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Dalí llegó a París con un repertorio tan brutal que ya nunca provocaría indiferencia: Era el suyo un arte de formas lamidas, viscosas, blandas, de protuberancias flácidas, que siempre busca el equívoco, lo inesperado, lo irreal, aunque con una capacidad figurativa tan impresionante que logra la confusión de los dos mundos, el de lo posible y el de lo ilusorio. Dalí ofrece la primera alternativa al automatismo, puesto en marcha por Masson: el método paranoico-crítico, que contaba con la ventaja de poder ser aplicado con el mismo éxito a la pintura, a la poesía, al cine, a la moda, etc. Definió su método como una forma de conocimiento irracional basado en un delirio de interpretación. Su manifestación más sencilla es la capacidad del artista para percibir diferentes imágenes dentro de misma imagen. En este sentido, tenía mucho parecido con la técnica del "frottage" de Max Ernst, quien calcaba una superficie con una determinada textura e intentaba ver las imágenes que su subconsciente le sugería. Los cuadros realizados en 1929 tienen como base elemental el lenguaje de libros de psicología. El hombre invisible es el primer ejemplo en el que intenta duplicar una imagen como se puede apreciar en el cuerpo del hombre integrado al mismo tiempo en el paisaje. Este cuadro, realizado en el invierno de 1929 y expuesto inacabado en el año 1931 en la Galería Pierre Colle de París, muestra a ese personaje sentado ocupando todo la composición y acompañado por un paisaje desolado, ruinas, edificios clásicos, etc.
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Una de las acciones más espectaculares de entre las realizadas por los servicios secretos de los países implicados en el conflicto fue la calificada en lenguaje cifrado Operación Mincemeat -Carne Picada-. Fue organizada en Inglaterra con el fin de desviar la atención del Alto Mando alemán con respecto a las operaciones que se preparaban sobre Sicilia en la primavera de 1941.El teniente de navío Ewen Montague de la Royal Navy fue encargado de la organización de esta operación.La finalidad básica de la misma era la de dirigir el interés del enemigo hacia otro espacio mediterráneo como punto de destino de la expedición aliada. Se trataba de convencer a los servicios secretos del Reich de que las costas de Cerdeña y del Peloponeso eran las elegidas para efectuar el desembarco. De forma paralela, sobre Sicilia se realizaría una serie de maniobras de diversión, que en realidad encubrirían los planes de invasión que se preparaban con respecto a la isla.El primer problema que se presentaba para la realización de esta operación era el presentado por la forma en que la documentación relativa a estas operaciones ficticias debía ser transmitida a los alemanes. Montague halló la solución al ocurrírsele la idea de crear una falsa identidad de un oficial británico, miembro del cuartel general de Operaciones Combinadas. Este falso agente sería así el enlace entre el estado Mayor inglés y el comandante de las fuerzas aliadas en el norte de África, general Alexander. En función de ello, llevaría a éste una misiva en la que de forma expresa se aludía a Cerdeña como objetivo del desembarco a realizar de forma inmediata.Se buscó para ello un cadáver adecuado, y se halló en el de un fallecido de pulmonía que no había sido reclamado por nadie. Se le dio la identidad de William Martin y se fabricó una vida anterior, que incluía a padre y a una prometida. El día 19 de abril de 1943, el cuerpo del desconocido fue trasladado en un frigorífico del submarino Seraph. Éste lo depositó en aguas del golfo de Cádiz. El día 30 del mismo mes, el cadáver fue hallado por un pescador de la zona y transportado al depósito municipal de Huelva.El hecho de que los servicios secretos británicos hubiesen elegido esta costa española tenía unas motivaciones muy concretas. Por una parte, el gobierno de Madrid era oficialmente no beligerante en el conflicto. Y, a pesar de los estrechos lazos de amistad e interés que mantenía con las potencias del Eje, en ningún momento había roto sus relaciones con los aliados. Por otra parte, la región de Huelva conocía de forma tradicional la presencia británica, debido a la explotación de las minas de Riotinto por parte de los ingleses desde el siglo pasado. Ello había hecho que el espionaje alemán en España se centrase de forma especial en la zona. Debido a esta circunstancia, todo hecho relacionado con Gran Bretaña era observado con atención por los agentes allí destacados.Una vez recibida la notificación del hallazgo del cadáver del supuesto William Martin, la embajada británica en Madrid