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Las enseñanzas de Caravaggio calaron hondo en las comunidades de artistas italianos y extranjeros afincadas en Roma durante el siglo XVII. Honthorst fue uno de estos pintores, junto a Terborch, desplazados a Roma y entusiastas seguidores de las enseñanzas de Caravaggio: color exuberante, contrastes de luz y sombra, uso audaz de la luz y protagonistas tomados directamente de la calle, de un mundo marginal y lleno de aventuras que terminó con la vida del maestro. Honthorst ha pintado una escena de carácter marcadamente teatral. Nosotros podemos ver el palco desde abajo, iluminado por las luces de las candilejas y enmarcado en cortinones de terciopelo rojo. A la barandilla se asoman una serie de saludables mujeres, de carnes espléndidas y atractivo color, vestidas de seda y con plumas en la cabeza. Cantan y sonríen seductoramente. Son prostitutas romanas acompañadas por cupidos, dioses del amor con una corona de laurel que ciernen sobre el espectador invitándonos a participar en la juerga.
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La relación de Tiziano con la música será muy estrecha, especialmente en las obras de la primera década de 1510 como el Concierto campestre o este Concierto que contemplamos. Tiziano era un buen tañedor de laúd y algunos especialistas relacionan este trabajo "como la representación de una comunidad espiritual vivida a través de la experiencia musical " (Morán Turina). Otros estudiosos consideran que se trataría de una representación de las tres edades del hombre.El maestro centra toda su atención en el cantor, el clavicembalista y el fraile dominico que sostiene una viola de gamba, recortando las figuras ante un fondo negro con el que dota de perspectiva a la composición, anticipándose a los trabajos que Caravaggio realizará en el Barroco. Los rostros del músico y del religioso están dotados de intensidad dramática que sintonizan con los retratos realizados por Tiziano en estos momentos -véase el Ariosto-. La influencia de Giorgione resulta significativa en un trabajo en el que la luz toma un papel fundamental en la composición, papel similar al que tendrá en las últimas obras como la Santa Margarita del Prado o la Piedad.
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En los primeros trabajos de Tiziano nos encontramos con una estrecha vinculación con la música. Era un experto músico que conocía perfectamente la viola, siendo retratado por Veronés tocando este instrumento en Las bodas de Canaá. En este Concierto campestre aparece un idílico paisaje en el que se integran un joven tañedor de laud y un pastor, acompañado de dos jóvenes desnudas. Una de ellas toca la flauta mientras la otra vierte agua en una fuente. El tema es tremendamente enigmático y algunos especialistas consideran que se trata de una descripción de la Arcadia (Wittkower) mientras que otros piensan que sería una alegoría de la fidelidad amorosa de los pastores ante la infidelidad aristocrática (Wethey). También se ha llegado a cuestionar la autoría, apuntándose a Giorgione como el posible autor. Y es que la vinculación entre Tiziano y el de Castellfranco en estos primeros años del siglo XVI es bastante estrecha, al menos estilísticamente.Las figuras se integran a la perfección en la naturaleza, ocupando el paisaje un papel fundamental en la composición. Ya no se trata de un elemento que se emplea exclusivamente para otorgar perspectiva al conjunto sino que ahora forma parte de esta composición. La naturaleza se convierte así en actriz relevante en la pintura. Las figuras reciben un potente foco de luz que crea efectos de claroscuro quedando el rostro del músico en penumbra. El resultado es una obra de gran belleza con la que Tiziano se sitúa en la cabeza de los artistas venecianos de su tiempo. Manet empleará este trabajo como fuente para su Desayuno en la hierba con la que romperá los esquemas de la pintura decimonónica.
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A finales del siglo XIX se cortó en dos el lienzo de la Anunciación destinado a uno de los altares laterales del Hospital Tavera. Surgió así este concierto angélico que no es una tabla independiente sino que forma parte del conjunto. Es la característica coronación de un Rompimiento de Gloria tan habitual en la pintura de El Greco, que muestra a los ángeles alrededor de un círculo, disponiendo alguno de espaldas como era tradicional en el Manierismo y sería en el Barroco. Las figuras son muy alargadas y con cabezas pequeñas, ya que Doménikos emplea un canon diferente al clásico. Los pesados ropajes de vivos colores ocultan la anatomía, suprimiendo la dependencia de Miguel Ángel que era apreciable en los primeros trabajos. Algunos especialistas consideran que en la obra existen retoques de Jorge Manuel y Félix Castelo, más apreciables en la parte inferior del encargo.
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Este óleo sobre tabla realizado por Mathis Grünewald en 1515 para el Altar Mayor de la iglesia de la abadía de San Antonio de Isenheim es considerado una de las obras maestras del arte alemán, y al mismo tiempo una obra polémica. Fue tomada como padigma del Expresionismo del siglo XX y rechazado como arte degenerado durante el nazismo. Durante la Revolución francesa, el convento de Isenheim fue desvastado y aunque la parte pintada del retablo así como la caja con esculturas de madera se ha conservado íntegramente, el marco se ha perdido casi completamente.
