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El maestro Enrique Egas fue el encargado de hacer el proyecto de la catedral de Granada y al mismo tiempo de la Capilla Real. La construcción de esta capilla se realizó entre 1506 y 1517, llevándose a buen ritmo ya que estaría dedicada a panteón real según deseos de Carlos V. La capilla presenta una arquitectura sencilla que enlaza con el tipo de iglesia de una sola nave con ábside poligonal y coro elevado sobre los pies del templo. En un primer momento, don Fernando exigió un austero diseño que sería contrarrestado con la rica decoración que había pensado su nieto. Los restos mortales de doña Isabel y don Fernando se trasladaron aquí en 1521, labrando el escultor Domenico Fancelli un exquisito cenotafio en mármol de Carrara, en el que aparecen los monarcas yacentes sobre un lecho, como si de un túmulo exento se tratara, con decoradas paredes en talud. Dependiente de los modelos post-donatellianos ensayados previamente en el sepulcro del Infante don Juan (convento de Santo Tomás, Avila), el monumento funerario de los Reyes Católicos supone una adaptación en suelo español del tipo de sepulcro codificado por Pollaiuolo en la tumba del pontífice Sixto IV. La serenidad clasicista de los dos yacentes y la reducción de los elementos heráldicos enfatizan el papel de las escenas religiosas y alegóricas flanqueadas por los cuatro grandes grifos de las esquinas. En 1520 se finalizaba la gran reja con el escudo y los emblemas monárquicos, obra del maestro Bartolomé. El altar mayor se debe a Felipe Vigarny, quien lo realizó entre 1520 y 1522, uno de los primeros retablos platerescos, tallado en madera y policromado, con influencias italianizantes en lo que a la arquitectura se refiere. La Capilla se completa con un segundo cenotafio, el de los reyes Juana la Loca y Felipe el Hermoso, encargado por su hijo Carlos V a Bartolomé Ordóñez en 1519, colocándose en el lugar actual en 1603.
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En el año 1504, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, decidieron que, tras su muerte, sus restos fuesen acogidos en un anexo a la Catedral de Granada; para ello crearon, por Real Cédula, la Capilla Real. El nuevo lugar de enterramiento real fue encargado a Enrique de Egas, desarrollándose las obras entre 1505-1517, es decir, un año después de la muerte del rey. Fue construida en estilo gótico y dedicada a los santos Juanes, el Bautista y el Evangelista. Un año antes de comenzarse las obras, murió la reina Isabel y, uno antes de finalizarse, el rey Fernando; durante este periodo ya se había creado la institución de la Capilla Real, con doce capellanes y un Capellán Mayor. Durante estos años, además, fue decorándose con el precioso legado de ambos reyes: pinturas, reliquias, libros, tapices, textiles y otros ornamentos. A lo largo del siglo XVI, la Capilla floreció gracias al Emperador Carlos V, quien adornó el templo y engrandeció la institución. El ascenso al poder de Felipe II marcó un antes y un después para la Capilla Real, pues la construcción del monasterio de El Escorial supuso el traslado allí de los restos mortales de la dinastía a partir de ese momento. Durante todo el siglo XVII la Capilla sufrió una decadencia que duró hasta la primera mitad del siglo XVIII; sin embargo, sí se nota en ambos siglos un cambio decorativo, perceptible también hoy día, al gusto barroco. A mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Fernando VI, éste se propuso como objetivo la recuperación del lugar donde yacían los restos de los Reyes Católicos. A partir de ese momento, hasta la actualidad, se ha mantenido el interés