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Personaje Político
Hijo de Enrique II, pertenecía a la casa de Anjou. Mientras el rey Ricardo Corazón de León peleaba en la Tercera Cruzada intentó, sin éxito, ocupar el trono de Inglaterra. Cuando murió Ricardo en 1199, intrigó para erigirse rey, asesinando a su sobrino en 1203. Su mandato contó con la oposición de Iglesia y nobles, a los que, al menos en un principio, logró imponerse. La aspiración de Felipe Augusto de Francia de unir las monarquías francesa e inglesa se encontró con la oposición de Juan, quien se vio obligado a ceder amplios territorios al rey francés, como Évreux, Berry y parte de la región normanda del Vexin. La coalición formada por Juan con Otón de Brunswick para combatir contra Francia y el Papado, fracasó y fue derrotada en Bouvines, en 1214, con lo que se frustraron sus planes para invadir Francia. Su enfrentamiento al Papado se saldó con su aceptación del vasallaje al Papa y su reconocimiento de la obligación de tributar a la Santa Sede. Sus problemas con la nobleza se saldaron con el reconocimiento de la Carta Magna en 1215, precedente del Parlamento inglés.
contexto
La liquidación del Imperio angevino colmó la paciencia de amplias capas de la sociedad inglesa contra el tercer Plantagenet. Cuando Juan Sin Tierra se vio obligado a suscribir (15 de junio de 1215) los "Capitula que barones petunt" -lo que en el lenguaje más común llamamos la "Carta Magna"- pagaba las consecuencias de múltiples errores. De algunos, desde luego, no era el responsable exclusivo. Como precedentes del documento, debemos considerar que a lo largo de los siglos Xl y XII Inglaterra había conocido gobiernos fuertes -y hasta tiránicos- pero también gobiernos débiles. Ambas situaciones potenciaron una costumbre: que las fuerzas vivas del país pidiesen a los reyes en el momento de su coronación la jura de una carta de libertades. La juró Enrique I en 1100 al suceder a su hermano Guillermo II: desaprobó la conducta de su predecesor y se comprometió a gobernar de acuerdo con las viejas leyes de Eduardo el Confesor, reformadas y mejoradas por Guillermo el Conquistador. Años más tarde, Esteban de Blois concedió dos cartas: una en 1135 y otra en 1136. Enrique II suscribió otra carta en 1154 en la que garantizaba a la Iglesia y a sus vasallos los privilegios y libertades "que mi abuelo Enrique garantizó y concedió". Los barones que plantaron cara a Juan Sin Tierra no carecían así de precedentes a la hora de exigir a su señor. Juan fue acumulando problemas en el interior y el exterior desde su mismo ascenso en 1199. El rescate pagado para liberar a su hermano Ricardo y las gravosas campañas en Francia hicieron crecer un descontento al que en 1205 se sumó la Iglesia. El motivo: la sucesión a la sede primada de Canterbury para la que el rey apoyó al obispo de Norwich Juan Grey y Roma a Esteban Langton. En 1209, Inocencio III excomulgó al rey e invitó a abandonarle a aquellos obispos que aún le eran fieles. Tras varios años de entredicho, Juan optó por ceder. En mayo de 1213 aceptaba a Langton como primado e infeudaba Inglaterra al pontificado por medio de un tributo de mil marcos anuales. El Plantagenet apaciguaba al estamento eclesiástico pero no lograba granjearse la amistad de la baronía. Esta, con motivo de la campaña que desembocaría en Bouvines, se negó a servir en la hueste del rey so pretexto de que la costumbre feudal no les obligaba a acudir a operaciones en el continente. A su regreso derrotado a Inglaterra Juan quiso exigir un escudaje a aquellos barones que no habían participado en su desafortunada aventura francesa. La inquietud entre la feudalidad inglesa creció y la facción más belicosa marchó hacia el sur con ánimo de ajustar las cuentas al rey. Los sectores moderados -arzobispos de Canterbury y Dublín, Guillermo el Mariscal, condes de Salisbury, Verenne y