La ganadería constituye el otro sector fundamental de la economía, en lo que se refiere a la subsistencia. Desde el comienzo de la economía campesina ambos sectores se han considerado muy ligados, pero no parece que su adopción fuera simultánea ni que la domesticación de las especies animales estuvieran ligadas a la adopción o extensión de la ganadería. De hecho, hoy se considera que la domesticación animal pudo estar muy diversificada, ya que las especies salvajes, sobre todo de determinadas especies domésticas como bueyes, cerdos, perros, etc., están ampliamente distribuidos, por lo que sería factible que la domesticación se hubiera producido en muchos lugares y en tiempos muy diferentes. Una cuestión muy debatida es el papel que la ganadería juega en las economías prehistóricas. Se han avanzado diferentes propuestas acerca de su importancia relativa con respecto a la agricultura, siendo la postura mayoritaria la que plantea que, en realidad, no puede considerarse que exista una economía pura agrícola o ganadera en estos momentos, constituyéndose siempre en sectores complementarios que dan lugar a economías mixtas. Pero, como es fácil de observar, no en todos los medios y grupos sociales el papel de ambas es el mismo, dándose casos en los que la base fundamental de la subsistencia recae en la agricultura o viceversa; sin embargo, se ha planteado con mayor insistencia la especialización ganadera de ciertas comunidades, dados los medios ecológicos donde se han desarrollado o la movilidad demostrada por algunos grupos humanos a los que se les ha achacado que su economía ganadera, muy móvil, les obligaba a grandes y continuos desplazamientos, responsables de la extensión de algunos de sus productos o que sus influencias culturales llegaran a lugares muy distantes. Sin duda, una explicación que en muchas ocasiones ha contado con la complicidad de una postura teórica previa de explicación del cambio cultural, basada en el difusionismo moderado, no invasionista. Sin embargo, como plantea C. Renfrew, el pastoreo especializado y, sobre todo, el pastoreo nómada depende siempre de la previa existencia de la agricultura, desarrollándose a partir de una experiencia económica de la combinación de la agricultura y la ganadería, en la que ciertas ventajas adaptativas a medios determinados, no muy aptos para la agricultura, podría, en primer lugar, primar un uso más intensivo de zonas de pastos no utilizadas con anterioridad, favoreciendo un movimiento de tipo trashumante entre zonas de pastos de verano y las aldeas utilizadas de forma habitual durante el año. Este comportamiento ha sido asignado a muchas comunidades del cuarto y tercer milenios en diferentes áreas de la zona mediterránea, por sus condiciones topográficas, y climáticas. Los relieves abruptos, con zonas bajas de buenas tierras en el fondo de los valles (como la mayoría de la Grecia continental, buena parte de Italia o la fachada mediterránea de la Península Ibérica), zonas todas ellas de climas con una acusada estacionalidad -veranos largos y secos- poco aptas para la conservación de pastos en zonas bajas o incluso en las altiplanicies, hacían idóneo un sistema de trashumancia a no muy larga distancia. Así ha sido propuesto por Barker para la Italia central o lo fue con anterioridad por Higgs para la Península Ibérica, haciendo una traslación del sistema pastoril empleado por la Mesta en la Edad Media, llegando a la conclusión de que este sistema fue fundamental en las economías de la Prehistoria Reciente mediterránea; así, se propuso, al llevar al extremo estos argumentos, que una economía móvil de pastoreo trashumante era lo que mejor encajaba con el registro arqueológico dejado por los constructores de sepulcros megalíticos en buena parte de la Península Ibérica, donde las tumbas podían hacer el papel de hitos que jalonan estas rutas de trashumancia y sin que pudieran reconocerse lugares de habitación prolongada, como corresponde a economías móviles. Desde las propuestas de Higgs, las respuestas fueron inmediatas: Chapman y Davidson, argumentaron que no eran trasladables a la Prehistoria situaciones correspondientes a economías y formaciones sociales muy posteriores y muy diferentes, tan sólo por un determinismo ecológico o a partir de las degradaciones medioambientales detectadas desde la antigüedad. Estas mismas argumentaciones han servido para trasladar el sistema pastoril de trashumancia a otros lugares, como las altiplanicies del sur de Francia en las que grupos de Chassey habían colonizado, ya a finales del cuarto milenio, zonas próximas a las llanuras litorales a base de este tipo de pastoreo. Pero donde se le ha dado un mayor valor económico al papel que juega la ganadería de ovicápridos es en la economía del Egeo en el segundo milenio, no sólo por la aportación de lana, como más adelante veremos, sino por su contribución a la expansión y colonización de nuevas tierras. Todas estas argumentaciones han sido rebatidas por Lewthwaite, quien considera, por el contrario, que la trashumancia y la economía ganadera basada en ella no fue muy importante para las economías de subsistencia que se practicaron durante esta época en la zona mediterránea. Donde mayor relevancia se la ha dado a la economía nómada de pastoreo es en la pretendida expansión de los grupos de cerámicas cordadas (decoradas a base de impresiones de cuerdas), por Europa central y nórdica o hacia las estepas del Este y Asia Central, pero, como