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obra
Entre 1632 y 1646 Rembrandt pintó una serie sobre la Pasión de Cristo para el Príncipe Frederik Hendrik, Estatúder de los Países Bajos entre 1625 y 1647, fecha de su fallecimiento. La serie consta de siete lienzos encabezados por la Adoración de los pastores y la Circuncisión - hoy perdido - , y continuada por El descendimiento de la cruz, La erección de la cruz, La deposición en el sepulcro, La resurrección y la Ascensión que aquí contemplamos. En todos ellos encontramos una evolución estilística evidente así como continuas referencias a la pintura italiana, concretamente a la escuela veneciana.Se conserva una carta de Rembrandt fechada en marzo de 1636 en la que informa de un próximo viaje a La Haya para ver si su Ascensión, recientemente colocada en su emplazamiento original, no desmerece ante los cuadros que ya había entregado. En efecto, el maestro ha intentado dotar de una cierta unidad a la serie empleando sus características iluminaciones doradas, creando bruscos contrastes entre zonas de luz y zonas de sombra, tomando como referencia a Caravaggio. Pero las figuras y las sensaciones atmosféricas conseguidas recuerdan más bien a Tiziano o Tintoretto, difuminándose los contornos de los personajes gracias al potente foco de luz clara que parte de la paloma del Espíritu Santo, impacta en Cristo y resbala por las figuras del primer plano. El esquema zigzagueante recuerda a Rubens, reforzando el dinamismo típico del Barroco. Los apóstoles que contemplan la Ascensión están tratados con absoluto naturalismo, creando una imagen de gran belleza en la que destaca la perspectiva baja empleada para conseguir un mayor efectismo durante su contemplación.
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Esta escena que contemplamos se trata del folio número 14 perteneciente al Evangeliario de Rabula, realizado por un monje del mismo nombre y escrito en lengua siríaca. Aparece Cristo en mandorla, rodeado por ángeles y sobre el Tetramorfos apocalíptico. Se utilizan colores de gran intensidad que tratan de representar la ardiente zona del desierto entre Siria y Mesopotamia, donde fueron creadas estas magníficas ilustraciones. Eusebio de Cesara y Ammonio de Alejandría es una ilustración también de este evangeliario.
acepcion
Fiesta que se celebra el cuadragésimo día después de Pascua para recordar la subida de Cristo al cielo.
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La ascensión de San Juan Evangelista es una de las obras de mayor calidad de la etapa de madurez de Giotto. Se presenta el episodio milagroso enmarcado por unas arquitecturas que articulan la representación. El artista ha tenido en cuenta el punto de vista del espectador, que se situaría a la entrada de la capilla, con lo que se nos muestran distintos paramentos de las edificaciones. El centro compositivo lo forma la figura de suaves modelados del santo que, saliendo de su tumba, asciende al cielo, llamado por Dios. Las estilizadas columnas de los pórticos recuadran el centro argumental, dejando a ambos lados al resto de figurantes, que expresan abiertamente su reacción ante el suceso. Giotto caracteriza a cada uno de ellos, en sus rostros sorprendidos y en sus gestos de incredulidad, que se manifiestan con carácter altamente verosímil, con gran naturalidad. En la parte de arriba, Jesucristo y un séquito de ángeles, que parecen no percibir el resto de personajes, continúan el efecto ascensional de la figura del santo. Es la mirada, la intensidad del encuentro entre Dios y San Juan lo que potencia de manera extraordinario el efecto de la obra. Pero también el gesto del Salvador, del que salen unos rayos luminosos, alargando los brazos y cogiendo a San Juan. Tanto por la formulación espacial representada como por la fuerza de la gesticulación, la Ascensión de San Juan es una de las obras que certifica de una forma más clara los grandes avances del arte de Giotto, que iluminará la concepción pictórica del Renacimiento.
