la elección del escenario. Para sus mandos, el desembarco en Sicilia no hacía sino desplazar innecesariamente fuerzas que serían necesarias para actuar sobre las costas francesas. Al mismo tiempo, pensaban que esta decisión era impulsada por un Churchill imbuido de ideas imperialistas sobre el Mediterráneo, únicamente válidas para los intereses particulares de Gran Bretaña.Norteamérica hubiera preferido las islas de Cerdeña o de Córcega como objetivos del desembarco, al encontrarse más próximas a la línea costera de Francia. Sin embargo, sería la localización de la isla de Malta, que iba a ser utilizada como base logística para la realización del mismo, la que decidiría la elección final de la vecina Sicilia. Junto a esto, fue descartada definitivamente la idea de efectuar un desembarco en las costas balcánicas, tal como propugnaba Londres. Esta posibilidad, aunque dificultada por los mismos elementos físicos de este litoral, venía fundamentada como medida de prevención ante el despliegue soviético iniciado sobre el cuerpo central del continente europeo.Por parte del Eje, los italianos estaban seguros de la inminencia de un ataque realizado sobre Sicilia, mientras que en Berlín se había descartado por completo esta posibilidad. Ello había decidido a los mandos alemanes a retirar a la península varias divisiones, con lo que Sicilia quedaba en parte desguarnecida.
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El 6 de junio de 1944, con el desembarco de un formidable ejército aliado en la costa de Normandía, se abrió el denominado segundo frente (el primero era el frente ruso): durante el mismo mes se conquistaron Cherbourg (27 de junio) y, poco después, Caen (7 de julio). En agosto, una Armada americana y otra francesa desembarcaron en Provenza provenientes del Africa septentrional: contra la enorme superioridad de medios y de hombres de los aliados poco servía a los nazis. El 25 de agosto, el general De Gaulle entro en París. En septiembre, toda Francia fue liberada de la ocupación enemiga. Los preparativos habían comenzado en la Conferencia de Teherán, celebrada desde el 28 de noviembre al 1 de diciembre de 1943, donde se encontraron Roosevelt, Churchill y Stalin. En esta conferencia, los "tres grandes" decidieron abrir un segundo frente que aligerara la presión alemana sobre el frente oriental y trasladar la guerra al corazón de Alemania. La apertura del segundo frente se llevó a cabo siete meses más tarde con el desembarco de Normandía. A las 2 de la madrugada las tropas aerotransportadas americanas y británicas fueron arrojadas en paracaídas sobre los objetivos preestablecidos. A las 3:14 horas comenzó el bombardeo aéreo de las playas, bombardeo que fue creciendo en intensidad hasta las 5:50, hora en que comenzó el cañoneo de los seiscientos barcos de guerra de escolta. A las 6:30 horas, las primeras oleadas de medios de desembarco habían llegado a las playas. En la zona occidental, el Primer Ejército americano tomó por asalto las dos playas de Utah (el VII Cuerpo de Ejército estadounidense), mientras en la zona oriental, el Segundo Ejército inglés atacó la playa Gold (el XXX Cuerpo de Ejército británico) y las de Juno y Sord (el I Cuerpo de Ejército británico). Los desembarcos de Sword, Juno y Gold fueron un éxito rotundo; las divisiones inglesas y canadienses, utilizando armamentos especiales, idóneos para superar los obstáculos que se encontraban, aun encontrando una seria resistencia alemana en algunos puntos, fueron capaces de penetrar en el interior con fuerza, dirigiéndose hacia Caen. La carretera que une esta ciudad con Bayeaux a través de Creuilly fue ocupada y contenido un contraataque de la 211 división Panzer. En la zona occidental, también la playa Utah fue rápidamente conquistada, hasta tal punto que el VII Cuerpo de Ejército estadounidense consiguió tomar contacto con las tropas aerotransportadas y penetrar en el interior unas seis millas. Sólo en la playa de Omaha las cosas fueron verdaderamente mal: los escuadrones de asalto del V Cuerpo de Ejército estadounidense se quedaron totalmente