señala Renfrew, no son el centro y norte de Europa los lugares más idóneos para la práctica de un pastoreo nómada, siendo sin embargo una zona mucho más propicia para una economía mixta de explotación intensiva. Para este autor, la idea básica es que una economía de pastoreo nómada sólo es posible en zonas donde la economía agrícola-ganadera no es lo más idóneo, sobre todo en zonas periféricas a las economías mixtas. Esto fue lo que parece debió ocurrir en las estepas rusas, en las que los orígenes de la economía nómada, practicada por los grupos kurganes (nombre derivado del uso de un túmulo para cubrir las sepulturas o kurgán), se debía a un proceso de evolución secundaria de una economía mixta, como la que practicaban los grupos de Cucuteni en Rumanía y Tripoljé en Ucrania y que hacia el 3.500 a.C. se adaptan a una economía nómada en la estepa, aunque lo que el registro arqueológico había parecido revelar era justamente lo contrario: un movimiento de pastores nómadas desde las estepas hacia occidente, opinión sustentada por M. Gimbutas. Como señala Renfrew, ello no quiere decir que no hubiera préstamos culturales desde las estepas hacia occidente, pero nunca un movimiento migratorio de gran alcance producido hacia la mitad del tercer milenio. La economía nómada necesitó del concurso del caballo para su expansión a grandes distancias; sin embargo, tras la domesticación del caballo en las estepas del sur de Rusia parece que, aunque se explotaba desde el tercer milenio, sólo se usaba a efectos alimenticios, por lo menos durante toda la llamada cultura de Andronovo. No obstante, se detecta la presencia de pastores nómadas en Asia Central, en Turkmenistán y la meseta del Irán, ya empleando el caballo como animal de tiro e incluso se puede argumentar su uso militar, lo que implicaría su monta, hecho que estará mejor documentado a lo largo del segundo milenio, lejos ya de las fechas propuestas para el movimiento que dio origen a la presencia de los grupos de cerámicas cordadas en Europa, incluso a sus sucesores cronológicos, los grupos campaniformes. La presencia del caballo doméstico entre los pastores nómadas de las estepas, durante el tercer milenio, nos da pie para plantear que, en líneas generales, las especies domesticadas y explotadas como ganado son las mismas durante esta época que en las anteriores, aunque lo que parece cambiar es su representación porcentual. Ello plantea, por un lado, una mejor adecuación del ganado a los distintos ambientes, con la presencia del cerdo en el área mediterránea en el tercer milenio y un aumento de los bóvidos y la presencia del caballo doméstico; por otro, aunque aún se discute su uso como animales de carga y tracción o como fuentes de proteínas, aunque en este sentido los ovicápridos seguirán siendo fundamentales, según las áreas. El cerdo se ha convertido en una especie indicadora de la importancia de la agricultura, ya que limita las posibilidades de movimiento de los ganados, al no ser un animal apto para el nomadeo o la trashumancia. Con ello se ha establecido que, allí donde era posible su cría, pudo comenzar a través de un proceso de domesticación local, que pudo producirse en varios puntos muy distantes. Para Europa se han señalado diversos lugares de su posible domesticación, entre ellos el sur de la Península Ibérica o en Extremo Oriente, donde ésta se relaciona con un grupo de agricultores, los YangShao, de la provincia china de Honan, junto con los perros. Pero el avance más significativo que pudo ocurrir durante el período que estamos analizando es la llamada, en terminología de Sherratt, la revolución de los productos secundarios. La domesticación de las especies animales, en especial ovicápridos y bóvidos, se había hecho según su uso en la dieta y no existen muchos datos que permitieran suponer que, durante mucho tiempo, se produjeran otros aprovechamientos. Sin embargo, una serie de documentos indirectos proporcionan información acerca del uso de productos como la leche, la lana, e incluso los excrementos, en las dietas y economías de los grupos prehistóricos. En Mesopotamia, en el período conocido como Uruk, a lo largo del tercer milenio, se ha observado que se había producido una selección de nuevas razas de ovejas que tenían más cantidad de lana, obtenidas mediante el esquileo, para una artesanía textil. Al mismo tiempo, la aparición de un nuevo repertorio de vasijas, aptas para el consumo de bebidas -jarras o copas- así como las escenas representadas en las decoraciones cerámicas indican, sin lugar a dudas, la utilización de productos lácteos. Esta misma explicación ha sido propuesta para el cambio tipológico de amplias zonas de Europa centro-oriental y suroriental, incluyendo la Península Anatólica. La adopción de tipos de vasijas desconocidos hasta entonces, como jarras y copas, muy frecuentes a partir de ahora en los grupos de Baden, inicialmente se relacionaron con el consumo de vino y como consecuencia de un movimiento de pueblos procedentes de Anatolia y que impusieron el cultivo de la vid, pero que hoy por su extensión a casi toda Europa se asocian más al consumo de la leche y productos derivados. Por otro lado, un nuevo dato indirecto, la aparición cada vez más frecuentes de fusayolas en toda Europa, permite plantear la importancia creciente de los tejidos de lana que van desplazando, poco a poco, a los tejidos de fibra vegetal, especialmente de lino. Es ya evidente su uso como fibra textil entre las