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Pero una viuda de los siglos XVI y XVII tenía otros recursos con los que salir adelante: el usufructo de los bienes del esposo, siempre y cuando permaneciese viuda, fue uno de ellos, así como la restitución de la dote. La dote que había llevado al matrimonio podía ser reclamada a la muerte del esposo. Desde tiempos romanos la dote (el patrimonio aportado por la familia de la esposa para sostener las cargas del matrimonio) se consideró una salvaguarda para la mujer que enviudaba. Si el marido fallecía o la mujer era repudiada, ésta tendría derecho a recuperar esta aportación para su sostenimiento. Ya en la Edad Moderna la dote siguió siendo un pilar para el mundo femenino. No disponer de una dote significaba no entrar en el mercado matrimonial ya que ésta tenía un valor transaccional, algo así como el precio de la mujer/novia en este mercado. Podría decirse que era el elemento más importante para la definición de la condición de las mujeres desde el punto de vista del derecho, de su posición dentro de la familia, del valor que se les asignaba en el ámbito de la sociedad y del lugar que ellas mismas se reconocían y atribuían. A esto hay que añadir que, aunque la capacidad de administrar la dote y arras variase en función de la tradición jurídica de cada zona (en Castilla la mujer era la propietaria de la dote, pero el esposo se encargaba de regirla, mientras que en Aragón podía emplear los bienes de su esposa aunque fuera en contra de su voluntad), la propiedad 'real' de la dote perteneció siempre a las mujeres. El carácter de esta posesión fue más marcado en algunos reinos de la monarquía: en Navarra, por ejemplo, durante el siglo XVII las Cortes debatieron ampliamente sobre la administración de la dote, decidiendo finalmente que las viudas, teniendo o no teniendo hijos, tuviesen derecho a llevar sus bienes dotales de forma íntegra a nuevos matrimonio (lo cual no sucedió en otros territorios). La dote suponía para las viudas del siglo XVI y XVII un ancla a la que aferrarse para luchar contra la fuerte tempestad que la muerte del esposo auguraba. En vista de esto, las demandas por restitución de dote en contra de sus suegros y cuñados fueron muy numerosas en los tribunales modernos de toda la Monarquía hispánica. El derecho a su restitución fue uno de los aspectos relacionados con lo femenino que más preocupó a los legisladores: así, por ejemplo, en Valencia se desarrollaron leyes entorno a la devolución de la aportación de la esposa al matrimonio, que se conocía como dote o aixovar, y a la donación por nupcias que ofrecía el marido, que se llamaba creix. Esta devolución del creix estaba sujeta a que la viuda respetara el any de plor, es decir, que no contrajera segundas nupcias en el año posterior al óbito de su compañero. Si, transcurrido este tiempo, la familia política se negaba a restituir la dote en Valencia las viudas podían acudir al derecho de tenuta, por el cual pasaba a poseer todos los bienes del difunto con la facultad de hacer suyos los frutos por imperativo legal. La tenuta se extinguía cuando los herederos del esposo restituían la dote y pagaban el aumento dotal. En Castilla, donde la dote era también restituible, el tiempo que la ley marcaba para la devolución variaba según fuesen los bienes inmuebles -en este caso el reembolso era inmediato- o muebles -hasta un año-. Pero los frutos generados por la dote no estaban obligados por ley a devolverse. En general, fue común en toda Europa la aparición de leyes que compensaban económicamente a la viuda mientras el pago de sus bienes se hacía efectivo. En Navarra, como estipulaban las Cortes de 1642, las mujeres, muerto su marido, aunque no quedaran hijos, podían pedir la restitución de su dote y cobrar intereses hasta su devolución total. En Vizcaya la viuda podía permanecer en la casa del esposo durante un año y un día. Gráfico La ley fue más allá, protegiendo la dote y las arras también en vida del esposo. Por lo general, el esposo tenía derecho a administrar los bienes de la esposa (venderlos, invertirlos, cubrir deudas, etc.) y, en consecuencia, era responsable de mantener su integridad. Es decir, si a la muerte del marido los bienes de la esposa habían sido alterados, la viuda debía ser compensada. Así, en Aragón se procuró que la firma de la entrega de la dote contase siempre con un respaldo fuerte, real y concreto, descansando en determinados bienes inmuebles gravándolos, de manera que el novio respondiera de una forma general con su persona y con todo lo que poseía. Es decir, la familia del novio empeñaba todos sus bienes, muebles e inmuebles, presentes y futuros, como garantía de la devolución de la dote. Esta fue una fórmula muy común en los contratos matrimoniales firmados en Navarra. En Valencia y Cataluña el exovar y creix quedaron por ley protegidos de las especulaciones del marido. Y, finalmente, en Castilla la justicia responsabilizaba al marido de la mala gestión de los bienes de su mujer y le obligaba a recomponer la dote.
