EXPANSIÓN DE CASTILLA Y ARAGÓN
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Datos principales
Desarrollo
1.Castilla se abre al Atlántico . La época de la gran depresión . Los primeros síntomas de la crisis . Alfonso XI restablece la autoridad real . La crisis que no cesa . Crisis, guerra y peste negra . Un monarca conflictivo: Pedro I . La guerra fratricida . Los primeros trastámaras: Enrique II . El reinado de Juan I . El reinado de Enrique III . La pleamar de las Cortes . El ascenso de la nobleza . La resistencia antiseñorial . Auge ganadero y estancamiento agrícola . Ruptura de la convivencia cristiano-judaica . El pogrom de 1391 . Castilla y el Cisma de Occidente . La reforma de la Iglesia . Inestabilidad política y fortaleza económica . El reinado de Juan II . Recuperación demográfica y agraria . El fin del cisma. Los herejes de Durango . El reinado de Enrique IV . El poderío real absoluto . Economía castellana en el siglo XV . Una postrada industria .
Auge del comercio internacional . La sociedad castellana: luchas internas . La segunda guerra irmandiña . Declive de las comunidades judías . La hostilidad contra los conversos . Los mudéjares . Esclavos y pobres . La beneficencia. Los hospitales . El legado de la Castilla medieval . La exclusión de las castas no cristianas . Castilla y el Atlántico . Bibliografía sobre la Castilla bajomedieval. 2.Navarra, entre Francia y Castilla . De los Evreux a los Trastámara . La aproximación navarra a Castilla . Incorporación de Navarra a Castilla . 3.Aragón: de Pedro el Grande a Juan II . Introducción . Apogeo y declive demográfico . Geografía del declive . Evolución de los precios . El problema de la crisis . La economía de la Corona de Aragón . Producción minera aragonesa . Producción artesanal en Aragón . La industria pañera . Dinámica mercantil e infraestructura . El desarrollo mercantil de Aragón .
Rutas peninsulares y europeas . Las rutas mediterráneas . La Banca . Diversidad y unidad monetaria . La sociedad en la Corona de Aragón: la nobleza . El clero . La oligarquía de las ciudades . Los grupos populares urbanos . Los campesinos y las servidumbres . Los judíos: de la aceptación al rechazo . Los musulmanes vencidos . La plenitud política . La incorporación de Sicilia . La guerra y la diplomacia por Sicilia . La Península y el Magreb . Expansionismo por Cerdeña y Oriente . Inicios de la decadencia política . Las Uniones y el fracaso del autoritarismo . El reintegracionismo mediterráneo . La guerra de los Dos Pedros . La crisis y el cambio de dinastía . Continuidad y cambio en política exterior . El Compromiso de Caspe . Los Trastámara de la Corona de Aragón . Tiranía del subsidio e iniciativas de reforma . El desafío a los estamentos . ¿La Península o el Mediterráneo? .
La conquista del reino de Nápoles . La política exterior de un monarca ausente . Juan II y las guerras civiles . Preludio de guerra . La guerra civil catalana . Literatura medieval catalana . La lírica . La poesía de Ausiàs March . La narrativa . La obra de Ramón Llull . Tirant lo Blanc . Los cronistas . Moralistas y predicadores . El teatro . Los escritores humanistas . La prosa humanística . Bibliografía sobre la Corona de Aragón bajomedieval.
Castilla se abre al Atlántico
El período comprendido entre los años 1284 y 1474, o lo que es lo mismo entre la muerte del monarca Alfonso X el Sabio y la proclamación de Isabel I como reina de Castilla, puede ser contemplado, por lo que a la Corona de Castilla se refiere, desde ópticas contrapuestas. En efecto, para unos se asiste en dicha etapa al declive irremediable del mundo medieval, en tanto que otros encuentran en ella los primeros síntomas inequívocos de los tiempos modernos.
Más información La época de la gran depresión
Diversos textos hablan de tiempos turbulentos para referirse a la situación en que se encontraba la Corona de Castilla en los años finales del siglo XIII e iniciales del XIV. En efecto, los cuarenta años que transcurren entre el acceso al trono de Sancho IV, en 1284, y la proclamación de la mayoría de edad de Alfonso XI, en 1325, se caracterizan por la sucesión de conflictos bélicos de orden interno, pero también por la presencia de las primeras manifestaciones de la crisis.
Más información Los primeros síntomas de la crisis
El primer gran aldabonazo de la crisis se produjo apenas iniciada la decimocuarta centuria. En efecto, en el año 1301, según el testimonio que nos ha transmitido la Crónica de Fernando IV, "fue en toda la tierra muy grant fambre; e los omes moríense por las plazas e por las calles de fambre, e fue tan grande la mortandad en la gente, que bien cuidaron que muriera el cuarto de toda la gente de la tierra; e tan grande era la fambre, que comían los omes pan de grama, e nunca en tiempo del mundo vio ombre tan gran fambre ni tan grand mortandad".
Más información Alfonso XI restablece la autoridad real
El rey Alfonso XI, una vez encargado del gobierno efectivo de sus reinos, puso fin a la anarquía que, durante su minoridad, había campado a sus anchas. Por de pronto dicho monarca instituyó el regimiento en el gobierno de los municipios, creó los regimientos de León y de Segovia e hizo aprobar, en las Cortes celebradas en la localidad de Alcalá de Henares en 1348, el célebre Ordenamiento que lleva el nombre de esta población.
Más información La crisis que no cesa
La despoblación y la frecuencia de los malos años, rasgos que estuvieron presentes en el primer cuarto del siglo, continuaron causando sus estragos en el segundo cuarto. En las Cortes de Madrid del año 1329 decía Alfonso XI que "toda la mi tierra es yerma e astragada" y en las Cortes de Alcalá de Henares de 1348 volvió a repetir esa misma idea al señalar que la tierra se encontraba "yerma e despoblada".
Más información Crisis, guerra y peste negra
Entre 1350 y 1369 se vivieron en la Corona de Castilla años difíciles. La crisis, que se estaba manifestando desde algún tiempo atrás, alcanzó su culminación con la difusión de la peste negra, cuyas consecuencias fueron de todo punto nefastas. Por si fuera poco, la sublevación de Enrique de Trastámara contra su hermanastro el rey Pedro I de Castilla derivó en una guerra fratricida de gran intensidad.
Más información Un monarca conflictivo: Pedro I
El reinado de Pedro I (1350-1369) coincidió con los años más duros de la crisis bajomedieval. Además hubo de enfrentarse a revueltas nobiliarias, fomentadas por los bastardos de Alfonso XI, a la guerra con Pedro IV de Aragón y al levantamiento de su hermanastro Enrique de Trastámara.
Más información La guerra fratricida
Hermanastro de Pedro I, Enrique de Trastámara había ratificado, en el tratado de Binéfar de 1363, su alianza con Pedro IV, el cual le ayudaría en sus pretensiones al trono castellano a cambio de la entrega del reino de Murcia, vieja reivindicación aragonesa, y otros lugares. La guerra fratricida entre el rey legítimo y su hermanastro causó enormes estragos. Las tropelías, cometidas particularmente por los soldados mercenarios, tanto franceses como ingleses, dañaron ante todo a la población rural.
