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Tanto Murad II como Mohamed II fueron al parecer hábiles políticos dotados de gran decisión y firmeza en sus planteamientos ofensivos, que no estaban reñidas con una relativa actitud tolerante hacia los vencidos, que incluía el respeto a las ideas religiosas distintas, lo que supuso un elemento práctico a la hora de la aceptación de su autoridad y al mantenimiento de sus conquistas, sin olvidar a este respecto la clara supremacía militar que las garantizaba. Estando totalmente volcada hacia las empresas exteriores, la destacada y sobresaliente personalidad de Mohamed II vio truncada su existencia, próxima a los cincuenta años de edad, por los efectos de un medicamento, o tal vez de un veneno, que el médico real le suministró al caer enfermo cuando personalmente dirigía un asalto contra la fortaleza de Rodas. Una muerte anormal para una vida no menos extraordinaria. La sucesión en el sultanato solía traer problemas familiares internos al no estar estrictamente reglamentada la línea hereditaria y al presentarse en ocasiones, debido a la costumbre de la poligamia, varios candidatos, hijos del sultán pero de distintas madres. Ello producía frecuentes intrigas cortesanas cuando se aproximaba la hora de un relevo en el mando supremo, aspiraciones de poder, a veces en vida del sultán, entre los mejor situados, y amenazas representadas por los aspirantes frustrados que el heredero finalmente elegido solía cortar a menudo de forma drástica decretando el destierro o la muerte de los excluidos para la sucesión. Mientras el Estado otomano se mantuvo fuerte, compacto y bien administrado, contando además con figuras destacadas que ocuparon el sultanato durante buena parte de los siglos XV y XVI, los elementos desestabilizadores pudieron ser contrarrestados con eficacia, pero éstos se dejarían sentir con una mayor incidencia sobre la cúspide del poder soberano una vez iniciada la inflexión hacia el estancamiento y el agotamiento expansivo, factores éstos que no se darían hasta finales del siglo XVI, y aun así de forma relativa. No obstante, los riesgos de inestabilidad no habían estado ausentes en la etapa del crecimiento imperial, pudiéndose ello comprobar en las maquinaciones habidas contra el gran Mohamed II por parte de su propio hijo Bayaceto, al que algunos acusaron de haber propiciado su muerte por envenenamiento, o en la actitud de éste hacia su hermano menor y rival, Yem, del que se desembarazó primero derrotándole militarmente con ayuda del ejército y posteriormente teniéndole alejado de la Corte hasta que acabó siendo víctima del juego diplomático. Como sultán, Bayaceto II (1481-1512) fue bien distinto a su padre. Poco dado a las empresas de conquista, mantuvo una política menos activa hacia el exterior, a pesar de lo cual bajo la presión de los dirigentes jenízaros tuvo que iniciar algunas tentativas para obtener nuevos dominios, de las que resultaría la toma del principado de Moldavia en 1504. Más relevante fue su política financiera y de acumulación de riquezas, que serviría para dotar al aparato del Estado de mayores recursos, pronto utilizados por su sucesor para relanzar el avance otomano. De todas formas, la extensión del Imperio turco era ya muy considerable antes de producirse los renovados afanes expansionistas del Quinientos. Partiendo de los límites iniciales que tenía a comienzos del siglo XV, fundamentalmente de la zona turco-europea y de la parte sur de los Balcanes, a lo largo de esta centuria su ampliación fue notable, terminando por abarcar toda la península balcánica, incluidas Serbia, Bosnia y Albania, muchas islas del Egeo, Crimea, el sur de Rusia, Asia Menor, el Mediterráneo oriental y el mar Negro. A este vasto espacio Selim I (1512-1520) añadió con sus conquistas de Siria en 1516 y Egipto en 1517 nuevos territorios de alto valor estratégico, pero también de enorme significación económica (participación en el tráfico del oro y de esclavos africanos, acercamiento a la ruta de las especias, aprovechamiento del trigo y del arroz de la zona para abastecer al centro