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Enfrentamiento entre las legiones de los pompeyanos, bajo el mando de Cneo Pompeyo, y las de César, que tiene lugar el 17 de marzo del año 45 a.C., en Munda, lugar de la Betica, Hispania. Los pompeyanos fueron totalmente derrotados, perdiendo a 30.000 hombres, incluidos Labieno y Varron, mientras que las pérdidas de César fueron de sólo 1.000 soldados. El mismo Cneo Pompeyo resultó herido. La derrota de los pompeyanos fue el último acto importante de su resistencia en Hispania, pues los restos de sus tropas debieron refugiarse en algunas ciudades como Munda o Corduba, que fueron rendidas por asedio. Munda es también significativa por ser la última batalla de César.
obra
Parece ser que El Bosco dedicó una serie de cuadros o un tríptico al Diluvio Universal, conjunto que hoy está perdido y del que se conservan esta ala lateral, en cuyo reverso se encuentran ciertas escenas demoníacas, además de otra ala con el Arca de Noé, igualmente decorada en su reverso con escenas de talante similar. La interpretación de esta imagen ha variado a lo largo de la escena, pero el hecho de que se la considere relacionada con el Diluvio ha hecho que se identifique el caos reinante en el paisaje con el estado de la humanidad antes del castigo divino. La tabla, como podemos comprobar, se encuentra en un grave estado de deterioro.
contexto
Puede afirmarse, sin demasiado riesgo de error, que la sociedad del Antiguo Régimen era estructuralmente pobre. La definición de la pobreza crea, sin embargo, algunos problemas. Normalmente el pobre ha venido siendo identificado con el indigente de solemnidad, el pedigüeño vagabundo cuya imagen es inseparable del paisaje urbano de la época. Había, sin embargo, múltiples formas encubiertas de necesidad. La pobreza alcanzaba a muchos individuos sin tan siquiera respetar las fronteras de los grupos privilegiados. Gran parte de la población rural era pobre. Jornaleros, pequeños arrendatarios y propietarios y aparceros subsistían a menudo en condiciones límite de malnutrición y hacinamiento. Incluso en áreas económicamente avanzadas, como los Países Bajos, entre un 20 y un 40 por 100 de la población rural era considerada pobre. La ciudad era también foco de pobreza encubierta. Muchos asalariados urbanos padecían grandes necesidades. La viudedad dejaba con frecuencia a las mujeres en situación precaria. El servicio doméstico, cuya amplitud numérica constituye un rasgo propio del Antiguo Régimen, aunque tenía garantizados la alimentación y un techo, vivía también habitualmente en condiciones de pobreza. La pobreza como peligro potencial de subversión social fue observada con preocupación creciente por las clases dominantes, especialmente después de los grandes estallidos de revuelta popular. Sin embargo, lo que más preocupó a la sociedad del momento fue la cantidad creciente de vagabundos, que eran mirados con un recelo en aumento. El miedo a los hambrientos errantes, a los que cada vez más se consideró elementos antisociales, se extendió a partir de la segunda mitad del siglo XV (Lis-Soly). Una consecuencia de ello fue la aparición en el siglo siguiente de un género literario de gran éxito y difusión que insistía en la falsedad, impudicia y falta de escrúpulos morales del lumpen urbano, organizado secretamente para la comisión de delitos. Hubo mucha exageración en la descripción de estos monipodios de vagabundos, a los que se suponía una sociedad paralela, con sus propias leyes, jerarquías y lenguaje, que conformaba una especie de submundo criminal. En cualquier caso, la preocupación estaba plenamente justificada si se atiende a las abultadas proporciones de la pobreza solemne, es decir, la oficial y públicamente reconocida. Los extremos alcanzados por el fenómeno del vagabundeo y la mendicidad propiciaron la promulgación de disposiciones por los poderes públicos para limitar estas prácticas. Se trataba de medidas por lo general represivas que quedaron muchas veces sin efecto por las numerosas dificultades existentes