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Wilson es considerado el padre del paisajismo británico ya que fue el primero en hacer que las vistas topográficas que le encargaban los diferentes clientes se transformaran en obras de arte. Sus paisajes de Gales se consideran sus piezas más sobresalientes y en ellos se manifiesta la estrecha relación con la pintura de Poussin, Claudio de Lorena y el Barroco italiano, aunque aporta un lirismo muy personal. En esta ocasión nos encontramos ante las majestuosas cumbres del monte más alto de Gran Bretaña, el Snowdon, enmarcado por las colinas cercanas que se pueden contemplar desde una de las orillas del lago Nantle, en cuyas aguas se refleja la inmensidad de las montañas frente a la pequeñez del ser humano, los jóvenes pescadores de primer plano. La composición se estructura de manera acertada, situando en los laterales árboles con escaso ramaje que nos dirigen al centro de la escena donde se ubica el Snowdon, recortando su altanera silueta ante el cielo cubierto en parte de nubes rosadas. La luz y la atmósfera son deudoras de Lorena, obteniendo una imagen de gran belleza plástica con la que el éxito de Wilson ascenderá, aunque no tanto como para poder salir de la pobreza.
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Corno punto de partida de esta nueva tendencia, sin duda habría que colocar un gran grupo que representa el Suplicio de Dirce; esta obra, de hacia 130 a. C., fue la más apreciada en la antigüedad de cuantas realizaron Apolonio y Taurisco de Tralles, dos escultores formados por Menécrates de Rodas -acaso uno de los que firmaron en el Altar de Pérgamo-, y pertenecientes por tanto a la escuela de dicha isla. Conocemos el grupo a través de esa versión tardía y terriblemente restaurada que es el Toro Farnesio del Museo de Nápoles. Pese a sus infidelidades y añadidos, podemos sentir a través de esta obra la aportación básica del original: se trata de un grupo dinámico, perfectamente tridimensional, y asentado en una base paisajística. Apolonio y Taurisco lograron un indudable efecto expresivo, y ello a pesar de partir de elementos tan diversos como el realismo de los animales, las actitudes rígidas de los jóvenes, y esa compleja torsión en espiral de la figura de Dirce, verdadera síntesis del drama. No es extraño que este tipo de plástica, con su efecto universal e inmediato, recibiese cálida aceptación entre el público de Roma. En torno al año 100 a. C., será otro escultor asiático, Agasías de Efeso, quien realice una obra decorativa de tensión semejante, pero mucho más sencilla: es el famoso Gladiador Borghese del Louvre, un verdadero juego de rectas y ángulos poblado por una musculatura de inverosímil minucia y una actitud abierta hacia el infinito. Después, se suceden las grandes obras: son, por ejemplo, el Púgil de las Termas y el llamado Príncipe Helenístico del mismo museo: acaso ambos bronces formasen grupo, y sean el resto de un monumento en el que Sila, nuevo Pólux, aparecería junto al mítico boxeador Amico, aludiendo así a su victoria sobre Mitrídates. Más tarde, a mediados del siglo I a. C., sale a nuestro encuentro esa obra impresionante que es el Torso del Belvedere. Nada sabemos de su autor, Apolonio, hijo de Néstor, ateniense, y se discute la identidad del personaje representado, pero lo cierto es que la fuerza de su musculatura, con trazos amplios en las piernas y apretadamente tensa en el torso, es suficiente, pese a la ausencia de cabeza y de miembros, para arrancar una tensión titánica al mármol. Y llegamos así, finalmente, a las dos obras más problemáticas del Helenismo: el soberbio grupo del Laocoonte, considerado por Plinio "la mejor de todas las obras tanto de pintura corno de escultura" (NH, XXXVI, 37), y el conjunto que adornaba la cueva-triclinio de la villa de Sperlonga. Se trata en ambos casos de obras rodias de carácter decorativo, como el Castigo de Dirce: en la primera, el sacerdote troyano se debate, con todos los músculos en tensión, por liberarse y liberar a sus dos hijos de las serpientes enviadas por Apolo; en la segunda, se distinguen cuatro escenas distintas, compuestas por otros tantos grupos: dos de ellas recuerdan la Guerra de Troya -el robo del Paladio por Diomedes y Ulises, y una versión del grupo de Pasquino, acaso modificada para mostrar a Ulises con el cuerpo de Aquiles-, y las otras dos, las mayores y mejor conservadas, escenifican dos pasajes de la Odisea: una muestra a Polifemo cegado por Ulises y sus compañeros -un tema que tuvo éxito, pues existe un grupo semejante en Efeso-, y la otra describe cómo una de las naves de Ulises fue apresada por la monstruosa Escila. Estos cuatro grupos constituían el culto decorado, entre rocas y agua, de la lujosa cueva. Tanto los grupos de Sperlonga como el Laocoonte fueron realizados por los mismos autores, cuya firma aparece en el grupo de Escila: "Atanodoro hijo de Hagesandro, Hagesandro hijo de Peonio, Polidoro hijo de Polidoro, rodios, hicieron"; y emplearon para ello piedra local rodia y mármol griego; sólo un fragmento del Laocoonte es de mármol italiano de Carrara. No hay espacio aquí para plantear y discutir los complejos problemas que sacuden hoy a la crítica a la hora de fechar las obras, fijar su grado de originalidad y buscar posibles prototipos. Se trata de uno de los casos más desesperantes para el estudioso del arte griego. Sin embargo, parece que va imponiéndose, al menos mayoritariamente, la idea de que nos encontramos en todos los casos con obras fechables en la primera mitad del siglo I d. C., pero no originales por completo: se trataría siempre de adaptaciones de esculturas más antiguas: el grupo de Pasquino tomaría por modelo, como es obvio, el original de la Primera Escuela Pergaménica, y todos los demás grupos, incluido el Laocoonte, se basarían en composiciones rodias fechables en el siglo II o principios del I a. C.; es incluso muy probable, dada la cantidad de puntales que refuerzan los grupos de Sperlonga, que puedan postularse unos originales de bronce, sin duda instalados en alguna cueva natural de Rodas.
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El mausoleo de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) une a su importancia arquitectónica la singularidad de su decoración escultórica, que conmocionó con sus novedades a la comunidad científica interesada en la cultura ibérica. Situado en las tierras que contemplan el paso de la Vía Heraclea, constituye un hito esencial para el conocimiento del primer arte ibérico. El prisma de su cuerpo turriforme, sobre la grada escalonada, está protegido por cuatro leones agachados, como dispuestos a saltar, tallados en relieve en los sillares de esquina; de ellos sobresale, ya en bulto redondo, la parte anterior del cuerpo del animal, del que destaca la maciza cabeza, que concentra la expresión de fiereza del felino mostrando, abiertas las fauces, sus poderosos colmillos. La concepción artística en conjunto -un animal que protege un edificio fundiéndose con él, o como de él brotando, con una gradación de relieve a bulto redondo- y los modelos escultóricos, remiten al arte hitita y neohitita. El estilo de cabeza, la forma y la disposición de las orejas, la articulación del cuerpo, en el que las extremidades parecen superpuestas como placas al tronco del animal; y la configuración de éstas, responden a rasgos de estilo muy estrictos y definidos, que son también los propios del arte neohitita (pueden verse, entre otros paralelos, los relieves de Karkemish, del siglo IX a. C., que representan a un león agachado, sobremontado por las figuras de dos dioses, y a un león en idéntica posición, sobre el que se apoya, entronizada, la diosa Kubaba, la antecesora de Cibeles). Además de los cuatro leones de las esquinas, que muestran cierta desigualdad en los tamaños y en el grado de conservación, se hallaron restos de otros dos más pequeños, que quizá formaron parte de un cuerpo superior del monumento semejante al primero, pero de escala más reducida. No es seguro, como también plantea problemas la exacta ubicación de los relieves. Dando por buena la disposición básica propuesta por su excavador, M. Almagro Gorbea, reflejada en la anastilósis realizada en su exposición en el Museo Arqueológico Nacional, lo más importante es reparar en el contenido mismo de los relieves. Un fragmento de esquina muestra a un guerrero, tal vez un dios, con túnica corta, de borde inferior en doble curva y apuntado al centro, ceñida con un ancho cinturón; lleva casco de penacho llameante y blande en la mano izquierda un pequeño escudo redondo. La cara mayor del mismo sillar muestra una extraña escena de simposio. Junto al borde de esquina se sienta, en un trono con patas terminadas en garras, un personaje principal, de cuerpo rechoncho y cabeza de felino, con las fauces abiertas y sacada la lengua; otra cabeza igual, encima de ésta, parece corresponderle, lo que haría de él un monstruo bicéfalo; en la mano derecha sostiene, en alto, un cuenco del