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La sala capitular del convento de San Marcos era el lugar donde se reunían a diario los frailes dominicos, con lo que la figuración de la Crucifixión parece el motivo más convincente para la contemplación y educación en las Santas Escrituras de todos los habitantes del convento. La monumental representación se situaba en la pared del fondo de la sala, bajo la bóveda esquifada, con lo que era lo primero que se veía al entrar. El episodio tiene un marcado carácter narrativo y una gran cantidad de personajes, poco habitual en los frescos de Fra Angelico para San Marcos. Se presentan santos de todos los tiempos, para vincular a los frailes de todas las congregaciones en la adoración y compasión del Cristo crucificado. Centra la composición la anatomía de Jesús en la cruz, flanqueado por los otros dos ejes verticales con las figuras de los ladrones. A partir de aquí, los personajes se distribuyen en la línea horizontal de la composición. El grupo de la izquierda lo componen San Cosme, San Damián, San Lorenzo, San Marcos y San Juan Bautista. Llama la atención de este núcleo, la expresión de angustia de uno de los santos médicos, en el extremo, la mirada de San Marcos hacia el exterior de la pintura que, sentado, señala su Evangelio, y la actitud del Bautista, que hace de nexo de unión con el grupo siguiente, el de las santas mujeres que asisten a María, al cual señala. En el lado derecho se presentan, arrodillados, a Santo Domingo, San Jerónimo, San Francisco de Asís, San Bernardo de Claraval, San Juan Gualberto y San Pedro Mártir. Como apéndices verticales creando espacio, detrás de éstos y de pie, San Ambrosio, San Agustín, San Benito, San Romualdo y Santo Tomás de Aquino. La escena presenta una luz potente pero armoniosa, al igual que los colores, que todos responden a una misma gama muy suave. Las figuras se muestras separadas, recogidas, sin apenas relación entre ellas. Pero cada una expresa en soledad el tema fundamental de la obra: la compasión ante el Cristo muerto. Decorando los límites de la escenas, en la faja del arco, figuran sibilas y profetas con filacterias que explican el significado teológico de lo representado, mientras que en la base de la pintura, una línea de medallones presenta a santos dominicos en diferentes actitudes. El fresco es un auténtico catálogo ejemplificador utilizado por Fra Angelico para remover la conciencia del espectador y exhortarlo hacia la reflexión de la vida contemplativa.
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Formado en la cosmopolita Nápoles donde llegaban numerosas tablas flamencas, Antonello da Messina va a aplicar las características del norte a su producción, desarrollando un estilo personal que tendrá gran influencia en Venecia, donde trabajará entre 1474 y 1476. Esta Crucifixión pertenece a ese periodo veneciano al igual que el San Sebastián. El dramatismo de las figuras de los ladrones -retorcidas y dolientes sobre troncos de árbol- contrasta con la serenidad del Cristo en la cruz, la Virgen y san Juan Evangelista, formando una Deesis. La escena se desarrolla sobre un amplio paisaje en el que analiza hasta el más mínimo detalle, mostrando su interés por la perspectiva y la influencia de la pintura flamenca. Sobre las colinas y el mar se contrapone un cielo plomizo y vacío que sirve para recortar las figuras de los crucificados, envueltas en un efecto atmosférico que tendrá considerable influencia en la Escuela veneciana.
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Las escenas de la Pasión de Cristo serán muy demandadas por la piadosa clientela toledana, existiendo en el catálogo de El Greco un buen número de imágenes relacionadas con esta temática, encabezadas por la Crucifixión. La enorme cruz se presenta en primer plano, sujetando el alargado cuerpo de Cristo sujeto con tres clavos, según la tradición gótica, para otorgar un mayor dinamismo a la figura, recurso habitual de la pintura manierista. A los pies de la cruz encontramos varias calaveras y huesos, que se identifican como los restos de Adán, enterrado en el Gólgota, uniendo así los dos padres de la Humanidad, terrenal y espiritual. Al fondo, la ciudad de Toledo con sus monumentos más importantes: el puente de Alcántara, la catedral, la capilla del Ochavo, etc. en una prefiguración de la Jerusalén celeste. A esa ciudad se dirige un grupo de figuras a pie y a caballo. El cielo negro con amenazadoras nubes sirve para recortar el escorzado cuerpo de Cristo, correspondiendo a los relatos de los evangelistas. Jesús eleva su cabeza al cielo, mostrando el lado humano de Dios y uniendo espiritualidad y humanidad en una misma figura. Sobre su cabeza aparece una cartela escrita en tres idiomas: latían, hebreo y griego. La pincelada empleada por Doménikos es rápida y empastada, se aleja de los detalles y modela a través de luz y color siguiendo a la Escuela veneciana. Algunos especialistas consideran que seguiría modelos de Tiziano admirados por el cretense durante su estancia en Venecia y en El Escorial. También se cree obra de colaboración entre El Greco y Jorge Manuel, bastante habitual en los últimos años del artista. El estilo espiritual de Doménikos alcanza su máxima expresión con esa figura alargada en escorzo, cuyos músculos parecen husos de hilar, teniendo aún como referencia lejana a Miguel Ángel.