reclamó la devolución de los documentos que portaba. Estos fueron entregados el 13 de mayo, pero -tal como esperaban los responsables de la operación- previamente habían sido estudiados y copiados por los servicios secretos alemanes, que actuaban en la España de entonces con gran impunidad. Con ello se había conseguido el objetivo perseguido. A partir de ese momento se trataba de esperar la reacción alemana ante esta información, que modificaba sustancialmente las previsiones hasta entonces existentes.Con respecto a esta operación, algunos historiadores han afirmado que los más elevados responsables militares de Alemania -incluido el mismo Hitler- se convencieron por completo de la veracidad de estos informes. Para otros, se produciría la reacción contraria, y los documentos extraídos del cuerpo hallado en el mar no fueron tenidos en consideración en modo alguno.Resulta lógico pensar que, si los alemanes creyeron en la veracidad de esta documentación, decidieron que dada su importancia los británicos cambiarían los planes que reflejaba, ante la posibilidad cierta de que hubiesen llegado a manos del enemigo. Hoy, en el cementerio de Huelva, una tumba contiene los restos del oficial Martin, el hombre que nunca existió.
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La relación entre el ser humano y la tierra era en la época medieval muy estrecha, tal y como podemos apreciar en las obras de san Francisco de Asís. El ser humano era un elemento más de la Creación al igual que las plantas, los animales, la tierra o el agua. Pero la vinculación con la tierra es tremendamente fuerte, estando considerada como el elemento primordial según se interpreta de las propias palabras del santo -"Nuestra hermana la madre tierra"- o del mallorquín Anselm Turmeda - la tierra "cabeza del género humano"-. El contacto con la naturaleza será algo innato del hombre medieval, identificándose especialmente con el medio natural al tiempo que la propia naturaleza formaba parte de la vida cotidiana. Bien es cierto que la relación entre hombre y naturaleza tampoco era idílica -la eliminación de las basuras y aguas residuales, la precariedad de la higiene o la acción del ser humano provocaría daños ecológicos de importancia- aunque en ocasiones se intentó regular legalmente esta relación con el fin de mantener un equilibrio mayor como se aprecian en las medidas castellanas del siglo XIII para evitar incendios en los bosques. A pesar de estas medidas podemos afirmar que el hombre medieval dependía más de la naturaleza que ésta del ser humano, por muchos recursos que pudiera sacar de ella. No debemos olvidar las graves consecuencias de las condiciones meteorológicas en la agricultura que vendrían acompañadas de hambre y muerte. Raúl Glaber hace referencia a la grave situación en la que se encontró Europa en 1033 aludiendo a que el hambre "hizo temer por la desaparición del género humano". Gilles le Muisit nos narra la crisis vivida en el año 1316 en Flandes donde " a causa de las lluvias torrenciales (...) la penuria aumentaba de día en día (...) A causa de las intemperies y del hambre intenso, los cuerpos comenzaron a debilitarse y las enfermedades a desarrollarse y resultó una mortandad tan elevada que ningún ser vivo recordaba nada semejante". En la crónica del rey castellano Fernando IVdel año 1301 se manifiesta que "los omes moríanse por las plazas e por las calles de fambre". No cabe duda de que el ser humano seguía dependiendo del medio físico para su existencia diaria.
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El florentino Giotto es el mejor paradigma del pintor de éxito del Trecento italiano. Reclamado desde puntos muy diversos de Italia: Asís, Padua, Roma, Rímini, Ravena, Nápoles... Florencia, logró amasar una gran fortuna. Pero en lo profesional, el impacto de su obra pictórica fue aún más trascendental. Desgraciadamente, del total de sus realizaciones documentadas sólo conservamos una pequeña parte. Dentro de ella, la decoración de la basílica alta de Asís es un punto clave. Si bien trabajó con un amplio taller, su papel director e intervención directa en autorías. Aunque se tiende a aceptar una vertiente escultórica en Maitani, lo cierto es que sólo aparece documentado como maestro de obra, aunque el término tiene en la Edad Media, un sentido integrador. Esta factible actividad escultórica ha llevado a los historiadores a atribuirle zonas concretas de los relieves de la fachada, concretamente las escenas que componen el ciclo de la Creación, donde el clasicismo de las figuras y una peculiar atmósfera en el ambiente que las circunda, descubren a un maestro excepcional y refinado.