Más información Los primeros trastámaras: Enrique II
El establecimiento de la dinastía Trastámara en Castilla fue algo más que un mero cambio de una familia reinante por otra. Ciertamente, Enrique II tuvo que hacer concesiones a la nobleza que le ayudó a derrotar a Pedro I. Pero al mismo tiempo impulsó el desarrollo de instituciones centralizadas de gobierno, tarea en la que le siguieron sus sucesores. Por lo demás, las últimas décadas del siglo XIV conocieron los momentos de máxima vitalidad de las Cortes castellano-leonesas.
Más información El reinado de Juan I
Hijo y sucesor de Enrique II, Juan I (1379-1390) continuó la tarea de fortalecimiento del poder regio. El problema más agudo con que hubo de enfrentarse Juan I surgió en tierras portuguesas. Viudo de su primera esposa, el monarca castellano, según lo acordado en la paz de Elvas de 1382, casó en segundas nupcias con la princesa lusitana Beatriz, hija del rey de Portugal, Fernando I. Al morir éste, en 1383, quedaba como heredera del trono portugués Beatriz. La oposición portuguesa se plasmó en una guerra, que acabó con la derrota castellana en Aljubarrota.
Más información El reinado de Enrique III
La muerte de Juan I, en plena juventud, dejaba como heredero del trono a un niño, Enrique III. La época de Enrique III estuvo dominada, en el panorama internacional, por la paz. Así las cosas, mientras continuaba la alianza con Francia mejoraron las relaciones con Inglaterra, lo que permitió la reanudación de las relaciones comerciales con dicho país. Por otra parte, el interés de Enrique III por el Mediterráneo, en cuyo extremo oriental se anunciaba el peligro turco, llevó al monarca castellano a planear un pacto nada más y nada menos que con los tártaros de Tamerlán.
Más información La pleamar de las Cortes
Puede afirmarse que la decimocuarta centuria fue la época de apogeo de la institución, y en particular las tres últimas décadas del siglo. Por de pronto, la convocatoria de las Cortes fue muy frecuente en todo el siglo, si exceptuamos el reinado de Pedro I.
Más información El ascenso de la nobleza
Las donaciones efectuadas por los monarcas de la dinastía Trastámara a la nobleza constituyen, en opinión del historiador S. de Moxó, la más caudalosa fuente de señoríos de Castilla. Al concluir el siglo XIV la Corona de Castilla estaba salpicada por un rosario de grandes estados señoriales. Los señores gozaban de facultades jurisdiccionales, cobraban rentas de muy diversa índole, algunas de origen regaliano, ejercían monopolios diversos y, en general, aprovechaban cualquier resquicio para obtener beneficios en su provecho. En ocasiones acudían a métodos violentos, lo que explica que se haya hablado de ellos como los malhechores feudales. Los castillos, utilizados cada vez más como residencias palaciegas, eran el símbolo de su poder, pero también de su dominio sobre los vasallos de las tierras circundantes.
Más información La resistencia antiseñorial
La expansión señorializadora supuso la pérdida de la condición realenga de numerosas villas y aldeas de la Corona de Castilla. Los vecinos de las localidades que eran donadas por el poder regio a los grandes magnates pasaban a depender directamente de los nuevos señores. Pero esa situación no siempre fue recibida con agrado por los que se situaban en la órbita señorial. Así las cosas, no tiene nada de extraño que en las últimas décadas del siglo XIV la Corona de Castilla fuera escenario de diversos movimientos antiseñoriales.
Más información Auge ganadero y estancamiento agrícola
Paralelamente al afianzamiento de los grandes señores territoriales en el terreno social tuvo lugar, por lo que al ámbito de la economía se refiere, una notable expansión de la ganadería lanar trashumante, que contaba, desde tiempos de Alfonso X el Sabio, con una poderosa institución a su servicio, el Honrado Concejo de la Mesta. El triunfo de los Trastámaras consolidó si cabe la posición hegemónica de la Mesta, a cuyo frente, como alcalde entregador mayor, figuraron en todo momento miembros de la alta nobleza.
Más información Ruptura de la convivencia cristiano-judaica
Las relaciones entre los cristianos y los judíos de Castilla habían sido, en el transcurso de los siglos XI al XIII, en lo esencial pacífícas. Pero en la decimocuarta centuria se produjo un cambio radical de esa tendencia. El antijudaismo, hasta entonces más o menos soterrado, salió a la superficie, alimentado por la crisis del siglo, pero también por la propaganda demagógica de Enrique de Trastámara. El punto culminante de ese proceso fueron los violentos ataques a los judíos de Sevilla, acaecidos en junio de 1391. Esos sucesos anticipaban, en cierto modo, la "solución final" adoptada por los Reyes Católicos un siglo después.
Más información El pogrom de 1391
Los trágicos sucesos de 1391 se produjeron sólo veintidós años después del establecimiento definitivo de Enrique II como rey de Castilla, de ahí la inevitable tentación a buscar una conexión entre ambos hechos. Iniciada en sevilla, la violencia contra los hebreos se propagó rápidamente por otras localidades del valle del Guadalquivir: Córdoba, Andújar, Montoro, Jaén, Ubeda, Baeza... Continuó después la onda expansiva tanto hacia la Meseta meridional (Villa-Real, Cuenca, Huete, Escalona, Madrid, Toledo...) como hacia la Corona de Aragón.
Más información Castilla y el Cisma de Occidente
El acontecimiento más grave de cuantos sucedieron en el ámbito de la vida religiosa fue el Cisma de Occidente, es decir, la coexistencia, desde el año 1378, de dos pontífices en el seno de la Iglesia. la ruptura fue iniciada por Clemente VII y seguida por el aragonés Pedro de Luna, el Papa Luna.
Más información La reforma de la Iglesia
El panorama de la Iglesia de la Corona de Castilla en el siglo XIV no era precisamente muy edificante. El episcopado, por lo general procedente de las filas de la nobleza, parecía más preocupado por los asuntos mundanos que por los espirituales. Hubo obispos que, en todo el período de su episcopado, no aparecieron por la diócesis que gobernaban. El bajo clero, por su parte, tenía una deficiente preparación intelectual y tampoco sobresalía por llevar una vida ejemplar. No obstante, en las últimas décadas del siglo XIV hubo en Castilla serios intentos de promover una reforma en el seno de la Iglesia. El principal artífice de esos intentos reformistas fue Pedro Tenorio, a la sazón arzobispo de Toledo.
Más información Inestabilidad política y fortaleza económica
La historia política de la Corona de Castilla durante la primera mitad del siglo XV, coincidente con el reinado de Juan II, ofrece una extraordinaria complejidad. La tradicional pugna entre la nobleza y la monarquía se vio acompañada por la presencia en Castilla de los denominados infantes de Aragón, es decir, los hijos de Fernando de Antequera, el Trastámara que se coronó rey de Aragón en 1412. Por su parte el rey de Castilla, Juan II, tuvo un excepcional valedor en Alvaro de Luna, una especie de privado del monarca. No obstante el panorama de fondo era bastante más tranquilizador, pues a la indudable recuperación que se observa en el terreno demográfico y en el mundo agrario se añadió el final del Cisma de la Iglesia.