por la Capilla y su conservación y, con vistas al V Centenario de la muerte de la reina Isabel (2004), se preparan nuevas intervenciones: restauración de la gran reja, de los mausoleos reales y de los paramentos. Desde el punto de vista decorativo, la Capilla es una muestra del arte ojival florido desarrollado en Castilla durante el periodo isabelino en el que, sobre la vigencia de normas góticas, asoman los primeros signos renacentistas. El exterior presenta una fachada, con portada plateresca labrada por Juan García de Pradas, adosada a la catedral. La fachada gótica primitiva quedó dentro de la catedral, cuya decoración se basaba en los escudos de los Reyes Católicos. En medio del crucero de la iglesia se encuentran los sepulcros reales, de mármol de Carrara, que destacan por estar perfectamente trabajados; el de los Reyes Católicos se hizo en Génova y su escultor fue Doménico Fancelli (1517). Las estatuas sedentes de ambos monarcas tienen las cabezas coronadas sobre dobles cojines y, a sus pies, leones; la decoración de Don Fernando se completa con una armadura y una espada. El sepulcro inmediato guarda los cuerpos de Juana La Loca, Felipe El Hermoso y Miguel, nieto de los Reyes Católicos, obra del escultor Bartolomé Ordóñez. El impresionante retablo del Altar Mayor fue obra de Felipe de Vigarny, entre los años 1520-1522, y se trata del primero del renacimiento español. En la Sacristía se encuentra situado el rico Tesoro de la Corona, donde destacan numerosas obras de arte de gran calidad, como las pinturas de Dierick Bouts, Perugino, Roger van Der Weyden, Botticelli o Pedro de Berruguete, entre otros. Otros objetos allí conservados son la corona y el cetro de la reina Isabel, la espada de Fernando el Católico, un cofre de la Reina posiblemente utilizado como joyero, además de un espejo regalado por el Papa a la soberana y convertido posteriormente en custodia.
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La estrecha relación existente entre la arquitectura y el programa iconográfico de esta capilla han hecho pensar en Giotto como artífice de las pinturas y también de la fábrica. Recordemos que dirigió, en calidad de maestro de obras, el Campanile de la Catedral de Florencia. La capilla paduana es una fundación de carácter funerario de Enrico Scrovegni, un rico burgués de la ciudad. Como corresponde al sentido global de la capilla, su fundador hace entrega de la maqueta del edificio a Dios-Padre, en la zona baja del magnífico Juicio Final que decora la totalidad del muro occidental.
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Su nombre viene dado por el Papa que llevó a cabo su proyecto de construcción: Sixto IV. Forma parte de un conjunto histórico y artístico muy importante, no sólo en Italia sino en Europa, realizado por Giovannino de´ Dolci. En un principio estuvo dedicado a la celebración de ceremonias solemnes y cónclaves que tuvieron relevancia, aunque su mayor importancia y fama viene dada por la magnitud de los frescos que posee. La mayoría de las pinturas son de Miguel Ángel aunque existe la participación de otros grandes artistas que se encuentran en escenas de los laterales de la nave. Si partimos del altar y nos dirigimos por el lado izquierdo, nos encontramos en primer término con el Bautizo de Jesús realizado por Pinturicchio o el Perugino; Las tentaciones de Jesucristo de Botticelli. Posteriormente, con Las vocaciones de los Apóstoles, obra de Ghirlandaio; El discurso de la montaña, de Rosselli; La entrega de las llaves de San Pedro, del Perugino y, en el sexto y último recuadro, la Última Cena, realizada por Rosselli. En la pared contraria, en dirección al altar, podemos