Muerte de Luis Ponce Fue un día el licenciado Ponce a oír misa a San Francisco, y volvió a la posada con una gran calentura, que realmente fue modorra. Se echó en la cama, estuvo tres días fuera de seso, y siempre le crecía el calor y el sueño. Murió el séptimo, recibió los Sacramentos, hizo testamento, y dejó por sustituto al bachiller Marcos de Aguilar. Cortés hizo tan gran llanto como si fuera su padre. Lo enterró en San Francisco con mucha pompa, luto y cera. Los que no querían bien a Cortés publicaban que murió de ponzoña. Mas el licenciado Pero López y el doctor Ojeda, que le curaron, llevaron los términos y cura de la modorra; y así, juraron que había muerto de ella, y trajeron por consecuencia que la tarde antes de que muriese hizo que le tañesen una baja; y él, así echado como estaba en la cama, la anduvo con los pies, señalando los compases y contrapases, cosa que muchos vieron; y que luego perdió el habla; y aquella noche expiró antes del alba. Pocos mueren bailando como este letrado. De cien personas que embarcaron con el licenciado Luis Ponce de León, la mayoría murieron en el mar y en el camino, y a muy pocos días de llegar a la tierra; y de doce frailes dominicos, dos de ellos. Se tuvo sospecha de que fuese pestilencia, pues pegaron el mal a otros que allí estaban, del cual murieron. Fueron con él muchos hidalgos y caballeros, y con cargo del Rey, Proaño, que arriba nombré, y el capitán Salazar de la Pedrada por alcaide de México. Pasó fray Tomás Ortiz con doce frailes dominicos por provincial, pues había estado en la Boca del Drago siete años; el cual para religioso era escandaloso, porque dijo dos cosas harto malas: una de ellas fue afirmar que Cortés dio hierbas al licenciado Luis Ponce, y la otra, decir que el tal Luis Ponce llevaba mandamiento expreso del Emperador para cortar a Cortés la cabeza en tomándole la vara; y de esto avisó al mismo Cortés antes de llegar a México con Juan Suárez, con Francisco de Orduña y con Alonso Valiente; y llegado que hubo, se lo dijo en San Francisco en presencia de fray Martín de Valencia, fray Toribio y otros muchos religiosos; pero Cortés fue muy cuerdo en no creerlo. Quería el fraile con esto ganar con el uno gracias y con el otro blancas. Mas Ponce se murió y Cortés no le dio nada.
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obra
David hace gala en este lienzo de su devoción por el amigo y de su magnífico arte, recurriendo a los mínimos elementos para realizar una pintura altamente evocadora. Marat era amigo de David, colega de Robespierre y uno de los más furibundos defensores del patriotismo. Se le acusó de demagogo y de intransigente. Sin embargo, su papel en la constitución del gobierno de la república fue determinante, al tiempo que dirigía el periódico "L'Ami du Peuple". Marat fue asesinado el año dos de la república, es decir, en 1793. El reino del terror ya había comenzado, tras crearse el sanguinario Comité de Seguridad Pública. En este ambiente Marat fue asesinado por una monárquica de la región de Caen. Marat padecía una enfermedad de la piel que le obligaba a pasar largo tiempo sumergido en un baño terapéutico. Allí había instalado su pequeña oficina e incluso recibía a personajes. Charlotte Corday pidió que la recibiera argumentando una terrible desgracia para la república. Una vez ante el político, Charlotte le apuñaló. David pinta a Marat en el momento de la muerte, apenas ha sangrado aún. El brazo con el que estaba escribiendo ha caído pesadamente al suelo y la cabeza se desplaza hacia atrás. Los labios entreabiertos expiran el último suspiro mientras su rostro pasa suavemente del dolor a la paz. En la mano sostiene aún el papel con el que Charlotte se introdujo en su apartamento. Allí se puede leer: "13 de Julio de 1793". De Marie Anne Charlotte Corday al ciudadano Marat: la terrible desgracia que tengo me da derecho a pedir vuestra amabilidad..." En oposición a este papelito traicionero, en la mesa improvisada en un cajón se puede leer el último despacho que había resuelto Marat: "dispondréis esta asignación para esa madre de cinco hijos cuyo marido murió en defensa de la patria..." La disposición de los elementos es tan sobria como la de un cuadro religioso. Toda la estructura se basa en verticales y horizontales. En el suelo se ve el puñal caído. La mitad superior del cuadro está completamente vacía, transmite un agobiante silencio y frío. Una sombra clara asciende en diagonal evocando la huida de la vida del cuerpo agonizante.
