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Personaje Pintor
En el siglo XVII Italia exporta su estilo artístico, no importa influencias de los Barrocos europeos. Sin embargo, el Grechetto destaca por su receptividad. Nacido en Génova, estudió la obra de los grandes autores que habían trabajado en su ciudad natal, como por ejemplo Van Dyck, Strozzi, Rubens, etc. Además, no se limitó a la pintura, sino que cultivó el dibujo y el grabado, para el cual toma como modelo a Rembrandt, cuyos grabados se difundieron por toda Europa con celeridad. Sus grabados solían estar realizados con aguafuerte. También investigó diferentes técnicas, de tal modo que hoy día se le considera el inventor del monotipo. Su versatilidad no se limitó a las influencias extranjeras o a la elección de materiales y técnicas, sino también a su amplio repertorio iconográfico. Trabajó con igual soltura los temas solemnes de historia, mitología y religión, como los más domésticos de paisajes, costumbres o bodegones, estando unánimemente reconocida su capacidad como animalista. Terminó siendo pintor de la corte de Mantua, por su valía, que transmitió a su hijo, también pintor, y a otros pintores de la siguiente generación, como el italiano Tiépolo o el francés Fragonard.
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El estudio del proceso de transformación en la zona de Europa suroriental, principalmente en la Grecia continental y en la isla de Creta, reviste una gran importancia por su situación geográfica, con su proximidad al Oriente Próximo y su rol determinante en la posible expansión de los avances del Neolítico hacia la Europa mediterránea y continental. Tradicionalmente vinculado a la difusión oriental, el hallazgo de unos niveles de neolítico precerámico junto con dataciones arcaicas (finales del VII milenio) para estas manifestaciones, han sostenido un debate clásico de posiciones enfrentadas entre la hipótesis de un proceso de neolitización secundaria, con influencias venidas del Oriente Próximo (Miloscic), y los que, a partir de las manifestaciones arcaizantes provenientes de los asentamientos de Argissa o Franchti, reconocen un desarrollo autóctono desde el Mesolítico (Theocharis). Las ocupaciones precedentes a los primeros signos de transformación se hallan en un número muy limitado de yacimientos mesolíticos (cuevas de Zaimis y Ulbrich, el yacimiento al aire libre de Sidari), el más importante de los cuales es, sin duda, la cueva de Franchti. La secuencia cronoestratigráfica de esta cavidad sirve de marco de referencia para la evolución, desde una ocupación datable aproximadamente en el 18.000 a.C. hasta el momento de las transformaciones económicas del Neolítico. La evolución estaría marcada desde unas ocupaciones de tipo Mesolítico Antiguo (7500-7200 a.C.) con industrias próximas a las del Paleolítico Superior, con una producción sobre lascas no estandarizadas en un porcentaje de microlitos reducido y, a nivel de subsistencia, por la explotación de los recursos naturales del entorno de la cavidad (vegetales, moluscos, marinos, pesca pequeña, moluscos terrestres). En los niveles posteriores, definidos en un Mesolítico Reciente (6900-6700), aunque tecnológicamente las diferencias no sean notables con la continuidad en la talla orientada hacia la producción de lascas, los microlitos aumentan y aparecen, no obstante, variaciones significativas en la de un importante consumo de vegetales (lentejas) y sobre todo la explotación de la pesca, en particular atunes, que pegan a un 20-40 por 100 del número de restos óseos. La presencia de obsidiana procedente de las islas de Melos constituye la prueba más antigua de una navegación en el Mediterráneo oriental. La secuencia termina con los niveles del Neolítico Antiguo, datables en el VI milenio, y a pesar de un descenso en la representación de las industrias líticas, éstas presentan un conjunto diferenciado en dos partes. El 70 por 100 de la