poblaciones palafíticas de los bordes de lagos de Suiza, sur de Alemania y norte de Italia, donde las excepcionales condiciones de conservación de los materiales orgánicos pueden ilustrar una serie de aspectos de la actividad textil que, por desgracia, son imposibles de documentar en otros ambientes, como ha evidenciado Petrequin. La ya planteada intensificación agrícola y el uso del tiro animal para labores de arado y transporte, demuestran una clara relación entre agricultura y ganadería, lo que debió extenderse a otras cuestiones como el uso de los excrementos para el abonado de los campos y el aprovechamiento de la ya comentada rotación de cultivos y los períodos de barbecho, que eran aprovechados para alimentar en temporadas los rebaños de ovicápridos. No obstante, no se han aportado pruebas del uso intencionado de los excrementos como fertilizantes para el abonado de campos de cultivo, costumbre que sólo está atestiguada en etapas muy posteriores. En conclusión, podemos destacar que la ganadería, durante este período, contribuye de forma decisiva al proceso de intensificación que vimos era deducible del análisis de la agricultura, aunque ello no ocurre de forma regular en todo el espacio analizado. Dos son las aportaciones más decisivas observables: de un lado, la constatación en diferentes zonas del uso de la tracción animal para el arado, en principio por bueyes, y por otro, el empleo del carro para el transporte con tiro animal, uncido con yugos, a lo que hay que añadir una serie de pruebas que evidencien la domesticación del caballo en las estepas suroccidentales asiáticas y europeas o en el extremo sur de la Península Ibérica, entre otros muchos lugares. Por otro lado, es también importante la documentación, aunque sea indirecta, de un aprovechamiento de los productos secundarios, como la leche y la lana del ganado, que constituyen también, junto al consumo de la carne, el soporte de la expansión poblacional que planteábamos para las sociedades del cuarto y tercer milenios. El cuadro obtenido del análisis de la agricultura y la ganadería demuestra que ambos sectores han ido evolucionando a lo largo de todo este tiempo, de modo que, cuando veamos surgir sociedades más complejas a finales del tercer milenio y sobre todo a lo largo del segundo, su soporte económico estará perfectamente basado en una economía que podremos calificar de agropecuaria, en el pleno sentido del término, con una real integración de ambos sectores -agricultura y ganadería- salvo algunas excepciones, con adaptaciones particulares a condiciones específicas como las economías de pastoreo nómada de las estepas pónticas. En el II milenio la continuidad con respecto al tercer milenio parece la característica general; sin embargo, hay que recoger una serie de aportaciones de diferente significado y así, como en la agricultura, podremos constatar ciertas especializaciones que permitirán hablar de auténticas economías ganaderas, siempre derivadas de otras previas agrícola-ganaderas, en zonas donde las condiciones medio ambientales no permitían otro tipo de práctica económica. Señalábamos que durante el milenio anterior existían pruebas directas e indirectas de la domesticación del caballo, domesticación que producida en una sola área -estepas pónticas- o en diferentes zonas, a través de procesos convergentes, llevó el uso del caballo a amplias y diferentes zonas de Europa, Próximo Oriente o Egipto. La extensión del uso del caballo plantea dos consecuencias dignas de destacar: en primer lugar, su importancia como medio de transporte para jinetes y, en segundo lugar, para la tracción de vehículos, tipo carros. El uso de los caballos para el traslado o arrastre de enseres y cargas no se ha puesto en duda desde su domesticación; por el contrario, no existían tantas pruebas directas de su uso para tiro de carros, con ruedas macizas, como del uso de bóvidos. Pero siempre se le ha adjudicado al caballo un doble papel, como animal noble que se usa tanto para la guerra como para la exhibición del rango. Esta idea se ha ligado a los pueblos esteparios y sus grandes desplazamientos a los que se han considerado, desde una teoría invasionista, los responsables de la introducción en Europa de los enterramientos individuales bajo túmulos o de la lengua indoeuropea en la zona indoiraní, en el otro extremo de su pretendida expansión. Las pruebas del uso del caballo para tiro de los carros de guerra de dos ruedas con radios, se remontan al segundo milenio, documentadas por primera vez en Europa en estelas, sellos y frescos micénicos y en estelas funerarias hititas o en escenas de batallas de tumbas egipcias; se considera que su introducción en el Egipto faraónico se debe a la presencia de los pueblos pastores hicsos, hacia el 1700 a.C., desde donde pasaron a ser usados, a lo largo del resto del segundo milenio, en todo el norte del Africa sahariana. En Mesopotamia, el uso del carro de guerra aparece en escenas de batallas o de cacerías reales, más tardías que las egipcias, pero que indican la extensión de su utilización hasta el punto que se conoce un tratado en hitita de un hurrita, Kikkuli, sobre la doma del caballo para su unción al carro de guerra, según recoge Renfrew. En el Extremo Oriente, el uso del carro de guerra está atestiguado en la dinastía china Shang, empleado para la caza y la guerra por la elite y la realeza, de forma que es un claro indicador de rango, tal como es visible por su uso en la