contexto
Muerte de Moctezuma Mientras que se hacían estos ingenios, no salían los nuestros a pelear, ocupados en la obra; solamente resistían. Mas los enemigos, pensando que todos estaban muy mal heridos, los combatían a más no poder, y hasta les decían denuestos y palabras injuriosas, y. los amenazaban que si no les daban a Moctezuma, que les darían la más cruda muerte que jamás hombre alguno llevó. Cargaban tanto y porfiaban a entrar en la casa, que rogó Cortés a Moctezuma se subiese a una azotea y mandase a los suyos cesar e irse. Subió, se puso al pretil para hablarlos, y nada más empezar, tiraron tantas piedras desde abajo y desde las casas fronterizas que de una que le acertó en las sienes le derribaron y mataron sus propios vasallos. Y no lo quisieran hacer más que sacarse los ojos. Ni lo vieron, porque un español lo tenía cubierto y amparado con una rodela para que no le diese en la cara alguna pedrada, que tiraban muchas; ni creyeron que estaba allí, por más señas y voces que les daba. Después, Cortés publicó la herida y peligro de Moctezuma, mas unos lo creían y otros no, todos peleaban a porfía. Tres días estuvo Moctezuma con dolor de cabeza, y al cabo se murió. Cortés, para que los indios viesen que moría de la pedrada que ellos le habían dado, y no del mal que él le hubiese hecho, lo hizo sacar a cuestas a dos caballeros mexicanos y presos, que dijeron la verdad a los ciudadanos; los cuales a la sazón estaban combatiendo la casa; mas ni por eso dejaron el combate ni la guerra, como muchos de los nuestros pensaban; antes bien, la hicieron mayor y sin ningún respeto. Al retirarse hicieron grandes llantos para enterrar al rey en Chapultepec. De esta manera murió Moctezumacín, que de los indios era tenido por dios, y que era tan gran rey como se ha dicho. Pidió el bautismo, según dicen, por Carnestolendas; y no se lo dieron entonces por dárselo en la Pascua con la solemnidad que requería tan alto sacramento y tan poderoso príncipe, aunque hubiese sido mejor no alargarlo; mas como vino antes Pánfilo de Narváez, no se pudo hacer, y ya herido, se olvidó, con la prisa de pelear. Afirman que nunca Moctezuma, aunque por muchos fue requerido, consintió en muerte de ningún español, ni en daño a Cortés, a quien mucho quería. También hay quien dice lo contrario. Todos dan buenas razones; mas, sin embargo, no pudieron saber la verdad nuestros españoles, porque ni entonces entendían el lenguaje, ni después hallaron vivo a ninguno con quien Moctezuma hubiese comunicado este secreto. Una cosa sé decir: que nunca habló mal de los españoles, que no poco enojo y descontento era para los suyos. Dicen los indios que fue el mejor de su linaje y el mejor rey de México. Y es gran cosa que cuando los reinos están más florecientes y más encumbrados, entonces se caen y pierden o cambian señor, según cuentan las historias, y como lo hemos visto en Moctezuma y Atabaliba. Más perdieron nuestros españoles con la muerte de Moctezuma que los indios, si bien consideráis las muertes y destrozos que luego siguió a los unos, y el contento y descanso de los otros; pues muerto él, se quedaron en sus casas y tomaron nuevo rey. Fue Moctezuma ordenado en el comer; no vicioso, como otros indios, aunque tenía muchas mujeres. Fue dadivoso y muy franco con los españoles, y creo que también con los suyos; pues si fuera por astucia, y no por naturaleza, fácilmente se le hubiera conocido al dar en el semblante; que los que dan de mala gana mucho descubren el corazón. Cuentan que fue sabio: a mi parecer, o fue muy sabio, pues pasaba así por las cosas, o muy necio, que no las sentía. Fue tan religioso como belicoso, pues tuvo muchas guerras, en que se halló presente. Dicen que venció nueve batallas y otros nueve campos en desafío uno a uno. Reinó diecisiete años y algunos meses.
obra
La dedicación a los temas clásicos de Durero comenzó tras su viaje a Italia en 1494, pocos meses después de su boda. Aunque la mitología pagana afloró raras veces a su pintura al óleo, sí que la encontramos como motivo crónico en sus grabados y dibujos. La obra gráfica era más barata de producir, de modo que no dependía de un encargo para realizarla. Es de suponer que en Nüremberg pocos personajes ricos estaban dispuestos a comprar imágenes de desnudos, al menos no en el noble formato de la pintura. Sin embargo, a Durero le interesaba vivamente el desnudo como vía de estudio de la proporción humana, puesto que la perspectiva y la proporción eran los dos pilares de la renovación del Renacimiento en la que él pretendía participar plenamente.El mejor modo de tratar el cuerpo en libertad, sin las restricciones de la pintura de religión, era la mitología, que Durero conoció en Italia y que su mejor amigo, Willibald Pirckheimer, estudiaba en Venecia. En esta ocasión, el artista elige un pasaje de Ovidio, la muerte del poeta Orfeo. El tema no era desconocido en Alemania, pero se trataba de un modo moralizante: Orfeo había estado cortejando a una jovencita. Quedó dormido con su lira y una serpiente le mordió en el cuello, muriendo abandonado.La verdadera historia nada tiene que ver con esta interpretación tan "casta": Ovidio nos narra cómo Orfeo había introducido en la región griega de la Tracia el vicio de la pederastia, por lo que, sorprendido en pecado por las mujeres tracias, fue apaleado por ellas hasta la muerte.El modo de representar la escena posee la violencia de origen sobrehumano de las tragedias clásicas. Orfeo tiene el rostro deformado con rasgos bestiales, por el horror de su pecado, por el horror de su castigo. A sus pies, un niñito huye con la mirada hacia atrás. Las mujeres le atacan con el ímpetu de las ménades, sus vestidos finísimos pegados al cuerpo para poder reflejar la estupenda conjunción anatómica de sus cuerpos.Sobre Orfeo, en el árbol, encontramos el libro de Ovidio en el que se narra la historia, y más arriba, en una filacteria, la causa de su muerte: "Orfeo deseaba a los niños".
obra
Segunda versión de la muerte de Pepe Hillo, desechada por Goya al elegir la más monumental del torero sobre la arena, sin el arremolinamiento de figuras que nos encontramos aquí, aunque posiblemente esta estampa sea más real al mostrar la reacción de la cuadrilla del maestro para salvar al diestro.
obra
La dramática muerte del diestro Pepe Hillo provocó la ejecución de tres versiones sensiblemente diferentes por parte de Goya, eligiendo la más sobria y monumental.