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Personaje Militar Político
La ejecución de Lamoral de Egmont fue uno de los mayores errores políticos cometidos por el duque de Alba en el sometimiento de los Países Bajos. Lamoral era un prestigioso soldado que había participado con éxito en numerosas campañas, destacando en las victoriosas batallas de San Quintín y Gravelinas. En agradecimiento, Felipe II le nombró comandante general de Flandes y consejero de Estado. Desde sus cargos se manifestó en desacuerdo con la política centralista que se desarrolló en la provincia, ejerciendo una importante labor mediadora entre los calvinistas y la gobernadora Margarita de Parma. Sin embargo, fue tomado como cabeza de turco para descargar las culpabilidades de la rebelión calvinista de 1566, siendo detenido al año siguiente y acusado de alta traición, por lo que fue ejecutado en la plaza mayor de Bruselas. Hubiera sido más acertado que Egmont continuara con su labor mediadora pero el de Alba apostaba fuerte por la represión.
obra
.Don Carlos Gutiérrez de los Ríos y Sarmiento fue el VII Conde de Fernán Nuñez, consiguiendo el 24 de septiembre de 1817 elevar su rango nobiliario a Duque. También ostentaba los títulos de Marqués de Castell Moncayo y de la Alameda y Conde de Barajas y de Villanueva de las Achas. Contrajo matrimonio en 1798 con María Vicenta Solís Lasso de la Vega, Duquesa de Montellano y del Arco, emparentándose así dos importantes ramas de la nobleza española. No fue un matrimonio feliz como atestigua el testamento de don Carlos, en el que dice que la única mujer a la que amó fue doña Fernanda Fitz James Stuart a la que conoció durante su estancia como embajador en Londres. El Conde aparece de cuerpo entero, vestido con un traje popular con capa y sombrero ancho. La figura se sitúa ante un paisaje, influencia de los retratistas neoclásicos ingleses que Goya admiró en esos momentos, aunque también se podrían encontrar ecos de Velázquez. Los tonos blancos y negros dominan el conjunto donde destaca el rostro de don Carlos, mirando de reojo hacia la izquierda. La pincelada empleada por el pintor presta atención a las calidades de las telas o la piel de las botas, haciéndose más empastada y rápida a medida que pasa el tiempo.
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Don José Moñino nació en Murcia en 1728; inició su carrera legislativa en Murcia y Salamanca, entrando en contacto con importantes personajes que le permitirán el acceso al Consejo de Castilla en 1766 como fiscal de lo criminal. En sus primeros casos impondrá su política regalista en defensa de las prerrogativas regias, especialmente en los conflictos con la Iglesia, siendo uno de los impulsores de la expulsión de los jesuitas de España en 1767, lo que motivó su nombramiento como Conde de Floridablanca. Nombrado embajador en Roma, sus éxitos motivaron su ascenso a primer Secretario de Estado, cargo en el que permanecerá 15 años hasta que fue retirado por Carlos IV. Caído en desgracia en 1792, se retiró a su ciudad natal hasta 1808 al ser nombrado presidente de la Junta Suprema Central durante la Guerra de la Independencia. No pudo disfrutar mucho de su cargo ya que falleció en Sevilla el 30 de diciembre de ese mismo año. Cuando Goya le retrató estaba en la cumbre de su poder, presentándolo de pie, ciertamente distante y dirigiéndose al pintor que le presenta un cuadro. Tras el Conde encontramos otro personaje -quizá el arquitecto Ventura Rodríguez diseñando los planos del Canal de Aragón que vemos esparcidos por el suelo-, una mesa cubierta con un verde tapete sobre la que se muestra un elegante reloj dorado que marca las diez y media y en la pared cuelga un retrato oval de Carlos III. Gruesos cortinajes cierran el espacio a excepción de la zona izquierda donde parece abrirse una ventana. Don José viste elegante traje en terciopelo rojo, chaleco y chorreras blancos, medias de seda, zapatos con hebillas doradas y la banda de la Orden de Carlos III cruzándole el pecho. Su inteligente rostro mira atentamente hacia el espectador, con cierto orgullo de su cargo. Los bordados y encajes de los trajes han sido perfectamente interpretados por un Goya que quiere hacer méritos y conseguir abrirse camino entre los nobles madrileños que pronto empezarán a encargarle retratos. Pero el maestro aragonés no olvidará mostrar también la personalidad de sus modelos, convirtiéndose éste en un rasgo identificativo de los retratos goyescos. El ambiente en el que se desarrolla la escena está excelentemente interpretado, existiendo cierta influencia de Velázquez al que el joven aragonés admira.