Más información El reinado de Juan II
El rey Juan II, en el momento de acceder al gobierno efectivo de Castilla, parecía hallarse prisionero de los infantes de Aragón, cuya cabeza visible era el duque de Peñafiel, Juan, que en 1425, por su parte, pudo coronarse rey de Navarra. Pero la causa monárquica encontró un firme defensor en la persona de Alvaro de Luna, un personaje originario de Aragón que escaló de tal manera puestos en la corte regia que llegó a convertirse en una especie de valido del nuevo rey.
Más información Recuperación demográfica y agraria
Las grandes catástrofes de la anterior centuria parecían definitivamente alejadas de Castilla al llegar el siglo XV. Ciertamente reapareció la peste en diversas ocasiones y los malos años tampoco estuvieron ausentes. Pero unos y otros fenómenos parecen mínimas sombras en un panorama claramente dominado por la recuperación demográfica y la reconstrucción agraria. Por lo demás, la primera mitad del siglo XV fue un período de lento pero continuado crecimiento económico.
Más información El fin del cisma. Los herejes de Durango
La convocatoria del concilio de Pisa, en 1409, no sólo no solucionó el Cisma de la Cristiandad, sino que lo complicó, pues del mismo salió un nuevo pontífice, sin que renunciara ninguno de los dos existentes. Pese a todo, la vía conciliar era la única que podía resolver la situación. En efecto, así sucedió en el concilio de Constanza, que inició sus sesiones en 1414. En 1416 Castilla sustraía la obediencia al papa aviñonense, Benedicto XIII. Los cardenales y los representantes de las naciones procedieron, en 1417, a elegir un nuevo pontífice, Martín V. De esa forma se puso fin al Cisma.
Más información El reinado de Enrique IV
El reinado de Enrique IV presenta una imagen francamente negativa, pues se constituyó frente al monarca castellano una liga nobiliaria, dirigida por el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, y a la que incluso se adhirió el antiguo favorito de Enrique IV, el poderoso marqués de Villena. Había, ciertamente, linajes de la alta nobleza que mantenían su fidelidad al rey de Castilla, como los Mendoza, pero eran los menos. Los rebeldes, en una ceremonia oprobiosa que tuvo lugar en las afueras de Avila en el año 1465, depusieron a Enrique IV, allí representado por un muñeco.
Más información El poderío real absoluto
"E yo de mi propio motu é ciencia cierta é poderío real absoluto...." Esto se lee en un documento emanado de la cancillería de Enrique IV, del año 1472. Ciertamente la expresión poderío real absoluto ya se encuentra en documentos de la época de Juan II, pero sorprende sobremanera que sea utilizada por un monarca que, en apariencia al menos, parecía un juguete de las apetencias de la alta nobleza de sus reinos. Pero no hay que engañarse. Los interminables conflictos políticos de la época ocultan la realidad de un poder monárquico que se fortalecía de día en día.
Más información Economía castellana en el siglo XV
La crisis del siglo anterior, con su cortejo de grandes catástrofes, parecía ya un asunto olvidado. En la decimoquinta centuria el signo dominante, tanto en el terreno demográfico como en el económico, fue de clara recuperación.
Más información Una postrada industria
Entre los rasgos más sobresalientes que caracterizaban a la economía de la Corona de Castilla en la segunda mitad del siglo XV, según la opinión del historiador R. Carande, encontramos la existencia de una "postrada industria". Dicha expresión hace básicamente referencia a la industria textil, la cual resultaba muy débil, ante todo si tenemos en cuenta la prosperidad de la ganadería lanar trashumante de la Corona de Castilla. Ahora bien, la producción manufacturera de los reinos de Castilla y León abarcaba asimismo otros muchos campos, desde las ferrerías del País Vasco hasta la fabricación de navíos.
Más información Auge del comercio internacional
Auge del comercio internacional
En contraste con la postrada industria, el comercio internacional de la Corona de Castilla alcanzó en los últimos siglos de la Edad Media cimas considerables. La base del mismo era la caudalosa exportación de lanas de que hablaba así mismo R. Carande. Pero, en definitiva, los rasgos señalados nos indican que Castilla tenía en aquel tiempo una estructura económica propia de un país colonial, pues se basaba en la exportación de materias primas y en la importación, como contrapartida, de productos manufacturados.
Más información La sociedad castellana: luchas internas
La sociedad castellana del siglo XV vivió en continuo sobresalto. Las luchas de bandos estaban a la orden del día en numerosas villas y ciudades de todo el reino. Pero al mismo tiempo seguía funcionando el binomio expansión señorial-resistencia antiseñorial, cuyo momento culminante se expresó en una petición de los procuradores del tercer estado en las Cortes de Ocaña del año 1469. No obstante, el conflicto más agudo de cuantos padeció la Corona de Castilla en la decimoquinta centuria fue el que estalló en tierras de Galicia en 1467, el de los Irmandiños.
Más información La segunda guerra irmandiña
El conflicto antiseñorial de más envergadura de todo el siglo XV, cuyo origen se encontraba en la formación de una Hermandad, fue el que estalló en Galicia en el año 1467. Enrique IV autorizó la constitución de la Hermandad, que tenía como finalidad garantizar el orden, perturbado por los malhechores, y proteger los intereses de los hermanados. Pero la Hermandad se convirtió en la punta de lanza de un movimiento antiseñorial, dirigido contra los grandes propietarios territoriales de la nobleza laica gallega. Es la denominada segunda guerra irmandiña o, simplemente, el conflicto de los Irmandiños.
Más información Declive de las comunidades judías
El pogrom de 1391 supuso un giro copernicano en las relaciones entre las comunidades cristiana y judía. A partir de esa fecha los hebreos de la Corona de Castilla iniciaron un declive imparable, por más que en el transcurso del siglo XV pudieran detectarse algunos signos inequívocos de recuperación. En esas circunstancias la tradicional tensión entre cristianos y judíos remitió, pero en cambio pasó a primer plano el conflicto entre los cristianos viejos y los nuevos o conversos. Es más, los tradicionales argumentos utilizados contra los hebreos, incluso reforzados, sirvieron en el siglo XV para atacar a los judeoconversos.
Más información La hostilidad contra los conversos
Es indudable que las conversiones masivas de judíos al cristianismo tras el pogrom de 1391 tuvieron como causa principal el deseo de aquellos de escapar a la persecución y no una sincera convicción religiosa. Así se explica que muchos cristianos nuevos o conversos siguieran en el fondo de sus almas fieles a sus antiguas creencias y que de forma más o menos oculta continuaran con los ritos mosaicos o, lo que es lo mismo, que judaizaran. Ahí se encuentra una de las claves de la hostilidad manifestada por los cristianos viejos hacia los conversos. Es preciso señalar, no obstante, que con frecuencia se acusaba a los conversos de mantenerse fieles a sus antiguas creencias simplemente porque sus hábitos de comportamiento, sus actitudes sexuales o sus gustos culinarios continuaban inmersos, como no podía menos de suceder, en la vieja tradición hebraica.