Arundel- acabaron por imponer su criterio. Se plasmó en el documento que pasa por ser el origen de las libertades políticas del pueblo inglés. La Carta Magna -63 artículos en redacción definitiva- garantizaba en primer lugar las libertades de la Iglesia de Inglaterra y la posesión de sus derechos y privilegios. El número más elevado de cláusulas -una veintena de forma total y algunas otras parcialmente- confirmaban los privilegios estrictamente feudales de la baronía inglesa: garantías para los herederos de feudos, limitación de las ayudas feudales a los cuatro casos tradicionales, amplias garantías procesales para evitar abusos de la justicia real, etc. Varios artículos hacían referencia a la administración: regulación de justicia, multas, garantías contra los arrestos arbitrarios y obligatoriedad de los oficiales de conocer las leyes del país. Varios artículos eran puramente circunstanciales y hacían referencia a los rehenes tomados por el monarca a señores ingleses, a Alejandro de Escocia y a Llewelyn de Gales. La Carta se cerraba con varios artículos en los que se aseguraba el cumplimiento de todo lo acordado y un universal perdón por todas las faltas cometidas a lo largo del periodo de hostilidades. Pese a todo, Juan no se sintió ligado al contenido de este texto. En esta oportunidad contó con el apoyo de Inocencio III quien se considero postergado por la baronía inglesa en su papel de árbitro supremo del conflicto. La guerra entre el rey y la feudalidad británica se reanudó. En apoyo de ésta desembarcó en Inglaterra Luis, primogénito de Felipe Augusto. La muerte en 1216, con escasa diferencia de tiempo, de Juan y de Inocencio logró calmar la situación. El heredero real, Enrique, era un niño de pocos años contra el que la baronía no tenia ningún contencioso pendiente. El nuevo papa, Honorio III, era mucho más prudente que su predecesor y contribuyó con su actitud a desactivar una situación que empezaba a ser explosiva. El legado papal Galón y el viejo Guillermo el Mariscal lograron que se suscribiera un acuerdo -paz de Lambeth-que devolvía la paz a los espíritus. La Carta Magna se mantenía como una importante conquista para salvaguardar la "ley del país". Algo que suponía reducir al rey a los límites de unas funciones: las de un monarca feudal. El texto, por tanto, tenía poco de revolucionario por más de que se haya tratado de ver en él un primer paso de un sistema constitucional inglés... que no tiene en la actualidad constitución escrita. Más aún, si este texto ha gozado de una notable popularidad, hay que recordar que no fue único en su género. No sólo contó en Inglaterra con los precedentes antes reseñados. En el continente se promulgaron documentos en una línea similar a lo largo de una centuria: en León en 1188 a la vez que se celebraban las ¿primeras? cortes de la historia hispánica; en la Hungría de Andrés II en 1222; en el Aragón de Pedro III en 1283 con el "Privilegio General", etc. Lo que de forma genérica podríamos definir como "cartas magnas" estarían en todo caso desprovistas de las generalizaciones y abstracciones de los textos constitucionales modernos. Estarían ceñidas a temas muy puntuales y domésticos y redactadas en el único contexto posible del momento: el feudal.
Personaje Político
Hijo de Pedro II, siguió la política dictada por el anterior monarca y participó en la Guerra de Sucesión española, apoyando al archiduque Carlos. El fin de la contienda con el Tratado de Utrecht (1713) benefició a Portugal al conseguir la colonia de Sacramento. Inclinado a los asuntos eclesiásticos, durante su reinado se produjo un progresivo debilitamiento de las fuerzas armadas, dependiendo de su aliado, Inglaterra. En 1744 sufrió una parálisis que le impidió dedicarse a los asuntos de Estado, delegando el poder en su confesor, el monje recoleto Gaspar de Incamaçao. Benedicto XIV le otorgó el título de "Rey más Fiel".
