Busqueda de contenidos

contexto
Capítulo LXXX Que trata cómo allegado el gobernador Pedro de Valdivia a la villa de Arequipa donde estuvo diez días y se salió con la gente que pudo recoger y se fue para el puerto de Arica Allegado el gobernador Valdivia a la villa de Arequipa, fue recebido de todos, ansí de capitanes y gente que tenían allí recogida para llevar a la gobernación de Chile. Y pasados diez días de agosto salió con toda su gente, porque la gente de guerra no hiciese algún daño. Y allegado que fue al valle y asiento del pueblo de Tacana, que está siete leguas de Arica, puerto donde el capitán Gerónimo de Alderete había con el armada de tomar al gobernador, estando aquí pacífico y sin zozobra, como hombre que no había ofendido, allegó Pedro de Hinojosa, el general que el presidente Pedro de la Gasca había traído de Panamá. Trajo consigo doce arcabuceros, el cual fue del gobernador muy bien recebido, tanto como era obligado a recebir a un servidor de Su Majestad, y por su bondad y la victoria que estando en compañía habían alcanzado del rebelde Pizarro. Viéndole el gobernador tan de priesa y con tan poca gente y tan largo camino, preguntóle qué era la causa principal de su venida y que no se la negase. Respondió el Pedro de Hinojosa que habían informado al presidente en cómo iba robando la tierra y molestando los naturales, y haciéndoles y consintiendo se les hiciesen infinitos agravios. Y a esta causa le había enviado el presidente a que se viniese con él a ver con él, y visitase toda la costa para que se informasen bien de lo que pasaba. Preguntóle el gobernador qué información había tomado y qué era lo que contra él se hallaba en aquel caso. Respondióle que muy al revés, y dijo más, que se había informado de los vecinos de Arequipa y supo de ellos cómo se había habido muy bien con ellos sin haber recebido de él ni de sus capitanes agravio ninguno. Y que no embargante esta tan buena información que había hecho, por donde no le hallaba en culpa, deseaba muy mucho que volviese con él a verse con el presidente. A esto le respondió el gobernador muy encarecidamente, si sabía por alguna vía ser necesaria su tornada para el servicio de Su Majestad, o si acaso por indirectas había entendido el presidente holgaría de ello, y de todo le avisase, porque a ser ansí, en aquel momento daría la vuelta, pero si de esto que decía no había ninguna claridad para poner en efecto aquella jornada, no había necesidad de tomar tan largo y trabajoso camino, porque en la distancia que hay desde el valle de Tacanas hasta la ciudad de los Reyes hay más de ciento y ochenta leguas de arenales y de mal camino. Y dijo que no estimaba ni tenía en tanto el corporal trabajo, cuanto tenía el daño que con su ausencia podían hacer los soldados hasta que de vuelta le viesen, y que ya era allegado y estaba en las últimas poblazones del Pirú, y que estaba en víspera de sacar aquella gente de él, y que no era cordura dejalla descarriada, mayormente viéndole volver, y que no volviendo se excusaban. Y juntamente con esto impedían al gobernador, si volvía, no poder subir adelante de la ciudad de Santiago a poblar otra ciudad en Arauco hasta que pasasen catorce meses o más, y que con seguir su jornada y camino iría a tiempo, que antes de cuatro meses la iría a poblar y fundar, y que considerase el servicio que en esto a Su Majestad se hacía, que era mucho mayor que en volver a la ciudad de los Reyes, no teniendo certinidad quererlo el presidente, porque a saberse, por obedecer, todos estos inconvinientes, por mayores que fueran, cesaban. Tratando con el general Hinojosa tres días, diciendo el gobernador estas y otras palabras que en este caso más convenían, y que si entendía de su voluntad que sería más servicio de Su Majestad volver a Lima que seguir su camino, que luego volvería sin impedimento alguno. Estando el gobernador una mañana con su gente pacífica y quieta, apercibió Pedro de Hinojosa sus doce arcabuceros y mandóles que tuviesen sus arcabuces cargados y mechas encendidas, y que todos se fuesen con él. Allegado Pedro de Hinojosa al aposento del gobernador, dejó los arcabuceros en el patio de la casa y entró dentro. Y al ruido que hicieron se levantó el gobernador y salió con sus criados a ver qué era, y encontró con Pedro de Hinojosa y preguntóle que qué mandaba su merced que se hiciese. Y el Pedro de Hinojosa, no teniendo respuesta, sacó una provisión de Su Majestad y la presentó al gobernador. Y vista la tomó y la dio a su secretario Joan de Cardeña que la leyese. Y leída y entendido que se le mandaba volviese a la ciudad de los Reyes a dar cuenta de la culpa que se le habían impuesto, luego la tomó y la obedeció, y la puso sobre su cabeza. Luego mandó traer una cabalgadura y dijo a Pedro de Hinojosa que luego se partiesen en aquel punto. Entendiendo los capitanes del gobernador que allí estaban con cuarenta de a caballo y otros tantos de a pie, y vieron que el gobernador iba a Lima, se alteraron y hablaban como lo suelen hacer la gente de guerra en tales tiempos. Sintiendo el gobernador este tumulto, luego mandó a sus capitanes y gente que ninguno se moviese, so pena de muerte, diciéndoles que él era obligado a obedecer y cumplir aquella provisión como criado de Su Majestad, ansí aquélla como todas las demás que te fuesen presentadas en todo tiempo y lugar. Dicho esto el gobernador a su gente, volvió a Pedro de Hinojosa y díjole que le pesaba por la dilación, y porque había querido venir en aquellos términos, pues con sólo que lo hubiera dicho, hubiera él vuelto sin mostrarle la provisión. Y con esto se despidió de su gente, y proveyó al capitán Francisco de Ulloa para que llevase la gente que allí estaba hasta el valle de Atacama, y que allí esperase con ella hasta que volviese, quedando allí los soldados que le pareciese para que allí le aguardasen hasta que él volviese, porque tenía por nueva que el capitán Esteban de Sosa, que era el que había despachado del Cuzco con los ochenta hombres, había ya salido de Atacama y ya había entrado en el gran despoblado de Copiapó. Y encomendó su casa a Joan de Cardeña, su secretario, para que con los demás que allí le hubiesen de esperar les esperase él. Y ansí se partió hacia la villa de Arequipa sólo con cuatro criados, donde llegaron en siete días. Y pareciéndome que será bien contar de lo que en este medio tiempo pasaba en la ciudad de Santiago, los dejaremos ir para su viaje por contar de Chile.
