Dupré formó parte del grupo de pintores de Barbizon, localidad en la que llegaría a instalarse, siendo amigo y colaborador de Rousseau. Al igual que sus compañeros de escuela, pintó paisajes boscosos con notoria fidelidad; unos paisajes, por lo demás, idílicos, serenos y tranquilos.
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Los jóvenes pintores impresionistas se interesaron especialmente por insertar la figura en el paisaje, como apreciamos en esta bella escena de Renoir tomada a "plein air", directamente del natural. La fuerte luz solar diluye los contornos y resalta los colores, convirtiendo la composición en un conjunto de trazos rápidos y empastados. Las formas empiezan a desaparecer ante la importancia de la luz y el color, provocando en los próximos años una reacción en artistas como Cézanne o el propio Renoir. La sensación de perspectiva está perfectamente lograda al disponer la línea del horizonte en alto e ir abocetando sucesivamente los planos. Las hierbas y flores de primer plano se consiguen con empastadas pinceladas que dejan ver la materia pictórica.
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La situación económica de Monet era tan precaria a finales de 1864 que su amigo Bazille tuvo que pagar las deudas para que pudiera regresar desde Honfleur a París en noviembre. Ambos compartieron un estudio en el barrio de Batignoles y durante el otoño Monet se dedicó a realizar paisajes de los alrededores del bosque de Fontainebleau, como este camino que iba entre Macherin y Fontainebleau. El pintor se ha interesado por la iluminación del atardecer, creando atractivos contrastes lumínicos entre las zonas en sombra y allí donde impacta la cálida luz otoñal. Los árboles adquieren un tono rojizo que contrasta con el verde y el siena del camino. La profundidad y la perspectiva se han creado de manera espectacular, disponiendo los árboles en diagonal para permitir contemplar al fondo una montañas donde el sol empieza a resaltar tonalidades violáceas. Las nubes presentan toques plateados que parecen reflejarse en la senda. La pincelada es rápida y ligeramente empastada aunque no goza de la autonomía de trabajos posteriores. Las primeras estructuras del Impresionismo están apareciendo, tomando la naturaleza como el mejor modelo posible y captando la luz de la forma que impresione al pintor.
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Gracias a su primer contacto con Boudin y Jongkind y posteriormente con los miembros de la Escuela de Barbizon, Monet se interesó desde el primer momento por pintar al aire libre, captando las impresiones lumínicas y cromáticas de la naturaleza de primera mano, como se puede observar en esta composición. Resulta curioso comparar esta imagen con el Retrato de Victor Jaquemont caminando con un parasol en el que el maestro aún no ha conseguido integrar la figura en el paisaje pero sí se puede comprobar su elevada calidad al representar la naturaleza de manera aislada. Sin renunciar a la perspectiva tradicional, creando incluso efectos de profundidad a través de la sombra, Monet vuelca todo su interés en recoger la luz y el color tomados directamente del natural, interesándose por representar un momento determinado del día. Esta es una de las razones por las que su pincelada es rápida, aplicando el color con trazos cortos. Sin embargo, las tonalidades empleadas están en la sintonía del realismo de Corot, alejándose de las sinfonías cromáticas que utilizará en sus años maduros.
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El método de trabajo de Cézanne resulta esclarecedor a la hora de comprender el abocetamiento de algunos de sus cuadros. Se colocaba delante de lo que quería pintar y lo observaba en profundidad, aplicando lentas pinceladas sobre el lienzo -dicen que podía dejar pasar unos diez minutos entre pincelada- para captar lo que sus ojos pueden contemplar. En una ocasión escribió a su hijo Paul "No poseo esa riqueza de color tan magnífica de la que está dotada la naturaleza" por lo que en numerosas ocasiones consideró que sus obras no estaban concluidas. En esta ocasión nos encontramos con unas escaleras de madera que conducen hacia el Château Noir. El camino está acotado por árboles de grueso follaje, formando una especie de cuña que lleva nuestra atención hacia el centro de la composición. El dibujo apenas se limita a las líneas que delimitan los árboles mientras que será el color, aplicado en diferentes planos y con distintas texturas, quien organice la composición. Con estos trabajos inconclusos, el maestro de Aix se sitúa a un paso de la abstracción aunque, posiblemente, no de manera deliberada, ya que su objetivo sería más bien lo contrario, conseguir que la forma alcanzara su plenitud a través del color o con sus propias palabras "pintar como Poussin, pero a partir de la naturaleza".
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La violencia con la que Van Gogh ha aplicado el color en esta tela le sitúa a un paso del expresionismo y de la abstracción, mostrando el carácter premonitorio del arte de Vincent. Las pinceladas empastadas y rápidas son las protagonistas absolutas, perdiendo la forma, enlazando de alguna manera con los trabajos elaborados por Pissarro y Monet. El color será, una vez más, el vehículo transmisor de la situación personal del pintor, días antes de un repentino ataque mientras pintaba, tragándose los óleos y bebiendo queroseno que robó al asistente mientras rellenaba las lámparas, manteniéndose en estado crítico durante una semana.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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En este período ninguna forma artística cambia tanto como la pintura o miniatura. Los frescos de Andrea Bonaiutti están en la línea del gran modelo italiano creado en la Toscana a fines del siglo XIII. Realizados después de la gran peste, constituyen uno de los conjuntos más monumentales conservados. Proceden de lo que fue sala capitular del monasterio de dominicos, por lo que en ellos se desarrolla un rico programa con múltiples significados. El primero afecta a la historia de la salvación cristiana. El segundo presenta la importancia que en la Iglesia tiene la orden dominica.