sin el apoyo de los carros armados anfibios debido a que éstos, a causa de la borrasca marina, fueron bloqueados en la playa por la oposición alemana. Sólo a altas horas de la noche pudieron abrirse y alcanzar la carretera costera. A medianoche del "Día-D" los aliados aún no habían conseguido alcanzar los objetivos preestablecidos aunque, a excepción del de Omaha, todos los desembarcos se habían realizado con éxito y los soldados habían establecido ya sólidas y amplias cabezas de puente. En la zona occidental, la primera misión del Primer Ejército estadounidense al mando de Bradley era la de aislar la península de Contentin y ocupar Cherbourgo, que presentaba, en las esperanzas de los aliados, la primera posibilidad de disponer de un verdadero puerto. El 17 de junio, la 9° división estadounidense llegó a Carteret y Portbail y el 21 de junio los americanos llegaron a las puertas de Cherbourgo, que asediaron con la 9? división, la 79? y la 4? división del VII Cuerpo de Ejército. Después de un breve pero durísimo asedio, el 27 de junio de 1944 Cherbourgo caía en manos de los aliados; sin embargo, antes de retirarse, los alemanes destruyeron las instalaciones portuarias, que no pudieron ser utilizadas hasta finales de agosto. Volviendo hacia el sur, el VII Cuerpo de Ejército se unió al VIII Cuerpo y juntos atacaron al VII Ejército alemán, conquistando St. Lô el 24 de julio. La península de Contentin fue completamente ocupada. Partiendo de la playa de Omaha el XIX Cuerpo de Ejército y el V Cuerpo americanos, el 10 de junio habían comenzado el avance hacia el sur, llegando el 17 de junio a Caumont, en la carretera entre Caen y St. Lô. Del 19 al 22 de junio, el canal de La Mancha se vio envuelto en violentas marejadas que destruyeron el puerto artificial ubicado en la playa Omaha y dañaron gravemente el de la playa Gold. Esta circunstancia ralentizó mucho los programas de los aliados, que no pudieron contar con una afluencia regular de refuerzos y abastecimientos. Se averiaron un número de medios de desembarco cinco veces mayor que el demolido por el fuego alemán durante el "Día-D". Durante todo el mes de junio, el Segundo Ejército británico hizo pocos progresos en dirección a Caen. En los planes aliados, el avance sobre Caen tuvo que concentrar sobre sí la mayor parte de la oposición alemana, dejando libre el flanco derecho aliado para dirigirse hacia el sur y hacia el este. La resistencia alemana se demostró más dura de lo previsto. La invasión de Normandía por parte de las unidades americanas, británicas y canadienses durante el mes de junio de 1944 fue, sin duda, la más importante de las operaciones anfibias que jamás se hayan realizado. Fue significativa porque marcó el apogeo de la potencia aliada, siendo tan determinante para los fines de la victoria final de la Europa noroccidental, como lo fue la batalla de El Alamein en África y Stalingrado en Rusia o los realizados en Italia, de cuyas experiencias se nutrió el desembarco de Normandía. La batalla que convulsionó a Francia fue llevada a cabo con tenacidad y energía contra una nación que ya había sido abatida en diversos frentes. Sin las precedentes victorias y sin la libertad de acción precedentemente adquirida por las propias fuerzas aéreas y navales, los aliados no hubieran podido formar un nuevo frente. Notable fue no tanto el curso de las operaciones cuanto la elaboración de los planes correspondientes; desde el comienzo estaba bien claro el esfuerzo que suponía realizar un plan que correspondiese a las mejores tradiciones de la estrategia, es decir, a las experiencias de los grandes genios del mando militar, permaneciendo unidos a ellos con un riesgo limitado lo más posible. Todas las personas a las que se les encargó contribuir a la elaboración del plan estaban íntimamente convencidas de que la guerra no podía ser vencida basándose exclusivamente en el progreso técnico, aun reconociendo su valor determinante. Habían experimentado que cada batalla tenía que ser dirigida a conseguir una victoria de valor decisivo, por lo que era necesario atenerse