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Poussin, a diferencia de Rembrandt, no gustaba de realizar autorretratos, ni siquiera retratos de otras personas, convencido de que la categoría de una obra venía determinada por la del tema representado. De este modo, hubo de combinarse el esfuerzo de dos amigos y mecenas del artista para convencerlo en 1649 de que realizase sendos autorretratos, éste que nos ocupa, encargo de Pointel, y el realizado para Chantelou. De parecido menor que el anterior, lleva la inscripción latina "Nicolas Pussin de Les Andelys, Académico Romano, Primer Pintor Ordinario de Luis (XIII) Rey de Francia. En el Año del Señor 1649. En Roma. A su Edad de 55 (años)". El libro porta el título "Sobre la luz y el color", que es un añadido posterior. No quedó muy convencido del resultado, tal y como él mismo escribió, dudas que explican que antes de comenzar el trabajo buscara pintores competentes que realizaran su retrato y le eximieran de tan enojoso trance.
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Rafael ha sido uno de los pintores más admirados a lo largo de la historia del arte. Los artistas franceses fueron quienes más supieron apreciar el modo idealizado de plasmar sus imágenes, sin perder jamás la corrección y el decoro. Entre los artistas que trataron de recuperar su estilo se cuentan especialmente Poussin e Ingres, quien sintió una devoción casi fanática por la vida de este pintor. Este autorretrato del jovencísimo Rafael (no olvidemos que murió poco después de los treinta años) sirvió al citado Ingres para recrearle en obras como Rafael y la Fornarina. En esta imagen que contemplamos, el pintor trata de mostrar su personalidad, el elemento identificativo de los retratos de Rafael siguiendo la tradición iniciada en el Quattrocento por Masaccio y continuada por Botticelli o Piero della Francesca, sin olvidar las referencias a la pintura flamenca. La utilización de un fondo neutro ante el que se recorta la figura será repetida más adelante por artistas como Tiziano.
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El resurgimiento de los nacionalismos en Europa vendrá acompañado de un regreso a la tradición artística, proclamándose las virtudes de la belleza y la verdad que llevarán a Derain a escribir: "Rafael es divino". En este ambiente de "vuelta al orden" De Chirico se arrepiente de su pintura metafísica anterior y adopta un neoclasicismo radicalmente opuesto a su anterior periodo creativo. Junto a Carra, Morandi y Soffici forman el grupo vinculado a la revista "Valori Plastici", cuya filosofía se plasma en el panfleto titulado "El neoclasicismo en el arte contemporáneo" que fue publicado en Roma en 1923. Este regreso al orden implica tomar el museo como punto de partida, convirtiéndose éste en el verdadero estudio, remitiendo a la tradición italiana de los siglos XIV y XV En este ambiente De Chirico realiza este autorretrato que contemplamos, realizado el mismo año que la publicación de sus dos escritos teóricos más importantes: "Sobre el arte metafísico" y "El retorno al oficio". Con este último título se ponía claramente de manifiesto la renuncia a los ideales de las vanguardias históricas y la recuperación del oficio del pintor.
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A diferencia de los retratos oficiales ejecutados por Mengs -véase Carlos III o María Amalia de Sajonia- este pequeño autorretrato exhibe una forma de trabajar más personal, recurriendo a un mayor abocetamiento de la figura, eliminando los ricos detalles de trajes y condecoraciones para centrar su atención en el rostro, en la expresión del personaje. El pintor se presenta de medio cuerpo, vestido con la bata de terciopelo color pasa que usaba para trabajar, con sus pincelas en la mano y despeinado, en pleno proceso creador como había hecho en alguna ocasión Rembrandt. Las luces son aplicadas con maestría, acentuando el espléndido dibujo que presenta esta bella imagen del dictador artístico del Neoclasicismo.
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A pesar de interesarse más por la pintura que por los estudios de Leyes, Cézanne no contó en un primer momento con el beneplácito de su padre para profundizar en su conocimiento de la pintura, así que inició la carrera de Leyes. El padre cambió de opinión, gracias a la mediación de la madre y la hermana, y el joven Cézanne se trasladó a París en la primavera de 1861. Posiblemente en esas fechas se realizó una fotografía que el pintor tomó como base para hacer este autorretrato algunos años después, utilizando unas tonalidades oscuras que corresponden al estilo habitual de estas fechas. La pincelada rápida y fluida empleada y los contrastes entre colores oscuros y claros refuerzan la expresividad de la figura, tratándose de uno de los pocos autorretratos en los que el maestro nos presenta su personalidad.
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El asturiano Darío de Regoyos sin ser decididamente impresionista, practicó el divisionismo neoimpresionista de Seurat y Signac, interesándose también por la obra de Gauguin como en esta ocasión.