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Tomando como base los apuntes que Fortuny elaboró durante su viaje a Marruecos en 1860 realizará en Roma algunas acuarelas protagonizadas por muchachas judías ataviadas con ricas joyas, posiblemente novias preparadas para el matrimonio. La Joven judía y esta muchacha que contemplamos destacan por su gesto triste y decaído, quizá por ser su boda algo convenido entre las familias donde el amor queda apartado por completo. El pintor centra su atención en el rostro de la joven, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lateral, interesándose también por los adornos y joyas, ligeramente esbozados pero presentes en la escena. El soberbio dibujo que define la pintura de Fortuny se manifiesta en esta composición a través de rápidos y firmes trazos que forman la figura. La iluminación también tiene un papel relevante ya que se configura el volumen gracias a contrastes de claroscuro, obteniendo un atractivo resultado.
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En 1879 Renoir conoce a la que será su futura esposa, Aline Charigot, con la que en otoño se instalará en Chatou donde realizará esta intimista escena protagonizada por ella. Aline exhibe su pelirroja melena con un gracioso recogido, vista de espaldas en el momento de leer una revista ilustrada de las que tanto éxito alcanzaban en aquella época. La figura se muestra en primer plano, en escorzo, reduciendo los límites espaciales al máximo. Si bien en la figura y el sillón rojo encontramos algo más de modelado, en la pared apreciamos una pincelada más rápida y abocetada, en sintonía con los trabajos de Monet o Pissarro. El contraste entre blancos, negros y rojos será frecuente en los impresionistas, siendo Manet uno de los que más interesados estaban en este juego cromático.
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Las fuentes hacen referencia a tres obras pintadas por Tiziano en las que se presentaba a una muchacha portando un plato o una cesta de frutas. En la actualidad no se han encontrado, sugiriéndose que este lienzo de Berlín sería una de ellas.La joven viste un elegante traje en tonalidades doradas con reflejos oscuros y alza con sus manos un gran plato de plata lleno de frutas y flores. Está dispuesta en tres cuartos y gira la cabeza hacia el espectador, recortando su atractiva figura ante un amplio cortinaje rojo mientras que en la derecha contemplamos un paisaje con unas montañas. La iluminación empleada distorsiona los contornos y resalta las tonalidades, utilizando el maestro una pincelada fluida y rápida que parece abocetar el conjunto, creando así sensacionales efectos atmosféricos.Sobre la interpretación de este lienzo se han aventurado diversas hipótesis. Se piensa que Tiziano va más allá del retrato y nos presenta una alegoría matrimonial. También se plantea que estamos ante una representación de la diosa Pomona o que se trataría de una imagen de Lavinia, la hija favorita del artista, que protagoniza otras obras en esta época como la Muchacha con abanico.La importancia de este trabajo motivaría la existencia de numerosas copias, algunas con ligeras variaciones como la Salomé del Prado.
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En sus últimos años Giovanni Bellini realizó uno de sus trabajos más delicados y atractivos: esta Muchacha peinándose considerada por los especialistas como una alegoría o una escena mitológica, planteándose también la posibilidad de que se tratara de un retrato. La joven se presenta ante un fondo neutro cortado por la ventana que permite contemplar el paisaje; sentada sobre una cama en la que apreciamos los pliegues del manto que ligeramente cubre su cuerpo, dirige su mirada hacia el espejo, reflejándose su tocado en otro espejo que encontramos en la pared. Su blanquecina piel sirve de contraste con el fondo y el paño, mostrando el canon femenino de la época. La luz que baña la figura realza su belleza, apreciándose una ligera desproporción en el brazo que la muchacha se lleva al cabello, quizá motivada por la colaboración de algún discípulo al fallecer Giovanni Bellini antes de finalizar el trabajo. Este tipo de imágenes servirá de influencia a Tiziano.
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El escultor belga Georges Minne presentó una amplia muestra de sus trabajos -caracterizados por delgados cuerpos femeninos- en la Exposición Internacional de Arte de 1909, atrayendo la atención de Oskar Kokoschka y Egon Schiele, como podemos apreciar en esta obra. El pintor austriaco se propuso investigar la naciente sexualidad en las adolescentes y para ello no dudó en emplear a modelos de esta edad, la mayoría de ellas procedentes de los suburbios. Cuando los trabajos fueron presentados, surgió el escándalo.La modelo que contemplamos presenta una expresión ausente en su rostro, transmitiendo cierta sensación de abandono al tiempo que intenta seducirnos con su mirada. Su cuerpo parece víctima de la enfermedad y la decadencia, posiblemente relacionado con la abundante prostitución infantil existente en Viena y las inevitables enfermedades venéreas, uno de los mayores temores de los artistas, especialmente Klimt.Schiele acentúa la carga sexual de esta figura al aplicar notas rojas en ojos, labios y cabellos. Alrededor de la muchacha podemos observar una aureola blanca que estaría relacionada con dos frases pronunciadas por el pintor: "pinto la luz que emana de los cuerpos"; "la obra de arte erótica posee una santidad propia".