industria presenta unas características idénticas a los niveles anteriores mientras que el 30 por 100 restante presenta unos rasgos (talla laminar, utillaje sobre soporte laminar), comparables a las características de los conjuntos líticos de otros yacimientos precerámicos como Sesklo o Argissa. En efecto, existe una serie de asentamientos como Achillion, Soufli, Gedizi, además de los ya citados anteriormente, que por debajo del Neolítico Antiguo cuentan con unas ocupaciones de tipo precerámico. Se trata de ocupaciones, en general, con poca documentación por falta de excavaciones en extensión, con vestigios de hábitats ligeros (hogares, agujeros de postes) con unos abundantes conjuntos líticos que, según los últimos estudios, se caracterizan por una gran importancia de la talla laminar en la producción del utillaje, una estandarización del mismo donde predominan los elementos de hoz y una gran utilización de materiales exógenos (sílex u obsidiana), con una importación de núcleos preformados o incluso de productos acabados. La producción de subsistencia, conocida esencialmente por la documentación de Achillion, se halla asegurada por una agricultura y ganadería con un predominio de variedades domésticas: trigo o cebada (Triticum monococcum, Triticum dicoccum y Hordeum vulgare), y en lo que respecta a la producción ganadera, con ovicápridos, buey, cerdo y perro. Las orientaciones interpretativas actuales inciden en una visión más compleja del proceso de neolitización de la Grecia continental, con hipótesis que exponen un doble proceso de transformación, la llegada de poblaciones exógenas a la zona de Tesalia, mientras que en la Grecia septentrional existiría un proceso de aculturación del substrato local. La diferenciación ecológica de las zonas potenciaría la no competición entre una dualidad de poblaciones con sistemas económicos diferenciados, las nuevas poblaciones se instalan en los llanos aluviales o colinas sedentarias, zonas demasiado homogéneas para procurar a los grupos de cazadores-recolectores la variedad de recursos que les eran necesarias. Solamente el asentamiento de Achillion muestra, actualmente, una evolución continuada a partir de los conjuntos anteriores hasta la cultura del Neolítico Antiguo, denominada también cultura de Proto-Sesklo. Las dataciones conocidas permiten situar el desarrollo de este horizonte entre el 5700 y el 4900 a.C. Este se desarrolla principalmente en la región de Tesalia, si bien se extiende hacia las regiones próximas, diferenciándose a partir de la cerámica pequeñas variedades regionales. Los poblados se instalan a menudo en las zonas de contacto de varios nichos ecológicos o en las terrazas de los ríos (Macedonia oriental). Las construcciones presentan normalmente una habitación de planta variable (cuadrada, rectangular o trapezoidal). Generalmente están construidas en adobe sobre fundaciones de piedra, que suele constituir la parte conservada en la mayoría de los asentamientos; destacan las variaciones observada en el asentamiento de Nea Nikomedia, con una técnica de construcción de encañado revestido con arcilla, ampliándose las unidades de habitación con dos o tres estancias. La disposición de las casas es dispersa, normalmente implantadas las unas a varios metros de las otras. En las unidades de habitación abandonadas se realizan las inhumaciones, por medio de fosas donde el cadáver es inhumado individualmente o colectivamente, con posición replegada y escaso ajuar. Las formas económicas se caracterizan por una continuidad de las evidencias del Neolítico Precerámico, con una mayor documentación, pero resultando unas frecuencias similares. Las variedades de trigo halladas muestran la continuidad del cultivo de la escanda y la esprilla, tanto en el Peloponeso (Franchti) como en Tesalia (Sesklo, Souphli) o en Macedonia occidental (Nea Nikomedia). La novedad más significativa es la expansión de las variedades de trigo desnudo que