estrictamente a la concepción estratégica que prescribía no atacar al adversario frontalmente en el sector en el que se concentraban sus mayores fuerzas o en donde él esperaba la acción, sino en el punto más débil, en donde no se espera una ofensiva. Dichos conocidos principios constituyeron el fundamento de los dos planes de invasión más importantes, es decir, del proyecto para la operación estratégica "Overlord" y para la operación táctica "Neptuno". Ambos planes fueron sustancialmente el resultado de estudios por parte británica. La estructura inglesa y americana de los Estados Mayores permitió una completa libertad en las discusiones y garantizó que los hombres más inteligentes pudieran expresar sus propias ideas. Dicho sistema superaba, por validez, el método alemán de elaboración de los planes estratégicos, condicionados casi por completo por las "intuiciones" de Hitler. El consenso responsable de los responsables generales de guerra, presidido por el Primer Ministro Wiston Churchill, fue muy superior. Igualmente importante fue la acción directiva ejercida por el Presidente Franklin D. Roosevelt, al menos hasta el verano de 1944. Una vez terminados los preparativos y la instrucción de los hombres destinados a participar en la empresa, no quedaba otra cosa sino decidir cuál sería el "Día-D", el "día del desembarco". La elección no fue fácil. Era necesario conciliar diversas exigencias: luz lunar a medianoche para el desembarco; media marea 40 minutos después del alba para que los cazadores tuvieran luz y tiempo suficientes para destruir los obstáculos antes de salir del agua; tres mareas en el espacio de 18 horas para poder colocar en tierra en aquel limitado período de tiempo 200.000 hombres v 20.000 vehículos. Según los expertos, estas condiciones, indispensables para el buen funcionamiento de la operación, se verificarían sólo los días 5-6-7 de junio y el 19-20-21 de junio. Eisenhower eligió la primera semana del mes: no quería perder más tiempo ya que los soldados comenzaban a manifestar su nerviosismo por la espera. Además de esta convergencia de condiciones, para que la operación "Overlord" se pudiera llevar a cabo se necesitaba que hiciera un buen tiempo. Por su parte, Eisenhower tenía completa fe en la meteorología: decidió el 17 de mayo que el "Día-D" sería el 5 de junio. El motivo: si el día 5 fuera imposible realizar el asalto, tendría a disposición todavía otros dos días, mientras que eligiendo el 6, sólo le quedaría un día de reserva, lo que hacía todo más problemático. La tensión general, el ansia de los hombres, el ritmo intenso de los preparativos, el riesgo cada vez mayor a que se desvelase el secreto, hacían pensar a muchos altos oficiales que se arriesgaban, si se produjera mal tiempo, a realizar el desembarco el día 8 o el 9. Las mejores condiciones hubieran sido: el día 5, situación meteorológica tranquila; después, tres días iguales al 5, vientos de superficie que no superasen una velocidad de 15-20 km por hora, base de las nubes a más de mil metros, nubosidad no superior a los 5/10 y visibilidad de al menos 5 km. El 31 de mayo comenzaron a delinearse algunos elementos atmosféricos que preocuparon a los meteorólogos. Hubo un momento de espera en la esperanza de que los "poco prometedores" signos pudieran dispersarse. La mañana del jueves 1 de junio se presentó con nubes grises y una atmósfera muy pesada, similar a la que precede a un temporal. Con todo, aún no había motivos suficientes para alarmarse, a pesar de que las cosas no se estaban poniendo como se deseaban. Eisenhower y los demás mandos de la operación "Overlord" comenzaron a vivir horas de angustia. La atmósfera en el Cuartel General era pesada. Mientras tanto, las tropas habían sido ya embarcadas en los barcos de transporte, los cuales esperaban en los puertos a que de un momento a otro les dieran la orden de zarpar. El día 3, sábado, fue el día señalado. Igualmente, algunos grandes barcos anclados en distintos puertos lejos de Normandía, cargados desde hacía dos días de militares en pie de guerra, zarparían en un par de