Busqueda de contenidos

obra
Ubicado en el interior del recinto urbano, el circo de Tarraco representa la fase final del proyecto flavio de reurbanización del sector nordeste de la ciudad. La existencia del recinto amurallado republicano, del complejo forense y del tramo urbano de la Via Augusta determinó el aspecto formal del circo, edificio de dimensiones modestas (longitud: 325 m, ancho: 100/115 m; longitud arena: 290 m, ancho arena: 67/80 m), cuya construcción tuvo que resolver también una serie de problemas prácticos como era, por ejemplo, la articulación a través de sus bóvedas del acceso al foro provincial desde la ciudad. Adosado a la muralla en su extremo oriental y al muro de aterrazamiento del foro provincial por el norte, la principal fachada vista era la que corría paralela a la Vía Augusta. Esta presentaba una larga arquería, a doble nivel en el tramo central, articulada por lesenas cuyo orden desconocemos. A través de los arcos de fachada, bajo los que discurría un pórtico interno paralelo a la misma, se accedía a bóvedas ciegas, cuya función era meramente estructural, a bóvedas abiertas a la pista y a otras que, mediante escaleras, facilitaban el acceso de viae tectae, a la gradería septentrional y al foro anexo. En el sector oriental del circo, donde se conserva una parte importante del tramo curvo de las gradas, una puerta se abría en el extremo del eje longitudinal del edificio, conectando la pista con el exterior de la ciudad, mediante una puerta abierta en el paramento de la muralla. La gradería del lado norte, accesible desde la pista mediante puertas y escaleras ubicadas en el interior de algunas de las bóvedas, presentaba una doble escalinata, en disposición axial. Este sector monumentalizado del edificio, el único con revestimientos marmóreos, ha sido identificado con el pulvinar o tribuna y era, también, el acceso principal desde la plaza del foro, por lo que debemos pensar que jugaba un papel importante en las ceremonias ligadas a la celebración de los juegos.El monumento se halla en un excelente estado de conservación e integrado en las edificaciones contemporáneas, por lo que ha determinado la topografía actual de un sector de la ciudad. Gracias a ello conocemos sus características globales y detalles relativos a los accesos, al podio, a la arena, a las gradas, etcétera. Casi nada podemos decir del sector de las carceres y del eurypus o barrera que dividía la arena. Las estructuras del circo fueron realizadas alternando el uso de muros y bóvedas en opus caementicium (cimentaciones y estructuras portantes) con la utilización de grandes sillares (opus quadratum) para elementos determinados como el podio, los arcos de la fachada meridional o las carceres. Los muros que constituyen la estructura portante del edificio incorporan, en aquellos sectores que eran accesibles a los espectadores, paramentos de pequeños sillares (opus vittatum). El estado actual de la investigación permite afirmar que el circo fue construido en época de Domiciano, documentándose algunas reformas parciales del mismo en el siglo II d. C., época para la cual la epigrafía nos ilustra sobre la vida de dos aurigas, Euthyches y Fuscus, enterrados en la ciudad. Una profunda transformación generalizada del edificio se produce a lo largo del siglo V d. C., cuando algunas de las bóvedas se utilizan como viviendas y se forman basureros en determinados sectores de la pista. A pesar de ello, existen elementos suficientes para pensar que, al menos una parte del edificio, se utilizó para espectáculos (juegos teatrales y venationes), hasta el primer cuarto del siglo VII d. C.
obra
Se trata del mayor edificio para espectáculos construido en todos los tiempos. Se cree que su capacidad máxima debía ser aun mayor que la que le atribuye Plinio el Viejo (250.000 espectadores).
monumento
Se trata del mayor edificio para espectáculos construido en todos los tiempos. Durante mucho tiempo atrás en el mismo espacio donde está ubicado el Circo, se celebraban carreras de carros, pero fue durante el reinado de Augusto cuando adquirió una mayor importancia y monumentalidad. El emperador colocó allí el obelisco de Ramsés II procedente de Heliópolis y en el 357 éste fue sustituido, por orden de Constancio II, por el de Tutmosis III, de 32,5 metros de altura. Se cree que su capacidad máxima debía ser aun mayor que la que la le atribuye Plinio el Viejo (250.000 espectadores).
