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Originalmente este puente estaba situado en la confluencia de los ríos Tajo y Almonte, si bien fue trasladado pieza a pieza hasta su actual ubicación cerca del pantano de Garrovillas debido precisamente a la construcción de dicho pantano. Fechado a mediados del siglo II, en principio contaba con 16 arcos, de los que sólo cuatro se conservan. Sin embargo, sólo pueden considerarse originales los correspondientes a los dos menores de un lateral, pues los dos mayores fueron montados de manera defectuosa tras su traslado, lo que les da un aspecto achatado. Para su construcción se usaron tanto sillares lisos como almohadillados. Los pilares se estructuran en tres secciones separadas mediante molduras. Los tajamares presentan un ángulo singularmente agudo. Para facilitar el ensamblaje de los sillares se utilizó el denominado "opus caementicium", mezcla de arena, cal y agua con la cual se hormigonaba por el sistema de encofrado y ordenación mediante hiladas.
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Las primeras referencias a este puente se remontan a época de Julio César, pero son escasos los restos de esta primitiva construcción. Ha sufrido numerosas reconstrucciones, la primera en el año 720, dotándose del actual aspecto entre los siglos VIII y XIII. El puente presenta 16 arcos de medio punto, excepto cuatro que son apuntados y los dos de los extremos, éstos escarzanos.
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La causa de la devoción despertada por los cordobeses hacia el arcángel San Gabriel la encontramos en la epidemia de peste que sufrió la ciudad de Córdoba en 1649. El jesuita Juan Bautista Caballero propuso que se erigiese una estatua al arcángel en el Puente Romano. La estatua fue encargada a Bernabé Gómez del Río y consta de un altar formado por dos cuerpos con sendas inscripciones. Sobre el cuerpo superior se alza la estatua de san Rafael.