tumba de Anyang, donde se entierran caballos, carros y conductores junto al difunto. El uso del caballo para la monta de jinetes está muy mal atestiguado hasta el primer milenio o los siglos finales del segundo. La representación de jinetes en relieves egipcios muestra un empleo no bélico del caballo, confirmado por la existencia de bocados en metal desde 1500 a.C. en el Próximo Oriente, Europa y China, y más antiguos, de comienzos del segundo milenio y elaborados en hueso, en los Cárpatos y estepas orientales. No parece que pueda hablarse de caballería militar hasta bien avanzado el primer milenio, con la utilización del estribo metálico. De lo que no parece haber duda es de que la ganadería caballar, tras una primera etapa de la cría para su uso en actividades de transporte, producción agrícola y provisión de carne, adquiere en determinadas sociedades el rango de indicador de estatus, con caballos uncidos a carros de guerra y ya, a finales del milenio, como montura de jinetes. Con respecto a economías especializadas en la ganadería, ya vimos que las posibilidades de un desarrollo de este tipo de economía sólo se había producido a partir de economías mixtas agrícola-ganaderas. Dos áreas muy alejadas entre sí y de condiciones medio ambientales muy diferentes, han sido consideradas las más adecuadas para el desarrollo de este tipo de especialización económica: las estepas euroasiáticas y la región del Sáhara, entre el Nilo y el Atlántico. Ya hicimos referencia a que la adopción del pastoreo nómada en las estepas centrales asiáticas, se basó en el uso del caballo como montura a partir de lo cual, en el segundo milenio, se produce una intensa migración que se ha relacionado con una fuerte expansión demográfica hacia el sur, atestiguada por la presencia de tumbas de pozo, en Turkmenistán. Migración que extiende esa economía por toda la meseta iraní, demostrando una gran movilidad favorecida por la posesión del caballo, ya domesticado quizás en la zona occidental de las estepas rusas, desde el final del tercer milenio. Esa expansión comenzó en épocas muy anteriores, pero fue más intensa por el uso de los caballos que hacían los guerreros nómadas, que, según Gimbutas, ya debían poseer una organización social jerarquizada, y que llegan a controlar, a fines del segundo milenio, la mayor parte de la cuenca del Indo, donde se aprecia el uso del indoeuropeo en el grupo de Harappa. En Egipto la introducción del caballo se produce en el siglo XVI a.C., pero ya con anterioridad se practicaba la ganadería de bóvidos y ovejas desde el quinto milenio. Se supone que desde aquí se produce la expansión de la ganadería hacia occidente por todo el norte de Africa. Esta ganadería, basada en los bóvidos, ha dejado una huella intensa en miles de pinturas y grabados realizados en el transcurso del cuarto y tercer milenios. Era una ganadería exclusiva de bóvidos que se extiende desde el Nilo al Atlántico ocupando la zona norsahariana y el propio Sáhara, el cual atraviesa en esta época una relativa humedad que lo hace apto para el desarrollo de la agricultura, atestiguada en los grupos neolíticos de Mauritania, Tichitt-Walatta y con buenos pastos en los macizos que lo rodean. A partir de 2500 a.C., las condiciones de aridez se acentúan y el Sáhara empieza a convertirse en el auténtico desierto que es hoy. Es en esos momentos cuando se produce un desplazamiento de la ganadería a la zona subsahariana, hacia los bordes del bosque ecuatorial, ocupándose con rebaños de bóvidos y ovicápridos zonas de Malí, Ghana, bordes del lago Tchad y hacia el este, Kenya y el Rift Valley, dando lugar a una economía especializada en el pastoreo de la sabana. El periodo de ganadería de bóvidos se conoce como la época de ganaderos de bóvidos que se extiende por el norte del Sáhara, en Argelia, Tassili y Hoggar, Libia, Chad o Sudán. Hacia el siglo XVI comienza la aparición de una nueva serie de grabados y pinturas rupestres, que dan lugar al llamado periodo del caballo, representando carros tirados por caballos y jinetes, tradición que se extenderá a lo largo de todo el primer milenio. La documentación de más de 600 representaciones de esta especie, desde el Atlántico al Nilo y desde el Atlas al Sudán, ha hecho plantearse la existencia de dos rutas diferentes de carros que atraviesan el Sáhara de oriente a occidente. Así pues, la ganadería de bóvidos se generaliza por buena parte de África, al norte del Ecuador, pero también aquí a partir de una economía agrícola-ganadera, documentada en el cuarto y quinto milenios en el Sáhara. El segundo milenio se caracteriza también por la profundización del uso de los productos secundarios procedentes de la ganadería, constatado por la importancia que alcanza el ganado ovino en economías, como la palacial minoica y micénica, con una intensa y especializada explotación de la lana, para lo que incluso se produce una manipulación de la composición de los rebaños con una gran cantidad de machos que, una vez castrados, producen mejor y más abundante lana. En las tablillas queda también atestiguado el uso de otros productos secundarios, como pelos y cuernos de las cabras, aunque éstas eran menos numerosas que las ovejas. Entre estos productos secundarios se consideran también los procedentes de las cabras montesas cretenses y de otros animales objeto de caza. El queso y las pieles han quedado también recogidos en las tablillas entre los productos derivados de la explotación ganadera.