del Imperio) y religiosa al ser reconocido el sultán como califa, recibiendo por lo demás las llaves de la Kaaba. Si la toma de Constantinopla por Mohamed II supuso acabar con el último reducto cristiano más representativo de Oriente y le permitió ostentar el título de emperador, ahora, con el sometimiento de los mamelucos de Egipto, la obtención de la categoría de califa le supuso a Selim I la dignidad de supremo jefe de todos los creyentes musulmanes, lo que le otorgaba una impresionante autoridad. Sultán, emperador y califa, o lo que era lo mismo, el caudillaje militar, señorial y religioso se unían en una sola persona, dotándola de excepcionales poderes. A la altura de 1517 Selim I era tal vez el hombre más sobresaliente del mundo conocido por los, europeos. Pero todavía quedaba por llegar el gran momento de madurez del Imperio otomano, que correspondería al largo reinado de Solimán II el Magno (1520-1566). Con él la potencia imperial otomana lograría su apogeo y el máximo de su poderío. En los primeros años de su mandato ya demostró la fuerza de su empuje, orientando su política hacia una mayor penetración en el Continente europeo hasta llegar a las puertas de Viena, con todo lo que ello suponía de temor para el Occidente cristiano. Una serie de hitos importantes jalonaron su marcha victoriosa en dirección al corazón de Europa: conquista de Belgrado en 1521; rendición de los Caballeros Hospitalarios de San Juan y toma de Rodas en 1522; desaparición del Reino de Hungría como entidad independiente tras la batalla de Mohacs en 1526, donde encontraría la muerte su rey Luis II, pasando la mayor parte del territorio húngaro a estar bajo la soberanía del poder turco, que también tuteló al trono magiar recién ocupado por el que había sido el candidato de los otomanos, Juan Zapolya, una vez aceptado por éste el vasallaje a Solimán. En 1529 se produjo un primer asedio a Viena, repetido años después, en 1532, con un intento de invasión turca de las tierras austriacas, pero el desastre para los Habsburgo no llegaría a producirse, resistiendo la capital la ofensiva turca. Sin poder superar esta barrera centroeuropea, el ejército del gran sultán se volcó en la dirección opuesta, conquistando Bagdad y Mesopotamia en 1536, continuando dos años después su avance hacia la India. La década de los cuarenta ofreció asimismo destacados acontecimientos para el Imperio, como fueron la anexión del sometido Reino húngaro a la muerte, en 1541, del ya citado Zapolya; el mayor dominio alcanzado sobre los siempre odiados rivales persas al producirse, en 1543, la renuncia del último rey abasí, o la aceptación de una especie de vasallaje por parte de Fernando de Austria consistente en el pago de un tributo anual que la Monarquía de los Habsburgo debía satisfacer al califa otomano. Precisamente la negativa a efectuar esta imposición parte de Maximiliano II de Austria, ocasionaría indirectamente la muerte de Solimán, ya que éste moriría al lanzar un asalto contra Sigetz como respuesta a dicha actitud, la cual se modificaría de nuevo, ya bajo el gobierno de Selim II (1566-1574), al firmarse la paz de Andrianópolis (1568) y volver los Habsburgo a satisfacer la imposición anual al Imperio turco. El mandato de Selim II fue corto pero lleno de trascendencia, pues a mitad de su reinado, tras arrebatar Chipre a los venecianos en 1570, tuvo lugar la famosa batalla de Lepanto (1571), que frenaría las incursiones marítimas de la flota turca hacia el Mediterráneo occidental, pero que no supuso ni mucho menos la quiebra del poder otomano. Éste, por contra, siguió pujante en el transcurso de los siguientes reinados de Amurates III (1574-1595), Mohamed III (15951603) y Ahmed I (1603-1617), durante los cuales el imperio otomano conservó y consolidó aún más si cabe sus fronteras en Europa, Asia y África. La decadencia del poder turco tardaría todavía algún tiempo en llegar, a pesar de que los problemas internos estaban siendo cada vez más frecuentes e intensos, sucediéndose las intrigas en el serrallo y faltando figuras de la talla de Mohamed II o Solimán al frente del sultanato.