apreciar La muerte de Moisés, obra de Signorelli; El castigo de Cores, de Botticelli; Episodios de la vida de Moisés y El paso del Mar Rojo hechos por Rosselli; Moisés y las hijas de Jetro, que es obra de Botticelli y en último lugar en nuestra descripción, pero no realmente en la ubicación histórica de la capilla, El Viaje de Moisés a Egipto de Pinturicchio y el Perugino. En la parte frontal de la Capilla, en la pared del altar, se encuentra la representación del Juicio Final, obra que Miguel Ángel realizó una vez terminada la decoración de la bóveda entre 1536 y 1545. La escena está dominada por Cristo, que se encuentra en actitud de juzgar con su brazo levantado. Todos los personajes de la obra parecen estar envueltos por un ambiente apocalíptico, que es penetrado por el dramatismo de la muerte y la vida. La bóveda, realizada entre 1508 y 1512, presenta una distribución arquitectónica en la que son adaptados los diferentes personajes de la composición. En la parte central de la bóveda se encuentran nueve escenas sobre diferentes acontecimientos históricos relatados en la Biblia. Si hacemos una exposición cronológica de los hechos, en primer término vemos a Dios separando la luz de las tinieblas, La creación del Sol y los astros, La separación de tierras y aguas, La creación de Adán, La creación de Eva, El pecado original y La expulsión del Paraíso terrenal, Sacrificio de Noé, El diluvio universal y La ebriedad de Noé. Todas estas escenas se encuentran rodeadas por diferentes figuras desnudas, profetas y sibilas. A continuación de la capilla nos encontramos con otras estancias que conforman propiamente el conjunto, unas decoradas por Rafael y del cual reciben su nombre. Son un total de cuatro salas: La primera estancia es la llamada Estancia del incendio del Borgo ya que Rafael representó este hecho en la pared situada frente a la ventana. La segunda sala es la de La Signatura, donde se muestran por medio de tres de sus frescos lo que ha de considerarse Bueno, Bello y Verdadero. Los frescos que los representan son La Escuela de Atenas, La Disputa del Santísimo Sacramento y El Parnaso. La tercera estancia es llamada de Heliodoro. Aquí podemos ver otros cuatro frescos: León I deteniendo a Atila, Expulsión de Heliodoro del Templo, El milagro de Bolsena y La liberación de San Pedro de la cárcel. La última estancia es la de Constantino y fue decorada toda ella por discípulos de Rafael. Cuando proseguimos en nuestra visita al conjunto de la Capilla Sixtina, y una vez pasadas estas estancias, encontramos las Loggias de Rafael, unas galerías con arcos realizadas por Bramante y Rafael. La decoración de los arcos está basada en elementos del Antiguo Testamento y fue realizada por discípulos de Rafael. Pasadas estas galerías podemos adentrarnos en la Capilla de Nicolás V, decorada por Fra Angelico con escenas de la vida de San Esteban y San Lorenzo. Si volvemos a las estancias de Rafael podemos acceder a la Galería de los Mapas, donde hay diferentes mapas de Italia y otros países, obra de Banti. Le sigue la sala de los tapices, galería donde son expuestos tapices cuyo diseño fue realizado por Leonardo y Rafael. La siguiente sala es la de Los Candelabros porque posee candelabros de diferentes épocas como la romana y la griega, así como diferentes obras de escultura. Un poco más adelante está la sala de la Biga, donde está un grandioso carro del s. I a.C. Por último, podemos visitar el Museo Gregoriano Egipcio y el Etrusco, que poseen grandes piezas de las épocas a las que hacen alusión, y los jardines, que aun siendo pequeños son muy bellos por su configuración arquitectónica al modo italiano del Cinquecento.