antes se había localizado solamente en Knosos, la cebada aparece en sus variedades de 2 a 6 hileras, si bien la segunda tenderá a lo largo del periodo a suplantar a las demás. La avena y el mijo se documentan de manera esporádica mientras que las leguminosas (guisantes, lentejas) son más abundantes. Los frutos consumidos son variados: manzanas, moras, ciruelas, uvas, avellanas, almendras y pistachos; de hecho, la gama de productos vegetales explotados es la que se consumirá durante toda la época neolítica. La explotación de las especies animales presenta, como en el periodo anterior, un predominio de las domésticas sobre las salvajes. Existe una ganadería predominante de cabra y oveja en Creta, Tesalia y Macedonia, el buey doméstico y el cerdo se hallan también bien representados. El perro sirve esporádicamente para la alimentación humana. La caza es variada, con los cérvidos y liebres como especies más buscadas, pero cazándose también buey salvaje, jabalí, castor, tortugas... Se trata, pues, de una ganadería con especies de tipo mediterráneo completada por una caza extremadamente ecléctica. La cerámica constituye la novedad técnica más significativa. Se trata de producciones que muestran el uso de los medios técnicos básicos para su fabricación (modelado a mano, cocción con hornos al aire libre a unas temperaturas de 700-800 grados, utilización intencional de las técnicas de oxidación y reducción). Se componen de vasos de paredes finas, con formas simples hemisféricas, a veces con pie, que en un momento posterior evolucionan hacia las cerámicas pintadas o monocromas de tipo Proto-Sesklo propiamente dicho, que introducen la decoración pintada en colores rojizos con geométricos triángulos. El Neolítico Medio se diferencia esencialmente del anterior por las producciones cerámicas, con abundantes variaciones regionales. En la zona del Peloponeso, con los asentamientos de Asea y Lerna aparecen las cerámicas de Urfirnis, en Tesalia, unas producciones en clara continuidad con sus precedentes y que recibirán el nombre de cultura de Sesklo; en Macedonia occidental la información proviene de los asentamientos de Sitagroi I-II y del de Dilkili-Tash. Las dataciones permiten situar este horizonte en una cronología entre 5000-3900 a.C. Los asentamientos del Neolítico Medio se caracterizan por la continuidad de numerosos hábitats del periodo anterior incrementándose, no obstante, la ocupación, formando concentraciones relativamente densas, como, por ejemplo, en los llanos de Tesalia. Los poblados mantendrán una estructura dispersa si bien, en algunos yacimientos, empieza a aparecer una disposición ordenada de sus casas, con disposición paralela de sus construcciones, como en Jassatepe, o en verdaderas calles estrechas que forman un conjunto ortogonal en Otzaki. Por primera vez aparecen dispositivos de protección como murallas o fosos, en Dímini, que constituyen los precedentes de su desarrollo posterior en el Neolítico Reciente. Las construcciones de las casas mantienen las características del periodo anterior: muros de adobe y fundaciones con bloques de piedra. Las novedades más significativas están en la consolidación de las construcciones de planta rectangular con dos o tres habitaciones, bien representadas en Sesklo o por los documentos de Otzaki, denominados convencionalmente mégara, es decir, casas con una o dos habitaciones con vestíbulo, donde se sitúa el acceso. Hay que mencionar la aparición de maquetas en arcilla cocida que reproducen las construcciones, proporcionando una información importante sobre el sistema de cubierta: tejados a doble vertiente, sostenidas en la mayor parte de casos por columnas interiores de madera. Económicamente se dan muy pocas variaciones, la más significativa de las cuales sería una ligera variación en la composición de los rebaños, disminuyendo el número de ovicápridos, aunque sigue siendo predominante en beneficio de bueyes y cerdos principalmente.
