El Continente africano será una inmensa plataforma en donde se desarrollen y evolucionen las mas diversas culturas, por donde se extenderán en más de una ocasión unas civilizaciones extrañas a él, que lo condicionará en los aspectos religioso, económico y social. Una de las cosas que mas llama la atención de este Continente es su heterogeneidad, que se manifiesta principalmente en las áreas mas norteñas habitadas por gentes blancas, y el resto del Continente poblado mayoritariamente por pueblos negros; si bien a excepción del color de la piel, el tipo africano negro no puede definirse con mucha precisión, debido a la gran variedad de matices en sus rasgos físicos, que de ningún modo revisten caracteres generales. E incluso muchas poblaciones como los etíopes, somalíes y pueblos del Tibesti, en el Sahara oriental, que tienen una piel negra menos oscura, presentan unos rasgos que apenas se diferencian de la llamada raza blanca. La historia de Africa en los tiempos llamados Medios refleja claramente esta variedad en todos los aspectos, y con seguridad de una manera mucho menos real de lo que fue debido a la falta de información histórica de todo tipo. Para un mejor estudio podemos considerar tres ámbitos geográficos: Suprasahariano, Subsahariano y Oriental e Indico.
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El continente africano será una inmensa plataforma en donde se desarrollen y evolucionen las más diversas culturas, por donde se extenderán en más de una ocasión unas civilizaciones extrañas a él, que le condicionarán en los aspectos religioso, económico y social. Una de las cosas que más llama la atención de este continente es su heterogeneidad, que se manifiesta principalmente en las áreas más norteñas habitadas por gentes blancas, y el resto del continente poblado en su mayoría por pueblos negros; si bien a excepción del color de la piel, el tipo africano negro no puede definirse con mucha precisión, debido a la gran variedad de matices en sus rasgos físicos, que de ningún modo revisten caracteres generales. E incluso muchas poblaciones como los etíopes, somalíes y pueblos del Tibesti, en el Sahara oriental, que tienen una piel negra menos oscura, presentan unos rasgos que apenas se diferencian de la llamada raza blanca. La historia de África en los tiempos llamados Medios refleja claramente esta variedad en todos los aspectos, y con seguridad de una manera mucho menos real de lo que fue debido a la falta de información histórica de todo tipo. Cuatro ámbitos geográficos se desarrollan durante la Edad Media en África: la zona suprasahariana, la subsahariana -donde encontramos los Imperios de Malí, Songhay y Kanem-Bornu así como las ciudades-estado hausa y los reinos feudales-, la zona austral -con el reino de Benín, las ciudades-estado yoruba, los reinos bantúes, Zimbabwe y Monomotapa- y la zona oriental e Indica -donde encontramos ciudades-estado islamizadas, Nubia y Abisinia-.
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A finales del VI milenio a.C., se presentan claramente caracterizadas diversas instalaciones agrícolas, sobre todo chozas de palma y junco en el Bajo y Alto Egipto. En el primero y en los hábitats de El Fayum -fechados mediante el C-14 entre 4441-3860 a.C.- se han encontrado silos subterráneos forrados de cestería, utilizados para la conservación de distintos cereales, así como huesos de animales domésticos, bóvidos y cápridos. Tales vestigios abarcan en el Merimdé -aldea cuyos inicios se han datado hacia el 4.300 a.C.- unos 180.000 metros cuadrados de superficie. A su vez en el Alto Egipto, donde se dispone asimismo de múltiples vestigios -aunque son escasos los datados mediante el C-14-, los arqueólogos han desvelado tres horizontes culturales sucesivos: Badari, El Amrha (Nagada I) y Gerzeh (Nagada II), conocidos como Badariense, Amratiense y Nagadiense. El Badariense viene a ser más o menos contemporáneo del Fayum A y de Merimdé. Por otra parte, es evidente que en otros hábitats tanto la caza como la pesca jugaron un papel decisivo en la economía, compartido con el cultivo de ciertas plantas -gramíneas- como el trigo. Se ha podido comprobar asimismo que Nagada I y II (3794-2270 a.C., según dataciones mediante C-14) llegaron incluso a utilizar la irrigación intensiva. A finales del Gerzense (3400-3200 a.C.) empiezan a configurarse tanto en el delta como en el resto de la cuenca del Nilo, los dos reinos competitivos del Alto y Bajo Egipto que dan vida al llamado Egipto Predinástico. Ambos reinos conocieron su unificación hacia el 3200 a.C., merced al esfuerzo de un rey del Alto Egipto que en uno de sus nombres se llamó Menes, y que los egiptólogos identifican con Horus Aha, de la Primera Dinastía. Egipto conoce ya plenamente el Eneolítico, es decir, la utilización metalúrgica del cobre, que muy posiblemente llegó al valle del Nilo, y en consecuencia al continente africano, a través de la península de Sinaí desde el Creciente Fértil. Parece, en efecto, poco probable la invención independiente de la metalurgia en Egipto, por falta de recursos o incentivos, aun cuando sabemos de técnicas afines como las utilizadas ya por los badarienses para la obtención de un subproducto de la calcinación de fragmentos de azurita (carbonato de cobre