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La necrópolis de Biblos contaba con nueve hipogeos, que nos han proporcionado valiosos objetos egipcios y locales. De ellos hay que destacar este sarcófago levantado sobre un pedestal con un león en cada esquina y decorado con relieves en su totalidad.
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Obra salida probablemente de talleres áticos en la era de Alejandro, nos muestra en sus animados combates y en sus cacerías regias el ideal de síntesis entre griegos y persas que el conquistador había propugnado. Haciéndolo tallar, el rey Abdalónimo de Sidón quiso dejarnos un recuerdo de lo que pronto se revelaría como utopía imposible. "El amontonamiento de figuras quizá obedezca más a la tradición pictórica que a la escultórica, y el color, bien conservado, muestra mecanismos tan puramente pictóricos como los toques de luz en los ojos. Los pigmentos... tienen una gran delicadeza y no enmascaran la naturaleza del mármol" (M. Robertson).
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El sarcófago de Córdoba está dividido en tres paneles, con la representación de una puerta entreabierta como motivo central. La puerta simula ser en realidad el acceso a un templete, flanqueado por columnas y coronado por un frontón. En los paneles laterales, un hombre y una mujer, cada uno en uno de ellos, miran al frente, acompañados por un preceptor de su mismo sexo; como fondo, amplios cortinajes. El sarcófago repite un tipo relativamente frecuente a mediados del siglo III d. C. Los difuntos se preparan para su nueva vida, simbolizada por la puerta entreabierta, para la que se han preparado mediante el cultivo de las artes y del espíritu.
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Una vaca es ordeñada para dar de beber a la reina mientras su ternero, atado a una de las patas, permanece alejado de la ubre materna. La lágrima que cae por su mejilla que la madre llora apenada. El relieve fue realizado en la XI Dinastía.
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La preocupación que sentía la civilización etrusca por la vida del más allá está presente en sus manifestaciones artísticas. Este sarcófago es una muestra de ello, el hecho de que el difunto aparezca representado, asegura de alguna de manera, su pervivencia. Esta mujer aparece ricamente ataviada con el típico collar de siemprevivas y sosteniendo en su mano izquierda el óbolo para pagar a Caronte, genio del infierno, encargado de llevar las almas a través de los pantanos del Aqueronte, hasta la orilla contraria al río de los muertos.
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No cabe duda de que el estilo praxitélico tiñó el ámbito ateniense de su época: las obras que lo ostentan, aun sin poder ser atribuidas con seguridad al maestro o a su taller, alcanzan en ocasiones un nivel que impide pasarlas por alto: es el caso, por ejemplo, del Sarcófago de las Plañideras, encargado por un monarca fenicio de Sidón y encontrado en su lejana necrópolis. "Es verosímil que el Sarcófago de las Plañideras sea el del rey sidonio Estratón, muerto hacia el 358, y que las mujeres dispuestas en los intercolumnios de un edificio jónico simulado representen el numeroso harén del difunto. Hábilmente variadas, pero con un estilo convencional que se inspira en modelos áticos, estas figuras no están unidas por un ritmo capaz de darles vida" (J. Charbonneaux).
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Fue encontrado, en 1871, en un paraje llamado Dehesa de Santa María de las Albueras, sobre una de las terrazas situadas al sur del Tajo, cerca de Talavera de la Reina (Toledo). El informe de la Real Academia de San Fernando dice que el hallazgo se produjo "en un recinto subterráneo de planta hexagonal, construido de sillería y cubierto con bóveda de hormigón romano". Las excavaciones arqueológicas, realizadas años después y dirigidas por el alemán T. Hauschild, mostraron que se trataba de un mausoleo con cripta funeraria, reutilizado como mezquita durante el periodo andalusí, lo que explicaría la profanación de las figuras. Este sarcófago romano presenta en su frente a Cristo entronizado con seis apóstoles a cada lado, vestidos con túnicas romanas y colocados bajo una arquería con columnas. Sobre los arcos aparece el nombre de cada uno de los apóstoles. Todas las figuras aparecen sin cabeza, debido a una rotura intencionada posterior a su utilización. Fue realizado en un taller hispano en época del emperador Teodosio I (379-395) y está tallado sólo por uno de sus frentes, ya que el otro se adosaría a un muro de la cámara funeraria o mausoleo. Se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.