que asoman la cabeza y los pies de una figurita humana, mientras con la izquierda agarra de una pata a un jabato, depositado panza arriba en una mesita. Son las viandas de un festín en el que este sujeto principal es auxiliado por dos más en lo que se conserva del relieve. Uno de ellos se acerca por detrás de la mesita del jabalí presentándole una copa; es también un antropomorfo de cabeza felina y lengua bífida, ataviado con una prenda larga ribeteada de flecos. Más atrás, un ser regordete, de cabeza y cola equinas, con túnica corta y casi estrangulado por la breve cintura, está ocupado en cocer a otro diminuto ser humano en un cuenco puesto al fuego sobre unas trébedes; su condición de cocinero y matarife viene subrayada por el gran cuchillo afalcatado que sostiene en alto, con la mano derecha. Otro de los relieves de Pozo Moro, muy fragmentado, muestra una escena en la que un robusto individuo, en medio de bestias de fauces llameantes, transporta a buen paso las gruesas ramas de un árbol, terminadas en forma de flores estereotipadas, y pobladas de pájaros; bajo las ramas hay tres hombrecillos, que las pinchan o sujetan con horcas o rastros. Nos resulta familiar este personaje, si pensamos en Gilgamés o en Heracles realizando una de las empresas que les dieron fama e inmortalidad; y más aún una divinidad del mausoleo, bastante mutilada, que responde al tipo iconográfico de las diosas del Berrueco, por citar la variante más próxima; la de Pozo Moro está vista de frente, con tres pares de alas abiertas, sentada a horcajadas en una sillita de tijera, y entre elementos vegetales -que sujeta también con las manos- y pájaros que aclaran su condición de diosa de la fecundidad, de la naturaleza y, por derivación, de la muerte. Bastante bien se conserva, en cambio, el relieve que muestra a un animal fantástico compuesto de dos prótomos de jabalí, enzarzado en lucha simétrica, como su monstruosa anatomía, con dos seres de cuerpo humano y piernas de serpiente. Otros fragmentos ofrecen una tosca escena de coito entre seres humanos, o parte de una quimera con la que debía luchar un personaje, del que queda una mano armada de espada (este último no ha sido incorporado al montaje del monumento en el Museo). Los relieves expresan mitologías y concepciones sobre el más allá, parcialmente entendibles por comparación con lo que se sabe de ámbitos culturales próximos mejor documentados. El simposio infernal ofrece una imagen a primera vista poco lisonjera, quizás expresión de la muerte o de un mito de tránsito a la otra vida mediante el hecho de ser devorado por una divinidad, o un monstruo, de forma similar a lo que se representa en la pátera de Santisteban del Puerto (Jaén), en la que un hombrecillo asoma la cabeza y las manos entre las fauces de un lobo. Esta fórmula iconográfica contiene una ambigüedad tal vez premeditada, porque se asemeja a una testa de Heracles con el cráneo leonino por casco, un signo de heroización, de franqueo para la eternidad. La fiera es símbolo de la muerte y a la vez de inmortalidad, y algo en esa línea puede entenderse en el relieve de Pozo Moro. El de la quimera o el del héroe del árbol pueden explicarse por una vía interpretativa parecida, del mismo modo que significa vida la escena sexual y la diosa hexáptera, en cuanto la protege o la personifica. Pero más allá de la interpretación, abordable en sus aspectos genéricos pero muy hermética en cuestiones de detalle, conviene no pasar por alto las cuestiones de estilo y los problemas que suscita la presencia entre los iberos de un arte como este del sepulcro albaceteño. Los relieves son bastante toscos, groseros en la forma y poco esmerados en la terminación y en los detalles; temática y estilísticamente parecen una producción salida de los talleres neohititas, a lo que apuntan, entre otros, detalles como los tipos anatómicos humanos, sus vestiduras y calzados de puntera levantada, o el gusto por los seres monstruosos (recuérdese para el jabalí janiforme la composición similar, con dos prótomos de león, del llamado Dios puñal de la garganta de Yazilikaya, en este caso una obra del Imperio Nuevo Hitita, del siglo XIII a. C.). El problema se suscita cuando la fecha del ajuar asociado al sepulcro se fecha bien en torno al año 500 a. C. Se trata de restos de dos vasos cerámicos griegos -una kylix y una lécito- y parte de una asa antropomorfa de un jarro de bronce, también importación griega, hallados en una capa de cenizas en el interior de la sepultura, y a los que corresponde con certeza la datación indicada. La cuestión radica en admitir que ésa sea también la fecha del monumento. Añadamos que, según su excavador, el sepulcro se derrumbó a poco de ser construido y sobre él se levantaron tumbas ibéricas de túmulo, desde mediados del siglo V hasta el I a. C. Sabido todo esto, quedaría por resolver el problema de la distancia temporal entre los prototipos del arte de Pozo Moro (del siglo IX u VIII a. C.), y la fecha en tomo al 500 a. C. que a éste se le supone. Cabría pensar, como antes se argumentaba, que Tartessos hubiera tenido en su etapa orientalizante un arte del estilo de Pozo Moro, y que hubiera perdurado en una zona relativamente apartada; pero resulta difícil sostener una realización tan tardía y tan cercana a sus prototipos, tres o cuatro centurias más antiguos. Si, además, la escultura ibérica de fines del siglo VI y comienzos del V a. C. seguía las pautas del arte griego de fines del arcaismo y la transición a la madurez clásica, como la generalidad de lo conocido demuestra, no se entiende una realización arcaística como la de Pozo Moro. No resulta, por todo, muy aventurada la hipótesis de que el ajuar del 500 correspondería a una reutilización o reconstrucción del monumento, lo que explicaría también el que, derrumbado poco después, los relieves aparezcan tan destrozados y erosionados (es un hecho poco explicable si apenas hubieran estado al aire libre, y enterrados a poca distancia temporal de su ejecución). Son, en todo caso, problemas abiertos que el progreso de la investigación y del conocimiento resolverá definitivamente en su momento. La hipótesis de que hubiera en Tartessos un arte orientalizante cercano al abiertamente mostrado por el sepulcro de Pozo Moro, se hace algo más verosímil al comprobar la existencia de una escultura zoomorfa similar cerca de su zona nuclear, representada sobre todo por leones, en los que se advertían fórmulas escultóricas muy antiguas y propias del mundo neohitita. Se reparten por una amplia zona, y algunos de los más notables han aparecido en la provincia de Córdoba, como los leones de Nueva Carteya y Baena. El más completo de Nueva Carteya, en el Museo Arqueológico de Córdoba, es una obra maestra, sobre todo por el tratamiento de la cabeza, con detalles anatómicos convertidos en verdaderos adornos vegetales, y el hermoso efecto de la melena, de guedejas primorosamente talladas. El león de Baena, del mismo tipo, es un soberbio ejemplar, de talla segura, con planos lisos y duros, y uniones angulosas, en todo lo cual se ha visto un perfecto ejemplo del estilo lígneo de la escultura ibérica. Los leones del tipo antiguo, ejemplificados en los hasta ahora comentados, son considerados fruto de corrientes orientales, con los fenicios como principales intermediarios, y fechables hacia fines del siglo VI y en el siglo V a. C., deducciones que en conjunto quedarán sometidas a las conclusiones que se obtengan para el monumento de Pozo Moro. A esta fase antigua se adscriben también otras esculturas zoomorfas, algunas de ellas de representaciones de bóvidos, entre las que destaca el hermoso ejemplar de Porcuna. Sus formas son muy arcaicas, con planos duros sobre los que el artista procedió a trazar surcos netos para sugerir los detalles anatómicos, muy rítmicos y efectistas, por cierto, los que simulan la piel arrugada del cuello del animal; las orejas son convencionales, semejantes a las de los leones, y el carácter sagrado, seguramente frugífero, del toro, queda sutilmente sugerido en el bello filamento ondulado, terminado en un largo capullo, grabado sobre las escápulas. Parece más reciente, y es de modelado más matizado, un interesante grupito escultórico hallado no hace mucho en el Parque de Elche, fragmentario y reutilizado en la valla de una especie de recinto o témenos sagrado. Representa una esfinge echada, montada por una figurita humana -faltan las cabezas de ambas-, que lleva, además, de pie sobre las patas delanteras, una pequeña diosa alada. No cabe representación más expresiva de una esfinge figurada en su papel de portadora de un alma al más allá, guiada por la diosa de la muerte. Es una pieza de rasgos bastante arcaicos, de arte algo tosco, pero de indiscutible valor iconográfico.
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El primer moro que lanceó toros en España fue Gazul, representado por Goya en esta estampa en plena faena, olvidando las referencias espaciales para concentrarse en el combate entre animal y lidiador.