monumento
Ya en las afueras de la ciudad de Mérida, junto a la calzada que unía Emerita con Toletum, se construyó el circo, probablemente en época de Tiberio, con sus grandes dimensiones de más de 400 metros de longitud y de 100 de anchura. El aforo era de 30.000 espectadores. Fue excavado por Mélida y Macías en la década de los años veinte del siglo XX y todavía faltan partes del mismo por estudiar, aunque actualmente se recupera su cabecera tras la supresión de la antigua carretera de Madrid. Se conservan perfectamente las gradas, de al menos ocho filas, con puertas de salida a la arena. Probablemente existieron palcos en las zonas altas del graderío. Se conservan también las ruinas de los tribunales ubicados en la zona media del edificio, a los que habría que unir los que se situaron encima de las puertas principales: la porta triumphalis y la porta pompae. Junto a la porta triumphalis se encontraban las carceres o cocheras, en cuya excavación apareció una interesante inscripción conmemorativa de la restauración del edificio en los años 337-340. De la porta pompae, situada en el extremo opuesto, apenas quedan vestigios.En medio de la arena, la spina, de 8,50 metros de anchura y 223 metros de longitud, aparecía decorada con los elementos usuales: obeliscos, fuentes, estatuas, etc... En sus extremos se encontraban las metae.
monumento
Uno de los edificios civiles más importantes del mundo romano, el circo de Tarraco representaba la fase final del proyecto flavio de reurbanización del sector nordeste de la ciudad. Su aspecto formal vino determinado por la existencia del recinto amurallado republicano, del complejo forense y del tramo urbano de la Via Augusta. Por ello, se trataba de un edificio de dimensiones modestas (longitud: 325 m, ancho: 100/115 m; longitud arena: 290 m, ancho arena: 67/80 m), cuya construcción tuvo que resolver también una serie de problemas prácticos como era, por ejemplo, la articulación a través de sus bóvedas del acceso al foro provincial desde la ciudad. Adosado a la muralla en su extremo oriental y al muro de aterrazamiento del foro provincial por el norte, la principal fachada vista era la que corría paralela a la Vía Augusta. Esta presentaba una larga arquería, a doble nivel en el tramo central, articulada por lesenas cuyo orden desconocemos. A través de los arcos de fachada, bajo los que discurría un pórtico interno paralelo a la misma, se accedía a bóvedas ciegas, cuya función era meramente estructural, a bóvedas abiertas a la pista y a otras que, mediante escaleras, facilitaban el acceso de viae tectae, a la gradería septentrional y al foro anexo. En el sector oriental del circo, donde se conserva una parte importante del tramo curvo de las gradas, una puerta se abría en el extremo del eje longitudinal del edificio, conectando la pista con el exterior de la ciudad, mediante una puerta abierta en el paramento de la muralla. La gradería del lado norte, accesible desde la pista mediante puertas y escaleras ubicadas en el interior de algunas de las bóvedas, presentaba una doble escalinata, en disposición axial. Este sector monumentalizado del edificio, el único con revestimientos marmóreos, ha sido identificado con el pulvinar o tribuna y era, también, el acceso principal desde la plaza del foro, por lo que debemos pensar que jugaba un papel importante en las ceremonias ligadas a la celebración de los juegos.El monumento se halla en un excelente estado de conservación e integrado en las edificaciones contemporáneas, por lo que ha determinado la topografía actual de un sector de la ciudad. Gracias a ello conocemos sus características globales y detalles relativos a los accesos, al podio, a la arena, a las gradas, etcétera. Casi nada podemos decir del sector de las carceres y del eurypus o barrera que dividía la arena. Las estructuras del circo fueron realizadas alternando el uso de muros y bóvedas en opus caementicium (cimentaciones y estructuras portantes) con la utilización de grandes sillares (opus quadratum) para elementos determinados como el podio, los arcos de la fachada meridional o las carceres. Los muros que constituyen la estructura portante del edificio incorporan, en aquellos sectores que eran accesibles a los espectadores, paramentos de pequeños sillares (opus vittatum). El estado actual de la investigación permite afirmar que el circo fue construido en época de Domiciano, documentándose algunas reformas parciales del mismo en el siglo II d. C., época para la cual la epigrafía nos ilustra sobre la vida de dos aurigas, Euthyches y Fuscus, enterrados en la ciudad. Una profunda transformación generalizada del edificio se produce a lo largo del siglo V d. C., cuando algunas de las bóvedas se utilizan como viviendas y se forman basureros en determinados sectores de la pista. A pesar de ello, existen elementos suficientes para pensar que, al menos una parte del edificio, se utilizó para espectáculos (juegos teatrales y venationes), hasta el primer cuarto del siglo VII d. C.