Más información Los mudéjares
Al igual que los judíos, los mudéjares, es decir los creyentes del Islam que vivían en tierras de cristianos, eran una minoría religiosa. Organizados en aljamas, se les respetaban sus creencias y gozaban de un cierto grado de autonomía. En el transcurso de los siglos XIV y XV la comunidad mudéjar debió sufrir importantes mermas, debido a la conversión al cristianismo de unos y a la emigración a Granada o al Norte de Africa de otros.
Más información Esclavos y pobres
Los esclavos constituían, en la Castilla de fines del Medievo, un grupo ciertamente escaso, de caracteres residuales. Procedían básicamente de prisioneros de guerra capturados a los musulmanes. Muchas familias poderosas tenían a su servicio esclavos moros, como lo pone de manifiesto la documentación bajomedieval, y en primer lugar, los testamentos. Pero desde finales del siglo XIV se añadieron nuevas fuentes de captación de esclavos: las islas Canarias y el mundo negro africano (Guinea y Senegambia). El mundo de los pobres era de una notable heterogeneidad. En el mundo de la pobreza se incluye a todos aquellos que, independientemente de las causas que lo habían provocado, carecían de lo indispensable para subsistir.
Más información La beneficencia. Los hospitales
La atención a los necesitados se realizaba en la Edad Media desde los supuestos de la beneficencia. Esta se plasmó básicamente en la erección de hospitales, en los cuales se procuraba ofrecer a los acogidos cuidados materiales, pero también asistencia espiritual. Los hospitales de la época medieval desempeñaban una triple función: atendían enfermos; actuaban como asilos, recogiendo a los menesterosos y funcionaban asimismo como hospederías, pues daban cobijo temporal a peregrinos y viajeros de condición modesta.
Más información El legado de la Castilla medieval
Los Reyes Católicos dieron pasos decisivos en orden a la edificación de un Estado moderno. No obstante, su labor no partió de la nada. Antes al contrario recibieron un importante legado del pasado, tanto en el terreno doctrinal como en el de la práctica política. El camino lo había iniciado en el siglo XIII Alfonso X, lo ratificó en la siguiente centuria Alfonso XI y lo remataron posteriormente los Trastámaras, particularmente a través de la creación de instituciones centrales de gobierno tan importantes como la Audiencia o el Consejo Real.
Más información La exclusión de las castas no cristianas
Los sucesos del año 1391 marcan un hito decisivo. Desde aquella fecha se fueron encadenando dos problemas diferentes pero conexionados: el estrictamente judío y el converso.
Más información Castilla y el Atlántico
En el transcurso del siglo XV la Corona de Castilla, que había puesto los pies en las islas Canarias al comenzar dicha centuria, fue protagonista de una notable expansión por la costa occidental de Africa, ya fuera para explotar sus pesquerías o para realizar un lucrativo comercio. No tiene por ello nada de extraño que fuera precisamente en ese territorio en donde, años más tarde, encontrara Cristóbal Colón tanto el aliento como las bases materiales para llevar a cabo su proyecto de viaje a las Indias cruzando el Atlántico.
Más información Navarra, entre Francia y Castilla
Encerrada entre Aragón y Castilla Navarra mantiene una política de equilibrio entre ambos reinos, y neutraliza los ataques de uno con el apoyo del otro, y los de ambos mediante alianzas al Norte de los Pirineos, alianzas que llevarán al trono navarro a Felipe IV, heredero de la corona francesa.
Más información De los Evreux a los Trastámara
La independencia lograda en 1328 es más teórica que real; aunque privativos de Navarra, los nuevos reyes son franceses por formación y por intereses y mientras vivan Juana II y Felipe de Evreux apenas puede hablarse de cambios. El primer monarca navarro será el hijo de Juana, Carlos II, rey desde 1349.
Más información La aproximación navarra a Castilla
Frente a la capacidad política y la energía desplegada por Pedro el Ceremonioso de Aragón y por Carlos II de Navarra para engrandecer sus dominios y evitar la integración en la órbita política castellana, los herederos de ambos reinos desarrollaron una política de pacifismo. Al morir Carlos II, el heredero del trono navarro se hallaba en Castilla, con cuyos monarcas mantuvo las mejores relaciones a lo largo de su reinado a pesar de la intromisión de su mujer, Leonor, en los asuntos castellanos durante la minoría de Enrique III, quien, al expulsar de Castilla a la reina, se hizo pagar veinte mil florines en compensación "del bullicio y escándalo que era en mis reinos por causa y ocasión de doña Leonor, reina de Navarra".
Más información Incorporación de Navarra a Castilla
El difícil equilibrio navarro entre Francia y Castilla se mantiene durante varias décadas hasta que Fernando el Católico anexiona Navarra al reino de Castilla en las cortes de Burgos el 11 de junio de 1515.
Más información Aragón: de Pedro el Grande a Juan II
Entre el reinado de Pedro el Grande (1276-1285) y el de Juan II (1458-1479) transcurrieron doscientos años de historia de la Corona de Aragón pletóricos de acontecimientos de todo orden, muchos de ellos decisivos para el futuro de esta entidad política y sus pueblos en el seno de la monarquía hispánica en la Edad Moderna. Plenitud y crisis son los conceptos que globalmente definen los dos siglos que nos disponemos a examinar.
Más información Introducción
La historia que nos disponemos a explicar es la de unos pueblos hispánicos que a principios del siglo XIV alcanzaron los límites de su expansión peninsular, pero que ya desde principios del siglo XIII iniciaron una formidable expansión mediterránea que iba a afectar a la vida de otros pueblos de este mar e iba a transformarlos a ellos mismos.
Más información Apogeo y declive demográfico
Hacia 1300-1325 la población de la Corona debió alcanzar su plenitud medieval. Posiblemente el punto álgido, al menos para la mayor parte de la Corona de Aragón, se alcanzó en algún momento del primer tercio del siglo XIV cuando Barcelona, al decir de C. Carrére, pudo estar cerca de los 50.000 habitantes; la isla de Mallorca llegó a los 61.700 (26.780 en la capital y 34.920 en el campo), en 1329, según F. Sevillano, y la saturación demográfica causó conflictos entre los habitantes de Valencia y los señores del entorno a causa de la escasez de tierra cultivable. A partir de ahí empezaron las dificultades, que inicialmente fueron sobre todo crisis de subsistencias a causa de malas cosechas y problemas de aprovisionamiento.
Más información Geografía del declive
A partir de mediados del siglo XIV la curva demográfica siguió una tendencia declinante hasta finales del siglo XIV o entrado el siglo XV, en que comenzó la recuperación.
Más información Evolución de los precios
Durante este periodo los precios evolucionaron de maneras muy diversas. A épocas de inflación, provocada por la baja producción y la baja demografía, seguían otras de deflación o estancamiento, debido a la entrada de nuevas gentes pobladoras. Al final de periodo, mientras el reino de Valencia iniciaba la recuperación con el ascenso de Valencia a la capitalidad financiera de la Corona, en la segunda mitad del siglo XV (de 1455 a 1480) Cataluña seguía en la dinámica de la crisis que la guerra civil de 1462-1472 agravaría considerablemente.