contexto
Que trata de las cosas que hizo el rey Motecuhzoma con la nueva de la venida de Cortés y sus compañeros; y de cómo Cortés se informó de los bandos que había en esta tierra Llegados que fueron los mensajeros de Teotlili a la ciudad de México, fue grande la confusión y temor que causó al rey Motecuhzoma, viendo que ya se empezaban a cumplir las profecías de sus pasados; citó a consejo a todos los señores del imperio para tratar lo que se debía hacer, y juntos les propuso todo lo que en el corazón le daba, y que si aquellos hombres orientales que habían llegado por ventura eran el dios Quetzalcóatl y sus hijos que de tantos siglos esperaban, siendo así era fuerza que se habían de señorear de toda la tierra, y a ellos desposeerlos de ella, y que así sería bien atajarles los pasos, y no consentir que en su corte entrasen; o si como ellos decían, que eran embajadores de un gran señor del mundo en donde sale el sol, serían bien recibirlos y oírles su embajada. Todos los reyes y señores que se hallaron en esta junta estuvieron unos con otros debatiendo sobre el caso un gran rato, y viendo el rey Motecuhzoma que no se acababan de resolver, dijo a su hermano Cuitláhuac, que con licencia del rey Cacama su sobrino, a quien competía el primer voto, le dijese lo que sentía como hombre más experimentado en negocios. Cuitláhuac dijo: "mi parecer es, gran señor, que no metáis en vuestra casa quien os eche de ella, y no os digo ni aconsejo más". El rey Cacama le dijo: "el mío es que si vuestra alteza no admite la embajada de un tan gran señor como dicen que es el de España, es muy gran bajeza suya y nuestra y de todo el imperio, pues los príncipes tienen la obligación y es ley de dar auditorio a los embajadores de otros, que cuando ellos vengan con trato doble, por esto tiene a su corte de soldados y capitanes valerosos que le defenderán, y muchos parientes y amigos que miren por su honra, y castiguen cualquier traición y desacato; y si esta nueva gente que ahora ha venido, vienen con alguna novedad y tiranía, mientras más breve entrasen en su corte a su embajada o a mostrar su intento, lo tengo por más acertado que no detenerles e impedirles la venida, por muchas causas y todas muy en menosprecio y daño de la grandeza y majestad del imperio, porque los embajadores viendo que se les impide su entrada, conocerán flaqueza y poco ánimo en vuestra alteza y en todos los del imperio, pues no admite en su corte a cuatro extranjeros, con que se les aumentará el ánimo de su osadía e intención de alterar la tierra; y en este discurso podrán echar de ver las faltas y defectos que hay en su corte, y quien es amigo o enemigo, y aún de aquí se podía seguir, levantar muchas provincias que están sujetas y oprimidas; y así en cualquier acontecimiento conviene no dilatar la venida de estos embajadores, antes que abran los ojos y escudriñen los secretos del imperio; y este es mi parecer". A todos los señores de ánimo y coraje les pareció muy bien lo que el rey Cacama había dicho, y no creo que se engañaban; mas el rey Motecuhzoma con otros señores de su corte, tomaron por mejor el consejo de Cuitláhuac, y así Motecuhzoma procuró por todas instancias impedir la entrada de Cortés y los suyos, y dando la respuesta a los mensajeros de Teotlili se volvieron, y dentro de ocho días llegaron a la Veracruz con ricos presentes de oro y mantas de algodón, con la respuesta de Motecuhzoma y la bienvenida que le daba Cacama rey de Tetzcuco Aculhuacan y Totoquihuatzin de Tlacopan, enviándole a decir que se holgaban mucho de tener noticia y de saber de un tan grande y poderoso señor como era el de España, y mucho más el dignarse de ser sus amigos, de que se tenían por muy dichosos, y lo mismo de que en sus días hubiesen venido nuevas gentes de tanto valor y nunca vistas en su imperio; por tanto, que rogaban al embajador viese lo que había menester para que fuese proveído de todo bastantemente; y que en cuanto al ir a su corte y verse con Motecuhzoma su tío y con ellos, que no había lugar ni orden porque estaba Motecuhzoma impedido y mal dispuesto cara poder ir a la costa, ni Cortés a la corte, por ser el camino largo y fragoso, y por él había pobladas algunas gentes bárbaras y crueles enemigos de los mexicanos y aculhuas. Habiendo oído Cortés la razón de los mensajeros e intento que el rey Motecuhzoma tenía, tornó a replicar que en ninguna manera dejaría de verle, ni haría lo que debía a su rey y le tenía mandado; con lo cual, Teotlili envió segunda vez sus mensajeros; y en este medio tiempo llegaron otros embajadores de Ixtlilxóchitl en competencia contra sus hermanos y el rey Motecuhzoma su tío, a dar la bienvenida a Cortés y a los suyos, y a ofrecérsele por su amigo, dándole noticia del estado en que estaban las cosas del imperio, y el deseo de vengar la muerte de su amado padre el rey Nezahualpiltzintli, y libertar el reino de poder de tiranos, enviándole algunos dones y presentes de oro, mantas de algodón y plumería. De que se holgó infinito Cortés saber las alteraciones y bandos que había entre estos señores, porque Motecuhzoma los tenía descontentos y como tiranizados, y vio luego abierto el camino para la felicidad, que después le sucedió, y que juntándose con uno de los bandos, se consumirían ellos entre sí, y él se haría señor de entrambos. Dentro de diez días volvieron los mensajeros con la resolución de la voluntad de Motecuhzoma, que era que no porfiase Cortés de verle y llegar a México; con que se concluyeron razones, y viendo Cortés la resolución de Motecuhzoma y que su gobernador le había desamparado, determinó probar en aquella tierra y conquistarla de propósito; y proveyéndose de bastimentos y otras cosas necesarias de aquellos lugares comarcanos, comenzó a edificar una villa, en donde después de haber platicado con los suyos de lo que convenía al buen suceso de su venida, llamó a Francisco Hernández, escribano real, en presencia de todos, y por auto solemne tomó posesión de toda la tierra en nombre del rey don Carlos nuestro señor de gloriosa memoria; nombró por alcaldes a Alfonso Fernández Portocarrero y a Francisco de Montejo y regimiento, procurador, alguacil, escribano y todos los demás oficios a cumplimiento de cabildo entero, y en nombre del rey les entregó las varas y puso nombre al consejo la Villa Rica de la Veracruz. Tras de éste hizo otro auto ante el mismo escribano y alcaldes nuevos, en que dejó y cedió en manos de ellos, como justicia real y ordinaria, el mando y cargo que tenía de capitán y descubridor, que le dieron los frailes jerónimos en la Isla Española en nombre de su majestad; y que se desistía y apartaba del poder que tenía de Diego Velázquez, gobernador de la Isla de Cuba, por cuanto ninguno de ellos tenía mando ni jurisdicción en esta tierra, que él y ellos acababan de descubrir, y comenzaban a poblar en nombre de su majestad, como sus leales vasallos; y se le dio todo por testimonio. Y habiendo aceptado todos sus oficios, hicieron su ayuntamiento y ordenaron algunas cosas tocantes a la buena gobernación de su república, y en nombre de su majestad nombraron por gobernador y capitán general a Fernando Cortés, para que tuviese el supremo lugar, hasta en tanto que el rey mandase otra cosa; e importunado Cortés aceptó el oficio, el cual lo usó con tantas ventajas y magnificencias, que no le hizo ventaja el Magno Alejandro, ni Julio César, ni otro ninguno capitán de los famosos que ha habido en el mundo, como más largamente se verá en las historias de los autores que tengo citados, y otros muchos que han tratado del descubrimiento, conquista y pacificación de esta tierra.