contexto
Hijo del anterior monarca, Juan V será el verdadero artífice de uno de los reinados más largos del Portugal restaurado; sucedió a su padre cuando sólo contaba diecisiete años y después de hacer frente a un oscuro suceso no suficientemente aclarado por la historiografía- protagonizado por su hermano para arrebatarle el trono. La guerra contra España no llegó a ser nunca muy popular; el aumento del gasto militar y las consecuencias derivadas del paso de las tropas ocasionó hechos desastrosos para el reino, tanto en el terreno militar como en el económico, lo que unido a catástrofes naturales predispuso para la firma de la paz en 1715; en ella Portugal no obtuvo las compensaciones esperadas a pesar del esfuerzo desplegado y sólo logró el reconocimiento de sus derechos sobre las dos orillas del río Amazonas, y la colonia del Sacramento, en la desembocadura del río de la Plata. A partir de ese momento, la amistad será determinante entre los dos países, estrechándose aún más los lazos en 1725 al proponer la diplomacia lusa un doble matrimonió con infantes españoles: Bárbara de Braganza con don Fernando de Borbón, futuro rey de España; y el príncipe heredero José con María Ana Victoria. Cuatro años más tarde se hizo el intercambio de princesas y, desde su llegada a España, doña Bárbara comenzó a influir en su esposo acerca de las relaciones con su país, hecho que fue continuado al ser coronada reina en 1746, dando sus principales frutos en el Tratado de Límites de 1750. Negociado casi en secreto por Vilanova de Cerveira supuso la revisión de los límites establecidos por Alejandro VI y el Tratado de Tordesillas de fines del siglo XV; contemplaba la neutralización de América, comprometiéndose las dos naciones a no autorizar el paso a potencias enemigas. Portugal quedaba como dueña del Amazonas a partir de la desembocadura del Yapurá, y España le cedía una franja de terreno en la ribera oriental del Paraguay; a cambio, devolvía la colonia de Sacramento y reconocía la navegación española por el río de la Plata con carácter exclusivo. Durante todo este largo período, Portugal seguía estando en la órbita inglesa, aunque sus relaciones fueron fundamentalmente económicas -el oro y diamantes brasileños fueron canalizados hacia Londres sistemáticamente y sólo en su aspecto secundario revestía un carácter militar, de protección británica a las colonias portuguesas de la India; no obstante, esta influencia era limitada, como pudo comprobarse en 1718 cuando, a raíz de la intervención española en Nápoles y Sicilia, Portugal rehusó adherirse a la Cuádruple Alianza, para no indisponerse con España. Con Francia las relaciones estuvieron marcadas por la tensión y a pesar de la Paz de Utrecht siempre existieron reticencias portuguesas respecto a las pretensiones francesas sobre determinados territorios del Amazonas y a penetrar en su comercio colonial; la situación llegó al límite en 1720 con la ruptura diplomática entre ellas, no restableciéndose las relaciones hasta 1737. Por otra parte, y en la línea de las tradicionales cruzadas contra el turco, se envió una expedición para defender la isla de Corfú en 1716, lo que mereció el agradecimiento de Clemente XI creando el Patriarcado de Lisboa un año después. En el aspecto interno se detecta por estos años un doble fenómeno: por un lado, se estaba originando una cierta prosperidad económica, provocada por la inyección de oro brasileño en la economía metropolitana y por un incremento de los intercambios; esa prosperidad facilitó el surgimiento de una burguesía nacional lo suficientemente fuerte para desarrollar algunas manufacturas y asumir las riendas del comercio, al tiempo que estimulaba al Estado a adoptar medidas dinamizadoras del aparato productivo, coincidiendo en esa tarea con un incipiente grupo de intelectuales y hombres de ideas avanzadas que preconizaban reformas. De este modo, la Corona impulsaría la junta de Comercio, creada en el reinado anterior para canalizar los beneficios de las compañías comerciales -la más importante de ellas, la del Marañón-, favoreciendo con ello la consolidación de una burguesía nacional, que iría desplazando paulatinamente a los numerosos extranjeros afincados en Lisboa y que hasta ahora habían monopolizado las transacciones comerciales; esa burguesía nacional se vio apoyada por algunos sectores judeo-conversos y de una fracción de la nobleza, progresista y abierta, todos ellos interesados en la prosperidad del país a través del desarrollo de la industria y del comercio. No obstante, el principal problema era la falta de cuadros empresariales y obreros técnicos que pusieran en marcha la producción. Ante ello el Estado intentaría adoptar medidas de carácter mercantilista, comenzando así una política gubernamental de atracción de empresarios y trabajadores cualificados de origen extranjero mediante exenciones fiscales, al tiempo que la propia Monarquía creaba o favorecía la creación de determinadas industrias. Al mismo tiempo, la esclerotización