azul) y de malaquita (carbonato de cobre verde). Tempranamente aprendieron su utilización para preservar sus ojos de la reverberación solar. Esta se obtenía fundiendo uno u otro carbonato sobre las piedras del hogar mediante carbón de madera. El esmalte logrado fue utilizado asimismo para decorar perlas de esteatita. No es de extrañar que en este ambiente se difundiera muy pronto el uso del cobre nativo, aunque limitado a pequeños objetos obtenidos mediante la técnica de martillado, que precede a otras, posiblemente importado desde Anatolia. Estas hicieron realidad el conocimiento del bronce en todo el Creciente Fértil a la vez que de un extremo a otro del Mediterráneo, y la transmisión al África de unas operaciones de fabricación que en un principio requerían concretos comportamientos rituales. Es posible que junto a tales conocimientos se presente el Megalitismo en sus primeras manifestaciones, que pronto se difunde por numerosas regiones africanas, cuando ya desde el Asia occidental empiezan a llegar los primeros barruntos del hierro, que los asirios importarán a Egipto, de donde llega remontando el Nilo a Meroe. Desde aquí se expande al resto del continente africano, a la vez que el conocimiento de su metalurgia. No se descarta que el hierro pudiera llegar al Sahara llevado por nómadas, o incluso que fuese reinventada localmente. Los primeros africanos que al parecer utilizaron la metalurgia al sur del Sahara fueron melanodermos artífices de la cultura nigeriana de Nok, que se manifestó entre 500-200 d.C. La Nok Figurine Culture fue desvelada en 1943, a raíz de reanudarse la explotación de una vieja mina de estaño y dio ocasión, al arqueólogo inglés B. Fagg, de identificar un particular complejo cultural que se manifestaba a lo largo de unos 500 kilómetros de este a oeste y 300 kilómetros de norte a sur durante el último período pluvial, y que se caracterizó por un extraordinario arte en terracota, a la vez naturalista y dinámico, del que se encontrarán notables muestras en Jemaa, Wamba y Nok, que habrá de desarrollarse en el seno del ámbito nigeriano sin aparente influencia exterior, en un entorno en el que conviven agricultores y cazadores que practican el culto a los antepasados, que hacen gala de un realismo figurativo que no volverá a manifestarse hasta la emergencia, milenio y medio después, del arte de Ife, Benin. Por otra parte, la metalurgia del hierro aparece en los primeros siglos de nuestra Era asociada a cerámicas de base ahuecada utilizada en Kenya, Ruanda, Uganda y Tanzania, así como vasos de decoración en estrías que se presentan en Zambia y en la actual República de Zimbawe. En África del sur, los primeros usuarios del hierro datan del siglo IX o X. Aquí agricultura y metalurgia parece que llegaron coetáneamente y, muy posiblemente, su conocimiento permitió la fabricación de aperos agrícolas que impusieron la agricultura como género de vida sobre la caza y la recolección. No obstante, los cazadores-recolectores seguirán viviendo junto a los agricultores hasta épocas ya históricas, caracterizándose por su dominio del llamado arte rupestre.
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Con frecuencia, se interpreta la historia de África con una visión excesivamente eurocéntrica, como si antes de la conquista nada existiese. Esto, obviamente, es erróneo y conviene hacer al menos un esbozo de la situación de los pueblos africanos. A partir de 1880, en el momento en que el África negra se convierte en objeto de fundamental apetencia para las grandes potencias de Europa, sus tierras se hallan sumidas en una larga fase de decadencia. Las raíces son muy diversas: la trata de negros por turcos y europeos, desde el siglo XVI especialmente, que sería el factor principal del declive africano. La expansión del comercio europeo a partir del siglo XV a costa de los focos civilizadores de Arabia, Persia y Egipto. A las dos razones anteriores, de carácter exógeno al Continente, se unió una endógena: Los movimientos bélicos internos, mal conocidos pero de evidente importancia cultural. Las culturas autóctonas negro-africanas, frecuentemente muy complejas, aparecen ligadas por lo general a cultos de tipo animista (basados en la creencia de la acción voluntaria de seres orgánicos e inorgánicos, incluso de fenómenos de la naturaleza, que se consideran movidos por un alma antropomórfica). En ocasiones, el animismo se concreta en un tótem, animal sagrado del que creen que depende la vida de la tribu. Estas formas anteriores a la penetración contemporánea de los europeos no excluyen, sin embargo, la subsistencia de creencias distintas entre las que destaca la del Dios único, creador del mundo (entre tribus bantúes, kikuyus y gabonesas). Samuel Johnson en su History of the Yorubas señala que el dios de éstos significa "el señor del cielo". Le consideran como creador del cielo y de la tierra, pero en un lugar tan elevado que no puede ocuparse directamente de los hombres y de sus asuntos, por lo que deben admitir la existencia de numerosos dioses e intermediarios. Creen en el otro mundo, de donde se deriva el culto de los muertos y su fe en un juicio final. En general, la forma de agrupación social suele ser tribal, caracterizada por un hábitat concentrado dentro de su