contexto
Del asiento desta ciudad y de la fertilidad de sus campos, y costumbres de los naturales, y de un hermoso aposento o palacio de Guanuco, edificio de los ingas El sitio desta ciudad de León de Guanuco es bueno y se tiene por muy sano, y alabado por pueblo donde hace muy sano, y alabado por pueblo donde hace muy templadas noches y mañanas, y adonde, por su buen temple, los hombres viven sanos. Cógese en ella trigo en gran abundancia y maíz. Danse viñas, críanse higuerales, naranjos, cidras, limones y otras frutas de las que se han plantado de España, y de las frutas naturales de la tierra hay muchas y muy buenas y todas las legumbres que de España han traído; sin esto hay grandes platanales; de manera que él es buen pueblo, y se tiene esperanza que será cada día mejor. Por los campos se crían gran cantidad de vacas, cabras, yeguas y otras aves, y halcones para volarlas. En los montes también hay algunos leones, y osos muy grandes y otros animales, y por los más de los pueblos que son subjetos a esta ciudad atraviesan caminos reales, y había depósitos y aposentos de los ingas, muy bastecidos. En lo que llaman Guanuco había una casa real de admirable edificio, porque las piedras eran grandes y estaban muy polidamente asentadas. Este palacio o aposento era cabeza de las provincias comarcanas a los Andes, y junto a él había templo del sol con número de vírgines y ministros; y fue tan gran cosa en tiempos de los ingas, que había a la contina para solamente servicio dél más de treinta mil indios. Los mayordomos de los ingas tenían cuidado de cobrar los tributos ordinarios, y las comarcas acudían con sus servicios a este palacio. Cuando los reyes ingas mandaban que pareciesen personalmente los señores de las provincias en la corte del Cuzco, lo hacían. Cuentan que muchas destas naciones fueron valientes y robustas, y que antes que los ingas los señoreasen se dieron entre unos y otros muchas y muy crueles batallas, y que en las más partes tenían los pueblos derramados, y tan desviados, que los unos no sabían por entero de los otros si no era cuando se juntaban a sus congregaciones y fiestas. Y en los altos edificaban sus fuerzas y fortalezas, de donde se daban guerra los unos a los otros por causas muy livianas. Y los templos suyos estaban en lugares convenientes para hacer sus sacrificios y supersticiones; oían en algunos dellos respuesta del demonio, que se comunicaba con los que para aquella religión estaban señalados. Creían la inmortalidad del ánima, debajo de la ceguedad general de todos. Estos indios son de buena razón, y la dan de sí a todo lo que les preguntan y dellos quieren saber. Los señores naturales destos pueblos, cuando fallecían no los metían solos en las sepulturas, antes los acompañaban de mujeres vivas de las más hermosas, como todos los demás usaban. Y estando éstos muertos, sus ánimas fuera de los cuerpos, están estas mujeres que con ellos entierran aguardando la hora espantosa de la muerte, tan temerosa de pasar, para irse a juntar con el muerto, metidas en las grandes bóvedas que hacen en las sepulturas; teniendo por gran felicidad y bienaventuranza ir juntas con su marido o señor, creyendo que luego habían de entender en servillo de la manera que acostumbraban en el mundo. Y por esta causa les parescía que la que presto pasase desta vida, más en breve se vería en la otra con el señor o marido suyo. Esta costumbre procede de lo que otras veces tengo dicho, que es ver (a lo que ello dicen) apariencias del demonio por los heredamientos y sementeras, que demuestra ser los señores que ya eran muertos, acompañados de sus mujeres y de lo que más con ellos metieron en las sepulturas. Entre estos indios había algunos que eran agoreros y miraban en las señales de estrellas. Señoreadas estas gentes por los ingas, guardaron y mantuvieron las costumbres y ritos dellos, y hicieron sus pueblos ordenados, y en cada uno había depósitos y aposentos reales, y usaron de más policía en el traje y ornamento suyo, y hablaban la lengua general del Cuzco, conforme a la ley y edictos de los reyes, que mandaban que todos sus súbditos la supiesen y hablasen. Los conchucos y la gran provincia de Guaylos, Tamara y Bombón, y otros pueblos mayores y menores, sirven a esta ciudad de León de Guanuco, y son todos fertilísimos de mantenimientos, y hay muchas raíces gustosas y provechosas para la humana sustentación. Había en los tiempos pasados tan gran cantidad de ganado de ovejas y carneros, que no tienen cuenta; mas las guerras lo acabaron en tanta manera, que desta muchedumbre que había ha quedado tan poco, que si no lo guardan los naturales para hacer sus ropas y vestidos de su lana, se verán en trabajo. Las casas destos indios, y aun las de todos los más, son de piedra y la cobertura de paja. Por las cabezas traen todos sus cordones y señales para ser conocidos. El pecado nefando (aunque el demonio ha tenido sobre ellos gran poder) no he oído que lo usasen. Verdad es que, como suele ser en todas partes, no dejará de haber algunos malos; mas estos tales, si los conocen y lo saben, son tenidos en poco y por afeminados, y casi los mandan como a mujeres, según tengo escripto. En muchas partes desta comarca se hallan grandes minas de plata, y si se dan a sacarla, será mucha la que se abra.
