En 1894 Toulouse-Lautrec se dedicó a realizar retratos de las pupilas de los burdeles que frecuentaba - véase Marcelle o Mujer de prostíbulo - quizá por la comprensión y el cariño que brindaban estas mujeres al artista. No debemos olvidar que Lautrec acudía asiduamente a varios de los burdeles de Montmartre, llegando a habitar durante una temporada en uno de ellos a pesar de estar prohibido; incluso llevaba a las visitas presentando el lugar como su estudio, confeccionando tarjetas de visita con su nueva dirección. La mujer del tatuaje - novedad interesante para la época - se presenta en primer plano, mientras que la madame del prostíbulo parece dar los últimos toques a su vestimenta antes de una importante cita con algún destacado cliente. En ambos rostros encontramos una destacable diferencia respecto a sus estados de ánimo, mostrando Henri su facilidad para captar la personalidad de sus modelos. El color azul domina en una composición donde la línea ocupa un papel destacado - alejándose del dibujo clasicista de Ingres para acercarse a la modernidad - al igual que el empleo de luces artificiales, siguiendo la estela de Degas. La aplicación de las diversas tonalidades se produce de manera contundente, sin reparar en detalles anecdóticos que para Lautrec resultan superfluos. Él pretende mostrar la realidad en la que vive y se mueve, sin edulcorar, recogiendo el distinto talante de los personajes nocturnos.
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Toulouse-Lautrec sentirá una especial atracción por representar imágenes femeninas, habitualmente pupilas de los prostíbulos a los que acudía con frecuencia. En este caso contemplamos un bello ejemplo de una joven tumbada, levantando sus brazos para crear una postura de desperezamiento. Lo más significativo es el abocetado general de la composición, aplicando Henri el color en largos toques mientras que los violentos trazos organizan la composición, resultando un estilo particular fácilmente reconocible por el público y que servirá de referencia a posteriores artistas como Picasso.
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El famoso fotógrafo Nadar debió encargar esta obra ya que está dedicada - "À mon ami Nadar, Manet" - en la zona inferior derecha del lienzo, tratándose posiblemente de su amante. Nadar fue quien prestó su estudio a los jóvenes impresionistas para que realizaran su primera exposición en 1874. La joven está vestida a la moda española que causaba tanto éxito en la Francia del Segundo Imperio debido al matrimonio de Napoleón III con la española Eugenia de Montijo. Aparece tumbada sobre un diván rojo en una escorzada postura, acompañada de un gatito que juega con las naranjas del primer plano. La luz impacta de pleno en la joven y acentúa la belleza de su blanca piel, que contrasta con la negra camisa. Estos contrastes atraían a Manet, siendo una de las características de su primera etapa. El dibujo es firme y seguro, adquiriendo la figura una perfecta volumetría, acentuada por la forzada pose. Se ha especulado sobre la posibilidad de que este lienzo fuera el compañero de la Olimpia, considerándose como un homenaje a las Majas de Goya que tanto admiraba Manet, aunque esta hipótesis carece de fundamento. La influencia de Goya existe, pero más bien nos encontraríamos ante una imagen de alguna mujer cercana a Nadar o ante una ilustración de lo español que tan de moda estaba en aquellos momentos.
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Durante el barroco en general, y dentro del naturalismo tenebrista en particular, el tema de la música y su relación con los sentidos corporales fue muy importante. La interpretación musical solía aparecer representada con laúdes, símbolo de los conciertos cortesanos, celebrados en palacios de nobles cultivados, quienes al tiempo que patrocinaban las bellas artes eran grandes aficionados a la música. Temas similares al que aquí aparece lo podemos encontrar en Caravaggio, en Georges de la Toury en otros pintores del Barroco en la vía del tenebrismo. Lo que resulta destacable en la obra de Artemisia es el hecho de elegir a una mujer como la intérprete musical. Esto sorprende dado que el pintor de quien aprendió la técnica, Caravaggio, solía emplear a hombres como intérpretes. El cambio podemos atribuirlo a los propios recursos pictóricos de su padre, Orazio, y a la tendencia de la propia pintora a utilizar figuras femeninas como protagonistas de sus lienzos.
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Algunos especialistas consideran a Suzanne Manet como la modelo de esta bella acuarela. La esposa del pintor era profesora de piano cuando ambos se conocieron pero su constitución era algo más gruesa, como podemos ver en Madame Manet al piano. Seguramente nos encontremos ante la pianista de un café-concierto, interesado Manet en mostrarnos la vida nocturna parisina en los últimos años de la década de 1870. Así surgen escenas como la Camarera o la Barra del Folies Bergère o dibujos de gran belleza - En el teatro o Joven con sombrero - acercándose a Degas en esta temática. La rápida técnica ha sido asimilada perfectamente por Manet, resultando una obra de gran frescura en donde los trazos grises conforman la figura de la joven.
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<p>La música y el vino serán los dos vehículos empleados por los amantes para alcanzar sus conquistas, según los moralistas europeos del siglo XVII. Por esta razón, las aparentemente intimistas escenas de Vermeer se convierten en instrumentos educativos según algunos especialistas. Esta sería la razón por la que en esta escena nos encontramos con un cuadro de paisaje arcádico al fondo y una muchacha tocando la guitarra, situándose en una habitación cerrada que confirma lo secreto de ese amor. En esta ocasión no podemos ver la ventana por la que penetra el potente foco de luz, provocando un contraste lumínico que recuerda a Caravaggio. La luz resbala por la figura y destaca las calidades de las telas, sobre todo el armiño de la chaqueta amarilla, propiedad de Catharina Bolnes, la esposa del pintor. En la zona de la derecha hallamos varios libros, interesándose más la joven por la música que por la lectura, posiblemente al tratarse, en opinión de los expertos, de lecturas religiosas que eran las recomendadas para las mujeres. Los efectos atmosféricos y las pinceladas "puntillistas" identifican la obra del maestro de Delft, consiguiendo crear gracias a sus trabajos el estereotipo del burgués medio de la Holanda barroca.</p>
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La modelo Anna posó para Renoir en este lienzo. El pintor la encontró en Montmartre y se convirtió en una de las modelos más solicitadas entre los jóvenes artistas, posando entre otros para Manet, concretamente para la famosa Nana. La obra tiene cierta sintonía con los trabajos de Manet, especialmente en los contrastes entre tonalidades blancas y negras, pero la pincelada de Renoir corresponde más al estilo impresionista al ser más rápida y abocetada, interesándose por representar el aire que existe en la habitación donde está la modelo. De esta manera, las formas y los volúmenes empiezan a desfigurarse para interesarse el pintor por el color, la luz y la atmósfera. Las sombras coloreadas son otra de las características identificativas del impresionismo. Renoir se interesará especialmente por captar la personalidad de sus modelos, centrando la atención en los rostros y en los gestos de los personajes, recordando a las obras clásicas que tanto admiraba en el Louvre.