para su aplicación. Las instituciones asistenciales, basadas en las ideas caritativas del Cristianismo medieval, resultaban por su parte totalmente insuficientes e inadecuadas para paliar un problema que las desbordaba por sus dimensiones. La política de represión de la mendicidad y la vagancia afectó a la mayor parte de Europa occidental, resultando muy activa entre los años veinte y cuarenta del siglo XVI. Su dictado correspondió indistintamente a los poderes centrales y a las autoridades locales urbanas. El denominador común de esta política consistió normalmente en la prohibición de mendigar y la obligación de trabajar para todos los pobres que no estuvieran físicamente impedidos para ello. Al mismo tiempo se intentaba racionalizar la beneficencia institucionalizando la caridad pública y centralizando los fondos destinados a atender las necesidades básicas de los menesterosos. Estas medidas representan en cierto modo un conato de reorganización de la asistencia con el que los poderes públicos intentaban sustituir en aras de una mayor eficacia las iniciativas privadas aisladas por una acción global socialmente rentable. La política represiva de la mendicidad coincidía, en líneas generales, con el discurso humanista sobre la pobreza. Tanto Tomás Moro como Erasmo de Rotterdam se pronunciaron contra la mendicidad. El español Luis Vives, en su obra "De Subventione Pauperum" (Brujas, 1526), propuso un programa detallado de acción social que incluía la prohibición de mendigar, el trabajo obligatorio para los indigentes, la centralización de la asistencia y la creación de escuelas para niños pobres. Por su parte, los reformadores religiosos (excepto los anabaptistas, cuyos postulados resultaban mucho más radicales) compartieron la idea del trabajo como deber y condenaron severamente la pereza. En España, donde las medidas contra la mendicidad fueron algo más suaves que en otros países de Europa (en el sentido de reglamentar más que de prohibir), subsistía de forma bastante extendida el concepto medieval de la pobreza, enfrentado a las nuevas ideas humanistas. El dominico Domingo de Soto, en su "Deliberación sobre la causa de los pobres" (1545), defendió la libertad tanto para mendigar como para ejercer individualmente la caridad, entendiendo la pobreza como elección y rechazando toda la reglamentación. Otros autores, como Juan de Medina, Miguel Giginta y Cristóbal Pérez de Herrera, defendieron, por el contrario, la necesidad de distinguir entre los verdaderos pobres y los fingidos, obligando a estos últimos a trabajar. Giginta y Pérez de Herrera propusieron también el control planificado de la pobreza (en el caso de Pérez de Herrera también de la prostitución) a través de casas de misericordia o albergues de pobres, que debían ubicarse en las principales ciudades del país y garantizar la aplicación al trabajo de los mendigos físicamente capacitados. Para B. Bennassar, este debate sobre la pobreza constituye "el testimonio de la coexistencia en España de dos mentalidades antagónicas, una orientada hacia la transformación del país a través de la organización y el trabajo, la otra tendente simultáneamente a la preservación del orden social y al ejercicio anárquico de las pulsiones individuales. La que se impuso (...) fue la segunda".
contexto
Hasta hace muy poco el registro arqueológico se ha mostrado muy parco con los datos sobre los tipos de enterramiento y los rituales funerarios de este periodo inicial del Neolítico, aunque empezamos a disponer de diversas fuentes suficientes para proponer unas variables generales del comportamiento sepulcral de estas comunidades, en general correlacionables con casos documentados en la cuenca occidental del Mediterráneo. Para el levante y noreste peninsular, se observan unas primeras líneas en la probable evolución general de los enterramientos para las distintas fases del Neolítico Antiguo. Así, se aprecia en las primeras fases la presencia de un uso exclusivo de cuevas como lugares de inhumación. La fase cardial, con documentación muy