contexto
Capítulo LXXX Que se descubrió camino por donde salió el campo al valle de Puquiura y de otras cosas que les sucedieron Al tercero día que se buscaba camino, después de dada la batalla, descubrió un soldado mestizo, llamado Juanes de Cortazaga, hijo de Joanes de Cortazaga, vecino que fue de Arequipa, un lugar seguro y libre de embarazos, de lo cual muy contento el General levantó el campo y, muy en orden, salió por él toda la gente y el bagaje, y llegaron al valle de Puquiura, donde el Ynga tenía sus casas, y había iglesia donde administraban los Padres agustinos que hemos dicho, y allí murió Cusi Tito Yupanqui Inga, y tenían sus pueblos pequeños poblados. Hallaron en este valle el maíz en mazorca por coger. Como el campo iba falto de comidas, con las que hallaron, los españoles e indios se reformaron y regocijaron, y más con mucho ganado de la tierra, de carneros y ovejas. Habiéndose holgado, partió de allí el campo al asiento de Pampaconac, lugar, como hemos dicho, muy frío, donde se halló mucha cantidad de papas y legumbres, y se toparon con noventa y siete vacas de Castilla que los Ingas allí tenían, y ovejas de Castilla, y puercos, y unas salinas de sal. Deste lugar, tan destemplado, se caminó al asiento de Vicos Calla, donde los Ingas tenían las minas de plata, que después se descubrieron y se han labrado y labran el día de hoy. Allí corriendo el Maestre de Campo, Joan Álvarez Maldonado, dijo: arcay tucui nocap (lo que traían de despojos de ganado, comidas y ropas), que quiere decir: rocójase todo, que es mío, y cayó del caballo en un pantanal. Otro día siguiente llegaron al asiento de Pampaconac, tres leguas de camino, y por ser la tierra tan fragosa y la montaña tan cerrada de arboleda y tan áspera, reparó el campo trece días, porque cayeron enfermos muchos soldados e indios de sarampión, y para que reposasen y se cura sen los que estaban malos y tomar más lengua y noticia del camino, que era no conocido de los que venían en el campo. Al onceno día que estaba el campo alojado en aquel puesto, un indio que se había rendido en la batalla pasada de Cuyau Chaca, se huyó llevando una capa y una espada de un soldado hurtadas, e iba este indio a dar aviso a Topa Amaro, y a su tío y sobrino y a sus capitanes, de lo que había entre los españoles, y de la suerte que estaban alojados; y las guardas y centinelas le cogieron y traído le ahorcaron el mismo día, porque fuese escarmiento a los otros rendidos y no se intentasen huir. Llamábase este indio Canchari. Partió el campo de este lugar al cabo de los trece días dichos y fue por las montañas y quebradas con excesivo trabajo de todos, y en el camino se hallaron en tres o cuatro partes cuyes sacrificados, que son como conejos de Castilla, lo cual es muy ordinario hacer los indios en la guerra, y en tiempos de hambres y pestilencias y en cualquier negocio arduo y dificultoso que tratan o intentan, para aplacar a sus huacas y para saber, mediante las señales que vienen en los cuyes, los sucesos que les han de venir, si serán prósperos o adversos, tristes o de contento y placer. Así lo habían hecho ahora en los lugares y partes donde iba el campo marchando. Llegado a un paso dicho Chuquillusca, que es una peña rajada en un trecho largo, a la vereda de un río caudaloso, que apenas se podía caminar por él y era necesario que los soldados e indios de guerra amigos lo pasasen gateando, y asidos de las manos unos de otros, con gran dificultad y riesgo. Viendo esto un soldado portugués, llamado Pascual Xuárez, se echó un vérsete de bronce al hombro y con él pasó este paso tan áspero, que cincuenta indios no lo pasaran el versete si no fuera con grandísimo peligro y se despeñaron muchos de todos los que en el campo iban y lo vieron. Hizo un notable hecho y mucho servicio a Dios Nuestro Señor y a su Majestad, porque con el versete y otra culebrina pequeña, fueron disparando para ojear los indios y que los españoles no peligrasen en tan malísimos pasos, porque la gente enemiga iban a la vista de los cristianos, haciendo gran algazara y vocería y tirando flechas y galgas. Y en cada lugar dificultoso que los indios cañaris amigos se desmandaban, saliendo fuera de la compañía donde iban amparados con los españoles y arcabuces, volvían heridos de lanzadas que los enemigos les daban, en hallando la ocasión a la mano, porque aunque los cañaris sean tan diestros en el ejercicio de las lanzas como se sabe, los enemigos estaban más usados, como había días que no soltaban las armas de las manos y conocían los puestos, y sabían dónde se podían aprovechar a su salvo de los nuestros, y así les hacían daño, por momentos. Otro día siguiente, yendo marchando el campo a Tumichaca, salió un capitán de los ingas, llamado Puma Ynga, a los españoles, de paz y con muy buen semblante de no ser fingida ni disimulada. Este capitán estaba siempre con los Yngas Tupa Amaro y Quispi Tito, y nunca se apartaba dellos y entre sí habían consultado de dar la obediencia al General Arbieto, porque no querían tener más guerra ni dar más batallas a los enemigos, sino salir de paz, porque Manco Inga, padre de Tupa Amaro, se lo dejó mandado a la hora de su muerte y con su maldición si lo contrario hiciesen, porque bien vio que no se podían sustentar en aquella tierra si los españoles entraban en número contra ellos. Porque habían hecho los Yngas estas consultas Curi Paucar y los otros capitanes del Sol, orejones Colla Topa y Paucar Unya, se habían determinado de matarlos, porque no querían paz sino seguir la guerra y defenderse hasta morir. Estos dicen algunos que fueron los que más instancia hicieron en la muerte que tenemos referida del bendito Padre Fray Diego Ortiz, y que a ello les ayudó Martín Pando, mestizo, que era secretario de Cusi Tito Yupanqui, y aun dicen más; que después que ayudó a la maldad referida, estos capitanes le hicieron idolatrar y él como malvado y pusilánime, o con poca fe como los indios entre quien vivía, idolatró, y así hallaron en esta ocasión en su casa los españoles un fosito muy pequeño, do hacía sus sacrificios que, en efecto, los mestizos por la mayor parte en este Reino han aprobado mal. Este Martín Pando al cabo de haber idolatrado, como dicen, le dieron el pago los indios, matándole al desventurado en pago y recompensa de su pecado y abominable iniquidad. El día que salió de Paz este capitán Puma Ynga, ya dicho, llegó el campo con el general y demás capitanes al lugar de Anonay, y allí hizo alto y noche, alojándose con mucho cuidado y prevención, que se temieron de los indios no viniesen de repente, porque hallaron muchas púas de palmas hincadas en el suelo y yerba ponzoñosa en las puntas, para que, en pisando, del veneno que tenían muriese la gente sin remedio, y advirtió dello para que se guardasen y caminasen con recato. El capitán Puma Ynga, en nombre de los Ingas Tupa Amaro y Quispi Tito, dio la obediencia al general Martín Hurtado de Arbieto, diciendo que los Yngas pedían paz y la querían y misericordia, y que el general castigase a los rebeldes, que ellos de recelo que no los matasen Curi Paucar y los demás capitanes orejones que se lo impedían, no osaban salir en persona propia a dar la obediencia al mismo general. Pero que no estaba en su mano por la causa dicha, y que ellos no habían tenido culpa ninguna en la muerte de Atilano de Anaya, ni habían tal mandado, porque estaban metidos allá dentro, sino que el Curi Pauca, y los otros capitanes orejones de su autoridad, lo habían hecho, porque no se supiese la muerte de Cusi Tito Yupanqui, su hermano y padre. Este Puma Ynga dio noticia cómo habían los capitanes hecho un fuerte y lo tenían muy aderezado y fortificado, que se llamaba Huayna Pucara, y dio la traza y modo cómo se podría ganar, sin que peligrasen los españoles e indios en la expugnación dél. En este tiempo andaban los enemigos a la vista del campo, y a los ojos de los españoles, con mucha desenvoltura, mostrándose por momentos como en menosprecio de los nuestros.
