Antonio de Pereda fue un artista excepcional en cuanto a pintura religiosa se refiere, la mayor parte de su producción. Realizó numerosos cuadros de devoción de tamaño no muy grande, que encontraron amplia aceptación entre su clientela. En su estilo muestra la devoción por la intensidad de color de los venecianos, que había visto de primera mano. Este tema de San Pedro muestra el momento en que el santo, apresado por ser discípulo de Cristo, es liberado milagrosamente de sus cadenas por un ángel, que le indica el camino de huida. Pereda nos muestra a San Pedro como un anciano captado de modo realista, con evidente influencia del naturalismo caravaggesco. Sin embargo su paleta es clara y luminosa, con gusto por la plasmación de los objetos materiales, como las cadenas, las telas o la piel de los personajes.
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Personaje
Religioso
Nacido en Verona, cursó estudios en Bolonia. En pleno auge del movimiento cátaro, considerado herético por la ortodoxia católica, dedicó sus esfuerzos por atraer a los partidarios de ésta doctrina hacia el catolicismo. Nombrado inquisidor por Roma, fue asesinado por los cátaros.
obra
Para el estudio de esta obra deberíamos ponerla en relación con lienzos similares que también representan a dominicos que sufrieron algún tipo de dolor por la Orden. El modo de representación es convencional, con una sola figura de tamaño natural, captada en el momento no del martirio sino de la glorificación: con los símbolos del tormento atravesando su cuerpo, un ángel le trae la palma y las coronas que indican su sacrificio.
obra
En 1436 Cosme de Médicis financió la remodelación del antiguo convento de San Marcos de Florencia. El mecenas contrató como ejecutor de las obras al arquitecto Michelozzo Michelozzi, cuyos volúmenes limpios y claridad espacial de sus estructuras hacían de su arte uno de los mejores representantes del nuevo pensamiento del Renacimiento. Las obras tuvieron comienzo hacia 1438 y terminaron seis años después. El mecenas contrató a Fra Angelico para la decoración del convento, cosa bastante acertada, ya que el artista también era dominico, con lo que puso su obra al servicio de las estrictas normas de recogimiento y vida contemplativa que practicaban los frailes dominicos. En este fresco, que decoraba la puerta que comunicaba el claustro del convento con la iglesia, Fra Angelico figuró a San Pedro Mártir en el hueco de la sobrepuerta. El personaje se acomoda perfectamente a la arquitectura. La figura, cuya aureola supera los límites del arco ojival del remate, pide silencio a los frailes que entran en la iglesia. San Pedro, con el libro en la mano, que crea sensación de espacialidad, está recortado perfectamente sobre el fondo neutro de la pared. La composición se muestra muy sencilla, pero lo importante, la actitud de respeto a la entrada del templo, es significativa del pensamiento de los frailes dominicos observantes.
Personaje
Religioso
Nacido en una pequeña población cerca de Barcelona (algunos autores han afirmado que nació en el Languedoc francés), fundó en 1218 junto Ramón de Peñafort la Orden de la Merced o de la Misericordia, encargada de recaudar fondos y realizar el pago del rescate de cautivos de los musulmanes. Dirigió la orden durante treinta y un años, con el cargo de primer maestre. Fue canonizado en 1655 por Alejandro VII.
obra
San Pedro Nolasco fue quien creó la Orden de los mercedarios, cuyo escudo podemos apreciar en el pecho del santo. Está pintado como parte de una serie de cuatro lienzos para un convento limeño, y habría de ser relacionado con el Santo Domingo que abre los comentarios de los cuadros.
obra
Fray Juan Bernal, prior del Convento de la Merced de Sevilla, encargó a Alonso Vázquez una serie dedicada la vida de san Pedro Nolasco y san Ramón Nonato. De las pinturas realizadas por Vázquez sólo se conservan dos, posiblemente las únicas que ejecutó, ya que en 1603 abandonó la ciudad. En ambas composiciones encontramos figuras monumentales en las que destacan sus expresivos gestos, resultando de mejor calidad las figuritas pequeñas del segundo plano.
obra
Para la iglesia de Santa catalina de Sevilla pinta Pedro de Campaña esta espectacular tabla en la que destaca la anatomía del Salvador y la expresividad de la figura del santo. Los recursos lumínicos están inspirados en la pintura veneciana, tomando a Tintoretto, Bassano y el maduro Tiziano como referencia, mientras que la minuciosidad de los detalles y el realismo preciosista son elementos tomados de la pintura flamenca.
obra
Junto a San Sebastián, San Bartolomé, San Jerónimo y el Calvario, esta imagen de San Pedro Penitente forma parte del conjunto de lienzos realizados por Ribera para el duque de Osuna que fueron entregados a la Colegiata de Osuna por su viuda en 1627. El santo aparece en una cueva, arrodillado y orando, destacando su apasionado gesto con los ojos llenos de lágrimas y las manos apretadas con terrible fuerza, recogiendo a la perfección el arrepentimiento del santo. A sus pies encontramos la llave que se convierte en su símbolo y en el fondo se abre un ligero paisaje apenas apreciable por el mal estado de conservación del lienzo. El naturalismo con el que trata al santo -destacando las arrugas de la frente y la tensión de sus manos-, la iluminación tenebrista empleada -que consigue dotar de mayor volumetría, dramatismo, intensidad y efectismo a la figura- y la gama cromática utilizada son elementos tomados de la escuela de Caravaggio, posiblemente gracias a su contacto con los llamados Caravaggistas de Utrecht como Terbrugghen.
obra
Tras haber renegado tres veces de Cristo después de su captura en el monte de los Olivos, San Pedro muestra su arrepentimiento. Esta temática será muy frecuente en la iconografía occidental, desde El Greco a Ribera. El maestro valenciano nos muestra aquí una forma bastante rara de tratar el asunto ya que el santo se encuentra en un interior, en pie, apoyando su cuerpo en una gran losa cúbica que cubre con su manto. Eleva la cabeza y la mirada al cielo y con sus manos refuerza el gesto de arrepentimiento. La monumental figura se recorta ante un fondo neutro, creando un doble plano de perspectiva, y recibe un potente foco de luz procedente de la izquierda que resalta su naturalismo, tomando Ribera como modelo a un hombre de su entorno, humanizando de esta manera el asunto y dotando de cotidianeidad a la imagen. Las arrugadas manos recuerdan a la serie de los Cinco Sentidos pero la técnica más rápida y menos áspera sitúan este trabajo en la década de 1630. La influencia de Caravaggio sigue presente pero el valenciano toma una línea cada vez más personal.