limitación -el poblado- y por el origen familiar de la propia concentración. La actividad económica se caracteriza por tratarse de un sistema orientado a la subsistencia y por su base eminentemente primaria. Son, por lo general, pueblos agrícolas, pero desconocedores -en 1870- del utillaje, fuera de la azada, y de cualquier género de abono, natural o no (salvo la utilización del estiércol en algunas comarcas sudanesas). Ello dificulta la sedentarización y da lugar a la típica agricultura itinerante, seminómada, característica de amplias zonas de la sabana africana. En otras tribus predomina la actividad ganadera, bovina sobre todo. La organización política suele ser monárquica, frecuentemente hereditaria y, en todo caso, sagrada. Se rodea de una administración rudimentaria, pero no sólo central, sino provincial cuando la amplitud del Estado lo requiere. En esta administración sus miembros se hallan ligados a la jefatura por medio de relaciones e incluso ceremonias parejas a las del feudalismo europeo. En la actualidad, sin embargo, una serie de estudiosos e historiadores africanos empeñados en la tarea de exhumar la historia de África afirman la existencia de una organización democrática del poder político en las sociedades negras. "Antes de la llegada de los europeos -declara Kenyatta- los Kikuyus tenían un régimen democrático, aunque en un principio tuvieron un sistema monárquico". Y Ojike asegura: "Es tan profundamente democrático el sistema político a lo largo de toda África, que nadie siente su libertad oprimida". Ambos autores hacen referencia, para apoyar sus tesis, a la organización de los poblados en Consejos de los jefes, de familia, que eligen a su vez los delegados para la Asamblea de Ancianos a escala tribal. Por lo que se refiere a la Hacienda estatal, se sostiene con el correspondiente sistema fiscal, que tiende a concretarse en la recolección de una parte de los frutos y en la propiedad de los productos del subsuelo. En general, la extensión y fortaleza de los Estados son mayores cuanto más grande es su proximidad a la presencia europea, en conexión, fundamentalmente, con el tráfico de esclavos. Este comercio en las costas del Oeste y Este de África provoca un proceso secular de concentración del poder en los mismos pueblos negros: primero, para defenderse de los cazadores de esclavos; después, para realizar, a su vez, esta misma actividad económica en los pueblos vecinos más débiles (actuando así de intermediarios con los compradores blancos o árabes). De esta forma, el tráfico de esclavos, sobre cuya enorme incidencia demográfica se han hecho cómputos que oscilan entre 5 y 25.000.000 (cifra esta última que supondría 1/8 de la población del continente en 1960), provoca un segundo proceso secular, en este caso de repliegue de los pueblos más débiles hacia las montañas, suscitando en las zonas costeras y subcosteras la lenta constitución de las grandes unidades políticas que se encuentran los colonizadores europeos a su llegada. Junto a las costumbres religiosas y las instituciones políticas y sociales, las normas jurídicas constituyen uno de los elementos fundamentales de la estructura de una sociedad. El derecho africano es consuetudinario y está impregnado de elementos religiosos: el soberano es, también, la mayor parte de las veces, sumo sacerdote, y las familias son asociaciones rituales. De ahí se deducen importantes consecuencias para la concepción del derecho de propiedad de la tierra: las tierras pertenecientes a la familia africana gozan de una inalienabilidad perpetua y son indivisibles. El África negra en el siglo XIX comprende más de las tres cuartas partes del continente africano, de Sudán al Sur del desierto sahariano. Se puede dividir este continente -exceptuando los países islámicos fundamentalmente- en tres grandes bloques: África Occidental, África Central y del Sur y África Oriental. A este respecto hay que señalar que una de las dificultades para el estudio del África negra, aparte de la escasez de fuentes y de trabajos sobre el tema, es la delimitación de marcos geográficos. Se ha intentado delimitar regiones o círculos culturales e históricos, pero éstos se trazan como aproximaciones teóricas sin base científica. Siguiendo al historiador africano Ki-Zerbo, sería más real el estudio de los reinos; cuya extensión, sin embargo, conocemos mal debido a la carencia de documentos escritos y a una administración poco desarrollada, aunque los habitantes y dirigentes de estos reinos conocieran con suficiente precisión su espacio geográfico y político gracias a la presencia de un monte, un río, un lago, un bosque, etc. África Occidental es concretamente la zona más afectada por el impacto del esclavismo y se han formado Estados negros, que cabe agrupar en dos sectores principales, tal como se hallan en 1870: 1.