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Por Alfredo Jimeno, José Ignacio de la Torre, Ricardo Berzosa, Raúl Granda Dpto. de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. Plan Director de Numancia. INTRODUCCIÓN Dentro del Plan Director de Numancia patrocinado por la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León, se engloba, como uno de los aspectos importantes de la investigación, la revisión de los materiales hallados en el cerro de La Muela de Garray en las excavaciones antiguas realizadas por la Comisión en el yacimiento, que actualmente se hallan en los fondos del museo Numantino. El objeto concreto de este trabajo es la reinterpretación y estudio de los utensilios de hierro que componen la colección, así como el intento de adscribir los diferentes tipos identificados a las distintas áreas de actividad económica que se dieron en la ciudad. TRABAJOS ANTERIORES Los estudios específicos sobre los aspectos económicos de la Cultura Celtibérica han sido en general bastante escasos . Los investigadores casi siempre se han centrado en el estudio del material cerámico, o en los objetos metálicos tradicionalmente considerados como de "prestigio", o en algún modo "especiales", por sus supuestas connotaciones de tipo simbólico (sobre todo cuando estos han sido hallados en contextos funerarios), para la reconstrucción de modelos socioeconómicos. Pero muy pocas veces se han detenido en otros elementos integrantes del registro arqueológico tan importantes para la comprensión del mismo como puedan serlo los anteriores. Nos referimos al utillaje de uso cotidiano o doméstico, íntimamente relacionado con la obtención de recursos y con la actividad económica. Quizá esto pueda achacarse a la tendencia que se ha tenido de reconstruir la Protohistoria a partir casi exclusivamente de sus clases sociales dominantes o élites. La bibliografía específica sobre el utillaje en Numancia se reduce un catálogo descriptivo de algunos materiales que publicó hace unos años María Ángeles Manrique , y sobre la celtiberia en general a los más recientes trabajos de Magdalena Barril, el último de ellos presentado en este mismo congreso , en los que se entra ya a reconocer en función de los objetos estudiados (pertenecientes a yacimientos excavados en época antigua como los de Los Castejones en Calatañazor , Castil Terreño en Izana o Las Quintanas y Cuesta del Moro de Langa de Duero conservados en el M.A.N.), distintas actividades económicas así como el proceso de desarrollo de las de las mismas. Otro yacimiento en que se han encontrado conjuntos significativos de útiles de trabajo sería La Caridad de Caminreal (Teruel), y fuera ya del ámbito de la Celtibéria el castro de Botija en Villasviejas (Cáceres) , entre otros, ha aportado también algunos materiales interesantes. Pero quizá los primeros en este tipo de trabajos sean los de Enrique Pla Ballester a finales de los años sesenta en el área valenciana, o los de Encarnación Sanahuja para Cataluña , en los que ya se hicieron estudios pormenorizados de los utensilios adscribiéndolos a distintas actividades, así como reconstrucciones teóricas sobre la economía ibera. LA CRONOLOGÍA Y SUS PROBLEMAS El marco cronológico de los objetos que hemos estudiado es amplio, y comprendería desde el siglo I a. C. hasta el siglo IV de nuestra era, coincidiendo con la estratigrafía de la ciudad en la que, con claridad, se distinguen dos momentos; uno de época republicana o celtíbero-romano, y otro posterior de época Imperial. Si bien puede parecer que el estudio de forma unitaria de materiales correspondientes a dos momentos estratigráficos distintos y que abarcan un periodo de más de cinco siglos es excesivo, creemos que básicamente el utillaje identificado, su funcionalidad, y las distintas actividades que se realizaron en Numancia durante este periodo, no sufrieron cambios de importancia. Más bien los cambios substanciales debieron producirse a partir del siglo II a.C. con el inicio de la romanización y la introducción de innovaciones en los utensilios como ya ha apuntado M. Barril . No obstante a este respecto hay que recordar que algunas de las innovaciones técnicas que esta autora atribuye a la llegada del mundo romano como serían los útiles dobles con enmangue de ojo perpendicular, están documentadas ya en el área ibérica en contextos del siglo IV a. C. LOS MATERIALES Los materiales con los que hemos trabajado, ofrecen hoy en día, una información parcial por varias razones. La primera de ellas por que nunca podremos hacer una valoración exacta de la gran cantidad de utensilios realizados sobre materias perecederas que se usaron cotidianamente, como arados, horcas, bieldos, piezas de carro etc., y que serían constatados por el alto porcentaje de ellos que a partir de los estudios etnológicos se puede documentar. La segunda, los problemas de documentación propios de las excavaciones antiguas, y en tercer lugar, los problemas intrínsecos que presenta actualmente la colección, no sólo de sigla (perdida en algunos casos a causa de traslados y restauraciones) o de conservación, si no también de extravío de materiales o simplemente, de mezcla con objetos de otras colecciones, como los del antiguo Museo Celtibérico, que también se encuentran en el Museo Numantino. Todo esto explica la diferencia notable entre el número de utensilios de hierro que figuran