contexto
Cómo Roldán fue a ver al Almirante, y no llegó a ningún acuerdo con éste Recibida por Roldán la carta que le envió el Almirante, respondió al tercer día, manifestando que deseaba hacer lo que se le mandaba; mas porque su gente no le consentía que fuese a verle sin bastante seguro, le rogaba se lo enviase conforme a una minuta que remitía, firmada por él y ratificada por los principales que le acompañaban. Muy pronto le envió el seguro el Almirante, a 26 de Octubre, y luego fue Roldán, más con intención de atraerse a algunos de aquél que de acordar algo, como se conoció por las cosas injustas que pedía; por lo cual volvió sin tomar acuerdo alguno, diciendo que participaría todo a los suyos, y según lo que determinase, le escribiría; y para que hubiese alguno que por parte del Almirante tratase y asegurara lo que fuese acordado, le acompañó un mayordomo del Almirante, llamado Diego de Salamanca. Después de muchas razones, envió Roldán una escritura de concordia, para que el Almirante la firmase; y escribió, a 6 de Noviembre, que lo contenido en aquélla era lo que había podido recabar de su gente, y que si Su Señoría ilustrísima la aprobaba, volviese a enviarla a la Concepción, porque la falta de bastimentos le obligaba a salir del Bonao, y esperaría la respuesta hasta el lunes siguiente. Habiendo visto el Almirante esta contestación, y considerando los indecorosos capítulos que pedían, de ninguna manera quiso concederlos, para que no fuese menospreciada la justicia si cedía con deshonra suya y de sus hermanos; pero, a fin de que no tuviesen motivo de quejarse, y dijesen que procedía en este caso con rigor, mandó a 11 de Noviembre publicar un seguro que había de estar puesto treinta días, como lo estuvo, a las puertas de la fortaleza, cuyo tenor era que, por cuanto mientras él estaba en Castilla, habían ocurrido algunas diferencias entre el Adelantado y el Alcalde mayor Roldán y otros que habían huido con éste, sin embargo de ello, todos en general, y cada uno de por sí, pudiesen ir a servir a los Reyes Católicos, como si nunca hubiera sucedido nada, y que a quien quisiera volver a Castilla, se le daría navío en que ir, y orden para que le pagasen el sueldo, como se había acostumbrado con los demás, lo cual se ejecutaría si, dentro de treinta días, comparecían ante el Almirante, para gozar de esta seguridad; protestando que si no se presentaban en el dicho término, se procedería en justicia contra ellos. Luego envió a Roldán este seguro, firmado, por medio de Carvajal, dándole por escrito las razones por que no se podía ni debía firmar los capítulos que habían enviado, y les recordaba lo que era justo que hiciesen si querían cumplir con lo que pedía el servicio de los Reyes. Con esto fue Carvajal a la Concepción, a ver los rebeldes, que estaban muy altivos y soberbios, riéndose del seguro y diciendo que pronto se lo pediría el Almirante a ellos. Todo esto pasó en tres semanas, en cuyo tiempo, so color de prender un hombre que Roldán quería ajusticiar, tuvieron sitiado al alcalde Ballester en la fortaleza, y le quitaron el agua, creyendo que por falta de ella se rendiría; pero, con la llegada de Carvajal, levantaron el asedio, y después de muchos altercados que hubo entre ambas partes, se juntaron e hicieron el seguro siguiente:
contexto
El convenio que se hizo entre el Almirante, Roldán y los rebeldes "Lo que se acuerda y capitula con el Alcalde mayor Francisco Roldán y su compañía, para su despacho y viaje a Castilla, es lo que sigue: Primeramente, que el señor Almirante le haga dar dos buenos navíos, bien aderezados, a juicio de marineros, puestos en el puerto de Xaraguá, por estar allí la mayor parte de la gente de su compañía, y porque no hay otro puerto más cómodo para disponer y allegar bastimentos y lo demás que sea necesario; en los cuales se embarcará el dicho Alcalde mayor con los de su compañía, y, placiendo a Dios, seguirá su viaje a Castilla. Asimismo, que dará Su Señoría orden para que sea pagado el sueldo que hasta el día de la fecha se debiese a todos, y cartas a los Reyes Católicos, de lo bien que han servido, para que se lo gratifiquen. Asimismo hará que se les den los esclavos de la merced que se hizo a la gente, por los trabajos que ha padecido esta isla, y por el servicio que han hecho, con nota de la concesión de ellos; y porque algunos de la compañía tienen mujeres preñadas, o paridas, si éstas quisieren irse con ellos, sean en lugar de los esclavos que habían de llevar, y los hijos sean libres y los lleven consigo. Item, que Su Señoría les mandará poner en dichos navíos todos los bastimentos que necesitaren para el viaje, de igual modo que se dan a otros, y porque no podrán abastecerse de pan, se da licencia al Alcalde mayor y a su compañía, para que se provean en aquella tierra, y les sean dados treinta quintales de bizcocho, y si no lo hallaren, treinta costales de trigo, para que, si se pudriese el cazabe, lo que podría suceder fácilmente, puedan socorrerse con pan de trigo. Demás de esto, dará Su Señoría seguro a las personas que se vayan, y despachos para el sueldo. Item, que por cuanto a varios de los que están con el Alcalde mayor les han quitado y embargado algunos bienes, mandará Su Señoría que todo se les satisfaga. Item, que Su Señoría dará una carta para los Reyes Católicos, haciéndoles saber que los puercos del Alcalde mayor quedan en la isla para provisión de la gente que está en ella, en número de ciento veinte grandes, y doscientos treinta pequeños, y suplique a Sus Altezas se los manden pagar en el precio que los pudo haber vendido en la dicha isla, los cuales fuéronle quitados en Febrero pasado del año 1498. Item, que Su Señoría dará al dicho Alcalde mayor una patente con la que pueda vender algunas cosas suyas que necesitará enajenar para irse; hacer de ellas lo qué le pareciere, o dejarlas por suyas en la isla, a quien le parezca que las administrará mejor. Que Su Señoría mandará a los alcaldes que sentencien pronto el caso del caballo. Que Su Señoría, si conociere ser justas las cosas de Diego de Salamanca, escribirá a dicho juez que se las haga pagar. Item, que se tratará con Su Señoría en punto a los esclavos de los capitanes. Otrosí, que por cuanto el dicho Alcalde mayor y su compañía temen que Su Señoría les haga mala obra con los demás navíos que quedan en la isla, les dará un salvoconducto, prometiendo en nombre de los Reyes Católicos, y bajo su fe y palabra de hidalgo, según costumbre de España, que ni Su Señoría ni otra persona les hará daño ni estorbará su viaje. Visto por mí este convenio hecho por Alonso Sánchez de Carvajal y Diego de Salamanca, con Francisco Roldán