horas para poder alcanzar el objetivo previsto para el "Día-D". La misma decisión se refería a los acorazados y a los cruceros de combate, anclados en Scapa Flow, en Belfast y en Clyde. En la inseguridad dominante, Eisenhower asumió la responsabilidad de correr el riesgo y dictó la orden de que la mayor parte de aquellos barcos de transporte y de guerra zarparan rumbo al mar, esperando que se produjera una mejoría atmosférica. La tarde del 3 de junio se tuvo una nueva reunión: los barcos ya habían zarpado y a los campos, vacíos por los hombres que ya había embarcado, comenzaban a llegar los hombres de la segunda oleada. Las informaciones que se recibían eran cada vez peores. La tempestad se estaba desencadenando en todo el Canal; una densa niebla se atisbaba en las costas de Normandía junto al azote de los vientos y los chubascos; otros convoyes estaban zarpando desde distintos puertos cuando se dieron cuenta de que tal vez hubiera sido mejor ordenar a los barcos que regresaran. Esto significaba retrasar la operación "Overlord" al menos veinticuatro horas. Lunes 5 de junio de 1944, "Día-D" según la terminología militar; en Francia llueve a placer y sopla un viento intenso a lo largo de las costas. Las previsiones meteorológicas son pésimas. Los alemanes desconocen por completo lo que está sucediendo más allá de la Mancha. En efecto, aquella misma mañana, el mariscal Rommel ha abandonado el mando, situado en el castillo de los duques de Rochefoucauld, en La Roche-Guyon, para hacer una escapada a su casa de Herrlingen, en Alemania. Antes de partir ha telefoneado a von Rundstedt para pedir permiso. A lo largo de una prolongada conversación telefónica, Rommel comunica a su directo superior que no puede haber peligro de invasión durante aquellos días dadas las previsiones atmosféricas. Le anuncia también que al día siguiente llegaría el informe titulado "Juicio sobre la situación general". Dicho informe llegó puntualmente y, visto desde hoy, representa un documento curioso, además de interesante. En la introducción se puede leer el elenco de las "novedades" aliadas vistas con los ojos del comandante adversario: en la última semana se han acentuado los bombardeos en la zona del Paso de Calais, lo que "confirma las sospechas del "Schewerpunkt" de un desembarco a gran escala"; no es normal la "concentración de medios de desembarco avistados por la fuerza de reconocimiento aéreo en el sector de Dover"; algunos "puertos de la costa sur de Inglaterra no han sido visitados por la fuerza de reconocimiento"; finalmente, desde el 1 de junio, "aumento de radiotransmisiones enemigas con mensajes dirigidos a la Resistencia francesa, aunque, a juzgar por la experiencia, no se puede considerar como un indicio de una inminente invasión". De todo esto se pueden sacar algunas conclusiones. La primera es que Rommel insistió testarudamente en su convicción de que los aliados realizarían el desembarco en el Paso de Calais. La segunda, que ni siquiera la excepcional frecuencia de radiocontactos entre el mando aliado y la Resistencia lo alarmaron de forma especial, a pesar de que los partisanos franceses habían sido advertidos para que estuvieran alerta a partir del 1 de junio, veinticuatro horas sobre veinticuatro. La tercera, que el reconocimiento aéreo alemán colaboró a aumentar la confusión inspeccionando únicamente el sector en el que estaban convencidos que los aliados partirían para el desembarco en el Paso de Calais: Dover.
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En 1948, inmediatamente después de la creación del Estado de Israel, 400.000 palestinos abandonaron el país y se establecieron en Líbano, en donde vivieron, durante más de veinte años, en pobres campos de refugiados en los suburbios de Beirut. En 1968, la capital libanesa se convirtió en el Cuartel General de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), organización en la que estaban presentes más de once facciones políticas distintas. La OLP encontró en Líbano una excelente base de operaciones contra Israel y otros objetivos internacionales. Al