- En el Sudán occidental el esclavismo ha sido practicado y estructurado, no sólo por los europeos, sino también por los norteafricanos que, además, han influido culturalmente de forma notable en estas regiones. De hecho, algunos de los más importantes pueblos en esta zona son islámicos: tenemos así, por ejemplo, los reinos peules de Futa Djalon (Guinea), Futa Toro (Senegal) y de Bondú o Bundú (entre ambos). Estos pueblos peules merodean con sus rebaños trashumantes en busca de los pastos de una estepa más o menos seca; pero en algunos casos (como en los tres referidos anteriormente) establecen hegemonías de importancia histórica. En otros casos, los pueblos situados en el Sudán occidental mantienen bases animistas. Destacan entre ellos los mossi (pueblo de guerreros que habitan la cuenca alta del río Volta y que llegan a disponer de una administración bastante desarrollada) y los bambara (buenos agricultores y soldados, que tienen determinado cada acto a lo largo de su vida por prescripciones o prohibiciones rituales transmitidas por tradición, no dejando nada al azar). Todos estos pueblos mantienen una notable actividad comercial con el Maghreb (actualmente Marruecos y Argelia) a través de las rutas transaharianas, cuya importancia disminuye rápidamente, sin embargo, durante el siglo XIX, ante la competencia europea desde la costa occidental. 2.- Al Sur de la región sudanesa encontramos el segundo gran sector en el que la esclavitud tiene una importancia trascendental. a) Estados subcosteros (al Norte del Gran Golfo de Guinea). Aparte de aquellos que sirvieron de asentamiento a los esclavos liberados, como Sierra Leona (que será ocupada por el gobierno inglés como base de sus patrullas navales contra el comercio de esclavos y donde se instalará la mayor parte de los esclavos liberados por los ingleses), Liberia (constituida como república independiente en 1847; contaba con unos pocos miles de colonos negros) y Libreville (fundada por los franceses en el Gabón en 1849), existen Estados fuertes como los Ashanti o los Estados de Oyo y Dahomey. A fines del siglo XVII, al norte del golfo de Guinea, se crea la confederación Ashanti con una veintena de tribus federadas en 1820 y un ejército dotado de armas de fuego capaz de derrotar a los propios anglosajones (1824: victoria de Adamanso) que lo ocuparán, sin embargo, definitivamente en 1874. Dahomey, que alcanza en el siglo XIX su máxima expansión territorial, seguirá proveyendo de esclavos a los negreros europeos, mientras hubo demanda, como medio de conseguir los fusiles indispensables para el mantenimiento de su poder militar. El antiguo y gran Imperio Oyo se desintegró a comienzos del siglo XIX. Sus Estados y provincias, independizados del poder central, empezaron a combatir unos con otros por extender sus fronteras y controlar las rutas comerciales. A consecuencia de estas guerras, gran número de cautivos fue reducido a la esclavitud, convirtiéndose esta zona hacia la década de 1840 en uno de los mercados esclavistas más importantes de África occidental. b) Entre los Estados costeros al Norte y Sur del curso bajo del Congo, destacan sobre todos el reino de Loango (o Luango) y el reino del Congo, respectivamente. El primero había sido antiguamente tributario del Congo, pero hacía ya mucho tiempo que era independiente. En cuanto al Congo, a cuya cabeza está un monarca, que es señor absoluto de toda la región, está relacionado con la colonización portuguesa que le dota de una administración misional. A fines del siglo XVIII ha perdido mucho de su antigua magnificencia y en el siglo XIX se encuentra en plena decadencia. La historia de África Central, dominada lingüísticamente por el grupo bantú, resulta particularmente desconocida por la escasa y tardía penetración europea, que no ha legado documentación suficiente y restringe las fuentes, con frecuencia, a la tradición oral. Se sabe, al menos, que el hecho básico de esa historia es la lenta migración bantú, desplazada de Norte a Sur desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el siglo XIX. Parece que puede afirmarse que su articulación política, tal como se constata en 1870, depende en buena medida de la posesión de riquezas minerales y del comercio del marfil, más que del esclavismo, que se realiza sólo marginalmente. Sobre tales bases se asientan, en el alto Zambeze y en el borde meridional de la cubeta del Congo: 1.- Los Estados Luba-Lunda: son regiones ricas en caza, pesca e incluso minerales. Sus gobernantes eran reyes que se consideraban divinos y que vivían con numerosas esposas y servidumbre. Las capitales eran centros de gobierno y de comercio. 2.- Los reinos interlacustres: es una zona rica con un índice de lluvias perfectamente distribuido a lo largo del año. A fines del siglo XVIII se habían constituido seis grandes Estados: Buganda, Bunyozo, Ankole, Karagwe, Rwanda y Burundi. Todos ellos sobrepasaban el medio millón de habitantes y eran administrados por reyes divinos que gobernaban por intermedio de una elaborada jerarquía de funcionarios de la corte y de jefes provinciales. Con respecto a Sudáfrica, señalar que el primer rasgo decisivo de esta región es la diversidad de su poblamiento, tal como se halla estructurado ya al comenzar el siglo XIX. Lo constituyen tres grandes grupos. Los hotentotes: cazadores, mestizos de protobosquimanos y caucasoides. Los bantúes: agricultores, procedentes de esa secular inmigración del pueblo bantú de Norte a Sur. Los bóers: colonos de origen holandés y francés, establecidos en Sudáfrica desde el siglo XVII con una cultura característica (religión calvinista y lengua afrikaaner). Practicaban una ganadería extensiva y un rudimentario cultivo de cereales