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Para compensar a Miguel Angel por el aplazamiento en la ejecución de su sepulcro, el papa Julio II encargó al joven artista la decoración al fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina. Miguel Angel dio comienzo a la tarea en 1508. Con actividad casi frenética, tremendo esfuerzo en solitario y una imaginación desbordante, en cuatro años dio fin al enorme conjunto que en planta medía 36 m de longitud por 13 de anchura, más de quinientos metros cuadrados. Lo dio a conocer en mayo de 1512, provocando admiración universal que nunca ha dejado de crecer con los siglos. Simuló diez arcos fajones que le permitieron dividir la gran bóveda de cañón en nueve tramos sucesivos, atravesados por dos falsas comisas que produjeron la partición en tres registros. Para no caer en monotonía, los rectángulos resultantes en el centro del medio cilindro los hizo alternar en dos medidas, y los rellenó con historias del Génesis, que van desde la Separación de la luz y las tinieblas, sobre el altar, a la Embriaguez de Noé, aunque las pintó en sentido inverso, pues comenzó sobre la puerta de entrada. En cada esquina de los recuadros menores sentó a los Ignudi, magnífica colección de mancebos sentados en posturas de una grandeza y variedad asombrosa. Entre los relatos del Génesis destacan la Creación de Adán -con la chispa eléctrica del dedo de Dios acercándose al barro del primer hombre- y el Pecado original y Expulsión del Paraíso, donde Eva es efigiada dos veces con grandeza y plenitud como madre de la humanidad. Entre los lunetos sitúa las figuras a mayor escala de los siete Profetas bíblicos y las cinco Sibilas, anticipadoras de la venida de Cristo y nexo por tanto de los antepasados de Jesús que incluye en el interior de los tímpanos. La diversidad de posturas, actitudes y movimiento de estos colosos son también adelanto del marmóreo Moisés de la tumba juliana, desde Ezequiel a Zacarías, de la Sibila Pérsica a la Líbica. Dinamismo de alto voltaje dramático derrochan las escenas de las cuatro pechinas de los rincones de la bóveda, que glosan momentos de la lucha de Israel por la libertad, desde David y Goliat o Judit hasta la Serpiente de bronce y el Castigo de Amán. A pocos artistas ha sido dado concentrar, sin repetirse, tal cúmulo de figuras que sobrepasan más de los tres centenares, galería iconográfica de un poder de imaginación y energía vital jamás concebida por un solo creador, que desde entonces se prestigió como uno de los más geniales pintores del arte universal, faro del Renacimiento y pionero de todas las fórmulas que conducirán al Manierismo.
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La Capilla Sixtina fue levantada durante el pontificado de Sixto IV (1471-1484) de donde recibe su nombre. Tenía dos funciones: religiosa como Capilla Palatina y defensiva como puesto avanzado fortificado del conjunto de edificios colocados alrededor del patio del Papagayo que constituían el núcleo más antiguo de los palacios apostólicos. Fue erigida en el lugar que se levantaba la "Capilla Magna" del palacio construido por Nicolás III. El edificio actual comprende un sótano, un entresuelo y la capilla, encima de la cual se extiende una espaciosa buhardilla. La capilla tiene planta rectángular, sin ábside, midiendo 40´94 m. de largo por 13´41 m. de ancho siendo su altura de 20´70 m.; está cubierta por una bóveda de cañón truncada con bovedillas laterales que corresponden a las ventanas que iluminan la estancia. En un principio estuvo dedicado a la celebración de ceremonias solemnes y cónclaves que tuvieron relevancia, aunque su mayor importancia y fama viene dada por la magnitud de los frescos que posee. La mayoría de las pinturas son de Miguel Ángel aunque existe la participación de otros grandes artistas que se encuentran en escenas de los laterales de la nave. Si partimos del altar y nos