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Durante el período de los Austrias se produjo una regionalización en el continente, acorde con las singularidades de cada reino, de la que empezó a despuntar la complejidad hispanoamericana. Aparentemente había sólo dos virreinatos, el de México y Perú, pero dentro de ellos existían estructuras socioeconómicas diferenciadas en cada una de las gobernaciones. El virreinato de Nueva España comprendía, como dijimos, los territorios de México, Guatemala, las Antillas (Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico y Jamaica), Venezuela y el apéndice oriental de Filipinas desde 1574.
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El 30 de junio, los americanos ocuparon la islita de Rendova, donde sólo había 200 japoneses. Como Nueva Georgia estaba sólo a cinco millas, instalaron baterías pesadas en Rendova y tres bases para lanchas rápidas. Era una táctica que pretendía conquistar isla por isla, apoyándose en la conquista anterior. El salto a Nueva Georgia estuvo complicado por los intentos japoneses de introducir convoyes de abastecimientos y la dificultad de los americanos para operar en la selva. La baja moral de la tropa obligó a enviar otra nueva división como refuerzo y convenció al mando aliado de que, con aquellos procedimientos, la guerra en el Pacífico podría durar muchos años. Los japoneses disponían ya de modestas estaciones de radar y las sorpresas americanas fueron cada vez más difíciles. Buena muestra es que la mayor parte de la guarnición japonesa de Nueva Georgia pudo evacuar la isla fácilmente. La experiencia de Nueva Georgia y su pérdida de tiempo decidieron la futura estrategia norteamericana: conquistar las islas esenciales, olvidando las difíciles que no tuvieran interés estratégico. Los 10.000 japoneses de Kolombangara fueron dejados de lado y el desembarco siguiente se hizo en la isla de Bella Labella, que sólo estaba guarnecida por 250 hombres. Ante ello, los japoneses evacuaron ambas guarniciones en dirección a la isla de Bougainville. Allí se reunieron 60.000 hombres, concentrados al sur. Los americanos desembarcaron en el oeste el 1 de noviembre, mientras su aviación machacaba los aeródromos de la isla. Los defensores, con el grueso de las fuerzas separado por ochenta kilómetros de jungla, reaccionaron lentamente mientras los americanos aportaban refuerzos y pertrechos. La situación se mantuvo estacionaria durante cuatro meses. Hasta marzo de 1944 no se decidió el mando japonés a atacar a los desembarcados. Entonces lanzó 15.000 hombres a través de la jungla, para llegar a la cabeza de desembarco, donde había 60.000 americanos. El combate comenzó el 8 de marzo y duró dos semanas, con la muerte de 8.000 japoneses. Mientras desembarcaban en las Salomon, los americanos no olvidaban Nueva Guinea, donde los japoneses se defendían duramente, a pesar de nuevos desembarcos en el sudeste. El interior de la isla estaba cubierto de jungla y las operaciones se desarrollaban a lo largo de la costa y gracias al transporte marítimo, de modo que, cuando sucesivos desembarcos cortaron el camino costero, los japoneses del este se vieron obligados a replegarse hacia el terreno salvaje del interior, para atravesar la isla en dirección al puerto de Wewak, en la costa norte, itinerario lleno de peripecias debidas al clima y las enfermedades. Libre de japoneses el este de Nueva Guinea, los aliados pensaron cruzar los estrechos de Vitiaz y Dampier, que separaban Nueva Guinea y Nueva Bretaña, en cuyo extremo opuesto está Rabaul, pieza clave de la zona. Los japoneses trasladaron 8.000 hombres desde China y los situaron frente a donde se esperaba el desembarco. Pero Rabaul quedaba en el otro extremo, a más de 400 kilómetros de terreno cubierto de jungla, y los recién llegados no pudieron contar más que con sus propios recursos. El desembarco comenzó a mediados de diciembre y, a las dos semanas, había en tierra más de dos divisiones aliadas. Los japoneses se vieron obligados a una maniobra penosa y conocida: retirarse a través de la jungla para alcanzar Rabaul. Como remate, un nuevo desembarco en las islas del Almirantazgo, ocupadas entre febrero y marzo de 1944. Era un archipiélago 250 millas al norte de Nueva Bretaña, con aeródromos, un fondeado magnífico. Suponía que se había alcanzado el límite norte de Melanesia, en camino hacia Micronesia, y a la altura de Filipinas, que eran el objetivo inmediato.