contexto
Con este bagaje teórico esencial, podemos ya contemplar los monumentos propiamente dichos. Y comenzaremos con los circos, porque su variedad los convierte en el más claro ejemplo de cuanto venimos diciendo. Lo primero que cabe señalar es que, de los seis que se conocen, hay dos que pueden calificarse de obras populares, carentes de toda ambición arquitectónica. De ellos, el más sencillo es el de Mirobriga (Santiago do Cacém): apenas consiste en un simple espacio acotado como arena, rodeado por un tosco muro; sólo en el centro del costado derecho (al hablar de circos, la derecha o la izquierda se sitúan mirando desde las carceres, con la visión de los aurigas en el momento de comenzar la carrera) se aprecian restos de un posible tribunal judicum; el público en general se colocaría de pie o se sentaría en tierra, pues no se aprecian indicios de gradas. En cuanto a los detalles técnicos, las soluciones no pueden ser más rudas: la spina, que normalmente está algo sesgada para facilitar el paso de los carros, a la salida de las carceres, por la derecha de la meta secunda (el sentido de la carrera era el contrario al de las agujas de un reloj, como es sabido), aquí no muestra tal perfeccionamiento, y la linea de las carceres carece también de su inclinación característica, de modo que el carro de la izquierda salía con cierta desventaja; con tan defectuosa planificación, no es extraño comprobar que, dada la anchura de las carceres, allí sólo corriesen carros de dos caballos. El circo de Saguntum es mucho más perfecto, con su spina ya sesgada y sus aditamentos en correcta situación. Por desgracia, hoy se ha perdido casi por completo, quedando sólo restos de una puerta, pero se sabe que sus graderías eran de una sencillez extrema: una simple estructura de casillas en hormigón, coronada, por un entramado de vigas que sostenía unos bancos de madera. Lo curioso es que estos dos edificios, pese a su pobre concepción, son los más tardíos de nuestros circos: se fechan entre los siglos II y III d. C., y constituyen por tanto una muestra fehaciente de cómo se mantienen tradiciones en las ciudades pequeñas. Los verdaderos hallazgos a nivel de ingeniería o de arquitectura han de buscarse en los cuatro circos de estructura abovedada, o, por lo menos, en los tres que se pueden estudiar, pues el de Calagurris espera aún quien lo dé a conocer en detalle. Los circos de Emerita, Toletum y Tarraco son como tres hitos en su género a lo largo del siglo I d. C., y ya quien los viese desde fuera notaría sus claras diferencias: la fachada del primero, austera y cerrada, consistía en un muro de sillares animado tan sólo por falsas pilastras en relieve, y en el que se abrían, de trecho en trecho, arquitrabadas puertas; por detrás de él, y pegadas al muro, subirían escaleras hacia la parte alta de la gradería. En Toletum, en cambio, la fachada se convierte en una esbelta sucesión de arcos sobre finos pilares, interrumpida, de vez en cuando, por unos originales arcos triangulares de cemento, cuyos lados sirven de escaleras para la summa cavea, hecha en madera. En cuanto al circo de Tarraco, su fachada se ajusta al sistema de arquerías basado en el Tabulario, con falsas pilastras entre los vanos, lo que le daría un empaque y una elegancia desconocidos en el resto de la Península, aunque acaso un poco convencionales. Por lo que se refiere a la estructura interna, se aprecia la misma evolución: los edificios de Emerita y de Toletum apoyan su costado derecho en una ladera, pero, mientras que el primero aún combina una estructura hueca sobre cámaras cerradas con planteamientos propios de la estructura de compartimentos, el segundo es ya de estructura hueca pura. Y esta última solución, perfeccionada, es la que se usa en Tarraco, donde además se desprecia ostentosamente la colina del costado izquierdo, prefiriendo recortarla y después construir todo con hormigón. Por desgracia, no podemos, hoy por hoy, continuar las comparaciones en los aspectos decorativos más sobresalientes: del pulvinar sólo quedan restos en Tarraco -donde sabemos que se unía al foro, para proporcionar acceso directo al gobernador provincial-, y únicamente pueden estudiarse con detalle la spina y las carceres del circo de Emerita, rehechas sin duda en el siglo IV d. C., pues en el caso de Toletum caben dudas a la hora de interpretar las ya antiguas excavaciones de las carceres. Quedan, por tanto, bastantes cuestiones sin resolver.
monumento
El Círculo A de tumbas en Micenas estaba formado por seis profundas fosas señaladas por medio de estelas y rodeadas por un muro circular que fue sustituido por un doble muro de caliza hacia el 1300, año en que se amplió la ciudad y este conjunto funerario quedó inscrito dentro del núcleo urbano. En su interior, se encontraron lujosos ajuares pertenecientes a las 19 personas allí enterradas.
obra
El Círculo A de tumbas en Micenas estaba formado por seis profundas fosas señaladas por medio de estelas y rodeadas por un muro circular que fue sustituido por un doble muro de caliza hacia el 1300, año en que se amplió la ciudad y este conjunto funerario quedó inscrito dentro del núcleo urbano. En su interior, se encontraron lujosos ajuares pertenecientes a las 19 personas allí enterradas.