escasa (Cova de la Sarsa), muestra una tendencia al enterramiento individual o en pareja y los ajuares son escasos. A partir de finales del V milenio los enterramientos siguen ocupando las cavidades naturales (Cova deis Lladres, Barcelona y Cova del Pasteral, Girona), pero estas cuevas, de reducidas dimensiones y con galerías estrechas, son ahora exclusivamente sepulcrales y presentan enterramientos colectivos, observándose un enriquecimiento de los ajuares: vasos cerámicos, cuentas de collar (en el caso espectacular de la Cova dels Lladres con un total de más de 2.000 cuentas de collar fabricadas sobre distintos materiales) y ofrendas alimentarias (jabalí, conejo, tortuga, aves...). A partir del primer tercio del IV milenio y como precedente del desarrollo que se observará en las fases posteriores, aparecen sepulturas aisladas al aire libre o bien formando, por primera vez, necrópolis (Hort d'En Grimau, Barcelona; conjuntos de Tortosa y Amposta, Tarragona; Barranc de la Mina Vallfera, Mequinenza, Bajo Aragón). Significativa es también la aparición en estos momentos de las primeras necrópolis de cistas megalíticas cubiertas con un gran túmulo de tierra y anillo externo de piedras, con inhumaciones individuales (Font de la Vena, en Tavertet, Barcelona). Los cadáveres aparecen también en postura encogida, en aquellos casos donde se conoce la posición primaria, no siempre bien documentada (remociones naturales, alteraciones por uso reiterado del lugar). Los ajuares son desiguales: cerámicas típicas (lisas con cordones, cepilladas con crestas en relieve), brazaletes de pedúnculo (en cantidades importantes) y siguen apareciendo ofrendas alimentarias (bóvidos, ovicápridos, cerdo, jabalí, cérvidos...). La estructuración del ámbito mortuorio se complica y se conoce mejor: inhumación de los individuos, fosas simples ovaladas excavadas en el subsuelo, fosas cubiertas por un montículo pequeño de piedras de forma circular, fosas con banqueta y cistas. Por otra parte, se sigue observando el uso de cuevas con finalidad exclusivamente sepulcral, con enterramientos colectivos de inhumaciones sucesivas (Cova de l'Avellaner -4020 a.C.- y Cova de Mariver de Martís, ambas en Girona). En el resto de las regiones los datos son más bien escasos, y disponemos de informaciones bastante dispersas: investigaciones aún recientes, actuaciones clandestinas en zonas con riqueza de yacimientos en cavidades naturales y remociones antrópicas de lugares con ocupaciones muy intensivas a lo largo del tiempo. En Aragón, por ejemplo, se detecta el uso funerario exclusivamente en cuevas: puede tratarse de una utilización únicamente sepulcral o bien en contextos donde también se han documentado restos de habitación. Conocemos los restos de la Cueva de Chaves (un individuo enterrado en posición replegada, con un ajuar poco significativo) y la Cueva del Moro, donde aparecieron restos humanos posiblemente relacionados con cerámicas cardiales y cuentas de collar, a pesar de las dificultades de lectura estratigráfica. En Andalucía los datos aún son más escasos: sólo se tiene constancia de descubrimientos muy recientes en yacimientos al aire libre: La Molaina (Granada), fechado hacia el IV milenio, con enterramientos en una área donde se localizan silos y fosas, y el conjunto de silos del Bajo Guadalquivir, ya en una fase más avanzada de la neolitización (primera mitad del III milenio). Otra de las problemáticas que hoy día sigue sin dilucidarse por su complejidad, para estas últimas regiones, son las atribuciones crono-culturales de los enterramientos colectivos en cueva, las cuales son del todo confusas debido a las estratigrafías poco fiables, a las continuas reutilizaciones de según qué lugares como enterramiento en periodos posteriores y la falta de trabajos sistemáticos al respecto. Esta situación queda bien ejemplarizada en el País Vasco, con algunos yacimientos que presentan posibles enterramientos colectivos en niveles datados sobre el VI milenio (Cueva de Zatoya I, en Navarra, y Cueva de Fuente Hoz, en Alava).