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Los habitantes de la antigua Grecia se llamaban a sí mismos helenos, y a su tierra, Grecia, la llamaban la Hélade. El territorio de la Grecia antigua coincide aproximadamente con el actual, pero para completar el mundo helénico es preciso añadir las costas egeas de Asia Menor, así como las del sur de Italia y la isla de Sicilia. La historia y la cultura griegas están íntimamente relacionadas con el paisaje. La Grecia continental es prácticamente una cadena montañosa que se hunde en el Mar Egeo, cuyas numerosas islas no son más que las cimas de esta cordillera sumergida. Este fenómeno ha dado lugar a unas líneas costeras muy recortadas y abruptas, con abundantes penínsulas y pequeñas islas próximas, además de unos valles interiores cerrados y de difícil acceso. Las llanuras, por el contrario, son escasas y de pequeña extensión. El nexo de unión de estas diferentes áreas es el mar, vía de enlace de los diferentes territorios y factor de expansión del mundo griego. La escasez de terreno fértil obligará al griego antiguo a buscar nuevas tierras que alimenten a la población sobrante. De ahí la vocación comercial del pueblo heleno o la colonización de nuevos territorios, que caracterizarán a la Grecia antigua. Pero el paisaje griego, con ser importante, no ayuda por sí solo a explicar el maravilloso legado cultural helénico. El racionalismo como actitud ante la vida, la consideración del hombre como medida de todas las cosas, el amor a la belleza y un elevado sentido estético o la democracia como sistema político, son valores espirituales presentes en nuestro mundo. "Opino que es justo favorecer al pueblo en general en detrimento de los nobles y los ricos, porque es el pueblo quien, al dar los hombres para la marina y el comercio, constituye la fuerza de Atenas. En consecuencia, justo es que participe de los cargos que dependen de una elección", dirá Jenofonte en el siglo IV. Estos valores, sin duda una deuda reconocible con el mundo griego, no surgen de manera repentina, sino que son el fruto de evolución de casi 3.000 años. Durante estos tres milenios, pueblos diferentes poblaron las tierras de la Hélade. Desde el año 3000 a.C., en que finaliza el Neolítico, hasta el 1100 antes de nuestra Era, se desarrolla la Edad del Bronce. En esta etapa emergen sucesivamente tres grandes culturas. La primera, la Cicládica, tiene como característica principal el desarrollo de un floreciente comercio. Mucho más importante será la cultura minoica, cuyo núcleo es la isla de Creta. Alrededor del 1900 a.C. surgen grandiosos palacios en Cnosós y Festo, imponentes residencias reales con cientos de habitaciones, algunas de ellas bellísimamente decoradas con frescos vivos y coloristas. Los palacios cretenses señalan la aparición de un poder absoluto, sustentado económicamente por una intensa actividad comercial, basada en el intercambio de suntuosos objetos de artesanía. La civilización minoica presenta una religión en la que tiene un lugar central una poderosas diosa de la fertilidad, a la cual estaba asociado el animal-símbolo de Creta, el toro. Las creaciones artísticas cretenses expresan plenamente la fantasía y la inventiva de un pueblo pacífico, ciertamente hedonista, como prueban los frescos y los objetos suntuarios que se pueden apreciar en el Museo de Iraklión. Alrededor del año 1450 a.C. la explosión de un volcán en la isla de Théra provocó un grave cataclismo que afectó a toda la región y debilitó especialmente a Creta, que a partir de entonces no pudo ofrecer resistencia a la expansión micénica. La micénica, la tercera gran cultura de la Edad del Bronce en Grecia, debe su nombre a Micenas, la principal ciudad de los aqueos. Éstos, un pueblo de pastores-guerreros siempre en busca de pastos para sus rebaños, ocupan la Grecia continental y el Peloponeso entre los años 2000 y 1600 a.C. Los aqueos traen consigo la doma del caballo, el carro de guerra y las espadas largas de bronce. Las ciudades-estado propias de su momento de máximo apogeo, entre el 1600 y el 1100 a.C., como Micenas o Tirinto, se rodean de poderosas murallas, como corresponde a una cultura guerrera, y en ellas se impone una rígida pirámide social sustentada por una notable producción de objetos suntuarios, con los que comerciarán en todo el Egeo y el Mediterráneo oriental. Con la invasión de los dorios acabó la