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En estos años, el ser inmortalizado era un privilegio el que muy pocos podían contar. El cargo de cónsul duraba un año, y tenían el derecho de solicitar su retrato después del servicio. En esta escultura de Agripa, las tradiciones helénicas se adaptan a las exigencias del realismo de Roma.
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Esta cabeza de ídolo cicládico procedente de Amorgos destaca por la esquematización de las líneas, lo que seguramente será resultado de la técnica empleada o tal vez al deseo de los propios artistas de simplificar las formas. Estos ídolos eran todos femeninos, por lo que a esta cabeza le correspondería también un cuerpo de mujer cuya simbología apunta a alguna diosa de la fertilidad.
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Leonardo no dejó de tomar apuntes continuamente de todo aquello que le rodeaba, ya fueran plantas, animales o personas. Los diferentes tipos humanos, sus gestos, sus expresiones le fascinaban y aprovechaba las ocasiones en que podía retratar a sus modelos sin que éstos se apercibieran. El caso más conocido es el de la ejecución de Bernardo Baroncelli, donde Leonardo se dedicó a tomar apuntes de los rostros excitados de la masa asistente al ahorcamiento.
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A pesar de ser un pintor consagrado, Fortuny consideró necesario continuar con las copias de los grandes maestros siendo sus favoritos Velázquez, Goya, El Greco y Ribera. Precisamente éste último es el modelo que buscó para esta copia, interesado por el Naturalismo tenebrista que ofrecía el maestro barroco. La cabeza del anciano queda recortada ante un fondo neutro, creando un sensacional efecto volumétrico gracias al perfecto empleo de la luz. La pincelada rápida y el dibujo se combinan de manera excepcional, aplicándose el color con una factura fluida y abocetada. La expresividad del rostro es otro gran logro, reforzando el verismo del personaje.
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La similitud entre esta cabeza y el San Pablo hacen pensar que estamos ante un trabajo preparatorio, a pesar de estar en diferentes posturas. Velázquez ha estudiado perfectamente los rasgos de un anciano de la calle, destacando las bolsas de sus ojos y las arrugas de la frente, incluso la suciedad del rostro, eliminando todo tipo de idealización para situarse en la órbita del naturalismo tenebrista. La oscuridad preside el lienzo, destacando un tenue haz de luz que ilumina ligeramente la zona derecha de la cara del personaje, dejando el resto de la composición en absoluta penumbra. La rapidez de la aplicación del óleo en la zona de la barba contrasta con el exquisito dibujo del rostro, poniendo Velázquez de manifiesto en estas obras tempranas su valía.
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Podríamos decir que este dibujo es una consecuencia directa de las últimas novedades aprendidas por Durero en su segundo viaje a Venecia. Allí tomó contacto con los dibujos caricaturescos de Leonardo, a quien imita claramente en este rostro de Apóstol. El dibujo es uno de los abundantes estudios previos para el retablo Heller, en el que el propio Durero reconoce haber utilizado una "técnica veneciana", posiblemente en referencia a los brillantes toques de blanco para destacar los reflejos de la luz, así como al tipo del papel y otras características.
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Archivo fotográfico de la Fundación Rodríguez Acosta. Fotografía de Javier Algarra.