Busqueda de contenidos
contexto
La producción agrícola y ganadera de clima templado conoció una rápida expansión desde mediados del siglo XIX. El epicentro de la misma estuvo en la pampa argentina, pero también se extendió a otras regiones de ese país, al Uruguay, al sur de Brasil y al centro de Chile. Las exportaciones argentinas y uruguayas de lana, cueros, carne y cereales (trigo, maíz, centeno, cebada, etc.) crecieron espectacularmente y gracias a su alta competitividad se orientaron hacia numerosos mercados europeos. Las nuevas características de la producción llevaron a las estructuras agrícolas más arcaicas a dejar paso a explotaciones capitalistas orientadas claramente al mercado. La lucha por conquistar los mercados internacionales fue bastante dura, ya que la producción latinoamericana debió competir con la de los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los llamados países nuevos o de reciente colonización y que compartían algunas ventajas comparativas con Argentina y Uruguay. La producción cerealera en Argentina comenzó a expandirse lentamente a partir de 1860, en detrimento de la ganadería lanar, que sería reemplazada por la explotación de la ganadería vacuna. La ampliación de la zona de cultivo gracias a la conquista y roturación de tierras nuevas fue lo que permitió ampliar el horizonte cerealero, aunque el gran motor que aceleró sus cultivos y permitió mayores y crecientes exportaciones fue el ferrocarril, que acercó las zonas productoras a los puertos exportadores. También fue importante la pacificación de las tierras de frontera, mediante la casi total eliminación del peligro indígena, todavía presente en algunas zonas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y el sur de Córdoba en los años centrales de la segunda mitad del siglo. La fuerte inmigración que llegó a las provincias argentinas solucionó bastante eficazmente la falta crónica de mano de obra de la región pampeana y fue otro factor que facilitó la expansión del cultivo de cereal, especialmente de trigo y maíz. Todos estos hechos hicieron posible que entre 1895 y 1914 se agregaran al cultivo casi 22 millones de hectáreas, de las que cerca de 20 correspondían a la región pampeana. En muy poco tiempo, el comercio de granos y harinas sería monopolizado por un número limitado de empresas exportadoras, algunas pertenecientes a sociedades europeas y norteamericanas y otras de capital argentino, como Bunge y Born. La producción y exportación cárnica aumentaron gracias a las innovaciones tecnológicas en materia de congelado y enfriado de la carne y también a las mejoras operadas en las técnicas de navegación y transporte. Los frigoríficos fueron dominados por firmas inglesas en la segunda mitad del siglo XIX, aunque había algunos que estaban en manos de capitales nacionales. Pero a partir de 1905 unos y otros tuvieron que ir dejando un lugar cada vez más destacado en el mercado a los frigoríficos estadounidenses, especialmente a los asentados en Chicago, que pasaban por una fase de ampliación de sus negocios internacionales. La provincia de Buenos Aires se había convertido en el principal centro productor de carne vacuna, y al comenzar la Primera Guerra Mundial también había desplazado a la provincia de Santa Fe del primer puesto en la producción de cereales del país. La fertilidad de sus tierras, la menor distancia a los puertos exportadores, la fuerte inmigración y la llegada de capitales extranjeros habían operado el milagro. En los quince años que van de 1875 a 1891 la cabaña bovina duplicó sus existencias y pasó de 12,5 millones de cabezas a 24 millones. Las condiciones en las que se desarrollaba la cría y producción de ganado mejoraron notablemente a partir del último cuarto del siglo XIX, gracias a la introducción de reproductores de raza, fundamentalmente de origen británico (los "shorthorn" provenientes del norte de Inglaterra y los "aberdeen agnus", de Escocia), la mejor selección de las especies, mayores cuidados fitosanitarios y el alambrado de los campos. En la provincia de Buenos Aires se difundió el arrendamiento de tierras, que permitía a los grandes terratenientes la rotación de cultivos. Los arrendatarios se dedicaban a cultivar cereales durante la vigencia de sus contratos, que tenían una duración máxima de cinco años, pero antes de devolver las tierras al propietario y poder cambiar de explotación estaban obligados a sembrar el campo de plantas forrajeras. De este modo se facilitaba la cría de vacunos por los grandes propietarios, dando lugar a una producción agrícola-ganadera sólidamente integrada y muy rentable para todas las partes contratantes: terratenientes y arrendatarios. El mercado británico se había convertido en el principal centro consumidor de las exportaciones argentinas de carnes congeladas y enfriadas. La mejora en las técnicas de enfriado y el desarrollo de los buques frigoríficos posibilitaron un sensible aumento en las exportaciones de chilled (carne enfriada), que se había convertido en la gran favorita de los consumidores británicos, tanto por su precio, muy competitivo en relación con la carne fresca británica, como por su gran calidad. Esta variedad de carne es mucho más sabrosa que la congelada y mantiene en mayor grado sus cualidades nutritivas. La expansión de las exportaciones de productos agropecuarios requería de fuertes inversiones en obras públicas, realizadas por el Estado gracias a su endeudamiento interno y externo y también de algunas obras de infraestructura a cargo de inversionistas nacionales y extranjeros. Las obras públicas permitieron contar con la infraestructura suficiente para expandir el volumen de la actividad económica. De este modo se amplió considerablemente la red ferroviaria argentina (que pasó de contar con 2.500 kilómetros en 1880 a 33.000 kilómetros en 1914) y también se construyeron los puertos de Buenos Aires, La Plata-Ensenada y el de Rosario, que estaban conectados a las red ferroviaria y resultaban capitales para las exportaciones.