Más información El problema de la crisis
El concepto de crisis bajomedieval o del feudalismo encubre una realidad compleja, llena de contrastes, que la investigación, generalmente puntual o local, hace aflorar. La síntesis, que por definición es provisional, resulta por tanto muy difícil. Las carestías -ya lo hemos dicho- son propias de todas las economías preindustriales, aunque la frecuencia con que se producen en los siglos XIV y XV, y con ellas las sacudidas alcistas de los precios, permite sospechar que termina entonces el ciclo del largo crecimiento agrario medieval. Las mortandades ocasionadas por el hambre y la epidemia, mayores que los pasados siglos, no pudieron dejar de afectar al conjunto del sistema productivo, como parece indicarlo también la marcha de los salarios.
Más información La economía de la Corona de Aragón
Dentro de los países de la Corona, Aragón es el que posee una agricultura tradicional y un sector ganadero más sólidos. Cataluña, a causa del crecimiento de la población durante la plena Edad Media, antes de las epidemias, y de la orientación de una parte de la agricultura hacia los cultivos especulativos e industriales de exportación, fue, como Mallorca, desde el siglo XIV, un país deficitario en cereales. Mientras las Baleares y el Principado, carentes de una base agrícola firme, dependían de los márgenes de beneficios de su comercio exterior para comprar alimentos, la producción del agro valenciano los años buenos (los de tres cosechas, decía Eiximenis) cubría la demanda interior, y tenía sobrante para exportar (sobre todo arroz y azúcar).
Más información Producción minera aragonesa
Las diferencias estructurales observadas entre los sectores agropecuarios de Aragón, Cataluña, Mallorca y Valencia también estaban presentes en la producción de minerales y materias primas: en este campo Cataluña era más importadora, mientras que Valencia y Aragón eran más exportadores.
Más información Producción artesanal en Aragón
En las villas y ciudades de la Corona había multitud de familias dedicadas a los oficios más diversos, sin que apenas destacara otra industria que no fuera la de los tejidos. El sector básico de la producción artesanal era el destinado a cubrir necesidades cotidianas de la población. En este campo trabajaban carpinteros, zapateros, cordeleros, menestrales del vestido (sastres, calceteros, guanteros), tejedores de lino, jaboneros, vidrieros, especialistas en el trabajo del algodón, artesanos del metal (herreros, cuchilleros, caldereros, cerrajeros), alfareros, etc.
Más información La industria pañera
La industria principal, motor de casi todas las grandes transformaciones de las ciudades de la Corona en la Baja Edad Media, fue la pañería. Según C. Carrére, la producción de tejidos de lana es precisamente lo que, en el siglo XIV, convirtió a Barcelona en gran centro económico del mundo mediterráneo: atrajo a un número elevadísimo de menestrales, estimuló la concentración de capitales e impulsó el desarrollo mercantil de la ciudad.
Más información Dinámica mercantil e infraestructura
La Corona de Aragón, estratégicamente situada en el noreste de la Península, con una amplia fachada marítima, exportó una parte de su producción a los países del entorno y supo jugar un decisivo papel de intermediario mercantil entre los países del continente europeo, los reinos peninsulares y el Mediterráneo. La fase de máxima prosperidad de la Corona, dentro de un equilibrio global, corresponde a los años 1250-1350. La mayor actividad y volumen de negocios se dio entonces alrededor de las grandes capitales: Mallorca, Zaragoza, Valencia y Barcelona.
Más información El desarrollo mercantil de Aragón
En la culminación del desarrollo mercantil de la Corona, los mercaderes, y las autoridades que les respaldaban, crearon corporaciones, normas reguladoras de la actividad comercial e instituciones encargadas de velar por su aplicación. Los orígenes se remontan a la época de Jaime I, cuando este monarca, en 1258, dio existencia legal al gremio de hombres de mar de Barcelona (Universidad de los Prohombres de la Ribera) y a sus normas reguladoras de la navegación comercial (Ordenaciones de la Ribera Marítima de Barcelona).
Más información Rutas peninsulares y europeas
Rutas peninsulares y europeas
Cataluña encontraba en la agricultura y ganadería de Aragón productos para su sustento (trigo, carne de ovino), el funcionamiento de su industria (lana) y la exportación (azafrán, lana), mientras que Aragón se proveía de productos del comercio mediterráneo (especias, sedas, tejidos ricos, esclavos) por mediación de mercaderes catalanes y valencianos. Valencia y Aragón eran, a su vez, eslabón de un comercio hacia Navarra y Castilla, realizado por mercaderes castellanos y de la Corona, que introducían en el interior peninsular productos de la manufactura catalanoaragonesa y de importación mediterránea, y a cambio suministraban a los países de la Corona, sobre todo Valencia y Cataluña, productos alimentarios (cereales, aceite, vino) y primeras materias (lana, cuero).
Más información Las rutas mediterráneas
Para los mercaderes de los reinos peninsulares de la Corona, Cerdeña, Sicilia, Nápoles y el norte de Africa eran mucho más que escalas del comercio con el Mediterráneo oriental. Desde el siglo XIII los mercaderes catalanes controlaron buena parte del comercio en la zona, preponderancia económica que se reforzó con el dominio político. Puesto que se trataba de países con escaso desarrollo industrial, resultaron excelentes compradores de productos manufacturados y proveedores de primeras materias. En suma: la prosperidad del gran comercio catalanoaragonés se forjó tanto en el Ultramar de las especias (el Mediterráneo oriental) como en las escalas de la llamada diagonal insular (el Mediterráneo occidental).
Más información La Banca
La diversidad de especies monetarias en circulación, el incremento de numerario, las necesidades crediticias en la época de expansión de los negocios y la complejidad del comercio internacional explican la creciente importancia del oficio de banquero o cambiador. Los cambiadores del siglo XIII se dedicaban fundamentalmente al cambio de moneda, aunque progresivamente aceptaron también dinero en depósito, y en el siglo XIV, sobre estos depósitos, comenzaron a efectuar pagos a los acreedores de sus clientes, por orden escrita de éstos y en los vencimientos establecidos. De esta práctica deriva el cheque bancario, cuyos testimonios más antiguos conservados en la Corona datan de finales del siglo XIV.
Más información Diversidad y unidad monetaria
El sistema monetario, genuinamente feudal, en que cada condado y obispado tenía moneda propia, evolucionó hacia la simplificación o reducción de tipos durante los siglos XII y XIII. A partir de entonces predominó en casi toda Cataluña la moneda barcelonesa y en Aragón y parte de la Cataluña Nueva (tierras de Tortosa y Lérida) la moneda jaquesa. A finales del siglo XIV y durante el siglo XV se acuñaron otras monedas de oro de menor importancia: timbres de oro en Perpiñán (1394), reales de oro en Valencia (1426), pacíficos en Barcelona (1465) y ducados de oro o ducados juanistas en Zaragoza y Valencia.