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El paleocristiano hispano se divide en dos tipos: el mosaico arquitectónico y el funerario. Los primeros son la última manifestación conocida de la musivaria imperial romana en nuestro país. En los mosaicos se manifiesta la dependencia de las artes plásticas cristianas de sus coetáneas tardorromanas, de las que a excepción de la iconografía, poco o nada permite diferenciarlas. Con ellas comparte unidad técnica estilística y de inspiración y en casi todas las ocasiones también iconografía. El grupo más numeroso de mosaicos paleocristianos en Hispania se localiza en las basílicas baleares, entre cuyas características destaca el empleo de mosaicos pavimentales, cosa infrecuente en el resto de las conocidas, a excepción de la sinagoga-basílica de Elche, Santa María de Tarrasa o Santa María de Barcelona. Esta circunstancia indujo a Palol a delimitar un área baleárico-levantina en atención, precisamente, a los mosaicos. El más antiguo de los conocidos es el de Elche. Este edificio, fechado en el V para el culto cristiano y de disposición basilical, ha sido identificado como sinagoga. El mosaico que adorna el pavimiento pertenece a la fase sinagogal y de hecho una cartela con la inscripción en griego Eujelao alude precisamente a ello. El mosaico tiene en la cabecera de la nave central un rectángulo decorado con un motivo sin fin geométrico de cruces rellenas de sogueado alternadas con octógonos con nudos en su interior y la inscripción aludida a los pies. El resto de la nave central está cubierto de cuadros llenos de peltas y sogueado interior, alternados con nudos de Salomón inscritos en círculo, y aparece bordeado por una cenefa de esvásticas entrelazadas. Las naves laterales están separadas de la central por un complejo sogueado o entorchado. Una de ellas muestra un motivo de laberinto hacia los pies hecho con cinta de sogueado y esvásticas enlazadas. La otra se decora con series de cuadros imbricados formando estrellas, hexágonos, rosetas, etcétera, alternado con motivos de laberinto. Tal complicación compositiva ejemplifica el carácter de lotos y sobre ellos unos árboles esquematizados con frutos que convergen en un rosetón central y roleos vegetales con aves. Un rectángulo repite los leones afrontados al pino o palmera de Es Fornas. La iconografía de Es Fornas e Illeta tiene una interpretación cristiana, ya que tanto los ambientes paradisíacos como los animales y las vides contienen un mensaje de salvación, y como tales se encuentran en basílicas orientales e italianas como en Rávena y Aquileia. Palol también las relacionó con iconografía judía y los pavos (que también aparecen en España asociados a la presencia judía antigua como la pileta trilingüe del Museo Sefardí) y los leones (el león de Judá), etcétera, no son infrecuentes en sinagogas de Oriente y África. Es muy sugerente esta influencia sinagogal, pues en Mallorca hubo conversiones de judíos en esta época, bien conocidas de las fuentes. En conclusión, y a pesar del interés de los citados, los mosaicos son bastante excepcionales. Sólo en Baleares parece que era norma común pavimentar así las iglesias; en el resto de Hispania hay que pensar que era infrecuente, en relación a ese aniconismo al que ya hemos aludido. Respecto al origen de estos mosaicos creemos que se ha hecho un hincapié excesivo en sus paralelos africanos, toda vez que no faltan, sino al contrario, paralelos con Oriente, Italia y la Galia. Por lo demás no es demasiado significativo señalar el influjo africano, pues es sabido que desde el siglo III África es el centro más innovador en técnica y decoración de mosaicos, especialmente en Occidente. Conviene, pues, sin negar su evidencia a todas luces aplastante, relativizar esa influencia africana. De entre la variedad de formas de enterramiento que se dan en el mundo paleocristiano español una de las más particulares es la del enterramiento de cualquier tipo (sarcófago, tegulas, etcétera), cubierto con una lauda de mosaico. De hecho este es un tipo exclusivamente occidental, sólo documentado en África, donde tienen su origen; en Hispania y, en menor medida, en Italia, Sicilia y la Galia. En Hispania aparecen en regiones distantes y conocemos ejemplares de Baleares, área tarraconense, bética, área cartaginense e interior: Rioja y Huesca. El primer grupo de estos mosaicos es el balear, como es costumbre en todo lo referente al cristianismo hispano. En la necrópolis aledaña a la basílica de Sa Carrotxa aparecieron hasta cuatro unidades, aunque sólo se conoce una, la de Honorio. Consiste en una sola cartela con letrero funerario que incluye el nombre del difunto y fórmulas al uso (in pace o in Christo). Las letras de la inscripción son oscuras o negras sobre un fondo claro y se fecha en los últimos años del siglo V. De la basílica de Son Peretó y de una capilla a los pies de la iglesia procede uno de los más bellos mosaicos conocidos, el de Baleria. Viene decorado con tres recuadros, en uno una flor, en el otro una cruz pensada dentro de una corona y con palomas a los lados y en el tercero una crátera gallonada flanqueada de hojas de hiedra, todo ello bordeado de una franja decorada con gemas. Esta decoración se relaciona con mosaicos de Es Fornas y de L'llleta del Rei, al igual que la crátera gallonada y apunta de nuevo a la unidad y cohesión del grupo balear. Se fecha en la mitad del siglo VI. En la zona en torno a Tarragona han aparecido numerosos ejemplares; de Ampurias hay datos de que salió uno de estos mosaicos, aunque es una cita dudosa; menos dudoso es el dato de otro mosaico encontrado en San Cugat del Vallés con decoración de palomas. En Barcelona de una cella absidada martirial apareció otro mosaico con un crismón con alfa y omega dentro de una laurea como la de Baleria. En el pavimento de la segunda iglesia de Tarrasa apareció un enterramiento cubierto de lastras marmóreas y mosaico con una inscripción dedicada a Securus. El grupo más numeroso de los mosaicos catalanes proviene de la necrópolis del Francolí en Tarragona y de las cercanías de la basílica cimenterial. Estos mosaicos funerarios tarraconenses muestran unas analogías entre sí tan notables que se puede hablar de un taller local, muy emparentado con los baleares. Los mosaicos de Tarragona suelen constar casi siempre de una cartela con inscripciones, alguna poética, y una figuración o figuraciones que aluden al difunto, mostrado como orante, vestido con túnica o dalmática, que bendice con la mano izquierda y que parece encontrarse en un ambiente paradisíaco, ya que es normal que el fondo claro de estos mosaicos esté salpicado de pájaros, plantas o ambos a la vez. De los mosaicos tarraconenses destacan tres por su singularidad. Uno, decorado con una inscripción en verso, en el que aparece el difunto vestido con túnica con un volumen en la mano bajo un arco decorado con uvas. Se fecha en el tránsito del siglo IV al V. Otro es el denominado del Buen Pastor, en realidad un orante imberbe apoyado en un bastón sobre cuya cabeza hay un monograma de Cristo entre dos palomas y un ancla, símbolo cristológico que alude a la cruz. El mejor de todos es el de Ampelius, en cuyo centro aparece un cordero (símbolo cristológico), la inscripción del difunto y debajo hojas (motivo paradisíaco) y una crátera con frutos. Todo ello con paralelos en motivos musivos de las islas. Otro grupo de mosaicos sepulcrales es el de Conscojuela de Fantova (Huesca) encontrados en la ermita de Santa María. El ejemplar del presbítero Macedonio es el más representativo, con una cenefa de trenza, la inscripción dedicada por su esposa y debajo el difunto orante sobre fondo paradisíaco. Otros de la misma localidad son los de Sufo y Eternalis o Eternus y el del niño Simplicio. Todos son parecidos: una inscripción en cabecera y debajo en fondo de flores la figura del difunto como orante. Este grupo de Huesca se fecha en una cronología bastante antigua, a finales del siglo IV, y es por tanto anterior a los ejemplares tarraconenses. En Alfaro, la antigua Gracchurris, que por lo que sabemos fue cristianizada muy pronto y contó con un obispo desde época muy temprana, han aparecido hasta cinco mosaicos más, de los que se conocen cuatro. El más relevante de ellos es el de Ursicinius, con cuatro cuadros separados por sogueado y la inscripción en el segundo. Este mosaico se fecha muy bien por las monedas de Constante II aparecidas en su interior y que lo llevan a la segunda mitad de la cuarta centuria. De Denia procede otro, el de Severina, con el consabido sistema de recuadros entre listeles de escaqueados y ovas similares a los pavimentos baleáricos con los que se relaciona como en general todos los de la costa levantina. Se fecha, como los insulares a fines del siglo V o a inicios del siguiente. Finalmente de Itálica viene otro grupo, muy reducido en cantidad -tan sólo dos- pero muy interesante, pues difiere notablemente de los anteriores. Son los mosaicos de Antonia Vetia y el de María Severa: en el primero aparece la niña sentada abrazando a su muñeca con unos cirios a los lados y el nombre; en el segundo, el tercio superior está ocupado por la inscripción y los dos inferiores por un motivo paradisíaco con pájaros y tallos. Estos mosaicos italicenses son los más antiguos y se fechan a fines del siglo IV. Se diferencian del resto de los españoles en que carecen de listeles, bandas o cenefas bordeando la decoración e inscripciones y en que no se organizan en recuadros. Incluso se ha llegado a dudar de que sean cristianos, pues la iconografía no es concluyente para su catalogación como tales. En España tenemos otros ejemplos de asociación de la niña a sus muñecas: así en la necrópolis de Tarragona y en Ontur, Albacete, éstas en un contexto pagano. En resumen, cabe considerar que los mosaicos