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Datos principales
Desarrollo
Capítulo LXXX Que trata cómo allegado el gobernador Pedro de Valdivia a la villa de Arequipa donde estuvo diez días y se salió con la gente que pudo recoger y se fue para el puerto de Arica Allegado el gobernador Valdivia a la villa de Arequipa, fue recebido de todos, ansí de capitanes y gente que tenían allí recogida para llevar a la gobernación de Chile. Y pasados diez días de agosto salió con toda su gente, porque la gente de guerra no hiciese algún daño. Y allegado que fue al valle y asiento del pueblo de Tacana, que está siete leguas de Arica, puerto donde el capitán Gerónimo de Alderete había con el armada de tomar al gobernador, estando aquí pacífico y sin zozobra, como hombre que no había ofendido, allegó Pedro de Hinojosa, el general que el presidente Pedro de la Gasca había traído de Panamá. Trajo consigo doce arcabuceros, el cual fue del gobernador muy bien recebido, tanto como era obligado a recebir a un servidor de Su Majestad, y por su bondad y la victoria que estando en compañía habían alcanzado del rebelde Pizarro. Viéndole el gobernador tan de priesa y con tan poca gente y tan largo camino, preguntóle qué era la causa principal de su venida y que no se la negase. Respondió el Pedro de Hinojosa que habían informado al presidente en cómo iba robando la tierra y molestando los naturales, y haciéndoles y consintiendo se les hiciesen infinitos agravios. Y a esta causa le había enviado el presidente a que se viniese con él a ver con él, y visitase toda la costa para que se informasen bien de lo que pasaba.
Preguntóle el gobernador qué información había tomado y qué era lo que contra él se hallaba en aquel caso. Respondióle que muy al revés, y dijo más, que se había informado de los vecinos de Arequipa y supo de ellos cómo se había habido muy bien con ellos sin haber recebido de él ni de sus capitanes agravio ninguno. Y que no embargante esta tan buena información que había hecho, por donde no le hallaba en culpa, deseaba muy mucho que volviese con él a verse con el presidente. A esto le respondió el gobernador muy encarecidamente, si sabía por alguna vía ser necesaria su tornada para el servicio de Su Majestad, o si acaso por indirectas había entendido el presidente holgaría de ello, y de todo le avisase, porque a ser ansí, en aquel momento daría la vuelta, pero si de esto que decía no había ninguna claridad para poner en efecto aquella jornada, no había necesidad de tomar tan largo y trabajoso camino, porque en la distancia que hay desde el valle de Tacanas hasta la ciudad de los Reyes hay más de ciento y ochenta leguas de arenales y de mal camino. Y dijo que no estimaba ni tenía en tanto el corporal trabajo, cuanto tenía el daño que con su ausencia podían hacer los soldados hasta que de vuelta le viesen, y que ya era allegado y estaba en las últimas poblazones del Pirú, y que estaba en víspera de sacar aquella gente de él, y que no era cordura dejalla descarriada, mayormente viéndole volver, y que no volviendo se excusaban. Y juntamente con esto impedían al gobernador, si volvía, no poder subir adelante de la ciudad de Santiago a poblar otra ciudad en Arauco hasta que pasasen catorce meses o más, y que con seguir su jornada y camino iría a tiempo, que antes de cuatro meses la iría a poblar y fundar, y que considerase el servicio que en esto a Su Majestad se hacía, que era mucho mayor que en volver a la ciudad de los Reyes, no teniendo certinidad quererlo el presidente, porque a saberse, por obedecer, todos estos inconvinientes, por mayores que fueran, cesaban.
Tratando con el general Hinojosa tres días, diciendo el gobernador estas y otras palabras que en este caso más convenían, y que si entendía de su voluntad que sería más servicio de Su Majestad volver a Lima que seguir su camino, que luego volvería sin impedimento alguno. Estando el gobernador una mañana con su gente pacífica y quieta, apercibió Pedro de Hinojosa sus doce arcabuceros y mandóles que tuviesen sus arcabuces cargados y mechas encendidas, y que todos se fuesen con él. Allegado Pedro de Hinojosa al aposento del gobernador, dejó los arcabuceros en el patio de la casa y entró dentro. Y al ruido que hicieron se levantó el gobernador y salió con sus criados a ver qué era, y encontró con Pedro de Hinojosa y preguntóle que qué mandaba su merced que se hiciese. Y el Pedro de Hinojosa, no teniendo respuesta, sacó una provisión de Su Majestad y la presentó al gobernador. Y vista la tomó y la dio a su secretario Joan de Cardeña que la leyese. Y leída y entendido que se le mandaba volviese a la ciudad de los Reyes a dar cuenta de la culpa que se le habían impuesto, luego la tomó y la obedeció, y la puso sobre su cabeza. Luego mandó traer una cabalgadura y dijo a Pedro de Hinojosa que luego se partiesen en aquel punto. Entendiendo los capitanes del gobernador que allí estaban con cuarenta de a caballo y otros tantos de a pie, y vieron que el gobernador iba a Lima, se alteraron y hablaban como lo suelen hacer la gente de guerra en tales tiempos.