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GRANDEZA DEL POETA Flores forman un cerco en el recinto de musgo acuático, en el recinto de mariposas. La tierra está matizada. Se difunde tu canto, se difunde tu palabra. Sólo retumba allí y repercute nuestro padre, el dios por quien todo vive. Múltiples son tus rojas mariposas: en medio de mariposas estás y hablas.34 YO POR MI PARTE... Yo por mi parte digo: ¡Ay, sólo un breve instante! ¡Sólo cual la magnolia abrimos los pétalos! ¡Sólo hemos venido, amigos, a marchitarnos en esta tierra! Pero ahora, cese la amargura, ahora dad recreo a vuestros pechos. ¿Pero cómo comer? ¿Cómo darnos al placer? Allá nacen nuestros cantos, donde nació el atabal. He sufrido yo en la tierra en donde vivieron ellos. Se enlazará la amistad, se enlazará la corporación junto a los tambores. ¿Acaso yo aún vendré? ¿Aún habré de entonar un canto? Pero yo solo estoy aquí: ellos están ausentes. Al olvido y a la niebla yo tengo que entregarme. Creemos a nuestro corazón: ¿Es nuestra casa la tierra? En sitio de angustia y de dolor vivimos. Por eso solamente canto y pregunto: ¿Cuál flor otra vez plantaré? ¿Cuál maíz otra vez sembraré? ¿Mi madre y mi padre aún habrán de dar fruto nuevo? ¿Fruto que vaya medrando en la tierra? Es la razón porque lloro: nadie está allí: nos dejaron huérfanos en la tierra. ¿En dónde está el camino para bajar al Reino de los Muertos, a donde están los que ya no tienen cuerpo? ¿Hay vida aún allá en esa región en que de algún modo se existe? ¿Tienen aún conciencia nuestros corazones? En cofre y caja esconde a los hombres y los envuelve en ropas el Dador de la vida. ¿Es que allá los veré? ¿He de fijar los ojos en el rostro de mi madre y mi padre? ¿Han de venir a darme ellos aún su canto y su palabra? ¡Yo lo busco: nadie está allí: nos dejaron huérfanos en la tierra!35 COMIENZA YA Comienza ya, canta ya entre flores de primavera, príncipe chichimeca, el de Acolhuacan. Deléitate, alégrate, huya tu hastío, no estés triste... ¿Vendremos otra vez a pasar por la tierra? Por breve tiempo vienen a darse en préstamo los cantos y las flores del dios. ¡En la casa de las flores comienza el sartal de cantos floridos: se entreteje: es tu corazón, oh cantor! Oh cantor, ponte en pie: tú haces cantar, tú pones un collar fino a los de Acolhuacan. En verdad nunca acabarán las flores, nunca acabarán los cantos. Floridamente se alegran nuestros corazones: Solamente breve tiempo aquí en la tierra. Vienen ya nuestras bellas flores. Gózate aquí, oh cantor, entre flores primaverales: Vienen ya nuestras bellas flores. Se van nuestras flores: nuestros ramilletes, nuestras guirnaldas aquí en la tierra... ¡Pero sólo aquí! Debemos dejar la ciudad, oh príncipes chichimecas: No llevaré flores, no llevaré bellos cantos de aquí de la tierra... ¡Pero sólo aquí! Donde es el reparto, donde es el reparto vino a erguirse el Árbol Florido: con él se alegra, e irrumpe mi hermoso canto. Ya esparzo nuestros cantos, se van repartiendo: tú con quien vivo, estás triste: ¡Que se disipe tu hastío! ¡Ya no esté pensativo tu corazón! ¡Con cantos engalanaos!36 MUY CIERTO ES "Muy cierto es: de verdad nos vamos, de verdad nos vamos; dejamos las flores y los cantos y la tierra. ¡Es verdad que nos vamos, es verdad que nos vamos! ¿A dónde vamos, ay, a dónde vamos? ¿Estamos allá muertos, o vivimos aún? ¿otra vez viene allí el existir? ¿otra vez el gozar del Dador de la vida?"37