y su compañía, el 21 de Noviembre del año 1498, me place guardarlo en la forma que en él se contiene, a condición de que dicho Roldán, o cualquiera de su compañía, en cuyo nombre firmó y aprobó la capitulación que dio a los mencionados Alonso Sánchez de Carvajal y Diego de Salamanca, y todos los demás cristianos de la isla, de cualquier grado y condición, no recibirán a otros en su compañía. Y yo Francisco Roldán, Alcalde mayor, en mi nombre y en el todas las personas que están en mi compañía, prometo y doy mi fe y palabra de que serán observadas y cumplidas las cosas arriba escritas, sin que intervenga cautela, sino la lealtad de la verdad, conforme se contiene aquí, guardando Su Señoría todo lo que entre el señor Alonso Sánchez de Carvajal, Diego de Salamanca y yo se ha tratado y convenido, como consta por escrito. Lo primero, que desde el día de la data de ésta, hasta que venga contestación a lo referido, que será en el término de diez días, no recibiré persona alguna de las que están con el señor Almirante. Item, que desde el día que se me lleve y entregue la dicha respuesta, en la Concepción, con el despacho de lo que hayan convenido, firmado por Su Señoría, que será en término de diez días, de los cincuenta primeros siguientes, nos daremos a la vela en buena hora para Castilla. Item, que ninguno de los esclavos de la merced que se nos ha concedido será llevado por fuerza. Item, que de no estar el señor Almirante en el puerto donde vamos a embarcarnos, la persona o personas que envíe sean honradas y respetadas como ministros de los Reyes Católicos y de Su Señoría, a las que se dará cuenta y razón de lo que se embarque en dichas carabelas, para que tomen cuenta y ejecuten lo que pareciere a Su Señoría, y para consignar las cosas que estuviesen en nuestro poder y pertenezcan a los Reyes. Todo lo cual se entiende que debe ser firmado y ejecutado en la forma que lo llevan por escrito el dicho señor Alonso Sánchez de Carvajal y Diego de Salamanca, cuya respuesta espero en la Concepción, dentro de los ocho primeros días; y si no viniese, no quedaré obligado a cosa alguna de cuanto se ha dicho. En fe de lo cual, y para mantener y guardar por mí y por todos los de mi compañía lo que he dicho, firmé esta escritura de mi mano. Fecha en la Concepción, hoy sábado, 16 de Noviembre de 1498."
contexto
Cómo quisieron matar a un regidor porque les hizo un requerimiento Estando las cosas en el estado que dicho tengo, un Pedro de Molina, natural de Guadix y regidor de aquella ciudad, visto los grandes daños, alborotos y escándalos que en la tierra había, se determinó por el servicio de Su Majestad de entrar dentro en la palizada, a do estaban los oficiales y Domingo de Irala; y en presencia de todos, quitado el bonete, dijo a Martín de Ure, escribano, que estaba presente, que leyese a los oficiales aquel requerimiento para que cesasen los males y muertes y daños que en la tierra había por la prisión del gobernador, que lo sacasen de ella, y lo soltasen, porque con ello cesaría todo; y si no quisiesen sacarle, le diesen lugar a que diese poder a quien él quisiese para que, en nombre de Su Majestad, gobernase la provincia, y la tuviese en paz y en justicia. Dando el requerimiento al escribano, rehusaba de tomallo, por estar delante todos aquellos, y al fin lo tomó, y dijo al Pedro de Molina que si quería que lo leyese, que le pagase sus derechos; y Pedro de Molina sacó de espada que tenía en la cinta, y diósela; la cual no quiso, diciendo que él no tomaba espada por prenda; el dicho Pedro de Molina se quitó una caperuza montera, y se la dio y le dijo: "Leedlo, que no tengo otra mejor prenda." El Martín de Ure tomó la caperuza y el requerimiento, y dio con ello en el suelo a sus pies, diciendo que no lo quería notificar a aquellos señores; y luego se levantó Garci-Vanegas, teniente de tesorero, y dijo al Pedro de Molina muchas palabras afrentosas y vergonzosas, diciéndole que estaba por le hacer matar a palos, y que esto era lo que merescía por osar decir aquellas palabras que decía; y con esto Pedro de Molina se salió, quitándose su bonete (que no fue poco salir de entre ellos sin hacerle mucho mal).
contexto
Cómo enviaron los de Cholula cuatro indios de poca valía a disculparse por no haber venido a Tlascala, y lo que sobre ello pasó Ya he dicho en el capítulo pasado cómo envió nuestro capitán mensajeros a Cholula para que nos viniesen a ver a Tlascala; e los caciques de aquella ciudad, como entendieron lo que Cortés les mandaba, parecióles que sería bien enviar cuatro indios de poca valía a disculparse e a decir que por estar malos no venían, y no trajeron bastimento ni otra cosa, sino así secamente dieron aquella respuesta; y cuando vinieron aquellos mensajeros estaban presentes los caciques de Tlascala, e dijeron a nuestro capitán que para hacer burla de él y de todos nosotros enviaban los de Cholula aquellos indios, que eran maceguales e de poca calidad. Por manera que Cortés les tornó a enviar luego con otros cuatro indios de Cempoal a decir que viniesen dentro de tres días hombres principales, pues estaban cuatro leguas de allí, e que si no venían, que los tendrían por rebeldes; y que cuando vengan, que les quiere decir cosas que les convienen para salvación de sus ánimas, y buena policía para su buen vivir, y tenerlos por amigos y hermanos, como son los de Tlascala, sus vecinos; y que si otra cosa acordaren, y no quieren nuestra amistad, que nosotros no por eso los procuraríamos de descomplacer ni enojarles. Y como oyeron aquella amorosa embajada, respondieron que no habían de venir a Tlascala, porque son sus enemigos, porque saben que han dicho dellos y de su señor Montezuma muchos males, y que vayamos a su ciudad y salgamos de los términos de Tlascala; y si no hicieren lo que deben, que los tengamos por tales como les enviamos a decir. Y viendo nuestro capitán que la excusa que decían era muy justa, acordamos de ir allá; y como los caciques de Tlascala vieron que determinadamente era nuestra ida por Cholula, dijeron a Cortés: "Pues que así quieres creer a los mexicanos, y no a nosotros, que somos tus amigos, ya te hemos dicho muchas veces que te guardes de los de Cholula y del poder de México; y para que mejor te puedas ayudar de nosotros, te tenemos aparejados diez mil hombres de guerra que vayan en vuestra compañía"; y Cortés dio muchas gracias por ello, e consultó con todos nosotros que no sería bueno que llevásemos tantos guerreros a tierra que habíamos de procurar amistades, e que sería bien que llevásemos dos mil, y éstos les demandó, y que los demás que se quedasen en sus casas. E dejemos esta plática, y diré de nuestro camino.