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Tradicionalmente se considera que nuestra propia especie ha estado representada por dos variedades con rango de subespecie: Homo sapiens sapiens y Homo sapiens neandertalensis. Estos últimos, los populares hombres de Neandertal, son los primeros hombres fósiles aceptados por la comunidad científica del siglo XIX. Aunque las diferencias entre ambas formas puede que no pasen de las meramente raciales, su significado cronológico y evolutivo es tan distinto que suele justificar su distinción antropológica. El hombre de Neandertal es una variedad típicamente europea que apareció hace unos 100.000 años a partir de los erectus locales y llegó a expandirse hasta Próximo Oriente y Asia Central. A partir del 35.000 B.P. desaparece de todos estos territorios y es suplantado por los hombres anatómicamente modernos. Sus yacimientos, por tanto, sólo aparecen en Europa (Neandertal, La Ferrassie, La Quina, La Chapelle-aux-Saints, Gibraltar, Carihuela, Atapuerca, Zafarraya, Monte Circeo, L'Hortus, Krapina, Kulna...), Próximo Oriente (Shanidar, Tabun, Kebara, Amud...) y Asia Central (Teshik-Tash). Sus rasgos más característicos, aparte de algunos detalles en la pelvis, el omóplato y el fémur, se localizan en el cráneo: enorme volumen encefálico (media de 1.500 cm3, ligeramente superior a la actual), con morfología alargada (en balón de rugby) y huesos notablemente espesos, algo platicéfalos (frente presente pero inclinada), fuertes arcadas supraorbitales y senos nasales muy desarrollados. El occipital presenta un saliente que se considera diagnóstico. La cara es ancha, con pómulos altos y redondeados (ausencia de fosa canina), saliente (prognatismo moderado), con las órbitas oculares grandes y redondeadas, al igual que la abertura nasal. La mandíbula sigue siendo ancha y robusta, sin mentón y con un característico diastema retromolar. Las evidencias bioquímicas, basadas en diferencias genéticas entre las poblaciones actuales, parecen demostrar que el hombre moderno apareció en África hace 200.000 o 150.000 años, fecha que no todos los antropólogos aprueban a causa de la evidencia fósil. Según ellos, justo en el intervalo que cubre el paso entre el Pleistoceno Medio final ( a partir del 300.000 B.P.) y los inicios del Pleistoceno Superior, en África se asiste a un proceso que llevará primero a la aparición de formas más o menos transicionales entre erectus y sapiens (Djebel Irhoud, Mugaret-el-Aliya, Haua Fteah, Bodo, Broken Hill), junto a otros claramente modernos (Klasies River Mouth, Border Cave, Omo 1, Dar-es-Soltan, Taforalt), aunque todos ellos presentan, en mayor o menor medida, rasgos arcaicos. En Próximo Oriente también hay restos similares (Qafzeh, Skuhl), mientras que los hallazgos equivalentes del resto de Asia son tal vez más tardíos o de datación imprecisa (Ma'pa, Niah, Ngandong). En Europa la aparición de los primeros hombres modernos no resulta anterior al 40.000 B.P. y parecen haber seguido una línea de avance clara en dirección Este-Oeste, tal y como se verá en capítulos posteriores, puesto que los últimos neandertales parecen haber vivido en el sur de España hasta hace unos 27.000 años o menos. Los primeros hombres modernos europeos se agrupaban hasta hace poco en dos variedades: la raza de Cro-Magnon, más robusta, y la variedad de Combe Capel, Brno o Predmost, más grácil. En realidad, esta dicotomía pretendía justificar el binomio cultural Auriñaciense-Perigordiense y hoy en día se ha abandonado, estando sólo generalizado el uso del término cromañones para los hombres modernos paleolíticos. Variedades más tardías (hombre de Grimaldi o de Chancelade) tampoco parecen tener diferencias somáticas que justifiquen una completa diferenciación poblacional de tipo racial. Tanto estos europeos del Paleolítico Superior como sus contemporáneos de otros continentes -no hay que olvidar que el Homo sapiens sapiens colonizó en esta época Australia y América- presentan todos los caracteres comunes a la humanidad actual: volumen encefálico en torno a 1.400 cm3, cráneo redondeado de huesos finos, frente alta y abombada, cara pequeña y situada