Esclavos y pobres
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Datos principales
Rango
Castilla Baja Edad Media
Desarrollo
Los esclavos constituían, en la Castilla de fines del Medievo, un grupo ciertamente escaso, de caracteres residuales. Procedían básicamente de prisioneros de guerra capturados a los musulmanes. Muchas familias poderosas tenían a su servicio esclavos moros, como lo pone de manifiesto la documentación bajomedieval, y en primer lugar, los testamentos. Pero desde finales del siglo XIV se añadieron nuevas fuentes de captación de esclavos: las islas Canarias y el mundo negro africano (Guinea y Senegambia). La región de la Corona de Castilla en donde la esclavitud alcanzó mayor desarrollo fue Andalucía. Ello se explica por diversas razones, desde su posición geográfica, de cara tanto al reino nazarí de Granada como al continente africano, hasta la actividad desarrollada por las colonias de mercaderes extranjeros allí establecidos, y en primer lugar los genoveses. La situación de los esclavos era degradante desde el punto de vista jurídico, aunque era posible que obtuvieran la liberación. Pero sus condiciones reales de vida variaban mucho de unos casos a otros, lo que dependía fundamentalmente de la actitud adoptada por sus dueños. Su principal ocupación era, sin duda, la dedicación a las tareas domésticas. El mundo de los pobres era de una notable heterogeneidad. El término pobreza podía tener también connotaciones de carácter espiritual, pero desde el punto de vista social sólo se tienen en cuenta para delimitar al sector de los pobres los elementos materiales.
En el mundo de la pobreza se incluye a todos aquellos que, independientemente de las causas que lo habían provocado, carecían de lo indispensable para subsistir. A los abismos de la pobreza se podía caer debido a la vejez, la viudedad o la enfermedad. Pero la pobreza lindaba, asimismo, con el mundo, sin duda variopinto, de los vagabundos, truhanes, rufianes, etcétera. Al fin y al cabo, como señaló en su día J. le Goff, "pobre, enfermo y vagabundo son casi sinónimos en la Edad Media". Cuantificar la pobreza en la Castilla bajomedieval es de todo punto imposible, no sólo por el laconismo de las fuentes, sino también porque el umbral de la misma sufría frecuentes oscilaciones. Por lo demás la crisis bajomedieval facilitó la caída de muchos ciudadanos modestos al pozo de la pobreza. No obstante los datos que conocemos, procedentes de Sevilla y otras localidades andaluzas, apuntan a unos porcentajes de pobres situados entre el 15 y el 20 por ciento del total de la población de sus respectivos núcleos. Es de advertir que en esas fuentes aparecen mencionados exclusivamente los pobres fiscales, es decir gentes avencidadas en el lugar pero que, debido a su precaria situación económica, quedaban exentas de pechar. En cambio, no se consignaba en esos padrones a los vagabundos que merodeaban por las localidades censadas. En los últimos siglos de la Edad Media se observa un cambio en lo que se refiere a la actitud hacia los pobres. De día en día ganaba terreno la idea de que los pobres eran individuos peligrosos, a los que había que vigilar.
En las Cortes de Madrid del año 1435 se dijo, muy expresivamente, que había muchos "omes e mugeres valdíos e vagamundos... (que se dedicaban) ...a pedir por Dios e a otros ofiçios miserables, con entençion de non trabajar nin afanar sus cuerpos a ningund ofiçio". En las Cortes de Valladolid de 1351 se insistió en la misma idea, al establecer Pedro I que "ningunos omes nin mugeres, que sean et pertenescan para labrar, non anden baldíos por el mío sennorio, nin pediendo nin mendigando". Ciertamente, esas medidas iban dirigidas contra los que no querían trabajar pero no contra quienes "fueren tan viejos e de tal dispusiçion o tocados de algunas dolençias o enfermedades" que no pudieran hacerlo. Mas de hecho resultaba difícil distinguir, entre los que practicaban la mendicidad, a unos de otros. Paralelamente en la literatura castellana de los siglos XIV y XV la pobreza aparece como sinónimo de desgracia. El pobre, se lee en el Cancionero de Baena: "...vive de Dios muy mucho apartado... Así que su vida es siempre en dolor; Encima, la muerte le toma en pecado ... ...Siempre su vida fue en tribulación E hubo cumplida de Dios maldición".
En el mundo de la pobreza se incluye a todos aquellos que, independientemente de las causas que lo habían provocado, carecían de lo indispensable para subsistir. A los abismos de la pobreza se podía caer debido a la vejez, la viudedad o la enfermedad. Pero la pobreza lindaba, asimismo, con el mundo, sin duda variopinto, de los vagabundos, truhanes, rufianes, etcétera. Al fin y al cabo, como señaló en su día J. le Goff, "pobre, enfermo y vagabundo son casi sinónimos en la Edad Media". Cuantificar la pobreza en la Castilla bajomedieval es de todo punto imposible, no sólo por el laconismo de las fuentes, sino también porque el umbral de la misma sufría frecuentes oscilaciones. Por lo demás la crisis bajomedieval facilitó la caída de muchos ciudadanos modestos al pozo de la pobreza. No obstante los datos que conocemos, procedentes de Sevilla y otras localidades andaluzas, apuntan a unos porcentajes de pobres situados entre el 15 y el 20 por ciento del total de la población de sus respectivos núcleos. Es de advertir que en esas fuentes aparecen mencionados exclusivamente los pobres fiscales, es decir gentes avencidadas en el lugar pero que, debido a su precaria situación económica, quedaban exentas de pechar. En cambio, no se consignaba en esos padrones a los vagabundos que merodeaban por las localidades censadas. En los últimos siglos de la Edad Media se observa un cambio en lo que se refiere a la actitud hacia los pobres. De día en día ganaba terreno la idea de que los pobres eran individuos peligrosos, a los que había que vigilar.
En las Cortes de Madrid del año 1435 se dijo, muy expresivamente, que había muchos "omes e mugeres valdíos e vagamundos... (que se dedicaban) ...a pedir por Dios e a otros ofiçios miserables, con entençion de non trabajar nin afanar sus cuerpos a ningund ofiçio". En las Cortes de Valladolid de 1351 se insistió en la misma idea, al establecer Pedro I que "ningunos omes nin mugeres, que sean et pertenescan para labrar, non anden baldíos por el mío sennorio, nin pediendo nin mendigando". Ciertamente, esas medidas iban dirigidas contra los que no querían trabajar pero no contra quienes "fueren tan viejos e de tal dispusiçion o tocados de algunas dolençias o enfermedades" que no pudieran hacerlo. Mas de hecho resultaba difícil distinguir, entre los que practicaban la mendicidad, a unos de otros. Paralelamente en la literatura castellana de los siglos XIV y XV la pobreza aparece como sinónimo de desgracia. El pobre, se lee en el Cancionero de Baena: "...vive de Dios muy mucho apartado... Así que su vida es siempre en dolor; Encima, la muerte le toma en pecado ... ...Siempre su vida fue en tribulación E hubo cumplida de Dios maldición".