sepulcrales, a pesar del escaso número conservado, fueron un fenómeno bastante común en la Hispania cristiana (tampoco se conocen tantas necrópolis), y de hecho se documentan siempre en grupos. Parecen organizarse en círculos de talleres locales, aunque relacionados de manera que los de cada localidad son muy similares entre sí, particularmente los de Baleares, Cataluña y Levante, tal y como se relacionan estas zonas en otros campos del arte y arqueología cristiana como la arquitectura. La influencia africana es evidente, ya que es allí donde alcanzan su florecimiento. No obstante convendría aclarar por qué los más antiguos son precisamente los del interior (Huesca y Rioja), junto con los de Itálica, y más recientes los restantes. Cabría esperar contemporaneidad cuando menos y que Baleares fueran el punto de contacto y llegada. A no ser que cupiera hablar de una tradición pagana anterior refrescada después por el Cristianismo, cosa bastante inverosímil. Otro de los puntos todavía por elucidar es la propuesta de Palol de que se distribuyen geográficamente en coincidencia con las basílicas de influencia africana, que sólo valdría con claridad para Baleares. Es más duduso en el caso de Cataluña, donde la arquitectura muestra cada vez más relaciones estrechas con el mundo italiano y del sur de la Galia, y todavía más dudoso en la Bética, donde las basílicas de influjo africano de ábside contrapuesto son muy tardías, cuando los mosaicos son los más antiguos y queda un resquicio cronológico importante. Un caso intermedio entre los mosaicos arquitectónicos y los funerarios, y por ello se trata también aparte, es el del magnífico mosaico parietal de Centcelles (Constanti, Tarragona), otro espécimen único en la arqueología y artes paleocristianos. El mausoleo de Centcelles se construyó aprovechando una villa rústica o suburbana de Tarragona, en uso desde el siglo II y engrandecida en los siguientes y consiste en una gran sala circular al interior, en cuyo subsuelo se excavó la cámara funeraria después, unida a otra sala tetracónica. El momento en que se cambió el uso de las salas fue la mitad del siglo IV. Se supone con toda la razón que aquí fuera enterrado Constante, el hijo de Constantino el Grande, asesinado en Francia en el año 351. En la sala circular y en la cúpula de cubrición se dispone el impresionante mosaico organizado en fajas o bandas concéntricas, que rematan en un medallón central, perdido. Desgraciadamente el mosaico está muy deteriorado especialmente en la banda con iconografía cristiana y, a excepción de la faja inferior, de las demás queda poco, como de la pintura que también adornó la gran sala y la que aparece debajo de los mosaicos. La primera banda se ocupa con una excepcional cacería corrida, en la que se pueden identificar varias fases de la misma, desde la preparación y la partida a la caza a caballo de distintos animales, con redes y trampas, los inevitables criados portando las piezas y atendiendo a los personajes principales, etcétera. En esta faja aparece un grupo de personajes, en el centro de los cuales está otro mucho mejor realizado que los restantes y ajeno a la escena, con la mirada hacia el cielo, en el típico gesto constantiniano. Encima de esta banda hay otra dividida en secciones por columnas torsas y en cada una de ellas una figuración cristiana. Se identifican escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, como Adán y Eva y el ciclo de Jonás entero. En otra parte se reconoce perfectamente a Daniel entre los leones, con una iconografía fuertemente deudora de las escenas catacumbales romanas, con un poco frecuente Daniel desnudo. Igualmente se reconoce la estampa de los Jóvenes en el horno, la adoración de los Magos, el Arca de Noé, la resurrección de Lázaro y otras de más difícil atribución. Destaca entre todas una bastante incompleta que se interpreta como un Buen Pastor, técnicamente mucho mejor elaborada que las restantes y reforzada por el especial tratamiento de los colores. La faja de arriba está todavía peor conservada y sólo se sabe con certeza que representa las cuatro estaciones en forma de cuatro jóvenes desnudos con sus atributos respectivos de vides, flores, espigas... Menos se sabe de las franjas superiores y del medallón central, que debió de ser soberbio. De todo el mosaico se pueden sacar algunas conclusiones. En primer lugar, que se trata de un verdadero mosaico funerario y concebido como tal y es un verdadero, completo y complejo programa funerario del más alto contenido simbólico. Las escenas venatorias remiten al gusto dominante en la época y difundido precisamente por las clases privilegiadas, la expresión del Otium noble, pero también tiene un valor funerario conocido en sarcófagos paganos, la caza en los Campos Elíseos. La figuración del difunto entre sus amigos dentro de la cacería pero ajeno a ella es una manera de individualización de aquél, pero también su expresión funeraria, ya que está ausente de la acción desarrollada. El nivel superior asciende en significado teórico, ya que se dedica a la iconografía religiosa y es una verdadera y completa Encomendatio Animae con figuraciones que aluden a lo funerario, a la otra vida, al martirio y a la intervención divina. La relación entre el friso y el superior se realiza por la relación directa del personaje principal de la cacería (el difunto) y el Buen Pastor, al que parece mirar. El friso superior también tiene un hondo significado funerario; el ciclo de las estaciones alude al ciclo de la vida y como tal es frecuente encontrarlo también en sarcófagos. Desde el punto de vista artístico, el mosaico es de una factura exquisita. La concepción de la cacería como friso corrido de diversas escenas ordenadas recoge la vieja tradición de los relieves históricos romanos en su ambición narrativa. La iconografía responde al arte áulico y de representaciones oficiales.
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El mosaico (opus tessellatum) comenzó a ser empleado a gran escala como pavimento de diversas estancias a partir del siglo I d. C., sustituyendo a otros tipos, fundamentalmente el conocido como opus signinum, del que en Mérida apenas contamos con dos ejemplos: uno, perdido, en la spina del Circo, y otro hallado en la casa de la calle Suárez Somonte aludida a propósito de las pinturas. En una primera etapa, las composiciones se realizan de acuerdo con la técnica bicroma, en blanco y negro, y consisten, por lo general, en figuras ornamentales y geométricas. Son los ejemplos que podemos apreciar en la Casa de la Torre del Agua, en la del Mitreo y en la Casa Basílica (primera fase). Más tarde, a comienzos del siglo II d. C., siguiendo con la influencia itálica, que es la que preside la evolución de la centuria anterior, las distintas escuelas musivarias comienzan a adoptar sus rasgos peculiares y, poco a poco, a la técnica bicroma sucede una decidida búsqueda de la policromía, que ya es una constante en la segunda mitad de la centuria. A este período pertenecen los mosaicos del Rapto de Europa, uno con representación del thiasos marino, o el firmado por Seleucus y Anthus, con asuntos nilóticos, el episodio de Belerofonte y escenas de la vida intelectual. Realmente excepcional es el Mosaico Cósmico de la Casa del Mitreo, posible obra de un magnífico artista de raigambre oriental. Las tonalidades logradas para representar la superficie marina del pavimento emeritense muestran el grado de maestría de su autor, buen conocedor, por otra parte, de concepciones filosóficas vigentes en su época. La representación de los fenómenos de la naturaleza, al modo alegórico, llenan, organizadamente, en registros horizontales, el total de la composición, enmarcando la figura de Aion (la Eternidad) protagonista del conjunto musivo. El siglo III contempla, en su primera mitad, una repetición de temas ya plenamente fijados en el período anterior, pero se hace perceptible, no tanto todavía en nuestra zona, una influencia oriental, que evidentemente mostraba el Mosaico Cósmico. Ahora serán los temas de carácter báquico los más solicitados a los artífices, no desdeñándose otros casi banales, como la representación de diversas situaciones de la vida diaria, que será una de las corrientes que gozará de gran favor en la centuria siguiente. La proliferación de villae, al producirse la vuelta al campo, por las incomodidades y problemas que ofrece la ciudad, será el fenómeno más generalizado durante el siglo IV, aunque no faltan numerosas realizaciones musivarias urbanas en Mérida, donde disponemos de varios ejemplos entre los que destacamos uno que plasma el momento en que un jabalí, en veloz carrera, es alcanzado por unos alanos, el de Marianus, cazador, que, con la ayuda de su caballo Pafius, acaba de dar muerte a un ciervo y que constituyen los ejemplos más interesantes de una corriente que, más que africana, responde a la koiné sociocultural que se produce en la parte occidental del Mediterráneo. No faltan temas eruditos, como el de los Siete Sabios juzgando un posible episodio del ciclo troyano, muy en boga por entonces, o mitológicos como el mosaico firmado por Annius Bonius, con la escena de Baco y Ariadna, Orfeo, Belerofonte. Las mismas características se encuentran en las composiciones musivas de las villae: la caza (Panes Perdidos, Las Tiendas), asuntos mitológicos (La Cocosa, La Atalaya). La producción musivaria en el ámbito emeritense, quizá la más importante de las que tenemos atestiguadas en Hispania, obra de mosaístas de variada procedencia y personalidad (Barittus, Parthenos, Seleucus, Anthus, Annius Bonius, Dexterus) se enmarca en la corriente de la escuela occidental, donde el peso de la tradición es una constante inextinguible, pero donde también las innovaciones no son en absoluto desdeñadas. De ahí su riqueza y personalidad.