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La nueva geografía agraria surgida de la expansión de los siglos XI, XII y XIII, ofrece un panorama muy desigual. En principio, dicha expansión fue sobre todo extensiva; gracias a los avances técnicos y la forma más racional de explotación de la tierra, el campesinado de la época pudo lanzarse a la ocupación de nuevas tierras a través de las roturaciones y de la deforestación. Aunque las roturaciones habían comenzado mucho antes del año mil -al menos en parte de la Galia y Germania, Cataluña y algunas otras zonas de Italia e Hispania-, el avance limitado por las dificultades técnicas y las amenazas exteriores había imprimido un lento despertar del esfuerzo roturador, el cual se aceleró a partir del siglo XI por iniciativa y voluntad de los propios campesinos, que fueron ampliando los terrenos ya cultivados a costa del monte bajo, el bosque o los pantanos. En todo caso, esta "roturación particular" es la que menos noticias ha dejado en la documentación, aunque fuera un agente importante que impulsaría después los programas colectivos y dirigidos de las grandes roturaciones civiles y eclesiásticas. Pero claro está que dicho esfuerzo y los resultados del mismo estuvieron condicionados por las circunstancias propias de cada región, en una Europa en la que todavía el medio físico era fundamentalmente hostil y lleno de dificultades en buena parte de su superficie controlada. La nueva geografía, sin embargo, ofrece como mayor novedad la multiplicación de aldeas, villas y comunidades rurales que constituyeron el resultado más ostensible de las roturaciones a partir del siglo XI. Y si estamos todavía escasamente informados sobre el esfuerzo inicial e individual del campesinado en el arranque del proceso colonizador, disponemos en cambio de abundantes noticias acerca del proceso de formación y consolidación de las agrupaciones rurales a través de: las "cartas de población", que recogen los incentivos ofrecidos por sus concedentes a quienes fuesen a poblar lugares señalados; los "contratos de pariage", que contenían las condiciones de asociación en una roturación colectiva; las disposiciones legales al respecto; y las referencias al aumento de diezmos, la dispersión de los mismos y los contratos específicos de determinadas plantaciones (ad plantandum). Las iniciativas señoriales fueron seguramente las que mayor motivación generaron en la instalación del campesinado en las nuevas tierras y la puesta en cultivo de las mismas; bien porque así se aseguraban caminos, fronteras o defensas (extremaduras, bastidas, etc.) o bien buscando mayores rentas de los dominios a través de la explotación del derecho jurisdiccional o "ban", soportado cada vez por mayor número de brazos. Del atractivo ofrecido por los señores a los campesinos en cuanto a exenciones, dispensas o reducciones de los derechos de talla, multas o "calonias", servicio militar y "corveas" (prestaciones en la reserva señorial) dependería el éxito de la roturación y acogida campesina de la posibilidad de trasladarse a las nuevas aldeas, villas y comunidades. Un salto más hacia la concentración humana en el medio rural fue la aparición de nuevas poblaciones de trazado regular, donde las casas se agrupaban a lo largo de un camino, o de trazado reticular o poligonal, en las que la concentración era irregular. Pero la iniciativa particular hizo aparecer asimismo explotaciones familiares en un poblamiento intercalar protegido por separaciones en altura o superficie; aunque, con la presión feudal, muchas de ellas acabaran incorporadas a las explotaciones señoriales. La colonización no se hizo sólo a costa del bosque, el monte bajo o las laderas de los valles más practicables. En los Países Bajos comenzaron a levantarse diques y obras de drenaje para evitar que el mar invadiera la costa que podía aprovecharse como terreno roturable. En este caso fue decisiva la iniciativa de los condes de Flandes y de las abadías cistercienses a partir del siglo XII. La desecación, desalinización, removida y abono fueron operaciones que dejaron, gracias a los "polders", preparado el terreno para los cultivos o la estabulación ganadera. La necesidad de controlar el drenaje y garantizar la seguridad y pervivencia de los "polders" facilitó los agrupamientos humanos de vigilancia del drenaje (wateringues). Después de dos siglos de operaciones la costa de Flandes se transformó en una zona próspera y de agricultura desarrollada, favoreciendo el mercado y la consolidación de núcleos urbanos importantes. Alemania aprovechó la experiencia de los Países Bajos, aunque la desecación de lagunas y pantanos revistió otro tipo de dificultades a menor escala que en la costa. Y en Italia la lucha fue también constante en