cultura micénica y la Edad del Bronce, dando paso a la Edad del Hierro, allá por el siglo XI a.C. Entre los años 900 y 725 a.C., un lento crecimiento demográfico y económico consolida las nacientes poleis o ciudades-estado griegas. Atenas, Argos, Corinto y las ciudades de Eubea, entre otras, irrumpen en la escena del comercio mediterráneo, gracias a sus refinadas producciones cerámicas y de metal y a las exportaciones de aceite y vino. La expansión comercial de estas ciudades hizo que, hacia el siglo IX antes de nuestra Era, diera comienzo la fundación de colonias por todo el Mediterráneo, desde el Mar Negro hasta Iberia y desde el Norte de Africa hasta las costas francesas, buscando el beneficio del trasiego mercantil. El siglo VI a.C. constituye la etapa de consolidación del carácter griego, sobre todo a partir de la gran prueba que supone su enfrentamiento con los persas en las Guerras Médicas. Entonces, Grecia entró de lleno en la etapa de madurez, lo que conocemos como el periodo Clásico de la Antigüedad. El siglo V, tras las victorias sobre los persas en las batallas de Maratón y Salamina, significó la etapa de apogeo del mundo griego. Las ciudades eran gobernadas en su mayoría por sistemas democráticos, mientras que la artesanía y el comercio alcanzaron sus más altas cotas. También en esta centuria continúa la consolidación de los santuarios panhelénicos de Delfos y Olimpia como centros religiosos, además de como sedes de competiciones deportivas y literario-teatrales que atraen a competidores de todo el mundo conocido. En Delfos y en Olimpia, las poleis encuentran una sede diplomática común, un espacio en el que solventar sus diferencias y conflictos. Esto es especialmente significativo en el caso de Olimpia, donde los juegos atléticos y culturales, celebrados durante siete días cada cuatro años, provocan una tregua militar de obligado cumplimiento para todas las ciudades. Los vencedores, considerados héroes, semidioses, competían en deportes diversos, sabedores de que su éxito les prestigiaba no sólo a ellos, sino también a su polis de origen. En Atenas, la gran ciudad del periodo Clásico, el dirigente Pericles gobernó entre los años 461 y 429 a.C., dando su nombre a todo el siglo por el prestigio que consiguió para su ciudad. A su intervención personal se debe el maravilloso conjunto arquitectónico de la Acrópolis, la obra cumbre del arte clásico, con sus majestuosos Propileos, el deslumbrante Erecteion y el fabuloso Partenón, templo dedicado a Atenea Partenos, la diosa protectora de la ciudad. Grecia se encuentra, durante el periodo Clásico, en su máximo esplendor económico, cultural y artístico. Arquitectos y escultores persiguen el ideal de belleza y lo encuentran en la proporción, el equilibrio, la medida y la armonía. Los escultores trabajan y estudian minuciosamente la forma de representar las medidas perfectas, los cuerpos ideales conforme al canon griego. Como resultado, atletas, dioses y héroes salen del cincel de los artistas manifestando una naturalidad más aparente que real, pues todo ha sido sabiamente calculado. Los arquitectos, por su parte, levantan templos de finas proporciones y maduran sus construcciones hacia formas y estructuras de exquisita armonía, en las que se exalta la grandiosidad y el refinamiento decorativo, como queda de manifiesto en los cada vez más ricos e intensos frontones. No sólo el arte, también la filosofía, la astronomía, la geografía o la física se benefician de esta efervescencia cultural. La razón, la lógica, se convierte en el motor del conocimiento y sitúa al ser humano al frente de su propia existencia, pues los sabios griegos consideran que la explicación mágica o religiosa, por sí sola, no bastan para entender el mundo, la naturaleza y la propia esencia humana. "Muchas cosas hay admirables, pero ninguna es más admirable que el hombre", dirá el dramaturgo Sófocles. Sócrates, Platón, Aristóteles... argumentan y crean escuelas, buscan la sabiduría, a la que aman: son filósofos. El teatro es otra de las grandes realizaciones griegas. Metáfora del mundo, de la vida cotidiana, de los mitos y los actos de los dioses, las representaciones congregaban a miles de personas, pues tenían un significado no sólo lúdico, sino ritual y filosófico. Esquilo, Eurípides, Aristófanes o el ya mencionado Sófocles escribieron obras que aún hoy producen admiración. La perfecta