registrados en el inventario (1214 en total), y los que se conservan en los fondos como pertenecientes a la ciudad (1662 objetos), (fig.1A). Los casi 14.000 objetos recuperados por la Comisión, fueron realizados sobre soportes materiales variados como bronce, asta, hueso, plomo, madera, piedra o barro, y como hemos dicho, más de 1.600 se realizaron en hierro, siendo 452 de ellos los que se han interpretado como utensilios propiamente dichos. De este número, hemos identificado más de cuarenta tipos distintos, cantidad muy superior a la documentada en ningún yacimiento celtibérico hasta el momento, y que ha aumentado respecto a la que aparece en el inventario del museo (fig. 2 A), a pesar de que objetos como por ejemplo una pala , un rastrillo, o una sierra que como puede verse en la figura se habían documentado, hoy no se encuentran en los fondos. Se han diferenciado además entre el resto de objetos de hierro, otras categorías como las armas, los objetos de uso indefinido, identificables formalmente pero que no se consideran utensilios propiamente dichos (como clavos, abrazaderas, anillas, bisagras, etc.), y por último, los "indeterminados". Llama la atención observar como varían los porcentajes de las distintas categorías según si estos se hacen con los datos del inventario del museo o con los de nuestra revisión, de forma que por ejemplo el número de armas en el primero es mucho mayor a causa de las interpretaciones que Blas Taracena hizo sobre determinados objetos que veremos más adelante, influenciado por la creencia de que la ciudad documentada de época republicana era la destruida en el 133 a. C.. Se observa además como el número de objetos sin identificar o "indeterminados" aumenta tras nuestra revisión, en parte a causa del deterioro que ha sufrido la colección, y en parte también a nuestra prudencia a la hora de darles una adscripción tipológica a aquellos que nos planteaban dudas importantes en su interpretación (fig. 1A). En función del utillaje estudiado se han identificado las siguientes actividades económicas: agricultura, ganadería, trabajo de la madera y aprovechamiento forestal, actividad textil, curtido de pieles, trabajo de la piedra y trabajo del metal (que comprendería también la orfebrería), y otras que pudieron darse como la albardería (agujas de albardero), guarnicionería (presencia de arreos), etc. que han quedado englobadas en la categoría de "otras actividades", así como elementos relacionados con el transporte (piezas de ruedas de carro), utensilios de uso doméstico (entre ellos llaves, cazos, tapaderas etc.). Los arreos han sido incluidos como una actividad más ya que el porcentaje de ellos es importante respecto del total, aún cuando en muchos casos no se haya podido determinar si su uso estuvo destinado a la monta de caballerías (no siendo esta una actividad económica por sí sola), o a elementos de tiro, en cuyo caso habría que relacionarlos con actividades agrícolas, o de transporte (fig. 1B). Además de las anteriores, la caza, recolección, pesca (con una buena representación de anzuelos de bronce), y alfarería (habiéndose documentado un alfar en la ciudad ), compondrían el panorama de actividades económicas de la ciudad. Si sólo atendiésemos a los utensilios de hierro, el porcentaje de ellos respecto a las actividades en las que se integran estaría más o menos equilibrado, lo que indicaría que ninguna de ellas tendría mayor peso en la economía que las demás, (fig. 1B). Sin embargo, sabemos que éste no es un dato fiable, pues hay actividades como la ganadería o la textil que para llevarse a cabo no necesitan muchos instrumentos de hierro, mientras que en otras como el trabajo de la madera o la forja, el utillaje necesario es casi por completo de este metal. ACTIVIDAD AGRICOLA Respecto a esta actividad, se han podido identificar 21 utensilios que corresponden al 5% del total (figs. 1B y 2B ), documentándose todo el proceso que recoge Mingote Calderón desde la preparación y siembra, con azadones, legones, layas (instrumentos muy primitivos para remover la tierra en zonas donde no se puede utilizar el arado), alcotanas, aguijadas o gavilanes (para limpiar la reja del arado de tierra y hierbas durante el proceso de roturación de la tierra) -aunque no hemos constatado la presencia de rejas de arado-, la recogida, como hoces o podaderas, el acarreo, como horcas, y el mantenimiento, con azuelas y de nuevo podaderas (fig. 3A ). Los gavilanes o aguijadas aparecen en el inventario de época de Blas Taracena como "regatones de punta plana", pero por paralelismos etnológicos y en la bibliografía arqueológica se reconocen como aperos agrícolas cuya función ha sido explicada más arriba. ACTIVIDAD GANADERA Hay que tener en cuenta como ya se ha dicho, que para la práctica de esta actividad el número de utensilios de hierro necesarios no es muy elevado, por ello no queda muy representado en el registro arqueológico. Hemos relacionado con la ganadería 18 objetos, que corresponden al 4 % del total (figs. 1B y 2B), entre ellos cencerros, esquilas, sus correspondientes badajos , tijeras de esquilar, y lo que creemos se trata de un gancho para reunir el ganado (con la punta engrosada a modo de botón para no hacer daño a los animales) con el que el pastor prendería y retendría las reses del mismo modo que se hace con el cayado (fig. 3B, n? 1). Otros aspectos derivados de esta