Si Calder aprovechaba los materiales de la industria para hacer una escultura lúdica, Julio González, un español en París, hace un proceso a la vez opuesto y semejante. El artista valenciano entroniza el hierro como material artístico y los métodos de trabajo tradicionales propios de este material -la forja y la soldadura directa- como procedimientos artísticos.
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En 1907 Renoir compra una finca en Cagnes llamada "Les Collettes" donde reconstruye la casa rodeada de árboles. La razón de asentarse en la costa mediterránea será el delicado estado de salud del maestro, aquejado de un grave reumatismo que le obliga a construirse un caballete desrizable para que le sea más fácil trabajar. A pesar del delicado estado de salud no para de pintar, realizando desnudos y escenas intimistas como esta composición en la que observamos a una joven peinándose, recordando tanto en el tema como en el encuadre a Degas. Pero la factura rápida y fluida, el aspecto nacarado de la joven y el colorido rojizo que domina el conjunto son características definitivas del estilo maduro de Renoir, recordando en algunos aspectos al impresionismo, como las sombras coloreadas y la sensación atmosférica que envuelve a la figura.
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La serie de las bañistas será una de las más famosas de Degas. En ella muestra a diferentes mujeres en la intimidad de su vida diaria, bañándose, despertándose o poniéndose la bata. En escasas ocasiones contemplamos el rostro de dicha mujer, mostrándose preferentemente de espaldas o con la cabeza agachada. Esto ha hecho pensar a algunos especialistas que el pintor sería un misógino declarado, idea reforzada por la ausencia de datos que avalen una relación sentimental de Degas con alguna dama. Más lógico sería pensar lo contrario, que esta serie no deja de ser una prueba de la admiración del pintor hacia la belleza femenina, contemplada eso sí como un auténtico "voyeur", dando la impresión al espectador que contempla a las jóvenes por un agujero. Esta joven aparece de espaldas, como buena parte de sus compañeras, cepillándose su largo cabello. Rodeada de toallas blancas, el artista crea un magnífico efecto de intimidad y movimiento. Las bellas formas de la modelo están sabiamente trazadas, demostrando sus excelentes dotes como dibujante. La figura está iluminada por un potente foco de luz procedente de la derecha, creando una serie de sombras coloreadas siguiendo la teoría impresionista. El colorido es muy vivo, destacando el contraste entre el cuerpo blanquecino y la pelirroja cabellera. Las notas anaranjadas y azules que rodean a la muchacha otorgan mayor alegría al conjunto. La pincelada es algo suelta, considerando siempre que estamos ante un pastel, cuya aplicación es más rápida que el óleo.
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Tras su atracción por la danza - de la que se resultan obras tan significativas como La clase de danza o La estrella - Degas toma un especial interés por el mundo de las planchadoras, realizando un importante número de escenas en las que estas trabajadoras serán las protagonistas. Para ello se informó al detalle de los métodos empleados por las planchadoras, los modelos de planchas que utilizaban y hasta cómo presionaban las telas. Sigue así la filosofía del Realismo, con Courbet a la cabeza, al tomar como modelos de los cuadros a auténticos trabajadores en sus respectivos oficios. Como si se tratara de un "voyeur", Degas muestra la labor de una de estas mujeres, embelesada en su ocupación. Se coloca en la zona derecha de la composición mientras en la izquierda contemplamos la mesa sobre la que trabaja y una de las camisas que ya están acabadas. Tras ella se abren grandes ventanales por los que penetra una fuerte luz, en parte tamizada por unos finos visillos blancos. Sobre su cabeza se muestra la ropa que compone la colada y que aún le queda por planchar. Será aquí donde otorgue mayor colorido al conjunto al recurrir a los colores primarios - amarillo y rojo - mientras que el azul se adueña de la zona inferior, gracias a las sombras coloreadas - tradicionales ya en el Impresionismo - que inundan la camisa. La figura a contraluz de la planchadora es una de las más interesantes de Degas; de nuevo, el pintor recurre a una perspectiva sesgada, de clara influencia fotográfica al cortar los planos pictóricos, ya que no vemos a la mujer en su totalidad ni las ropas de la parte superior. De esta manera, da la impresión de mayor realismo, como si la estuviéramos espiando.
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El editor Gustave Pellet persuadió a Toulouse-Lautrec para que realizara una serie de litografías dedicadas a las mujeres tomando el título de Elles. El mundo de la prostitución, el lesbianismo o el propio "vouyerismo" protagonizarán esta sensacional serie de la que forma parte esta imagen que recoge el mundo privado de la prostitución, como un hombre contempla el proceso de vestirse de la mujer con aire de satisfacción, relacionándose con la obra Nana de Manet. Pero Lautrec se muestra más real, como si quisiera recoger con sus pinceles lo que los fotógrafos no pueden. Existe un sensacional boceto preparatorio de esta escena.
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Dentro de la serie de bañistas pintadas por Degas, algunas de ellas - como ésta que aquí contemplamos - tienen una carga erótica mayor que sus compañeras, lo que ha sido interpretado por algún crítico como una muestra del empleo de prostitutas para realizar estas bellas imágenes. Sin embargo, más bien habría que decir que el pintor realizaría un delicado homenaje a la belleza femenina, tratándola en su más absoluta intimidad. El hecho de tratarse de pasteles refuerza esta opinión ya que esta técnica es mucho más elitista que el óleo, muy popularizado en estos momentos. La mujer aparece de espaldas, como buena parte de sus compañeras, en el momento de ponerse una bata de colores claros, aumentando la alegría del conjunto. Sólo el rojo de su cabello contrasta con esa viva tonalidad reinante. Los contornos de la figura están suavemente trazados, contrastando con la factura suelta que se adueña de la composición. Degas parece mostrar a su modelo desde el punto de vista de un "voyeur", reforzando de esta manera el intimismo de la escena. En el fondo se colocan los vestidos de la joven, cuya anatomía está perfectamente estudiada e iluminada por un fuerte foco de luz procedente de la derecha, creando sombras coloreadas muy del gusto de impresionistas como Monet, Renoir o Pissarro. En este tipo de escenas, Degas se sitúa muy en relación con las pintoras del grupo, Berthe Morisot, Eva Gonzàles o Mary Cassatt.
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En sus grabados Rembrandt presentará diversos temas: retratos, asuntos religiosos e incluso desnudos femeninos como en este caso, demostrando su versatilidad. La figura de la joven recostada de espaldas queda en penumbra, iluminado las sábanas para crear un acentuado contraste entre luces y sombras, muy del estilo del maestro. La anatomía de la mujer está perfectamente estudiada, resaltando las curvas de su cuerpo en un alarde dibujístico de gran belleza. La modernidad de la figura desnuda es total, anticipándose a las bañistas de Degas pintadas y grabadas más de 200 años después.