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obra
Resulta algo extraño este lienzo en la serie destinada al palacio de El Capricho que Goya pintó en 1787 por encargo de la Duquesa de Osuna. Sus compañeros nos presentan asuntos populares con cierto aspecto festivo - véase La cucaña o El columpio - mientras que en éste la violencia es la protagonista. Bien es cierto que los bandidos estaban a la orden del día en la España de los siglos XVIII y XIX, pero resulta cuando menos sorprendente que sea el tema elegido por una dama de la alta nobleza para decorar el salón de su palacete de recreo. Podría significar la relación de la Duquesa con el mundo de su tiempo. Unos bandidos han asesinado a los caleseros y a un oficial y se disponen a atar a los ricos pasajeros que piden clemencia. Los gestos de bandidos y asaltados son dignos de destacar, poniendo de manifiesto la facilidad de Goya para expresar los sentimientos de sus personajes. El paisaje del fondo se relaciona con los cartones para tapiz realizados por estas fechas, en los que la luz se convierte en una protagonista más del asunto.
contexto
Tras su victoria en Sicilia, los aliados se reorganizaron para el asalto al continente. El fácil triunfo en la isla no les animó, sin embargo, a lanzarse decididamente a por la victoria. Mientras el supremo jefe aliado occidental, Eisenhower y el jefe del 15.° Grupo de Ejércitos, Alexander, planificaban sus próximos movimientos, en media docena de puntos se gestionaba la rendición de Italia. Los aliados disponían en esos momentos de una perfecta información sobre la presencia en Italia de 17 divisiones alemanas, muy repartidas en toda la geografía de la península; sabían, también que las fuerzas de la Luftwaffe eran escasas tras el desgaste sufrido en Sicilia y podían contar con la neutralidad o, incluso, con el apoyo de las tropas italianas y de su Marina.Todo les era favorable para lanzar un ataque a la altura de Roma. Incluso los alemanes lo esperaban y habían dividido el mando en Italia en dos sectores. El Sur, bajo el mando de Kesselring, y el Norte, a las órdenes de Rommel. El grupo de ejércitos -exiguos, por cierto- del Sur prácticamente componían una presencia simbólica, una fuerza destinada al sacrificio, porque Berlín sólo confiaba en conservar el norte y presentar batalla y decidida resistencia en la Línea Gótica.Pese a esto, aún cargados de presentimientos por el desastre de Dieppe, los angloamericanos se decidieron por una política mucho más conservadora, que lamentarían durante todo un año. Montgomery atravesaría con su 13.° Cuerpo de Ejército el estrecho de Messina, protegido por los cañones de la escuadra y una gran superioridad aérea y avanzaría por la bota italiana, acelerando su ritmo con desembarcos en la retaguardia alemana. El resto del 8.° Ejército de Montgomery desembarcaría en Tarento, Brindisi y Salerno.La segunda gran operación sería precisamente Salerno. Allí golpearía con todas sus fuerzas al 5.° Ejército norteamericano, apoyado por fuerzas británicas. El general Clark tendría el mando del desembarco.El día 3 de septiembre comenzaron las operaciones. Montgomery apenas halló resistencia, pues los alemanes se retiraron, combatiendo sólo en posiciones muy favorables.El 8 de septiembre se puso en marcha la gran flota de invasión. Eran 463 buques de transporte y guerra, que conducían hacia Salerno a 70.000 norteamericanos y cerca de cien mil británicos. En esa fecha se comunicó a las tropas la firma del armisticio italiano, medida poco acertada que relajó la tensión combatiente.Y mientras esta fuerza avanzaba hacia la península italiana, se alejaba de ella la flota italiana, que abandonó sus bases para internarse en Malta en cumplimiento de los acuerdos con los aliados. Los alemanes hicieron a sus ex-aliados un regalo de despedida: con una bomba teledirigida hundieron el acorazado Roma, en el que perecieron más de mil marineros.En la madrugada del 9 de septiembre cayeron sobre Salerno. Fue en principio un paseo militar. La única división alemana de la zona se retiró hacía el interior y el día 11 estaban los aliados sólidamente establecidos sobre un centenar de kilómetros de costa, con un máximo de 16 kilómetros de profundidad.El día 12 atacaron los alemanes, tratando de romper las líneas de Clark en la zona del río Sele, que separaba a norteamericanos de británicos. Kesselring concentró seis