dirigimos por el lado izquierdo, nos encontramos en primer término con el Bautizo de Jesús realizado por Pinturicchio o el Perugino; Las tentaciones de Jesucristo de Botticelli. Posteriormente, con Las vocaciones de los Apóstoles, obra de Ghirlandaio; El discurso de la montaña, de Rosselli; La entrega de las llaves de San Pedro, del Perugino y, en el sexto y último recuadro, la Última Cena, realizada por Rosselli. En la pared contraria, en dirección al altar, podemos apreciar La muerte de Moisés, obra de Signorelli; El castigo de Cores, de Botticelli; Episodios de la vida de Moisés y El paso del Mar Rojo hechos por Rosselli; Moisés y las hijas de Jetro, que es obra de Botticelli y en último lugar en nuestra descripción, pero no realmente en la ubicación histórica de la capilla, El Viaje de Moisés a Egipto de Pinturicchio y el Perugino. En la parte frontal de la Capilla, en la pared del altar, se encuentra la representación del Juicio Final, obra que Miguel Ángel realizó una vez terminada la decoración de la bóveda entre 1536 y 1545. La escena está dominada por Cristo, que se encuentra en actitud de juzgar con su brazo levantado. Todos los personajes de la obra parecen estar envueltos por un ambiente apocalíptico, que es penetrado por el dramatismo de la muerte y la vida. Cuando Julio II accedió al trono papal en 1503 decidió enriquecer la decoración de la bóveda, encargando seis años más tarde los trabajos a Miguel Ángel quien empleó tres años en la realización. Buonarroti elaboró en tres periodos sus frescos; el primero entre enero y septiembre de 1509; el segundo entre septiembre de 1509 y septiembre de 1510; y el tercero y último entre enero y agosto de 1511. Trabajaría sólo, sin ninguna colaboración de ayudantes, sin permitir ningún acceso a la capilla durante su labor. Parece ser que Julio II había pensado en una serie de doce Apóstoles como temática de la bóveda pero fue cambiada para representar diversos asuntos del Antiguo Testamento junto a una serie de sibilas y profetas que hablaron de la llegada de Cristo. En los lunetos sobre las ventanas y en los triángulos por encima de éstos se situarían los antepasados de Cristo mientras en las pechinas de la bóveda se narrarían cuatro historias de la salvación del pueblo de Israel. La bóveda fue dividida en nueve compartimentos que narrando una escena bíblica cada uno, alternando grandes espacios con otros más menudos que se acompañan de ignudis, jóvenes desnudos en sintonía con la estatuaria clásica. La Creación de la Luz, la Creación de las plantas y los astros, la Creación del mundo, la Creación de Adán, la Creación de Eva, el Pecado Original y la Expulsión del Paraíso, el Sacrificio de Noé, el Diluvio Universal y la Embriaguez de Noé son las diferentes escenas que van de pared a pared de la bóveda, distribuidos en una decoración arquitectónica de pilastras y entablamentos fingida. Miguel Ángel siguió de esta manera las bóvedas de los monumentos romanos, cubriendo con su pintura todo el espacio, tratando de engañar al espectador. Los trabajos se iniciaron desde el muro situado frente al altar mayor que más tarde sería decorado con el Juicio, apreciándose en el sentido inverso al que aparecen en el Génesis. Esto ha sido interpretado por algunos especialistas como el retorno del alma hacia Dios, relacionándose con la filosofía neoplatónica que Buonarroti conoció en el palacio de los Medici. El programa iconográfico que observamos en la decoración no surgió del pintor ya que debió ser consensuado con el pontífice y asesorado por alguna autoridad teológica, sometiéndose de nuevo a la aprobación definitiva del papa. El resultado es una de las obras maestras de la pintura, recientemente restaurada y limpiada para ofrecer a los espectadores la maravilla y la fuerza del color en la obra de Miguel Ángel, sin olvidar su admiración por la anatomía humana desnuda presente en todo el proyecto.
