La imagen típica de Leonardo que ha trascendido hasta nuestros ideas fue diseñada en 1516, a partir de este autorretrato, voluntariamente adornado con ciertas características que el artista deseaba que trascendieran.El dibujo está hecho con tiza roja sobre un papel coloreado, un tipo de papel que Leonardo elegía con mucho cuidado. En el retrato podemos apreciar los rasgos ennoblecidos del pintor e ingeniero, que se adorna a sí mismo con las galas de los antiguos filósofos: frente cargada, surcada de profundas arrugas en alusión a su intensa actividad intelectual. Largos cabellos ondulados, de la misma longitud que la barba, signo de cierto descuido aparente por la presencia, típico de pensadores lejos de las preocupaciones de este mundo. Y una boca firmemente apretada, como indicando la dedicación de Leonardo a un tremendo problema que considera irresoluble. Evidentemente, los rasgos físicos de Leonardo están ahí, pero también una serie de códigos que se han mantenido hasta nuestros días, cuatro siglos después, como el vivo retrato del artista, del sabio, del hombre del renacimiento.
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Fiel a la tradición holandesa, Van Gogh también realizará numerosos autorretratos gracias a los cuales nos permite conocer un poco mejor su personalidad. Nunca dirige su mirada directamente al espectador, como temiendo enfrentarse a la realidad que le rodea, esquivando sus problemas, huyendo a ese paraíso perdido que buscan sus amigos. Vincent se presenta con el pelo corto, destacando sus ojos y su barba pelirroja, marcando con una línea rojiza algunos contornos en relación con el sintetismo que imponía Emile Bernard. Los trazos de la chaqueta y la camisa son más rápidos, contrastando con la pincelada que forma el rostro, otorgando un aspecto volumétrico sensacional.
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Son numerosos los autorretratos pintados por Esquivel en los que pone de manifiesto su elevada calidad como dibujante, interesándose en esta ocasión más por mostrar su estado de ánimo que por las calidades de telas y joyas que se aprecian en los retratos de encargo, indicando la diferente manera de trabajar del maestro.
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Durante su periodo de estudios en la Academia de Copenhague, Friedrich había trabado amistad con algunos jóvenes compañeros como Johann Ludwig Gebhard Lund, de Holstein. Cuando el pintor pomerano regresó a Alemania en 1798, dicha relación no se terminó, sino que prosiguió a través de una copiosa correspondencia, sostenida hasta veintitrés años más tarde. Hacia 1800, Lund pintó una miniatura de Caspar David, más tarde grabada por J. C. B. Gottschlik. Asimismo, pintó un gran retrato de su amigo que más adelante sería sobrepintado por el propio Friedrich. En respuesta, el pintor de Greifswald dibujó al carboncillo éste su primer autorretrato, tal y como recoge la inscripción manuscrita de la parte inferior: "Si deseaba usted en serio mi retrato, creo no haber cometido ninguna injusticia con este intercambio dibujado por mí". Y más arriba: "Friedrich dibujado por él mismo". En él aparece el artista, a sus 23 años, con toda su turbulenta vida interior, con el torso frontal, la cabeza vuelta y la mirada fija en el espectador. Este gesto característico se repetirá en su autorretrato de hacia 1810, un retrato en el que la fuerza interior de Friedrich se desborda a través de sus marcados rasgos. En palabras del escultor David d'Angers, quien lo visitó en 1834: "Uno siempre nota en los rasgos de Friedrich el tipo de expresión meditabunda que uno asocia con personas ocupadas con elevados pensamientos. Su rostro presenta un aspecto de melancolía, benevolencia y timidez". Formalmente, esta obra de gran tamaño, casi como un cuadro, se halla cuidadosamente acabada, detallada y sombreada, lo cual indica el interés del, por entonces, profesor particular de dibujo por presentar una obra acabada, susceptible de ser difundida. La imagen que nos ofrece se halla en la tradición alemana del autorretrato, cuyo primer gran exponente fue Durero.
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Además de sus excelentes cuadros costumbristas, Alenza fue también excelente retratista, buscando sus modelos en la gente sencilla, tal y como observamos en este Autorretrato, de perfecto encuadre y sabia utilización del color.
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Vincent Van Gogh planteó a Émile Bernard y a Gauguin el intercambio de retratos entre los tres artistas por lo que Paul realizó éste entre septiembre y diciembre de 1888. Será una de las primeras obras en las que juegue con el simbolismo, apareciendo su rostro en primerísimo plano, simbolizando un bandido de la obra de Victor Hugo "Los Miserables". Las flores que le rodean son un símbolo de la pureza que siente el artista con esta amistad. Flores y rostro se recortan sobre un fondo de color amarillo cromo - color plano de clara inspiración japonesa - creando un efecto de horno, como dijo el propio Gauguin. En la zona de la derecha aparece el retrato de Bernard. Sin duda, lo más destacable de esta imagen es la captación psicológica de Paul, que transmite su estado de ánimo al crear un efecto de evasión, incluso de cierta embriaguez, marcando las líneas de los contornos y preludiando el cloisonnismo, que pronto empleará en La visión tras el sermón o en La bella Angela.
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Gran imitador e intérprete del arte de Goya es Eugenio Lucas Velázquez, hombre contradictorio, cuyo arte va de la chapucería hasta la obra magistral, en una producción prolífica y polifacética, que se centra, en general, en el costumbrismo más variopinto, desde las escenas taurinas a los temas orientalistas o de brujería, todo ello con una técnica manchista de una fogosidad brutal y riqueza de colorido.
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En la primera década del siglo XIX Constable se dedicará especialmente a la elaboración de retratos con los que se ganará la vida. De los que realizó se conservan más de cien, realizando para ellos un buen número de dibujos y bocetos como este autorretrato que contemplamos. El pintor tiene treinta años y se presenta de perfil, mostrando su excelente capacidad como dibujante. Los trazos son firmes y seguros, consiguiendo el sombreado a través de líneas paralelas y obteniendo el volumen de manera sensacional. Será en estas fechas cuando el artista decida dedicarse a la pintura por completo, a pesar de que su posición económica no es precisamente desahogada -en 1808 todavía su padre tuvo que pagarle algunas deudas-.
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Ingres se autorretrató con frecuencia, con la vanidad del artista que se sabe diestro en su arte. El dibujo está fechado y firmado en Florencia, en el año 1822, donde Ingres estableció su primer taller de pintura. La obra era un regalo para su amigo íntimo, Charles Marcotte d'Argenteuil, a quien retrató en otra ocasión, además de a su esposa, madame Marcotte.