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Las típicas escenas de aldeanos flamencos van a ser protagonistas de algunas obras de Rubens, aunque será más tarde David Teniers el que las popularice. Un grupo de hombres y mujeres de la campiña flamenca danza al son de la música de un flautista que se ha subido al árbol. Un perro refuerza el ritmo frenético de la composición corriendo alrededor de los aldeanos. Posiblemente se trate de una de las escenas más frescas y alegres de las que pintó el maestro, iluminada por una luz de atardecer que inunda todo el escenario. Los escorzos de las figuras, vestidas con ropajes de vivos colores, son marca característica de Rubens, el mejor pintor del Barroco Flamenco que influirá en la mayor parte de los artistas de su tiempo, especialmente en España donde estuvo en dos ocasiones. El realismo con el que ha captado el momento hace que los espectadores se animen a integrarse en la danza, participando así de la fiesta a la que el pintor nos invita. La Kermese del Louvre también responde a las características de esta gran obra, en la que observamos un interesante contraste con el Jardín del Amor.
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Para ejecutar la mayor parte de sus obras, Rubens realizaba un amplio número de dibujos, bocetos y estudios preparatorios. Por desgracia, la mayoría de estos estudios ha desaparecido pero en las escasas muestras que han quedado -como este dibujo que contemplamos conservado en el British Museum de Londres- se puede apreciar claramente la forma de trabajar del maestro. En la danza de campesinos encontramos, posiblemente, un estudio de los bailes que aparecen en la Kermesse, una de las escasas escenas de género para la que toma como fuente la pintura de Brueghel el Viejo y Tiziano. Con rápidos y vibrantes trazos, Rubens aporta el movimiento frenético de la danza, asemejándose al croquis de un coreógrafo, ofreciendo diferentes puntos de vista y perspectiva. La vitalidad extraordinaria contenida en el dibujo se refuerza al ocupar toda la superficie del papel, interpretando el movimiento de manera casi insuperable.
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El cuadro que contemplamos podría formar parte de la serie que en 1676 el capitán don Juan José de Bárcena encargó a Valdés Leal para un gran salón de su casa en la que se narraría la vida de san Juan Bautista.Según cuenta San Mateo (14,3-12) "al llegar el cumpleaños de Herodes bailó la hija de Herodías en presencia de todos; y tanto agradó a Herodes que prometió con juramento darle cuanto pidiese. Ella entonces, instigada por su madre dijo: "Dame aquí en un plato la cabeza del Bautista". El rey se entristeció, mas por los juramentos y los convidados, ordenó que se la dieran y envió a decapitar en la cárcel a Juan". De esta manera se cumplía la venganza de Herodías.Valdés Leal presenta la escena de la danza en un palacio renacentista, con los comensales alrededor de la mesa y Salomé en una sensual danza que provoca las lascivas miradas de algunos invitados. Herodes dirige su mirada complaciente a la joven mientras que Herodías muestra cierto gesto sarcástico reflejando la satisfacción que le produce la próxima muerte del Bautista. Todos los personajes están ataviados a la moda del Barroco, vistiendo elegantes trajes. Incluso la propia Salomé toca una castañuela que hispaniza su danza. Un potente foco de luz que entra por el gran arco del fondo llena el salón del banquete para destacar de la penumbra del fondo a los comensales y especialmente a Salomé, cuyo grácil cuerpo vestido en tonos rojos y verdes es el principal reclamo visual empleado por el maestro. Las pinceladas rápidas y vibrantes aumentan la sensación atmosférica que Valdés Leal crea en la escena, situándose en las cercanías de la escuela veneciana e incluso de Rembrandt con este trabajo, uno de los más sensuales de su producción.
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La Danza macabra o Danza de la muerte era un tema muy familiar en la Edad Media. En una época con períodos cíclicos de hambrunas, sequía, peste y otras enfermedades endémicas, la población era diezmada con frecuencia y los sermones en las iglesias enfrentaban diariamente la vida con la muerte y los tormentos del infierno. La Danza de la Muerte remite a un concepto cristiano según el cual la muerte iguala a todos los estamentos de la sociedad, por mucha diferencia que hubiera habido en vida. Todos han de morir y perder sus dignidades y sus placeres.Ese es el tema del grabado. Al son de uno de los esqueletos otros bailan con aspecto grotesco, sin carne sobre los huesos y unos puñados de pelo en el cráneo. Un tercero está descomponiéndose y juega con sus intestinos, enrollados en la mano. El músico provoca la resurrección de otro esqueleto de la tumba, devorado por los gusanos.
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Durante el siglo VI fue muy abundante la producción de dípticos en marfil, que constaban de dos o más tablas de marfi unidas por charnelas metálicas. Normalmente, la finalidad de los mismos era conmemorar algún acontecimiento tanto civil como religioso o militar. En este caso, se trata de un detalle de la tabla que ilustra el comienzo de los juegos, inaugurados por el cónsul. Esta bailarina y otra figura similar, flanquean la figura de Flavius Anastasius mientras que en la zona inferior encontramos los portaestandartes con los caballos.
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Para la decoración pictórica de las tumbas se utilizaba la técnica al fresco: en primer lugar se dibujaba el contorno de las figuras sobre una capa de revoque y posteriormente se rellenaba la superficie con los colores correspondientes. Esta imagen pertenece a la Tumba de las Leonas en Tarquinia, donde se representa un banquete funerario como escena principal, y alrededor de ella todo tipo de festejos, como el baile. La danzarina lleva un traje jónico con el correspondiente tutulus cubriendo la cabeza que, por otro lado, nos recuerda a la elegancia de las damas de Creta.
termino
acepcion
Figurillas típicas de Oaxaca -Mesoamérica- que representan a hombres desnudos y están talladas en los muros de piedra. Algunos aparecen muertos y otros con sus órganos sexuales mutilados, como si hubieran sido vencidos.