actividad como la obtención de leche y carne, sólo pueden documentarse a partir de los estudios faunísticos que permitan reconocer las edades de los animales y su aprovechamiento potencial. Respecto al aprovechamiento de la lana, se han podido identificar tres tijeras que serían aptas para las labores de esquileo (fig. 3B, nos 3 y 4), y que entrarían dentro del grupo de las de tamaño mediano establecido por Carmen Alfaro, que superarían los 25 cms. de largo . Esta autora sólo reconoce tres ejemplares más de este tipo para toda la Península Ibérica, mientras que otras más pequeñas, tradicionalmente relacionadas con la actividad ganadera, son difíciles de adscribir a esta función, y sí a un uso doméstico o textil. Algunas de las asunciones tradicionales respecto a la ganadería como base de la economía celtibérica, tomadas de las Fuentes Clásicas ( por ejemplo en Tito Livio 21, 43 o Diodoro V 33, 16), han hecho que muchas de las tijeras aparecidas en contextos funerarios se hayan considerado propias para esquilar sin tener en cuenta su tamaño, en vez de interpretarlas como utensilios de uso personal o doméstico, haciéndose a veces reconstrucciones socioeconómicas complejas a partir de este hecho. ACTIVIDAD TEXTIL Los objetos que se han podido relacionar con esta actividad son 12, suponiendo un 3% del total (figs. 1B y 2B), documentándose sólo dos tipos de utensilios distintos; agujas (que en su mayoría son de bronce y por tanto no son objeto de este estudio), estando entre ellas algunas que podrían interpretarse como "lanzaderas", usadas para pasar la lana enrollada entorno a sí mismas entre los hilos del telar, y tijeras que por su tamaño sí podemos adscribir a esta actividad (fig. 4B n? 2). Un elemento a tener en cuenta sería las agrupaciones de varillas, que podrían ser interpretadas como restos de las púas de cardadores o peines, usados para ajustar los hilos en la urdimbre, y que a veces han aparecido en algunos yacimientos sin ser tenidas en cuenta. Aparte de los anteriores, existen documetados muchos otros objetos, no de hierro, relacionados con esta actividad que reflejarían una importante producción textil; nos referimos a pondus y fusayolas. CURTIDO DE PIELES El número total de utensilios que hemos identificado con esta actividad es de 39 representando un 9% del total, (fig. 1B y 2B ). Entre ellos se encuentran chiflas, cuchillas, agujas, punzones, así como tijeras (fig. 4B). En el caso de las agujas, se han identificado también las que se conocen como "colchoneras", que se utilizan para el trabajo del cuero. Los punzones biapuntados que serían en algunos casos leznas, fueron interpretados por Taracena como "dardos" , lo cual hace que el número de armas que aparecen en el inventario del museo sea mucho mayor que en nuestra revisión (fig. 1A). Las tijeras de pequeño tamaño también han sido relacionadas con esta actividad como anteriormente se ha dicho. APROVECHAMIENTO FORESTAL Y TRABAJO DE LA MADERA Los utensilios que hemos adscrito a estas actividades económicas van desde los relacionados con la obtención de madera y ramas como podones, hachas, hachas-pico, descortezadores y podaderas, hasta los de carpintería, en los que encuadraríamos gubias, formones, cuñas, barrenas helicoidales, azuelas, sierras, etc. (fig. 4A). El porcentaje de ellos es del 8% siendo un total de 40 (figs. 1B y 2B). Los análisis polínicos presentados en éste mismo Congreso , así como las Fuentes Clásicas (Apiano Iber. 76), permiten realizar una reconstrucción del paleopaisaje y el potencial aprovechamiento forestal del entorno de Numancia. Los trabajos de poda, de obtención de resina, (la cual hemos podido relacionar con la sujeción a un enmangue de asta de un utensilio que sólo conservaba el vástago), el empleo de la madera como combustible vegetal, la construcción de mobiliario, de utensilios, y aperos de trabajo, serían el resultado de los trabajos relacionados con esta actividad. UTENSILIOS PARA EL TRABAJO DEL METAL Hemos identificado utensilios como cortafríos, tenazas, martillos, cuñas (fig. 5A), o incluso una cayadilla, objeto que usan los herreros para agrupar el carbón en el centro del hogar, y que suponen un 4 % del conjunto con un total de 17 objetos (figs. 1B y 2B). Como materiales a destacar dentro de esta actividad, mencionaremos un pequeño yunque o tas, y un pequeño martillo, los cuales estarían relacionados con trabajos de orfebrería (fig. 5A nos 3 y 4). Junto con lo anterior, la Comisión de Excavaciones documentó también en su día una fragua en la Manzana V , lo que confirma sobre el plano de la ciudad, la práctica de esta actividad como el estudio de los utensilios ya había apuntado. UTENSILIOS PARA EL TRABAJO DE LA PIEDRA Utensilios típicos como las barrenas de cantero, compases, picos, cinceles, cuñas, escoplos de cantería y punteros (fig. 5B), han podido ser identificados en la colección a pesar de que a juzgar por el registro arqueológico (especialmente por los materiales con que se construyeron las casas) esta actividad en no debió tener un importante desarrollo. La aparición en la ciudad de época Imperial de aras dedicadas a Júpiter y Marte, así como el monumento funerario dedicado a Lucio Valerio Nepote , sito en las proximidades de la ciudad, hace plantearse si se trata de producciones locales. CONCLUSIONES Dentro del marco cronológico de los materiales con que hemos trabajado (siglo I a.C.