Busqueda de contenidos
obra
Tras abandonar el estudio de Leon Bonnat en septiembre de 1882, Toulouse-Lautrec se instala en el taller de Ferdinand Cormon donde realizará esta obra que contemplamos, manifestándose el interés del artista por representar figuras ya sean desnudas o vestidas, enlazando con el estilo de Manet o Degas. La figura, como en estos maestros impresionistas, será el elemento clave y definitorio de la pintura de Henri. Una mujer joven aparece en el centro de la composición, desnuda pero ataviada con zapatos, medias y ligas, mostrando un aspecto erótico que se acentúa por el gesto de llevarse el dedo a la boca. Su manera de sentarse en el diván aludiría a sus intereses comerciales, pudiendo tratarse de una de esas escenas del mundo de la prostitución que tanto atraen al pintor como La gorda María o El salón de la rue des Moulins. Otro de los intereses de Lautrec en estos momentos es la descripción de como resbala la luz sobre la figura y el espacio, una luz diferente a la empleada habitualmente por los impresionistas. El tapizado del diván es similar al que encontramos en el Desnudo femenino, enlazando dos de las mejores obras de los años mozos del artista.
obra
Amigo del círculo parisino de Picasso, Braque, Manolo Hugué y Juan Gris, Julio González construye sus esculturas desde el cubismo, pero con un rico tratamiento figurativo que llega al retrato.
obra
La estrecha relación entre Van Gogh, Signac y Seurat provocarán la admiración del puntillismo por parte del holandés, introduciendo este nuevo método en su pintura. Las obras ganan en color y luminosidad, dotándolas de ese aspecto fragmentario que caracteriza a la composición organizada a base de pequeños toques de pincel. Con esta técnica se aportaba al Impresionismo un aspecto más científico. De esta manera nos encontramos al Vincent más experimentador. Esta imagen de una mujer anónima junto a una cuna refuerza la frase pronunciada por el pintor en aquellas fechas: "Prefiero mil veces pintar los ojos de la gente que pintar catedrales". La figura transmite toda su personalidad a través de su rostro enjuto con dos enormes ojos tremendamente expresivos. Las referencias espaciales van aumentando, lo que demuestra la seguridad de Vincent a la hora de crear, obteniendo importantes resultados.
obra
Al igual que sucedía con sus lecturas, Poussin gustaba de reflejar sobre el papel aquellos sucesos o imágenes que, por alguna circunstancia, captaban su atención. De este modo, solía llevar consigo un cuaderno de dibujo durante sus paseos por los alrededores de Roma, en el que no sólo se entretenía en estudiar el paisaje, que podía servir de fuente para sus paisajes pictóricos, sino que tomaba del natural apuntes sobre personas o situaciones cotidianas, mujeres cosiendo, caballeros paseando, etc. Por ello, esta mujer sentada, tomada sin duda del natural, se nos revela hoy día como uno de los dibujos, si bien modesto en tamaño y ejecución, más modernos del artista, dado que tanto el concepto como el tema sintonizan a la perfección con los autores impresionistas o con el mismo Millet. Por el estilo del dibujo, cercano al de El suicidio de Catón, suele datarse esta obra entre 1638 y 1640.
obra
Al ser una escena más pequeña, se considera boceto previo a la Camarera. Manet da un plano más cercano en esta ocasión, diferenciándose el rostro de la camarera, más redondeado y que mira al espectador con fijeza. La pared del fondo está decorada con papel oriental mientras que en la zona de la izquierda contemplamos una parte de la cantante, cortando los planos como si se tratara de una fotografía. En primer plano aparece el compañero de la camarera, que acudió al estudio de Manet por expreso deseo de aquélla. El estilo rápido caracteriza las producciones de los últimos años del pintor, cuando el Impresionismo le cautivó. Sin embargo, su afición por las tonalidades oscuras - especialmente el negro - continúa presente, recurriendo al habitual contraste con los colores claros. La sensación de atmósfera fue una de las metas de Manet desde que contempló los cuadros de Velázquez en el Louvre, cuando iniciaba sus primeros pasos pictóricos.
obra
La seguridad que manifiesta Degas en los trazos de esta figura demuestran su excepcional manera de dibujar, inspirada en las numerosas obras de Ingres. Las formas no desaparecen en la obra de Edgar como ocurre en las de Monet.
obra
Toulouse-Lautrec ha sabido interpretar como pocos pintores la belleza femenina, dedicándole una serie de litografías titulada "Elles" para la que serviría esta imagen que también utilizó como estudio para una escena de prostíbulo. En la figura encontramos cierta referencia a las bañistas de Degas, creando una atmósfera de sensualidad que el trabajo definitivo carece. Las líneas sabiamente trazadas protagonizan la composición, aplicando el color de manera rápida y diluida, creando una sensación de abocetado extensible a las obras finales. El ideal de belleza femenino de Henri está presente en esta mujer al mostrar su pelo cobrizo, su piel blanquecina y la nariz respingona, creando una de las imágenes más eróticas de su producción.
obra
Toulouse-Lautrec pasó una larga temporada conviviendo con las prostitutas en el Salón de la rue des Moulins, recogiendo con sus pinceles la vida cotidiana, desde el reconocimiento médico hasta las comidas pasando por el lavandero que recogía la ropa o el momento de vestirse para la jornada laboral, instante que observamos en esta imagen. Una de las prostitutas se sube las medias ante la atenta mirada de una compañera cuyo divertido rostro es un interesante elemento de atención. El cuerpo desnudo de carnes blanquecinas tiene cierta sintonía con el boceto aunque en esta ocasión observamos sin pudor el sexo de la mujer. Las líneas vuelven a organizar el conjunto tomando el color un destacado papel, a pesar de su aplicación rápida y diluida, manchando el cartón e incluso sin llegar a cubrir algunas zonas del soporte. En la composición podemos encontrar cierta atmósfera de tristeza, recogiendo Henri la escena con cariño y cierta ternura, mostrando su estrecha unión con las mujeres que se dedicaban a este oficio, posiblemente por tratarse de un mundo marginal en el que Lautrec se sentía plenamente integrado.
obra
Al mejorar la situación económica de Holanda, la burguesía recuperó su tradición retratística, aumentándose los encargos durante los primeros años de la década de 1660. Amsterdam recuperó su actividad comercial y Rembrandt vio como los clientes llamaban de nuevo a su puerta. Por eso durante la última década de la vida del pintor encontramos una importante cantidad de retratos, aunque de muchos de los retratados no conozcamos sus nombres. Este es el caso de esta mujer que sujeta una pluma de avestruz en su mano derecha. Debía ser alguien importante porque viste a la moda con un vestido negro adornado con un cuello de hilo fino y encaje que cae por los hombros y lleva varias joyas muy elegantes: dos pulseras, un prendedor, un anillo, pendientes y un colgante. Además la pluma de avestruz se utilizaban tanto para sombreros como para abanicos en las casas adineradas de Amsterdam.Igual que en el Hombre con guantes, Rembrandt ha sabido captar perfectamente la instantánea dando el punto fuerte a través de la luz que resbala sobre la mujer marcando el rostro, los puños, el cuello, las manos y la pluma. El resto de la escena queda en sombra siguiendo las teorías tenebristas aprendidas de su maestro, Pieter Lastman.