contexto
La última etapa de la Edad del Bronce en el Egeo, el Bronce Reciente, y de una manera más específica en el continente, el Heládico Reciente, es la que se conoce como época micénica, la misma que aparece como tema de los poemas homéricos. La época de los palacios heroicos y, especialmente, el de Agamenón en Micenas constituía el primer período de la historia griega para los mismos antiguos, aunque ya éstos se planteaban sus dudas sobre el carácter histórico o mítico y señalaban una diferencia importante entre el tiempo de los hombres y el tiempo de los héroes. La discusión sobre la validez histórica de los poemas homéricos puede ser infinita, sobre todo porque se plantea sobre posturas excesivamente rígidas acerca de una utilización mecánica de lo allí expuesto o de la imposibilidad de dicha utilización a partir del carácter mismo del género al que pertenecen los poemas. Fue su lectura la que abrió las puertas a los hallazgos arqueológicos, cuando el comerciante H. Schliemann, helenista aficionado, gracias al éxito de sus operaciones mercantiles, pudo dedicarse a visitar Itaca, el Peloponeso y Troya acompañado y guiado por la lectura de dichos poemas. Las distintas capas halladas en Troya y las diversas destrucciones detectadas, así como los hallazgos micénicos escalonados a partir de las primeras tumbas reales, fueron el impulso para más profundos estudios que, si bien sembrados en principio de errores y rectificaciones, de identificaciones a veces demasiado inmediatas, como suele ser el caso del trabajo arqueológico tradicional, que sólo se considera histórico cuando coincide con un hecho, personaje o lugar conocido por las fuentes de manera explícita, han permitido penetrar cada vez más en realidades sociales y políticas del mundo micénico. Palacios, templos y enterramientos permiten describir un tipo de sociedad jerarquizada, con una realeza y un aparato estatal capaz de controlar poblaciones colectivamente, aspecto este último que avanza según los trabajos arqueológicos se salen de los monumentos palaciegos para atender a la distribución de los territorios exteriores. Algunos aspectos de la tradición reciben apoyo en ciertos movimientos detectados también en la llegada de caracteres conocidos por la arqueología, aunque, al mismo tiempo, los desacuerdos pueden llegar a aclarar el verdadero sentido de las tradiciones, objeto de manipulación con ánimos propagandísticos o deformadas con intenciones directamente políticas. Sin embargo, el proceso resulta cada vez más claro en el estudio de los tipos de tumba y su función en relación con el poder real micénico. Junto a ello, la arqueología resultó verdaderamente gratificada con el hallazgo de una serie de tablillas con escritura, que poco a poco ha podido descifrarse gran parte. Las primeras se hallaron en Cnosos y había algunas en una escritura llamada lineal A, todavía no bien conocida, que representa una lengua al parecer de carácter prehelénico, y otras en escritura lineal B, que luego se supo coincidente con otros muchos yacimientos del continente y que, descifrada laboriosamente por Ventris y Chadwick, contiene textos en lengua griega, apoyada en unos signos en principio no muy adecuados para ella. Se ha producido, pues, una adaptación forzada que ha añadido un factor específico a las dificultades propias de unos textos conservados en tales condiciones: inscripciones en barro que se han conservado casualmente debido a los incendios de los palacios, que cocieron las piezas. La escritura es silábica y carece de algunos sonidos, por lo que en el mismo signo coinciden fonemas como l y r, no hay sílabas cerradas, por lo que se usa una nueva sílaba para la consonante encargada de cerrar la anterior, que también puede quedar sin cerrar, y no se pueden señalar todas las vocales, pues los signos silábicos son limitados. En cualquier caso, la investigación va comprobando que la arqueología, la epigrafía micénica y el análisis flexible de los poemas pueden colaborar a la elaboración de una imagen del mundo micénico y de su tradición apta para ser analizada históricamente. Por otra parte, la lectura de las tablillas ha revelado la existencia de una forma de la lengua griega que los especialistas tienden a considerar la más antigua, capaz de explicar muchos de los rasgos de la lengua ulteriormente evolucionada.
lugar
Antiguo poblado celtíbero. Se relaciona con la actual población de Munébrega, en la provincia de Zaragoza. En esta localidad se han encontrado restos de una población celta, que podría ser Mundobriga. Se sabe que el núcleo de Mundobriga se conservó hasta el período de dominación musulmana.
termino
Personaje Científico
Su padre fue el ilustrado Javier María de Munibe e Idiáquez, conde de Peñaflorida. Su nombre encabeza la lista de personas que recibieron una educación con carácter enciclopédico. Cursó estudios de química en Vergara y luego se trasladó a Europa para completar su formación. En estos años pasó por París, Suecia, Alemania, y otros países donde estudió las teorías y propuestas de otros científicos. A su regreso a España fue nombrado secretario perpetuo de la Sociedad Vascongada. Su repentina muerte impidió que realizará mayores aportaciones a la ciencia de su tiempo.