regiones de elevaciones del terreno en las que la amenaza era la erosión (Umbría, Toscana, Liguria, etc.), debiendo acondicionar las terrazas en pendientes y buscar los cultivos más apropiados y resistentes. La frecuente inundación del valle del Po también requirió un esfuerzo protector continuado y a lo largo del siglo XIII algunas de las grandes corrientes de agua se canalizaron, ampliando la tierra arable en sus controladas villas. La irrigación y el drenaje permitió en Italia la creación de un nuevo paisaje y geografía agraria con una productividad creciente y la generación de un comercio importante y variado de productos y medios de ejecución. En cuanto a la "colonización periférica o exterior", hay que señalar la "importancia relativa" de la expansión germánica tras el Elba y el Saale, que comportó una ocupación militar primero y una colonización después sin que hubiese grandes trasvases de población durante el siglo XII. Sus instigadores fueron los príncipes y las órdenes militares, especialmente la de los caballeros teutónicos, pero también cistercienses y premonstratenses se interesaron en la empresa. Todos ellos confiaron, no obstante, dicha empresa a los "locatores", encargados de localizar los emplazamientos, agrupar a los inmigrantes, aportar el capital y dirigir la operación de creación de nuevos poblados. En el este de Alemania, la agricultura prosperó rápidamente a la vez que retrocedían landas, pantanos y bosques, produciéndose excedentes de cosechas que se exportaron a los mercados de la Europa occidental. Todo ello propició la aparición de una geografía o paisaje agrario en el que las casas de los colonos con sus huertos se distribuían sobre la calle principal que era el eje de la roturación, y las diferentes parcelas se repartían en bandas paralelas que eran perpendiculares a dicha vía principal, en una estructura de espina de pescado. El modelo alemán de colonización en el este fue seguido por los príncipes eslavos, creando nuevas aldeas que han dejado su recuerdo en topónimos en "wola" (aldea libre) frecuentes en Polonia. Pero el esfuerzo germánico del "Drang nach Osten" se concentró fundamentalmente en dos expansiones: hacia el bajo Vístula, controlado entre 1230 y 1240, y sobre las tierras bálticas, y hacia el Danubio medio y el occidente de Hungría. Pero también en Occidente se produjeron diferencias regionales acusadas. Mientras que en Inglaterra la cuenca londinense presentaba grandes avances en comparación con el resto de Inglaterra, la cuenca Parísina anunciaba ya una limitación al crecimiento a mediados del siglo XIII; siglo en el que la colonización germana ofrecía su mayor fuerza, cuando en los "reinos cristianos hispánicos" se remataba la expansión militar, repobladora y ganadera, con la ocupación de Baleares, Valencia, Murcia y Andalucía occidental, hasta entonces en manos musulmanas; después de un esfuerzo continuado de "revalorización de tierras y restauración de villas y ciudades" iniciado en el siglo XI que no evitó, sin embargo, la desigual repoblación y el diferente carácter de los asentamientos con predominio cristiano o mudéjar, estructuras rurales o urbanas, de iniciativa y dirección señorial, eclesiástica o militar. Desde el siglo XII, superada en muchas áreas la producción destinada simplemente a la autosubsistencia, se fue ampliando la producción dirigida hacia la comercialización y la potenciación del policultivo. Como consecuencia surgieron huertas en los extremos intra o extramuros de los núcleos de concentración campesina, se plantaron legumbres y plantas tintóreas, se introdujo la vid en zonas de cultivo difícil y se especializaron suelos para grandes extensiones dedicadas a cultivos exclusivos. El aumento de la ganadería ofreció el complemento adecuado en muchas zonas en las que produjo riqueza añadida al consumirse como carne, aprovecharse como fuerza de trabajo y transporte y demandarse sus lanas y cueros en la industria pañera y de curtidos. De esta forma, comunidades campesinas, monasterios, órdenes militares y concejos urbanos tuvieron en la ganadería un complemento importante que exigió la regulación del uso de pastos comunales, tierras de barbecho, cañadas y rutas pecuarias. En conjunto, pues, el nuevo paisaje agrario se fue conformando al ritmo de las roturaciones, colonizaciones, especializaciones de cultivos, conquistas militares, codicias señoriales y traspaso de poderes de manos musulmanas a cristianas en el caso de la Península Ibérica. Sin embargo, los resultados no fueron excesivamente llamativos ni rotundos; acaso porque la agricultura medieval, antes y aún después de 1300, no superó los mecanismos de una economía tradicional abocada principalmente al consumo y no tanto a la transformación y comercialización.