Sintiendo el gobernador este tumulto, luego mandó a sus capitanes y gente que ninguno se moviese, so pena de muerte, diciéndoles que él era obligado a obedecer y cumplir aquella provisión como criado de Su Majestad, ansí aquélla como todas las demás que te fuesen presentadas en todo tiempo y lugar. Dicho esto el gobernador a su gente, volvió a Pedro de Hinojosa y díjole que le pesaba por la dilación, y porque había querido venir en aquellos términos, pues con sólo que lo hubiera dicho, hubiera él vuelto sin mostrarle la provisión. Y con esto se despidió de su gente, y proveyó al capitán Francisco de Ulloa para que llevase la gente que allí estaba hasta el valle de Atacama, y que allí esperase con ella hasta que volviese, quedando allí los soldados que le pareciese para que allí le aguardasen hasta que él volviese, porque tenía por nueva que el capitán Esteban de Sosa, que era el que había despachado del Cuzco con los ochenta hombres, había ya salido de Atacama y ya había entrado en el gran despoblado de Copiapó. Y encomendó su casa a Joan de Cardeña, su secretario, para que con los demás que allí le hubiesen de esperar les esperase él. Y ansí se partió hacia la villa de Arequipa sólo con cuatro criados, donde llegaron en siete días. Y pareciéndome que será bien contar de lo que en este medio tiempo pasaba en la ciudad de Santiago, los dejaremos ir para su viaje por contar de Chile.
Preguntóle el gobernador qué información había tomado y qué era lo que contra él se hallaba en aquel caso. Respondióle que muy al revés, y dijo más, que se había informado de los vecinos de Arequipa y supo de ellos cómo se había habido muy bien con ellos sin haber recebido de él ni de sus capitanes agravio ninguno. Y que no embargante esta tan buena información que había hecho, por donde no le hallaba en culpa, deseaba muy mucho que volviese con él a verse con el presidente. A esto le respondió el gobernador muy encarecidamente, si sabía por alguna vía ser necesaria su tornada para el servicio de Su Majestad, o si acaso por indirectas había entendido el presidente holgaría de ello, y de todo le avisase, porque a ser ansí, en aquel momento daría la vuelta, pero si de esto que decía no había ninguna claridad para poner en efecto aquella jornada, no había necesidad de tomar tan largo y trabajoso camino, porque en la distancia que hay desde el valle de Tacanas hasta la ciudad de los Reyes hay más de ciento y ochenta leguas de arenales y de mal camino. Y dijo que no estimaba ni tenía en tanto el corporal trabajo, cuanto tenía el daño que con su ausencia podían hacer los soldados hasta que de vuelta le viesen, y que ya era allegado y estaba en las últimas poblazones del Pirú, y que estaba en víspera de sacar aquella gente de él, y que no era cordura dejalla descarriada, mayormente viéndole volver, y que no volviendo se excusaban. Y juntamente con esto impedían al gobernador, si volvía, no poder subir adelante de la ciudad de Santiago a poblar otra ciudad en Arauco hasta que pasasen catorce meses o más, y que con seguir su jornada y camino iría a tiempo, que antes de cuatro meses la iría a poblar y fundar, y que considerase el servicio que en esto a Su Majestad se hacía, que era mucho mayor que en volver a la ciudad de los Reyes, no teniendo certinidad quererlo el presidente, porque a saberse, por obedecer, todos estos inconvinientes, por mayores que fueran, cesaban.
Tratando con el general Hinojosa tres días, diciendo el gobernador estas y otras palabras que en este caso más convenían, y que si entendía de su voluntad que sería más servicio de Su Majestad volver a Lima que seguir su camino, que luego volvería sin impedimento alguno. Estando el gobernador una mañana con su gente pacífica y quieta, apercibió Pedro de Hinojosa sus doce arcabuceros y mandóles que tuviesen sus arcabuces cargados y mechas encendidas, y que todos se fuesen con él. Allegado Pedro de Hinojosa al aposento del gobernador, dejó los arcabuceros en el patio de la casa y entró dentro. Y al ruido que hicieron se levantó el gobernador y salió con sus criados a ver qué era, y encontró con Pedro de Hinojosa y preguntóle que qué mandaba su merced que se hiciese. Y el Pedro de Hinojosa, no teniendo respuesta, sacó una provisión de Su Majestad y la presentó al gobernador. Y vista la tomó y la dio a su secretario Joan de Cardeña que la leyese. Y leída y entendido que se le mandaba volviese a la ciudad de los Reyes a dar cuenta de la culpa que se le habían impuesto, luego la tomó y la obedeció, y la puso sobre su cabeza. Luego mandó traer una cabalgadura y dijo a Pedro de Hinojosa que luego se partiesen en aquel punto. Entendiendo los capitanes del gobernador que allí estaban con cuarenta de a caballo y otros tantos de a pie, y vieron que el gobernador iba a Lima, se alteraron y hablaban como lo suelen hacer la gente de guerra en tales tiempos.
Sintiendo el gobernador este tumulto, luego mandó a sus capitanes y gente que ninguno se moviese, so pena de muerte, diciéndoles que él era obligado a obedecer y cumplir aquella provisión como criado de Su Majestad, ansí aquélla como todas las demás que te fuesen presentadas en todo tiempo y lugar. Dicho esto el gobernador a su gente, volvió a Pedro de Hinojosa y díjole que le pesaba por la dilación, y porque había querido venir en aquellos términos, pues con sólo que lo hubiera dicho, hubiera él vuelto sin mostrarle la provisión. Y con esto se despidió de su gente, y proveyó al capitán Francisco de Ulloa para que llevase la gente que allí estaba hasta el valle de Atacama, y que allí esperase con ella hasta que volviese, quedando allí los soldados que le pareciese para que allí le aguardasen hasta que él volviese, porque tenía por nueva que el capitán Esteban de Sosa, que era el que había despachado del Cuzco con los ochenta hombres, había ya salido de Atacama y ya había entrado en el gran despoblado de Copiapó. Y encomendó su casa a Joan de Cardeña, su secretario, para que con los demás que allí le hubiesen de esperar les esperase él. Y ansí se partió hacia la villa de Arequipa sólo con cuatro criados, donde llegaron en siete días. Y pareciéndome que será bien contar de lo que en este medio tiempo pasaba en la ciudad de Santiago, los dejaremos ir para su viaje por contar de Chile.