acústica de los teatros, como el de Epidauro, permite a los actores hacerse oír por el más lejano de los 15.000 espectadores presentes, convirtiendo al público en parte integrante de la obra. La hegemonía de Atenas en el siglo V a.C., su expansionismo imperialista, provoca rebeliones y conflictos contra la política ática en todo el mundo griego. La rivalidad con Esparta, Corinto y otras ciudades desencadena la Guerra del Peloponeso, que durará treinta años y de la que Atenas saldrá derrotada. Esta lucha provocó una transformación del mundo clásico, aunque éste aún se prolongará hasta el año 338 a.C., en que Alejandro Magno, hijo de Filipo, un monarca procedente de Macedonia, en el norte de Grecia, conquistará a todas las ciudades-estado y organizará el Imperio griego. Alejandro reanuda con fuerza la lucha contra los persas, emprendiendo una marcha triunfal que le hará conquistar Egipto, llegar incluso hasta la India y formar el primer imperio universal de la historia. Tras la muerte de Alejandro en el año 323 a.C., el imperio se divide en reinos, ligas y pequeños estados, pero la civilización griega antigua, aun en su etapa final, conoce un periodo de esplendor, el helenístico. Aunque Atenas sigue manteniendo su prestigio cultural y artístico, otras ciudades como Antioquía, Rodas, Pérgamo, Mileto o Alejandría se convertirán en centros culturales de gran importancia. Arquitectura y arte tienden ahora a la grandilocuencia, a la búsqueda de la emocionalidad, al lujo exaltador del poder. La fuerza de Grecia y de su arte es tal que, pese a su definitiva caída bajo el dominio de Roma en el año 146 a.C., el lenguaje helenístico sobrevivirá con éxito hasta la llegada de Augusto al poder, hasta el punto de convertirse en parte de la expresión romana. Fundamento, esencia, alma de la cultura y el pensamiento occidental, la Grecia antigua es parte fundamental del Mediterráneo y de Europa, raíz de la civilización. El paso del tiempo, Cronos implacable, deja a la piedra como principal testigo de lo que un día fue, pero la fascinación ejercida durante siglos se mantiene aún hoy viva, pues, como escribió sobre Grecia un viajero del siglo XVII, "la mente se fascina, el cuerpo desfallece y los ojos se deleitan y humedecen".
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De Grecia se recuerda sobre todo la Filosofía, la Mitología y la Arquitectura. Apenas nos han quedado restos de otras manifestaciones, en parte debido a la falta de cohesión que reinó siempre sobre las polis que la componían. Las polis son ciudades-estado autosuficientes, que han de mantenerse en un territorio geográfico limitado bien por el mar, bien por las montañas, bien por la falta de territorios fértiles. Las murallas, los enfrentamientos, la rivalidad entre polis, dificultaron la conservación de ciertas manifestaciones, como la pintura, la escultura o las artes suntuarias. Era costumbre tras arrasar una ciudad enterrar frente a sus murallas las estatuas decapitadas de sus dioses y sus exvotos. Sin embargo, siempre predominó sobre los enfrentamientos un sentimiento pan-helénico, de pertenecer todos a una misma cultura, una civilización frente a la barbarie de fuera de sus fronteras. Su arte sin embargo interactuó con otras civilizaciones, aunque las consideraran inferiores.Durante el período Arcaico se dejó sentir con fuerza la llegada de objetos e iconografías orientales, de Palmira, de Fenicia, que transformaron y barroquizaron un tanto la severidad del arte arcaico griego. Además, les proporcionaron todo un muestrario de animales, monstruos, adornos vegetales, que los griegos aprovecharon para sus propias obras: telas, orfebrería y cerámica. También Egipto tuvo algo que ver en la formación de la pintura, especialmente en el empleo de ciertos colores como el azul, que nunca manejaron bien los griegos, o en el empleo de gamas tonales para dar volumen a ciertos objetos.A su vez, los griegos fueron fundamentales para el inicio del Arte Etrusco, y la propia Roma apenas puede decir que tenga una pintura propia, sino que la copió exhaustivamente de los brillantes ejemplos griegos.La pintura griega tuvo dos formas principales de expresión, que fueron la cerámica pintada, durante el Arcaico y el Clásico, y la pintura sobre tabla, durante el Clásico Tardío y el Helenismo, período este último en el cual floreció también la pintura mural, aún poco estudiada.
