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acepcion
Vara alada en torno a la cual se entralazan dos serpientes. Generalmente acompaña a Mercurio/Hermes, heraldo de los dioses. Según la leyenda, su origen se remonta al enfrentamiento que mantuvieron Apolo y Mercurio, tras el cual hicieron las paces y se cambiaron regalos. Mercurio le entregó una lira a Apolo y éste recibió una vara de avellano con la propiedad de reconciliar enemigos. Para probarla la situó entre dos serpientes enfrentadas que se acabaron enroscando en la vara. De este modo surge el caduceo como símbolo de la paz
Personaje
Científico
Después de Galeno, Aurelianus Caelius es considerado el médico más eminente de la Antigüedad tardía. Se piensa que ejerció en Roma, realizando allí sus eminentes escritos de carácter médico, entre ellos "De morbis acutis et chronicis" donde aporta claros y precisos diagnósticos junto a cuidadas terapias en las que la higiene y la dieta son la base.
contexto
La fundación de esta colonia tuvo lugar, según M. Beltrán, en los años 15-14 a. C. con veteranos de las legiones que lucharon en las Guerras Cántabras. La reforma administrativa de Octavio dio a Caesaraugusta la capitalidad de un conventus, como nos informa Plinio el Viejo, situándola a la altura de otras capitales como Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga), Asturica Augusta (Astorga), Clunia (alrededores de Coruña del Conde), Carthago Nova (Cartagena) o Tarraco (Tarragona). En el plano se puede apreciar la planta rectangular y el decumanus maximus paralelo al río, así como los límites marcados por los restos de la fortificación tardía asentada sobre la primitiva muralla augustea. En las proximidades del río se ubicaba el foro mercantil, bajo la actual Plaza de la Seo y más al occidente, el posible foro colonial. El teatro se construyó en el interior del recinto, ocupando el espacio de cuatro insulae, en una zona muy próxima a la muralla.
Personaje
Otros
Político
Oficial de Caballería que durante la Guerra Civil española participó como observador dentro del bando franquista y más tarde (1944) en el frente alemán de Stalingrado. Entre noviembre de 1961 y febrero de 1964 intervino, como teniente coronel, al frente de un batallón de Caballería en la lucha contra la Insurgencia nacionalista en Angola, lo que le valió su nombramiento como director general del arma de Caballería. Ocupó posteriormente el cargo de 2.° comandante de la Guardia Nacional Republicana, y en 1969 fue enviado como gobernador a Guinea-Bissau. Su valor personal, sus dotes militares y sus posiciones negociadoras como única vía para encontrar una salida al problema colonial, le proporcionaron un extraordinario prestigio en los medios militares y en el país en general. En 1973, vuelto a la metrópoli, fue nombrado vicejefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas. La publicación de su libro, "Portugal y el Futuro" (febrero de 1974), donde postulaba un proyecto federal por vía negociada para el Ultramar, representó el pórtico inmediato del golpe del 25 de Abril. Presidente de la Junta de Salvación Nacional y, desde el 15 de mayo de 1974, presidente de la República, se vio forzado a dimitir en septiembre de ese año, después de intentar en vano oponerse al carácter izquierdista y a la política de acelerada descolonización que enseguida adoptó el Movimiento de las Fuerzas Armadas. Desde entonces Spínola pasó a conspirar contra el poder revolucionario, intentando sin éxito un golpe de Estado el 11 de marzo de 1975. Obligado a exiliarse, regresó al país en 1976.