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La Capilla Sixtina fue levantada durante el pontificado de Sixto IV (1471-1484) de donde recibe su nombre. Tenía dos funciones: religiosa como Capilla Palatina y defensiva como puesto avanzado fortificado del conjunto de edificios colocados alrededor del patio del Papagayo que constituían el núcleo más antiguo de los palacios apostólicos. Fue erigida en el lugar que se levantaba la "Capilla Magna" del palacio construido por Nicolás III. El edificio actual comprende un sótano, un entresuelo y la capilla, encima de la cual se extiende una espaciosa buhardilla. La capilla tiene planta rectángular, sin ábside, midiendo 40´94 m. de largo por 13´41 m. de ancho siendo su altura de 20´70 m.; está cubierta por una bóveda de cañón truncada con bovedillas laterales que corresponden a las ventanas que iluminan la estancia. La decoración original constaba de una bóveda cubierta por un cielo estrellado decorada por Piero Matteo d´Amelia mientras en las paredes laterales se ubicarían frescos de los maestros más importantes de la época. En la década de 1480 se llamaría a Perugino para decorar la pared tras el altar -perdida hoy por la ubicación del Juicio Final- ; más tarde fueron llegando Botticelli, Ghirlandaio, Signorelli y Cosimo Rosselli con sus respectivos talleres para ejecutar los frescos dedicados a Cristo y Moisés. Los trabajos se desarrollaron con extrema rapidez y parecen concluidos a mitad de la década completándose con unos cortinajes fingidos y una galería de retratos de pontífices. Cuando Julio II accedió al trono papal en 1503 decidió enriquecer la decoración de la bóveda, encargando seis años más tarde los trabajos a Miguel Ángel quien empleó tres años en la realización. Buonarroti elaboró en tres periodos sus frescos; el primero entre enero y septiembre de 1509; el segundo entre septiembre de 1509 y septiembre de 1510; y el tercero y último entre enero y agosto de 1511. Trabajaría sólo, sin ninguna colaboración de ayudantes, sin permitir ningún acceso a la capilla durante su labor. Parece ser que Julio II había pensado en una serie de doce Apóstoles como temática de la bóveda pero fue cambiada para representar diversos asuntos del Antiguo Testamento junto a una serie de sibilas y profetas que hablaron de la llegada de Cristo. En los lunetos sobre las ventanas y en los triángulos por encima de éstos se situarían los antepasados de Cristo mientras en las pechinas de la bóveda se narrarían cuatro historias de la salvación del pueblo de Israel. La bóveda fue dividida en nueve compartimentos que narrando una escena bíblica cada uno, alternando grandes espacios con otros más menudos que se acompañan de ignudis, jóvenes desnudos en sintonía con la estatuaria clásica. La Creación de la Luz, la Creación de las plantas y los astros, la Creación del mundo, la Creación de Adán, la Creación de Eva, el Pecado Original y la Expulsión del Paraíso, el Sacrificio de Noé, el Diluvio Universal y la Embriaguez de Noé son las diferentes escenas que van de pared a pared de la bóveda, distribuidos en una decoración arquitectónica de pilastras y entablamentos fingida. Miguel Ángel siguió de esta manera las bóvedas de los monumentos romanos, cubriendo con su pintura todo el espacio, tratando de engañar al espectador. Los trabajos se iniciaron desde el muro situado frente al altar mayor que más tarde sería decorado con el Juicio, apreciándose en el sentido inverso al que aparecen en el Génesis. Esto ha sido interpretado por algunos especialistas como el retorno del alma hacia Dios, relacionándose con la filosofía neoplatónica que Buonarroti conoció en el palacio de los Medici. El programa iconográfico que observamos en la decoración no surgió del pintor ya que debió ser consensuado con el pontífice y asesorado por alguna autoridad teológica, sometiéndose de nuevo a la aprobación definitiva del papa. El resultado es una de las obras maestras de la pintura, recientemente restaurada y limpiada para ofrecer a los espectadores la maravilla y la fuerza del color en la obra de Miguel Ángel, sin olvidar su admiración por la anatomía humana desnuda presente en todo el proyecto.
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Situada en la plaza del Portichuelo, encontramos un conjunto de gran teatralidad barroca, con la capilla-tribuna de la virgen del Socorro. Es uno de los conjuntos más interesantes de la localidad y fue levantada en 1715. Se ha especulado sobre su posible relación con capillas de indios y con posas americanas. Arquitectónicamente, nos encontramos ante una original construcción dividida en dos plantas de galerías abiertas y un ático cerrado a manera de cubo compacto, rematado en tejadillo a cuatro aguas, con tres frentes o fachadas. Su frente principal se divide en tres calles y dos plantas, de las cuales, la inferior hace la función de pórtico o soportal y la superior de una especie de logia. La calle central presenta rosca de ladrillo y las laterales de estuco blanco. Finalmente, el interior queda dividido en seis partes.