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Si bien cierta resistencia se manifiesta en Grecia, ya antes de la guerra, contra la dictadura derechista de Metaxas, toma otro cariz y desarrollo a raíz de la ocupación del país por italianos, alemanes y búlgaros en 1941. La invasión italiana y luego la alemana habían aglutinado a muy diferentes fuerzas anti-Eje -muy precariamente, es cierto- desde la extrema derecha nacionalista a los comunistas. El Rey Jorge -que había colaborado con Metaxas- huye con su Gobierno a El Cairo, abandonando el país a su suerte. Mientras, en las montañas se forman algunos grupos armados (16). Más tarde, en septiembre de 1941, surge el EAM, con su brazo militar, el ELAS, que comienza a actuar en febrero de 1942, de tendencia comunista. Otros grupos importantes son el EDES, derechista, del general Zervas; el EKKA, también conservador, en general antimonárquicos, pero en Atenas existe un grupo prorrealista relacionado con el Gobierno de El Cairo. El ELAS será el más importante con mucho, pero los británicos apoyarán al EDES, y a él se deberán las manifestaciones de marzo de 1942, algunas huelgas masivas y ataques contra el ocupante. En noviembre de 1942, ELAS, EDES y agentes británicos vuelan ante los ojos de los alemanes el viaducto del Gorgopótamos, en un alarde de unidad que no se repetirá nunca más. Porque una de las características de la Resistencia griega -como la albanesa y la yugoslava- será que los distintos grupos librarán entre sí una verdadera guerra civil, paralela a la lucha contra el Eje. En esa lucha civil resultará vencedor el ELAS, que eliminará a los demás, salvo al EDES, convertidos todos en meras fuerzas anticomunistas, algunas de las cuales acabarán colaborando con italianos y alemanes. Finalmente, los británicos conseguirán que los grupos reconozcan la autoridad suprema del Cuartel General Aliado de El Cairo, pero a condición de que se les reconozca a su vez sus respectivas autonomías. Por otro lado, la guerra civil entre grupos cansa o desanima a una parte de la población, lo que es aprovechado por el Eje para crear batallones antipartisanos formados por griegos, de mediocre actuación. La ocupación, las brutalidades cometidas, las confiscaciones, etc., llevan al hambre a la población: entre 1940 y 1942 mueren 24.000 personas y, en ciertos casos, las raciones disminuyen hasta 183 calorías por día (Costa de Loverdo). A esto se añaden las represalias, las ofensivas antipartisanas y las matanzas, como la de Creta en 1942, o la de Kalvryta un año después. Pero esto provoca mayor actividad de la resistencia. En 1943 se lanza una huelga contra la movilización para el trabajo forzoso, organizada por el ELAS. En mayo del mismo año los partisanos destruyen las minas de manganeso de Mesenia, explotadas por los alemanes y poco después atacan un tren militar italiano, causando 500 bajas. Una huelga general reúne en junio a 400.000 personas en Atenas; en octubre es aniquilado un batallón alemán. La rendición de Italia, en octubre de 1943, proporciona a los grupos existentes -sobre todo al ELAS- grandes cantidades de armas, y miles de italianos irán a engrosar sus filas. En febrero de 1944 los grupos de derecha llegan a un armisticio con los alemanes, y el ELAS se convierte en el único grupo que aún los combate -luego el EDES volverá a combatirlos-; en la primavera, el ELAS aniquilará al EKKA. La lucha política entre monárquicos y antimonárquicos no es menos violenta. Sólo a mediados de 1944 se impone un acuerdo y se pospone el problema para después de la guerra. Los reticentes comunistas, presionados por la URSS, acabarán aceptándolo, y en octubre se crea un Gobierno de unión nacional con Papandreu. En ese mismo mes alemanes y búlgaros se retiran de Grecia. Atenas es liberada el día 12; llegan los británicos y el Gobierno griego. El ELAS se opone al desarme impuesto por los aliados el 10 de diciembre, cuando todavía había alemanes en el norte, y se producen combates en los que resulta derrotado. Sólo más tarde, en febrero de 1945, se llega a un acuerdo precario y efímero. Terminaba la resistencia griega, una de las más importantes, pero que siempre vio mermadas sus posibilidades y eficacia por su querellas internas: la sorprendente unanimidad de 1940 ante los italianos no se repitió. Los grandes perdedores fueron los comunistas, a quienes Churchill impuso de nuevo al Rey. Pero en 1946 estallará de nuevo la guerra civil... Tropas helenas regulares evacuadas en 1941 formarán las Fuerzas Griegas Libres del Mediterráneo, con efectivos aproximados de una división que combatieron en África del Norte e Italia; y barcos mercantes griegos participaron en el desembarco de Normandía.