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Este fresco de la Crucifixión decoraba la última celda del ala norte del convento de San Marcos. La escena es correlativa a la de la anterior celda, la 36, donde se escenificaba a Jesús siendo clavado en la cruz. Aunque remite a la pintura que decoraba la sala capitular del convento con el mismo tema, esta Crucifixión se presenta de menores pretensiones que aquélla. De ahí la resolución más sucinta y el menor número de personajes. El eje argumental de la escena está presidido por el bloque central del madero con el Cristo muerto. Franqueándolo, Dimas y Gestas. A diferencia de la Crucifixión de la sala capitular, Jesús dialoga con Dimas que, arrepintiéndose, alcanzará la Gloria del Paraíso. En la parte baja de la escena, San Juan se tapa la cara lleno de desolación, María mira impotente hacia su hijo, Santo Domingo abre los brazos como trasunto de la cruz y, en la esquina, Santo Tomás, arrodillado, reflexiona sobre el libro que porta en sus manos. La calavera de primer plano, bajo el montículo desde donde se levanta la cruz, ejemplifica la Muerte de Cristo. La figuración explícita proyectada por Fra Angelico cumple ampliamente su cometido: hacer partícipe al contemplador del dolor del sacrificio de Cristo y reflexionar sobre el episodio narrado en las Santas escrituras. Por eso la escena se muestra vacía de detalles anecdóticos, amplificando de esta forma la potencia contemplativa de lo representado.
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La Crucifixión es el punto culminante del ciclo de la Pasión pintado por Tintoretto en la Sala dell'Albergo de la Scuola Grande di San Rocco. Se trata de un enorme lienzo que ocupa por entero la pared frente a la entrada a la estancia. En la esquina izquierda del lienzo se halla una cartela, junto a la pata del caballo, en la que se lee la firma del autor y la fecha de ejecución. Tintoretto recibió por esta obra 250 ducados y obtuvo una importante fama entre sus contemporáneos, tal y como atestiguan los numerosos grabados existentes. Para su ejecución, Tintoretto realizó un buen número de dibujos preparatorios e incluso bosquejó un amplio boceto en la tela definitiva, como se ha puesto de manifiesto en las recientes restauraciones. El centro de la escena está ocupado por el Cristo crucificado, recortado ante un plomizo cielo que augura tormenta. Bajo el Salvador encontramos un abigarrado grupo de dolientes presidido por las santas mujeres, como si de la base de la cruz se tratara, destacando entre ellos el perfil de san Juan y de la Magdalena. De la figura de Cristo parecen partir líneas radiales a través de las que se organiza la composición, distribuyéndose en ellas las figuras, creando una estructura muy organizada a pesar del aparente desorden. Gracias al claroscuro empleado, los grupos de soldados y de crucificados adquieren mayor volumetría, tomada de Miguel Ángel, y los colores se hacen más brillantes, predominando los rojos. El efecto conseguido por Tintoretto es difícilmente superable, creando una de las mejores escenas con esta temática de la Historia del Arte.
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De fuerte contenido narrativo, esta Crucifixión destaca por su deseo de fidelidad a la historia sagrada y por la constitución de un espacio en profundidad bien constituido, que deja toda la fuerza expresiva a los grupos que informan el suceso de la Muerte de Cristo. El eje composicional está constituido por el Crucificado en el madero, al que flanquean las cruces del buen y del mal ladrón. En la figura del Cristo muerto Fra Angelico muestra sus conocimientos de anatomía y su habilidad pictórica para expresar las calidades de las telas: de extremosa transparencia es el paño de pureza que cubre el cuerpo de Cristo. En el lado del buen ladrón, se sitúan, en primer término, un grupo de figuras de santos que asisten a la desconsolada María; del lado de Gestas, a la derecha, unos soldados en diferentes planos de profundidad y posturas, que ayudan a la sensación espacial. Si en la Crucifixión del altar mayor de San Marcos se escenificaba el episodio ambientado en un fondo neutro, Fra Angelico coloca en esta ocasión el suceso en un marco naturalista al aire libre, en donde la orografía del terreno se presenta vacía de elementos y detalles. En todas las escenas que figuran en el Armario de la plata, Fra Angelico se esforzó por situar convenientemente las acciones en un lugar que determinara su mejor ejemplificación. El episodio de la Crucifixión destaca precisamente por el correlato entre el motivo representado y el espacio que ocupa.
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Formado junto a Piero della Francesca, Luca Signorelli interpretará de manera correcta en esta escena la perspectiva a través de un nutrido grupo de personajes integrado alrededor de las tres cruces. La mala conservación del fresco no permite apreciar en su integridad el bello conjunto en el que también hay una referencia a Ucello en los caballos. La monumentalidad de las figuras y la sencillez han sido inspiradas por Piero aunque también encontremos ecos de los Pollaiolo en las poses violentas y en las posturas escorzadas, aportando un dramatismo que sólo será superado en la catedral de Orvieto.