contexto
La gran ganadería trashumante, organizada en torno al Honrado Concejo de la Mesta, mantuvo continuos conflictos y pleitos con los agricultores por la invasión de los campos por parte de sus inmensas cabañas de ovejas en movimiento. La Mesta llegó a contar con un máximo de tres millones y medio de cabezas en 1526, momento cumbre de su historia, según Julius Klein. Aunque existían algunos centros textiles de importancia (Segovia, Cuenca, Zamora, Barcelona) y multitud de pequeños telares por todo el territorio, buena parte de la producción lanera se dedicaba a la exportación y volvía, en forma de manufacturas de lujo, a ser reintroducida en el que había sido su lugar de origen. En 1558, el contador Luis de Ortiz presentó a Felipe II su célebre Memorial, en el que sometía al rey la consideración de cómo la lana merina volvía en forma de tapicería flamenca, la seda de Granada lo hacía como raso florentino o el hierro de Vizcaya como dagas y frenos milaneses. Curioso círculo en el que al comprador se le venden productos que han sido manufacturados con sus propias materias primas, debiendo, además, pagar enormes cantidades por ellas. La solución propuesta por Ortiz era simple: "Y el remedio para esto es vedar que no salgan del reino mercaderías por labrar ni entren en él mercaderías labradas". Es decir, que las materias primas fuesen elaboradas en el propio territorio, donde se contaba con una importante red de ciudades dominadas por la producción artesanal, que no decaería hasta mediados de la década de 1570. La más importante de las industrias era la pañera -Segovia alcanzó una producción media de 13.000 piezas anuales-, seguida de la sedería, localizada con preferencia en Granada, donde era trabajada por moriscos, pero en la que Toledo llegó a tener 2000 telares a mediados del siglo. La producción artesanal urbana quedaba enmarcada dentro de alguno de los numerosos gremios en los cuales se agrupaban, normalmente, los que se dedicaban a una labor determinada y específica dentro de un arte como, por ejemplo, la lana (cardadores, tejedores, etc.). En estrecha relación con los concejos, se ocupaban de regular con ordenanzas la producción (volumen, cantidad, precio) y el acceso de los nuevos miembros al oficio, por medio del pase de la condición de oficial a la de maestro. Las corporaciones gremiales eran también una forma de agrupamiento social o de ayuda mutua -en origen, habían sido cofradías- y estaban dirigidas por mayordomos en Aragón, sobreposats en Mallorca, consols en Cataluña y veedores en Castilla. Las estrictas regulaciones del sistema gremial podían ser obviadas sacando la producción de las ciudades, que eran su marco de acción, al mundo rural. Se creaba, así, una forma de trabajo a domicilio que, si bien hacía descender la calidad de los productos, permitía incrementar el número de piezas y, en consecuencia, abaratar el coste final. Valentín Vázquez de Prada ha recogido un testimonio de las Actas de las Cortes de Castilla fechado en 1552 y que refiere cómo "era cosa notable caminar por todo la serranía de la tierra de Segovia y Cuenca y ver la ocupación que en ella había, sin que ninguno de ninguna edad, hombre ni mujer, holgase, entendiendo todos en la labor de la lana". Hacia 1575, las posibilidades de desarrollo de la actividad manufacturera en las ciudades parecen empezar a ir cerrándose y lo hacen en coincidencia con el final del período expansivo demográfico en la Corona de Castilla. Las causas que se han propuesto para explicar este fenómeno son variadas y, por supuesto, cambian mucho de labor a labor artesanal. Por ejemplo, la expulsión de los moriscos de Granada incidió, claro está, sobre las sederías de la ciudad. Para el caso segoviano se ha señalado que el altísimo precio que la lana alcanzaba en el mercado exterior habría conducido a que se exportase toda la producción lanera de mejor calidad, desabasteciendo, así, los telares propios. Sin embargo, habría que buscar una explicación más general que permitiese abarcar a un número mayor de actividades. La mentalidad antimercantil de la sociedad hispánica enquistada en torno a la limpieza de sangre y a la hidalguía hubiera debido actuar desde mucho tiempo atrás, puesto que ya habría estado consolidada anteriormente. En cambio, varios extremos permiten considerar que esa crisis tuvo que ver con el papel jugado por la propia Monarquía. Su omnipresente necesidad de recursos y liquidez la habría llevado a modificar su política hacendística y fiscal en ese último cuarto de siglo -suspensión de pagos de 1575, cambio en la recaudación de alcabalas, títulos de juros, ventas de vasallos y jurisdicciones, recaudación de millones- y, de paso, a propiciar el nuevo interés por las rentas que muestran muchos grupos mercantiles de ciudades que hasta entonces habían mantenido su actividad productiva. Quizá a partir de entonces la máxima rentabilidad posible pasaba por el privilegio y el negocio por las rentas. En el envés de esta trama de intereses y estrategias se encontraban los pobres. La marginación económica de quienes no poseen ningún tipo de renta ni salario es evidente, no tanto así su exclusión social ni su relación con el resto de la población que, para su suerte, contaba con más medios de fortuna ni tampoco su propia consideración como grupo.