- V d. C.) y atendiendo a la información que otros aspectos nos ofrecen, pensamos que el esquema económico que podría darse en Numancia en ésta época sería el siguiente: una economía de carácter mixto con preeminencia de la agricultura sobre la ganadería (y esta está estrechamente relacionada con el aprovechamiento de los productos secundarios a que da lugar como lanas, pieles, etc., que sostendrían actividades que creemos de cierto peso, como el curtido de pieles o la industria textil). El incremento de la actividad agrícola queda documentado sobre todo a partir de época Imperial por el surgimiento de una serie de asentamientos en el territorium inmediato a Numancia, que estarían en relación con el aprovechamiento del entorno, bien supeditados a la ciudad, bien como centros autárquicos tipo villae , en cualquier caso en función de zonas de un marcado aprovechamiento agrícola. Por otra parte, que si bien no existirían zonas de producción especializada a gran escala relacionadas con una actividad concreta dentro de la ciudad, puede afirmarse la presencia de especialistas tales como curtidores, tejedores, canteros, herreros, carpinteros, etc. y aunque la mera documentación de determinados utensilios de hierro que hemos estudiado no prueba la existencia de un trabajo especializado, creemos que sí lo hace la gran diversidad de los mismos, lo que indicaría un alto grado de especialización en el trabajo. No obstante, las formas de explotación del entorno y la obtención de recursos no debieron variar en gran medida respecto a épocas anteriores, ni tampoco los utensilios relacionados con estas actividades, aunque si debió adoptarse el modelo económico romano a partir de este momento. Como colofón tras este análisis, hemos de llamar la atención sobre la necesidad de profundizar en el futuro en estudios de tipo económico, básicos como ya se ha dicho para la reconstrucción de cualquier cultura del pasado, así como en el del registro material que estas actividades producen, registro que la mayoría de las veces queda relegado a un segundo plano en favor de otros objetos o instrumentos más "vistosos", a través de los cuales (y precisamente por ser más llamativos) se reconstruyen modelos socioeconómicos e ideológicos complejos.
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En los últimos años de su vida Gauguin sintió un enorme interés por representar escenas con caballos. Jinetes en la playa o esta imagen que contemplamos tienen como elemento común los caballos, quizá en alusión a su deseo de huir, de abandonar, como reza el subtítulo de este lienzo: La huida. Dos indígenas cabalgan sobre pequeños caballos en un bosque tropical de extraños colores, especialmente el suelo donde se mezclan naranjas, verdes, azules, blancos o marrones. El caballo blanco se agacha para beber en el río; unos árboles separan este episodio con el fondo - igual que había hecho en Te arii Vahine - donde se observa el encrespado mar y una barca poblada por varias figuras. La planitud de algunos colores provoca la sensación de calcomanía de las figuras, motivada principalmente por estar estos paisajes sacados de la fecunda imaginación del artista. Gauguin se inspira en la naturaleza pero no la copia como hacían los impresionistas sino que la interpreta según su estado de ánimo o su interés personal, surgiendo una obra inimitable e inconfundible.
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<p>Aunque parece que asentada en un lugar ocupado por los vacceos en tiempos anteriores a la conquista de Roma, la fundación de la actual ciudad de Valladolid habrá de retrasarse durante varios siglos. En el siglo XI, hacia el año 1074, el rey Alfonso VI concede a uno de sus nobles, Pero Ansúrez, "caballero leal y esforzado", a quien se considera su fundador, el gobierno de la población, llamada entonces Belad Valed. Hasta entonces se había tratado de un poblado pequeño y de poca importancia, pero el avance de la Reconquista hacia el sur le convertía en un sitio de carácter estratégico gracias a estar situado en una enorme llanura junto a las vegas del Duero, del Eresma y del Pisuerga. Además, su localización fronteriza hizo que paulatinamente fuera cobrando mayor importancia en el contexto de las guerras entre musulmanes y cristianos. Refundada pues, la ciudad, Ansúrez se establece en ella, desde controla sus extensos dominios señoriales. El alejamiento de la frontera, la llegada de nuevos pobladores y el incremento de la actividad económica, sobre todo ganadera, hizo de Valladolid una de las ciudades castellanas más importantes en época tardomedieval. Ya en época de Ansúrez se edifican la colegiata de Santa María de la Antigua y el Puente Mayor, sus dos primeros monumentos de relieve. Su pujanza económica y el crecimiento demográfico hacen de Valladolid prácticamente el centro de la Corona de Castilla. Especialmente a partir de Fernando III y Alfonso X, la ciudad conoce nuevos palacios y casas señoriales, que dan fe de su importancia y significación políticas, fruto de su conversión en un importante centro burocrático. Varias fueron las veces que en ella se celebraron Cortes. Destaca de entre todos los edificios el Monasterio de las Huelgas Reales, fundado en 1282 por María de Molina, esposa de Sancho IV, aunque la vista actual corresponde a fines del siglo XVI. También es preciso poner de relieve iglesias como las de San Pablo, construida en el siglo XV por Simón de Colonia, o la de San Martín, uno de los templos más antiguos de la ciudad. O los monasterios de Santa Ana, del siglo XII reconstruido a finales del XVIII, San Benito el Real, de fines del siglo XIV, el Colegio de Santa Cruz o el Palacio de los Vivero, entre otros, lugar éste donde casaron Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Pero la historia del Valladolid medieval, con ser importante, aun deja por escribir nuevos capítulos que marcarán el devenir de los siglos siguientes, pues por estas calles pasarán personajes como Colón, Magallanes, Elcano o el emperador Carlos V.</p>