y estaban ligados al comercio europeo centrado en el Cabo. Las tensiones entre estos tres grupos marcan la historia de la región: las relaciones entre hotentotes y bantúes, derivadas del progresivo desplazamiento de éstos hacia el Sur, se resuelven con la expulsión paulatina de los primeros, de capacidad ofensiva menor, que se ven confinados a las tierras peores. A partir del siglo XVIII, los bantúes terminarán chocando con los bóers que avanzan hacia el Este animados seguramente por la mayor demanda del mercado europeo. El choque entre la minoría bóer (5.123 colonos en 1756) y las tribus bantúes (quizás más de 100.000) dará lugar a las llamadas guerras cafres (denominación dada por los portugueses a los bantúes, tomada del árabe cafrun, no musulmán) entre 1779 y 1850. La derrota definitiva de los bantúes deriva del hambre iniciada en 1858. Las relaciones entre bóers y hotentotes carecerán de enfrentamientos armados por la completa supeditación del grupo negroide, sometido legalmente a servidumbre por disposiciones promulgadas entre 1809 y 1819. Dentro de estos enfrentamientos hay que hacer referencia a la figura de Chaka (o Shaka) que se va a convertir en jefe de los zulúes a comienzos del siglo XIX y al que se ha denominado el "Napoleón negro". Desde 1818 y durante diez años hasta su asesinato, se convirtió en el dictador de una nueva y agresiva nación militar. Organizó a los jóvenes en regimientos reglares, que solamente vivían para la guerra; renovó el armamento de sus guerreros, sustituyendo la poco efectiva arma arrojadiza de largo alcance por las azagayas que obligaban a combatir cuerpo a cuerpo; estableció una nueva estrategia: su ejército empleaba en sus ataques la formación en cabeza de búfalo. Esta organización permitió una fuerte expansión zulú, cuyos efectos afectaron a toda África meridional, al provocar desplazamientos de todas las tribus de los alrededores, y que también llegaron a chocar con los bóers. Hay que resaltar el conflicto entre bóers e ingleses y su evolución posterior. Los bóers vivían bajo administración inglesa desde que, en 1815, se ratifica definitivamente dicha colonia como posesión de Inglaterra. La supresión total de los bóers de la administración por parte de los ingleses, junto con la introducción del inglés como lengua oficial en 1825 (la mayoría de la población no comprendía más que el holandés), supuso agitaciones y problemas que se vieron aumentadas por la abolición de la esclavitud (1834), medida hacia la que los bóers eran decididos adversarios. Los propietarios de esclavos obtuvieron del gobierno de Londres una indemnización de 1.300.000 libras, cuando ellos estimaban sus pérdidas en 3.000.000. En el "gran Trek" (emigración) de 1837, casi 10.000 familias se trasladaron con su ganado y sus esclavos más allá del Vaal y del Orange y hacia Natal, siguiendo diversos itinerarios. En 1842, los ingleses anexionaron Natal. Los Trekkers, aislados de la costa, penetraron de nuevo hacia el interior y constituyeron la república de Orange, que en 1848 se anexionaron a su vez los ingleses. Un tercer Trek dio lugar a la creación de la república del Transvaal. Londres interrumpió aquí la cadena de represalias. En 1852 admitía la independencia de los bóers al norte del Vaal y en 1854 la de la república de Orange. Sin embargo, en estos hechos está la base de las futuras guerras anglo-bóers. En el África Oriental cabe distinguir tres grandes grupos de formaciones: 1.- Los Estados situados en la zona Nordeste sufren, desde fines del siglo XVIII, un serio declive en su poderío político y actividad económica. La autoridad de los gobernantes se había debilitado y los pueblos nómadas invadían las tierras de los agricultores estables, de cuya producción dependía fundamentalmente el poder de los soberanos y de los jefes de tribus. El Mar Rojo estaba infectado de piratas y, a causa de ello, el comercio se resiente especialmente. Sin embargo, con Mohamed Alí se restablecerá el tráfico del Mar Rojo y se logrará, en 1821, la conquista del Sudán Nilótico por Egipto. Por otra parte, al Oeste del Mar Rojo permanece el insólito reino de Etiopía, cristianizado en el siglo IV, pero aislado por la islamización de Egipto. Lo pueblan agricultores y pastores. Su organización política es teóricamente monárquico-absolutista, aunque entre 1769 y 1855 -"Edad de los Príncipes"- atraviesa un período de disgregación geográfica del poder, recuperado bajo Theodoros y Menelik II. En la costa occidental del índico, la dependencia foránea se reduce a las factorías establecidas por árabes de Omán y por portugueses; pero la penetración es marginal y pequeña por la propia debilidad de ambas metrópolis. En el caso de Portugal, su desinterés es palpable desde el siglo XVII, tanto en la zona de Zanzíbar (que entonces pasa a ser dominio árabe) como en la costa de Mozambique, dependiente de la lejana Administración de Goa y dejada de hecho en manos de los "prazeros" (mestizos de bantú y colonos portugueses). Respecto a Madagascar, con población negro-malaya, está presidida por dos grandes Estados esclavistas: los reinos de Sakalava e Imerina, que se reparten casi toda la isla y mantienen relaciones comerciales en las costas con mercaderes europeos (especialmente franceses) y árabes.