fuente
De entre las diversas formas posibles de escudo, la circular es la que con más economía se adapta a un uso polivalente. Por ejemplo, el escudo en forma de lágrima o de cometa característico de la Alta Edad Media, protege muy bien a un jinete montado desde los hombros al tobillo sin estorbar la monta, pero es menos eficaz a pie y es más complejo de fabricar. El escudo rectangular grande protege más el cuerpo, sobre todo en una formación cerrada, pero resulta incómodo para combatir en guerrilla. El oval pequeño, en cambio, no protege bien en formación. El escudo circular, entre los cincuenta y los setenta centímetros de diámetro, se adapta tanto a un uso en formación como en guerrilla, a pie o montado, aunque no sea el mejor de los posibles en cada uno de esos supuestos. El escudo circular fue el característico de la Península Ibérica durante todo el período ibérico y celtibérico. De hecho, su tradición se remonta a la Edad del Bronce, ya que las llamadas Estelas del Suroeste recogen representaciones de escudos circulares con una empuñadura central y, en algunos casos, como una serie de círculos concéntricos. Esta doble característica aparece también en uno de los más antiguos monumentos ibéricos conocidos con figuras humanas, el conjunto escultórico de Porcuna (Jaén), de mediados del s. V a.C. Probablemente se trata de una serie de discos de cuero de diferente diámetro encolados entre sí y apretados contra un molde para crear la concavidad central que permitía colocar una empuñadura sencilla. De este modo, la parte central del cuerpo del escudo es más gruesa, y el exterior más delgado, algo normal, cuya eficacia ha sido probada experimentalmente. Los escudos representados en Porcuna tienen un diámetro similar al de los hombros de los guerreros, esto es, pueden estimarse en torno a los 45 cm. Llevan una correa sujeta a dos anillas móviles para colgar el arma del hombro durante la marcha o para enrollarla en torno a la muñeca en combate, como un fiador. Se empuñan mediante una manilla simple. En esto, la caetra se diferencia claramente del escudo hoplita griego, que se embrazaba. La diferencia es fundamental por dos razones: por un lado, el escudo embrazado reparte mejor el peso sobre el brazo, y es más adecuado para un escudo grande de hasta ocho kg de peso; por otro, para desprenderse de él hay que apoyarlo primero en el suelo, mientras que en el caso del escudo empuñado basta soltarlo. De hecho, el escudo hoplita griego fue el único en todo el antiguo Mediterráneo que se embrazaba. Junto con los escudos de cuero existían otros de madera, decorados al exterior con grandes tachones de bronce repujado, láminas finas que no añaden apenas protección ni llegan al borde del escudo, pero que resultarían imponentes en manos de los aristócratas que los llevaban. Estas decoraciones aparecen en toda la Península desde el s. V a.C., tanto en la costa mediterránea como en la Meseta. En todo caso, el escudo de cuero era probablemente demasiado liviano y los de madera eran más utilizados, por lo menos desde el s. IV a.C., según muestran los arqueólogos. Aunque el cuerpo o alma de madera no se ha conservado, porque se quemaba en la pira funeraria de los guerreros, gracias al estudio de las manillas tenemos una idea bastante precisa de las características de la caetra. En el mundo ibérico, su diámetro oscilaba entre los cuarenta y los noventa cms. Las piezas meseteñas, probablemente, eran más pequeñas, en el rango de los 40-60 cm. A este respecto, Estrabón insiste en que los escudos de los lusitanos tenían dos pies de diámetro (unos sesenta cms.) y Diodoro afirma que los de los celtíberos eran en tamaño como los de los hoplitas griegos, esto es, entre 90 y 110 cm; en cambio, los de los lusitanos serían muy pequeños, según este último autor. Insistimos en esto porque existe el mito de que la caetra era muy pequeña, a menudo poco mayor que un plato sopero. En realidad, los datos arqueológicos, literarios y buena parte de los iconográficos indican que el tamaño más habitual rondaba los 50-70 cm. El que algunos exvotos ibéricos representen escudos muy pequeños se debe más bien a problemas técnicos de fundición en el molde que a una representación realista de tamaños: en las pinturas sobre cerámica, por ejemplo, nunca son tan pequeños. La consecuencia directa de todo esto es que un escudo de 60 cm es tan útil para combatir en formación de batalla como en guerrilla, porque protege bien el torso. La superficie era normalmente plana (aunque hay casos de caetras cóncavas) y casi con seguridad cubierta de cuero o fieltro al exterior para proteger la madera de golpes que, en otro caso, la astillarían rápidamente. Por los remaches que unen las manillas metálicas al cuerpo, se ha podido saber que su grosor total oscilaba en torno a 15-20 mm en el centro y 10-12 mm en el borde. El peso del conjunto debía oscilar entre los 4-5 kgs. Es también posible que algunos escudos circulares u ovales fueran de mimbre trenzado o de tendones, a juzgar por ciertas pinturas sobre cerámica y alguna referencia literaria, pero no hay ningún dato seguro. Por el interior la caetra ibérica llevaba una manilla de lámina de hierro con dos largas aletas triangulares para asegurar la sujeción de las planchas del escudo, y una empuñadura central. Esta manilla lleva además unas anillas móviles para el telamón o correa de suspensión, muy necesaria en las marchas. No se conserva prácticamente ningún ejemplo de umbo, es decir, de la pieza metálica que por el exterior protegía los nudillos del guerrero, así que debe suponerse que, en la mayoría de los casos, sería de madera. Los escudos ceitibéricos eran similares, aunque algo más pequeños de tamaño, y la manilla interior era mucho más sencilla, sin aletas. En cambio, se conocen muchos umbos de hierro de varios tipos. La decoración sobre cerámica muestra que los escudos estaban decorados al exterior y, al parecer, los motivos pintados eran siempre geométricos. En otros casos, el exterior debía tener piel poco curtida o conservando el pelo. Las fuentes literarias, por ejemplo Tito Livio, nos indican que los diferentes pueblos eran reconocibles a distancia por sus insignias y sus armas, lo que implica probablemente que los motivos no eran meramente decorativos, sino que identificaban clanes o pueblos, pero se carece de claves suficientes para hacer una identificación. Otro de los mitos generalizados reza que el escudo oval o scutum era entre iberos o celtíberos tan común como el circular, como si fueran intercambiables. Parece, sin embargo, que la aparición de aquél es tardía, a partir del s. III a.C., y que siempre fue menos frecuente que la caetra, salvo en la zona ibérica catalana -cuyo armamento fue más galo que otra cosa- y quizá también entre los mercenarios de Aníbal.