Más información La sociedad en la Corona de Aragón: la nobleza
Los miembros del brazo o estamento militar pueden agruparse en dos categorías, la alta y la baja nobleza. A la alta nobleza pertenecían los condes, vizcondes y barones o ricos hombres, también llamados magnates. Constituían una minoría rica y poderosa, que controlaba buena parte de las tierras y hombres de la Corona, y vivía de las rentas de sus señoríos. La pequeña nobleza, formada por caballeros, donceles, generosos y hombres de paratge, era muy numerosa. En sus estratos superiores tendía a confundirse con los niveles inferiores de la alta nobleza; los sectores intermedios se asemejaban al patriciado urbano, y las capas inferiores casi se entremezclaban con las elites campesinas.
Más información El clero
El clero estaba internamente dividido por la posición económica y la extracción social de sus miembros. En la dirección de la Iglesia había en la Corona dos arzobispos (el de Tarragona y el de Zaragoza) y un conjunto de obispos, procedentes, en general, de las filas de la alta nobleza y de la propia familia real; unas jerarquías intermedias de canónigos, abades y priores, que dirigían instituciones clave de la Iglesia o colaboraban con la alta jerarquía en el gobierno, y que procedían de la pequeña nobleza y los grupos altos de la ciudades, y el bajo clero (frailes, monjes y clero parroquial), que integraba las filas del monacato, de las órdenes mendicantes y el grueso del clero secular. El bajo clero procedía de familias campesinas acomodadas y del artesanado urbano.
Más información La oligarquía de las ciudades
El franciscano gerundense Francesc Eiximenis, que escribía en pleno siglo XIV, dividía a los hombres de las ciudades en tres manos o sectores: la "má major", la "má mitjana" y la "má menor". La má major era el patriciado, es decir, la aristocracia del dinero, cuyos orígenes cabe situar en los negocios comerciales y financieros del siglo XII y comienzos del XIII. Se trata de unos hombres que muy pronto vincularon su suerte a la de la monarquía: ayudaron a las maltrechas finanzas de Pedro el Católico, colaboraron con los jerarcas de la nobleza y la Iglesia a garantizar el gobierno y la estabilidad política durante la minoridad de Jaime I y contribuyeron con sus recursos a las conquistas mallorquinas y valencianas de Jaime I.
Más información Los grupos populares urbanos
La "má menor" o pueblo menudo, de que hablaba anteriormente Eiximenis, constituía la inmensa mayoría de la población urbana. En los estratos superiores de este conjunto social se encontraba la gente de los oficios, es decir, los maestros artesanos y sus oficiales; en los estratos intermedios, los obreros no especializados (los braceros, por ejemplo), y, en los estratos inferiores, los grupos marginales: esclavos, mendigos, vagabundos y pobres en general.
Más información Los campesinos y las servidumbres
El campesinado constituía la parte mayoritaria de la población de la Corona de Aragón, y la principal clase productora y antagónica de la feudal dominante, pero era un grupo heterogéneo, sometido a grados de explotación y niveles de subyugación muy dispares. Excepcionalmente, en algunas comarcas los campesinos poseían en alodio no sólo las tierras familiares sino también los bienes comunales, no existían los malos usos o servidumbres, funcionaba una jurisdicción campesina sobre los bienes del común y en comunidades de valle y aldea había un notable grado de autonomía política. En el extremo opuesto, los campesinos de remensa estaban muy subyugados, aunque los grados de explotación dentro de esta categoría también eran diversos.
Más información Los judíos: de la aceptación al rechazo
Los judíos eran una minoría importante, especialmente numerosa en las principales capitales de la Corona. Dedicados a actividades financieras (acreedores), científicas (médicos), comerciales (mercaderes) e industriales (sastres, tejedores, argenteros, etc.), ocuparon también cargos en la administración real hasta que las Cortes de 1283 dictaron leyes restrictivas que les alejaban de la función pública. En el siglo XIV, cuando el inicio de las dificultades económicas se tradujo en desajustes entre los ingresos y los gastos de la monarquía, los reyes, cuya jurisdicción se extendía sobre los judíos, les sometieron a fuerte tributación, pero no fueron capaces de evitar la violencia antisemita.
Más información Los musulmanes vencidos
Los musulmanes, que siguieron viviendo en sus territorios después de la conquista (mudéjares), constituían un grupo humano muy numeroso. Según J. Vicens, a finales del siglo XIV, todavía podían llegar a ser el 66 por ciento de los habitantes del reino de Valencia, el 35 por ciento de Aragón y el 3 por ciento de Cataluña. En territorio valenciano, las capitulaciones firmadas por los conquistadores cristianos, que perseguían mantener en sus lugares a la población trabajadora musulmana, garantizaban la práctica religiosa del Islam y la continuidad de las instituciones y leyes de la comunidad islámica. Convertidos en enfiteutas de señores cristianos, pero, de hecho adscritos a sus predios, los antiguos propietarios y cultivadores musulmanes fueron obligados a pagar rentas generalmente más elevadas que los cultivadores cristianos, y a vender productos alimentarios a sus señores a bajo precio.
Más información La plenitud política
Los años 1276-1327 marcan el período de plenitud de la Corona de Aragón, cuando, después de unos años de tensiones interiores, los logros de la política exterior, en el Mediterráneo y el Norte de Africa, acabaron por enlazar con una fase constructiva de equilibrio interior y relaciones pacíficas entre la monarquía y los estamentos. Fue la época de gobierno de Pedro el Grande (1276-1285), Alfonso el Liberal (1285-1291) y Jaime II (1291-1327).
Más información La incorporación de Sicilia
La cuestión de Sicilia fue el eje de la política exterior de estos años. A raíz de su matrimonio con la princesa siciliana Constanza Hohenstaufen (1262), Pedro el Grande se convirtió en el valedor de los derechos de su esposa al reino de Sicilia, del que los Hohenstaufen fueron desposeídos (1268) por Carlos de Anjou, conde de Provenza, con el sostén del Papa y del rey de Francia. Inmediatamente después de su ascensión al trono Pedro el Grande maniobró para conseguir la neutralidad de los monarcas vecinos frente a una eventual confrontación con los Anjou. Respecto de Mallorca, reconoció a su hermano Jaime (II de Mallorca) el reino (Mallorca, el Rosellón y la Cerdaña) que su padre le dejó, pero le exigió la prestación de vasallaje (Perpiñán, 1279).
Más información La guerra y la diplomacia por Sicilia
Muerto Pedro el Grande (1285), sus reinos patrimoniales (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca -entonces en proceso de anexión-) pasaron al primogénito Alfonso el Liberal, mientras que su segundogénito, Jaime, heredaba Sicilia. Esta división, que pretendía apartar de la Corona la presión internacional y dar cierta satisfacción al Papa, enemigo de un poder fuerte en Sicilia, no resolvió el conflicto.
Más información La Península y el Magreb
Los años 1295-1310 el rey de Aragón orientó su política exterior, por un lado, hacia la Península y la manga mediterránea y, por otro, hacia el Magreb oriental. Para la Corona de Aragón, la zona marítima comprendida entre las Baleares y Argel (la manga mediterránea), cuyo control facilita la navegación por el Estrecho, era de vital interés estratégico y económico. El objetivo tenía que ser, por tanto, la posesión de Alicante, Cartagena (en manos del rey de Castilla), Málaga y Almería (en manos del rey de Granada). El juego consistiría, primero, en enfrentarse a Castilla (debilitada por la minoridad de Fernando IV), arrastrando en la contienda a Granada, y, después, llevar a Castilla contra Granada, al mismo tiempo que se neutralizaba a Marruecos, donde los benimerines habían conseguido ampliar su dominio.