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En 1957 había todavía muy pocos países independientes en África negra e incluso puede decirse que en muchos países apenas si existía una verdadera tradición de grupos políticos decididos a enfrentarse con el colonialismo, pero en el plazo de tan sólo cinco años el panorama se modificó casi por completo adquiriendo la independencia la mayor parte de las antiguas colonias. Los procesos resultaron, sin embargo, considerablemente distintos según las circunstancias y los planteamientos de las antiguas metrópolis. La idea de una asimilación de las poblaciones autóctonas a la metrópoli, como había pensado la clase dirigente y buena parte de la opinión pública francesas en el caso de Argelia, nunca constituyó una verdadera alternativa que fuera imaginada por los dirigentes británicos. En general, el proceso de emancipación de la situación colonial se hizo progresivamente, territorio por territorio, por etapas sucesivas que incluían una etapa de autonomía previa, por procedimientos de negociación y habitualmente sin el empleo de la violencia. No obstante, la existencia en determinadas colonias de importantes minorías blancas, en especial en África del Sudeste, creó una situación peculiar destinada a prolongar el proceso de descolonización durante largo tiempo. La primera colonia británica que logró la independencia era la que había recibido el nombre de Gold Coast y fue bautizada como Ghana cuando obtuvo el nuevo estatuto. En ella, un partido -"Convention People Party"-, dirigido por Kwame Nkrumah, había ganado las elecciones en 1948 y en 1950 tuvo la autonomía alcanzando la independencia en 1957 con la incorporación de Togo. En 1960 la logró Nigeria, que tenía autonomía desde 1951 y una constitución federal, dada la pluralidad cultural existente, en 1954. Sierra Leona la logró en 1961. En todos estos países los grupos políticos indígenas tenían una tradición que se remontaba a los años veinte. En África Oriental parece haber sido considerada como más conflictiva o menos desarrollada porque en ella la descolonización tuvo lugar más tarde. A fines de 1961 la logró Tanganika, cuya autonomía sólo databa de un año antes; tres años después se incorporó a ella la isla de Zanzíbar que tiene una importante minoría árabe dando lugar a Tanzania. Uganda llegó a la independencia en 1962 después de haberse incorporado diversas unidades territoriales previas. La descolonización más conflictiva fue la de Kenya en donde existía una importante minoría blanca. Allí hubo desde comienzos de los años cincuenta una doble acción de la guerrilla del Mau-Mau y de un partido político dirigido por Jomo Kenyatta. Sólo en 1958 se otorgó una autonomía. En las elecciones el partido de Kenyatta logró una clara victoria frente a otros grupos políticos más moderados, auspiciados de forma más o menos directa por los británicos. Liberado a comienzos de 1962 el mencionado dirigente, Kenya alcanzó la independencia a fines del año siguiente en unas condiciones que sorprendieron por su estabilidad y moderación. Kenyatta gobernó con mucha prudencia y su país se libró de los desgarramientos que tuvieron lugar en otras latitudes en que existía una pluralidad de composición étnica y cultural. Éste fue el caso de tres territorios coloniales británicos de África del Sudeste, las dos Rodesia y Nyassalandia, que constituyeron una Federación de África central, dotada de una autonomía interna en la que el claro papel preponderante le correspondió a la población blanca (seis diputados negros por treinta y cinco en total en la cámara federal). Sin embargo, la fórmula resultó inviable al poco tiempo. En 1962 y 1963 se independizaron Rodesia del Norte y Nyassalandia tomando como nombres, respectivamente, Zambia y Malawi. Rodesia del Sur se declaró independiente en abril de 1964 en contra de la voluntad de la metrópoli. Una elevada población blanca, equivalente a la décima parte del total, ejerció el poder a pesar de la oposición de los países vecinos y de la propia "Commonwealth". Pero el caso más sangrante de perduración del dominio del colonizador y de carencia de respeto a la igualdad de la condición humana fue el de Sudáfrica. La política del "apartheid" no fue el resultado de una herencia ancestral sino que se puede considerar como la aplicación de un programa político imaginado durante la Guerra Mundial y aplicado después de ella. El partido nacional del doctor Malan que ganó las elecciones en 1948 partía de la necesidad de un "desarrollo separado" de las razas, lo que suponía la inferioridad de las no blancas y el tratamiento lleno de "paternalismo cristiano" por parte de la blanca. Pero mucho mejor que las declaraciones programáticas que partían de que éste debía ser el único procedimiento para conseguir la paz y el desarrollo, la legislación concreta descubría la realidad de un tratamiento diferencial y racista. Dos leyes de 1949 y 1950 prohibieron los matrimonios interraciales e incluso las relaciones sexuales entre individuos de dos etnias distintas. En 1950 se institucionalizó la clasificación racial y durante la primera mitad de la década de los cincuenta quedó regulada minuciosamente la separación racial en los lugares públicos, los transportes y las Universidades. El "apartheid" ha sido considerado como una especie de resurrección de las tesis racistas nazis que, en efecto, parecen haber tenido un éxito apreciable entre la población "afrikaaner" de origen holándés y de religión calvinista al comienzo de los cuarenta. Pero también se puede entender como la codificación de lo que eran prácticas tradicionales de una población blanca como la citada cuyo pasado había estado lleno de dificultades. De cualquier modo, lo característico del "apartheid" fue la conversión en normas legales de unas actitudes que, por ese mismo