lugar
La ciudad de Cafarnaum, escenario de muchos acontecimientos de la vida de Jesucristo descritos en los Evangelios, se halla en la antigua Palestina, en la costa noroeste del mar de Galilea (actualmente lago Tiberíades), al noreste de la actual ciudad de Tiberíades, en Israel. Fue identificada mediante excavaciones arqueológicas iniciadas en el poblado de Tell Hum, en el año 1905. De Cafarnaum sólo se conservan algunas ruinas de la ciudad antigua, destacando una sinagoga de los siglos II-IV d.C. Parte de ésta fue restaurada por monjes franciscanos, quienes también construyeron un monasterio, aún utilizado. En 1981 fueron hallados los restos de una sinagoga del siglo I.
obra
La atracción por la temática de locales nocturnos será una nota destacable en los últimos años de la producción de Manet. De esta manera continúa con sus deseos de reflejar en sus lienzos la vida moderna, pero ahora menos comprometidamente. Seguirá la estela de Degas y se anticipará a Toulouse-Lautrec. Uno de esos locales que más le entusiasmaban era el café concierto, muy frecuentado por la clase proletaria parisina, al que acudían hombres de la alta sociedad para buscar esporádicas relaciones con trabajadoras o mujeres aristócratas para pasar un momento de placer con compañía masculina. Esta disparidad social se aprecia claramente en esta obra, al contemplar a un señor con chistera, corbata y bastón junto a una muchacha del proletariado. El lugar que muestra Manet se ha identificado con la brasserie Reischshoffen, donde actuaba La Belle Polonaise, identificada con la mujer que vemos reflejada en el espejo, arriba en la izquierda. Los espectadores no dan la espalda al espectáculo, sino que lo contemplan mientras comen y beben, siendo una especie de música de fondo a la que no se prestaba mucha atención; la mujer que bebe su cerveza en segundo plano es una muestra significativa de esta idea. El estilo de Manet ha sufrido un importante cambio respecto a sus primeras obras - Lola de Valencia u Olimpia - y emplea una pincelada mucho más suelta, aplicando pequeños y rápidos toques de color. La sensación atmosférica de un local cerrado se consigue perfectamente con este estilo, heredado del Impresionismo. Su paleta se ha hecho más clara, aunque sigue empleando el negro y recurriendo a los contrastes con los colores claros, pero aparecen tonalidades azules y malvas hasta ahora impensables para el autor. Conviene destacar la facilidad de Manet para captar los gestos de sus modelos, especialmente la joven de la izquierda. La influencia de la fotografía motiva el corte de los planos pictóricos, rompiendo con la tradición y dando así una imagen mucho más moderna.
obra
Posiblemente sea esta acuarela una de las imágenes orientalistas más atractivas de la producción de Fortuny. El artista se inspiró en diversos apuntes tomados durante sus estancias en Tánger, acudiendo a los lugares alejados del turismo tradicional en compañía de su guía, Ferrachi. No olvidemos que el pintor aprendió árabe y se vistió con chilaba para conocer plenamente el mundo marroquí que tanto le fascinaba. En una característica galería musulmana formada por arcos polilobulados y de medio punto, decorados con azulejos multicolores, se acomodan los clientes del café, sentados sobre gruesas alfombras y descalzos - sus sandalias se encuentran junto a la alfombra - esperando la llegada del camarero con la bandeja. En los tirantes de los arcos se ubican las golondrinas que dan título a la composición. La obra es una exquisita muestra del estilo de Fortuny destacando su espectacular dibujo, cuidado y firme, interesándose en los detalles a pesar de esa pincelada rápida y precisa que utiliza el artista, conjugando dos estilos con sorprendente habilidad. El colorido y la luz serán dos elementos fundamentales en la composición, realzando las tonalidades con la iluminación, creando una sensación atmosférica de gran calidad. El espectador puede introducirse mentalmente en este café al crear Fortuny el ambiente idóneo. Con estas obras el pintor catalán obtendrá un sobresaliente éxito.