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Antes de entrar en el análisis de la política de los Estados en la Europa del siglo XVIII es necesario analizar previamente el pensamiento político y filosófico vigente en la centuria para contrastarlo con las realizaciones prácticas que lo acompañaron. Esto no significa repasar el ideario ilustrado o comentar las obras de los filósofos más representativos -objeto de análisis en otra parte de la obra- pero sí presentar una panorámica de los países y sus gobiernos para poder entenderlo. Si tomamos como punto de referencia la trayectoria vital de Voltaire, el personaje más característico de este siglo, podemos ver tanto en su ideología como en sus costumbres o en los escenarios donde transcurrió su vida toda la gama de posibilidades que a nivel intelectual y político surgieron en la época que nos ocupa, mostrando también la paradoja que acompañaría a los filósofos: rebelde frente al poder -su lengua acerada era capaz de criticar el régimen político francés hasta ser llevado a prisión- y al mismo tiempo inspirador de una política determinada desde el poder, como hizo con Federico II -el déspota ilustrado por excelencia- cuando pasaba largas temporadas en su compañía. Su enorme curiosidad por la situación europea le hizo estar atento a todo lo que ocurría en el Continente queriendo conocerlo personalmente, por lo que realizó numerosos viajes a lo largo de su vida, preferentemente a los países de la Europa del Norte, más tolerante y permisiva que la del Sur. De Inglaterra admiró el parlamentarismo y las amplias libertades reconocidas por su sistema constitucional; en Holanda quedó deslumbrado ante las cotas de libertad individual alcanzadas por el republicanismo, donde él mismo, desaparecida la censura, pudo publicar sus obras más radicales; del Imperio alemán conoció sobre todo Prusia, pero también Weimar, el Palatinado y Baden, visitando sus diferentes cortes ilustradas, y aunque no estuvo nunca en Rusia su continua correspondencia con Catalina II le hizo estar al tanto de lo que ocurría en el Oriente europeo. Jamás se decidió a visitar Roma, a pesar de su interés como historiador, por temor a los inquisidores italianos, y al final eligió vivir en la federalista Suiza, que le daba suficientes garantías para seguir escribiendo y mantener viva esa imagen de rebelde, libertino, irónico, radical y subversivo que tanto le gustó reflejar a lo largo de su vida. En la Europa del siglo XVIII predominaban las monarquías. El rey seguía siendo el personaje más representativo de los Estados y el sistema monárquico la referencia natural y también la más eficaz a los ojos de los europeos, dada su identificación con él. Buena prueba de ello es que los dos nuevos países surgidos ahora -Piamonte y Prusia- lo harán adoptando esta forma de gobierno. Los príncipes europeos, emparentados entre sí, y acostumbrados por mucho tiempo aún al viejo esquema dual definido por Austrias y Borbones, aparecen como la pieza maestra de un sistema político-social del que eran a la vez señores y servidores. No importa que Francia, la Monarquía absoluta más emblemática comience a ser atacada y criticada precisamente por su absolutismo, que en Italia y España las instituciones se hallen petrificadas, o que en el Este europeo asistamos a una "segunda servidumbre", ya que en todas partes se dará un proceso de desarrollo monárquico tendente a reforzar los poderes centrales porque en la base de las reformas siempre estaría un rey con el deseo, la capacidad y la autoridad suficiente para acometer los proyectos de reforma y modernización. Hasta el siglo XVIII las monarquías habían podido justificar su existencia y su poder mostrando históricamente su sistema como el mejor y a los reyes ejerciendo su soberanía por mediación divina, lo que daba base teórica a la justificación del absolutismo. Sin embargo, el poder absoluto del monarca contradecía los postulados del derecho natural y aunque todavía no se creyera en la necesidad de unas leyes capaces de garantizar las libertades según ese mismo derecho, sí pareció imponerse la idea de que el rey tenía legitimidad sólo cuando gobernara buscando el bien común, en beneficio de la comunidad. A pesar de ello, no todos los monarcas considerarán su poder o el del Estado de la misma manera. Los partidarios del absolutismo tradicional harán de la soberanía divina la base justificativa de su poder, mientras que los seguidores del absolutismo ilustrado concebirán al príncipe como el eje rector del Estado, justificando sus prerrogativas en la razón y en su especial disposición para ponerse al servicio de los súbditos. Ninguno de ellos, sin embargo, dudó nunca acerca de su poder e incluso trataron de incrementarlo por todos los medios a su alcance, a pesar de la opinión o de los obstáculos que se interpusieron en su camino. La decadencia de la soberanía divina de los reyes empezó al mostrarse en muchos aspectos y el despotismo ilustrado refleja tanto esa tendencia como los muchos cambios que aparecieron. Por eso, a pesar de que la unión Ilustración-monarca se dio en casi todos los países, hubo variantes nacionales profundamente marcadas. En Alemania la Ilustración y sus portavoces no rechazaban el Estado ni la sociedad estamental, sólo querían hacerlos más eficientes y modernizados mediante reformas; en Francia, por el contrario, expresaron una crítica radical contra el orden existente, atacando tanto al rey y los estamentos privilegiados como al Estado y exigiendo cambios verdaderamente revolucionarios. Esta evolución en el pensamiento político no fue lineal ni uniforme por la gran variedad de obras y de teóricos que se encargaron de desarrollarlo, siendo sobre todo tres los autores cuyas ideas representan las aportaciones más novedosas y sugerentes, capaces de modificar la teoría y la práctica de los gobiernos establecidos. En primer lugar, J. Locke, heredero de las revoluciones inglesas, quien en su obra Dos tratados sobre el gobierno civil (1690) hace especial hincapié en la figura del legislador mostrándose partidario de la Monarquía parlamentaria. En segundo lugar, Montesquieu y su libro Del espíritu de las leyes, publicado en 1748, logrando que el pensamiento político ilustrado alcanzara su punto álgido al reformular de nuevo el poder y sus limitaciones, tanto desde el punto de vista histórico como del derecho natural. En una tercera etapa podemos hablar del absolutismo ilustrado radical, desarrollado sobre todo en la obra El Contrato social (1762), de J. J. Rousseau. En general, los filósofos estaban menos interesados en los métodos particulares de gobierno que en los principios que los inspiraban, pero respaldaron a los monarcas como los únicos capaces de llevar a cabo las reformas necesarias. Aunque el absolutismo ilustrado era el régimen político más generalizado, hubo otros sistemas que lo cuestionaron. De hecho, la ascendente Gran Bretaña y las Provincias Unidas contribuyeron a su descrédito sugiriendo o demostrando que existían otras alternativas políticas que eran igualmente afortunadas en su funcionamiento. El parlamentarismo inglés representaba un rechazo frontal al absolutismo y se decantaba en el panorama europeo como una vía singular producto de las revoluciones acaecidas en el siglo anterior que sentó un modelo único de Monarquía parlamentaria donde la teoría constitucional que lo sustentaba atribuía la autoridad suprema no al monarca sino al legislador, encarnado por el Parlamento. Por otra parte, el republicanismo de las Provincias Unidas que descansaba en una estructura socio-económica burguesa al tiempo que terrateniente y nobiliaria, había consolidado las grandes instituciones de la república a pesar de las tentativas de la familia Orange de convertir al Estado en una Monarquía. Absolutismo y antiabsolutismo tenían toda una serie de similitudes que se daban sobre todo en la asunción de determinados valores o principios éticos como la filantropía, la felicidad, el humanitarismo, la justicia, la tolerancia o el patriotismo. Las diferencias se daban, más bien, en el ejercicio del poder. De hecho, podemos hablar de varios grupos: los reyes que rechazaban totalmente las ideas ilustradas pero que al mismo tiempo emprendieron una serie de reformas que parecían inspiradas en ellas: María Teresa de Austria y Federico Guillermo I de Prusia. Otro grupo de gobernantes, entre los que habría que incluir a Pombal en Portugal, Tanucci en Nápoles y Carlos III en España, que emprendieron ambiciosos programas de reforma al tiempo que prohibían los libros de los filósofos y suprimían todas las manifestaciones de oposición al sistema político existente; en estos casos usaron el argumento de fortalecer al Estado no sólo para justificar sus reformas sino también para recortar los poderes y abusos de la nobleza y del clero, los dos pilares conservadores que se oponían a tales cambios. Por último, aquellos monarcas, como Federico II de Prusia, Leopoldo de Toscana y José II de Austria, que no sólo introdujeron las reformas ilustradas en sus países sino que reconocieron públicamente su deuda para con los filósofos permitiendo que las inspiraran directamente o a través de sus escritos. Ninguno de estos monarcas hallaron una contradicción entre su manera de concebir el poder y los principios ilustrados que aplicaban, y tampoco advertimos grandes diferencias entre sus prerrogativas y las de sus predecesores, porque cada uno concebía la realeza a su medida: Luis XIV se identificaba con el Estado y José II pretendía servir al Estado. La voluntad y la constancia con que todos ellos se aplicaron en las tareas de gobierno para lograr el desarrollo y engrandecimiento de sus territorios se detecta en la profusión de reformas que afectaron a casi todas las parcelas de la vida pública, como podemos observar a continuación: a) En el campo de la economía, las directrices se orientaron en dos direcciones: respaldo al mercantilismo o adopción de la fisiocracia. La primera orientación es adoptada casi universalmente, sobre todo por las monarquías que se encuentran en un estado de menor desarrollo por lo que se consideraba imprescindible mejorar la infraestructura productiva para así impulsar la producción, siendo realizada desde postulados intervencionistas. En estos casos, el Estado favoreció una industria de lujo al servicio de la nobleza, el clero y la alta burguesía al tiempo que protegía una industria popular para la mayoría de la población. Los países más desarrollados adoptaron doctrinas o sistemas económicos que ponían en cuestión la vigencia del mercantilismo, pretendiendo superar los comportamientos heredados y las actividades tradicionales que, como los gremios y otros monopolios, actuaban como una verdadera rémora para el avance productivo. La primera crítica al mercantilismo vendría de la fisiocracia; la segunda, de A. Smith en su obra La riqueza de las naciones (1776). En ambos casos, se postula la liberalización absoluta de la producción y el comercio y la desaparición de los privilegios económicos. b) El marco de la justicia y el aparato judicial fue uno de