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En otros lugares de la cuenca, Loma Torremote, y en el valle de Tlaxcala, en Cholula, también comienza la arquitectura pública. Este rasgo, unido a las ofrendas diversificadas y la importación de materiales y objetos de lujo, es un claro indicador de la paulatina complejidad de la sociedad. La región se puebla desde el 10000 a. C. por grupos de recolectores y cazadores y, como otras de mayor personalidad cultural, se incorpora temprano a las actividades agrícolas y a la vida de poblado con cerámica. En el inicio del Formativo aparecen pequeñas aldeas agrícolas formadas por casas de barro y madera, con techo de paja y asociadas a pozos de almacenaje de forma cónico-truncada -un elemento común a lo largo de toda la Cadena Neo-Volcánica de Mesoamérica-, enterramientos, hogares y depósitos de desechos. La arquitectura pública es, por el contrario, más temprana, estando presente en San José Mogote y evidenciando la estratificación de la sociedad. Entre el 1150 y 850 a. C. se levanta un edificio público a base de hileras de piedra y adobe, que se decora con losas talladas en bajorrelieve en las que se representa un jaguar y un pájaro, dando inicio a una tradición escultórica que alcanzará una importancia singular. Es muy posible que la aparición de este centro de integración religiosa y política lo fuera también desde un punto de vista económico y de la especialización artesanal. En efecto, algunas casas son al tiempo talleres para la confección de espejos planos de magnetita, que tendrán gran aceptación en San Lorenzo y otras ciudades olmecas. Con ellos, productos como jade, mica y turquesa pudieron ser intercambiados por una extensa red comercial dirigida desde estos centros de la Costa del Golfo. La cerámica de Oaxaca muestra una estrecha relación con la manufacturada en San Lorenzo, incluyendo motivos incisos de serpientes de fuego y hombres-jaguar, tal vez relacionados con linajes y zonas de ocupación diferentes. El resto de las poblaciones, no especializadas en la elaboración de espejos, mantienen pautas autóctonas y una filiación campesina. Es probable que San José Mogote fuera en este momento la cabecera de una pequeña jefatura que integró ideológica, política y comercialmente al resto de las comunidades del valle, a la vez que sentó las bases de la unificación religiosa. La población continúa jerarquizándose a lo largo del Formativo Medio, de modo que San José mantiene su rango, pero otros centros como Huitzo y Tierras Largas construyen también pequeñas estructuras públicas. Algunas de ellas están orientadas 8 grados al oeste del norte, siguiendo un patrón típico de La Venta olmeca. Muy importante resulta el hecho de que entre el 700 y el 500 a. C. se talle en un edificio público de San José Mogote una losa con la representación de un cautivo muerto que incluye junto a sus piernas un grupo glífico con el nombre 1 Terremoto, una fecha del calendario ritual de 260 días, constituyendo el ejemplo más antiguo de escritura en Mesoamérica, y un claro precursor estilístico de los Danzantes de Monte Albán. Pero el hecho cultural más relevante se produce al final del Formativo Medio (hacia el 500 a. C.) con la fundación de Monte Albán. El sitio, levantado sobre una baja colina de 450 m de altura en el centro del valle, lejos de las fuentes de agua, de la tierra cultivable y de las rutas de comunicación internas, parece elegido para unificar las numerosas jefaturas que competían entre sí por el control del valle, constituyendo una pequeña capital con carácter estatal. De este modo, surge un centro con 5000 habitantes y cesa la construcción monumental en otros asentamientos como San José Mogote o Huitzo. La empresa implica una planificación urbana previa con el aterrazamiento de la colina y la construcción de una gran plaza en torno a la cual se alojaron los principales edificios, seguramente representativos de las jefaturas del valle. En su esquina sureste se levantó la Estructura L o Templo de los Danzantes, que incluyó en su lado Este una galería cubierta por 320 losas de piedra talladas. Estos bajorrelieves representan individuos desnudos, algunos con tocados y orejeras, de ojos cerrados, boca entreabierta y cuerdas atadas al cuello, claro signo de humillación en la Mesoamérica prehispánica. Algunos están acompañados de glifos fonéticos e ideográficos asociados a números que, en ocasiones, se han interpretado como nombres propios. Su función aún no está clara, pero oscila entre la veneración a los antepasados de los líderes del valle y un monumento memorial de guerra, erigido con el fin de conmemorar la construcción de la ciudad y símbolo de la dificultad que presentaba la unificación de las jefaturas.