hecho, sólo parecían dejar como solución una ruptura traumática. Contra esta situación hizo su aparición en la fecha temprana de 1912 el Congreso Nacional Africano (ANC) que pretendió reunir a las etnias bantúes. En principio, después de la Segunda Guerra Mundial la protesta protagonizada por el ANC fue pacífica pero ya a comienzos de los sesenta hubo grupos que pretendieron desbordar a este partido. En marzo de 1960 una manifestación concluyó en Sharpeville con sesenta y nueve manifestantes muertos y unos meses después el ANC fue prohibido y su principal dirigente, Nelson Mandela, encarcelado de por vida. La represión tuvo como consecuencia la deriva de una parte de este grupo político hacia la acción terrorista. La descolonización francesa del África negra se llevó a cabo de un modo considerablemente distinto. En principio, pretendió mantenerse una política de asimilación aunque con unos propósitos reformistas y liberalizadores para luego dar pie hacia una evolución hacia la independencia. De acuerdo con la Constitución de 1946, las antiguas colonias se convertían en "territorios de ultramar" dotados de un marco jurídico que quería ser flexible y respetuoso de las diferencias, pero al mismo tiempo fraternal, concediendo la nacionalidad francesa a todos los habitantes del antiguo Imperio. No cabe la menor duda de que durante los doce años que duró la Unión Francesa las élites dirigentes de los países africanos francófonos experimentaron una evolución que les hizo capaces de regirse a sí mismos pero también hubo episodios sangrientos como la sublevación de Madagascar en 1947 o la de Camerún en 1958. Entre las figuras más conocidas de esta clase dirigente africana figuran el socialista cristiano Senghor, dirigente del Senegal, Houphouet Boigny, dirigente de Costa de Marfil, o Modibo Keita de Sudán. Aunque sus propósitos originarios fueran distintos, el marco constitucional de 1946 permitía ciertos cambios reformistas que se hicieron necesarios a medida que avanzaba la descolonización en todo el mundo. La ley marco de junio de 1956, posterior por tanto a la Conferencia de Bandung, fue obra del Gobierno Mollet y en parte estuvo inspirada por Houphouet Boigny, vinculado a los medios socialistas franceses. Suponía la existencia de una amplia autonomía interna y el establecimiento de sufragio universal y secreto con un colegio único (y no con dos, como había podido suceder hasta el momento). De este modo Camerún y Togo se convirtieron en independientes tras un período de autonomía previa. El retorno del general De Gaulle al poder en 1958 no supuso una marcha atrás a pesar de que ya se han mencionado sus reticencias iniciales a la independización de las antiguas colonias. Con la experiencia de lo sucedido en Indochina y en Argelia, el general partió de la necesidad de dejar abierto a los países africanos el camino hacia la independencia. De ahí que les diera a optar entre la secesión y la pertenencia a la Comunidad francesa. En el referéndum celebrado en septiembre de 1958 11 de los 12 territorios de ultramar aceptaron la constitución de la V República mientras que tan sólo la Guinea de Sekú Turé la rechazó y se independizó. La Comunidad había sido pensada para que los territorios que habían sido antiguas colonias tuvieran una amplia autonomía en todas las materias, excepto en política exterior y defensa. Sin embargo, a partir de 1960 la Comunidad "Institucional" fue superada por la oleada mundial de descolonización y, por lo tanto, se produjo toda una serie de procesos de independencia que carecieron de la aspereza de ruptura que había tenido lo sucedido en Guinea. En efecto, todos esos Estados, si por un lado adquirieron la totalidad de su soberanía, al mismo tiempo suscribieron tratados de asociación con Francia que mantenían vínculos con la antigua metrópolis. A una Comunidad institucionalizada le había sustituido un tipo de relación mucho más flexible que partía de una relación contractual entre iguales. De esta manera se convirtieron en independientes Senegal, Sudán (agrupados en la federación de Mali), Madagascar, Congo, Gabón, República centroafricana, Tchad, Costa de Marfil, Dahomey, Alto Volta, Níger y Mauritania. Como consecuencia de la oleada descolonizadora en el África británica y francesa, Bélgica concedió de forma brusca la independencia al Congo en junio de 1960. El Congo había sido posesión personal del rey Leopoldo II desde 1885 y se había convertido en colonia tan sólo en 1908, incorporándose Ruanda y Burundi como mandatos de la Sociedad de Naciones en 1919. Fue probablemente la colonia africana más rica, aparte de la más extensa gracias a sus reservas minerales, principalmente de cobre y uranio en el Sur (Katanga). Débilmente habitada por tan sólo trece millones de habitantes, sólo algo más de cien mil eran europeos. La política colonial belga había sido paternalista y no había tomado en cuenta lo beneficioso que podría haber sido un camino lento y pausado hacia la independencia. Sólo en 1955, con ocasión de una visita del rey Balduino, se pensó en la posibilidad de un plan a medio plazo que tuviera como resultado final la independencia con una estructura gubernamental federalizada. En 1958 hubo una consulta electoral municipal, pero en colegios separados de indígenas y europeos, y en 1959 ya se habían producido graves desórdenes públicos. De este modo, el nuevo país inició su vida independiente con los peores auspicios imaginables. Sólo el Movimiento Nacional Congoleño de Patrice Lumumba con 33 diputados era una fuerza política unitaria, mientras que el resto del Parlamento hasta 137 escaños estaba formado por pequeños partidos étnicos. Al radicalismo de este dirigente hubo que sumar la incomprensión radical de la situación por parte de las tropas belgas que quedaban de guarnición. Pero, además, a este problema se