sur del país se crearon centros de adiestramiento y bases para atacar blancos más allá del confín israelí. En 1969, el presidente egipcio Nasser obligó al gobierno de Líbano a firmar los acuerdos de El Cairo y de Melkart, los cuales garantizaban a la OLP la autonomía de los campos de refugiados y de la línea del frente con Israel. Después del "septiembre negro" de 1970, el rey Hussein de Jordania expulsó del país a toda la infraestructura palestinense, que tuvo que trasladarse a Líbano. Más de 150.000 palestinos, además de algunos miles de guerrilleros, se añadieron a los que ya había, desestabilizando el equilibrio político de la región. La falta de un fuerte poder central alarmó a los cristianos y musulmanes, que comenzaron a formar milicias armadas privadas para la defensa de sus intereses, mientras que el sur de Líbano caía bajo el completo control de la OLP. Entre 1975 y 1976 el país fue sometido a una sangrienta guerra civil que puso fin a la secular paz entre las distintas etnias; el único resultado que se consiguió fueron 80.000 muertos y un Estado dividido en áreas bajo el control de las diferentes facciones. Además de estas divisiones, aparecieron en el país unidades de combate auxiliares sirias colocadas en áreas estratégicas. Siria consideraba por motivos históricos a Líbano como una parte de la "gran Siria", o al menos como un Estado obediente a las propias líneas políticas, El objetivo primario de aquellos años, para la supervivencia del Estado de Israel, era el de intentar hacer seguro el propio confín al norte contra las presiones ejercidas por la OLP. El gobierno israelí se comprometió en una firme política dirigida a rechazar cualquier acción ofensiva adversaria intentando destruir las bases bien por medio de raid aéreos, bien por medio de contraofensivas puntuales. El mismo dislocamiento en el sur de Líbano de la UNIFIL (United Nations Interim Force en Lebanon) demostró ser totalmente inadecuada para resolver los problemas de la región. En 1981, la presión de la OLP se hizo decididamente dura, sometiendo a las ciudades del norte de Galilea a violentos bombardeos de artillería y de baterías de misiles. Un intento del enviado especial americano Philip Habib de mediar en el cese del fuego entre los dos contendientes apenas dio resultados. El gobierno israelí comenzó a considerar varias posibilidades de acción militar con la finalidad de arrancar a la OLP del sur de Líbano: el resultado fue un proyecto de acción ofensiva de invasión conocido con el nombre de "Peace for Galilea", Paz en Galilea. El ataque se produjo el 6 de junio de 1982. El avance se produjo según tres directivas principales: la primera, a lo largo de la costa, desde el confín de Israel hacia el norte, a través de Tiro, Sidón, Damour y ocasionalmente Beirut; la segunda, el sector central, a través del castillo de Beaufort, Nabatiyeh con Jezzine como objetivo inicial; la tercera, el sector este, hacia Hasbaiya y el lago Qaraoum con la finalidad de contener un eventual ataque sirio en el valle de la Beka'a. La acción consistía en un rápido avance a lo largo de la directiz costera superando los mayores centros de la OLP y, al mismo tiempo, cortando la retirada a través del valle de la Beka'a; a continuación, el ejército israelí (IDF, Israeli Defense Force) habría procedido a la destrucción de las bases, sobrepasadas con anterioridad y de las guarniciones de la OLP. El ataque a lo largo de los distintos sectores se abrió con un intenso fuego de preparación de la artillería y un raid aéreo contra objetivos precedentemente definidos. No todo fue bien desde el comienzo; la velocidad, elemento esencial, faltó decididamente. A lo largo de la única vía costera, las unidades de la IDF se encontraron inmersas en un denso tráfico, nota común a toda la operación y, además, la carretera estaba llena de frutales que ofrecían una buena mimetización a los destacamentos antitanques de la OLP. Su resistencia fue determinante, aunque con frecuencia estaba falta de organización. En los alrededores de Tiro se produjeron numerosas emboscadas y encuentros