y el anquilosamiento de la sociedad era una realidad, por ello, a este nivel, encontramos pocos cambios. Los terratenientes y la Iglesia explotaban cruelmente a un campesinado carente de expectativas a los que se les ofrecía como única salida la emigración a ultramar. Con la nobleza hubo un cierto distanciamiento; de hecho, desde 1720 disminuyó considerablemente la concesión de títulos y muchos nobles, disgustados por la política, abandonaron la corte y se instalaron en sus dominios rurales; otro sector, más dinámico, se dedicó al comercio, y otro grupo ingresó en la Administración. De este modo, se reforzó la nobleza de hidalgos en el campo, y la corte quedó para la nobleza togada y comercial. Ideológicamente, la primera era conservadora, inmovilista, pertrechada en el linaje y la sangre, y defendiendo firmemente los privilegios del grupo. La segunda se haría tolerante y abierta, partidaria de la promoción social. La Iglesia siguió desplegando un enorme prestigio y poder, a pesar de que su decadencia es notable en todos los sentidos. Su fuerza se manifiesta, sobre todo, a nivel institucional: muchos eclesiásticos ocupan importantes cargos del Gobierno; los jesuitas han accedido al confesionario real; la Inquisición prosigue su lucha por la pureza de la fe, persiguiendo con celo a los conversos; el Estado se vincula estrechamente a ella, reforzando su poder e identificándose con sus principios, de tal manera que el propio monarca será llamado rey fidelísimo por Benedicto XIV. En cuanto al aparato institucional y administrativo hay que destacar el creciente papel que, desde el inicio del reinado, irán cobrando los secretarios, junto a la decadencia de las Cortes y a la creciente centralización del poder real. En 1707 es nombrado secretario de Estado y Guerra Diego Mendoça Corte Real, que se convertiría rápidamente en el hombre fuerte del Gobierno hasta su muerte; al frente de la Secretaría de Marina y Ultramar es designado Antonio Guedes Pereira, y como secretario de Negocios Extranjeros se elige a Marco Acevedo Coutinho. Otros órganos de la Administración central también fueron reformados y clarificadas sus atribuciones, siguiéndose una organización tripartita básica: Administración de justicia, Finanzas y aparato militar. La justicia, continuó estructurada a nivel provincial con un corregidor a su frente, ayudado por un proveedor y un juez en cada cabeza de comarca y un magistrado de rango inferior en las ciudades importantes. El Gobierno intentó agilizar su funcionamiento, aumentando la intervención real y moralizando la aplicación de la justicia. La administración municipal aparece cada vez más dependiente del poder central, perdiendo autonomía progresivamente, a través de la introducción en los municipios de jueces dependientes de la Corona que defendieran las prerrogativas regias en ese sentido. En 1742, el monarca, que siempre había tenido una salud delicada, enfermó gravemente. Para ayudarse en la tarea eligió al que serla gran político de estos años, Alejandro de Guzmán, nombrado en 1743 miembro del Consejo de Ultramar, cuya acción sería fundamental hasta la muerte del monarca (1750) tanto en el gobierno interior como en el exterior, contribuyendo en la firma del Tratado de Límites.
Personaje Político
Hijo de Andrónico III, accedió al trono en 1341. Hubo de enfrentarse a Esteban Dushan, monarca servio, y a los turcos, quienes amenazaban sus fronteras. También debió sofocar revueltas intestinas provocadas por Juan Cantacuzeno durante su minoría de edad. También se enfrentó a su hijo Andrónico por el trono, quien logró derrocarle en 1376. Sin embargo, Juan V logró recuperarlo con ayuda de los turcos, lo que aumentó considerablemente la influencia de éstos.
Personaje Político
Descendiente de Pedro II y María I. Desde muy joven ocupa la regencia, a causa de los trastornos mentales que sufre su madre. Contrae matrimonio con Carlota, hija de Carlos IV de España. Con la entrada de los ejércitos de Napoleón en Portugal huye con su corte a Brasil. En 1816, tras la muerte de su madre toma las riendas del poder. Desde este país ejerce su soberanía que recairá sobre el "nuevo reino de Portugal y Brasil". Regresa a Portugal para jurar la Constitución que se redacta en 1821. Las tensiones que se producen entre sus hijos por la lucha del poder fue la tónica que dominó al final de sus días. En 1822 su hijo Pedro proclama la independencia del Brasil y se proclama emperador.
Personaje Político
Destituido de la regencia por Ana de Saboya y el megaduque Apococos, se proclamó a sí mismo emperador en 1341, aunque reconociendo nominalmente la legitimidad de Juan V como heredero. Hubo de enfrentarse a los ataques de venecianos, turcos, genoveses, búlgaros y servios, quienes intentaban aprovecharse de la debilidad del en otro tiempo poderoso Imperio Bizantino. Fue depuesto en 1355 por una revuelta militar, lo que le hizo retirarse como monje al Monte Athos, donde escribió una historia de su reinado en cuatro volúmenes.