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A mediados del siglo XVII se introduce en España la iconografía del Niño Jesús dormido, de larga tradición en la pintura europea del Renacimiento y el Barroco. En la escuela boloñesa, Guido Reni y Albani realizaron un amplio número de imágenes, inspirándose en estampas entre las que destaca el grabado de Giacomo Francia. Entre las primeras versiones conocidas en el Barroco Español tenemos una de Alonso Cano que se guarda en una colección particular de Barcelona. Murillo se sintió atraído por esta temática en la que se incluía ternura y dramatismo y realizó un buen número de imágenes con esta iconografía. Esta que contemplamos presenta al Niño dormido sobre la Cruz, apoyando su mano derecha sobre la calavera. La figura se sitúa ante un fondo de paisaje en el que abundan las nubes, de las que salen dos angelitos que acompañan al Niño en su soledad. Un potente foco de luz resbala por la figura de Jesús acentuando el contraste entre su nacarada piel y el manto azul. Se crea un efecto de claroscuro con el fondo en el que emerge la silueta de una montaña iluminada en cuya base apreciamos unas construcciones. Las diagonales estructuran la composición y la dotan de ritmo. El efecto naturalista de la figura del Niño no se pierde por la sensación atmosférica creada gracias a la luz y la pincelada pastosa y rápida empleada, consiguiendo el maestro sevillano una obra de gran calidad y exquisita belleza. El Museo del Louvre guarda un dibujo preparatorio de este admirable y delicado lienzo.
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Esta obra es un dibujo preparatorio para el lienzo con el mismo tema que guarda la Galería de Sheffield. Es una evidente muestra de que Murillo no dejaba ninguna obra al azar, empleando un estilo muy firme y seguro, definiendo todos y cada uno de los elementos de la composición que se popularizó a lo largo del siglo XVIII.
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Este Niño Jugando ha causado grandes quebraderos de cabeza a los que han tratado de encontrarle un significado. Está pintado en el reverso de la Subida al Calvario, lo que indica que ambas escenas tienen alguna relación desconocida. El niño es un bebé de apenas un año, apoyado sobre un andador y con un molinete de juguete en las manos. Es evidente que el niño está aprendiendo a andar y algunos han considerado que se trata de una alegoría de la estupidez humana, que requiere apoyarse para caminar. Sin embargo, esto no tiene relación con la Subida al Calvario. Otros creen que se trata del Niño Jesús, que apenas iniciados sus primeros pasos ya se encaminaba a la muerte en el Calvario. Igual problema plantea el molinete, que unos consideran símbolo de redención (es frecuente en las escenas del Calvario ver molinos de viento en el paisaje) o símbolos del amor que se sacrifica. En cualquier caso, la imagen desconcierta entre la habitual producción pictórica de El Bosco.
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Para esta pequeña acuarela, Manet tomará como modelo a Léon Köella Leenhoff - hijo de Suzanne Leenhoff, nacido en 1852 posiblemente debido a su relación con el pintor, aunque también se especula la posibilidad de que fuera hijo del propio padre de Manet, Auguste Manet - vestido a la moda española del siglo XVII, en una pose muy similar a Caballeros españoles que había pintado años antes. Resulta curioso comprobar que la acuarela está más trabajada que el citado lienzo, posiblemente para salvar las críticas por el abocetamiento. Manet atesorará durante toda su carrera un poderoso dibujo que apreciamos con claridad en este trabajo. Algunos especialistas consideran que Manet se inspiró en una obra de Tiziano para realizar esta acuarela.
Personaje
Otros
Participó en los dos primeros viajes de Colón, asociándose en 1499 a Cristóbal Guerra para iniciar contactos comerciales con las Indias. Ambos armaron una carabela con mercadería canjeable con los indígenas, recorriendo Paria, Maracapana, Margarita, Coche, Cubagua y arribando a las costas de Venezuela. Aquí consiguen cambiar sus mercancias por metales y perlas, consiguiendo un valioso cargamento con el que regresan a España. Llegado en 1500, es procesado por no pagar el quinto real, muriendo durante la actuación judicial.
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Se conservan aproximadamente unos 240 retratos salidos de los pinceles de Frans Hals, caracterizados la mayor parte de ellos por las pinceladas rápidas e irregulares aplicadas como podemos apreciar en este Niño sonriendo, destacando la expresión alegre y divertida del muchacho. El colorido está inspirado en Caravaggio a través de la Escuela de Utrecht, rebosando la figura naturalismo y viveza. Incluso el limitado espacio pictórico se convierte en un vehículo adecuado para que Hals muestre su capacidad a la hora de mostrar la personalidad de sus modelos, bien se trate de las regentes de un hospicio, una prostituta o una dama elegante.
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Se trata de la parte posterior del llamado Disco del parto, que presenta en su anverso una Natividad. Las figuras del niño y del perro tienen una calidad pictórica inferior por lo que algunos especialistas consideran que se trata de una obra ejecutada por un ayudante de Masaccio, fundamentalmente por lo esquemático del animal o los elementos vegetales. El niño tiene cierta relación con el que aparece en Santa Ana, Virgen con Niño y ángeles pero es indiscutiblemente de menor calidad.