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La depresión económica que dominó a Europa e incidió con fuerza, desde 1585, en los dominios españoles, se frenó durante el reinado de los archiduques Alberto e Isabel y pareció remitir desde la Tregua de los Doce Años. El respiro aportado por la paz se reflejó en el aumento demográfico, el movimiento de los precios y el bienestar general, que recuperó su antigua prosperidad y, aproximadamente hasta 1635-40, pudo conservar su impulso. Amberes, que desde el asedio y saqueo de 1585 fue abandonada por buena parte de su población por seguridad y motivos religiosos, y cuyos comerciantes vieron peligrar sus negocios tras el bloqueo holandés de las bocas del río Escalda, se repobló con oleadas de inmigrantes rurales, logró por el pago de licencias de paso que los neerlandeses toleraran su comercio y se mantuvo como centro bancario de primer orden gracias a los juros de la Hacienda española para el pago de las tropas. En ella y en otras ciudades flamencas, sorteando a menudo la reglamentación corporativa y beneficiándose de la protección regia, se instalaron industrias papeleras y jaboneras, prosperaron los talleres de cuero y relojería, se reavivaron los obradores de tapices y se impulsaron las tipografías. Paralelamente al mantenimiento de una agricultura avanzada, se desarrolló la industria del lino y se aumentó la producción y el comercio en Oudenarde y Courtrai, abriéndose nuevas manufacturas textiles en Brujas y Gante. En los territorios valones se explotaron sus ricas minas, creándose fundiciones y forjas en Namur, Hainaut y Luxemburgo, cuyos más audaces empresarios se enriquecieron, compraron tierras y acabaron ennobleciéndose.Frente a los núcleos industriales y mercantiles, liderados por la ciudad de Amberes, centro comercial y financiero de los Países Bajos españoles, donde se asentaba la gran burguesía urbana, la ciudad de Bruselas, capital política y sede de la corte, recuperó su prosperidad económica y desplegó una fastuosidad digna de las mayores residencias regias del momento, sin descuidar la reactivación, bajo el impulso y protección reales, de sus tapicerías y afamados talleres de bordados. Gracias a esta relativa recuperación económica, mientras que Amberes desarrolló una comitencia artística basada en el patriciado burgués, Bruselas monopolizó el mecenazgo real y cortesano.Con todo, hacia 1640-50, la penuria y el marasmo económicos se hicieron notar por doquier y de modo imparable con una fuerte caída de los precios, a los que se añadieron el hambre y los disturbios sociales provocados por una prolongada crisis de subsistencia entre 1647-51. Poco a poco, el país se fue sumiendo en una fase coyuntural de intensa contracción económica, que acabó por estancar su comercio y arruinar sus finanzas. En 1648, el hundimiento tomó carta de naturaleza con la firma de los tratados de Paz de Westfalia, consumando la transferencia de Amberes a Amsterdam del control bancario mundial. A esas sostenidas dificultades, y a la inseguridad causada por las guerras de conquista iniciadas por Francia, se acumularon epidemias de disentería (1676), brutales carestías de alimentos -al hundirse la producción de trigo-, y mortandades elevadas (1634-37),que cierran el siglo (1692-94 y 1697-99) e inician la centuria siguiente (1708-10). Por entonces, a la par que se hundía la economía, que los factores políticos se quebraban y que los ideales espirituales se debilitaban, los artistas -faltos del magnetismo de Rubens- iban rozando cada vez más la mediocridad con su rubenismo deshinchado y los antes desprendidos comitentes y cultísimos mecenas, carentes de incentivos, ya no fueron más ni tan ricos ni tan generosos.