Más información Expansionismo por Cerdeña y Oriente
La culminación del expansionismo catalanoaragonés en esta fase de equilibrio en la prosperidad se alcanzó con la conquista de Cerdeña, una operación que posiblemente se negoció en Anagni (1295), como compensación a la renuncia de Sicilia, y que se concretó en 1297, cuando el papa Bonifacio VIII, actuando como pontífice teocrático, se permitió conceder a Jaime II la infeudación de Córcega y Cerdaña, que, no obstante, el rey de Aragón habría de ganar por las armas.
Más información Inicios de la decadencia política
Los años 1327-1387 marcan los inicios de la decadencia política de la Corona. Cuando cesó la expansión, hubo graves dificultades para retener las posiciones ganadas y, aunque algunas piezas desgajadas de la Corona (Mallorca, Sicilia) fueron reincorporadas, quedó en evidencia que las bases materiales de la monarquía, en aquella época de crisis, apenas podían sostener el edificio construido. Y, como si la historia se repitiera, las dificultades exteriores se tradujeron en un renacimiento de la oposición interior a la monarquía. Esta es, en resumen, la historia de los reinados de Alfonso el Benigno (1327-1336) y Pedro el Ceremonioso (1336-1387).
Más información Las Uniones y el fracaso del autoritarismo
La pretensión de Pedro el Ceremonioso, que en estas fechas todavía no tenía hijos varones, de modificar las pautas sucesorias en provecho de su hija Constanza (1347), propició la ocasión para el conflicto. Los hermanos del rey se pusieron entonces al frente de los nobles de Aragón, que reconstruyeron la Unión y exigieron al rey la convocatoria de Cortes (Zaragoza, 1347). El Ceremonioso, prácticamente secuestrado por los rebeldes, a quienes seguía un sector de las ciudades, tuvo que hacer numerosas concesiones: confirmación de los privilegios unionistas, cambio de consejeros, entrega de rehenes, compromiso de celebrar Cortes anualmente, revocación de la heredera, ratificación de las concesiones hechas a sus hermanos por Alfonso el Benigno, etc.
Más información El reintegracionismo mediterráneo
La política mediterránea, más que la peninsular, atraía la atención del Ceremonioso. El primer objetivo fue el reino de Mallorca. Un cuerpo expedicionario, en gran medida financiado por la ciudad de Barcelona, tomó Mallorca (1343), y después se llevó a cabo una ofensiva por tierras del Rosellón que terminó con la rendición de Jaime III (1344). Todavía en el ámbito mediterráneo deben anotarse las maniobras diplomáticas realizadas por el Ceremonioso para reincorporar la perdida Sicilia a la Corona.
Más información La guerra de los Dos Pedros
En la Península, las relaciones, relativamente cordiales entre Castilla y la Corona de Aragón, en época de Alfonso XI (1313-50), se deterioraron con su sucesor, Pedro el Cruel, cuando se alió con Génova. Una acción corsaria de naves catalanas contra embarcaciones genovesas en aguas de Castilla serviría de pretexto para desencadenar las hostilidades.
Más información La crisis y el cambio de dinastía
En los años de gobierno de los dos últimos monarcas de la dinastía originaria, Juan I (1387-96) y Martín el Humano (1396-1410), se hicieron evidentes las dificultades de todo orden que atravesaba la Corona de Aragón, que se tradujeron en retrocesos y cambios de orientación en la política exterior, y en divisiones y confrontaciones sociales en el interior.
Más información Continuidad y cambio en política exterior
Conscientes de sus limitadas posibilidades, tanto Juan I como Martín el Humano intentaron mantener en la Península una política de buena vecindad con Castilla y, aunque en tierras meridionales, sobre todo en Orihuela, hubo hostilidades entre almogávares de la Corona y guerreros del rey de Granada (1390, 1393-94), no se llegó a una situación de guerra abierta. Respecto a Francia, Juan I también quiso llevar una política de amistad, y por ello casó con dos princesas francesas, Mata de Armagnac (muerta en 1378) y Violante de Bar, pero con ello no consiguió evitar que el conde de Armagnac, heredero de los derechos de los depuestos reyes de Mallorca, utilizara sus bases francesas para atacar el norte de Cataluña (1389-90).
Más información El Compromiso de Caspe
A la muerte de Martín el Humano sin dejar herederos se produjo la cuestión sucesoria. Varios candidatos se postularon al trono -Luis de Calabria (nieto por línea femenina de Juan I), de la Casa de Anjou, Jaime de Urgel (biznieto por línea masculina de Alfonso el Benigno), Alfonso de Gandía (nieto, por línea masculina, de Jaime II) y Fernando de Antequera (nieto, por línea femenina, de Pedro el Ceremonioso)- y las divergencias hicieron que se reunieran en Caspe compromisarios de los diversos reinos de la Corona, que finalmente eligieron a Fernando de Antequera, en adelante Fernando I de Aragón.
Más información Los Trastámara de la Corona de Aragón
En política interior, el hecho más sobresaliente del reinado de Fernando I fue el inicio de una larga batalla por el poder entre la nueva dinastía, que quería avanzar hacia el autoritarismo, y los estamentos catalanes, que querían consolidar si no ampliar el pactismo imperante. El reinado de Fernando I había sido corto; el tiempo justo para tomar contacto con la realidad de la Corona. El de su hijo y sucesor Alfonso el Magnánimo (1416-1458) sería largo y difícil, al menos en lo tocante a sus relaciones con los estamentos catalanes
Más información Tiranía del subsidio e iniciativas de reforma
Vuelto a la Península, Alfonso el Magnánimo tomó las riendas de los intereses familiares en Castilla, donde sus hermanos (los infantes de Aragón: Juan, convertido en rey consorte de Navarra, en 1425, y Enrique, gran maestre de la orden de Santiago) encabezaban una facción de la nobleza hostil a Álvaro de Luna y a su política de reforzamiento de la autoridad real.
Más información El desafío a los estamentos
Dispuesto a debilitar a las oligarquías a la vez que a fortalecer su posición, el Magnánimo creyó poder conseguirlo entonces uniendo más estrechamente la política de recuperación patrimonial con la de emancipación campesina. Así, mientras sus comisarios seguían realizando investigaciones e impulsando las reuniones campesinas para allegar recursos, la monarquía inició la primera fase de una política filorremensa (1448-52), cuya perspectiva final habría de ser la abolición de la servidumbre.
Más información ¿La Península o el Mediterráneo?
