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Personaje Arquitecto
Apenas tenemos datos biográficos de este arquitecto, activo en la segunda mitad del siglo XVIII, autor de la Real Maestranza de Sevilla, una de las plazas de toros más originales del mundo al no tener forma circular, debido a la disposición del terreno sobre la que se construyó.
contexto
Una vez liberado Chile, la empresa sanmartiniana debía continuar con la marcha hacia Lima, pero para ello era necesario contar con una poderosa flota de guerra. En Gran Bretaña y los Estados Unidos se consiguieron barcos y tripulaciones y el mando de la escuadra se encomendó a lord Cochrane, que no sólo se dedicó a esa gran tarea, sino también ejerció el corso en las costas del Pacífico. De este modo, la flota que inicialmente estaba compuesta por siete barcos de guerra se pudo ampliar y pasó a contar con dieciséis transportes. En agosto de 1820, San Martín se embarcó hacia Perú con cerca de 4.500 soldados, un número escaso para enfrentarse con éxito a los más de 20.000 que había en el virreinato. La principal baza de San Martín era la de convertirse en un elemento perturbador del orden colonial, tratando de aprovechar la fatiga existente en la sociedad peruana frente a una guerra demasiado prolongada, y de ese modo poder acabar con él. El bloqueo comercial minaría la lealtad realista de los hacendados costeños y en caso de ser preciso hasta utilizaría la carta indígena, algo que también habían hecho los realistas en su momento. La aventura comenzó bajo signos de éxito. El desembarco en Pisco fue seguido de alzamientos espontáneos en Guayaquil y en Trujillo. De este modo, todo el norte giró hacia la causa republicana, gracias a que el marqués de Torre Tagle, el intendente de la región, cambió sus preferencias políticas, probablemente afectado por los vientos liberales que soplaban en la Península. En el sur, la campaña de la sierra tuvo rápidos efectos sobre la retaguardia limeña. A principios de 1821 el jefe de las tropas realistas, el general José de La Serna, derrocaba al virrey Joaquín de la Pezuela e iniciaba negociaciones con San Martín, a raíz de lo cual se decidió la creación de un Perú independiente y monárquico. Si bien el acuerdo fue rechazado por el ejército español, que se había hecho fuerte en el puerto de El Callao, éste se encontraba muy debilitado y al carecer de capacidad negociadora no pudo impedir la entrada de San Martín en Lima en julio de 1821. San Martín fue nombrado Protector del nuevo Perú independiente. El conservadurismo del nuevo gobierno fue el mayor de todos los surgidos en América a partir de 1815. Esto se explica por la reacción frente al constitucionalismo español y por la intención de ganarse a la oligarquía peruana asustada por el giro que había tomado la política liberal en la Península. La campaña en la sierra continuaba, pero era sumamente desgastante para unos y para otros. Para colmo, la ayuda que se esperaba conseguir en el Perú seguía siendo muy escasa. En 1822 la situación era de un estancamiento total, y sólo se podría salir del "impasse" con ayuda extranjera. San Martín finalmente se la pidió a Bolívar. En julio de 1822 los dos libertadores se encontraron en el puerto de Guayaquil. Como consecuencia de la entrevista secreta mantenida entre ambos jefes, San Martín anunció su retirada del Perú y dejó que la lucha continuara al mando de Bolívar. Después de sofocar algunos brotes rebeldes en Pasto, Bolívar pasó a Perú a mediados de 1823. En esos momentos había dos presidentes en el país: José de la Riva Agüero, que después de ser derrocado por el congreso se refugió en Trujillo y el marqués de Torre Tagle, nombrado por el congreso en lugar de Riva Agüero e instalado en Lima. Riva Agüero negociaba tanto con Bolívar como con los realistas. A los últimos les proponía la creación de una monarquía independiente, regida por un Borbón español, al tiempo que intentaba expulsar a Bolívar del país. Cuando se conocieron estos extremos, Riva Agüero fue detenido y deportado. Torre Tagle, encargado por Bolívar de negociar con los españoles, intentó retomar lo actuado por su antecesor. A comienzos de 1824, después de que un motín del destacamento argentino de El Callao entregara la guarnición a los realistas, Torre Tagle junto a la mayor parte de su gobierno y numerosos diputados se pasaron a la causa monárquica, que esperaban más favorable a sus posturas que el militarismo bolivariano y colombiano. Para entonces el régimen liberal español se había derrumbado y se podía confiar nuevamente en la Corona. El potencial militar de Bolívar le permitió dar un nuevo vuelco a la situación. La victoria de Junín, en agosto de 1824, posibilitó su acceso a la sierra. Por último, en diciembre de 1824 el general Antonio José de Sucre, al mando de un ejército de colombianos, chilenos, argentinos y peruanos derrotó y capturó al virrey La Serna en Ayacucho, que se convertiría en el símbolo del final de la epopeya emancipadora. La resistencia realista en el Perú se había acabado, con la excepción de la guarnición de El Callao, que resistiría hasta 1826. La lucha continuó un tiempo más en el Alto Perú, que se encontraba al mando de Olañeta. En 1825 Sucre acababa con las últimas resistencias, y a pedido de las elites de Charcas y Potosí creaba una nueva república que adoptaría el nombre del Libertador.
