Las relaciones entre Mary Cassatt y Degas fueron muy estrechas desde la llegada de la pintora norteamericana a París en 1873. Buena muestra de esa estrecha amistad fue la recomendación de Cassatt a una amiga íntima para que adquiriera una obra del maestro francés; esta fuerte relación artística se pone también de manifiesto en esta escena que contemplamos, en la que el propio Degas llegó a dar alguna pincelada genial. El lienzo fue presentado a la Exposición Universal de París de 1878 siendo rechazado por la postura de la niña y por las rápidas pinceladas aplicadas en el sillón. Mary Cassatt entraba así a formar parte de los rechazados como antes le ocurriera a Manet, Cézanne o el propio Degas. El blanco vestido de la pequeña contrasta con las tonalidades azules de los sillones, destacando las vivas pinceladas que conforman el estampado. La luz penetra por los ventanales del fondo, cubiertos con unos visillos blancos que tamizan la intensa luminosidad. La niña está perfectamente dibujada, mostrando los contornos. Sin embargo, todo lo que rodea a la pequeña se difumina, incluso el perrillo que la acompaña.
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Una de las características fundamentales que definen al pintor, es la búsqueda continua de la modernidad. Cuando el joven artista llega a París en 1885, quedará deslumbrado con la obra de pintores como Renoir, Degas o Monet, cuya huella estará presente en toda la obra del pintor noruego. Sin embargo, en cuanto a la elección de los temas, Munch segirá una línea muy diferente a la de los impresionistas, tal y como esa refelja en esta obra temprana, interesándose más por la expresión de los sentimientos.
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Los numerosos estudios preparatorios que realizó Degas muestran la especial dedicación del artista a sus obras, aparentemente rápidas y sin pensar. La pequeña realiza un ejercicio de ballet y se nos presenta en pleno esfuerzo, conseguido el conjunto a través de seguros trazos que indican la relación con Ingres, a quien Degas admiró durante toda su vida aunque se separara de su academicismo para integrarse en el Impresionismo.
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En los últimos años de Fortuny se aprecian claramente dos vías pictóricas paralelas y contradictorias: la pintura de "casacón" que le proporciona fama y dinero - véase la Elección de la modelo - y las obras personales donde el Impresionismo está avanzando a marchas forzadas. Fortuny debió dar el salto y abandonar su primer estilo pero no tuvo la suficiente fuerza de voluntad para apostar por un tipo de pintura que no le iba a reportar tantos beneficios; ese debate interno será una de las causas de su muerte. Precisamente esta niña sentada que contemplamos, posiblemente captada en Portici, aporta un excelente ejemplo de cómo el maestro catalán se acerca a la vanguardia artística de fines del XIX al trabajar con una pincelada deshecha, interesándose por conceptos de luz y de color como harán Monet o Degas. La pequeña está retratada al aire libre, su cuerpo recibe la potente iluminación solar, creando un sugerente contraste lumínico a lo largo de la pequeña figura. Los trazos son rápidos y certeros, abandonando el dibujo aunque no se renuncie al volumen, resultando una obra digna de elogio. El propio Sorolla puede ser considerado un perfecto continuador de este particular estilo.
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El primitivismo que estaba buscando Gauguin hace acto de presencia en esta imagen de dos niñas bretonas - muy similares a Las recolectoras de varec - captadas en primer plano, destacando sus grandes pies y sus rostros de máscara, en los que apreciamos cierta tristeza. El paisaje que contemplamos tras ellas ha sido conseguido a través de gruesas bandas paralelas de color, destacando el efecto de las olas creado con un toque de blanco. La soltura con que aplica las tonalidades contrasta con el dibujo seguro y certero de las figuras, pintadas con colores oscuros para aumentar la tristeza, iniciándose en el Simbolismo. Estas figuras servirán de inspiración a futuros vanguardistas como Picasso o Matisse.
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La fama de Murillo aumentaría gracias a las pinturas sobre temática cotidiana protagonizadas por niños, siendo muy originales en el contexto del Barroco europeo ya que gozan de una impronta personal. Los coleccionistas extranjeros -banqueros y mercaderes especialmente de origen flamenco- adquirieron directamente al artista un buen número de cuadros. Dentro de estas pinturas costumbristas infantiles conviene señalar las Muchachas contando dinero que aquí contemplamos, también denominadas Jóvenes fruteras ya que son dos adolescentes las protagonistas en el momento de contar las ganancias conseguidas con la venta de la fruta que tienen en el cesto, especialmente uvas. Las dos están embelesadas contando el dinero conseguido, resultando satisfechas con lo obtenido al surgir en sus rostros complacientes sonrisas. En el fondo apreciamos un paisaje con ruinas clásicas, bañada toda la escena por una luz otoñal que saca diferentes brillos en la fruta. El naturalismo de rostros, ropajes, canasto o uvas hace referencia a los primeros años del artista pero la luminosidad atmosférica y el colorismo sitúan la escena en torno a 1670.La obra fue adquirida por Maximiliano II de Baviera al comerciante Franz Joseph von Dufresne, apareciendo documentada en el castillo de Schleissheim en 1770.