los que reclamaron mayores cambios ante los métodos abusivos y la práctica indefensión de los procesados. Las reformas se centraron en dos aspectos: recoger y codificar las numerosas leyes existentes para ser publicadas en diversas colecciones legales, tratando de hacerlas accesibles a la mayoría de la población, e introducir importantes modificaciones en los sistemas penal y procesal. En este terreno, cabe citar: la eliminación de la tortura como práctica habitual de los procedimientos, la implantación del secreto de la instrucción sumarial, la erradicación de las mutilaciones y la pena de muerte (Código Penal de Austria en 1787), el establecimiento de cierta igualdad ante la ley (Austria, 1781, y Toscana), el facilitar mayores garantías judiciales para el reo y proceder a la necesaria adecuación de las penas a los delitos en sentido humanitario. c) La política religiosa desarrollada estuvo marcada siempre por el regalismo. En un Estado laico y modernizado la institución eclesiástica debía quedar relegada al ámbito estrictamente religioso lo que hacía necesario delimitar claramente sus competencias en un sentido restrictivo. Se potenciaron las Iglesias nacionales frente al Papado, se fomentó el episcopalismo y se favoreció la reforma disciplinar del clero, tanto secular (nuevos seminarios) como regular -lo que significaba el cierre de muchos conventos y monasterios o la extinción de órdenes religiosas contemplativas-, asignándose a los clérigos un papel intermediario en la transmisión de la cultura, ya que se esperaba convertir al párroco en motor de progreso en el mundo católico y en maestro de escuela al pastor protestante. En el campo jurisdiccional intentaron limitar sus poderes y atribuciones -derecho de asilo (Carlos VII en las Dos Sicilias); Regium Exequatur, abolición de la Inquisición (Toscana, 1780); expulsión de los jesuitas en Francia, Portugal y España; tolerancia religiosa (Austria, Gustavo III de Suecia)-, al tiempo que recortaban su patrimonio económico (supresión del diezmo y desamortización de las propiedades de manos muertas), y, por último, intentaron erradicar aquellas actitudes y comportamientos de la religiosidad popular como peregrinaciones, procesiones de todo tipo, veneración exagerada a las reliquias o abusos en las indulgencias, que rayaban en la superstición y el irracionalismo, en aras de una religión más íntima y acorde con los nuevos tiempos. d) La política social adoptada varió mucho de unos lugares a otros. En la Europa occidental y algunas zonas de Alemania tendió a suprimir o suavizar el régimen señorial y las cargas campesinas, mientras ocurría todo lo contrario en la Europa oriental. Igualmente se intentó acabar con las discriminaciones sociales respecto al trabajo (pragmática de Carlos III en 1765) y a la integración de las minorías étnicas judíos, gitanos- o religiosas. En Dinamarca, la corte y la alta nobleza encabezaron el movimiento reformista para poner sus haciendas a disposición de experimentos agrarios, suprimir las prestaciones personales y llegar a la liberación plena del campesinado. Luis XVI suprimió la servidumbre en los dominios reales; María Teresa de Austria no se atrevió a abolirla pero redujo enormemente las corveas; su hijo José II lo haría años más tarde, ganándose la animadversión del conjunto de la nobleza, y dictó una legislación protectora hacia los niños trabajadores. En todas partes se pudo mejorar la infraestructura de la asistencia social mediante la creación de redes hospitalarias y asistenciales de todo tipo, tuteladas por el Estado. e) La educación aparece como uno de los puntos fundamentales del pensamiento ilustrado intentando cumplir dos objetivos básicos: combatir el analfabetismo y crear un sistema escolar que garantizara la instrucción de la mayoría de la sociedad. En este sentido, la política educativa se centró en todos los sectores de la enseñanza tradicional: multiplicación de las escuelas primarias para niños y niñas, ampliación y secularización de la secundaria, y reforma a fondo de las universidades favoreciendo la construcción de nuevas facultades dedicadas a disciplinas modernas, la renovación de los planes de estudio y los métodos docentes. Más significativa, si cabe, fue la atención prestada a la educación moderna mediante la creación de centros alternativos donde se adoptaban las disciplinas más renovadoras, racionalistas y científicas: escuelas de ingenieros (aunque al principio con fines militares), escuelas de artes y oficios, institutos técnicos, escuelas de comercio, escuelas camerales, etc., sin olvidar la erección de bibliotecas públicas en las ciudades más importantes, dada la importancia del libro como el instrumento clave de la educación y la escolarización. Por último, el propio Estado también fue objeto de reforma y modernización, condición sine qua non para lograr el gran objetivo de estos gobiernos: incrementar el poderío de la nación. Varias fueron las medidas que se acometieron. Por un lado, remodelación a fondo del aparato institucional mediante varias disposiciones: en primer lugar, la creación de organismos eficaces y operativos que desde la Administración central o territorial fueran capaces de gobernar en aras de la uniformización y centralización del poder en manos del monarca; en segundo lugar, elevar la preparación del personal burocrático a su servicio, impulsando los estudios jurídicos en las universidades o creando centros especiales para los nuevos funcionarios; tercero, reforma del aparato hacendístico, intentando mejorar los sistemas de recaudación e imponiendo unos tributos pagaderos por todo el mundo que racionalizaran el sistema fiscal y acabaran con la desigualdad contributiva. Por otra parte, ampliar y modernizar la infraestructura militar, tanto terrestre como marítima, aumentando las fortificaciones y los efectivos humanos (los ejércitos dejan de ser mercenarios y se fijan diferentes sistemas de reclutamiento nacional); se organizan los cuerpos militares en unidades más operativas a las que se dota del equipamiento adecuado; se introducen conceptos como la disciplina, el honor y el valor como elementos básicos de la milicia; sin olvidar la importancia de la carrera militar como un nuevo medio de promoción social y servicio al Estado. Finalmente, desarrollo de una política de obras públicas que trataba de mejorar los transportes y comunicaciones internos (ampliación de la red de carreteras y caminos, canalizaciones, navegabilidad de ríos, colonizaciones interiores) y de embellecer las ciudades proporcionándoles jardines, paseos y edificios palaciegos o públicos como academias, bibliotecas, observatorios, museos y teatros, tan del gusto de la época.
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A fines de 1909 y en los dos años siguientes, algunos pintores que vivían en diverso grado el influjo de Cézanne se introdujeron en los modos cubistas de los talleres de Braque y Picasso, y se establecieron en su órbita antes de ser invitados. En la exposición del Salon des Indépendants de 1910 coincidieron algunos artistas muy dispuestos a reconocer afinidades cubistas, y pronto se constituyeron en grupo. El colectivo cubista creció rápidamente, conforme se sucedieron las diversas exposiciones de 1911 y 1912 en las que se presentaron como grupo. También se conformaron tendencias, como luego veremos. En cualquier caso, mientras que Braque y Picasso no ejercieron en absoluto de publicistas, la divulgación del cubismo corrió a cargo de estos artistas que secundaron sus hallazgos.Fueron, entre otros, Henri Le Fauconnier (1881-1946), Francis Picabia (1878-1953), Frank Kupka (1871-1957), Auguste Herbin (1882-1960), Roger de la Fresnaye (1885-1925), André Lhote (1885-1962), Louis Marcoussis (1883-1941), incluso Marcel Duchamp (1887-1968), también AIbert Gleizes (1881-1953 y Jean Metzinger (1883-1956), autores de la proclama "Sobre el cubismo" que apareció en 1912. La procedencia y formación artísticas diferían de unos a otros, de la Fresnaye, por ejemplo, era un nabi, Gleizes más o menos cézanniano. También los destinos de estos autores serán muy distintos entre sí: van desde la reconversión al catolicismo con la que corona su vida A. Gleizes, a la imparable vocación dada de Picabia. Pero en ese momento para todos ellos es al filo del cubismo como se produce la interpretación artística moderna. Algunos de los pintores que se adscribieron al cubismo, de especial talento, innovaron desde dentro de este estilo. Este es el caso de Juan Gris (José Victoriano González, 1887-1927), y también el de Fernand Léger (1881-1965), cuyas obras necesitan ser consideradas aparte. Fue importante también la adscripción de Robert Delaunay (1885-1941), que realiza una lectura muy singular del cubismo y tiene importancia como artista-teórico.Pero, también en el vocabulario del denominado cubismo verdadero, Braque y Picasso siguieron introduciendo innovaciones. En 1910-11 comenzaron a utilizar lienzos sin ángulos, de formato ovalado, que se adaptaba muy bien a los propósitos de concentrar el tema y radicalizar la ambigüedad del espacio pictórico. Desaparecía completamente el espacio escenográfico del cuadro-ventana. También, por iniciativa de Braque, introdujeron en 1911 palabras y letras en la pintura, especialmente con letras estarcidas, algo que luego cultivará Paul Klee con gran delicadeza. Estos artistas, que se negaban a firmar sobre el lienzo, porque esto distorsionaba la composición, descubrieron los atractivos de las letras recortadas en el cuadro, formando palabras como ma jolie, jolie Eva, café, Bach, J.S., fleur, souvenir, valse y otras. Guardaban, claro está, relación con el tema y hacían más acusadas las asociaciones mnemotécnicas.Las letras estarcidas o caligrafiadas agudizan la ambigüedad del espacio. Son necesariamente planas, por lo que hacen manifiesta la condición bidimensional de la superficie pictórica, sin que por ello tienda a someterse el resto de la imagen a su platitud. En realidad se trata de elementos sin relieve, ajenos, por tanto a la penetración volumétrica del espacio. Su representación, por eso mismo, hace más sutil el entreverado espacial, puesto que se distinguen más los objetos que tienen una presencia en el espacio por contraste con los planos secantes de las letras estarcidas. Los planos logran hacerse transparentes.El entreverado y la superposición de planos siguen siendo las formas de construcción del denso espacio cubista, pero ahora se ve activado paradójicamente por un elemento único que no se escorza: la letra de imprenta.Las palabras escritas sobre el lienzo cubista resultan ser, por otro lado, las formas más fáciles de leer y reconocer en él. Muchas veces no se presentan completas, pero la caligrafía no se distorsiona. Esto consigue dar la impresión de que las palabras escritas son los elementos más reales de la representación, una especie de sello que estampa la realidad sobre la pintura. Resulta de todo ello un juego muy sugestivo, cuya baza radica nuevamente en conformar pinturas muy ambiguas en lo que a su situación con respecto a la realidad concierne.