divisiones sobre la zona norteamericana y avanzó imparable. Clark hubo de recurrir a todos sus recursos, incluidos cocineros, músicos y oficinistas y la división paracaidista Airborne; -preparada para atacar Roma- para frenar el ataque,Los alemanes llegaron a menos de 7 kilómetros del mar. Kesselring pidió fuerzas a Rommel, que quiso concederlas: mientras Clark requirió el auxilio de la flota, que acudió en su ayuda con los cañones de 18 buques de guerra, que pararon en seco a los alemanes. La ofensiva quedó paralizada el día 16 y a partir de ahí la Wehrmacht comenzó a replegarse.Mientras los angloamericanos de Clark "bordeaban el abismo", en frase del propio general norteamericano, Montgomery continuaba su avance a buen ritmo, ayudado por los desembarcos de Pizzo, Tarento y Brindisi y enlazaba con la cabeza de playa de Salerno cuando ya los alemanes se replegaban.El golpe de Salerno, que causó a los aliados 5.674 bajas y las pérdidas de varios buques, acentuó las cautelas de Eisenhower y Alexander que escribía: "Si en Salerno no hubiéramos dispuesto de una completa superioridad aeronaval, el desembarco habría fracasado".Sin embargo, aun eran días felices. Los alemanes libraban una débil batalla defensiva y el progreso aliado era arrollador. A comienzos de octubre eran dueños de la línea Nápoles-Foggia; a mediados de mes alcanzaban la línea Capua-Térmoli y seguían avanzando hacia los Abruzzos, donde Kesselring, nombrado comandante en jefe de Italia al frente del Grupo de Ejércitos C, les esperaba en la línea Gustav, cuyo eje era Montecassino. Ahí comenzaría realmente la campaña de Italia.
contexto
Al día siguiente del ataque, y tras haber recurrido a las reservas, comenzó el asalto al Suribachi, que dominaba decisivamente la playa de desembarco y era el principal origen del fuego que la asolaba. Bajo el mando del coronel Harry "Horse" Liversedge los "marines" avanzaron hacia las pendientes del volcán provistos de lanzallamas y cargas de explosivos. Al asalto aportó su concurso la aviación, que empleó profusamente unas nuevas bombas de gasolina mezclada con "jabón" de aceite de palma que provocaban persistentes llamas viscosas y adhesivas y que comenzaban a ser llamadas "napalm". También bombardearon el Suribachi los carros lanzacohetes, la artillería naval y la ya desembarcada. Todo el arsenal incendiario y explosivo del Ejército de los Estados Unidos fue concentrado en el volcán apagado de Iwo el día 20, pero los "marines" no pudieron pasar durante el día y tampoco durante la noche, en la que la luz de las bengalas japonesas los clavaron al suelo. En la noche del 21, una gran tormenta oceánica produjo una pausa en las operaciones, si bien los bombarderos de artillería prosiguieron. Pero el 22, bajo la lluvia, los norteamericanos completaron el cerco del volcán. Algunos japoneses comenzaron ya entonces, enloquecidos por las explosiones, a suicidarse en la cumbre del Suribachi cara al norte, vueltos hacia el Palacio Imperial de Tokio. El día 23, al alba, los asaltantes llegaron a la cumbre, es decir, al borde del cráter, donde izaron la bandera estrellada dando lugar así a la que ha sido llamada "la más célebre fotografía de la guerra 1939-1945". La verdad histórica obliga a señalar que en la cumbre del Suribachi hubo en realidad dos fotos célebres. La primera fue tomada por el sargento Lowery en el momento en que el teniente Harold Schrier, los sargentos Thomas y Hansen, el cabo Lindberg y el soldado ("marine") Michel izaban la bandera. La dramática foto pudo serlo más todavía puesto que, en ese mismo momento, dos japoneses surgidos de la niebla se abalanzaron contra el grupo y dieron muerte a alguno de los presentes antes de ser a su vez acribillados a balazos. La segunda fotografía, tomada ésta por el corresponsal de Associated Press Joseph Rosenthal, fijó el gesto del sargento Strank, el cabo Block, los soldados Hayes, Sousley y Gagnon, y el enfermero Bradley, todos ellos de la 5.? División, izando conjuntamente una gigantesca bandera sobre el disputado Suribachi. Los combates de limpieza y rastrilleo se continuaron aún violentos en las grutas y anfractuosidades del sangriento monte, donde los últimos japoneses hicieron gala de una resistencia suicida y de un extremado salvajismo. Muestra de la aspereza de los combates es que, de los protagonistas de las fotos, Thomas, Hansen, Sousley, Strank y Block perecieron allí.