Personaje Político
El conde Dino Grandi vino al mundo en el año 1895 en la región de Emilia. Alcanzó el grado de capitán durante la Primera Guerra Mundial y, tras el final de ésta, se dedicó al periodismo y a la política desde las filas del joven partido fascista. Destacado dirigente del mismo desde los primeros momentos, organiza el movimiento en el norte del país, y tiene una decisiva participación en la Marcha sobre Roma en 1922. Tras la subida del fascismo al poder; Grandi, como miembro del Gran Consejo, se convierte en uno de los máximos jerarcas del nuevo régimen. Es sucesivamente nombrado vicepresidente de la Cámara, Subsecretario del Interior y ministro de Asuntos Exteriores. Embajador en Londres con ocasión del inicio de la guerra, alcanza el grado de ministro de Justicia. Grandi no es partidario de la entrada de Italia en la guerra, si bien las rápidas victorias de la Wehrmacht no dejarán de producir sus efectos sobre la sociedad italiana en general y entre sus niveles dirigentes en concreto. Ante una Alemania que se presentaba como invencible, para muchos comenzaba a parecer absurdo mantenerse al margen de una empresa que solamente parecía ofrecer importantes e inmediatos beneficios. Llegado el año 1943, interviene de forma muy destacada en la sesión del Gran Consejo que decide el apartamiento del poder de Mussolini. El tribunal de Verona organizado por la República de Saló, le condena a muerte por el delito de traición, pero puede marchar al exilio en Portugal. Vuelto a Italia después de varios años, elaboró unas interesantes memorias, fundamentales para la comprensión del período del que fue uno de los principales protagonistas.
Personaje Pintor
Fue iniciado bajo los consejos de su progenitor Juan Bautista Castello, conocido como Bergamasco. Colaboró con este en la Torre Nueva del Alcázar de Madrid. Tras la muerte de su padre, trabajó con otros artistas. En 1571 fue nombrado pintor en la corte de Felipe II.
Personaje Pintor
Estudió bajo los consejos de David y mantuvo una estrecha relación con Ingres. Con éste emprende un viaje a Roma y comienza a realizar sus primeros cuadros de género, donde es evidente el neoclasicismo de su maestro. La historia durante el medievo y el paisaje fueron los dos temas que más le interesaron. Para éstos últimos recurre a escenas dominadas por ruinas, donde fantasía y realidad se mezclan. Otra de la vertiente que desarrolló con gran maestría fue el dibujo de acuarelas. En este tipo de composiciones demostró un excelente dominio de la luz.
fuente
Ocurrida en mayo del año 334 a.C., supone la victoria de las tropas macedonias de Alejandro sobre los sátrapas persas del Asia Menor.
material
obra
Este cuidado dibujo refleja en un alarde técnico una de las típicas granjas de Pomerania y Mecklenburgo, que Friedrich tuvo ocasión de recrear durante su viaje a Neubrandenburg en mayo de 1806, en donde permaneció unos días visitando a algunos familiares, camino de Greifswald. Allí se dirigía para convalecer de su ansiedad por el incierto destino de Alemania en la guerra contra la Francia napoleónica. Fue realizado, tal como reza la inscripción, entre el 21 y 22 de mayo de ese año. Esos días fueron especialmente activos para el pintor pomerano, como puede verse por otros dibujos, como Encina con nido de cigüeñas. Conserva trazas de una posible continuación en sepia.
lugar
Pequeña localidad situada en la provincia castellano leonesa de Zamora. La villa apenas cuenta con 300 habitantes que viven principalmente del campo. Está situado en la Ruta de la Plata, vía romana de comunicaciones utilizada posteriormente por los peregrinos que iban hacia Santiago. Por ello, su monasterio cuenta con dependencias modernas denominadas la Hospedería. Pero la construcción que más destaca de la Granja de Moreruela es su monasterio del siglo XII, del que Miguel de Unamuno escribió cuatro sonetos. Hacia 1132, Alfonso VII, que mantenía contactos con San Bernardo de Claraval, instaló a los monjes cistercienses en el yermo de Morerola de Frades con la intención de colonizar los territorios despoblados. El monasterio desplegó una gran actividad en todo el territorio, llegando su influencia incluso al norte de Portugal. Tras la desamortización del siglo XIX, el monasterio fue vendido, utilizándose sus piedras para la construcción de casas.