lugar
La isla de Nueva Guinea está situada en el hemisferio sur, muy próxima a la línea del Ecuador y al norte del continente australiano. Su población es negroide, de nariz ancha y pelo crespo, seguramente emparentada con los aborígenes australianos, aunque estos últimos tienen el pelo mucho menos lanoso y rizado. Políticamente está dividida en dos partes: la mitad occidental, que fue colonia holandesa, se llama en la actualidad Irian Jaya y pertenece a Indonesia; la mitad oriental es independiente y se denomina Papúa-Nueva Guinea. Son las tierras menos conocidas del mundo. En sus costas, constituidas por junglas tropicales y manglares, densos e impenetrables, abundan los tiburones, y en los deltas de los ríos y en las zonas húmedas, los cocodrilos, las sanguijuelas y las víboras de picadura mortal. La malaria e incluso el cólera son frecuentes; muchas de sus tribus han sido, tradicionalmente, caníbales y cazadores de cabezas: es natural que su colonización pareciese a los europeos difícil y poco atractiva y, por lo tanto, se realizase tardíamente. La isla de Nueva Guinea está vertebrada en toda su longitud por una cadena montañosa con picos que sobrepasan los 4.000 m de altitud: son las tierras altas; allí nacen la mayoría de sus caudalosos ríos: el inhóspito Fly o el famoso Sepik. La mayoría de estas tierras, hasta los 3.000 m de altitud, están cubiertas de bosque húmedo, salpicado de fértiles valles, algunos de pasmosa belleza, como el de Baliem, en Irian Jaya. En los lugares más agrestes hay grupos humanos que continúan viviendo al modo tradicional y apenas han visto gente de raza blanca. En Tep-Tep, por ejemplo, una aldea situada en las montañas cercanas a la costa norte de Papúa-Nueva Guinea, a pocos kilómetros de Wewak, hasta el verano de 1992, sus habitantes sólo habían conocido tres: un entomólogo inglés, especialista en mariposas, y un matrimonio suizo, que estudiaba sus artísticas cabañas redondas de fibra trenzada. El único atuendo que solían vestir los hombres, incluso en las tierras frías de las montañas, era una funda pénica, colmillos de jabalí engarzados de formas variadas y gran profusión de ornamentos vegetales. En las ceremonias rituales se adornaban con espléndidos aderezos de plumas de ave y conchas. En las tierras donde viven los Dani y los Asmat en Irian Jaya, o en las aldeas del curso alto del río Sepik, en Papúa-Nueva Guinea, la vestimenta sigue siendo la misma, pero en aquellas zonas donde puede llegar el turismo, se utilizan las fundas pénicas solamente en los singsings, que son danzas y cantos ceremoniales; también las fabrican para venderlas a los turistas. En muchos lugares los nativos continúan enzarzándose, con arcos y flechas, en sus sempiternas luchas tribales, prohibidas por el gobierno, quien manifiesta su desaprobación, entre otras formas, cobrándoles carísimo si quieren curarse una herida de lanza en un hospital; si no tienen dinero para pagar tiene que sanarles el brujo de la tribu.
