Obra clasicista perfectamente adaptada a los ideales estéticos propugnados y defendidos por Le Brun, como queda patente en el tratamiento individualizado de cada figura, así como en la relación espacial entre todas ellas. Se encuentra situada en el Parque de Versalles.
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De nuevo emplea como fuente Poussin las "Metamorfosis" de Ovidio, a través de la versión italiana de Giovanni Andrea dell'Anguillara, de 1561. De este modo, evoca el artista el momento en que Faetón solicitó a Apolo, el sol, su padre, que le deje conducir su carro, al cual señala con la mano izquierda. Tras vacilar, Apolo accedió, no sin antes hacerle numerosas recomendaciones. Después de elevarse con el carro hacia la bóveda celeste, se apoderó del joven un gran terror dada la altura a la que se hallaba. La visión de los animales de los signos del Zodiaco lo asustó, y descendió tanto que estuvo a punto de quemar la tierra; volvió a ascender, tan alto que los astros se quejaron a Júpiter, quien lo fulminó lanzándolo al río Erídano. La composición, compleja, está cuajada de diversas figuras simbólicas. Junto al dorado carro del sol, a la izquierda, y aparejando los caballos, se encuentran las horas, en forma de ninfas. Junto al dios Apolo, sentado y apoyado en su lira, la Primavera porta unas flores, enmarcada por el círculo del Zodíaco. En el centro de la escena, con un espejo, el Verano, y a la derecha, el Otoño, coronado con hojas de parra. A la izquierda, el Invierno trata de calentarse junto a un brasero. Saturno, con grandes alas grises, presenta a Apolo el espejo de la Verdad. En un tono un tanto pedante, Poussin muestra toda su erudición, reuniendo en una escena diversas figuras aludidas separadamente en los textos.
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Esbelto y elegante, su gesto y levedad convirtieron el Apolo del Belvedere en obra maestra de Leócares, por comparación con el movimiento y actitud del pequeño Ganimedes del Vaticano. Pero, aparte de que ya esta última obra dista de ser copia segura del original de dicho maestro -la iconografía de Ganimedes es amplísima, y habría que discutirla en detalle, dado que poco sabemos con seguridad del arte de Leócares-, el problema se agrava por el propio academicismo del Apolo. Este, en efecto, es una copia romana, y si hemos de dar como más fiel al original la Cabeza Steinhäuser del Museo de Basilea, sin duda más dramática, con los ojos hundidos bajo las cejas y la boca entreabierta, en tensión, nos hallamos cerca del arte de Escopas, o incluso de tendencias más realistas de pleno siglo III a. C. "La contemplación de esta maravilla del arte me hace olvidar todo lo demás... Mi pecho parece ensancharse y elevarse como el que, inundado por el espíritu de la profecía, veo ante mí, y algo me transporta a Delos y a los bosques de Licia, los lugares que gozaron la presencia del dios" (J. J. Winckelmann).
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La realización de esta obra se atribuye a un artista llamado Vulca, según las fuentes latinas. Esta figura que representa al dios Apolo formaba parte de un grupo procedente del conjunto del Portonaccio, Veyes, constituido al menos por otras tres representaciones mitológicas, entre ellas Hermes. En concreto Apolo se dirigía a Heracles con la intención de arrebatarle la cierva. Destaca especialmente el enorme dinamismo que se le atribuye a la figura así como la expresión gélida de su cara, que ha sido comparada con la del animal más emblemático de Etruria, el lobo. Cuando la figura fue encontrada en 1916, se creyó que la producción de la misma, debía atribuirse a un artista griego.
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Las obras de Domenico Ghirlandaio son muy escasas pero de gran calidad. Este dibujo es de su taller, una copia que sus alumnos realizaron sobre una famosísima estatua, el Apolo del Belvedere. Es una estatua romana realizada sobre modelos griegos helenísticos, que fue descubierta en las excavaciones de Roma del siglo XV y pasó a las colecciones del Papa, en su palacio de verano, llamado del Belvedere. El dibujo se somete al modelo real, pero aporta la idea de clasicismo que se cultivaba entre los pintores del renacimiento italiano. Refleja aquello a lo que Ghirlandaio y sus colegas trataban de remitirse en su pintura, la perfección ideal del cuerpo humano como eje de la creación.
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El nombre de esta escultura se debe a que fue hallada junto al ómfalos -ombligo de la tierra- en el teatro de Dioniso. Representa al dios Apolo con el cabello cayendo despreocupadamente sobre su frente y una trenza alrededor de la cabeza. La que contemplamos es una de las numerosas copias que se realizaron durante el siglo II de nuestra era de esta importante estatua de mediados del siglo V a.C. El autor sería Kalamis, destacado entre sus contemporáneos por la gracia, elegancia y originalidad que imponía a sus obras.
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Magnífica escultura en bronce hallada en 1832, en el mar muy cerca de Piombino por lo que recibe este mismo nombre. Se cree que se trata de una representación del dios Apolo, y que, por tanto, portaría un arco en la mano derecha y una flecha en la izquierda.
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En el mes de julio del año 1959 se realizó en el puerto del Pireo uno de los hallazgos arqueológicos que más interés han provocado en la arqueología griega. Se encontraron cuatro estatuas de bronce y una máscara que hoy se conservan en una sala del Museo Arqueológico Nacional de Atenas. La más antigua, cronológicamente, de las cuatro estatuas es la de Apolo, convirtiéndose en una de las esculturas fundidas en bronce más grande y más antigua que se conservan. El dios adelanta la pierna derecha a diferencia de los Kuros que los hacían con la izquierda. En su mano derecha sostenía un frasco y en la izquierda un arco. Los brazos se despegan del cuerpo, se doblan y extiende en un audaz movimiento que por primera vez se presenta.
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Es la última obra de Poussin quien, ante la imposibilidad de concluirla a causa del temblor de su mano, la regaló al futuro Cardenal Camilo Massimi. Se conocen numerosos dibujos preparatorios de esta obra, como el Apolo y Dafne de Florencia o Apolo pastor. Gracias a ellos conocemos el proceso de creación de la obra, de una gran meticulosidad. El tema del cuadro es complejo, ya que, como de costumbre, Poussin toma diversos asuntos mitológicos tomados de Ovidio y los reúne en una misma escena. A la izquierda vemos a Apolo, que contempla a Dafne, recostada sobre su padre, el dios fluvial Peneo, a la derecha. Ante el dios se encuentra Cupido, con su arco. Tras Apolo, el dios Mercurio roba una flecha del carcaj. Enroscada en el árbol, la serpiente Pitón, a quien Apolo ha de dar muerte con sus flechas. La ninfa recostada en las ramas del árbol es la ninfa Melia, hija del Océano, la cual había sido violada por el dios del sol y la vida, Apolo. A la derecha, en segundo plano, un grupo de figuras de dudosa interpretación, aunque es probable que se trate de Jacinto, muerto por Apolo. Las figuras se estructuran en dos partes claras en que se divide la composición: a la izquierda, los símbolos de la fertilidad; a la derecha, los de la esterilidad (virginidad) y la muerte. Esta obra de Poussin supone un uso exhaustivo de la literatura clásica, Ovidio, Luciano, Filostrato, por ejemplo, y de los repertorios sobre imágenes de época clásica que manejaban los artistas del momento. Sin embargo, tras una espesa serie de símbolos de erudita interpretación, yace una reflexión, ya definitiva, sobre los deseos humanos insatisfechos, la frustración y la muerte, que pone fin a las pasiones.