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Nuevamente Caravaggio posa para sí mismo. Reconocemos sus rasgos en el rostro girado hacia el espectador de la figura del fondo, casi en penumbra. El tema del lienzo es un concierto de música interpretado por un grupo de jóvenes amigos. Probablemente se trata de auténticos retratos de conocidos de Caravaggio, dado el extremo realismo que apreciamos en los rasgos de los personajes. El tema de la música comienza a ser frecuente en esos años. En su composición parece que el autor haya querido darnos una idea del ritmo musical a través del ritmo en la estructura con que coloca a los personajes: en efecto, las poses y situaciones de unos respecto a otros tiene una cadencia casi melódica. El joven de la derecha ofrece un fuerte tono claro por la iluminación potente que recae en su espalda. Ligeramente colocado en oblicuo, nos ofrece su parte posterior. El siguiente golpe lo encontramos en el rostro oscuro de Caravaggio, colocado en un segundo plano y a la sombra. Su pose se opone a la del primero en dirección y movimiento. A su vez, el muchacho del laúd nos da un contrapunto más, girado en contraposición con los otros dos jóvenes y plenamente iluminado. Por último, el adolescente que corta las uvas se opone al resto e incluye en su cuerpo una nota de luz y otra de sombra.
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La animada vida nocturna parisina fue recogida en sus lienzos por un buen número de pintores. Degas, Renoir, Manet y especialmente Toulouse-Lautrec nos trasladan al mundo de la bohemia y la farándula. La ópera, los Cafés concierto o el circo son símbolos para los artistas impresionistas y post-impresionistas, que quieren mostrar su mundo y alejarse de los temas académicos, ya en desuso. Con esta filosofía surge Concierto en el "Ambassadeurs", donde Degas recoge un momento de la actuación musical en uno de los locales de moda en las noches veraniegas. El "Ambassadeurs" estaba situado en los Campos Elíseos, al aire libre y era frecuentado por solteros de clase media, obreros, jóvenes damas en busca de aventuras, prostitutas y artistas, en especial pintores. Las cantantes elegían temas sentimentales o divertidas que atraían a una importante cantidad de público; incluso había un buen puñado de temas obscenos que llamaron la atención a los censores municipales. Éste es el ambiente que el pintor intenta transmitir en la escena: Degas integra al espectador en el espectáculo, entre las primeras filas del local, igual que ya había hecho en la Orquesta de la Ópera. De esta manera contemplamos en primer plano a varias mujeres de espaldas que siguen atentas el espectáculo; tras ellas, el foso de la orquesta del que sobresale el clavijero del contrabajo. Al fondo, el escenario donde las cantantes representan su número musical. Las ramas de los árboles y los globos de las farolas de gas nos recuerdan que estamos al aire libre. Las luces de la obra están perfectamente estudiadas, con una mayor luminosidad en el escenario mientras el primer plano queda en penumbra. El traje rojo de la cantante principal recibe un fuerte foco de luz que contrasta con su rostro, ocupando una zona de sombra. Los colores rojos, amarillos, azules y verdes han sido aplicados por el artista sobre el monotipo - un estilo de grabado - formado por tintas negras y espacios en blanco. Precisamente es el color rojo el que otorga ritmo a la imagen al estar distribuido por toda la superficie: el vestido, las flores de la cabeza de las demás cantantes o los sombreros de las mujeres de primer plano. El público, que contemplaba el número de pie, aparece de manera esbozada en la zona derecha de la composición.
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Toulouse-Lautrec se interesará por todo tipo de asuntos que se produzcan en la noche parisina, desde un concierto de ópera como el que contemplamos hasta la espera en el salón de un prostíbulo pasando por las actuaciones en los cafés-concierto o los bailes en los locales de moda. Esa faceta de "fotógrafo con los pinceles" como se le ha denominado tiene una ligera relación con Degas, el pintor impresionista que Henri más admiraba. En este concierto incluso encontramos el punto de vista empleado por Degas al situarse el pintor en la fila de butacas y colocar en primer plano los sombreros de las damas. El cantante está enmarcado por la batuta del director P. Vidal, el libreto que sujeta en sus manos y la figura de Ambroise Thomas que se ubica en el centro de la composición, escuchando atentamente la interpretación del ensayo de la ópera "Francesca de Rimini". La seguridad en los trazos es la principal característica de este bello dibujo publicado en "Le Rire" el 8 de febrero de 1886 dentro de una serie dedicada a los grandes conciertos de ópera.
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Entre 1830 y 1837 Turner visitará con frecuencia Petworth donde gracias a lord Egremont dispondrá de un taller. Tras el fallecimiento de su padre, el pintor londinense tendrá en Petworth el único lugar donde tomaba parte de la vida social: pescaba, cazaba, hacía excursiones, participaba en charlas literarias, escuchaba conciertos o asistía a fiestas. Esta intensa vida social será la temática de algunos de los cuadros pintados en estas fechas como este concierto que contemplamos, aunque algunos especialistas dudan sobre el asunto que recoge con sus pinceles Turner en esta tela. La escena se desarrolla en una habitación, cuyas hornacinas decoradas con paneles podemos contemplar al fondo. En primer plano observamos a una dama tocando el piano, dejando ver un estilizado cuello gracias al amplio escote del negro vestido. A su lado se intuye una figura vestida de blanco que se apoya sobre el piano y observa con rostro complacido a la concertista mientras tras ella otra figura femenina de perfil escucha atentamente. Una pintura en la zona derecha completa el conjunto. El ambiente que se consigue gracias a la luz tiene una clara vinculación con las obras de Rembrandt y algunos trabajos de Tiziano, interesándose el maestro londinense por los efectos atmosféricos que provocan una increíble sensación de abocetamiento en el conjunto. Petworth: el artista y sus admiradores también forma parte de estos trabajos.