contexto
Bajo el término campesinos o labradores hemos incluido a cuantos vivían del trabajo en el campo, independientemente de que su ocupación fundamental consistiera en el cultivo de la tierra o en el pastoreo del ganado porque ambas actividades son simultáneas en la mayor parte de los casos, y sólo desde fines del siglo XIII puede hablarse de un predominio ganadero en la economía agraria, al menos en los territorios occidentales. Los pastores son al mismo tiempo guerreros y su fuerza militar y económica les lleva con el tiempo a convertirse en dirigentes de los concejos, puestos desde los que exigen la dedicación de las mejores tierras a pastos. La absorción de tierras por los ganaderos no se limitó al sur del Duero sino que se extendió al norte al generalizarse la trashumancia para mejor aprovechar los pastos. Amplias zonas de los montes de León quedaron así inutilizadas para la agricultura.Los mayores propietarios de ganado son los monasterios-iglesias, los grandes nobles y los caballeros de los concejos surgidos a lo largo del Valle del Duero. Estos crean e impulsan las mestas locales o agrupaciones de ganaderos para defender el ganado y para buscar nuevas tierras a costa de los musulmanes o en perjuicio de los concejos limítrofes. Las milicias concejiles, formadas por guerreros-pastores, se encargan de esta misión y, con el tiempo, estos guerreros o caballeros villanos recaban para su grupo la dirección del concejo, se reservan en exclusiva los cargos de jueces y alcaldes y los utilizan para ampliar los derechos ganaderos: quedándose con determinados terrenos, atribuyéndose los beneficios derivados del uso de los pastos por ganado ajeno y organizando la trashumancia cuando los pastos propios son insuficientes y la situación militar permite llevar el ganado hacia el sur; en su marcha hacia los pastos, el ganado cruza tierras concejiles, eclesiásticas o nobiliarias cuyos dueños ofrecen fuerte resistencia al paso y disfrute gratuito de los pastos y para resolver los problemas planteados se buscan acuerdos de carácter general y para todo el reino, que serán recogidos al crearse el Honrado Concejo de la Mesta, reconocido oficialmente por Alfonso X en 1273.También en la Corona de Aragón se agrupan los ganaderos y crean la Casa de Ganaderos de Zaragoza, Tauste y Ejea, la Mesta de Albarracín, los Lligallós de Calatayud y Teruel... y organizaciones semejantes, mal conocidas, existieron en las zonas ganaderas del Pirineo catalán y en tierras del Maestrazgo. Frente a los campesinos desorganizados y dispersos, los ganaderos disponen de una organización y de unos privilegios que les permiten incrementar aún más la ganadería en perjuicio de la agricultura.
contexto
A pesar de haber afirmado que la agricultura y la minería constituían los principales sectores de producción en el área ibera, no debemos olvidarnos de la importancia de la ganadería, que, en algunos casos, como el de los oretanos, constituye la principal fuente de riqueza, en contraste con otras zonas básicamente agrícolas. La gran abundancia de esculturas con el motivo del toro en zonas cercanas a ésta y relacionadas con ella son buena muestra de lo dicho. A pesar de lo que a veces se escribe, la agricultura y la ganadería son dos actividades complementarias, pero, mientras puede existir ganadería sin agricultura, lo contrario es impensable, ya que ciertas especies de ganado son indispensables para la realización de labores agrícolas, sobre todo la tracción, tanto del arado como de otros instrumentos utilizados en la agricultura. Entre las especies de animales objeto de cría el caballo debió ocupar una situación preeminente por la propia organización social de los iberos y la organización militar existente entre ellos. Las fuentes así lo confirman, pues a las noticias de que la caballería ibérica actúa en todas las guerras del siglo III a. C. se une la gran cantidad de bocados de caballo aparecidos en las necrópolis y las representaciones en la cerámica de su doma y adiestramiento. En el Cigarralejo aparecieron gran cantidad de exvotos del siglo IV a. C. o anteriores con figuras de caballos, algunas fielmente caracterizadas. También en El Cigarralejo aparece en el siglo IV un exvoto relacionado con el asno; se trata de una hembra con su pollino, lo que nos lleva a pensar también en su cría. Por su fuerza y gran alzada eran conocidos los mulos de la Península ibérica, especialmente los de Menorca. Asimismo el ganado vacuno era objeto de cría, como en la mayor parte de las zonas con economía ganadera. Para el transporte eran empleados bueyes y se conoce el episodio en el que, estando luchando los iberos contra Aníbal, aquéllos lanzaron contra las tropas cartaginesas carros incendiados tirados por bueyes. En la cerámica ibérica aparecen con profusión las representaciones de ovejas y cabras, apreciadas, sin duda, por su leche, su carne y, sobre todo, porque la lana de unas y el pelo de otras son usados para la fabricación de tejidos. Aunque no tenemos noticias en las fuentes de la cría del cerdo, las excavaciones arqueológicas realizadas en los poblados ibéricos han sacado a la luz restos de estos animales, por lo que debió ser criado como animal productor de carne. También hay evidencias arqueológicas de la cría de las abejas en Levante, donde tiene una tradición que se remonta al Mesolítico. La caza ha sido en todas las sociedades antiguas, incluso desde la aparición del hombre sobre la tierra, una forma primaria de aprovisionamiento de viandas, cuando aún no se conocía la agricultura y la ganadería. Cuando el