violentos, aunque la ciudad fue aislada en diez horas. Incluso en el frente central, el avance fue ralentizado por la congestión del tráfico, el castillo Beaufort fue ocupado después de violentos encuentros de infantería continuando hacia Nabatiyeh, mientras un caza israelí A-4 fue abatido sobre la ciudad por un misil portátil SA-7. Durante el segundo día, el avance continuó según las directrices marcadas: en el campo de refugiados de Ein el Hilweh, cerca de Sidón, se produjeron violentísimos encuentros que obligaron a la IDF a retirarse tres veces. En los encuentros se utilizaron unidades de elite de la OLP. Los combates en el campo de refugiados fueron especialmente difíciles, ya que se trataba de periferias urbanas muy pobladas en las que los bunker y las posiciones fortificadas se solapaban a edificios comunes y carreteras con frecuencia poco anchas. El uso de la aviación y de la artillería era del todo imposible, por lo que para expulsar al adversario era necesario el combate casa a casa. El avance hacia el norte pudo continuar sólo después de que se encontrara una vía secundaria. El 8 de junio, en el frente central se produjo un encuentro acorazado entre unidades israelíes y sirias por el control del importante nudo de carreteras de Jezzine, resuelto con la victoria de los atacantes; al anochecer controlaban ya la ciudad. El avance prosiguió incluso el día 9, alcanzando la ciudad de Damour, ciudad transformada en fortaleza, que caerá también después de violentos combates. Hacia la tarde, las unidades acorazadas del pueblecito de Ein Zehalta, en las montañas del Shouf, cayeron en una emboscada preparada por una brigada acorazada siria; duramente derrotadas perdieron, de momento, la posibilidad de controlar la autopista Beirut-Damasco. Durante todo el día se produjeron encuentros aéreos en los que la aviación israelí obtuvo una discreta supremacía. Después de algunos encuentros en la ciudad de Khalde, la IDF tomó el aeropuerto internacional y la periferia de Beirut. El lento avance, contrariamente a los planes previstos, permitió a muchos combatientes de la OLP retirarse hacia la capital, mientras que en el sur, la IDF se encontraba implicada en la destrucción de las bases y de la infraestructura enemiga. El 22, los israelíes atacaron a los sirios y a la OLP en las ciudades de Bham-doun, Mansouriey y Aley (con la intención de bloquear la autopista Beirut-Damasco) obligándoles a retirarse después de duros combates. Beirut estaba casi cercada, aunque aún no podía decirse que hubiera sido una victoria; en las ciudades quedaban todavía 14.000 combatientes apoyados por un contingente de voluntarios enviado por el Ayatollah Jomeini. Los días siguientes estuvieron marcados por un violento intercambio de disparos entre la artillería de ambos bandos, pero quien sufrió más daños fue, sin duda, la población civil. La ofensiva prosiguió con la ocupación del aeropuerto internacional después de sufrir el más cruento encuentro desde el comienzo de la invasión; la etapa siguiente era la destruida Duzai y al norte, el puerto de Junieh. Los campos de Bourj el Barajineh, Sabra y Shatila fueron destruidos por su vinculación con el Cuartel General de la OLP en la ciudad. La reacción de las naciones occidentales a esta operación, ampliamente documentada por los mass media, fue decididamente negativa; muchos gobiernos condenaron la acción de Israel por su intromisión en los asuntos internos de Líbano. Incluso en Israel, una parte de la opinión pública comenzó a oponerse a esta ofensiva, que se extendía ya más allá de los 40 kilómetros del proyecto original. El 19 de agosto, después de varias presiones internacionales, la dirección estratégica de la OLP aceptó la propuesta de retirarse bajo la supervisión de una fuerza multinacional. Italia, Francia y Estados Unidos enviaron una fuerza armada que permitió, bajo su propio control, la salida de las unidades de la OLP hacia otros países de Medio Oriente. El día 21, el primer contingente de la OLP abandonó Beirut: el asedio había terminado. Ambos contendientes proclamaron su