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Está emplazado en una región montañosa a 1.500 m de altitud y cubre una extensión aproximada de 3.375 km2, de los cuales 1.200 km2 son de tierra cultivable. El valle tiene forma de Y, y abarca tres cuencas: Etla al norte, Tlacolula al este y Zaachila al sur. La región estuvo ocupada desde el 10.000 a.C. por grupos paleoindios y arcaicos, y manifiesta un estilo de vida de tipo aldea agrícola por medio del Complejo Espiridión de San José Mogote, de fuertes semejanzas con Purrón de Tehuacan. Durante la fase Tierras Largas (1.500-1.150 a.C.) aumentó la población a base de aldeas y poblados agrícolas, apareciendo la primera construcción pública en San José Mogote al final de la etapa. Este edificio se reviste de piedras bien talladas en la fase posterior -San José (1.150-850 a.C.)- y se decora con bajorrelieves en los que se representa un jaguar y un pájaro. El centro se transforma entonces en un lugar de integración político-religiosa, artesanal y económica. Por esta época se establecen contactos con el área metropolitana olmeca, cuyos centros adquieren espejos de pirita e ilmenita en San José Mogote. Como consecuencia de ello, aparecen en este centro cerámicas que contienen iconografia olmeca con escenas de serpientes de fuego y de hombre jaguar. El Formativo Medio está definido por dos fases, Guadalupe (850-700 a.C.) y Rosario (700-500 a.C.), a lo largo de las cuales la población se jerarquiza en tres tipos de asentamiento: un centro ceremonial con arquitectura y escultura pública, San José Mogote; sitios menores con un edificio público, Tierras Largas y Huitzo; y aldeas y poblados agrícolas dispersos por la cuenca y dependientes políticamente de ellos. A la ausencia de contactos olmecas que caracteriza esta etapa contesta San José con la construcción de una pirámide de 15 m de alto y residencias de elite dispuestas en torno a un patio. En Huitzo se levanta un edificio orientado 8° al noroeste, al igual que en la capital, San José, y siguiendo los patrones ideológicos emanados de La Venta. Muy importante para la ideología de la región es la talla de un cautivo muerto que incluye entre sus piernas un grupo glífico con su nombre, 1 Terremoto, en el calendario ritual de 260 días; constituyendo uno de los ejemplos más tempranos de escritura en Mesoamérica, y un precursor de los Danzantes de Monte Albán.
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También hubo disidencias en el valle del Ebro. Tras la muerte de Yusuf al-Fihri en el 759, Abd al-Rahman I había nombrado un gobernador para Narbona, cosa que no impidió la caída de la ciudad en manos francas. En los años que siguieron a la caída de Toledo en el 764, el control de la Marca Superior por el poder cordobés parece haberse hecho efectivo. En el 767, Badr hizo una campaña contra las regiones cristianas limítrofes de la Marca (Alava). A uno de los jefes yemeníes más influyentes, Sulayman b. Yakdhan al-Arabi al-Kalbi, le obligó a abandonar Zaragoza -donde vivía después de haber gobernado, según parece, Barcelona y Gerona- y residir bajo supervisión en Córdoba. En el 771-772 hubo una rebelión en Zaragoza, pero el emir, a pesar de los problemas que le causó la revuelta de Shayka al-Miknasi, no tardó en recuperar el mando de la ciudad. Este levantamiento parece haber sido de inspiración yemení y más o menos coordinado con la última gran revuelta de los yemeníes del Gharb, que se terminó con la derrota de Bembezar durante los mismos años. El jefe yemení Sulayman al-Arabi llegó entonces a escaparse de Córdoba e intentó coordinar la oposición al poder omeya de varios jefes árabes yemeníes de la Marca Superior. Esta agitación confusa y cuya cronología es poco conocida, se vincula con la gran expedición de Carlomagno a Zaragoza en el 778. Los rebeldes, para oponerse a los esfuerzos infructuosos de las fuerzas omeyas por recuperar el control de la región, abrieron negociaciones con el rey Carlomagno y le hicieron creer que reconocerían su autoridad. El rey franco llegó hasta Zaragoza con un ejército, pero tuvo la decepción de ver que había tomado el mando un yemení influyente, al-Husayn al-Ansari, aliado hasta entonces de Sulayman, y las puertas de la ciudad estaban cerradas. Después de algunos esfuerzos vanos para obtener la rendición de la ciudad, Carlomagno, preocupado por los acontecimientos en Renania, se vio obligado a retirarse. Sabemos que su ejército fue seriamente atacado en el camino de vuelta por musulmanes dirigidos por los hijos de Sulayman, Aysun y Matruh -cuyo padre seguía en poder de Carlomagno- y por los vascos, que infligieron a los francos la derrota de Roncesvalles (15 de agosto de 778). Liberado de la preocupación que le causaba la revuelta de Shakya, el emir Abd al-Rahman I no tardaría en intentar restablecer de nuevo su autoridad sobre la Marca, donde Sulayman al-Arabi, comprado por sus hijos, había aparecido nuevamente al cabo de poco tiempo. Hubo, al parecer, entre este jefe y el fihrí Abd al-Rahman al-Siqlabi que había desembarcado el mismo año 778 en Valencia, contactos diplomáticos, pero también un conflicto armado. Finalmente, fue asesinado por su antiguo aliado de Zaragoza, al-Husayn al-Ansari, que había reanudado sus relaciones con el emir de Córdoba, probablemente en el 780. En el 781 una campaña omeya logró una sumisión bastante formal de Zaragoza después de un asedio, y siguió sus ataques contra los territorios cristianos situados al oeste del valle del Ebro. En el 782 y en el 783, las fuerzas omeyas volvieron a atacar la ciudad en la que seguía mandando al-Husayn al-Ansari. En este último año, el emir decidió organizar un asedio en toda regla, con gran número de máquinas. Tomó la ciudad e hizo ejecutar a al-Husayn al-Ansari, instalando esta vez a un gobernador fiel en la ciudad que no se movió hasta el final de su reinado. Esta recuperación del control de la Marca no impidió que Gerona cayese, a su vez, en manos de los francos en el 785.
