El primer gran encargo de Gropius, después de haber asumido la lección de Behrens, fue, sin duda, la famosa fábrica Fagus. El ladrillo, el hierro y el cristal, organizados en forma de muro-cortina, elemento que acabará siendo canónico en la arquitectura del Movimiento Moderno, son utilizados con un nuevo sentido compositivo y estructural, pero también simbólico, produciendo una transparencia que no es sólo arquitectónica, sino también laboral. En todo caso, en esta fábrica la estructura constructiva no parece necesitar de un revestimiento formal para clarificar la composición, al contrario, la forma, el lenguaje de la arquitectura, viene dado por la técnica. El gran mito del racionalismo del siglo XX estaba formulado.
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Un año antes de la construcción de la fábrica modelo en la Exposición del Werkbund en Colonia, Gropius había escrito que el artista posee la capacidad de dar un alma al producto muerto de la máquina. Y eso es lo que representa su fábrica en el contexto de la polémica desatada en el seno del Werkbund entre los partidarios de la tipificación del diseño y de la construcción y los que defendían la primacía de las decisiones formales del artista. Es más, en 1911, había escrito que las fábricas debían ser concebidas como palacios del trabajo. Incluso en la entrada a las oficinas de la fábrica modelo de Colonia, aquí reproducida, Gropius había colocado el lema: La materia está en espera de la forma. Mientras tanto, Gropius y Meyer indicaban un camino posible.
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Los hombres de José Mallén funden el plomo en una gran hoguera que observamos a la derecha de la escena. El metal fundido es vertido en moldes que producen las balas. A la izquierda dos hombres proceden a cortarlas con grandes tenazas, observándose los montones a sus pies. Los árboles del espeso bosque y la sierra del fondo parecen proteger los actos de estos patriotas que Goya había recogido en otra tabla fabricando pólvora. El soporte utilizado en este caso es una madera de pino con una capa de color verde claro, posiblemente pintada antes. Con estas escenas, Goya quiere recoger los esfuerzos de los españoles por vencer a los potentes ejércitos de Napoleón.
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Goya fue llamado en octubre de 1808 por el general Palafox para que recogiera con sus pinceles la heroica resistencia de la población de Zaragoza ante el ataque francés. Las únicas escenas que ilustran esa resistencia son las dos tablas sobre la fabricación de pólvora y balas en la sierra de la Tardienta, fábrica creada por José Mallén, quizá pintadas durante un segundo viaje a Aragón tras enviudar en 1812. Mallén, zapatero de Almudévar, fue el organizador de una serie de partidas de guerrilleros y de fábricas de pólvora y balas en la sierra aragonesa de Tardienta, a unos 50 kilómetros al norte de Zaragoza. Esta escena que observamos fue pintada por Goya sobre una tabla de cedro, quizá procedente de una puerta, debido a la ausencia de buenos materiales durante el periodo que duró la Guerra de la Independencia. Grupos de hombres en mangas de camisa se esfuerzan por preparar la pólvora para suministrarla a los guerrilleros. Tras ellos observamos el bello paisaje de la sierra, plagada de pinos. Dos figuras se alejan portando las cajas con el peligroso contenido. La factura que emplea Goya no puede ser más suelta, aplicando el óleo a base de pequeños toques de pincel que conforman las figuras como si se tratara de un puzzle, añadiendo color a la espléndida base de dibujo que siempre exhibe el maestro.