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El pintor Antonio Carnicero muestra en esta escena una de las novedades de la época, que también plasmó otro pintor de la corte: Goya. El asunto es el primer vuelo de un globo aerostático en suelo español. Se trataba de un ingenio importado de Francia por los hermanos Montgolfier, sus diseñadores, que comercializaban su explotación como atracción de feria. La corte de Carlos IV, frecuentemente aburrida, agradecía con festejos cualquier distracción, como fue el estreno de este vuelo en los Reales Sitios de Aranjuez.
contexto
El ascenso de Muhammad b. Abi Amir, el futuro al-Mansur, comenzó en época de al-Hakam II, gracias a la protección de personalidades muy allegadas al califa; por su ingenio y su don de gentes, logró, de una forma u otra, seducir a Subh, la esposa favorita de al-Hakam. Atrajo la atención de yafar b. Uthman al-Mushafi, el poderoso ministro del califa. Pertenecía a la pequeña aristocracia de origen árabe y pasó primero a la secretaría del cadí de la capital y más tarde al puesto de intendente de los bienes del príncipe heredero Abd al-Rahman. Las fuentes árabes insinúan que, rápidamente, se hizo amante de Subh, madre de los dos príncipes herederos sucesivos. En el 967, fue nombrado director de la moneda (sahib al-sikka), puesto al que adjunta otros cargos como el de cadí de Sevilla. En el 972 se le promocionó a la magistratura de la shurta mediana (orden público). Ya no controlaba directamente la moneda, que, al parecer, pasó a manos del visir Ibn Hudayr, amigo suyo. Un año más tarde partió a Marruecos encargado de una especie de inspección general de las tropas de ocupación, transformadas posteriormente en una cadicato general de la zona controlada por el califato. Incluso antes de volver a la Península, a final del 974, fue nombrado nuevamente director de la sikka. Es evidente que las emisiones monetarias fueron una baza decisiva en la conquista del poder por Ibn Abi Amir. Las acuñaciones de los años 356 a 365 (967-976) atestiguan cambios sorprendentes, que debían traducir modificaciones importantes en las esferas del poder. Hasta que accedió Ibn Abi Amir a la dirección de las acuñaciones, no se observan emisiones de monedas de oro, interrumpidas desde el final del reinado de Abd al-Rahman III. Ibn Abi Amir fue nombrado al frente de la sikka en el mes de shawwal del año 356/21 de septiembre del 967. Desde el año 357 -correspondiente al 7 de diciembre del 967- es decir, dos meses y medio después de su nombramiento, se reanudaron las acuñaciones de dinares en cantidades notables y se mantuvieron en un nivel relativamente elevado hasta el 361/971-972. El nombre de emir figuró primero en el anverso de los dinares y dirhams que no llevaba el nombre del califa, pero luego, a partir del 360/970 encontramos su nombre asociado inmediatamente al de éste. Desde yumada II 361/marzo-abril del 972, hasta shawwal 363/julio del 974, se nombraron otros funcionarios al frente de la moneda, de tal forma que, según los textos, el único año en que Ibn Abi Amir no estuvo del todo a cargo de la sikka fue el 362. Las monedas de este año son poco abundantes, mucho menos que los dinares. No llevan el nombre de emir, que no vuelve a aparecer hasta el 363, año en que según los textos él está de nuevo al frente de la sikka y en el que se constata de nuevo importantes acuñaciones de dinares. La reanudación de las acuñaciones de oro durante el reinado de al-Hakam II parece, por tanto, directamente vinculada al control que el futuro dictador iba a ejercer sobre la actividad monetaria. Se pueden hacer algunas observaciones más, igualmente sugestivas sobre la lucha por el poder que implicaba el control de la emisión de moneda a lo largo de los años del final del reinado del segundo califa (muerto en yumada II 365/octubre 976). A partir del 364/974-975, el número de emisiones se redujo considerablemente y el oro, abundante en los años precedentes, desaparece otra vez casi totalmente de la moneda. Hasta entonces todas las acuñaciones se realizaban en Madinat al-Zahra', pero en los años 365 y 366/975-977 parte de las monedas a nombre de al-Hakam II se acuñaron en al-Andalus, es decir en Córdoba (llevan el nombre de Amir). A la muerte del califa, el ministro al-Mushafi y Muhammad b. Abi Amir, protegido del primero y hacia quien demostraba públicamente fidelidad, fueron más rápidos que los oficiales esclavones del palacio que habrían querido proclamar califa a al-Mughira, un hermano de al-Hakam. Apoyándose en la antigua aristocracia omeya y en los beréberes, ejecutaron a al-Mughira -fue el propio Abi Amir el que se encargó de esta operación- e impusieron el respeto a las decisiones de al-Hakam, que tiempo atrás había proclamado príncipe heredero a Hisham, su hijo menor, y con el apoyo de Subh se hicieron con las riendas del poder. El traslado de la moneda de fuerza de Madinat al-Zahra' se hizo de forma inmediata, si es que no había tenido lugar incluso antes de la muerte de al-Hakam II, y desde entonces se acuñaron todas las monedas en al-Andalus.