bajo el cráneo, dientes pequeños y mandíbula fina y provista de mentón. En lo que respecta al problema de los neandertales y su relación con los hombres modernos, la opinión más generalizada tiende a considerarlos una raza desarrollada en Europa a causa del aislamiento genético de las poblaciones de este continente durante las etapas frías del Cuaternario y consiguientemente adaptada a un medio muy específico. Esta rama especializada sólo sería un callejón sin salida a nivel evolutivo y no participaría en el origen de los hombres modernos. Existen investigadores que no comparten esta idea totalmente y suponen que aunque sea a través de mestizajes e hibridaciones (absorción genética), los neandertales se fundieron con las razas primitivas de sapiens para dar su configuración definitiva al Cro-Magnon. Una baza importante en esta discusión es el factor cultural, que se verá en capítulos posteriores.
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Quizá sea el honor el valor más estimado en el Siglo de Oro tal y como aparece reflejado en buena parte de la producción dramática de este tiempo. Joly llega incluso a considerar la honra como "la causa de la esterilidad de España". En "El Criticón" Gracián consideraba al honor como la coartada utilizada para justificarlo todo. García Cárcel apunta a que la ofensiva de los dramaturgos Lope y Calderón respecto a la confirmación del honor estaría vinculada a la estrategia defensiva del hombre frente a una mayor liberalización de la mujer. De esta manera se reafirmaría el machista concepto patrimonial de la esposa. Por el contrario, ya Cervantes había redimido en su "El celoso extremeño" el adulterio de la penalización en el supuesto legítimo del matrimonio sin amor del viejo con la joven mientras que en "Cada cual lo que le toca" Rojas Zorrilla narra la situación límite del marido que descubre en la noche de bodas que su esposa no es virgen, aceptándolo tras muchas vacilaciones.
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El pilar del ejército helénico estaba en la infantería, ocupando la mayor responsabilidad los llamados hoplitas, soldados equipados con armamento pesado que debían costearse de su propio peculio, aunque en ocasiones Atenas sufragó los gastos del material militar de los efebos. Dos eran las armas ofensivas del hoplita: la espada y la lanza. La espada se empleaba para el combate cuerpo a cuerpo. Recibía el nombre de xiphos y era de reducidas dimensiones -apenas medio metro de longitud-. Con el mismo filo por ambos lados, la hoja era más estrecha junto a la empuñadura y se iba ensanchando hacia el centro para rematarse en la punta de manera suave. La espada se portaba en el interior de una vaina que colgaba a la altura del pecho izquierdo, sujetándose por un tahalí que cruzaba el cuello por el hombro contrario. De esta manera, se podía apretar la vaina contra el cuerpo con el brazo izquierdo, el que portaba el escudo, mientras que con el derecho se sostenía el arma, sin ofrecer blanco al soldado enemigo. En la fuerza de los golpes y acometidas estaba la eficacia de la espada, ya que se empleaba contra un enemigo que estaba defendiéndose con un arma diferente y había que traspasar el pesado equipo defensivo del rival. La lanza medía más de dos metros, estaba realizada en resistente madera y se remataba con una punta de hierro. Para facilitar su manejo, la parte central del asta era engrosada con tiras de cuero, lo que proporcionaba mayor acierto en el lanzamiento. La lanza era la pieza clave de la ofensiva hoplita, convirtiéndose en el arma helénica por excelencia. Para evitar su desgaste, la lanza se guardaba mientras no se usaba en un estuche especial. Cuatro eran los instrumentos defensivos del hoplita. El escudo (hoplon) era la principal arma defensiva. De constitución circular, su diámetro medía casi un metro. El armazón que lo constituía era de madera, cubriéndose la superficie externa con una protección de cuero o, en ocasiones, de bronce. En el centro del escudo se colocaba un adorno de metal, normalmente figuras protectoras. El escudo podía estar decorado con motivos grabados o pintados. La tenacidad en