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Este Evangelista forma parte de un grupo de cuatro, acompañado de San Juan, San Lucas y San Marcos, que a su vez completaban un antiguo retablo en la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión de Jerez de la Frontera. San Mateo es similar en su origen a San Juan, puesto que copia casi literalmente una estampa del siglo XVI firmada por Aldegrever. Zurbarán, sin embargo, dota de realidad y naturalismo a la figura, con un inteligente empleo del color y la luz para proporcionar el volumen que hace corpóreo al protagonista del lienzo, que se acompaña de su símbolo, un ángel.
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En el intradós del arco de entrada a la basílica inferior de Asís, Giotto completó el programa iconográfico de la cripta de San Francisco con la figuración de algunos santos. Otras escenas menores con personajes únicos cubrían también las fajas de las ventanas y los intradoses de los arcos de las entradas laterales. En el arco, en tres registros, Giotto representó parejas de santos. San Pedro es el que acompaña a este San Mateo. El santo se presenta frontal al espectador, pero ladeando ligeramente la cabeza. Su mirada no es inquisitiva hacia el espectador, pero sí bastante explícita y dirigida al exterior de la escena. La caracterización de San Mateo está resuelta hasta en los más mínimos detalles de su cara, o sus manos; su rasgo más destacado es la intensidad de sus ojos. La figura presenta un modelado bastante suave, aunque el fondo azul lo recorta en su volumetría y lo acerca al primer plano. También habría que destacar los pliegues de la túnica, con efectos de sombreado de brillante ejecución, además de la naturalidad y credibilidad con que caen, confiriendo corporeidad a la figura.
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El excelente Apostolado pintado por Rubens en 1610-1612 entraría en España hacia 1614 y estaba en propiedad del todopoderoso valido de Felipe III, el Duque de Lerma, en 1618. San Mateo formaba parte de él; se le ha representado joven y con el cabello largo, portando en la mano una alabarda y elevando su mirada hacia Dios. Como sus demás compañeros -San Pablo, por ejemplo- recorta su figura sobre un fondo neutro, obteniendo una perfecta sensación de volumen gracias al fuerte foco de luz procedente de la izquierda, evidente influencia de Caravaggio. El idealismo del rostro hace de San Mateo una figura diferente, más personalizada. Le acompañaban San Pablo y Santiago el Mayor, entre otros.
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En 1503 se le encargó a Miguel Ángel una serie de doce apóstoles para decorar los pilares de la catedral florentina. El traslado de Buonarroti a Roma por expreso deseo del papa Julio II dejó el encargo en suspense y el escultor nunca lo retomaría. Esa es la razón por la que sólo realizó esta figura, quedando inconclusa. Por esta cuestión, la escultura quedaría olvidada en el patio de la Obrería del Duomo hasta 1831 que fue trasladado a la Academia de Bellas Artes. En 1909 se situó junto a los esclavos ya que el conjunto es una excelente muestra de la técnica del "non finito" de Miguel Ángel, consiguiendo crear una espectacular sensación de esfuerzo para abonar el mármol y liberarse de la materia.
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Los especialistas se basan en la cruz que aparece sobre el sillar, en la zona inferior derecha para identificar a este santo con San Mateo, aunque bien podría tratarse de San Felipe. De no ser por este elemento y por el manto que cubre la figura del santo, podríamos encontrarnos ante un nuevo ejemplar de la serie de filósofos. La figura se recorta una vez más ante un fondo neutro, tremendamente oscuro, gracias a un potente foco de luz procedente de la izquierda. Con esta fórmula, el maestro consigue dotar de volumetría al personaje y de profundidad a la composición, ayudándose de la superposición de planos -el sillar en primer lugar, después el libro y, por el último, el santo-. El rostro está realizado siguiendo el naturalismo que había puesto de moda Caravaggio en los primeros años del siglo XVII, naturalismo que Ribera seguirá fielmente a lo largo de toda su producción. Ese rostro naturalista está modelado con cortos toques de pincel, consiguiendo un sensacional efecto de relieve, especialmente en la barba.