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El siglo VIII, clave como punto de encuentro entre el final de la Edad Oscura y la época arcaica, renacimiento que continúa y se opone al período inmediatamente anterior, es también el punto de partida de un período rico en logros culturales, en transformaciones sociales y políticas y en situaciones conflictivas. Las ciudades, a través de la afirmación en el plano económico, militar y político, se afirman como lugares de actuación de los propietarios de las parcelas de la tierra cívica, los soldados defensores del territorio, los que se hallan en disposición de disfrutar de la politeia, de los derechos de ciudadanía. La comunidad se amplía considerablemente, pero para ello pasa a través de la stasis como conflicto interno y de la transformación del sistema aristocrático, heredero de la antigua realeza, en un sistema predominantemente oligárquico, en algunos casos tendencialmente democrático. Paralelamente, en íntima relación con todo lo anterior, el mundo griego amplía su escenario geográfico a través de la expansión colonial, fenómeno vinculado por medio de lazos diversos con los cambios económicos de la polis en formación, hasta el punto de que, al mismo tiempo que se produce como efecto del modo de desarrollarse ésta, se transforma en factor influyente sobre el modo en que se configura a lo largo del período. Si la historia de la Grecia arcaica en toda su extensión geográfica resulta rica en formaciones y en matices, sin embargo los fenómenos históricos van haciendo necesario que la atención se centre en dos ciudades de un modo específico, Esparta y Atenas, porque las realidades de la historia posterior imponen y hacen posible que a través de las fuentes sean las mejor conocidas de todo el mundo griego.
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La historia griega se caracterizó, desde el principio, por el carácter particularista de sus ciudades, capaces de convivir a través de pactos y convenciones, plasmadas en instituciones panhelénicas, pero enfrentadas de manera constante en luchas por los territorios limítrofes o por el control de poblaciones más lejanas y de los accesos a minerales o a territorios productores de bienes atractivos, por necesidad o por la búsqueda del prestigio de las clases dominantes. La unidad nunca ha sido real. Todo lo más, circunstancialmente se ha definido un enemigo común capaz de aglutinar las fuerzas de más o menos ciudades, como en el caso de los persas, ante los que la unidad fue más una imagen creada que un hecho real. Confederacionesy ligas representan unidades enfrentadas a otra parte del mundo griego, integradas, por lo demás, de manera hegemónica. La Liga del Peloponeso se aglutina en torno a Esparta como la de Delos lo hace en torno a Atenas, aunque la naturaleza de sus relaciones internas sea diferente. De hecho, la polis, a partir de un momento específico de su desarrollo, cuando ha accedido a los mercados de intercambio de productos y de mano de obra servil, sólo subsiste en constante crecimiento, lo que la lleva a supeditar a otras y a enfrentarse con los vecinos. Ahí se halla la contradicción de la polis, en que sólo subsiste cuando, de algún modo, deja de serlo. La ciudad ideal platónica, no imperialista, sólo existe en el mundo de la utopía. El siglo que transcurre entre el inicio de la guerra del Peloponeso y la intervención macedónica en Grecia es por ello el siglo de las luchas por la hegemonía, lo que, al ser consecuencia de la evolución de la polis, informa también la historia interna de la misma en una faceta determinada, la que suele conocerse como crisis de la polis. Luchas por la hegemonía y crisis de la polis son, por tanto, dos caras de una misma moneda, de una sola historia.