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La crisis de los setenta, los crecientes problemas de contaminación medioambiental, la quiebra de la ideología del Progreso, la masificación urbana y el consiguiente empeoramiento de la calidad de vida, accidentes como los de Seveso en Italia (1976) y de Harrisburg en Estados Unidos (1979) dieron alas y argumentos al movimiento ecologista, que desde posiciones marginales fue ampliando su base social, despertando una nueva sensibilidad en los países industrializados, hasta el punto de llegar a condicionar la acción de los Gobiernos. Los inicios del movimiento ecologista en Estados Unidos tienen lugar con el gran apagón, noviembre de 1963, que dejó sin electricidad a gran parte de la costa Este y del sur de Canadá, sobre el que Barry Commoner basó su obra Ciencia y supervivencia, aparecida en 1966, uno de los primeros textos en los que se denuncia la espiral productivista asociada al optimismo tecnológico. El 18 de enero de 1967 se produce una de las primeras catástrofes ecológicas de la segunda mitad del siglo XX, el naufragio del petrolero Torrey Canyon frente a las costas de Bretaña. En 1969 David Brower funda Amigos de la Tierra -Friends of the Earth-, una de las primeras organizaciones ecologistas de carácter mundial. Un año más tarde funcionan en Estados Unidos más de tres mil organizaciones ambientalistas y ecologistas. Ese mismo año, 1969, la National Academy of Sciences de los Estados Unidos publica el informe Resources and Man -Los recursos y el hombre-, primero de los informes procedentes de la comunidad científica que alerta sobre la limitación de los recursos y la explosión demográfica. En febrero de 1970 los matrimonios Bohlen y Stowe tratan de impedir una explosión nuclear estadounidense en Amchitka (Alaska) prevista para 1971; fundan para ello el grupo No Hagáis Olas, que bota un barco bajo el nombre de Greenpeace el 15 de septiembre de 1971, con ello nace Greenpeace. El 22 de abril de 1970 varios millones de personas participan en Estados Unidos en el Earth Day -Día de la Tierra-; las repercusiones de la afirmación de la conciencia ambientalista en la sociedad norteamericana llevaron a la creación por el Gobierno de la Agencia de Protección del Medio Ambiente. El 12 de abril de 1971 varios centenares de personas se manifestaron frente a la central nuclear en construcción de Fessenheim (Alsacia). Es el inicio del movimiento antinuclear francés. El 11 de mayo de ese año 2.200 científicos de todo el mundo se dirigen a la ONU alertando sobre la degradación del medio ambiente, es el Mensaje de Menton que proclama: "vivimos en un sistema cerrado, totalmente dependientes de la Tierra y unos de otros, y eso durante toda nuestra vida y durante la de las generaciones que vendrán". El eco del movimiento ecologista comienza a alcanzar una resonancia internacional, rebasando los límites de los grupos activistas para comenzar a instalarse en la conciencia de la opinión pública, especialmente en los países industrialmente avanzados, donde la degradación del medio ambiente comienza a deteriorar los niveles de calidad de vida. En 1972 aparece el primer informe del Club de Roma sobre los limites del crecimiento. En abril de 1972 se funda en Tasmania (Australia) el primer partido ecologista, el United Tasmania Group, al que le seguirá un mes más tarde el Values Party de Nueva Zelanda. En junio de 1972 se celebra en Estocolmo la primera Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente Humano, organizada por la ONU, que da lugar a la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi. El 14 de julio se desarrolla la primera gran manifestación contra la ampliación de la base militar de Larzac en Francia, convirtiéndose en los siguientes años en punto de referencia y confluencia del movimiento ecologista y pacifista francés, compartiendo en muchos casos activistas y base social. En febrero de 1975 centenares de activistas antinucleares ocupan los terrenos donde se proyecta construir la central nuclear de Whyl -cerca de Friburgo, en la República Federal de Alemania-; tras un inicial desalojo por la policía, la ocupación se prolongará por espacio de ocho meses. Un tribunal paralizará el inicio de las obras el 21 de marzo y el 14 de marzo de 1977 es descartada definitivamente su construcción. Con la ocupación de Whyl arranca con fuerza el movimiento antinuclear alemán. El 22 de marzo de 1975 se produce el primer accidente grave -conocido- en una central nuclear, en Browns Ferry (Alabama, Estados Unidos). Desde ese año el carácter antinuclear del movimiento ecologista tenderá a cobrar un creciente protagonismo hasta lograr la paralización de los programas nucleares en la mayoría de los países industrializados tras los accidentes de Harrisburg y Chernobil. Esa primavera de 1975 registra una continua movilización contra la nuclearización del Rin en la que participan ciudadanos alemanes y franceses, expresión del carácter internacional del movimiento antinuclear. El 10 de julio de 1976 se produce la catástrofe de Seveso (Italia); una nube de dioxina contamina la zona, obligando al desalojo de una amplia zona de la región norte de Milán. El 30 de octubre de ese año varios miles de personas ocupan los terrenos destinados a la construcción de la central nuclear de Brokdorf (Schlesvig-Holstein, RFA). La "batalla de Brokdorf" se prolonga durante varios meses, con continuos desalojos y ocupaciones en los que participan miles de personas. El 30 de julio miles de franceses se manifiestan contra el supergenerador nuclear Superphénix; es el momento álgido del movimiento antinuclear francés, que desde entonces inicia su declive. El 24 de septiembre son miles de alemanes federales los que se manifiestan contra el supergenerador de Kalkar. El 16 de marzo de 1978 el petrolero Amoco-Cádiz vierte frente a las costas bretonas 230.000 toneladas de crudo. En junio de ese año se celebró en Albany (Estados Unidos) el Congreso de Mujeres sobre el Medio Ambiente, síntoma del acercamiento del feminismo a la problemática ecologista, ratificado por la publicación de las obras de Susan Griffin, Woman and Natura. The Roaring Inside Her, y Mary Daly, Gyn-Ecology: The Metaethics of Radical Feminism. El 5 de noviembre de 1978, el movimiento antinuclear austriaco lograba la paralización del programa nuclear en un referéndum. Unos meses más tarde, el 28 de marzo de 1979, ocurre el accidente en la central nuclear de Three Mile Island (Harrisburg); la gravedad y repercusión del acontecimiento paralizan el programa nuclear norteamericano. Tres días más tarde, el 31 de marzo, decenas de miles de alemanes federales se manifiestan en contra de la planta de reprocesamiento nuclear de Gorleben. El 9 de diciembre se celebra en Bruselas una manifestación contra la instalación de los euromisiles en Europa -misiles nucleares de alcance medio-. Es el inicio del nuevo movimiento pacifista europeo que cristalizará con la formación en 1980 de la Campaña Europea por el Desarme Nuclear (END), en la que se evidencian las estrechas relaciones entre el movimiento antinuclear y el movimiento por la paz de los años ochenta. El incremento de la sensibilidad medioambientalista por la opinión pública mundial se traduce en la aprobación, el 5 de marzo de 1980, de la Estrategia Mundial de la Conservación de la Naturaleza, elaborado por la UICN, el PNUMA y el WWF. Ese mismo mes un referéndum obliga al Gobierno a programar el abandono de la energía nuclear para el año 2010 en Suecia. 1980 es el año de la publicación del Informe Global 2000. Report to the President of the U. S., encargado por el presidente James Carter al Departamento de Estado y al Consejo de Calidad Ambiental. Sus conclusiones son aún más alarmantes si cabe que las del primer informe del Club de Roma sobre "los límites del crecimiento". A estas alturas, los argumentos del movimiento ecologista difícilmente pueden ser obviados por la opinión pública y los Gobiernos. La sensibilidad medioambiental se extiende como una mancha de aceite entre las poblaciones de los países industrialmente avanzados; la ecología y el conservacionismo dejan de ser patrimonio exclusivo del movimiento ecologista. Sus demandas empiezan a encontrar eco en los partidos tradicionales, que barnizan sus programas y discursos de un tenue color verde con el que atraer a un electorado cada vez más sensibilizado por la degradación del medio ambiente. 1981 es el año en el que se anuncia por científicos británicos que desde 1970 se reproduce cada primavera un agujero en la capa de ozono en la Antártida, provocado por la acción de los CFC -gases clorofluorocarbonados-; en 1990 se confirma que otro agujero se produce en el Polo Norte. En mayo de 1984, la conferencia de Nairobi, convocada por el PNUMA, alerta sobre los procesos de desertización provocados por la acción humana.En junio de 1984, tras las elecciones europeas, se forma el grupo Arcoiris que aglutina a los europarlamentarios verdes de la CEE. En octubre de ese año se reúne por primera vez la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, creada por la Asamblea General de la ONU de 1983, bajo la presidencia de la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland. Sus trabajos desembocarán en 1987 en el Informe Nuestro Futuro Común, que propone la adopción de un programa mundial para hacer posible un desarrollo sostenible. El 3 de diciembre de 1984 un escape de la multinacional Union Carbide en Bhopal -India- provoca la muerte inmediata a 2.000 personas y lesiones de diversa consideración a otras 200.000. Evidencia de las crecientes dificultades para las producciones de riesgo en los países industrializados y la estrategia de las transnacionales de trasladar las mismas hacia los países del Tercer Mundo, menos estrictos en lo referente a las normativas y controles gubernamentales y sociales sobre los procesos industriales de riesgo. El accidente de Bhopal y los agujeros de la capa de ozono plantean en toda su crudeza el carácter mundial de la conservación del medio ambiente, confirmado dramáticamente por el accidente de Chernobil.En marzo de 1985 se celebra en París una conferencia mundial sobre la deforestación -cada año desaparecen diez millones