contexto
Capítulo LXXXI Cómo Almagro se partió de Pachacama para el Cuzco; y dende a pocos días salió Pizarro a fundar Trujillo, en el valle de Chimo Conté en los capítulos de atrás que desde Pachacama se determinó que don Diego de Almagro fuese al Cuzco, a lo que en aquel lugar se contó. La más de la gente que llevaba fue por la sierra; él, con los que le pareció, se fue por los llanos, holgando de ver los edificios que había en todos los más de los valles. Y dende a pocos días que él partió, salió don Francisco Pizarro a fundar una ciudad en el valle de Chimo, donde yendo caminando, encontró en el valle de Guaura un caballero a quien llamaban Tello de Guzmán, que venía de la isla Española por mandado del presidente y oidores de la cancillería que reside en la ciudad de Santo Domingo con provisiones que dieron, luego que supieron que el adelantado Alvarado venía al Perú con su gente y armada, para que entre él, Pizarro y Almagro no hubiese ningún escándalo ni debate, mandando que luego, so graves penas, Alvarado saliese de los límites de la gobernación de Pizarro; proveimiento que se tuyo por muy acertado. Agradecióle Pizarro la venida con esperanza de buena paz. También encontró en este mismo valle al capitán Ochoa de Ribas, que venía de la Nueva España. Mandóle que se fuese a la ciudad de los Reyes, donde le prometió repartimiento de indios. Llegado, pues, al valle de Chimo, Pizarro hizo la fundación de la ciudad, a quien llamaron Trujillo, de la cual fundación tengo escrito en la parte por mí alegada en otras partes de esta crónica. Por su teniente y capitán señaló a Estete, él, que allí dejó Almagro con los vecinos elegidos para quedar con los repartimientos y estando don Francisco Pizarro, entendiendo en esta fundación aportó un mancebo a quien llamaban Cazalla, publicando que Almagro era gobernador de Chincha para adelante y que él tenía provisiones de ello sin traer más que un traslado simple, sin ninguna fe de escribano, de la capitulación que el emperador mandó tomar con Hernando Pizarro. Luego se alteraron los que lo oían, los unos de placer, los otros de pesar y, sin más ver ni entender, Diego de Agüero a grandes jornadas partió a dar tal nueva a Almagro, esperando albricias ricas por se la llevar. Almagro iba caminando Por los llanos hasta que subió a la sierra deseando verse en el Cuzco. Alcanzólo Diego de Agüero junto a la puente de Avancay donde con mucha alegría le contó a lo que venía, congratulándose de nombre de adelantado y capitán general de lo mejor y más rico del Perú. Almagro le agradeció la venida; publicó que se holgaba por que no se entrase ninguno en la tierra que él y su compañero con tantos trabajos habían ganado, que por lo demás tan gobernador sería él como Pizarro y más, pues mandaba lo que quería. Afirman que con toda esta disimulación le valieron las albricias más de siete mil castellanos. Como llegó al Cuzco Almagro, saliéronle a recibir Soto, que era teniente, Juan Pizarro, Gonzalo Pizarro, con todos los vecinos y honrados hombres de la ciudad. En todo esto, Pizarro se estaba en la nueva ciudad de Trujillo; y como las pláticas públicas y secretas sobre lo que se decía de venir por gobernador Almagro de lo de Chincha para adelante, fuesen muchas, Antonio Picado y el licenciado Caldera y otros aconsejábanlo que mandase parecer aquellas provisiones y verlas, y mirase por sí y por su honra, porque si era cierto que Almagro gobernaba de Chincha para adelante sería mejor dárselo todo que no quedar con lo más corto y ruin. Mandó, estas cosas oídas, llamar aquel mozo Cazalla para que mostrase las provisiones que había publicado traer para don Diego de Almagro. Mostró lo que traía, que era el traslado simple de la capitulación. Volvióselo Pizarro sin hacer caso de ello; más éste, que echó el demonio para ocasión de comenzar a encender el fuego tan cruel que hubo, partió de allí diciendo que no había querido mostrar a Pizarro por entero lo que traía, y así lo escribió al Cuzco a don Diego de Almagro, el cual, como supo estas nuevas, se hinchó de viento en tanta manera que, puesto que llevaba las provisiones y poderes del gobernador tan largos y bastantes para gobernar la ciudad del Cuzco, no quiso usar de ellas, pareciéndole que sería apocamiento suyo usar, inferiormente de cargo, en tierra donde se tenía por superior, y que aguardaba por días las provisiones del emperador para, por virtud de ellas, ser gobernador de Chincha para adelante, como se había dicho. Sus amigos, que eran tantos y tan principales henchíanle las orejas de viento. Tenían ya en tan poco a los Pizarro que, aun los manglares, les parecía ser mucho para que gobernasen. Procuraban ganar la gracia de Almagro por todas las vías y desde ahora hubo en el Perú dos parcialidades: una, que se allegaba a los Pizarros, y otra, a los Almagros. Fue la raíz de todos los males que el demonio procuró plantar en él, permitiéndolo Dios por los grandes pecados de los hombres. Por otra parte, los que eran amigos de don Francisco Pizarro, en Trujillo, donde estaba, le amonestaban que luego con gran diligencia debía suspender el poder que había dado a don Diego de Almagro tan largo y bastante, y revocarlo para que no usase de él, pues si se hallaba en el mando del Cuzco y le venían algunas provisiones, aunque no viniesen muy bastantes, se quedaría por su mano metido en la posesión de lo mejor y más importante del reino, habiéndolo él ganado y trabajado con tantas fatigas y riesgo de su vida. Esto y otras cosas le ponían por delante al gobernador Pizarro; y habiendo, como había entre él y Almagro tanta amistad, hermandad de muchos años, el interés lo partió, la codicia cegó sus entendimientos; la ambición de mandar y repartir repugnó contra lo que más durara, si anduvieran en pobrezas y con necesidades, sin haber dado en tan rica tierra, como dieron ellos dos, sabiendo tan poco que no conocían las letras del abc: y a de hoy más no hubo, sino envidias, cautelas y otros modos injustos. Y así Almagro, por su provecho, determinó de no usar de las provisiones y poderes que tenía Pizarro porque no le viniese daño, de luego, como se lo aconsejaron, revocarlo y anularlo.