respectiva victoria: los israelíes, porque habían retirado el peligro del norte de sus fronteras; la OLP, porque había sobrevivido. Al marchar la OLP, el Líbano parecía predispuesto a abrir un nuevo capítulo de su propia historia, pero muchos problemas permanecían todavía sin resolver, semilla durante los siguientes meses de nuevos lutos para la nación. El armamento ligero utilizado por los combatientes de la OLP era muy heterogéneo, formado esencialmente por armas fabricadas por países del bloque oriental en varias versiones, especialmente AK 47 y AKM, sobre todo de producción china, soviética, húngara y búlgara, fusiles "de ciego" Dragunov calibre 7,62 x 54 R, ametralladoras ligeras RPD y lanzamisiles RPG utilizados tanto contra los vehículos acorazados como contra la artillería ligera. El Dragunov es un fusil semiautomático de recuperación de gas que deriva, con las oportunas modificaciones, del AK 47. Posee un cargador para 10 cartuchos y utiliza una munición muy potente, el cartucho 7,62 x 54 R, comparable al americano 30-06. Su alcance útil es de unos 800 metros y, en manos de expertos, es capaz de acertar a dianas muy pequeñas. Este arma, distribuida entre las fuerzas armadas de los Países del Este durante los años setenta y comprada por países simpatizantes de la OLP, vio en los combates en el interior de las ciudades un uso proporcional a sus propias características. En muchos casos, tiradores de élite de la OLP, apostados en fábricas o en las ruinas de la ciudad, fueron capaces de reducir y provocar numerosas pérdidas, incluso a gran distancia, a las unidades de infantería israelí. Los Dragunov utilizaban municiones con bala pesada desarrollada para el tiro de precisión identificables por la punta amarilla del proyectil. Por lo que se refiere a las armas de base en dotación al IDF, en la mayor parte de los casos se trataba de fusiles M 16 en diversas versiones, y del fusil de fabricación israelí Galil calibre 5,56 mm. El Galil, derivado del proyecto Kalashnikov, ha demostrado ser capaz de mantener algunas buenas cualidades propias de su origen, como la fiabilidad, la robustez y la facilidad de mantenimiento, con el añadido de algunas soluciones relevantes para usos operativos. Puede ser interesante citar, por ejemplo, la adopción de la mira de trizio, mucho más útil en los combates nocturnos, y de la culata metálica de muleta, mucho más robusta que la de plástico del M 16 que se utilizaba para abatir las puertas, cosa que ocurrió muy raramente durante la operación "Paz en Galilea", y la realización del arma con cañón de 460 ó 320 mm según el uso que se quisiera hacer del arma. La versión más corta era mucho más compacta gracias a la culata plegable, y estaba en dotación en los vehículos acorazados, en los helicópteros y en el personal de retaguardia. La misma adopción del bipie con la versión normal ha permitido algunas veces un uso más provechoso del fusil sin quitarle manejabilidad. El Galil se reveló un arma muy robusta, e incluso gracias a su peso, precisa en el tiro a ráfaga. En relación con el M 16 A1, el fusil de asalto israelí es más fiable y, además, más fácil de limpiar, factor que no hay que despreciar en el Medio Oriente, en donde debido a la gran cantidad de arena, las armas necesitan un mantenimiento constante. Como última cosa, a posteriori, se puede subrayar que ambas formaciones han demostrado buenas dotes de combatividad a pesar de que los cuadros de oficiales de la OLP han puesto de relieve algunas lagunas en relación con el mando y la organización.