el combate venía simbolizada por el escudo; arrojar el escudo era sinónimo de cobardía y traición ya que se debilitaba la formación. Una coraza o peto llamado thorax protegía el pecho del hoplita. Generalmente estaba constituida de dos placas metálicas de forma cóncava que dejaban al descubierto los brazos, llegando hasta la cintura. El material con el que se realizaba la coraza era habitualmente bronce pero también se fabricaron corazas de cuero y grueso lino, reforzadas con placas metálicas. La parte inferior del tronco era protegida por tiras de cuero que colgaban de la cintura, alcanzando hasta los muslos. Un casco metálico protegía la cabeza del hoplita, acolchándose su interior con un forro de fieltro o cuerpo. Existían diferentes tipos pero por lo general presentaban forma cónica o aguda. Una retrovisera que se prolongaba por detrás protegía la nuca. Las grebas eran unas canilleras de metal que se colocaban en las piernas para proteger desde la rodilla hasta los tobillos, mientras que sandalias o borceguíes de cuero cubrían los pies del soldado. Ya que el equipo era pesado, el hoplita debía salir al campo de batalla ayudado por un auxiliar, habitualmente un esclavo.
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El final del periodo Intermedio Temprano Clásico es la consecuencia de un proceso de integración cultural entre las diferentes culturas que se habían regionalizado durante siglos en los Andes Centrales. Tal vez el cambio más llamativo es aquel que define el paso desde los estados teocráticos, que se agotan en su dinámica y expansión, a otras formaciones políticas cuyas bases son económicas y militares. Si la etapa anterior se caracteriza por una evolución desigual de los procesos culturales, a partir del siglo VIII se inicia una unificación cultural que servirá para establecer este Horizonte Medio, el cual ha sido datado entre el 500 y el 1.000 d.C. Esta gran complejidad cultural se expande poco a poco a los Andes Septentrionales, que inician su etapa de Integración Regional, con la formación de jefaturas y de sociedades rurales complejas. Los desarrollos culturales más notorios en esta región son Balao, Atacames, Manteño o Huancavilca y Milagro-Quevedo. Muy desconocida aún es la región del norte de Ecuador y sur de Colombia. En cuanto a los Andes Meridionales, se mantienen en una organización sociopolítica de tipo tribal. El agente que hace eféctiva esta unificación es Huari, una gran ciudad situada sobre una inmensa meseta volcánica a 725 km al noroeste de Tiahuanaco, y a 25 km al norte de la ciudad de Ayacucho. El centro urbano ocupa una extensión cercana a las 300 Ha, y estaba dominado al menos por un templo rodeado por un impresionante muro -Ushpa Qoto-, fuera del cual se emplazó una extensa área residencial con edificios multifamiliares. Algunas de las casas de tales edificios tienen más de una habitación y fueron construidas a base de adobe y lajas de piedra y recubiertas con estuco. El patrón general residencial consistió en edificios rectangulares rodeados por altos muros de piedra, que se organizaron en conjuntos y éstos a su vez en sectores. Tales sectores incluían templos, residencias administrativas y palaciegas, casas, talleres de especialistas y otros rasgos que definen la vida urbana. Es muy posible que cada sector estuviera ocupado por segmentos de población emparentados y que tuvieran una misma especialización en el trabajo. Algunos de ellos, como Capilla Pata y Cheqo Wasi manifiestan la jerarquización interna existente en el centro, que llegó a ser uno de los más importantes del área andina durante la etapa prehispánica. En unos y otros se encontró un complicada red de canales semisubterráneos, a veces asociados a piedras labradas y petroglifos, que solucionó el abastecimiento de agua a la ciudad, la cual procedía de unas lagunas situadas a unos 10 kms. del centro. La ciudad se levantó sobre una zona limitada en cuanto a recursos, en la cual la actividad básica fue la agricultura, aunque la aridez general del terreno hizo que tuviera que ayudarse con una complicada red de canales, y poco a poco el sistema productivo se fue elaborando sobre