contexto
En el Báltico, las guerras entre los diferentes Estados ribereños por el dominio militar y económico de la zona serán permanentes durante todo el siglo. Dinamarca, Suecia y Polonia desearán imponerse sobre las otras, sin olvidar los intereses económicos de las Provincias Unidas, cuyos comerciantes dominaban los intercambios marítimos, e Inglaterra, bien establecida en la red comercial rusa. Por último, las disputas entre católicos y protestantes, generales al Continente, resultarán inseparables de las rivalidades económicas y militares. Dinamarca seguía siendo una potencia destacada en el norte de Europa, debido a sus grandes ingresos, provenientes fundamentalmente del control ejercido sobre los pasos del Sund. Además, consiguió mejorar las condiciones de su comercio, aprovechándose de la decadencia irreversible de la Hansa, a la que privó de sus privilegios en el Reino en 1622. El pequeño puerto de Glückstadt, en la desembocadura del Elba, se convirtió en escala obligatoria para todas las naves que fondeasen en el país. Sin embargo, le surgirá un competidor imparable en Suecia. La disolución por la Dieta sueca, en 1600, de la unión sueco-polaca bajo la dinastía Vasa pareció desvanecer el sueño de una gran potencia hegemónica en el norte de Europa. Sin embargo, significó en realidad el comienzo del ascenso de Suecia, decidida a minar el predominio de Dinamarca y su control sobre los estrechos del Sund. La fundación de Göteborg, en 1607, en la pequeña franja de costa que por entonces poseía en el Mar del Norte, le permitió acceder directamente al comercio internacional. Una nueva guerra, en 1607-1613, terminará con el enésimo reconocimiento a Dinamarca del derecho a controlar los estrechos; sin embargo, la posición de Suecia como nueva potencia se irá afirmando en los años siguientes. Desde el advenimiento de Gustavo Adolfo (1611-1632), la consolidación del país fue un hecho, como consecuencia de la colaboración de la nobleza, conseguida a cambio del reconocimiento de la función decisiva del Senado y la Dieta para la declaración de paz o guerra y de otras importantes concesiones, que aumentaron su poder económico y su dominio sobre el campesinado, caído en un régimen casi de servidumbre. A partir de entonces, Suecia se convertirá durante un siglo en la potencia más destacada del Báltico. La paz de Stolbova (1617) con Rusia fue un éxito al serle confirmada la posesión de Ingria y Carelia, que daban continuidad a sus territorios desde Estonia a Finlandia. Tras haber eliminado a los rusos del Báltico, la política expansiva se realizó sobre territorio polaco-lituano. Tras la toma de Riga (1622), ocupó Curlandia y Livonia. La paz de Altmark (1629) le concedió la posesión de Livonia, los puertos de Memel, Pillau y Elbing y los derechos aduaneros de Danzig. El dominio sueco sobre el Báltico oriental fue evidente desde entonces. El deseo de ampliarlo al occidental supuso la implicación en los problemas internos del Imperio. Mientras Suecia afirmaba su posición, el Imperio ruso perdía las posiciones conseguidas en el siglo anterior y desaparecía como actuante en el escenario báltico durante un siglo, a causa de los graves problemas internos que se sucedieron a la muerte de Iván IV. Tras él, se inicia un período de inestabilidad, llamado "de las perturbaciones". Los sucesivos destronamientos de zares, las facciones enfrentadas de una nobleza siempre levantisca, el descontento de siervos y campesinos son ocasión propicia para la intervención de Polonia y Suecia, siempre atentas a cualquier circunstancia que pudiese favorecer sus posiciones. Miguel Romanov, nombrado zar por la Asamblea Nacional en 1613, logró pacificar el interior y expulsar a los invasores, pero no será sin concesiones. A la entrega a Suecia de Ingria y Carelia en 1617 sigue la de Smolensk y Chernigov a Polonia en el Tratado de Deulino en 1618. Posteriormente, Miguel I renunció a la expansión báltica en el Tratado de Viasma de 1634. Hasta comienzos del siglo XVIII, Rusia no volverá a intentarlo.