de hectáreas de superficie arbolada-. A estas alturas nadie niega los efectos de la lluvia ácida en los países industrializados; en ese año la mitad de los bosques de la República Federal Alemana se encuentra afectada por las emisiones sulfurosas -lluvia ácida-. El 10 de julio de 1985 los servicios secretos galos hunden en Auckland -Nueva Zelanda- el barco Rainbow Warrior, de Greenpeace, cuando protestaba por las explosiones nucleares francesas en el Pacífico. El 26 de abril de 1986, el reactor cuatro de la central nuclear de Chernobil -Ucrania- estalla, fundiéndose el núcleo del reactor, 140.000 personas tuvieron que ser evacuadas y, en 1990, 640.000 se encontraban bajo control médico debido a las emisiones radiactivas; 30.000 kilómetros cuadrados de territorio serán baldíos durante al menos dos generaciones y la nube radiactiva se extendió por el territorio occidental de la URSS alcanzando a Europa occidental. En junio de ese año 4.000 mujeres finlandesas inician una huelga de embarazos por la que renuncian a tener hijos hasta que el Gobierno abandone el programa nuclear. Chernobil representa el golpe de muerte para los procesos de nuclearización. Las moratorias nucleares se extienden a lo largo y ancho de Europa.En mayo de 1988, la reproducción anormal de un alga, provocada por los vertidos de azufre y fósforo, causa la muerte de millones de peces en las costas de Suecia y Noruega; la contaminación de los mares Bálticos y del Norte causa la aniquilación de buena parte de su vida animal. En junio la NASA presenta pruebas sobre los primeros síntomas del "efecto invernadero" -recalentamiento del planeta a consecuencia de las emisiones de gases a la atmósfera, principalmente CO2 -. El 22 de diciembre de 1988, sicarios de los terratenientes de Acre (Brasil) asesinan a Chico Mendes, dirigente sindical y ecologista de los "seringueiros" por su defensa del Amazonas. El 24 de marzo de 1989, el petrolero Exxon Valdez provoca una marea negra de cerca de 20.000 kilómetros cuadrados en Alaska. El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema "Alerta mundial, la Tierra se calienta", propuesto por la ONU para llamar la atención sobre el "efecto invernadero". Los efectos medioambientales de la guerra del Golfo (1990), con el incendio de los pozos petrolíferos de Kuwait, han significado una de las mayores catástrofes de la segunda mitad del siglo XX. Tras la caída del muro de Berlín se ha conocido la situación catastrófica del medio ambiente en la Unión Soviética y los países de Europa del Este. El caso de la destrucción del lago Baikal es paradigmática al respecto; Chernobil no fue sino la confirmación de la regla: el absoluto desprecio por el medio ambienté de las burocracias gerontocráticas de estos países. El desastre de las instalaciones petrolíferas en los territorios de la antigua Unión Soviética se ha puesto en evidencia en los meses de septiembre-octubre de 1994, cuando varios escapes, de entre 65.000 y 200.000 toneladas de crudo, amenazan el Artico con una catástrofe de dimensiones mayores a la sucedida con el Exxon Valdez en Alaska. En junio de 1992 se celebra la Segunda Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, convocada por la ONU; la presencia masiva de jefes de Estado y de Gobierno simboliza la creciente preocupación de la opinión pública mundial sobre el deterioro del medio ambiente.
contexto
La independencia económica adquirida por las mujeres y la elevación de sus niveles educativos coadyuvaron de manera decisiva a la ampliación del apoyo social de los movimientos en pro de la igualdad de los derechos de la mujer, nacidos en los lustros finales del siglo XIX y representados paradigmáticamente por las sufragistas. De hecho, el movimiento de la mujer que cristaliza en los años sesenta representa un cambio cualitativo respecto del discurso, el eco y apoyo social de los movimientos sufragistas. El movimiento feminista actúa en un doble plano: la demanda de la igualdad entre los sexos, mediante modificaciones en el orden jurídico y político que hagan factible dicha igualdad, a través de las campañas en favor del divorcio, del derecho de aborto, de la igualdad de salarios, la no discriminación por razones de sexo..., que desembocarán en los ochenta en la reivindicación de políticas de discriminación positiva -establecimiento de cuotas para las mujeres en todos los planos de la vida social destinadas a corregir en la práctica la tradicional discriminación de la mujer, progresivamente eliminada en el orden jurídico; de otro lado, el discurso feminista, al desarrollar una crítica global a la sociedad patriarcal se dirige desde la reivindicación de la autonomía e independencia de las mujeres a la defensa de nuevos valores asociados a la feminidad para plantear un cambio sustantivo en las formas de organización y relación social. En 1949 Simone de Beauvoir publicó Le deuxiéme sexe -El segundo sexo-, obra inaugural del feminismo de la segunda mitad del siglo XX. El 18 de agosto de 1960 se inicia en los Estados Unidos la comercialización de la píldora anticonceptiva, que pondrá en manos de las mujeres un instrumento básico en el control de su sexualidad. En 1963 Betty Friedan publicaba The feminine mystique -La mística de la feminidad-, obra básica con la de Beauvoir en la fundamentación del discurso feminista; en años posteriores le seguirán The dialectic of sex -La dialéctica del sexo- de Shulamith Firestone (1970), The female eunuch -El eunuco hembra- de Germaine Greer (1970), Women's estate -La condición de la mujer- de Juliet Mitchell (1971), Sexual politics -Política sexual- de Kate Millet (1971), The politics of women's liberation -La política de la liberación de la mujer, de Jo Freeman (1975), por sólo citar algunos de los más relevantes títulos de una abundantísima literatura que dotó de contenidos teóricos y argumentos al movimiento feminista. En mayo de 1966 se creó en Italia la Liga para la Institución del Divorcio; en diciembre tuvo lugar en Roma la primera manifestación masiva en favor del divorcio en Italia. Este mismo año, 1966, ve la luz la National Organization of Women, presidida por Betty Friedan, que persigue el reconocimiento legal de la igualdad de los derechos entre los sexos mediante la combinación de manifestaciones y actos públicos y su funcionamiento como lobby destinado a presionar a las instituciones -Gobierno, Congreso, Tribunal Supremo y Estados- en favor de los derechos de la mujer norteamericana, que pronto contará con decenas de miles de afiliadas. La igualdad de derechos entre los sexos fue el caballo de batalla del feminismo de los setenta. La reivindicación de la legalización del aborto polarizó en esos años las movilizaciones del movimiento feminista. En julio de 1967 se legaliza el aborto en Gran Bretaña; en diciembre se presenta públicamente el Women's Liberation Movement británico. El 13 de septiembre de 1968, coincidiendo con la crisis del SDS -Sozialisticher Deutscher Studentenbund-, las universitarias del SDS impulsan el movimiento feminista en Alemania Federal. En febrero de 1970 se funda en Italia el Movimento di Liberazione della Donna; en diciembre el Parlamento aprueba la ley de divorcio; por las mismas fechas nace el Mouvement de Libération des Femmes en Francia. En ese mismo año se crea en Gran Bretaña el Comité Nacional de Coordinación de los grupos del movimiento de liberación de la mujer. En marzo de 1971 tiene lugar la primera de las grandes manifestaciones del movimiento feminista británico en Londres, bajo los lemas: a igual trabajo igual salario; igualdad de oportunidades en la enseñanza y el mundo laboral; libre circulación de los métodos anticonceptivos y liberalización del aborto; guarderías gratuitas y públicas. En abril de 1971 varios cientos de mujeres -entre las que se encontraban Simone de Beauvoir, Jeanne Moreau y Marguerite Duras- firman un manifiesto en Francia en el que declaraban haber abortado y reclamaban la legalización del aborto. En junio 374 mujeres hacen lo mismo en Alemania Federal; con ello nace el movimiento Aktion 218 en favor de la legalización del aborto. Ese mismo año se funda en Austria el Aktion Unabhängiger Frauen -Acción de Mujeres Independientes-. Los días 12 y 13 de marzo de 1972 se celebra en Francfort (RFA) el Primer Congreso Federal de Mujeres. En 1974 se aprueba por el Parlamento francés la nueva ley del aborto presentada por la diputada centrista Simone Veil. En enero de 1975 se celebra en Italia la primera conferencia nacional sobre el aborto organizada por el movimiento de liberación de las mujeres y el Partido Radical; en julio se presentan 800.000 firmas solicitando un referéndum sobre el aborto; en diciembre se celebra en Roma una manifestación que congrega a decenas de miles de personas, convocada por las organizaciones feministas en favor de la legalización del aborto. Ese mismo mes de diciembre de 1975 entran en vigor en Gran Bretaña la Sex Discrimination Act y la Equal Pay Act que reconocen la igualdad absoluta de ambos sexos. Del 6 al 9 de diciembre se celebran en Madrid las Primeras Jornadas Nacionales por la Liberación de la Mujer, es la presentación pública del movimiento feminista en España, que mantendrá un creciente protagonismo social hasta 1983. En 1975 tiene lugar en Islandia la primera huelga general de mujeres, que logra paralizar al país. El 12 de abril de 1981 se aprueba en España la ley de divorcio y en febrero de 1983 el Gobierno socialista presenta al Parlamento la ley de despenalización del aborto. Se inicia con ello el declive de las movilizaciones del movimiento feminista, una vez reconocidas legalmente sus principales reivindicaciones. El 26 de julio de 1978 nace Louise Brown, la primera bebé-probeta del mundo; se inicia con ello un sostenido avance en las técnicas de reproducción in vitro, que abren nuevas posibilidades para el control de la maternidad por las mujeres. El desarrollo de la genética y las técnicas reproductivas en los últimos quince años han abierto un profundo debate sobre el alcance ético de determinadas innovaciones en las que el movimiento feminista ha ocupado posiciones punteras. En 1983 el partido feminista de Islandia Alianza de Mujeres consigue tres escaños en el Parlamento.