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En el norte de esta región, en el departamento de Ain y en la comuna de Poncin, se encuentra el yacimiento de La Colombiére. De él proceden diez cantos y un hueso de mamut con grabados. En ellos abunda la asociación reno + caballo. Son de importancia por haber sido encontrados en posición estratigráfica. Pero su atribución cultural difiere: Gravetiense para H. L. Movius, Magdaleniense para Leroi-Gourhan. Otro grupo de arte rupestre paleolítico se encuentra en el bajo valle del Ródano, en un reducido espacio de 20-25 kilómetros de las gargantas del río Ardéche que da nombre al departamento. Lo forman una docena de cuevas, entre las que señalaremos las más importantes. En los vecinos departamentos del Gard y del Herault hay tres cuevas que enlazan con este mismo grupo. Y aún se puede señalar una prolongación hacia el sur, hasta los Pirineos orientales. La cueva de Ebbou (Vallon-Pontd'Arc), en la misma orilla del cañón del Ardéche, es una larga galería de 260 metros, cuyos grabados fueron descubiertos en 1949 por el abate A. Glory. Su inventario, establecido por J. Combier, comprende 63 figuras, con predominio de los caballos (varios en posición vertical, como cayendo), cabras y bóvidos. Sus caracteres son mediterráneos y llevan las comparaciones hacia el arte de Sicilia o del Parpalló. Como en este último lugar, sus autores serían los artistas solutrenses. En el mismo municipio de Vallon-Pont-d'Arc se encuentran la cueva y el abrigo de Colombier. En la primera hay una máscara que aprovecha un saliente estálagmítico como nariz, un bóvido, un macho cabrío y signos. En el abrigo hay un bello panel de machos cabríos de los que se ha representado el movimiento mediante la multiplicación de las líneas de sus extremidades. En la cueva de Le Figuier (Saint-Martin-d'Ardéche) hay varios grabados, entre ellos un mamut y un bóvido. En la Téte-du-Lion (Bidon) puede verse un bóvido y dos cabezas de cabra, de color rojo, acompañados de signos formados por puntuaciones amarillas, y la parte delantera, también en rojo, de un ciervo de magnífica cornamenta. En las orillas del Ardéche asimismo, en la divisoria entre el departamento de ese nombre y el del Gard, se halla la cueva del Oulen (Le Garn). Contiene una sala vestibular con grabados y una de fondo con pinturas rojas y grabados: mamuts y signos. En parecida situación se encuentra la cueva del Chabot (Aiguéze), con importante yacimiento solutrense y grabados en sus dos muros, a los que llega la luz del día. Esta decoración está formada por cuatro paneles de una gran complicación: mamuts, caballos y machos cabríos. En el departamento del Gard están las cuevas del Bayol (Collias) y La Baume-Latronne. La segunda, en el municipio de Russan-Sainte-Anastasie, corresponde a un vasto sistema troglodítico, de topografía complicada y que se extiende a lo largo de muchos cientos de metros. Las figuras parietales se hallan a 240 metros de la entrada. E. Drouot ha clasificado el contenido en cinco categorías: pequeños signos negros, huellas de manos, grabados realizados con el dedo, grabados realizados con un buril de sílex, y pinturas. Estas pueden ser polidigitales, en anchas bandas, y de trazo lineal. Como en el resto del arte mediterráneo, hay en estas figuras una acusada tendencia a la estilización, o incluso a la abstracción. Este es el caso, bien conocido de los mamuts de esta cueva, todos representados sin pelaje, y de forma sintética. Añádase un posible rinoceronte y un ser fantástico, serpentiforme con cabeza de felino. La mayoría de las figuras están trazadas con la arcilla roja del suelo de la cueva. Las imágenes parecen corresponder a la fórmula mamut + caballo + felino. Breuil y Leroi-Gourhan coincidieron en atribuirlas al Gravetiense, pero Drouot, con argumentos de peso, ha postulado su pertenencia al Solutrense. Durante mucho tiempo ha existido una tendencia a considerar marginal este grupo del bajo Ródano, pero J. Combier ha demostrado recientemente que, aunque muy aislado geográficamente y conservando una originalidad singular, el arte de esta región puede fácilmente incluirse en las secuencias franco-cantábricas.