Los herederos de Fernando I tuvieron ocasión de intervenir en la política castellana. Aprovechando la minoría de edad del rey castellano Juan II, Juan y Enrique, infantes de Aragón, gobernaron Castilla hasta la mayoría de edad del rey, en 1419, en que comenzaron los problemas entre ellos. Además, tuvieron enfrente a una facción de la nobleza castellana, encabezada por Alvaro de Luna. Desterrado éste y dueños de Castilla, los infantes de Aragón no fueron capaces de administrar su victoria. Las ambiciones personales afloraron en su bando debilitándolo y propiciando el regreso del Condestable (1428). Sería el principio del fin del partido aragonés en Castilla, puesto que Alvaro de Luna fomentó las deserciones en las filas aragonesas.
Más información La conquista del reino de Nápoles
La conquista del reino de Nápoles
El fracaso en su política castellana y el experimentado paralelamente en las Cortes catalanas contribuyeron a alejar al Magnánimo de la Península y a consolidar su interés por el Mediterráneo. La reina Juana II (1414-35) de Nápoles le designó heredero y le encomendó la lugartenencia del reino (1421), siguiendo las directrices de la facción proaragonesa de su Corte. Así, Nápoles quedó incorporado a la Corona de Aragón.
Más información La política exterior de un monarca ausente
La política exterior del rey Alfonso ha sido objeto de controversia entre los historiadores, que todavía hoy se interrogan sobre su engarce con la realidad social y económica de la Corona, en particular de Cataluña, que tradicionalmente había sido el motor de la expansión marítima.
Más información Juan II y las guerras civiles
El rey Juan de Navarra, nombrado lugarteniente general de Cataluña en ausencia de Alfonso V, presidió en Barcelona las sesiones de las Cortes de 1454-58, que habrían de resultar dramáticas, auténtico preludio de la guerra civil, a causa de los enfrentamientos que en ellas se produjeron entre la monarquía (representada por el lugarteniente), apoyada por los síndicos barceloneses de la Busca, y la oligarquía pactista ferozmente opuesta a la reforma del gobierno municipal de Barcelona, la política de recuperación patrimonial y las disposiciones del rey favorables a las reivindicaciones de los campesinos.
Más información Preludio de guerra
El enfrentamiento entre Juan II y Carlos de Viana encuadraba otro de mayores dimensiones, el de los realistas y el campesinado frente a la aristocracia y el patriciado barcelonés. Juan II hipotecó sus derechos sobre el Rosellón y la Cerdaña en provecho de Luis XI de Francia a cambio de ayuda militar. Acusado de traición, la guerra civil se encontraba cada vez más cerca.
Más información La guerra civil catalana
La división en dos bandos del pueblo y los estamentos catalanes condujeron a una cruenta guerra civil. La victoria final de Juan II no supuso una solución a los problemas planteados, que heredó su hijo Fernando.
Más información Literatura medieval catalana
Uno de los rasgos más característicos de la literatura catalana medieval -si no el que más- consiste en la radical separación lingüística entre poesía y prosa. Mientras la prosa será siempre catalana, la poesía, en tanto que creación culta en lengua vulgar, será occitana. Grandes prosistas como Ramón Llull, Ramón Muntaner o Bernat Metge, que cultivaron un catalán excelente y genuino, en el momento de escribir en rima utilizan la lengua occitana. Esta situación perdurará hasta la obra de Ausiás March, el primer poeta que exhibe una lengua casi totalmente libre de occitanismos.
Más información La lírica
El surgimiento de la lírica culta en la Corona de Aragón va unido a la creación y consolidación de las formas de la lírica cortés. Pocas cosas sabemos, en cambio, de la lírica popular, a pesar de que su rastro pueda ser percibido en los más antiguos poemas religiosos conservados, o pueda deducirse a través de la reelaboración de temas inequívocamente populares en las composiciones de algunos trovadores como Cerverí de Girona o de sus melodías, como hace Guillem de Berguedá.
Más información La poesía de Ausiàs March
El poeta Ausiàs March es el primero que utiliza el catalán como lengua de poesía, sin que nada lo hiciera prever de una manera determinante. Pero si la lengua es ya un importante elemento de ruptura, también lo es el estilo, alejado tanto del virtuosismo técnico como de la reproducción de los recursos que conforman la belleza formal de un poema, como de los conceptos y figuras que la tradición había definido como ajustados a poesía.
Más información La narrativa
La narratica medieval catalana cuenta con nombres destacados como Jaume Roig o sor Isabel de Villena, entre otros.
Más información La obra de Ramón Llull
Es imposible separar el nacimiento de la prosa catalana de la figura enorme de Ramón Llull, y a él cabe adjudicar la creación del catalán literario. También en esto la literatura catalana supone una innegable singularidad, ya que sin precedentes relevantes, Llull emerge con una prosa acabada, genuina, culta, a la que incorpora neologismos con incuestionable elegancia, apta además para discurrir sobre cualquier campo del conocimiento de su tiempo. Nadie antes de Llull había escrito filosofía en una lengua vulgar.
Más información Tirant lo Blanc
El dos de enero de 1460 el caballero valenciano Joanot Martorell (c. 1404-1465) empieza la redacción del Tirant lo Blanc, que no llegaría al gran público hasta su impresión en 1490 y que Cervantes había de considerar, no sin cierto ánimo provocador, como el mejor libro del mundo.
Más información Los cronistas
Los primeros textos historiográficos escritos en catalán son de mediados del siglo XIII. En 1268 se tradujo el De rebus Hispaniae de Rodrigo Ximénez de Rada, y aproximadamente por las mismas fechas se vertieron al catalán los Gesta comitum barcinonensium. No son, sin embargo, estos textos los que caracterizan la historiografía medieval catalana, sino las llamadas cuatro grandes crónicas. Las de Jaime I, Bernat Desclot, Ramón Muntaner y Pedro el Ceremonioso.
Más información Moralistas y predicadores
Uno de los proyectos más ambiciosos y extensos de toda la prosa catalana medieval es el realizado por el franciscano Francesc Eiximenis, quien se propuso redactar una gran summa que agrupara todo el conocimiento de su época con una finalidad de adoctrinamiento: Lo Crestiá (El Cristiano), planificado en trece libros de los que sólo concluyó cuatro. Competidor de éste era el dominico san Vicente Ferrer, del que conservamos sus sermones porque unos reporteros transcribían estenográficamente sus palabras.
Más información El teatro
El teatro catalán en su vertiente religiosa se distingue por la fidelidad a los textos sagrados en que se sustenta. También por seguir representándose en los templos, a diferencia de lo que sucede en Europa, donde se da una desvinculación progresiva, cosa que puede explicar un cierto talante conservador; por una gran complejidad y variedad escenográficas; por su carácter tradicional, lo que explica su larga pervivencia, que en algunos casos llega hasta hoy. Así sucede con el Cant de la Sibil-la -en catalán desde el siglo XII- cuyos impresionantes versos resuenan en Santa María del Mar o en la catedral de Mallorca.
Más información Los escritores humanistas
La penetración de las ideas humanistas se deja sentir entre los literatos de la Corona de Aragón. Destacan figuras como el dominico Antoni Canals, Felip de Malla, Joan Margarit i Pau o Bernat Metge, entre otros autores.
Más información La prosa humanística
La prosa humanística catalana está representada por autores como Bernat Metge o Joan Roís de Corella, con quien alcanza su punto más álgido.
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