hombre comenzó a cultivar la tierra y a criar ganado, esta actividad pasa a un plano secundario, convirtiéndose incluso en ocasiones en un deporte, como sabemos que ocurre en época romana por las noticias continuas de las inscripciones. En los vasos de Liria aparecen con profusión escenas de caza, lo que da muestras de su importancia. Se conoce un vaso que está en el Museo de la Diputación de Valencia donde aparece representada una cacería en todos sus detalles: jinetes a caballo con dardos persiguiendo a una cierva, que lleva uno clavado, peces y un hombre de pie en una barca con un dardo en la mano derecha y escudo en la izquierda, figuras de peces alrededor del barco, posible representación de una red para cazar pájaros, etc. Hay otro vaso en el que dos individuos tratan de enlazar un toro, mientras otro trata de domar a un caballo. A pesar de que no podamos saber con exactitud si se trataba de representaciones reales o tenían un sentido religioso, el mismo hecho de su profusión debe hacernos pensar en que la caza tuvo gran importancia entre los iberos. Otra forma de actividad económica complementaria es la pesca. Han sido descubiertas grandes factorías en el litoral, sobre todo en los lugares de asentamiento de los fenicios, pero desconocemos por completo la participación de los iberos en estas actividades. La artesanía está muy relacionada con aspectos que veremos más adelante, cuando analicemos el arte ibero, pero no obstante sí conviene resaltar la cerámica indígena, realizada en algunos casos en hornos domésticos, como el que ha descubierto M. Roca en los hornos de Guadalimar del Caudillo, fechado en el siglo IV a.C., justo antes de que en el mismo lugar apareciera un vertedero de un alfar con características de producción en serie, por lo que podemos pensar que se pasó de una producción familiar a una producción a mayor escala. En la artesanía del metal es importante resaltar los miles de exvotos que han aparecido en los santuarios ibéricos, así como toda una serie de bronces de influencia orientalizante, sobre todo en la zona del Sudeste, que son similares a los bronces tartésicos. Finalmente es de suma importancia resaltar la aparición en el sector económico de trabajos complementarios, por ejemplo la relación cría de oveja-industria textil-industrias colorantes; entre cantería-carpintería-albañilería; entre minería-metalurgia-orfebrería, etc.
obra
Los paisajes de Cuyp se distinguen por estar animados por figuras de pastores y de caballeros rodeados de animales o por sólo animales. Cuyp será el pintor más destacado de un género pictórico en el que se combinan los elementos del paisaje holandés -tomados de Van Goyen- y la corriente italianizante. Y es que el arte de esta época barroca, redescubridor del color y la luz del sol, debe mucho a los llamados italianizantes, que permanecieron a lo largo del segundo cuarto del siglo un tanto aislados de las corriente más extendidas del paisajismo holandés. Sus pequeños paisajes ideales, con campesinos y pastores, que presentan una mezcla entre la campiña romana y la poética tierra de la Arcadia, causaron gran impresión desde que, en 1641, regresó de Italia Jan Both.
obra
Muy influido por Berchem, Aelbert Cuyp destacó como creador de un subgénero que combinaba los elementos del paisaje nacional (tomados a través de Van Goyen) con los de la corriente italianizante. Los paisajes de Cuyp se distinguen por estar animados por figuras de pastores y de caballeros rodeados de animales o por sólo animales. Y es que, tan neerlandés como el paisaje puro o la marina, fue el paisaje con animales, en particular de granja, que dio lugar al nacimiento de los pintores animalistas, en general más preocupados por la observación y la figuración naturalista del animal que por su posible carga poética, entre los que descolló Paul Potter.
obra
En 1859 Falguiere obtiene el Prix de Roma por lo que se traslada a la ciudad italiana. Desde Roma enviará esta excelente estatua al Salón de París de 1864, consiguiendo un sonoro triunfo. Si bien el tema ya había sido tratado con anterioridad por Gerome, Falguiere dota de exquisita elegancia, espontaneidad y gracia al conjuntoEl maestro nos presenta a un joven desnudo brincando alegremente debido al triunfo obtenido por su gallo de pelea, que sujeta orgullosamente en su brazo derecho. El dinamismo del conjunto se pone de manifiesto en la admiración de Falguiere por el movimiento, como observamos en los brazos y en las piernas del joven. Los brazos crean una diagonal casi perpendicular al erguido cuerpo del muchacho, quien se gira hacia un lado para reforzar la sensación de dinamismo antes comentada. Una segunda diagonal se desarrolla con la pierna izquierda que se apoya en el suelo y el brazo ligeramente flexionado, diagonal que se convierte en el eje de la escultura. La elegancia del movimiento y la espontaneidad de la figura viene motivados por el empleo de un modelo de arcilla por parte del autor, en lugar de utilizar un bloque compacto de bronce. La unidad entre joven y gallo es otro de los grandes logros de Falguiere en esta obra.
Personaje
Arquitecto
De la Gándara es el autor, junto a Guallar, de la construcción del Teatro de la Zarzuela. La primera piedra del Teatro de la Zarzuela se colocó el 6 de marzo de 1856 en unos solares que estaban destinados a cocheras. El día 10 de octubre de 1856 se inaugura el Teatro con la única finalidad de cultivar el genero de la Zarzuela. Los decoradores del edificio fueron un grupo de artistas entre los que podemos destacar los pintores Castellanos y Tomé.