obra
Existen ciertas dudas sobre la autenticidad de este retrato, al ser considerado por algunos especialistas original de Goya mientras que otros opinan que es obra del taller. Bien es cierto que este lienzo, donado al Museo del Prado en 1974 por el Marqués de Casa Torres, ofrece una técnica bastante relamida y detallista, ajena a la que el maestro aragonés mostraba por aquellas fechas - vease el retrato de Cornelio Vandergoten -. La manera de situar a la figura en el espacio no es tan perfecta, al delimitar las líneas del suelo, las molduras de la pared o el cortinaje.El Conde de Floridablanca, al que vemos vestido con un traje verde azulado y portando la banda y la insignia de la Orden de Carlos III, es el máximo representante de la Ilustración española, participando en el gobierno de la Nación como Ministro de Estado, tanto con Carlos III como con su hijo Carlos IV, hasta que fue sustituido por el Conde de Aranda en la jefatura estatal.La esbelta figura del gobernante ocupa la mayor parte del lienzo, mostrándonos su carácter en el rostro, especialmente en los ojos, a pesar de que parece una mirada algo forzada, avalando de esta manera que se trataría de una obra del taller. Floridablanca fue uno de los primeros promotores del arte de Goya, realizando varios encargos de importancia, entre ellos un lienzo para la decoración de una capilla de la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid.
Personaje Militar Político
Siguió la carrera militar y a los 20 años participó en la guerra de sucesión austriaca. Sus éxitos militares le llevaron al nombramiento de capitán general de Cuba en 1763. Realizó una interesante labor de reorganización del Ejército y fortificó La Habana después del sitio sufrido por la ciudad. Regresó a España y fue nombrado capitán general de Cataluña y secretario de Guerra por Carlos III.
Personaje Político
Detentó el condado de Monterrey y fue señor de Viedma y de Ulloa. Estuvo al servicio de Felipe II y participó en las campañas de Portugal. En 1595 le nombraron Virrey de Nueva España. Su proyecto consistía en agrupar a los indios en localidades. Esta idea fue aprobada por la Corte y para su cumplimiento se creó un organismo denominado Sala de Congregaciones. El conde de Monterrey trabajó en la colonización y la implantación de indios en territorio americano, pacificó a los Chichimecas y se dirigió a California para ocupara la zona Norte, creando Monterrey. Su siguiente destino fue Perú, donde recibió el título de Virrey.
obra
Un año antes de morir, Ingres terminó este audaz retrato del conde de Nieuwerkerke. Durante toda su carrera había efectuado por encargo y por motu propio diversos retratos dibujados, que gozaban del mismo aprecio entre su público que aquellos pintados al óleo. Ingres era muy minucioso en su técnica y luchaba horas si era preciso con el modelo para que ofreciera la pose deseada, que ofreciera a un tiempo intimidad y elegancia. A lo largo de su carrera se había limitado al lápiz de mina de plomo para acabar los dibujos, pero en los últimos años introdujo la tiza y el pastel. De este modo, con tan sólo unos toques blancos o rosados conseguía dar brillantes golpes de luz a la figura, que la hacían destacar en volumen. Este retrato constituye un ejemplo de esta técnica, que acentúa sólo el forro del abrigo, la pechera, la condecoración y la mirada del modelo.
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El autor de este óleo se caracteriza por su Manierismo extremo, que le lleva a superar ampliamente en sus obras las leyes de la perspectiva o la proporción. En este caso, sin embargo, el genio del pintor se ve sujeto a la necesidad del cliente, que pide un retrato. El estilo exaltado de Parmigianino se ve de esta manera contenido por las normas de la fidelidad al retratado. Aun así, no puede desprenderse de ciertos rasgos personales. El modelo aparece algo deformado en altura, mucho más estilizado de lo que la proporción de su cuerpo haría suponer. La desproporción en beneficio de la estilización se ve mucho más acentuadamente en la pequeña escultura que está a su derecha. El modelo está ricamente ataviado, con una capa ribeteada en pieles y unas calzas de seda con acuchillados. Otro signo de su poder es la espada, de la cual tan sólo asoma el puño. Este rasgo, junto a los libros que se apoyan en el alféizar de la ventana, le convierten en el hombre de armas y letras que el Renacimiento idealizó. Tanto la pose como la actitud del conde son sumamente elegantes y distanciadas del espectador. El conde mira a lo lejos con los ojos entornados, con un gesto muy serio. La mano, de largos y finos dedos, se apoya suavemente en su cinturón. La figura, pintada en tonos muy cálidos y oscuros, se recorta contra un dosel de fondo, que hace las veces de telón impidiendo que la mirada se desvíe del personaje, excepto en aquel punto en que la distracción añade información sobre la personalidad del noble: su afición a la lectura y al coleccionismo de arte.