contexto
Capítulo LXXXI Que trata de lo que Francisco de Villagran hizo siendo teniente en la ciudad de Santiago, estando ausente el gobernador Pedro de Valdivia, sobre cierto motín que se armaba Ya he dicho cómo el gobernador Pedro de Valdivia salió de las provincias de Chile para los reinos del Pirú a servir a Su Majestad, dejando por su teniente a Francisco de Villagran y teniendo en paz y quietud la tierra. E cómo los soldados que habían quedado eran de diversas opiniones. Y un caballero que se dice Pero Sancho de Hoz, que vino con el gobernador la jornada, el cual era uno de los que se hallaron en Cajamarca en los reinos del Pirú, de los primeros que en él entraron, y fue a España rico, e informando a Su Majestad de cierta tierra hacia el estrecho de Magallanes. Al cual hizo merced Su Majestad e le dio sus provisiones, en que en ellas le hacía merced del descubrimiento de la tierra que está de la otra parte del estrecho, sin perjuicio de otra gobernación. Y él prometió a Su Majestad venir al Pirú e a su costa armar dos navíos, y bastecerlos de gente e lo necesario para semejante descubrimiento, e ir a aquella tierra de que Su Majestad le hacía merced. Venido al Perú halló que don Pedro de Valdivia hacía la jornada del descubrimiento e conquista de Chile por el marqués Francisco Pizarro. Y el Pero Sancho de Hoz se vino con él la jornada, como dicho tengo, e las provisiones fueron públicas entre todos. E cuando el gobernador Valdivia pobló la ciudad de Santiago e repartió los naturales, le metió en la copia que dio indios y le dio un repartimiento como a los demás vecinos. Y viendo un Romero y los demás sus amigos cómo el gobernador era salido de la tierra para la del Pirú, como he dicho, y pareciéndole a éste y a los demás sus amigos coyuntura y tiempo aparejado para su propósito, acordaron de insistir al Pero Sancho para que se rebelase con la tierra, pues tenía buen tiempo y coyuntura y provisión de Su Majestad. Escribiéronle una carta seis leguas de la ciudad de Santiago, donde él estaba en aquella sazón, dándole a entender en ella lo que tenían pensado y nombrándoles quiénes eran e cómo le querían alzar por gobernador, pues tenía provisiones de Su Majestad en que por ellas le hacía merced de esta tierra, entendiendo mal las provisiones, porque Su Majestad no le hacía merced sino de la tierra que está de la otra parte del estrecho hacia el sur. Vista la carta por el Pero Sancho les respondió muy comedidamente que no tenía tal propósito de hacer aquello. Visto por el Romero y los demás la respuesta de la carta, le tornaron a escribir y a provocar que lo hiciese, y que esta tierra era su gobernación e que tenía cincuenta amigos para ello, y que fácilmente saldrían con ello matando a Francisco de Villagran y que no hiciese otra cosa. Visto por él Pero Sancho la otra carta, e como el Romero era muy amigo suyo y pareciéndole que ya lo tenían hecho, vino en ello. Y luego se partió para la ciudad, el cual entró una noche. Luego el Romero le dio cuenta del negocio. Otro día de mañana escribió una carta el Pero Sancho a Hernán Rodrigues de Monrroy, que era uno de los que estaban en el negocio, dándole cuenta de lo que se había de hacer y cómo él quería salir con una vara en la mano e las provisiones en otra, y que con voz del rey matarían a Francisco de Villagran, e muerto traería a sí la demás gente, y que aquellas cosas no habían de ser pensadas, sino hechas, e que convidase a sus amigos. Vista la carta por el Monrroy, se fue a casa de un padre que se decía Joan Lobo, que era muy su amigo, y llegado le halló con cuatro soldados amigos suyos y les dijo lo que quería hacer, y les mostró la carta del Pero Sancho. Vista por el padre Lobo y lo que el Monrroy le decía respondió que no vendría en ello hasta dar cuenta a un amigo suyo que se decía Alonso de Córdoba, el cual enviaron luego a llamar. Y venido los halló en una cámara metidos al Monrroy y al padre Lobo y a otros tres soldados, y dijéronle al Alonso de Córdoba todo lo que tenían concertado, que era matar a Francisco de Villagran. Visto por el Alonso de Córdoba el fuego que estaba encendido, les dijo que no emprendiesen una cosa como aquélla, que no saldrían con ella, y que el primero que matasen con Francisco de Villagran en servicio de Su Majestad fuese a él. Y con esto se salió temiéndose no le matasen, y como hombre que era de contraria opinión de la suya. Y así se fue derecho a casa de Francisco de Villagran, y le dijo: "Señor Francisco de Villagran, como servidor de Su Majestad, aviso a vuestra merced de cómo le quieren matar y alzarse con la tierra". Y ansí fue Dios servido se descubriese este negocio, que no poco daño se resultara de ello. Sabido por el Francisco de Villagran, mandó que llamasen a sus amigos y recogió los que pudo, y viniendo que venía, topó con el Monrroy, que traía la carta que le habían escrito Pero Sancho de Hoz. Vista la carta por Francisco de Villagran, perdonó al Monrroy por haber ido con el Alonso de Córdoba. Y luego Francisco de Villagran salió a la plaza con la vara de Su Majestad, y saliendo a la plaza topó al Francisco Romero, por disimular y ver lo que pasaba por allí con un halcón en la mano. E mandó Francisco de Villagran a Pedro de Villagran lo prendiese y echase en prisiones. E luego mandó al alguacil mayor Joan Gómez y a cinco servidores de Su Majestad fuesen a prender a Pero Sancho de Hoz. E idos le hallaron solo en su casa y encima de una mesa le hallaron una vara de justicia de hasta dos palmos poco más. Y ansí le prendieron y trajeron delante de Villagran, y luego le metieron en casa de Francisco de Aguirre, y mostróle la carta que había escrito al Monrroy y le mostró la firma y le dijo si era suya, y el Pero Sancho dijo que sí. Y luego le mandó cortar la cabeza y la sacó a la plaza. Y vistos por los que estaban en aquel propósito cómo son cosas sin cimiento, se ausentaron muchos de la ciudad. Y otro día siguiente sacaron ahorcar a Francisco Romero, que no poco culpado era en el negocio. Y con esto se aplacó, que no hubo efecto su mal propósito.