una base hidráulica. La caza y el pastoreo -se han encontrado multitud de corrales con cercos de piedra en el asentamiento- debieron completar el sistema productivo del centro. Dada la precariedad de este sistema, Huari se vio obligado a establecer relaciones comerciales con sus alrededores más inmediatos y con estados más alejados. En su entorno se han localizado diez pueblos jerarquizados entre Ayacucho y Huanta, los cuales debieron ser conquistados por Huari como consecuencia de la presión demográfica sobre sus escasos recursos. En Chanchopata, un sitio cerca de Huari que parece haber sido un santuario religioso, se encontraron urnas funerarias decoradas con la imagen del Dios de los Bastones, lo cual es indicativo de las relaciones con Tiahuanaco, que pudo introducir en el área los conceptos religiosos del Titicaca. También se mantuvieron relaciones con Nazca, como manifiesta la incorporación de los diseños de esta cultura a la cerámica local, dando lugar a un estilo denominado Chukipampa. Con el tiempo, tal estilo se fue distribuyendo desde Huari al valle de Nazca, la sierra norte y la costa norte y central, pudiendo reflejar la conquista de estas regiones por parte de Huari hacia 700 d.C. Para disponer de una comunicación rápida y eficaz con los territorios conquistados, Huari desarrolló un sistema vial muy complicado el cual, al menos en lo que respecta al Chinchasuyu, pudo ser un precedente para el sistema de dominación inca. Todas estas zonas fueron integradas en un gran estado centralizado, que construyó en ellas enormes unidades arquitectónicas consistentes en conjuntos de paredes de adobe rectangulares, los cuales pueden ser encontrados tanto en los valles costeros como en la sierra, Piqillacta, en la cuenca del Cuzco y en Viracocha Pampa. Sus funciones fueron administrativas, pero también sirvieron como graneros y sitios de control. Poco a poco Huari se fue transformando en un gran estado imperial que se extendió desde Cajamarca y Lambayeque al norte de Arequipa hasta Cuzco por el sur. La relación entre Tiahuanaco y Huari es aun hoy día bastante desconocida: ¿fueron capitales de sendos imperios con orientación diferente (la primera hacia el sur y la segunda hacia el norte) o capitales duales de un mismo imperio, tal como lo fueron en un determinado momento Cuzco y Quito? Algunos arqueólogos sostienen que Huari se creó como una colonia de Tiahuanaco, que después se hizo independiente y creó un imperio, pero otros abogan por su autonomía desde el momento de su fundación. Tiahuanaco controló su territorio por medio de un modelo de colonización y de trueque intensivo con las zonas del desierto; mientras que Huari se expandió hacia el norte, fundamentando su imperio en el tributo y en la mano de obra conquistada. Bajo su poder, los antiguos centros ceremoniales conquistados tuvieron que transformarse, especializándose en talleres de manufacturas basadas en los productos estratégicos que ellas controlaban. Hacia el siglo X d. C. se inicia la decadencia de Huari, la cual originó de nuevo la regionalización de las culturas, un fenómeno similar al ocurrido durante el Intermedio Temprano. Algunas culturas continúan siendo urbanas y complejas, pero en otros casos hay un retroceso hacia formas rurales, en particular en la sierra central. Hacia 900 d. C. están instalados tres grandes estados en los Andes Centrales: Pachacamac en la costa, Lambayeque en el norte, donde se hace muy popular el estilo Sicán que fue independiente en relación con Huari, y en los valles de Casma y Chicama donde se distribuyó la cerámica Blanco-Negro-Rojo correspondiente seguramente a un estado regional aún mayor que el de Sicán. La impronta del imperio Huari cambió de manera radical las culturas del área peruana. Fue una transformación social, política y religiosa más que tecnológica. Sin embargo, los efectos económicos fueron probablemente mayores, ya que en esta etapa el control del estado sobre la distribución de alimentos a una escala regional, con sus almacenes, calzadas, guarniciones, estaciones de control, etc., preconiza el desarrollo incaico, que tuvo fortísimas raíces en el Horizonte Medio.