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Durante la campaña de las Indias Holandesas -1942- los japoneses ocuparon también casi toda la Nueva Guinea holandesa, toda la australiana y porciones de la británica, y varios archipiélagos circundantes. En conjunto, y sobre todo en un primer momento, los neoguineos -se emplea aquí el término neoguineo para los habitantes de toda la isla, y neoguineanos para los habitantes del país actual Papúa-Nueva Guinea- de un lado y de otro son, en su mayoría espectadores, pese a que algunos combaten junto a los aliados. Asimismo, los ocupantes practican una política de atracción de la población local, a la que muchos, por anticolonialismo, se muestran sensibles. Algunos neoguineos colaboran desde el principio con los japoneses, y participan en la represión de la resistencia pasiva de holandeses, australianos y británicos bajo régimen nipón. El Mando japonés tratará de utilizar los movimientos religioso-políticos locales, en particular los cultos cargo. Estos, cuyas primeras manifestaciones se remontan al siglo XIX, han representado siempre una modalidad directa o indirecta de oposición al régimen colonial. Y, ahora, algunos de ellos están dispuestos a apoyar a los japoneses en contra de los blancos, como el culto de Anggamita, en la parte holandesa, proseguido por uno de sus seguidores, S. Simiopiaref, que formó incluso un ejército, y que luego se volvería contra los japoneses. Otro grupo antijaponés será el de Korinus boseren; otro profeta, Simson, fue muerto por los japoneses. En efecto, las brutalidades, las matanzas, las requisas, el trabajo forzado fueron llevando a los neoguineanos, en particular a los movimientos nacionalistas, a esperar la llegada de los aliados como una nueva liberación. En 1944 la mayor parte de Nueva Guinea había sido liberada por los norteamericanos o los australianos. A mediados de 1945 todavía se combatía en el norte de la zona australiana. En agosto los japoneses se rendían. La vuelta de los australianos, holandeses y británicos fue decepcionante para los neoguineanos. No sólo los australianos formaron unidades de papúas que emplearon contra el ocupante como el regimiento del PIR, sino que reclutaron mano de obra forzada, lo mismo que los británicos y norteamericanos, cuyas condiciones económicas y laborales eran pésimas y los malos tratos, frecuentes; a veces el régimen aliado fue peor que el japonés, y algunos autóctonos colaboradores fueron ejecutados por los australianos. El régimen colonial había vuelto. Ocupadas las Salomón en el segundo trimestre de 1942, los japoneses establecieron un régimen de ocupación especialmente duro, que impidió la posible colaboración de la población, y que dio lugar al surgimiento de una oposición pasiva y a las consiguientes represalias del ocupante. Este fue obligado a irse relativamente pronto, después de la batalla de Guadalcanal, agosto de 1942- febrero de 1943. La administración militar estadounidense enroló por la fuerza, como trabajadores, a los ya baqueteados salomoneanos, lo que hizo añorar, a muchos, la ocupación japonesa. Las Gilbert fueron ocupadas inmediatamente después de Pearl Harbor. Los japoneses mataron a todos los blancos que no pudieron escapar y trataron de atraerse a los autóctonos micronesios. Pero éstos prefirieron la resistencia pasiva, lo que les valió requisas, malos tratos e incluso bombardeos de represalia -uno de ellos acabó con toda una aldea. Cuando los británicos volvieron a su antigua colonia -pero llevados por los norteamericanos-, en noviembre de 1943, sólo supieron organizar cuerpos de trabajadores duramente tratados y reorganizar el régimen colonial.
contexto
La homogeneización del Imperio, reducido a sus territorios griegos, conllevó profundas transformaciones interiores durante el siglo VII que contribuyeron a consolidarlo. Las ciudades segarían teniendo importancia, incomparablemente mayor que en el Occidente de la misma época, a pesar de cierta decadencia, pues había desaparecido el régimen municipal clásico aunque conservaban funciones religiosas, con su obispo al frente, administrativas, militares y económicas como centros artesanales y de mercado: eran famosas, por ejemplo, las ferias de Éfeso y Tesalónica. Pero se produjo una intensa ruralización y el fundamento económico y social era campesino, como no podía ser de otra forma: aunque las situaciones regionales fueron muy distintas, parece que los trasvases de población eslava o búlgara de los siglos VII y VIII contribuyeron, entre otros factores, a la mejora de algunas zonas, por ejemplo en Asia Menor, y a la creación de nuevos terrazgos.
obra
El teatro de Schinkel se construyó sobre los restos del teatro nacional de Langhans en el Gendarmenmarkt, luego Plaza de la Academia. Schinkel conectó con las concepciones de Gilly del edificio como agregado de cuerpos estereométricos claros y cortados a canto vivo. El cuerpo bajo, con la ancha escalinata y la línea de sillares del podio le sirvió para enfatizar el edificio como un monumento conmemorativo del teatro, al tiempo que el resto de la definición externa permitía una inmediata identificación de la función a que servía. Frente a la severidad mayestática del exterior, Schinkel concibió el interior del teatro como espacio festivo y lugar de manifestación de la obra de arte integrada.