sumó la tendencia a la fragmentación: en julio, Katanga, la provincia del Sur que tenía los principales recursos mineros y que proporcionaba el 45% de los ingresos presupuestarios, se declaró independiente bajo la dirección de Moisé Tschombé. Además, la intervención temprana del Ejército dirigido por Mobutu añadió confusión y para completar el panorama se produjo una inmediata internacionalización del conflicto cuando Lumumba, el jefe del Gobierno, pidió la intervención de la ONU y obtuvo el apoyo de la URSS. La ONU requirió la retirada de las tropas belgas y su sustitución por "cascos azules" pero la propia Secretaría general, desempeñada por el diplomático sueco Dag Hammarskjöld, fue objeto de un violento ataque por parte de los soviéticos. En febrero de 1961 Lumumba, que había sido entregado a los rebeldes katangueños, fue asesinado y se convertiría en una figura mítica del Tercer Mundo para los soviéticos, que dieron su nombre a la Universidad destinada a formar cuadros en Moscú. Meses después, el propio secretario general de la ONU encontró la muerte en el Congo. Fueron las fuerzas de la ONU quienes consiguieron estabilizar la situación del país a lo largo de 1961 haciendo desaparecer la secesión de Katanga. Con ello se situaban en un plano de actuación muy distinto del que les debía haber correspondido pero que la mala preparación del proceso descolonizador hacía inevitable. El Congo tan sólo logró una completa estabilidad política, muy alejada de una democracia, a fines de 1965, cuando se hizo con el poder el general Mobutu. Habiendo logrado su independencia también Ruanda y Burundi en 1962 en esta fecha las únicas colonias europeas existentes en África eran una parte de las antiguas posesiones españolas -Sahara- o francesas -Somalia- y, sobre todo, las colonias portuguesas que, como es lógico, muy pronto contaron con movimientos independentistas dispuestos a actuar con las armas para conseguir lo que no se les otorgaba por procedimientos pacíficos.
contexto
Al sur del Sudán occidental se extiende el África guineana, donde termina la sabana y comienza la selva. Este área, aunque se mantiene independiente de las formaciones políticas sudanesas, se vio afectada por sus progresos, ya que la población que rechazó convertirse al islamismo emigró al Sur. Junto a reinos poderosos, como Benín, existían ciudades independientes, bajo el control de oligarquías muy bien estructuradas. En esta región la agricultura, cerámica, arte del metal y escultura han estado a la cabeza del África negra, como manifestación de una cultura propia previa a la influencia sudanesa ejercida a través de los inmigrantes, que sí han podido incidir en el ámbito político, puesto que de hecho existieron aquí desde el siglo XIII formaciones políticas similares a las sudanesas. Aunque su economía era fundamentalmente agrícola, la sociedad era urbana, concentrada en poblaciones grandes y no dispersas como es lo frecuente en el África negra. Antes de la aparición de los portugueses ya existían rutas comerciales que unían Guinea con el África septentrional y por donde se importaban objetos de lujo, lo que implicaba la existencia de una clase rica. En líneas generales el comercio exterior era una empresa real, que monopolizaba los beneficios de la exportación de polvo de oro, nueces de cola y marfil, a cambio de ganado, caballos, artículos de metal, tejidos, sal y, desde el siglo XVI, esclavos. Existía una economía monetaria, pesas y medidas, que dan idea del grado de desarrollo alcanzado por el comercio guineano. Tres civilizaciones destacaban en esta zona: el pueblo yoruba, el Reino de Benín y el Nupé. Los yorubas, situados en la orilla derecha del Bajo Níger, se organizaban bajo la forma de federación de ciudades, las principales de las cuales eran Oyo, que hacía las veces de capital política, e Ifé, capital religiosa. En cada ciudad existía un jefe o bale y un colegio de notables elegido por cooptación, que era el que realmente gobernaba. La civilización de Benin era igualmente urbana, con un poder absoluto del monarca, divinizado y despótico, aunque controlado por sociedades secretas político-religiosas. La venta de esclavos era una de las bases económicas de Oyo y Benín, que también destacaban por el arte del bronce y el barro cocido, en el que podemos encontrar numerosas obras de arte. El Reino del Nupé existía desde 1350, aunque no alcanzará su máximo esplendor hasta el siglo XVIII, tras su conversión al islamismo. Su característica principal será el alto nivel del artesanado de la madera, el cuero, el estaño y el vidrio, los tejidos y los bordados, además de la construcción de barcos.
contexto
No se sabe de formación sociopolítica alguna en el momento en que se inicia el conocimiento del hierro en el África occidental. Puede figurar en la historia, ya en la costa, ya en la sabana, como en el litoral, aun cuando todo el ámbito se vea afectado indirectamente por los cambios que van experimentando distintas regiones de la franja sudanesa. Así, en la sabana tenían que inclinarse ante determinados poderes e incluso convertirse al Islam so pena de emigrar hacia el sur. No olvidemos que la emigración viene a ser una constante de las sociedades africanas, pero también que al Islam le repugna penetrar en la selva, por lo que ésta se presentará como una salvaguarda, ya ante él, ya ante las hegemonías sudanesas. Hasta prácticamente el siglo XIV, la zona guineana del Continente Negro no conoció excesiva demografía. La difusión del hierro trajo consigo el logro de concretos útiles y herramientas que permitirían la deforestación y nuevos cultivos: el plátano, la batata, y la mandioca... Con esto se abre entre el Níger y el litoral atlántico un nuevo período, en el que emergen tres culturas, asumidas respectivamente por los yoruba, el llamado reino de Benin y Nupe.