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En abril de 1942 Marshall y Eisenhower presentaban al presidente USA, Franklin D. Roosevelt, un plan que abriría el segundo frente en Europa, ofensiva que reclamaban con toda urgencia los soviéticos, agobiados por la presión a que les estaba sometiendo el ejército alemán. Pero el proyecto norteamericano no convenció a los británicos, que hallaron problemas de muy difícil solución para llevarlo a buen fin y que, además, tenían otras prioridades, como garantizar su posición en África y defender la India. El 17 de junio Churchill se presentó en Washington y durante una semana debatió con el presidente Roosevelt y sus asesores militares la oportunidad de este segundo frente. Al final terminó imponiéndose una idea más modesta, muy apreciada por el presidente norteamericano y tranquilizadora para el premier británico: el desembarco en las colonias francesas del norte de África. Esta operación, que ya había circulado por los gabinetes de planes con el nombre de Gymnast, se adoptó finalmente el 24 de julio bajo la denominación de Torch -Antorcha-. Dos días más tarde, el general Marshall informaba al general de brigada D. Eisenhower, de la sección de Planes Estratégicos, que había sido nombrado jefe supremo de la operación (nombramiento hecho público el 14 de agosto) porque Londres y Washington, para limar asperezas con Francia (15), habían decidido que el jefe supremo fuese un general norteamericano. El 12 de agosto se resolvía otro de los problemas que condicionaban la Operación Torch: el visto bueno de Stalin, angustiado por aquellas fechas por la ofensiva alemana del Don y su avance hacia Stalingrado. Stalin, ya irritado por la disminución de la ayuda anglo-norteamericana (16), recibió con profundo disgusto la renuncia al segundo frente que Churchill le comunicaba, pero cuando hubo reflexionado sobre las posibilidades militares que Torch ofrecía a los aliados, exclamó: "¡Que Dios favorezca la empresa!" Según las memorias del primer ministro británico, Stalin valoró con singular rapidez que Torch terminaría con Rommel en el norte de África, que volvería a Francia como beligerante al campo aliado y que eliminaría a Italia como enemigo. Pese a todo, el desembarco aliado en el norte de África no prometía un vuelco espectacular en la guerra, pero -en frase de Eisenhower- constituía el camino más corto hacia Berlín. Pero no sería un camino de rosas. Días después de su nombramiento, el general Eisenhower, 52 años, modesto, novato en acciones bélicas, pero uno de los más brillantes norteamericanos en cooperación militar, comunicaba al general Marshall que Torch tendría éxito si España permanecía neutral y si las tropas coloniales francesas no ofrecían resistencia o ésta resultaba simplemente formal. La ambigüedad española -amiga del Eje, pero neutral en la guerra (17)- podía encerrar las amenazas más graves. Si España se declaraba beligerante al comienzo de Torch, los aliados se verían en aprietos: las tropas españolas, apoyadas por las alemanas, tomarían Gibraltar en horas y, desde el Marruecos español, asestarían una puñalada a las aliadas, que quedarían aisladas en el Mediterráneo. Mas aun, suponiendo incluso que España no interviniera, podría ocurrir que Berlín reaccionase ocupando la Península Ibérica para ocupar ambos lados del estrecho de Gibraltar. En cualquiera de los dos casos, la posición aliada resultaría angustiosa. Respecto a Francia la situación era aún más compleja. Como demostraba la experiencia, los gobernadores coloniales franceses eran fieles al régimen de Pétain (18) y combatían con decisión a los invasores. Ahí estaba el fracaso del general De Gaulle en su intento de tomar Dakar (Senegal), la resistencia francesa en Siria o la que aún mantenía el gobernador de Madagascar contra la invasión británica. Y aquellos eran puntos distantes de la metrópoli, difíciles de abastecer. Lo de Torch suponía más: Marruecos y Argelia eran las niñas de los ojos de Francia, contaban con guarniciones importantes -quizás hasta 200.000 hombres - y Vichy disponía de una gran escuadra en el Mediterráneo, que podría emplear para defenderlas. Torch, pues, se convertía en una operación triple: la preparación de un ejército de desembarco, la neutralización del Ejército francés de Vichy y la prevención de lo que pudiera hacer España. En las tres vertientes comenzó a trabajar el Estado Mayor Conjunto y, mientras se reunían los efectivos necesarios para el desembarco y se ideaba la mejor manera de reducir a los franceses, surgía el plan Backbone -Columna vertebral- para cubrirse ante una actitud hostil española.